El plan estratégico de Wavell para esta ofensiva había sido excelente. Lo que lo distinguía de otros jefes británicos era un profundo y equilibrado sentido de la estrategia, que le permitía situar sus fuerzas, sin temor a los posibles movimientos adversarios. Conocía muy bien la necesidad de evitar cualquier operación que permitiera a su oponente luchar en líneas interiores, destruyendo a sus formaciones una tras otra por medio de concentraciones locales. Sin embargo, la poca velocidad de sus tanques de infantería pesados le ocasionaron grandes desventajas, impidiéndole reaccionar ante nuestros carros, mucho más veloces. Aquello constituía un punto débil, que procuramos explotar tácticamente.
El alto tributo pagado por Rommel a Wavell resulta curioso, porque inmediatamente después de esta batalla, Churchill, profundamente decepcionado ante el resultado de la misma, decidió reemplazar a Wavell por Auchinleck, como general en jefe. Como se verá, las causas a las que Rommel atribuye la derrota de su adversario corresponden a las previsiones de éste, expuestas el 28 de mayo, cuando advirtió a su Gobierno que no confiara demasiado en un triunfo decisivo.
El plan enemigo había sido en extremo sencillo. Pero el obrar así resulta a veces más peligroso que el lanzarse a proyectos extremadamente complicados. Los británicos se proponían mantener inmóviles a las fuerzas germanoitalianas de Sollum y Halfaya, y con sus fuerzas acorazadas, rodear el escarpado y remontar hacia el norte. El Paso de Halfaya sería tomado mediante un asalto por sus dos costados. El éxito de la empresa parecía seguro, tras de las experiencias del mes de mayo. Una vez abierta la carretera de los pasos, los ingleses concentrarían sus fuerzas para avanzar hacia el norte, desbordando así todo nuestro dispositivo Sollum-Halfaya. Lo más probable es que entonces hubieran intentado eliminar el cerco de Tobruk.
En esta batalla los ingleses utilizaron muchos de sus tanques «Mark II» (Matilda), provistos de tan dura coraza, que apenas podía ser atravesada por nuestros antitanques. Por el contrario, el cañón de que iban armados resultaba de corto alcance y calibre pequeño. Sin embargo, los proyectiles eran sólidos y de gran penetración. Sería curioso saber por qué se le llamaba «tanque de infantería», si no estaba provisto de proyectiles apropiados para combatir a aquélla. Además, y como ya dije antes, resultaba muy lento. En realidad, sólo podía utilizarse con éxito en las embestidas súbitas, para deshacer concentraciones de material.
Durante las batallas de invierno de 1941 y 1942 hizo su primera aparición el carro «Mark VI». Con su tremenda velocidad —más de 70 kilómetros por hora— resultaba sumamente efectivo. Pero también su cañón era inferior en calibre y alcance a los nuestros, y no guardaba relación con la pesada coraza de que iba cubierto el blindado. De haber dispuesto de una pieza mayor, las cosas hubieran adoptado un giro muy distinto para nosotros.
El «Mark VI», tipo crucero, es más conocido por el nombre de «Crusader». La buena opinión que Rommel se formó del mismo, dejando aparte el cañón, es digna de tenerse muy en cuenta, ya que, efectivamente, su falta de poder artillero fue objeto de severas críticas en la misma Inglaterra, donde sufría bastante desprestigio. Rommel comete un error al afirmar que apareció por vez primera en el invierno de 1941-42, ya que cincuenta de ellos fueron utilizados en el mes de junio anterior, durante la operación «Battleaxe».
Su cañón disparaba proyectiles de 2 libras y tenía una penetración de 44 mm. a 1.000 m., o sea algo mayor que la de los «Panzer III» y «Panzer IV». La parte frontal de la torreta estaba blindada en un espesor de 49 mm., contra los 35 de los dos tipos antes mencionados, si bien era más delgada que el resto. Sin embargo, la frecuencia de sus averías sobre el terreno tendió a crear una atmósfera contraria a su empleo.
