Durante aquellas primeras tres semanas la batalla de desgaste se libró en el desierto occidental de la forma más violenta que imaginarse pueda. Sus principios nos fueron muy desfavorables, pero en la lucha fluctuante que siguió logramos destruir a las formaciones inglesas, una tras otra, a pesar del valor con que se defendieron, gracias a ataques a objetivos limitados y a una serie de afortunadas acciones defensivas.
En vista de la superioridad de fuerzas adversarias, esta victoria ocasionó verdadera sorpresa en el mundo, al tiempo que la actuación de mi adversario, el Teniente General Ritchie, era objeto de severas críticas. Pero, ¿cabe suponer que las derrotas inglesas se debían únicamente al error de sus mandos?
Después de la batalla pude leer un artículo, por el crítico militar inglés Liddell Hart, que atribuía los fracasos del mando inglés a la excesiva atención prestada por los generales a la infantería. Mi impresión era muy parecida. El mando inglés no había extraído las debidas enseñanzas a su derrota de 1941-42.
Los prejuicios contra toda innovación son típicos en el elemento militar, que se ha desarrollado dentro de un sistema metódico y ampliamente puesto en práctica. Por ello el ejército prusiano fue derrotado por Napoleón. Dicha actitud quedó patente asimismo durante esta guerra, tanto en los círculos militares alemanes como en los ingleses, donde se perdió toda noción de la realidad a causa del empeño en ceñirse a complicadas teorías. La doctrina desarrollada de antemano hasta en sus menores detalles era considerada como la cúspide de todas las enseñanzas en el terreno militar. Sólo se admitía, pues, cuanto quedara comprendido en sus estrechas reglas. Lo demás era un juego, y si se triunfaba, debíase únicamente a la suerte. Tal actitud creaba una serie de ideas preconcebidas de consecuencias incalculables.
Incluso los sistemas militares están sujetos a progresos técnicos. Lo que era aceptable en 1914, lo es ahora únicamente cuando la mayor parte de las formaciones empleadas por los bandos contendientes, o al menos por el que es atacado, están constituidas por unidades de infantería no motorizadas. En tal caso los blindados actúan aún como la caballería, al objeto de arrollar y diseminar a los infantes. Pero cuando ambos adversarios disponen de fuerzas plenamente motorizadas, deben aplicarse métodos completamente distintos, como ya he dicho en ocasiones anteriores.
Por admirable que resulte el preservar la tradición en lo que a la ética del soldado concierne, debe evitarse en la órbita de los mandos superiores, porque los jefes no sólo deben pensar en el desarrollo de nuevos sistemas que destruyan el valor de los antiguos, sino tener en cuenta que las posibilidades bélicas se ven alteradas a cada instante por los avances de la técnica. En consecuencia, el moderno jefe debe libertarse de métodos rutinarios, demostrar una rápida comprensión de toda novedad y adaptarse a los hechos conforme se produzcan. Si es necesario, ha de saber cambiar toda la estructura de sus ideas cuando las circunstancias lo requieran.
Creo que, al igual que muchos generales de la vieja escuela, Ritchie no había previsto las consecuencias inherentes al desarrollo de operaciones con elementos plenamente motorizados, y a la naturaleza del campo de batalla en el desierto. A pesar de haber sido extensamente preparados, todos sus planes se vendrían abajo, porque en realidad se trataba sólo de soluciones ambiguas.
26 mayo 1942.
Queridísima Lu:
Para cuando recibas esta carta te habrás enterado ya por los partes de la Wehrmacht de lo que aquí ocurre. Hoy lanzamos un ataque decisivo. La empresa será dura, pero tengo absoluta confianza en que mi ejército consiga la victoria. Después de todo, sabemos muy bien lo que significa esta batalla. No necesito decirte en qué estado de ánimo la emprendo. Voy a exigir de mí lo mismo que espero de mis oficiales y soldados. Mis pensamientos están contigo en estas horas decisivas.
A las dos de la tarde del 26 de mayo, tras una intensa preparación artillera, la infantería italiana, bajo el mando del General Cruewell, lanzó un ataque central contra las posiciones de Gazala. Con el fin de engañar a los ingleses, quienes, como ya dije antes, habían sido inducidos a esperar la ofensiva por dicho punto, obligándoles a concentrar allí sus blindados, un Regimiento Panzer del Áfrika Korps y uno del XX Cuerpo italiano fueron asignados a cada una de las formaciones de asalto. Pero ambos regresarían a sus formaciones de origen apenas cayera la noche. Los puestos avanzados ingleses frente a Gazala ofrecieron escasa resistencia, y se retiraron a sus líneas principales.
