Miré a Mircea, totalmente conmocionada.
—¡Deberías estar en el centro de la ciudad! —La versión de mi otra yo que había perseguido a Jimmy a lo largo del aparcamiento había escapado de la MAGIA esa misma noche. Y aunque habían permitido que los hechizos de protección me siguieran la pista hasta la ciudad, ninguno de ellos sabía exactamente adónde había ido. Mientras Tomas, Pritkin y un vampiro llamado Louis-Cesare venían aquí, Rafe y Mircea habían ido a las oficinas principales de Tony. O eso era lo que yo había creído.
—Y allí estaba. Dejé allí a Raphael por si acaso aparecías —dijo Mircea, sus ojos se acercaron a los míos lentamente—. ¿Puedo preguntarte cómo lo sabías?
—Seguramente no sea una buena idea —dije, deseando que la histeria fuera un lujo que me pudiera permitir.
Mircea se quedó allí de pie, con su ridículo aire de modelo de pelo alborotado, con un ligero deje de diversión en los labios y elegantemente vestido de negro, exhibía perfectamente su, objetivamente hablando, cuerpo extremadamente atractivo. No sabía si lo hacía deliberadamente, pero parecía que su ropa siempre estaba un poco ceñida en sus bíceps y en sus caderas, llamando mi atención donde no se suponía que tenía que estar en absoluto. Sin mencionar que Mircea de negro parecía un pecado. La única gracia que le salvaba era que al menos no era de piel, ¿y por qué iba a ir allí?
Extendió su mano, era una invitación en silencio, pero hizo que mi estómago diera un vuelco. Mi estómago era un idiota.
Salté hacia atrás, tropezando casi con mis propios pies.
—¡No me toques! —La última vez que me había encontrado a Mircea en el pasado, el geis había saltado desde mí hasta Mircea, comenzando todo este desastre duplicando el hechizo. ¿Se triplicaría si se acercara ahora lo suficiente? Porque no pensaba que ninguno de los dos pudiera sobrevivir a eso.
En algún sitio cercano, la gente estaba chillando y Pritkin maldecía a un par de hombres rata con caras aterrorizadas que corrían a toda prisa, goteando sangre por el suelo.
—Tenemos que irnos, dulceaţă —dijo Mircea suavemente.
El hecho de que él aún utilizara el alias que me había puesto hacía unos años, que significaba «querida mía» probablemente era una buena señal, pero dudaba que fuera a durar mucho. Necesitaba irme, pero realmente no quería transportarme enfrente de él: eso le diría mucho más de lo que yo quería que supiera. Pero no podía correr más deprisa que él y estaba segura que no le iba a permitir que se acercara demasiado a mí.
—Cassie. —Mircea me miró con reproche cuando yo seguía ignorando su mano extendida.
Pero alejándome desesperadamente, creía que el descuido de la situación había llegado en una época antes de que se lanzara el geis. Ese Mircea no lo tenía, así que el hechizo había saltado desde mí hasta él para poder completarse. Pero este Mircea lo tenía, de hecho, tenía los dos tipos, así que sería inmune, ¿no?
—¡Cassandra!
—¡Estoy intentando pensar! —le dije mientras empezaba a caminar hacia mí.
—Puedes pensar en la MAGIA, allí estarás a salvo.
—¿Sabes? —le dije salvajemente—, considerando las veces que he escuchado esa palabra, ¡es impresionante la cantidad de veces que casi me matan!
—Eso no pasará esta noche —me dijo firmemente y cogió mi mano. Lo miré fijamente horrorizada, esperando la chispa eléctrica que me mostraría que ya había conseguido matarnos a los dos. Pero aparte del débil hormigueo que el geis siempre emitía, no sucedió nada más.
Nada excepto un olor dulce y empalagoso, como flores a punto de florecer. ¿Dónde había olido esto antes? Mircea dijo lo que yo sospechaba que era una palabrota en rumano y bruscamente me puso detrás de él.
—Cass, ¿te acuerdas de la última vez que estuvimos aquí y aparecieron un par de magos oscuros para la fiesta? —preguntó Billy, su voz temblaba ligeramente.
—¿Por qué? ¿Qué tiene eso que ver con…? —Miré alrededor del abrigo de Mircea y vi un grupo de siluetas negras contra las farolas—. ¡Oh!
—Estoy pensando que a lo mejor se me pasaron algunos en el reconocimiento —dijo Billy, pareciendo asustado.
Conté rápido.
—¿Unos pocos? —grité—. Ocho no son unos pocos.