La posición clave de la batalla era el Paso de Halfaya, que defendieron el Capitán Bach y sus hombres durante lo más duro del encuentro. El batallón de artillería del Comandante Pardi también prestó grandes servicios, demostrando que las tropas italianas eran capaces de rendir, si iban mandadas por buenos oficiales. De haber tomado el paso los ingleses, la situación habría cambiado, ya que entonces podían empujar por el frente y por retaguardia, a lo largo de la costa, utilizando mucho mejor sus blindados. Los que lanzaron contra nuestras fuerzas del sector norte de Sidi Omar fracasaron en impedir el avance de la 5.ª División Ligera y de la 15.ª Panzer, y gracias al perfecto y coordinado uso de nuestros antitanques, antiaéreos y formaciones blindadas se pudo destruir a la mayor parte de sus carros. Hubiéramos podido aniquilar a muchas unidades adversarias al norte de Sidi Suleiman, si algunos comandantes hubiesen estado más atentos a las oportunidades del momento, haciendo gala de una mayor iniciativa.
Al lanzar el ataque alemán al norte de Sidi Omar, Wavell se vio impedido, a causa de la lentitud de sus tanques, de desplazar el grueso de sus fuerzas desde Capuzzo al punto de ataque del Eje. No le quedaba más remedio que emprender rápida retirada, como así se hizo, salvando cuanto pudo y con un mínimo de bajas.
Las guarniciones situadas en los puntos de apoyo de Sollum contribuyeron en gran parte a la victoria del Eje. Algunas unidades consiguieron rechazar todos los asaltos adversarios, mientras otras combatieron hasta el último momento.
Esta batalla causó gran impresión en nuestro Alto Mando. El general Roatta, llegado poco después a África, me informó de que en los organismos militares superiores de su país se consideraba la necesidad de reforzar hasta el máximo los efectivos del Eje en el Norte de África. Los elementos germanos serían aumentados hasta cuatro divisiones mecanizadas, y los italianos, hasta un Cuerpo acorazado de tres divisiones, además de otras dos o tres motorizadas. Por desgracia el entusiasmo duró poco.
Si dichos refuerzos hubieran acudido a África durante el otoño de 1941, garantizándose su aprovisionamiento, hubiésemos podido rechazar la ofensiva británica de invierno en la Marmárica…, suponiendo que en tales circunstancias Auchinlek se atreviera a emprenderla. Al llegar la primavera de 1942, la destrucción de los ingleses en Egipto y el avance hacia el Irak se convertirían en un hecho real, separando a los rusos de Basra y descargando un duro golpe estratégico sobre Gran Bretaña y Rusia.
28 junio 1941.
Queridísima Lu:
No debes preocuparte por mi salud. Me siento perfectamente. La comarca actual es más favorable, por encontrarse a 180 m. sobre el nivel del mar. Además, dispongo de la ventaja de hallarme a cubierto, entre cuatro paredes. Aldinger estuvo enfermo unos días, pero ya ha mejorado. Tengo un trabajo enorme.
3 julio 1941.
Un calor atroz, incluso durante la noche. Permanece uno en la cama dando vueltas sin cesar y sudando copiosamente. Me han satisfecho mucho las noticias de nuestras victorias en Rusia. Aquí nos parece un país muy lejano. Sin embargo, no me hago demasiadas ilusiones. Nuestros tercos amigos del otro bando responderán más tarde o más temprano. Están empezando a llegar las primeras felicitaciones por mi ascenso a General de tropas Panzer. Nada sé todavía oficialmente, pero tengo entendido que se ha anunciado por radio.
7 julio 1941.
