Día tras día, refuerzos y formaciones de refresco y pertrechos afluían al 8.° Ejército, cuyas tropas disponían ahora de un mando eficaz. Con el abandono de nuestros planes ofensivos, al que las circunstancias nos obligaban, se eclipsó la idea de arrojar a los ingleses de la línea de El Alamein, mientras sus formaciones sufriesen aún las consecuencias de las últimas pérdidas. Por el contrario, el jefe británico estaba ahora en condiciones de llevar a cabo a toda prisa el refuerzo y aprovisionamiento de sus unidades. Debíamos reconocer que era ya imposible explotar nuestros éxitos en la Marmárica, hasta conseguir un triunfo decisivo.
El frente se había estabilizado, y el mando inglés se hallaba en su elemento, porque la forma moderna de los combates de infantería y la guerra de trincheras constituían su fuerte. Los ataques locales, bajo protección de tanques y artillería, eran una de las especialidades de nuestros adversarios. El frente de El Alamein llegaba al mar por el norte, mientras por el sur se abría la depresión de Quattara, llanura de arena blanda salpicada de marismas, y por lo tanto impracticable para los vehículos. La línea no podía ser envuelta, y, como resultado de ello, la campaña adoptó un cariz en el que ambos bandos poseían gran experiencia y conocimientos teóricos, pero que no permitía técnicas revolucionarias ni innovaciones de ningún género. En la guerra estacionaria la victoria se inclina hacia el bando que puede derrochar más munición.
Mi propósito había sido el de escapar a unas normas tan rígidas y alcanzar el desierto frente a Alejandría, donde nuestra superioridad en tal clase de acciones hubiese sido decisiva; pero no pude conseguirlo. Los ingleses nos habían obligado a detenernos.
Durante las últimas jornadas, el jefe contrario había demostrado considerable audacia. Bien pronto comprendió que los italianos, con la apatía derivada de su enorme cansancio, eran una presa fácil. Con toda probabilidad continuaría sus ataques contra ellos.
Con el fin de aliviar un poco tan desagradable situación y eliminar la amenaza pendiente sobre nuestro frente sur a causa de las posiciones enemigas al oeste de El Alamein, decidí lanzar a la 21.ª División Panzer contra la fortaleza. El ataque (13 de julio) sería apoyado por cuantos cañones y aparatos pudieran utilizarse. La división aislaría la fortaleza por el este, en un ataque relámpago, penetrando luego en ella.
12 julio 1942.
Queridísima Lu:
La grave situación de los últimos días mejora paulatinamente. Pero la atmósfera está todavía cargada de electricidad. Espero poder avanzar mañana un nuevo paso.
13 julio1942.
Hoy será otra jornada decisiva en esta dura lucha. Las tropas se mueven ya por el desierto. Con estas breves líneas, un saludo afectuoso para ti y Manfred.
Pero el ataque fracasó, sin que se pudiese llegar siquiera a la zona de la 9.ª División australiana, que algunos días antes había relevado a la 1.ª sudafricana en la fortaleza. La razón de este fracaso —aparte de la fuerte reacción artillera y de la perfección del atrincheramiento, que incluía tanques semienterrados—, fue probablemente la de que la infantería de la 21.ª División Panzer no se había concentrado en la línea italiana, sino en un sector situado a 2.000 ó 3.000 m. tras de la misma. Como resultado de ello, los artilleros enemigos habían podido concentrar su fuego sobre las tropas desde las primeras etapas de la operación, deteniéndolas antes de que sobrepasaran nuestras propias líneas.
Al atardecer decidí interrumpir la acción. Me sentía de extraordinario malhumor, porque una fuerte tormenta de arena se había desencadenado durante la jornada, impidiendo toda visibilidad a los ingleses. Tal circunstancia nos hubiese favorecido extraordinariamente. Acabábamos de perder una oportunidad única.