Entretanto, el grueso de las fuerzas, consistente en el Áfrika Korps, la 90.ª División Ligera y el XX Cuerpo italiano, se concentraban en el lugar previsto. Durante el atardecer, parte de dichas fuerzas se trasladaron hacia el punto del ataque italiano, y tras haberse dejado ver por los aparatos de reconocimiento ingleses, emprendieron el regreso hacia su punto de partida.
A las diez y media de la noche ordené la iniciación de la «Operación Venecia», y los 10.000 vehículos con que contábamos empezaron su avance. Mis ayudantes y yo nos encontrábamos en la columna del Áfrika Korps, que marchaba a la luz de la luna hacia el lugar donde se libraría la gran batalla de blindados. En la distancia brillaba de vez en cuando una bengala; probablemente eran los aparatos de la Luftwaffe tratando de localizar Bir Hacheim. Me sentía tenso e impaciente, deseoso de que el día llegara cuanto antes. ¿Cómo reaccionaría el enemigo? ¿Qué disposiciones habría ya adoptado? Estas preguntas martilleaban mi cerebro. Pero sólo la mañana podría contestarlas. Nuestras formaciones avanzaban sin una sola detención, aunque los conductores tropezaban a veces con dificultades para mantener el contacto con el vehículo de delante.
Poco antes de amanecer descansamos durante una hora a 16 ó 18 Km. al sur de Bir Hacheim; luego la potente concentración inició otra vez la marcha, penetrando en la retaguardia inglesa, entre nubes de polvo y arena. Los campos de minas y las trampas dispuestas por el enemigo nos ocasionaron algunas molestias, pero un par de horas después de amanecer las formaciones del Ejército Panzer avanzaban directamente hacia sus objetivos. La 90.ª División Ligera anunció su llegada a El Adem a las diez de la mañana, lo que constituía un adelanto notable. Muchos de los depósitos del XXX Cuerpo inglés habían caído en nuestras manos. Al mediodía reaccionó el mando británico e inicióse una furiosa batalla.
Entretanto, unidades Panzer del Áfrika Korps entraron en colisión con la 4.ª Brigada Acorazada inglesa y la 3.ª Motorizada hindú, a 10 Km. al sudeste de Bir El Harmat, y un encuentro de blindados se desarrolló en dicho sector. Por desgracia, las unidades Panzer atacaron sin apoyo artillero, aunque había procurado por todos los medios, convencer a los tanquistas para que no actuaran hasta que nuestra artillería hubiera iniciado el fuego. Nos esperaba allí una sorpresa que en modo alguno podía complacernos: el nuevo tanque «Grant», utilizado por vez primera en África. Un carro tras otro, tanto ingleses como alemanes, iban quedando destruidos, hasta que finalmente conseguimos hacer retroceder a los ingleses hasta el Trigh el Abd, aunque a costa de cuantiosas pérdidas. Sin embargo, los ingleses volvieron a la lucha en seguida.
Cuando, alrededor del mediodía, yo y mis ayudantes intentamos trasladarnos al sector de la 90.ª División Ligera en El Adem, nuestra columna se vio atacada por tanques ingleses, y hubimos de retroceder. El contacto entre la 90.ª Ligera y el Áfrika Korps había quedado roto. Al tratar de abrirnos camino hacia nuestro punto de procedencia, nos vimos frente a una batería inglesa que se dirigía probablemente desde Bir Hacheim a Tobruk. Aunque mi Estado Mayor no representaba gran cosa por lo que a poder ofensivo respecta, atacamos a los ingleses, consiguiendo rodearlos. Al parecer, su sorpresa había sido completa.