Paso mucho tiempo recorriendo el país. Ayer estuve ausente durante ocho horas. No puedes imaginarte la sed que producen tales viajes. Espero que mi vuelo (al Cuartel General del Führer) tenga lugar dentro de unos quince días. No resultaría favorable hacerlo hasta que el asunto de Rusia haya tomado un giro más o menos claro; de otro modo me prestarían escasa atención.
Me alegra saber que Manfred progresa con sus Matemáticas. Todo se basa en el método con que se enseñen. También me han alegrado sus demás triunfos en la escuela.
No ceso de luchar para que el lugar en que trabajo se vea libre de mosquitos, lo que consigo manteniéndolo obscuro y «operando firmemente contra ellos». Incluso mientras escribo me asestan algún que otro aguijonazo.
21 agosto 1941.
Nada de particular. Ayer recibí otra visita del C. en C. italiano. Puro acto de «camaradería», desde luego. En terreno oficial no estoy conforme con una serie de cosas realizadas hasta ahora, y así lo he manifestado a través de Valci, de modo que esta visita ha sido, sin duda, una especie de acto de buena voluntad. He recibido otras muchas durante el día de hoy. Como se nos ha preparado pollo para comer, no pienso perdérmelo, a pesar de mi dieta. Nuestro perpetuo potaje llega a perder alicientes, después de tanto tiempo. Estoy muy complacido por mi nuevo nombramiento. (Rommel acababa de ser elevado al rango de Jefe del Grupo Panzer en África). Cualquier otro en dicha posición ostentaría el grado de Coronel General. Si las cosas marchan como espero, quizá también yo lo consiga antes de que la guerra haya terminado.
26 agosto 1941.
Ayer me fue imposible escribir, por estar en movimiento todo el día. Por la noche regresé a mi nuevo Cuartel General, ocupando las habitaciones recién dispuestas. Esta mañana he matado dos chinches más, por fortuna fuera de la mosquitera. Las moscas acuden en bandadas, y mi pala «cazainsectos» va a resultar muy útil.
27 agosto 1941.
Nada de particular. El calor es espantoso, tanto de día como de noche. Liquidé cuatro chinches. Mi cama ha sido colocada sobre cuatro latas llenas de agua, y espero que a partir de ahora las noches resulten un poco más tranquilas. Los demás lo pasan bastante mal a causa de las pulgas. Por fortuna a mí me han dejado tranquilo hasta ahora. 28 agosto 1941. Me siento perfectamente de salud. Todo marcha bien de nuevo. Estoy muy satisfecho con mi nuevo Jefe de Estado Mayor (Gause), lo cual resulta de tremenda importancia para mí. Desgraciadamente los chinches continúan atacando… Cuatro durante las últimas veinticuatro horas. Pero también espero ganar esta campaña.
29 agosto 1941.
¡Un calor horrible! A veces nos bañamos. Nada de particular, por otra parte. Se habla mucho de un posible ataque de los ingleses, pero lo considero pura charla. Están haciendo acopio de fuerzas con destino al Irán. Sus comunicaciones con Rusia a través de Siberia son inestables, a causa de la actitud japonesa. Sólo les queda la ruta del Golfo Pérsico. Pero me parece una tentativa dudosa. Probablemente llegarán tarde.
¡Una noche sin chinches! Quizá mate al «último de los mohicanos». Por fin he conseguido eliminar también a las moscas.
30 agosto 1941.
Nos hemos instalado muy bien en nuestra nueva vivienda. Me liberté de las chinches, tras haber desparramado petróleo sobre los hierros de mi cama, prendiéndole fuego después. Debían esconderse por las junturas. Ayer nos dimos un rápido baño, pero el agua del mar está demasiado caliente y no refresca en absoluto.
Se supone que me han sido enviados numerosos vehículos, pero el transporte parece haberse hundido, porque aquéllos no aparecen. Una verdadera lástima, pero nada puede hacerse.
31 agosto 1941.
