26

(NATALIE MARVIN)

La muerte de Annie había sido otro duro golpe para todas nosotras. Ya estaba claro como el agua que alguien iba detrás de nosotras. Después del entierro de Annie, mientras caminábamos hacia la pensión donde nos habíamos alojado provisionalmente, se lo hice saber a las chicas.

—¿Y quién puñetas puede ser? —preguntó Mary.

—En los periódicos dicen que las mató un judío loco —comentó Kate.

—¿Y qué diablos tendría un judío contra nosotras? —inquirí agriamente—. ¿No veis que siempre es un judío el chivo expiatorio? —se hizo el silencio. Las cuatro caminábamos hacia Commercial Street.

Kate se detuvo y me miró fijamente.

—Yo creo que han sido los McGinty —aventuró, pero había poca convicción en sus palabras.

—Pero… están muertos. Nathan los mató a todos —argumentó Lizie.

—No sé… Pudo escapársele alguno, digo yo —repuso Kate.

—Kate tiene razón, chicas —intervine como en un susurro. Llevaba muchos días pensando aquello.

—¿Qué te dijo McGinty? Ya sabes… la noche de la muerte de Martha —me preguntó Mary.

Hice memoria, recordando todos los detalles del desagradable incidente con aquel cerdo.

—Me dijo que quería cuatro libras por cada una de nosotras —recordé con las imágenes aún muy recientes.

—¡Dieciséis libras! —exclamó Kate escandalizada—. ¡Nunca he visto tanto dinero junto!

Mary miró al casi despejado cielo antes de hablar.

—Dios… quieren que les paguemos o seguirán matándonos hasta que no quede ninguna de nosotras.

—¡Joder! —estalló Kate, bebiendo luego de su inseparable petaca.

—¿Y qué podemos hacer? —preguntó Lizie.

—Trabajar… —repuse a la vez que alzaba las manos—. Trabajar como burras, eso es lo que debemos hacer. Hay que buscar clientes hasta debajo de los adoquines… Y ganar lo suficiente para pagar a esos cabrones.

—¿Y qué pasa con Nathan? —quiso saber Mary.

—No te preocupes por eso… El nos encontrará —dije yo, aunque en el fondo no estaba segura de si aquello ocurriría o no.

Las cuatro marchamos hacia nuestra triste pensión en sepulcral silencio.