La ofensiva de otoño británica tenía como objetivo la destrucción de las fuerzas germanoitalianas en la Marmárica, la conquista de Libia y la ocupación, junto con las unidades de «franceses libres», de la costa norte de África, que pasaría a constituir la base para un ataque contra el sur de Europa. Como se ve, los propósitos del enemigo eran sumamente ambiciosos.
La concentración de fuerzas se llevó a efecto bajo un camuflaje muy hábil, y quedó favorecida por el tiempo reinante. En consecuencia, el ataque se lanzó por sorpresa. Pero aunque los preparativos fueron ingeniosos en extremo, el desarrollo de la operación no resultó tan eficaz como esperaba el adversario. Las fuerzas avanzarían en rutas divergentes. Debían haberse concentrado primero en Sidi Rezegh, y luego embestir en formación escalonada. Mejor aún hubiese resultado un ataque contra Acroma, con el fin de cortar nuestros suministros.
Por otra parte, el frente de Sollum no necesitaba más que ser convenientemente vigilado, y no había necesidad de utilizar dos divisiones para atacarlo. La 4.° División India quedó estacionada allí durante dos meses. La fuerza principal de la ofensiva descansaba en una sola división que contenía al grueso de las fuerzas blindadas, con una segunda división para cubrir el flanco, resultando de ello que el golpe decisivo se descargara por sólo una fracción de las unidades puestas en juego. Contrariando el principio de que el centro de gravedad de la ofensiva nunca es lo suficiente poderoso, y debe concentrarse en él todo el potencial de que se dispone, los sucesivos ataques fueron realizados por partes aisladas del 8.° Ejército, e incluso las unidades principales empleadas en la operación se lanzaron dispersas a la batalla.
Como resultado de dicha táctica, las formaciones inglesas quedaron o diezmadas o destruidas sucesivamente, desapareciendo del sector, mientras la acción seguía en curso. El mando británico no consiguió ni una sola vez concentrar elementos que asestaran un golpe contundente en el punto decisivo. Este error fundamental fue una de las causas por las que no pudieron conseguir una victoria. Su técnica sumamente rigurosa; su método de lanzar órdenes de manera sistemática, sin olvidarse del menor detalle, dejando escaso margen a los mandos inferiores, y su escasa adaptación a las diferentes fases de la batalla fueron los motivos principales por los que no pudieron derrotarnos.
La inmovilidad y una rígida adherencia a determinadas reglas han demostrado ser inútiles en Europa. En África se las puede calificar de desastrosas. En el desierto todo se mueve en constante fluidez. No existen obstrucciones ni líneas, ni lugares en los que ocultarse; el terreno es abierto y de proporciones infinitas. El jefe ha de adaptarse cada día a situaciones distintas, y poseer un gran sentido de la orientación, además de conservar su libertad de movimientos. Todo se mueve a la vez; ha de permanecer alerta, evitando el peligro de la captura o destrucción de sus soldados. No caben conservadurismos de pensamiento o de obra, concesiones a la tradición, ni dormirse sobre los laureles. La rapidez en las apreciaciones, la facultad de sorprender continuamente al enemigo y el no formarse planes por adelantado, constituyen las reglas básicas de la guerra en el desierto.
El mérito y el valor del soldado se medirán por sus condiciones físicas, su inteligencia, dinamismo, nervio, obstinación, atrevimiento y estoicismo. El jefe requiere dichas cualidades todavía en mayor medida, y al propio tiempo ser excepcional en dureza, muy devoto de sus hombres, hábil conocedor del terreno y del enemigo, y muy veloz en sus reacciones. El General Rommel reunía dichas cualidades en grado sumo. Jamás he conocido a ningún jefe en el que se combinaran de manera tan perfecta.