Por la tarde, una dura lucha de tanques se desarrolló a algunos kilómetros al nordeste de Bir el Harmat, al sur del Trigh Capuzzo. La 1.ª División Acorazada inglesa se unió a la batalla, y sus poderosas unidades blindadas afluyeron desde el nordeste, atacando bajo fuerte protección artillera a las columnas y unidades Panzer del Áfrika Korps, que eran visibles desde muchos kilómetros de distancia. Llamas y humo surgieron pronto de camiones y tanques, y nuestro ataque se detuvo. Una vez más, mis divisiones sufrieron graves pérdidas en elementos blindados. Varias de nuestras columnas se retiraron confusamente hacia el sudoeste, para situarse fuera del alcance de la artillería inglesa. Pero el Áfrika Korps siguió avanzando paso a paso hacia el norte, mientras mantenía su defensa en el este. La batalla rugió hasta la caída de la noche, en aquella llanura hasta entonces recorrida solamente por camellos. Por entonces, el grueso del Áfrika Korps había avanzado hasta un punto que se hallaba a 12 Km. al sur y sudoeste de Acroma. Desgraciadamente muchas de las columnas de camiones se habían separado de las divisiones Panzer, y parte de la infantería se vio también imposibilitada de seguirlas. El contacto quedaba también roto dentro de mi propia Plana Mayor. Mi la, el Teniente coronel Westphal, se había adelantado con unos cuantos vehículos de transmisiones, mientras yo, con el resto de mis ayudantes, me encontraba, a la caída de la noche, a unos 3 Km. al nordeste de Bir el Harmat.
Reflexionando sobre lo acaecido durante el primer día de lucha, resultaba evidente que nuestro plan para arrollar las líneas inglesas de Gazala no había triunfado. El avance hacia la costa fracasó también, y no habíamos podido aislar del 8.° Ejército a la 50.ª División británica y a la I.ª sudafricana. La causa principal residía en no haber apreciado la fuerza real de las divisiones acorazadas inglesas. La aparición del nuevo tanque americano había abierto profundas brechas en nuestras filas. Las unidades germanoitalianas se enfrentaban ahora a un encarnizado y destructor combate contra elementos superiores[53].
Desde luego, habíamos castigado seriamente a las brigadas lanzadas por los ingleses contra nosotros al sudeste de Bir el Harmat. La 3.ª Motorizada hindú había sufrido tan cuantiosas pérdidas, que durante el resto de la batalla apenas pudo intervenir. También la 7.ª División Acorazada tardaría mucho en recobrarse, después de los golpes encajados durante la acción.
Pero no negaré que aquella noche me sentía seriamente preocupado. Nuestras bajas en tanques no constituían un principio feliz (habíamos perdido un tercio de aquéllos). La 90.ª División Ligera, al mando del General Kleeman, se hallaba separada del Áfrika Korps y en situación muy peligrosa. Grupos motorizados ingleses afluían por la brecha y actuaban contra las columnas de transporte que habían perdido contacto con el grupo principal, y de las que dependía la existencia de todo mi ejército.
Sin embargo, y a pesar de lo precario de la situación y de los difíciles problemas a que nos enfrentábamos, aquella noche me sentía lleno de esperanzas respecto al resultado final de la batalla, porque Ritchie había lanzado a sus blindados en grupos sueltos, dándonos la oportunidad de combatirlos por separado. Aquella dispersión resultaba incomprensible. A mi entender, el sacrificio de la 7.ª División Blindada al sur de Bir el Harmat no servía ningún propósito estratégico ni táctico, porque a los ingleses les resultaba igual el que mis blindados aceptaran combate allí o en el Trigh Capuzzo, donde más tarde tomaron parte en la batalla sus demás elementos acorazados. Nuestros oponentes debían haberse concentrado en un solo punto y en un momento decisivo, sin dividir sus fuerzas antes de la batalla o durante nuestro fingido ataque contra la línea de Gazala. La completa motorización de sus unidades les hubiera permitido cruzar el terreno a gran velocidad, acudiendo a cualquiera de los lugares amenazados. La guerra en el desierto ha sido comparada muchas veces a una batalla naval, donde resulta igualmente peligroso atacar en grupos, dejando a parte de la flota en el puerto.
Nuestro plan para el día siguiente consistía en concentrar las fuerzas para un ataque hacia el norte. Intenté despegar a la 90.ª División Ligera de la zona de El Adem, donde tropezaba con fuerte presión enemiga, y unirla al Áfrika Korps más al oeste, incrementando así nuestro poder ofensivo.
Al amanecer del 28 de mayo observé el horizonte con mis prismáticos, para ver lo que ocurría por los alrededores. Hacia el nordeste del punto en que me hallaba, fuerzas inglesas iban en dirección noroeste. Todavía no teníamos contacto con las otras unidades del ejército Panzer. Poco después, tanques ingleses abrieron fuego sobre mi puesto de mando, que se encontraba junto al Kampfstaffel, y nuestros vehículos. Las granadas empezaron a caer por los alrededores, y el parabrisas de nuestro autocar de mando voló en fragmentos. Por fortuna pudimos situarnos fuera del alcance de los cañones ingleses. Durante la mañana me llegué al XX Cuerpo Motorizado italiano, ordenándole dirigirse hacia el norte, detrás del Áfrika Korps.