Vuelve a hacer un calor horrible. Sudamos incluso a primeras horas de la mañana. Por lo demás, nada de particular, exceptuando que el mando italiano parece descontento por lo poco que se habla ahora de este sector. No cesan de importunar con una serie de minúsculos detalles, pero no nos dejamos influir por ellos. Quizás estén intentando librarse de mí e incluso de todas las fuerzas alemanas que aquí se encuentran. Por lo que a mí respecta, no me disgustaría cambiar de sitio.
10 septiembre 1941.
Ayer por la tarde salí a cazar con el Comandante Mellenthin y el Teniente Schmidt. Fue muy divertido. Pude abatir una gacela desde mi coche. Nos hemos comido el hígado, que es delicioso.
Hoy tendremos un visitante distinguido: el Comandante Melchiori, muy relacionado con el Duce. Espero mucho de esta entrevista, ya que los sentimientos hacia nosotros no son demasiado cordiales, por el momento. ¡Cómo han cambiado las cosas! Sin embargo, tenemos buen cuidado en mantenernos firmes y hablar claro. No escribo más porque el visitante está a punto de llegar.
29 septiembre 1941.
Los últimos días han sido emocionantes. Ha llegado a Bengasi un precioso cargamento. Se tardaron cincuenta horas en desembarcar el material. Todo bien. No puedes imaginarte mi satisfacción. Teniendo en cuenta la situación en el Mediterráneo, no es fácil conseguir pertrechos. Por el momento no debemos considerarnos más que una especie de hijastros, y aceptar las cosas como vienen. Los progresos en Rusia siguen constantes, y nuestra hora llegará de nuevo.
Fuera sopla un viento muy fuerte, aunque no se trata del ghibli. Günther está preparando patatas fritas para esta noche, y las espero con impaciencia, después del régimen de los últimos días.
6 octubre 1941.
Ayer no pude escribirte porque el estómago me volvió a molestar. La noche anterior tuvimos gallina; pero debía proceder de los tiempos de Ramsés II, porque, tras seis horas de hervir, estaba dura como el cuero, y mi estómago no ha podido resistirla.
7 octubre 1941.
Vuelvo a estar bien y me siento en gran forma. ¿Qué opinas de mis proyectos de permiso? A principios de noviembre quizás pueda pasar una semana en Roma. He de aclarar muchos asuntos. Tendré que volver aquí para la batalla, y confiamos en que los suministros acudan de manera regular, con el fin de que todo siga bien. A finales de noviembre quizás pueda conseguir el permiso a que aludo. Sé que no es una época demasiado apropiada, y comprendo que me resultará difícil acostumbrarme al frío. Sin embargo, me parece oportuno, teniendo en cuenta la situación, aunque, desde luego, la cuestión del aprovisionamiento pudiera dar al traste con todo el proyecto.
9 octubre 1941.
Ayer recibí buenas noticias de Voggenreiter. Afirma que mis derechos para la edición de 50.000 ejemplares ascenderán a no menos de 25.000 marcos. Al propio tiempo, Mittler e Hijo me anuncian un crédito de l.021,50 marcos[35]. Se trata de una cantidad respetable.
Después de haber leído los partes del Este, me pregunto si Inglaterra no empezará a intranquilizarse. Gambara[36] viene hoy a verme, pero dudo de que cuanto diga pueda resultar agradable.
10 octubre 1941.
Ayer tuvimos una entrevista sumamente violenta, que proseguirá hoy. Pero no hay que hacer demasiado caso. ¡Por lo que es preciso pasar! Me encuentro muy bien —toca madera— y animoso de la mañana a la noche.
12 octubre 1941. ¡Perfectas noticias de Rusia! Tras la conclusión de las grandes batallas, podemos esperar que el avance hacia el este prosiga a toda marcha, impidiendo al enemigo reagrupar sus fuerzas. Los trabajadores ingleses parecen dar señales de rebeldía…
A Inglaterra le gustaría atacar, pero no dispone de tropas ni de equipo para un desembarco en Europa. Será muy tarde para Rusia si escogen el único camino que les queda abierto, a través de la India, mientras un ataque en Libia resultaría muy arriesgado, sin afectar directamente a la situación en Rusia. Cuando hayamos tomado T. (Tobruk) les quedarán ya muy pocas esperanzas en este sector.