Lo anterior resulta algo confuso, y quizás la observación de Rommel fuese redactada bajo la influencia de su estado de ánimo. El fracaso era casi inevitable, teniendo en cuenta que la situación era desventajosa para él.
14 julio 1942.
Queridísima Lu:
Mis esperanzas de ayer sufrieron un rudo desengaño. No pude conseguir éxito alguno. Sin embargo, debemos descargar el golpe y planeamos con entusiasmo futuras operaciones. Físicamente me encuentro bien. Hoy llevo pantalón corto por vez primera, ya que hace mucho calor. La batalla en el Este[70] sigue espléndidamente, lo cual nos da valor para resistir aquí.
Al día siguiente, 14 de julio, volví a dar orden de avanzar a la 21.ª División Panzer. Esta vez el objetivo era la posición abandonada por la «Sabratha», al oeste de El Alamein, y que ahora los australianos estaban fortificando. El ataque se inició tras un fuerte bombardeo de nuestros aviones. Pero la infantería se retrasó también y no pudo aprovechar los efectos de dicha preparación. Fuertes ataques aéreos ingleses dispersaron a nuestras formaciones, y una vez más su artillería actuó de manera continua. Con el sol a la espalda, nuestras unidades se abrieron camino, de sur a norte, hasta la zona situada entre la carretera y la vía férrea, deteniéndose allí. A continuación tuvo lugar un encarnizado combate con los australianos, a los que conocíamos muy bien desde el sitio de Tobruk. La lucha duró hasta bien entrada la noche. Habíamos intentado continuar la operación al día siguiente, pero un nuevo retroceso nos obligó a cambiar de idea.
Aquella noche (14-15 de julio) los ingleses atacaron en el cerro de Ruweisat, penetrando en las posiciones del XX Cuerpo italiano. Poco después consiguieron abrir brecha en la «Brescia», llegando hasta las posiciones alemanas artilleras y de tanques, donde sus tropas de vanguardia fueron, por fin, detenidas en vigorosa lucha cuerpo a cuerpo. A primeras horas de la mañana siguiente continuaron el ataque, consiguiendo tomar el cerro, desde donde el grueso de las fuerzas atacó hacia el oeste. Parte de las mismas torcieron de nuevo en dirección contraria hasta alcanzar la retaguardia de la «Brescia» y la «Pavia», capturando al grueso de las mismas.
No fue eso todo, ya que la línea al sudeste de Deir el Shein cedió también; nuestros destacamentos antiaéreos se vieron pronto arrollados, a causa de no querer disparar sobre los numerosos grupos de italianos hechos prisioneros. A primeras horas de la mañana los ingleses se dispusieron a entrar en Deir el Shein, y con grandes dificultades los regimientos de reconocimiento y un grupo de combate del África Korps pudieron impedir la catástrofe que representaba la pérdida de un punto tan vital.
Inmediatamente mandé interrumpir el ataque de la 21.ª División Panzer en el norte, y la dirigí al lugar de reunión del Áfrika Korps, al sudoeste de Deir el Shein.
El contraataque del Cuerpo Panzer tuvo lugar por la tarde, ganando terreno lentamente contra la tenaz resistencia enemiga. A última hora la penetración pudo quedar contenida, y se hicieron 1.200 prisioneros.
Al día siguiente, 16 de julio, los ingleses atacaron otra vez, aunque sólo en puntos aislados. Tras intensa preparación artillera, los australianos avanzaron a primeras horas de la mañana, apoyados por tanques, consiguiendo tomar algunos núcleos de resistencia guarnecidos por la «Sabratha» (lo que quedaba de ella). Muchos de los prisioneros capturados fueron enviados a nuestras propias líneas, llevándose cautivo al resto. Bajo el fuego concéntrico de la artillería germanoitaliana y los terribles efectos de los antiaéreos, el enemigo abandonó pronto el terreno ganado, dejando buen número de muertos y heridos.
