VII

Cuando empezó el curso escolar, Laura recibió la aprobación para que Chris fuera instruido en casa por una profesora titulada. Esta se llamaba Ida Palomar, y Laura pensaba que se parecía a Marjoire Main, la difunta actriz que había actuado en las películas de Ma y Pa Kettle. Ida era una mujer robusta, un poco brusca, pero de corazón muy generoso, y era una buena maestra.

Durante las vacaciones escolares de Acción de Gracias, tanto Laura como Chris se habían acomodado al relativo aislamiento en que vivían, en vez de sentirse como encarcelados. En realidad, les gustaba la intimidad especial que se había desarrollado entre ellos como resultado de tener tan pocas personas en su vida.

El Día de Acción de Gracias, Thelma telefoneó desde Beverly Hills para desearles felices fiestas. Laura recibió la llamada en la cocina, donde flotaba un olor a pato asado. Chris se hallaba en el cuarto de estar, leyendo Shel Silverstein.

—Además de desearos felices fiestas —dijo Thelma—, os llamo para invitaros a pasar la semana de Navidad con Jason y conmigo.

—¿Jason? —dijo Laura.

—Jason Gaines, el director —dijo Thelma—. Es el que dirige las películas que hago. Me he ido a vivir con él.

—¿Lo sabe él ya?

—Escucha, Shane, soy yo quien cuenta los chistes.

—Perdona.

—Él dice que me ama. ¿Crees que ha sido una locura? Caray, quiero decir que parece decente, sólo tiene cinco años más que yo, sin mutaciones visibles, y es un director de cine que obtiene grandes éxitos, que gana millones y podría tener a todas las starlets que quisiera, y sin embargo sólo me quiere a mí. Es obvio que está mal de la cabeza, pero nadie lo diría, y puede pasar por completamente normal. Dice que yo le gusto porque tengo cerebro…

—¿Y sabe lo enfermo que está?

—Ya vuelves a las andadas, Shane. Dice que le encantan mi inteligencia y mi sentido del humor, e incluso le excita mi cuerpo…, o si no se excita, es el primer hombre en la Historia que puede fingir una erección.

—Tienes un cuerpo perfecto.

—Bueno, empiezo a considerar la posibilidad de que no sea tan malo como siempre había creído. Es decir, si consideras que la delgadez es un factor sine qua non de la belleza femenina. Pero aunque ahora sea capaz de mirarme al espejo de cuerpo entero, todavía tengo esta cara encima de él.

—Tienes una cara perfectamente adorable, sobre todo ahora que no está rodeada de cabellos verdes y purpúreos.

—Pero no es tu cara, Shane. Lo cual quiere decir que hago una locura al invitarte a pasar aquí la semana de Navidad. Jason te verá e inmediatamente me encontraré sentada sobre un cubo de basura en la acera. Pero ¡qué le vamos a hacer! ¿Vendréis? Estamos rodando la película en Los Ángeles y sus alrededores, y terminaremos la fotografía principal el diez de diciembre. Jason tiene un montón de trabajo, con el montaje y demás, pero vamos, a interrumpirlo durante la semana de Navidad. Nos gustaría teneros aquí. Dime que vendréis.

—Desde luego me gustaría conocer al hombre que ha sido tan listo como para enamorarse de ti, Thelma, pero no sé… Aquí me siento…, segura.

—¿Acaso te imaginas que nosotros somos peligrosos?

—Ya sabes lo que quiero decir.

—Puedes traer una «Uzi».

—¿Qué pensaría Jason?

—Le diré que eres una izquierdista radical, defensora de la esperma de ballena, enemiga de los preservativos tóxicos, liberacionista acérrima, y que siempre llevas una «Uzi» contigo para el caso de que la revolución estalle sin previo aviso. Y se lo creerá. Esto es Hollywood, pequeña. La mayoría de los actores con quienes trabaja están, políticamente, locos como cabras.

A través del arco del cuarto de estar, Laura podía ver a Chris acurrucado en el sillón y leyendo su libro.

Suspiró.

—Tal vez ya sea hora de que salgamos al mundo de vez en cuando. Y será una Navidad triste si la pasamos a solas Chris y yo, la primera sin Danny. No obstante, estoy inquieta…

—Han pasado más de diez meses, Laura —dijo afablemente Thelma.

—Pero no voy a bajar la guardia.

—No tienes por qué hacerlo. He dicho en serio lo de la «Uzi». Trae todo tu arsenal, si esto hace que te sientas mejor. Pero ven.

—Bueno…, de acuerdo.

—¡Fantástico! Ardo en deseos de presentarte a Jason.

—¿Me equivoco al pensar que el amor que siente por ti ese chalado inconformista de Hollywood es correspondido?

—Estoy loca por él —confesó Thelma.

—Me alegro por ti, Thelma. En realidad, en estos momentos estoy sonriendo ampliamente, y no me había sentido tan contenta desde hacía muchos meses.

Todo lo que decía era verdad. Sin embargo, cuando hubo colgado, añoró a Danny más que nunca.