Todos los personajes de esta novela, salvo su protagonista principal, son verídicos y figuran en las crónicas históricas.
El nombre Pi fue inventado por mí para separarlo de la historia y los personajes verídicos.
La historia de Egipto es siempre relativa, en especial la del período abordado en esta novela, cuyas crónicas fueron borradas para provocar el olvido de los Faraones herejes.
En las tumbas de quienes vivieron en aquella época se han encontrado datos escritos sobre sus cargos y sus hechos. Por eso los conocemos, pero aparte de los pocos hechos ciertos que nos han legado fehacientemente, entre los datos hay una niebla que no permite a los historiadores concretar con certeza, y eso ha dado lugar a varias corrientes, como las que se refieren a la muerte de Tut, del que se sabe que no murió por muerte violenta provocada por arma, y las autopsias tampoco aclaran una posible enfermedad.
Otra corriente afirma que el éxodo de Moisés y su pueblo se produjo durante los primeros reinados de la dinastía ramesida, con lo que mi hipótesis es bastante rigurosa, al menos cronológicamente.
No hay certeza de que el Faraón que sucedió a Akh fuera Nefertiti, aunque es la hipótesis más aceptada, casi unánime, con el nombre y los atributos rituales masculinos (ej., la barba postiza) de Smenkharé, al igual que los llevó la faraón Hatshepsut antes que ella. Sí se sabe que más tarde, en efecto, reinaron Ay —durante dos años— y luego Horemheb, al que sucedió uno de sus generales, Paramessu (Ramsés I).
Las similitudes entre Atón y el Dios judío son evidentes y han sido objeto de muchos estudios e hipótesis.
Las leyendas que he incluido son bastante conocidas, y considero que describen muy bien el carácter egipcio y los hechos.
Así pues, los hechos de esta novela podrían haber sido perfectamente ciertos, pues respetan una u otra corriente histórica documentada.
Espero no ofender a nadie y entretener a todos. Me gustaría aclarar un poco la niebla sobre este período, sobre todo en lo que respecta al sueño que creó AkhenAtón, un modo de vida tan diferente al tradicional que se le ha juzgado con posturas enconadas. No deja a nadie indiferente, ni por su videncia, ni por su concepción del arte y la religión, ni, por supuesto, por su carismática y (hoy la denominaríamos así) glamurosa mujer. Pretendo que el lector entienda la revolución creada por éste sin par Faraón y comprenda su magnitud.
Una vez más, animo a los lectores, aunque de hecho los circuitos turísticos no abarcan la ciudad de Atón, hoy conocida como Tell el-Amarna, a visitar Egipto, un país maravilloso y cautivador, por su historia, su magnífico legado, y sin duda por sus gentes amables y receptivas. Como antaño, podrán constatar que se trata de un pueblo con vocación de practicar el amor y no la guerra.
Mi carácter rebelde e inconformista me lleva a explorar aquellos puntos de vista donde no se ha llegado antes, y uno es el tema sexual en la vida cotidiana del antiguo Egipto, tan poco reflejado en la novela histórica.
También pretendo romper con la épica con que suele tratarse a los dioses egipcios, desde el prisma de alguien que sufre desde dentro el caos de la lucha religiosa.
El lenguaje es moderno, porque, humildemente, no puedo aspirar a reconstruir un lenguaje antiguo, y porque espero haga la historia más comprensible y atractiva.
Así pues, agradezco al lector su confianza y espero que se haya entretenido, pues éste y no otro es el propósito de esta novela, tanto como yo he gozado escribiéndola.
Santiago Morata