Desde lo lejos, una nube azul comenzó a extenderse por encima del aparcamiento. Recordé que Pritkin había utilizado algún tipo de gas lacrimógeno en el combate y casi nos asfixia a todos. No le había hecho gracia al interior de mi cuerpo, mis pulmones estuvieron ardiendo durante horas después de eso; claro que tampoco fue realmente lo que se dice una sensación exterior.
—La vidente se viene con nosotros, vampiro —dijo uno de los magos.
Esperaba que Mircea intentara convencerle, que usara alguno de sus encantos que lo habían convertido en el negociador de la Cónsul. Supongo que también lo hicieron los magos. Porque parecieron realmente sorprendidos cuando el orador salió volando por el aire.
Aterrizó en lo alto de los cables de alta tensión, partió uno de los más gruesos y quedó enredado en los finos. Una descarga eléctrica sacudió violentamente su cuerpo durante un momento, luego se lanzó hacia el suelo y se volvió a elevar con un cable que se había quedado enrollado en un pie. Rebotó un par de veces antes de empezar a moverse en el espacio lentamente, balanceándose en el aire boca abajo agarrado por un tobillo como el Hombre Colgado de mi baraja del tarot.
—Eso ha sido poco prudente —le dijo calmadamente el mago que estaba más cerca de Mircea, justo antes de que una pared de aire abrasador se abalanzara sobre nosotros. Me levantó completamente del suelo y nos lanzó a los dos contra la alambrada. Me libré del poste que me hubiera partido la espalda, pero parecía que algunos de los enlaces se podían haber convertido en suplementos permanentes en mi anatomía.
En un abrir y cerrar de ojos, Mircea volvió a estar de pie y dos magos se prendieron fuego espontáneamente. No obstante, apagaron el fuego igual de rápido y para cuando había salido de la red de metal arrastrándome, respondieron con una bola abrasadora de blanco y azul eléctrico. Hizo ponerse a Mircea sobre una rodilla, pero la cogió, las manos chirriaban claramente, luego se lo lanzó de vuelta al remitente. Las protecciones de los magos la desviaron hasta los cables de tensión de arriba, causando que un impulso de energía corriera a lo largo de ellas como fuego azul. Las farolas estallaron en una línea larga como petardos y un impulso de energía explotó contra el mago que estaba colgando, y lo envió haciendo espirales hasta el suelo con un cable de tensión encajado y enrollado a su alrededor.
El mago electrocutado estaba temblando ligeramente contra el suelo, como si aún estuviera vivo. Luego le eché una mirada a su cara; tenía la mandíbula desencajada, los ojos abiertos y vidriosos, y la lengua ennegrecida; decidí que seguramente no estaba vivo. Aparentemente uno de sus colegas llegó a la misma conclusión, pero en lugar de lamentar su fallecimiento, eligió usarlo. Animó el cadáver con un gesto, levantándolo en vertical como un espantapájaros en un vendaval, todos los miembros saltaban y se balanceaban, los pies temblaban y estaban levantados justo por encima del suelo.
Desvié mi mirada del cadáver que bailaba hasta la nube azul que se extendía, pero había bastantes destellos, murmullos y disparos silenciados que venían de dentro y me sentí marginalmente a salvo por el hecho de que no se escuchara nuestra lucha. Era de lo único de lo que me sentía a salvo, especialmente cuando un bote de metal de la basura vino volando hasta nuestras cabezas. Se detuvo en medio del aire, a unos treinta centímetros de mi nariz, luego cambió de rumbo y voló hacia otro lado, los fragmentos cortantes bombardeaban la línea de magos como metralla. Metralla que no parecía que pudiera atravesar sus protecciones.
La carcasa oxidada del Ford Pinto marrón que golpeó a los magos un segundo después tampoco atravesó sus protecciones, pero necesitó de su esfuerzo combinado para sacársela de encima. Se fue volando por el aire a través de la noche, rotando tres veces antes de que explotara contra la línea más cercana de coches. La mayoría de los magos estaban bien, aunque muy enfadados. Pero uno de ellos, el más joven o el que estaba menos formado, perdió la concentración durante una décima de segundo y, así, sus protecciones. Un segundo es todo lo que se necesita.
Un vampiro maestro no necesita tocar a una persona para reducirla drásticamente; Mircea aprovechó esa oportunidad para demostrarlo. Creo que estaba intentando intimidar a los demás para que corrieran porque él no iba a realizar una muerte limpia. Extendió una mano y el mago chilló hasta que paró, de repente unas lágrimas de sangre le salieron de los ojos. Pero en lugar de correr por sus mejillas, fluyeron hacia afuera, volando desde donde estábamos nosotros hasta la palma de la mano de Mircea donde inmediatamente las pequeñas gotitas se absorbieron.
