VI

Una nueva capa de nieve cubría ahora la carretera. El jeep tenía cuatro ruedas motrices y estaba equipado con cadenas, por lo que Stefan pudo alcanzar una velocidad aceptable a pesar de las condiciones de la carretera.

Pero no la suficiente.

Calculó que el restaurante donde había robado el jeep estaba a unos diecisiete kilómetros de la casa de los Packard, situada junto a la carretera 330, a unos kilómetros al sur de Big Bear. Las carreteras de montaña eran estrechas, serpenteantes, llenas de fuertes subidas y bajadas, y la nieve que caía reducía notablemente la visibilidad, por lo que su velocidad media era de unos sesenta kilómetros por hora. No podía arriesgarse a conducir más de prisa o con menos prudencia, pues nada les serviría a Laura, a Danny y a Chris, si perdía el control del coche y se mataba al caer al abismo. Pero, a la velocidad que ahora iba, llegaría a la casa al menos diez minutos después de que ellos se hubiesen ido.

Su intención había sido retenerles en la casa hasta que hubiese pasado el peligro. Este plan ya no era viable.

El cielo de enero parecía haber descendido tanto bajo el peso de la tormenta, que tocaba las copas de las apretadas filas de grandes árboles de hoja perenne que flanqueaban la carretera por ambos lados. El viento sacudía aquellos árboles y azotaba el jeep. La nieve se pegaba a los limpiaparabrisas y se helaba inmediatamente, por lo que puso en marcha el descongelador y se inclinó sobre el volante, mirando a través del cristal empañado.

Cuando de nuevo miró el reloj, se dio cuenta de que tenía menos de quince minutos. Laura, Danny y Chris estarían subiendo a su «Chevy Blazer». Es posible que ya estuviesen saliendo de su camino.

Tendría que interceptarles en la carretera, anticipándose unos segundos a la muerte.

Trataba de que el jeep cogiese más velocidad sin salirse de la carretera en una curva y despeñarse.