La guarnición de la fortaleza era aproximadamente la misma que en 1941, y consistía en las siguientes tropas del Imperio Británico:
Los datos no son exactos. La 2.ª División sudafricana constaba sólo de dos brigadas de infantería. Por otra parte, la 201.ª Brigada de la Guardia disponía de dos batallones y parte de un tercero. La 32.ª Brigada de Tanques estaba compuesta por dos batallones de carros de infantería. No había artillería adicional, aparte de la 4.ª Brigada Antiaérea.
Aunque estas fuerzas correspondían en número a la guarnición de 1941, no cabía esperar una resistencia tan tenaz y bien organizada, porque el grueso de las mismas nos habían presentado ya batalla y estaban deprimidas y cansadas. Además, el mando inglés, siempre algo lento en las tareas de reorganización, no había dispuesto de tiempo para proceder a una defensa adecuada.
Además de dichas tropas, Ritchie disponía de cinco divisiones de infantería, tres de ellas muy maltratadas, y dos recién llegadas al frente. Sus dos divisiones acorazadas habían quedado virtualmente deshechas en los recientes encuentros, pero estaban recibiendo refuerzos y pertrechos desde el Delta del Nilo.
Digamos ahora unas palabras acerca de las defensas de Tobruk.
Ceñida por el este y el oeste por terreno rocoso y accidentado, la ciudad se extiende hacia el sur por una llanura arenosa. En los tiempos de Balbo había sido muy bien fortificada por los italianos, teniéndose en cuenta los efectos de las armas más modernas, al construir sus fortificaciones. Las numerosas posiciones defensivas que rodeaban la fortaleza estaban hundidas en el terreno, de tal forma, que sólo podían ser localizadas desde el aire. Cada una de ellas estaba dotada de un sistema de túneles que conducían a los nidos de ametralladoras y antitanques. Dichos nidos, de los que había gran cantidad, debían esperar hasta el último instante para deshacerse de su enmascaramiento y hacer objeto de un mortífero fuego a las tropas atacantes. La artillería no podía someterlos a tiro directo, por carecer de aberturas que sirvieran de puntos de referencia. Cada posición aislada estaba rodeada por un foso antitanque y espesas alambradas. Además, la zona disponía de fosos antitanques en todos aquellos lugares por los que los blindados podían pasar.
Tras el cinturón exterior, provisto, en muchos puntos, de varias líneas escalonadas, se disponía de potentes concentraciones artilleras, posiciones de campaña y varios fuertes. La mayoría de las fortificaciones estaban protegidas por extensos campos de minas.
El ataque de diversión por el sudoeste sería ejecutado por el XXI Cuerpo italiano, en cuyo apoyo se habían mandado algunos tanques. El núcleo que realizaría el ataque principal estaba compuesto por el Áfrika Korps y el XX Cuerpo italiano. Antes de iniciarse la operación, la zona situada al sudeste de la fortaleza sería bombardeada por la totalidad de las fuerzas aéreas germanoitalianas en África. Una vez la infantería hubiese tomado las líneas fortificadas, el Áfrika Korps presionaría sobre los cruces de carreteras en dirección al puerto, abriendo la Vía Balbia hacia el oeste. El XX Cuerpo italiano seguiría tras el Áfrika Korps, para tomar las defensas inglesas y dirigirse luego hacia Ras el Madauer, a retaguardia de los sudafricanos.
20 junio 1942.
Queridísima Lu:
Anoche dormí sólo dos horas. Hoy será la jornada decisiva. Espero que mi suerte se mantenga. Estoy muy cansado, aunque bien.
Mis formaciones de asalto se concentraron en los lugares previstos, la noche del 19 de junio. A las cinco y veinte minutos varios centenares de aparatos lanzaron sus bombas sobre el punto de ruptura, al sudeste de la fortaleza. Observé los efectos de dicho bombardeo. Inmensos surtidores de polvo surgían de las posiciones mantenidas por los indios, arrojando al aire alambradas y armas. Los proyectiles llovían sobre el enemigo.
Cuando la aviación hubo terminado, la infantería del Áfrika Korps (15.ª Brigada de Fusileros) y el XX Cuerpo italiano se lanzaron al asalto. La noche anterior habían sido abiertos pasos en los campos de minas. Dos horas después las formaciones alemanas habían abierto una brecha en las defensas. Una posición tras otra fueron atacadas por mis «africanos» y conquistadas tras feroces combates cuerpo a cuerpo.
A las ocho los ingenieros habían tendido puentes sobre la fosa antitanque. Su hazaña mereció particulares alabanzas. Es difícil concebir lo que significan trabajos de tal género bajo el intenso fuego enemigo. Sin embargo, el camino estaba abierto y di rienda suelta a los blindados.
Acompañado de mi Gefechtsstaffel, me dirigí a la 15.ª División Panzer, atravesando el sector ocupado por la «Ariete». En un transporte acorazado alcancé los pasos de los campos de minas sometidos a intenso fuego artillero. Como resultado del mismo, se habían producido considerables atascos, y en vista de ello mandé inmediatamente al Teniente Berndt para que organizara el tráfico. Media hora después crucé el foso antitanque, con Bayerlein, examinando dos de las posiciones conquistadas. Entretanto, el Áfrika Korps se estaba convirtiendo en blanco de los tanques británicos situados fuera de la fortaleza, y poco después se iniciaba una violenta batalla de carros, a la que se unió la artillería de los dos bandos. Hacia las once ordené a la «Ariete» y a la «Trieste», que se hallaban detenidas en la zona de defensa más allá del foso antitanque, seguir la penetración del Áfrika Korps. El ataque alemán prosiguió sin tropiezos, y tras una breve acción, en la que 50 tanques británicos quedaron destruidos, el Áfrika Korps alcanzó el cruce de Sidi Mahmud. La llave de Tobruk estaba en nuestras manos.
