VI

El cuarto de estar y el estudio de Willy Sheener se hallaban amueblados como si allí viviese un hombre normal. Stefan no estaba seguro de lo que había esperado encontrar. Tal vez pruebas de demencia, pero no una casa limpia y ordenada.

Uno de los dormitorios se encontraba vacío y el otro era realmente extraño. La única cama era un colchón estrecho en el suelo. Las fundas de las almohadas y las sábanas parecían propias de la habitación de un niño, adornadas con las alegres y caprichosas figuras de conejos de historieta. La mesita de noche y el tocador estaban a escala del tamaño de un niño y pintadas de un azul pálido, con dibujos de animales a los lados y en los cajones: jirafas, conejos y ardillas. Sheener tenía también una colección de Little Golden Books, así como otros libros infantiles de dibujos, animales de felpa y juguetes adecuados para un niño de seis o siete años.

Al principio, Stefan pensó que aquella habitación se hallaba preparada para seducir a niños del vecindario, que Sheener estaba lo bastante loco para buscar sus presas en su propio barrio, donde el riesgo era más grande. Sin embargo, no había otra cama en la casa, y el armario y los cajones del tocador estaban llenos de prendas de hombre. En las paredes había una docena de fotografías enmarcadas del mismo niño pelirrojo: algunas, de muy pequeño, otras, de cuando tenía siete u ocho años. Por la cara se podía identificar que era Sheener de más joven. Stefan gradualmente se dio cuenta de que la decoración era tan sólo en beneficio de Willy Sheener. El desgraciado dormía aquí. Por lo visto, a la hora de acostarse, Sheener se retiraba a un mundo fantástico de la infancia, encontrando probablemente la paz que necesitaba desesperadamente en su tenebrosa regresión nocturna.

En medio de aquella extraña habitación, Stefan sintió al mismo tiempo tristeza y repugnancia. Parecía que Sheener molestaba a los niños no sólo por emoción sexual, sino principalmente para absorber su juventud, para volver a ser joven como ellos; a través de la perversión, parecía estar tratando de recobrar una inocencia perdida, más que degradarse moralmente. Era, por igual, patético y despreciable, inadecuado para los desafíos de la vida adulta, pero peligroso por sus deficiencias.

Stefan se estremeció.