Y luego, no sólo le sangraban los ojos; parecía que cada poro de su piel se había agrietado, haciendo que no solo un goteo, sino una inundación, girara por el aire, como un lazo largo y rojo. Unos pocos segundos después el mago se arrugó, la cara ahora estaba blanca como la nieve, los labios desangrados abiertos en un silencioso «oh». Estaba muerto antes de que golpeara el suelo.
Si la intimidación había sido el objetivo, no había funcionado. Los magos simplemente se disgregaron y montaron ataques por separado. Posiblemente suponían que Mircea no podía ver a la vez a los seis que quedaban, y mientras se estaba ocupando de uno, los otros lo cogerían. Estaba completamente aterrada de que pudieran tener razón. El cadáver animado se acercaba más, y una nube de fragmentos de vidrio de los coches destrozados se elevó desde el suelo detrás de ella, brillando en las llamas, como diamantes mortales. Como si eso no fuera bastante, un grupo de neumáticos en llamas giraban por el suelo, parecían un escuadrón de ovnis en la oscuridad.
Perdí la pista de lo que pasó exactamente después de eso, ya que todo se vino sobre nosotros al mismo tiempo: la mayoría demasiado rápido para poder verlo. Parpadeé y la siguiente vez que miré, un segmento de cerca había saltado enfrente de nosotros, actuando como una protección para atrapar los varios objetos que estaban volando. Me di cuenta de por qué el cadáver seguía moviéndose incluso después de haber muerto cuando chocó con la alambrada y se encendía con chispas. Alrededor de su pie, el cable de tensión derribado aún estaba enrollado como una serpiente larga y negra, siseando y crujiendo, lanzando fuego tanto a los vampiros como a los humanos. Pero no podía tocamos, y en un momento, el cuerpo se fue moviendo por el aparcamiento como una marioneta loca.
Mircea envió el segmento de cerca volando hacia el mago más cercano y golpeó sus protecciones con una avalancha de chispas. Ellos los mantenían, asegurándose de que el metal caliente no tocara su piel, pero no pudieron detener que la alambrada los envolviera como una manta. La alambrada comenzó casi inmediatamente a brillar con una luz nueva, más intensa, derritiéndose en sus protecciones de la misma forma que el agua caliente se hunde en el hielo.
Los otros magos se habían detenido por alguna razón y no podía esperar a saber por qué. Me lancé a por Mircea, intentando transportarnos antes de que volvieran a traer su viento, incluso aunque arruinara mi tapadera. Pero una pared sólida de energía se encontró con mi mano extendida, abrasando una raya por mi piel que sentí como una quemadura de sol grave.
—Sal de aquí, Cassie —dijo Mircea, cuando yo eché mi mano hacia atrás.
—¡Eso es! —dijo Billy—. Transportaos fuera de aquí.
Le puse mi cara de «y una mierda».
—¡Tengo que tocarlo!
—¿Y qué es lo que te detiene?
Aparentemente él no podía verla barrera tan bien como yo. Mircea no tenía protecciones; no era un mago y la magia de los vampiros no funciona así. Lo que él estaba produciendo tenía que ser poder puro, rodeándose él mismo y a los magos en un campo de energía que los había atrapado como si estuvieran en una caja. Pero de alguna forma, él también estaba atrapado como ellos. Él no podía dejar caer la barrera sin liberarlos y yo no me podía acercar más mientras tuviera esa barrera alzada.
—¡Mircea es el que me está deteniendo! —le solté.
—¡Cassandra! ¡No puedo retenerlos para siempre! —Una única gota de sudor descendió por la mejilla de Mircea y se quedó suspendida en el borde de su mandíbula—. ¡Tienes que irte!
Antes de que pudiera responder, uno de los magos se liberó, un joven con acné y con ojos de distinto color: uno azul y uno verde. Andaba a tropezones alejándose de los otros, le salía humo de la ropa, su pelo castaño débil estaba en llamas. Pero unas pocas palabras susurradas apagaron las llamas y cuando se dio la vuelta, tenía la cara furiosa y algo en la mano. Algo caliente y rosa pálido, del color de la piel, entre sus dedos.
La pequeña bola parecía inocua, pero había estado alrededor de magos el tiempo suficiente para saber lo que podía hacer. Y Mircea no se podía mover, no se podía defender sin liberar a los demás para hacer incluso un mayor daño. El miedo, extremo y violento, me estremeció hasta la médula y mi corazón comenzó a latirme en los oídos, lo que no tenía sentido porque podía sentir el escozor en la piel cuando la sangre descendía por mi cara.