La 90.ª División Ligera no pudo unirse al Áfrika Korps, y se vio atacada repetidamente por poderosas fuerzas inglesas. Unos 100 tanques enemigos se lanzaron a la lucha, mientras buen número de aparatos lanzaban bombas sobre la división, varias de cuyas unidades quedaron pronto desfondadas. Con el fin de resistir los siguientes ataques enemigos, la división se vio obligada a formar una «posición erizo», a 7 Km. al este de Bir el Harmat.
Por fortuna nos las arreglamos para establecer un frente defensivo, durante la mañana, dedicado a proteger nuestras columnas. Estaba formado por elementos del Áfrika Korps y se hallaba al nordeste de Bir el Harmat.
El Áfrika Korps tropezaba con dificultades muy serias. El enemigo había concentrado prácticamente el núcleo de sus blindados al norte del Trigh Capuzzo, y lanzaba un ataque tras otros sobre nuestra unidad. Durante la mañana habían llegado noticias de Westphal, quien hubo de ordenar a los italianos un ataque a la línea de Gazala, para impedir que los ingleses y sudafricanos que la guarnecían tomaran parte en la batalla. El ataque iniciado a mediodía estaba progresando favorablemente en Eluet el Tamar, contra fuerzas inglesas bastante débiles, que procuraban resistir.
Situación de la ofensiva el 27 de mayo de 1942.
Me empezaba a sentir intranquilo, y deseando establecer contacto con las dos divisiones Panzer, me puse en marcha por la tarde con mi jefe de Estado Mayor, General Gause, a fin de encontrar una ruta practicable hacia el Áfrika Korps. Entretanto, se habían recibido alarmantes noticias: Parte de la 15.ª División Panzer estaba inactiva por falta de munición. Era imprescindible llevarle lo necesario. A última hora de la tarde conseguimos avanzar con varios vehículos y cañones antitanques hasta una altura, a 16 Km. al norte de Bir el Harmat, desde donde podíamos ver al Áfrika Korps. Ante mí se ofrecía el cuadro típico de una batalla en el desierto. Negras nubes de humo se elevaban hacia el cielo, prestando cierta siniestra belleza al paisaje. Decidí utilizar aquella ruta, cuando al día siguiente llevase las columnas de aprovisionamiento hasta el lugar donde se hallaba el Áfrika Korps.
En nuestro camino de regreso al Cuartel General sostuvimos sendas escaramuzas con una columna inglesa y otra italiana. Esta última nos había tomado por el enemigo, y abrió un fuego endiablado, al que nos sustrajimos mediante una rápida retirada. Después de obscurecer avanzamos por un camino abierto por los italianos en los campos de minas, llegando hasta la zona sudoeste de Bir el Harmat, donde encontramos a nuestras tropas y supimos que los ingleses habían arrollado a mi Plana Mayor durante nuestra ausencia. Varios tanques ingleses habían quedado deshechos por el Kampfstaffel Kiehl, pero otras columnas inglesas habían penetrado hasta las unidades de aprovisionamiento, causando gran confusión y destruyendo cierto número de camiones de gasolina y munición. Se restableció el orden, y conseguimos ocupar otra vez, durante la noche, nuestras antiguas posiciones.
A última hora de la tarde formé a las columnas de socorro, con el fin de llevarlas a la mañana siguiente hasta donde se encontraba el Áfrika Korps. En vista de la escasa protección de que íbamos a disfrutar, aquel trayecto a través de una comarca dominada por las formaciones enemigas prometía resultar sumamente arriesgado para nosotros.
Por fortuna, la 90.ª División Ligera se había podido despegar de los ingleses durante la noche, y ocupar posiciones junto a Bir el Harmat. Además, la «Ariete» situóse frente a la brecha abierta entre la 90.ª Ligera y el Áfrika Korps, con el fin de taponarla. Aquellas nuevas disposiciones hacían más segura nuestra ruta. Nos pusimos en marcha al rayar el alba (29 de mayo), y todo transcurrió perfectamente.
Al llegar al campo de batalla nos encontramos con que el Áfrika Korps acababa de ser atacado desde el norte y el este por blindados ingleses. La escasez de gasolina y municiones habían limitado mucho su libertad de acción, pero ahora las cosas cambiarían. Durante la tarde instalé mi puesto de mando en aquella zona.