Tras haber recorrido el frente, hacia las cinco de la madrugada, y haber sufrido los efectos de una violenta barrera de la artillería enemiga, así como un bombardeo de la R.A.F., conferencié con los jefes del Áfrika Korps acerca de cómo mantenernos en aquella difícil situación. Nuestras deliberaciones se vieron interrumpidas, porque no menos de nueve bombardeos aéreos tuvieron lugar entre las seis de la mañana y las tres de la tarde en las inmediaciones del lugar que ocupábamos.
La noche del 16 fue tranquila; sin embargo, cuando llegué al vehículo de operaciones, hacia las seis de la mañana siguiente, empezaron a llegar mensajes. Los australianos habían atacado otra vez desde El Alamein en dirección sudoeste, penetrando en nuestras líneas por los sectores de la «Trento» y la «Trieste», capturando a un número considerable de italianos. Intentaban rodear nuestro frente por el sur.
17 julio1942.
Queridísima Lu:
Todo marcha muy mal para mí, por lo menos en un sentido militar. El enemigo utiliza su superioridad en infantería para destruir una a una a las formaciones italianas, mientras las nuestras están ya demasiado débiles para poder resistir solas. Te aseguro que hay para llorar.
Habíamos planeado un ataque en el sector central, con el fin de recuperar el territorio perdido durante el asalto inglés al Cuerpo italiano, pero tuvimos que abandonar el proyecto, porque las tropas alemanas reunidas al efecto hubieron de marchar hacia el norte sin pérdida de tiempo, con el fin de taponar la nueva penetración. Los australianos empezaron a flaquear ante la línea improvisada por las unidades germanas. Mis «africanos» contraatacaron por la tarde, y por la noche habían vuelto a ocupar nuestra antigua posición. El enemigo desencadenó ataques similares sobre la «Trento», pero fue rechazado por el fuego de la artillería italiana y los bombardeos aéreos.
Aquel día todas las reservas alemanas hubieron de ser lanzadas a la brecha. Nuestras fuerzas eran tan inferiores a las inglesas, que podíamos considerarnos afortunados si lográbamos mantener el frente. El Mariscal Kesselring y el Conde Cavallero llegaron a mi puesto de mando hacia las cuatro de la tarde. Como de costumbre, Cavallero intentó disminuir la importancia de nuestras dificultades con el abastecimiento, a pesar de lo mucho que yo había insistido sobre su gravedad. Siguió una larga disputa, hasta que Kesselring y yo solicitamos una solución concreta. Aquella entrevista puso en evidencia lo apurado de nuestra situación y lo poco que podíamos esperar de los italianos. Cavallero prometió que a partir de entonces serían utilizadas barcazas para el abastecimiento del frente, y que el ferrocarril que llegaba a la línea entraría en servicio dentro de poco tiempo. Nos prometió también más formaciones italianas, pero, tras nuestras experiencias anteriores, nos mostramos escépticos…, acertando en ello, como el futuro se encargó de demostrar.
18 julio1942.
Queridísima Lu:
Ayer fue un día especialmente crítico. Avanzamos de nuevo. Pero esto no puede seguir así, ya que el frente se desmoronará cuando menos lo esperemos. Militarmente es el período más difícil por el que he atravesado. Hay ayuda en perspectiva, pero ¡quién sabe si viviremos lo suficiente como para verla! Ya sabes lo optimista que siempre he sido, pero hay situaciones en que se ve todo negro. Sin embargo, confío en que este difícil período también transcurrirá.
Durante los cuatro días siguientes el frente permaneció más o menos tranquilo, y los ingleses no emprendieron ningún ataque. Era la calma que precedía a la tempestad. El 19 y el 20 de julio observamos concentraciones inglesas en el sector central, a donde afluían masas de artillería y de tanques.