La pequeña bola cayó al suelo y rodó unos cuantos metros antes de ir a parar contra un matorral que había crecido en medio del cemento. El mago se puso de rodillas, mirándome fijamente con cara de sorpresa. Y luego se cayó hacia un lado, aún agarrando la mancha que se extendía por su pecho.
—Le disparaste. —Billy parecía casi tan sorprendido como yo.
—Supongo que olvidó alzar sus protecciones —le dije temblando.
Quería sentarme. Mi interior se sentía estremecido y mi mano estaba temblando y, teniendo en cuenta que tenía el cargador de la pistola casi lleno, probablemente era una violación de la seguridad. Pero luego, los magos hicieron algo que lanzó a Mircea contra lo que quedaba de alambrada, lo que hizo que perdiera momentáneamente la concentración. Y en cuanto ocurrió, el cadáver animado llegó volando por el aparcamiento y se lanzó directamente hacia él.
Chillé, sabiendo lo que fuego de cualquier tipo le haría a un vampiro desprotegido. Luego, comencé a disparar al azar, tenía un dolor en el pecho tan punzante que parecía que me estaban clavando un cuchillo. Pero el resto de los magos tenían sus protecciones en alto. Mis balas solo afectaban a un par de ellos como si estuvieran hechas de acero transparente y los otros las absorbieran, como rocas que se caen en el agua. Habían matado a Mircea y yo ni siquiera podía herirlos.
—¡Cassie! —Me giré al escuchar la voz de Billy y lo vi suspendido en el aire enfrente de Mircea, brumoso e inconcreto, como una figura borrosa.
Miré fijamente con incredulidad cuando Mircea levantó lentamente la cabeza. Luego, reaccioné, literalmente se me abrió la boca, porque estaba colgando en el medio de la alambrada con energía blanca y azul y no había ninguna manera de que hubiera podido sobrevivir a eso. Era imposible.
—¡Sácalo de aquí o estará en las últimas!
—¿Qué? —dije estúpidamente, y luego alguien me agarró por detrás. La pistola salió volando de mi mano y un puño golpeó mi pómulo, enviando con fuerza mi cabeza para atrás haciendo que los oídos me resonaran. Intenté desesperadamente transportarme, pero estaba mareada y el dolor era muy fuerte, así que no lo conseguí.
—¡La tengo! —gritó la voz de un hombre en mi oído y por el rabillo del ojo vi otra sombra negra avanzando hacia nosotros. Pero los brazos alrededor de mi cintura no se movían, no importaba lo que hiciera. Alguien estaba gritando al lado, un sonido horrible, indefenso, que se mezcló con mi concentración tanto como las manos que me estaban apretando la cintura.
Pegué una patada, lo más fuerte que pude, y sentí el impacto contra algo suave. Alguien maldijo y un hombre pálido y flaco, con ojos grises, duros, apareció enfrente de mí. Sacó un cuchillo de su abrigo y lo puso enfrente de mis ojos hasta que fui capaz de verlo con claridad. En cuanto lo hice, lo clavó en mi muñeca derecha.
Pude sentir cómo se me rompían huesos pequeños, luego le dio un giro y desgarró los tendones, la sangre caía de mi brazo cuando sacó el cuchillo y volvió a ponerlo delante de mi cara.
—¿Aún quieres pelear con nosotros?
Durante un momento, no pude chillar; no tenía suficiente aire en los pulmones. Luego algo duro y resbaladizo se apretó alrededor de mis muñecas, justo sobre la herida. Y di un chillido que no sonó nada bien, no sonó a mí, pero el dolor era tan fuerte que no podía dejar de chillar.
—¡Haz que se calle! —dijo alguien, y un brazo sujetó mi tráquea, cortando el ruido y también mi respiración. Volví a intentar transportarme desesperadamente y por un segundo pensé que lo había conseguido. Justo como en las cavernas, podía sentir el tiempo como una masa acaramelada y elástica, solo que no estaba del todo bien, no me estaba envolviendo como yo quería.
De repente golpeé el suelo, conmocionada y con los ojos llorosos, y cuando nadie volvió a agarrarme, comencé a intentar gatear para escapar, pero tenía las manos atadas con una brida y no podía poner peso sobre la muñeca rota y mi sentido de la orientación estaba dañado. Acabé acurrucándome en un charco de algo caliente y pegajoso.