Una vez restablecido el contacto entre los diversos elementos del Ejército, podía formarme una idea clara de la situación de nuestras fuerzas.
Habíamos conseguido concentrarnos a ambos lados del Trigh el Abd, estableciendo una firme línea de resistencia. Pero las unidades germanoitalianas habían sufrido fuertes pérdidas. Nuestra línea de aprovisionamientos había quedado cortada virtualmente al sur de Bir Hacheim por fuerzas motorizadas inglesas. El ataque italiano contra la línea de Gazala había penetrado hasta las principales posiciones británicas, deteniéndose frente a las bien construidas fortificaciones. Su jefe, .el General Cruewell, había sido abatido en su «Storch», y más tarde supe que estaba prisionero de los ingleses. No fue el único de nuestros generales eliminado de la batalla aquel día, porque el General Von Vaerst, jefe de la 15.ª División Panzer, se había visto obligado a abandonar el campo de batalla a causa de sus heridas. Los ingleses habían reunido a sus brigadas acorazadas 2.ª, 4.ª y 22.ª, y junto con la 201.ª Brigada de la Guardia lanzaban ataques concéntricos contra nuestro frente.
En esta situación resultaba muy aventurado continuar el ataque hacia el norte, como estaba planeado de antemano. Varié de conclusiones según aconsejaban las circunstancias. La tarea principal consistía ahora en establecer una ruta de aprovisionamiento segura, para nuestra fuerza atacante, y en consecuencia decidí que unidades de la 90.ª División Ligera y elementos del Áfrika Korps actuaran contra los campos de minas desde el este. Con el fin de cubrir este movimiento, el resto de las fuerzas pasaría a la defensiva en un frente acortado. En cuanto la penetración de las defensas de Gazala se hubiera terminado, hostigaríamos Bir Hacheim, bastión meridional de las líneas inglesas.
Me formé este plan con la seguridad de que mientras fuerzas motorizadas alemanas importantes se encontrasen al sur de la ruta costera, los ingleses no se atreverían a utilizar a ninguna parte de sus formaciones acorazadas para atacar a los italianos en la línea de Gazala, ya que un contraataque de mis divisiones Panzer los hubiese colocado entre dos fuegos. Por otra parte, esperaba que la presencia de la infantería italiana frente a las Divisiones I.ª sudafricana y 50.ª inglesa continuaría obligando al precavido mando adversaria a dejarlas completas en la línea de Gazala. Me parecía altamente improbable que Ritchie las ordenara atacar a la infantería italiana sin el apoyo de otras formaciones, ya que tal operación no hubiese estado de acuerdo con el procedimiento normal inglés, que consistía en adquirir la certeza absoluta de su victoria. Presumí que las brigadas mecanizadas inglesas proseguirían atacando nuestras bien organizadas defensas, gastándose inútilmente. La defensa se ejercería con el máximo de elasticidad y rapidez de movimientos.
Las órdenes para tales operaciones fueron cursadas la noche del 29 de mayo.
Al amanecer del 30 las divisiones ocuparon los lugares señalados, situándose a la defensiva. Durante estos movimientos observamos la presencia de nutridas fuerzas inglesas con elementos blindados en la zona de Ualeb. Era la 150.ª Brigada de la 50.ª División, reforzada. (La 2.ª Brigada de tanques fue enviada en su apoyo, compartiendo así el mismo destino). Entretanto, elementos del X Cuerpo italiano habían conseguido atravesar el campo de minas inglés y establecer una cabeza de puente al este del mismo, aunque los pasos recién abiertos se hallaban bajo nutrido fuego de la artillería inglesa, que ocasionaba un efecto perturbador en nuestras columnas. Sin embargo, a mediodía se estableció contacto entre la fuerza atacante y el X Cuerpo italiano, quedando abierta una ruta directa de aprovisionamientos hacia el oeste. Durante esta jornada quedó cercada la brigada inglesa que se hallaba en Got el Ualeb.
Por la tarde me dirigí por los campos de minas hacia el Cuartel General del X Cuerpo italiano, para entrevistarme con el Mariscal Kesselring, el jefe del X Cuerpo italiano y el Comanante Von Below (ayudante del Führer). Durante la reunión les informé de mis planes futuros. Mientras el Áfrika Korps formaba ante los campos de minas ingleses, para enfrentarse a cualquier ataque desde el nordeste, nos dedicaríamos a limpiar la parte sur de la línea de Gazala, continuando después la ofensiva. En el curso de esta operación pensábamos destruir en Ualeb a la 150.ª Brigada inglesa, y en Bir Hacheim a la 1.ª de Franceses libres.