El soldado inglés luchó bien en el desierto, aun cuando nunca alcanzara el élan del germano. Sus oficiales se batieron con valor y se sacrificaron con frecuencia. El propio Rommel expresó a veces su admiración hacia el adversario, y en cierta ocasión, al ver a un grupo de prisioneros, declaró que se sentiría feliz pudiendo conducir a tales hombres a la batalla.
Las acciones en el norte de África durante el invierno 1941-42 no dejaron duda alguna de que el tanque juega un factor decisivo en los encuentros en el desierto, ya que en éste no se tropieza con obstáculo alguno para su puesta en juego.
El alcance de una victoria o derrota debe medirse por el número de tanques destruidos. Pero no sólo importa la cantidad, sino también las cualidades técnicas, capacidad de maniobra y alcance y calibre de sus cañones, porque en el desierto todo se basa en colocar al enemigo bajo un fuego eficaz, y empezar a atacarlo antes de que haya conseguido situarse en posición para la réplica. Lo más importante es «mantenerse más alejado del adversario, que éste de uno». Durante mucho tiempo, el tanque «Matilda» nos causó graves preocupaciones, porque su espesa coraza lo hacía difícil de abatir. Pero, por otra parte, resultaba muy lento y su cañón era de corto alcance y pequeño calibre. A finales de 1941, los «Panzer III» y «Panzer IV» alemanes continuaban siendo superiores a los modelos enemigos, tanto en alcance y calibre de sus piezas como en facilidad de maniobra. Semejante ventaja se mantuvo hasta mayo de 1942, cuando nuestro adversario situó sobre el terreno a los «Grant» y los «Lee», y más tarde a los «Sherman». La mayoría de los éxitos germanos en las batallas del invierno se deben a nuestra neta superioridad en tanques.
Los principios aplicables al armamento de los carros sirven también para la artillería. Las baterías de largo alcance resultan decisivas…, y en esto los británicos fueron mejores. No resultaba agradable, ni mucho menos, el estar expuestos a los proyectiles de sus «25 libras» sin poder contestar de manera adecuada. Pero los alemanes disponían de una pieza —la de 88 mm., que servía tanto para objetivos terrestres como en calidad de antitanque y antiaéreo— altamente admirada por su versatilidad, en cuyo aspecto permaneció siempre sin posible parangón. Este cañón, que según relatos de los prisioneros, era considerado entre los ingleses como muy peligroso para los tanques, contribuyó también en no pequeña escala a los triunfos alemanes. La infantería desempeñó en ambos bandos un papel relativo en aquella campaña de continuo movimiento, y fue únicamente en el frente estacionario de Sollum donde desarrolló una tarea apreciable.
A igualdad de jefatura, adiestramiento, suministros y apoyo aéreo, el factor decisivo en la guerra del desierto se basa en el número y movilidad de los tanques y el alcance de sus piezas. A ello debemos añadir el número, alcance y calibre de los antitanques, que actúan como contrapartida.
Si uno cualquiera de los bandos es inferior en dichas armas, la calidad de sus tropas y eficacia de sus mandos deberán compensar dicha desventaja. Lo que no admite compensación es la carencia de fuerzas aéreas o la dificultad en el aprovisionamiento.
21 marzo 1942.
Queridísima Lu:
Ayer celebramos con una fiesta el cumpleaños de Cruewell. Todo marchó a la perfección. Dentro de unos días partirá de permiso, y seguramente será sometido a tratamiento. Espero que vuelva, ya que no resultaría fácil reemplazarle. Su substituto es un hombre de extrema frialdad. En Cirenaica todo vuelve a estar verde; incluso lugares habitualmente desiertos se cubren ahora con una alfombra de verdor. La temperatura es cálida al nivel del mar; pero donde nos hallamos hace frío y sopla un viento endiablado. La altitud es de 750 m. Tenemos un trabajo tremendo, aunque nuestras posiciones parecen firmes.
26 marzo 1942.
Nada que señalar. Tropezamos con dificultades para el aprovisionamiento, especialmente en el envío de víveres. Ayer vino a visitarnos el nuevo jefe de Estado Mayor del Ejército. A Gambara le han dado un mando en Italia…, o, en otras palabras, ha caído en desgracia. El substituto ha causado buena impresión.