13 octubre 1941.
Espero que el 1.° de noviembre podamos reunirnos. Entérate de lo referente a los trenes, y hazme saber con exactitud el momento en que llegues a Roma. Lo arreglaré todo para encontrarme allí al mismo tiempo que tú. Espero que la situación me permita una estancia de quince días. Tráeme un solo traje de paisano (color marrón).
24 octubre 1941.
Querido Manfred:
Ahora que estás solo en casa, recibirás más cartas mías.
Por aquí todo sigue como habíamos planeado. Visito diariamente a las tropas. La mayoría de ellas se encuentran cercanas al mar. De vez en cuando nos bañamos. El agua sigue muy caliente, y el calor, intenso durante el día; en cambio, por la noche hace tanto frío, que necesito dos mantas. Mi nueva vivienda está bien amueblada. Tengo la pared cubierta de mapas, especialmente de Rusia, en el que marco cuantos avances realizamos.
28 octubre 1941.
Querido Manfred:
Ayer tuvimos otra vez ghibli. A veces los remolinos eran tan espesos, que sólo veíamos a tres metros de distancia. Hoy el tiempo parece mejorar.
Quedan solamente unos días hasta que tome el avión para cruzar las aguas. Me alegrará mucho ver a mamá en Roma, y sólo lamento que tú no estés con nosotros, jovencito. Pero nada puede hacerse. Estoy seguro de obtener permiso este invierno, y entonces los dos podremos ir de caza con frecuencia. Por aquí no hay gran cosa. Algunos oficiales han matado cheetahs, que tienen sus guaridas en los waadis rocosos. En ocasiones tropezamos con alguna avutarda, zorra, chacal e incluso gacelas. Los arbustos espinosos se están volviendo ligeramente verdes y de ellos brotan minúsculas flores. Anoche los ingleses nos bombardearon desde el mar. Aviones en picado y torpederos hundieron uno o dos de los cruceros adversarios, y desde entonces volvemos a disfrutar de paz. Y por hoy, nada más.
Aparte de las dos divisiones alemanas que se encontraban ya en el sector, ninguna otra fue mandada desde Europa en el año 1941 (ni tampoco en la primera mitad del 42), pero se formó en África una división extra, agrupando a determinadas unidades independientes. Esta división, a la que se llamó la 90.ª Ligera, no disponía de tanques y estaba compuesta sólo por cuatro batallones de infantería. Sin embargo, su potencia era notable, por disponer de tres batallones de artillería de campaña, uno de antitanques y otro de cañones de 88 mm., que igual servían como antiaéreos que como antitanques.
La 5.ª División Ligera fue llamada, a partir de entonces, 21.ª División Panzer, aunque sin experimentar cambio alguno en material ni organización. Tanto ésta como la 15..ª División Panzer disponían sólo de dos batallones de tanques y tres de infantería.
Después de que, en agosto, las fuerzas de Rommel fueron elevadas a la categoría de Grupo Panzer, el Teniente general Cruewell quedó nombrado jefe del África Korps[37] (con el Coronel Bayerlein como su jefe de Estado Mayor). Sólo las dos divisiones Panzer quedaron incluidas en el Áfrika Korps. Ademas de éste y de la 90.ª División Ligera, Rommel tenía bajo su mando a seis divisiones italianas: la «Ariete», la «Trieste» (que formaban el XX Cuerpo Motorizado), la «Pavia», la «Bolonia», la «Brescia» (formando el XXI Cuerpo de Infantería), en el cerco de Tóbruk, y la «Savona», de guarnición en Bardia.