El enemigo se mostraba vacilante en seguir nuestros movimientos. La retirada de las formaciones germanoitalianas le había ocasionado una evidente sorpresa, de la que el mando tardaba en reaccionar. Durante la mañana observamos la presencia de concentraciones inglesas al este y norte de nuestro frente, con 280 tanques en una y 150 en la otra, y esperamos que el enemigo atacara de un momento a otro. Nada ocurrió durante la mañana, excepto unas acometidas contra la «Ariete», que los italianos rechazaron, y otras, más débiles, en el resto del frente. 57 tanques ingleses quedaron destruidos.
Por la tarde reconocí personalmente el terreno, para estudiar las posibilidades de un ataque sobre Got el Ualeb, y señalé las unidades del Áfrika Korps, la 90.ª División Ligera y la División italiana «Trieste», que, a la mañana siguiente, tomarían parte en un asalto a las posiciones inglesas.
La operación se inició a primera hora del 31 de mayo. Unidades germanoitalianas avanzaron metro a metro, contra la resistencia más encarnizada que imaginarse pueda. La defensa se efectuó con una habilidad extraordinaria, y, como de costumbre, los ingleses lucharon hasta el último momento. Durante esta acción emplearon un nuevo antitanque de 57 mm. (6 libras). Sin embargo, hacia el final de la jornada habíamos penetrado de manera substancial en las posiciones inglesas.
31 mayo 1942.
Queridísima Lu:
Me encuentro bien. La gran crisis de la batalla ha terminado y estamos satisfechos. Los próximos días van a ser aún bastante movidos. Desgraciadamente Cruewell ha caído en manos de los ingleses, con su «Storch» y todo, pero tengo confianza en rescatarlo.
Al día siguiente los defensores recibirían un duro golpe. Tras fuertes ataques de los Stukas, la infantería empujó otra vez contra las posiciones inglesas. Yo la acompañé junto con el Coronel Westphal, que por desgracia quedó gravemente herido por los morteros enemigos, y hubo de ser trasladado a Europa, de modo que en las siguientes jornadas tendría que arreglármelas sin él. Aquello constituyó una pérdida esencial para el Ejército Panzer, del que fue siempre un elemento sobresaliente, a causa de sus profundos conocimientos, su experiencia y su rapidez de decisiones. Sin embargo, el ataque prosiguió. Una tras otra, las complicadas defensas inglesas fueron conquistadas, hasta que a primeras horas de la tarde toda la posición era nuestra. La postrer resistencia británica había quedado eliminada. Capturamos 3.000 prisioneros y destruimos o nos apoderamos de 101 tanques y vehículos blindados, así como de 124 cañones de todas clases.
Por aquel entonces cayó en nuestras manos una orden cursada por la 4.ª Brigada Acorazada inglesa, en la que se ordenaba no dar bebida ni alimento a los prisioneros alemanes o italianos hasta haber sido interrogados. Aquella medida nos pareció extravagante, porque únicamente podía contribuir a hacer aún más trágica la contienda entre ingleses y alemanes. Evidentemente, el mando contrario opinaba lo mismo, porque revocó la orden tras una intervención por nuestra parte.
Situación el 1 de junio de 1942.
A última hora de la tarde del 1.° de junio, tras la caída de Got el Ualeb, las unidades de reconocimiento inglesas atacaron el frente que ocultaba nuestras posiciones hacia el este y sudeste. Siguió una violenta barrera de artillería, en especial sobre mi puesto de mando, y mi jefe de Estado Mayor, General Gause, quedó herido por un fragmento de metralla. Dos de mis más importantes colaboradores habían sido puestos fuera de combate el mismo día. Decidí nombrar jefe del Estado mayor del Ejército al Coronel Bayerlein, jefe del Estado Mayor del Áfrika Korps.
1 junio 1942.
Queridísima Lu:
La batalla prosigue favorablemente para nosotros. Unos 400 tanques adversarios han sido destruidos. Nuestras pérdidas son soportables.
Una vez conquistado Got el Ualeb le tocaba el turno a Bir Hacheim, que al día siguiente sería rodeado y arrollado. Grupos de asalto franceses e ingleses procedentes de la fortaleza atacaban de continuo nuestra línea de comunicaciones. Era preciso que aquello cesara.