La noche del 21 estalló la tormenta. Oleadas de infantería inglesa se lanzaron contra la 15. División Panzer, penetrando en sus defensas. Se pudo salir al paso de la situación, y 500 ingleses quedaron prisioneros. Como resultado de las inmensas bajas sufridas recientemente por los italianos, nuestras líneas estaban escasamente guarnecidas, aun cuando las habíamos acortado, retirándonos a una línea situada a la altura de Deir el Shein y Quaret el Abd. Carecíamos virtualmente de reservas.
En el norte, una numerosa fuerza australiana apoyada por tanques había atacado también, ganando terreno, metro a metro, hacia el sudoeste, contra la feroz resistencia de la infantería germanoitaliana.
Hacia las ocho de la mañana (día 22) el ataque principal se desencadenó en el centro por una fuerza que comprendía las divisiones 2.ª Neozelandesa, 5.ª Hindú y 1.ª Acorazada, junto con la 23.ª Brigada de Tanques, llegada aquel mes de Inglaterra. Mediante el apoyo de más de 100 tanques, los soldados ingleses se lanzaron contra nuestra línea en Deir el Shein, y más al sur, arrollando las posiciones en dicho punto, tras de que la infantería germanoitaliana hubo resistido hasta el final. Hacia las nueve el enemigo se hallaba peligrosamente detrás de nuestro frente. Por fin, la punta de lanza de los tanques se detuvo en la pista empedrada, donde cierto número de ellos quedó deshecho. Entonces intervino la 21.ª División Panzer, logrando rechazar el ataque inglés y eliminar todavía más blindados.
Teniendo en cuenta lo crítico de la situación en el centro, un número cada vez mayor de formaciones hubo de ser retirado del extremo sur. La batalla, que libramos con el máximo de movilidad y que exigía el uso de hasta nuestras últimas reservas, continuó durante todo el día. Poco a poco el ataque inglés fue frenado. Al atardecer, los australianos operaron de nuevo en el norte, aunque sin resultados apreciables. Su infantería tuvo que detenerse ante nuestro fuego defensivo, y los carros que intervinieron quedaron destruidos por mis formaciones móviles.
Al llegar la noche habíamos conseguido una notable victoria defensiva. 1.500 ingleses se hallaban prisioneros y 140 de sus tanques quedaron destruidos (dicha cifra es correctamente aproximada).
La mayoría de tales vehículos se hallaba en territorio dominado por nuestras armas, y no pudieron ser salvados por los servicios de recuperación.
Pero nuestras pérdidas eran también apreciables y no carecían de gravedad, teniendo en cuenta la carencia de soldados. Algo más de tres batallones de infantería habían quedado eliminados, y aunque los blindados salieron airosos de la prueba, nos sentíamos preocupados ante la perspectiva de nuevos ataques.
Pero, al parecer, los ingleses lo pensaron mejor, o probablemente se sentían también cansados. El día siguiente también fue tranquilo, exceptuando en el aire, donde nuestra Luftwaffe atacó al enemigo con todos los medios a su disposición. Antes del ataque inglés, los zapadores del Ejército Panzer se habían dedicado a colocar minas en cantidad extraordinaria, y ahora prosiguieron dicha tarea. Explosivos de todas las procedencias, ingleses, alemanes e italianos, fueron enterrados en la arena, y muy pronto diversos sectores quedaron protegidos considerablemente.
La situación entre el 14 y el 31 de julio de 1942.
Tras de la lucha del 22 de julio hice transmitir a las tropas el siguiente mensaje: «Expreso a todos mi especial satisfacción por su valor durante nuestra victoriosa defensa del 22 de julio. Estoy seguro de que cualquier nuevo intento enemigo tropezará con idéntica reacción».