Acompañé el avance del Áfrika Korps desde el mencionado cruce. Un furioso fuego se abatía sobre las masas atacantes procedente de la zona del fuerte Pilastrino, y varios nidos de la depresión del Jebe]. Algunos buques ingleses levaron anclas como dispuestos al rescate de las fuerzas adversarias. Inmediatamente ordené a la artillería y antiaéreos que disparasen sobre ellos, lo que así hicieron, hundiendo a seis, y siendo hechas prisioneras la mayor parte de sus tripulaciones.
El avance prosiguió, y pronto alcanzamos la pendiente que conduce a la ciudad, donde tropezamos con un núcleo fortificado, cuya guarnición se batió con extraordinaria tenacidad. Mandé al Teniente Von Schlippenbach para que conminara a rendirse a los 50 hombres que la componían. Su respuesta consistió en un fuego devastador sobre nuestros vehículos. El cabo Huber, cubierto por seis artilleros de los antiaéreos, consiguió acercarse y destruir la resistencia con granadas de mano.
Pilastrino ofreció capitular a última hora de la tarde, y en vista de ello se suprimió el proyectado ataque de los Stukas. El fuerte Solaro fue tomado por mis hombres, y otro buque quedó hundido en el puerto. Al caer la noche, dos tercios de la fortaleza se hallaban en nuestras manos. La ciudad y el puerto habían sido conquistados por el Áfrika Korps.
A las cinco de la mañana del 21 de junio entré en Tobruk. Prácticamente todos los edificios estaban reducidos a escombros o habían desaparecido por completo, la mayor parte como resultado de nuestro cerco de 1941. Luego fui hacia el oeste por la Vía Balbia. La Plana Mayor de la 32.ª Brigada de Tanques ofreció rendirse, lo cual nos dotó de 30 carros en perfecto uso[58]. A ambos lados de la Vía Balbia sólo se veían vehículos en llamas, y por doquier que se mirase reinaban el caos y la destrucción.
Hacia las nueve y cuarenta minutos, y a 7 Km. al oeste de Tobruk, me encontré en la Vía Balbia con el General Klopper G. O. C, de la 2.ª División de Infantería sudafricana y jefe de la guarnición de Tobruk. Le había sido imposible evitar la derrota por más tiempo, aunque hizo cuanto pudo para conservar el control de sus fuerzas.
Indiqué al General, que iba acompañado por su jefe de Estado Mayor, que me siguieran en su coche hasta Tobruk. A ambos lados de la Vía Balbia se alineaban 10.000 prisioneros.
Al llegar al Hotel Tobruk hablé un rato con el General Klopper. Al parecer le habían fallado las comunicaciones cuando intentaba librarse del cerco. Todo había ocurrido demasiado de prisa. Di instrucciones al General sudafricano para que él y sus oficiales se hicieran responsables del orden entre los prisioneros y organizaran el reparto de víveres procedentes de los almacenes capturados.
21 junio 1942.
Queridísima Lu:
¡Tobruk! Ha sido una batalla memorable. Aun queda mucho que hacer en la zona de la fortaleza. Voy a procurar dormir unas horas, ahora que todo ha terminado. Me acuerdo mucho de ti.
La conquista de Tobruk, que había sido lograda sin interferencias exteriores, marcó la conclusión de la lucha en la Marmárica. Para cada uno de mis «africanos», el 21 de junio representó el punto culminante de la campaña de África. Redacté el siguiente Orden del Día para el Ejército Panzer:
«¡Soldados!
La gran batalla en la Marmárica se ha visto coronada por vuestra rápida conquista de Tobruk. Hemos capturado 45.000 prisioneros y destruido o tomado más de 1.000 vehículos blindados y cerca de 400 cañones. Durante la dura lucha de las últimas cuatro semanas habéis descargado golpe tras golpe sobre el enemigo, con un valor y una tenacidad admirables. Vuestro espíritu de ataque le ha costado la pérdida del núcleo de su Ejército, que se hallaba en posición para emprender la ofensiva, y sobre todo la de su poderoso Ejército acorazado. Mi especial felicitación a oficiales y soldados por tan soberbia hazaña.
¡Soldados del Ejército Panzer de África!
Conseguiremos la completa destrucción del enemigo. No descansaremos hasta ver eliminados a los restos del 8.º Ejército inglés. Durante las jornadas que nos aguardan pediré de vosotros un esfuerzo más, que nos conduzca a la meta final.
ROMMEL».
Al día siguiente, Rommel supo, por un telegrama del Cuartel General de Hitler, que, en recompensa por su victoria, había sido nombrado Mariscal. Tenía cuarenta y nueve años. En los días siguientes estuvo tan ocupado, que se olvidó por completo de cambiar sus insignias, consistentes ahora en dos bastones cruzados. No fue hasta llegar a El Alamein, cuando Kesselring se lo hizo recordar, al tiempo que le entregaba dos de las suyas. Rommel recibió su bastón en Berlín, del propio Hitler. Por aquel entonces —septiembre del 42— manifestó a su esposa: «Hubiera preferido que me entregara una división».