La batalla de tanques del Totensonntag[38]

Nuestras órdenes para el 23 de noviembre consistían en la destrucción del grueso de las fuerzas atacantes, por medio de un movimiento concéntrico por parte de elementos móviles germanoitalianos.

Aquel día, y por vez primera, Rommel se vio en la imposibilidad de cursar sus órdenes verbalmente, y el Áfrika Korps recibió un largo comunicado por radio, cuya transcripción y codificación nos hubiese ocupado demasiado tiempo. El General Cruewell no podía esperar, y sabiendo cuál era el plan de Rommel, sintióse impulsado a obrar por su propia iniciativa. En consecuencia, abandonó su puesto de mando en Gasr el Arid hacia las cinco y media de la mañana, para dirigir personalmente a sus fuerzas durante el curso de la batalla. Media hora más tarde su puesto de mando, con casi todos los órganos auxiliares, era sorprendido por los neozelandeses, llegados sin ser vistos desde Sidi Azeiz, los cuales hicieron prisionero al personal, tras una heroica defensa. El General Cruewell y yo escapamos por el grueso de un cabello.

La mañana del día 23 la situación germanoitaliana era como sigue: a la 15.ª División Panzer se reorganizaba, tras de sus éxitos, junto a Bir Sciaf-Sciuf. La 21. División Panzer había sido desplegada defensivamente en la zona de Sidi Rezegh. Las divisiones italianas «Ariete» y «Trieste» estaban concentradas alrededor de Bir el Gobi.

Se suponía que los blindados enemigos se hallaban en la extensa meseta desierta de Sidi Muftah y Bir el Haiad, divididos en varios grupos de combate.

El plan del General Cruewell consistía en atacar al enemigo por retaguardia, pero antes deseaba incorporarse a la «Ariete» que ascendía desde Bir el Gobi, con el fin de poner en juego a todas las unidades acorazadas disponibles para el esfuerzo común. Hacia las siete y media la 15.ª División Panzer se desplazó hacia el sudoeste, descubriendo, alrededor de Sidi Muftah, a una gran formación acorazada enemiga, a la que inmediatamente procedió a atacar. La lucha de tanques fue violenta. Más grupos enemigos, provistos de infinidad de vehículos, numerosos carros y muchos cañones fueron descubiertos al norte de Hagfed el Haiad, y el General Cruewell inició un movimiento de flanqueo de mayor amplitud. A primeras horas de la tarde, y tras continua lucha, alcanzó un punto situado al sudeste de Hagfed el Haiad, muy a retaguardia del enemigo.

Las puntas de lanza de la «Ariete» habían llegado, entretanto, con 120 tanques, y el General Cruewell impulsó a las fuerzas acorazadas alemanas e italianas hacia el norte, penetrando en la retaguardia enemiga, al objeto de embotellar a los ingleses por completo y obligarles a volverse contra la 21.ª División Panzer, que cubría el frente en Sidi Rezegh.

El ataque tuvo un buen comienzo, pero pronto tropezó con una fuerte reacción artillera y antitanque, formada por los sudafricanos, con sorprendente rapidez, entre Haiad y Muftah. Piezas de todos los calibres lanzaban una catarata de fuego frente a los carros atacantes, destruyendo casi por completo toda posibilidad de progresar. Un blindado tras otro quedaron deshechos entre aquella granizada de proyectiles. Nuestra artillería hubo de acudir en masa para silenciar a los cañones enemigos. Sin embargo, a última hora de la tarde, nos las habíamos compuesto para practicar algunas brechas en el frente. El ataque de los carros prosiguió, desarrollándose duelos de tremenda intensidad. En lucha individual, entre tanques, cañones y antitanques, unas veces de frente y otras de flanco, utilizando todas las artimañas de la guerra de movimiento, el enemigo fue obligado finalmente a retroceder hasta una zona, en la que quedó completamente cercado. Al no disponer del apoyo de una salida desde Tobruk, sólo vio posibilidad de salvarse a una destrucción completa, rompiendo el anillo que lo oprimía.

En un momento, durante esta confusa batalla, el «Mammoth» que conducía al General Cruewell y a sus ayudantes se vio rodeado por carros enemigos. Las cruces alemanas pintadas a ambos lados del vehículo —capturado en otros tiempos a los ingleses— no eran demasiado visibles, y las puertas estaban cerradas. Los tanquistas ingleses, que por fortuna habían gastado ya toda su munición, no supusieron quién se encontraba en el vehículo. Algunos de ellos abandonaron sus «Mark VI» y se acercaron al «Mammoth», golpeando su coraza, tras de lo cual el General Cruewell abrió una escotilla, encontrándose cara a cara con un soldado inglés. La sorpresa de ambos no tuvo límites. En aquel momento, infinidad de proyectiles empezaron a caer por los alrededores. Los ocupantes del «Mammoth» se tendieron sobre el suelo de madera, y el vehículo consiguió escapar ileso. Un antiaéreo alemán de 20 mm. había abierto el fuego contra las tripulaciones de los tanques ingleses, las cuales se apresuraron a hacer regresar aquéllos, desapareciendo hacia el sur a toda marcha y permitiendo al Estado Mayor del Áfrika Korps escapar a una captura inminente.

La amplia llanura al sur de Sidi Rezegh era ahora un mar de polvo, neblina y humo. La visibilidad se hacía difícil, y muchos tanques y cañones ingleses pudieron escapar hacia el sur y el este. Pero una gran parte de las fuerzas enemigas permanecía cercada. Al atardecer, la batalla no había terminado. Las llamas de centenares de vehículos, tanques y cañones incendiados iluminaban el terreno en aquel Totensonntag. Era ya mucho más de medianoche antes de que pudiéramos formarnos una idea de los acontecimientos de la jornada, organizáramos nuestras fuerzas, enumerásemos las pérdidas y ganancias y apreciáramos una situación de la que dependerían las operaciones subsiguientes. Los más importantes resultados de la batalla fueron la eliminación de la amenaza directa sobre el frente de Tobruk, la destrucción de una gran parte de los blindados enemigos y el derrumbamiento de la moral inglesa, al destrozar todos los planes de su mando.

Tras aquellas derrotas, el jefe del XXX Cuerpo, General Norrie, decidió retirar cuanto quedaba de sus fuerzas hacia el sector de Gdbr Saleh. Había perdido dos tercios de sus tanques, y los 150 restantes estaban dispersos.

23 noviembre 1941.

Queridísima Lu:

Hemos sobrepasado el punto culminante de la batalla. Me siento muy bien, de buen humor y lleno de confianza. Hemos eliminado 200 tanques enemigos. Nuestros frentes se mantienen incólumes.