Entretanto, refuerzos de infantería habían ido afluyendo, y los boquetes se cerraban paulatinamente, aunque por desgracia no todas las tropas eran aptas para el «servicio tropical». Elementos de la 164.ª División de Infantería habían sido traídos desde Creta por vía aérea, aunque desprovistos de armas pesadas y vehículos. Varias unidades de una división de paracaidistas italianos —tropas de aspecto excelente— llegaron también al frente. Entretanto, el Ejército realizaba febriles esfuerzos para fortalecer la línea. Sin embargo, a pesar de dichas mejoras, no podíamos considerar eliminado el peligro hasta que una adecuada reserva operativa se hallara detrás de nuestro dispositivo de combate.
26 julio 1942.
Queridísima Lu:
Ayer fue un día muy tranquilo. Estuve en la gran depresión (Cattara)…, un panorama fantástico. Se halla muy por debajo del nivel del mar. Nuestra zona se va repoblando lentamente. Lo peor ha pasado.
La noche del 26 de julio los australianos atacaron de nuevo, a la claridad de la luna. Su objetivo eran las líneas alemanas, al oeste de la pista El Alamein-Abu Dweis. La concentración se había llevado a cabo en el mayor secreto, y el asalto, precedido por un violento bombardeo de la R.A.F., consiguió cogernos casi por sorpresa. A pesar de la cortina de fuego tendida inmediatamente por la artillería germanoitaliana, los australianos consiguieron penetrar en nuestro frente y eliminar a gran parte del batallón alemán. Sin embargo, el atrevido contraataque del grupo de combate Briehl, el 3.er Regimiento de Reconocimiento y el Kampfstaffel Kiehl consiguieron provisionalmente cerrar la brecha y repeler al enemigo, causándole numerosas bajas.
El sector central de nuestro frente sufrió el ataque de la recién reorganizada 50.ª División inglesa, y parte de un batallón italiano quedó arrollado. El contraataque del 200.° Regimiento de Infantería y de un grupo de combate del Áfrika Korps consiguió también allí rechazar al enemigo hasta sus líneas.
La acción fue librada por la 69.ª Brigada de Infantería (de la 50.ª División), a la que seguiría la 1.ª División Acorazada. Pero el jefe de la última no quedó satisfecho ante la amplitud del paso abierta en el campo de minas por los zapadores sudafricanos, y su retraso en avanzar estropeó el conjunto de la maniobra. La 69.ª Brigada de Infantería quedó momentáneamente aislada, y sufrió duras pérdidas hasta que se la pudo rescatar.
Los ingleses habían vuelto a experimentar un número de bajas considerable —1.000 prisioneros y 32 tanques—, y su mando perdió las ganas de atacar de nuevo. El frente germanoitaliano había demostrado ser impenetrable para fuerzas como las que acababan de intentar romperlo. Después de la crisis sufrida, el imaginar que lograríamos sostenernos resultaba alentador. Aunque las pérdidas inglesas eran superiores a las nuestras, el precio satisfecho por Auchinleck no resultaba excesivo, porque lo más importante para él era contener nuestro avance, cosa que, por desgracia, había logrado.
La frase final de Rommel constituye un acertado veredicto a los acontecimientos de aquellas semanas cruciales. Por el contrario, su afirmación de que el mando inglés «había perdido las ganas de atacar de nuevo» no podía aplicarse a Auchinleck, aunque sí a algunos de sus subordinados. Una vez vistos los resultados de la batalla, el primero llegó a la conclusión de que no podía proseguirse la ofensiva sin refuerzos y un nuevo adiestramiento de las tropas. Durante el mes de julio el 8.º Ejército había sufrido 13.000 bajas, aunque capturando a 7.000 prisioneros, de los cuales un millar eran germanos. El precio hubiera sido menor, y las ganancias mayores, de haberse desplegado más habilidad en la ejecución de los planes. La diferencia de bajas entre ambos bandos no resultaba excesiva, pero Rommel se encontraba en peor situación que su oponente para reponerlas. Su relato demuestra lo cerca que estuvo de una derrota en el mes de julio. Por otra parte, su desengaño se hace ya evidente.