29 marzo 1942.
Hoy debe ser domingo. Hace diez días que regresé de casa. Estoy actuando a fondo y presionando en todas partes con el fin de que se realicen las tareas más urgentes. Ayer tomé un buen baño de sol, pero protegiéndome con una pomada.
31 marzo 1942.
Ayer no pude escribir, por encontrarme «de traslado». Nos alegra este nuevo lugar, más cerca del frente, porque así no hay que viajar tanto. Todo es aquí muy bonito, ya que hay todavía gran cantidad de flores. He tomado una película en colores, que mandaré lo antes posible.
Espero que en casa también empiece todo a reverdecer muy pronto. Antes de abandonar lo que ahora es mi nueva casa, los ingleses escribieron en la puerta: «Manténgala en buen estado. Volveremos pronto». Ya veremos si se cumple su pronóstico.
9 abril 1942.
Ayer llegó Kesselring. Sus noticias acerca de nuestros aliados no son alentadoras. Sufren los efectos de una constante obstaculizadora burocracia, y por si esto fuera poco, carecen de la más elemental comprensión de la guerra moderna. El ritmo de sus suministros es inadecuado por completo. Y eso que Malta se encuentra neutralizada como jamás lo estuvo antes.
Nosotros seguimos bien…, aparte de ciertos inconvenientes con una formación italiana. Las próximas semanas serán de mucho ajetreo.
10 abril 1942.
El domingo vendrá otro visitante del Reich…, un Almirante del O.K.W. Es muy conveniente que algunos de estos caballeros se den una vuelta por aquí de vez en cuando. Han llegado muchos paquetes de Pascua. Las cartas amorosas forman verdaderos montones. Una esquirla de metralla penetró un día de estos por la ventana y fue a quedar sobre mi estómago, tras haber atravesado abrigo y guerrera. Por fortuna no tuvo más consecuencias que una contusión multicolor. Menos mal que se vio detenida por el pantalón. ¡Eso se llama suerte!
25 abril 1942.
Unas líneas antes de partir hacia el sur, por un paisaje lunar. Los amaneceres ofrecen una fantástica belleza en este país de alturas llanas. La temperatura oscila alrededor de cero grados. Pero pronto aumentará.
Ayer celebré un par de animadas entrevistas con Weichhold y el General Barbassetti, sucesor de Gambara. Según me han dicho, éste ha sido substituido porque en presencia de varios oficiales declaró esperar vivir hasta el día en que le dieran el mando de un Ejército contra nosotros, los alemanes. ¡Qué estupidez!
Nada más, por hoy.
27 abril 1942.
Kesselring llegará esta tarde. Estoy ansioso por escuchar sus noticias. Mañana vendrá Bastico a imponerme otra condecoración italiana. Mentiría si dijera que me siento emocionado. Mejor sería que me mandaran tropas.
28 abril 1942.
Hoy no he podido escribir hasta la noche. Kesselring llegó esta mañana. Nada especial de que informar. En Roma se trazan infinidad de planes, pero dudo de que se conviertan en realidad. Y he hablado claramente de ello en el C. G. del Führer. Todo ha marchado bien con Bastico. En nombre del rey, me ha hecho entrega de la Orden Colonial. Se trata de una gran estrella de plata, mayor aún que la anterior, y una banda roja. Desde luego, ya es bastante.
12 mayo 1942.
No tengo mucho que explicarte. Calor y polvo. La carretera principal está cubierta de baches, a causa del aumento de tráfico.
En nuestro frente se observa cierta nerviosidad. Los ingleses nos esperan, y nosotros, a ellos. Cualquier día ambos bandos medirán sus fuerzas. Ya sabrás algo por los periódicos. Todos confiamos en que la guerra termine este año. Pronto hará tres que se inició.