XXII

Klietmann había conseguido avanzar unos cuantos metros más hacia el Este, más allá del «Buick», rebasando por el flanco a la mujer. Se tumbó detrás de una arista de roca blanca, veteada de cuarzo azul pálido, esperando que Hubatsch hiciese un movimiento al sur de ella. Cuando esto distrajese a la mujer, Klietmann saldría de su escondrijo y caería sobre ella, disparando la «Uzi». La haría pedazos antes de que tuviese oportunidad de volverse y ver la cara de su verdugo.

«Vamos, sargento, no te quedes ahí acurrucado como un judío cobarde —pensó furiosamente Klietmann—. Sal. Atrae su fuego sobre ti».

Un instante después, Hubatsch salió de su refugio y la mujer le vio correr. Mientras ella fijaba su atención en Hubatsch, Klietmann saltó de detrás de la roca veteada de cuarzo.