Bajé la mirada y vi una figura con forma de diamante quemado en el asfalto. Todo lo que había alrededor eran jirones de tela que finalmente reconocí como vaqueros azules nuevos y los restos chamuscados de una camiseta de algodón. Había pedazos blancos duros pegados por todos lados, estropeando el diseño, y algo que parecía pelo. Finalmente me vino a la cabeza. La alambrada. Mircea la había envuelto alrededor del mago y se había quemado a través de sus protecciones y luego había…
Me puse de pie y me fui tambaleando, la bilis se me subía por la garganta, la respiración era rápida y bastante honda para que realmente pudiera dañarme los pulmones. Estaba mareada y cuando intenté quedarme quieta, el espacio que había a mi alrededor pareció moverse. Hubiera corrido directamente hasta la alambrada si Billy no me hubiera gritado:
—¡Tus zapatos! ¡La suela es de goma, Cassie!
Durante un momento no supe de lo que estaba hablando, pero luego el fuego azul y blanco se encendió delante de mis ojos y lo entendí. El cable de corriente se desprendió de su dispositivo de entrega humana y se unió directamente a la alambrada, serpenteando hacia adelante y hacia atrás sobre el asfalto como una enorme anguila eléctrica. Seguía mareada y mi visión estaba intentando apagarse; parecía que mis manos no querían hacer lo que les decía, incluso la mano que no parecía que estaba en llamas. Quitarme los zapatos era una pesadilla, e incluso agarrarme bien a ellos un reto: ¿Cómo se supone que los utilizaría para algo? ¿Y por qué nadie estaba intentando detenerme de repente?
No me quise arriesgar a tocar el cable directamente, con suelas de goma o sin ellas. Intenté lanzar los zapatos, pero mi puntería fue peor de lo normal y al final, en lugar de eso, acabé dándole patadas. Lo intenté cuatro veces, pero conseguí sacudir el cable derribado hasta que perdió el contacto con la alambrada.
Tan pronto como lo hizo, sentí vagamente a Mircea saltando y atacando a los magos que quedaban. Escuché lo que parecía un chasquido de un cuello y un cuerpo golpeó el suelo hacia un lado, pero parecía que no podía concentrarme en eso. Fue todo lo que pude hacer para combatir el deseo de relajarme y de sumergirme en la oscuridad acogedora que estaba suspendida en los bordes de mi visión. Fui dando trompicones hacia atrás y mi tacón golpeó algo que se machacó con la poca presión. Cuando miré abajo, vi dos cuerpos en el suelo. El más cercano era de una mujer, tan anciana como para estar cadavérica; su piel fina como el papel y moteada con manchas, su pelo fino y sus huesos blancos. El otro cuerpo pertenecía a un hombre, bueno, al menos fue lo que supuse por la ropa que llevaba. La brisa suave hizo que pequeños pedazos de una camiseta desintegrada de color mostaza salieran volando, como el polen en el aire. El cuerpo por debajo parecía una momia recientemente desenvuelta, la piel marrón arrugada estaba estirada sobre las costillas visibles. Los observé, impactada y perpleja.
—¡Cass, Cass! —Billy estaba hablando conmigo y algo pálido rodó contra el zapato que me quedaba—. ¡Lánzalo!
Por fin mis ojos lograron concentrarse en el objeto pálido que identifiqué como la bola que el mago había estado sujetando anteriormente. Billy tenía que haberla recuperado, pero no pude entender por qué hasta que levanté la mirada y vi a cinco magos más apresurándose hacia nosotros desde el otro lado del edificio. Parecía que la caballería había llegado, pero con mi aspecto normal, se fueron hacia el otro lado.
Moví la cabeza, intentando aclarar mis ideas y el movimiento sacudió mi brazo, y ¡ay! ¡Dios mío!, no había sido una buena idea. Por suerte los magos no me estaban prestando atención, ya fuera porque no me habían visto aún o porque, comparada con Mircea, yo no parecía una amenaza. Mircea estaba proporcionando un montón de distracción: pisándole la cabeza a un mago mientras dislocaba la cabeza de otro hasta casi arrancársela del cuerpo. Parecía impresionante, pero si él hubiera recurrido al antiguo mano a mano, estaría bastante agotado. No sabía si podía sobrevivir a otro ataque y no intentaba averiguarlo.
Intenté agarrar la esfera, pero mis manos estaban resbaladizas con sangre y parecía que no podía sujetarla. Cada vez que pensaba que ya la tenía, mis dedos no eran capaces de sujetarla. Accidentalmente le di una patada, pero sólo rodó unos pies hasta que se detuvo en un borde del hormigón.
—¡Cass!
Levanté la cabeza y vi que no tenía tiempo. Los magos se habían detenido a una distancia prudente de Mircea, pero sólo era porque cualquier vampiro maestro se merece cierto respeto, incluso uno herido. Quizá especialmente uno herido. Pero el ataque comenzaría de nuevo en cualquier momento, y yo no podría detenerlo.