A través de Cirenaica

El desfiladero de Mersa el Brega constituía el primer objetivo para el ataque previsto para mayo contra las fuerzas enemigas, alrededor de Agedabia. Tras de que los ingleses fueron desalojados de El Agheila, se habían establecido en los terrenos altos de Mersa el Brega, y al sur de las marismas de Bir es Suera, iniciando la construcción de fortificaciones. Observábamos sus actividades, no sin cierta aprensión, porque si les dejábamos afianzarse en el terreno, instalando alambradas y colocando minas en aquella fortaleza natural, poseerían la contrapartida a nuestra posición de Mugtaa, muy difícil de tomar al asalto o rodear por el sur.

El país, que se extendía al sur del Wadi Faregh, entre 40 y 50 Km. de Mersa el Brega, era extremadamente arenoso y casi inaccesible a los vehículos. Me enfrentaba al dilema de esperar la llegada del resto de mis tropas para finales de mayo, lo que permitiría a los ingleses erigir fuertes defensas, que hubiera sido difícil atacar, o proseguir con nuestras escasas fuerzas actuales para atacar y tomar la posición de Mersa el Brega en su estado actual.

Me decidí por lo último, considerando que un ataque por parte de nuestros poco numerosos efectivos nos permitiría ocupar el desfiladero. La posición de Mersa el Brega reunía condiciones parecidas a las de Mugtaa, y nos proporcionaría un excelente lugar de concentración para el ataque de mayo. Otro argumento en favor de aquella maniobra era el de que nuestra provisión de agua había sido tan mala últimamente, que la apertura de nuevos pozos resultaba esencial. El ataque a Mersa el Brega nos abriría el acceso a un país bien provisto de agua.

El 31 de marzo se rompieron las hostilidades contra las posiciones inglesas, librándose a primeras horas de la mañana un encarnizado encuentro entre nuestras tropas y unidades de reconocimiento inglesas, en Maaten Bescer. Por la tarde, elementos de la 5.ª División Ligera atacaron la posición de Mersa el Brega propiamente dicha, que fue obstinadamente defendida por los ingleses. El ataque se interrumpió.

Pasé todo el día sobre el campo de batalla con Aldinger y mi Jefe de Estado Mayor, Teniente Coronel von dem Borne, y por la tarde, sopesé la posibilidad de atacar por el norte de la ruta costera. El 8.° Batallón de Ametralladoras fue colocado en dicho punto a última hora, y en una atrevida incursión por los arenales consiguió que el enemigo se retirara hacia el este, abandonando el desfiladero. El éxito de la 5.ª División Ligera no fue notificado al Cuerpo de Ejército hasta la mañana siguiente. Los ingleses habían huido, al parecer precipitadamente, y capturamos cincuenta vehículos Bren[18] y cerca de treinta camiones. El 1.° de abril ordené a las fuerzas que se concentraran en el sector Mersa el Brega-Maaten Giofer.

La observación aérea demostraba claramente que el enemigo tendía a la retirada, y ello quedó confirmado por las patrullas de reconocimiento mandadas por el General Streich. Se trataba de una posibilidad que no podía dejarme perder, y di orden de atacar y tomar Agedabia, a pesar de que, según nuestras órdenes, no debíamos hacerlo hasta finales de mayo. El 2 de abril la 5.ª División Ligera avanzó por ambos lados de la Vía Balbia hacia Agedabia. Los campos de minas enemigos causaron pocas molestias. Los italianos nos seguían por la carretera. Agedabia fue tomada por la tarde, tras una breve acción, y nuestras unidades de vanguardia prosiguieron rápidamente hacia el sector de Zuetina. Entretanto, el 5.° Regimiento Panzer, que formaba el cuerpo principal de nuestro ataque al sur de la Vía Balbia, tropezó con tanques ingleses, librándose una escaramuza. Al poco rato, siete de dichos carros quedaban incendiados. Nosotros perdimos sólo tres. En esta acción el enemigo utilizó un camuflaje muy eficaz, en forma de tiendas árabes, que les permitió entrar en acción de manera inesperada.

Al atardecer habíamos ocupado la zona de Agedabia hasta un lugar situado a 20 Km. al este de la localidad. Los italianos se nos reunieron después. El 3 de abril desplacé a Agedabia mi puesto de mando avanzado, y procedí a observar los movimientos del enemigo, que parecía haber emprendido una retirada general, como si quisiera abandonar Cirenaica. Al parecer, tenía la impresión de que éramos extremadamente fuertes, y a ella no debían ser ajenos nuestros tanques simulados.

Wavell empezó a preocuparse de los riesgos que corría desde el momento en que Rommel había tomado El Agheila. Neame recibió instrucciones para replegarse sobre una posición cercana a Bengasi, si se veía excesivamente presionado, pudiendo también, en caso necesario, abandonar el puerto. Poco después de la caída de Agedabia, el 2 de abril, se cursaron órdenes urgentes para el abandono de Bengasi y la iniciación de una retirada hacia el este, con idea de mantener a las fuerzas intactas. Sin embargo, en la confusión de la retirada, aquéllas pronto se desintegraron.

Durante la mañana se me notificó que un grupo de veinte tanques enemigos había sido localizado a 32 Km. al norte de Agedabia, y, en consecuencia, di instrucciones al Teniente Berndt[19] para que comprobase la autenticidad de la noticia.

Partió por la carretera de Bengasi, llegando hasta Magrun, y tras haber identificado a los carros, que no eran sino vehículos abandonados por los italianos en la retirada precedente, regresó a Agedabia.

Por aquel entonces habíamos hecho ya 800 prisioneros. Los ingleses parecían evitar acciones decisivas, y aquella tarde decidí mantenerme lo más cerca posible de las tropas en retirada, con la intención de ocupar toda Cirenaica en una sola embestida. Inmediatamente envié a un destacamento avanzado de la Ariete en dirección a Ben Gania, bajo el mando del Coronel Fabris, mientras ordenaba a la 5.ª División Ligera que siguiera con su 3 er Batallón de Reconocimiento a lo largo de la Vía Balbia, hacia Bengasi. El General Streich estaba algo preocupado por sus vehículos, pero no pude permitir que ello entorpeciera la acción, ya que no pueden perderse oportunidades semejantes por culpa de algún detalle secundario.

El General italiano Zamboni me había dicho que la ruta desde Agedabia a Giof el Matar era una verdadera trampa mortal, y trató de disuadirme a mandar tropas a Cirenaica utilizando la misma. Sin embargo, tenía más confianza en mi propia observación, y partí con mi ayudante, el Teniente Aldinger, en dirección a Giof el Matar. A los 19 Km. alcanzamos la vanguardia del Batallón italiano de Reconocimiento, mandado por Santa María, que había sido acoplado a las fuerzas de Fabris. La unidad operaba muy bien, desplegada en formación abierta. El terreno era excelente para los vehículos y no ofrecía dificultades.

Al regresar a mi Cuartel General, hacia las cuatro de la tarde, supe que la 5.ª División Ligera había manifestado necesitar cuatro días para aprovisionarse de gasolina. Dicho espacio de tiempo me pareció excesivo, e inmediatamente cursé órdenes para que se descargaran los vehículos y fueran enviados al depósito de Arco dei Fileni, donde en veinticuatro horas cargarían suficiente gasolina, víveres y munición para el avance por Cirenaica. Aquello significaba una jornada de inmovilización, pero teniendo en cuenta que el enemigo no cesaba de retirarse podíamos correr dicho riesgo. Entretanto, se estaba haciendo cada vez más evidente que los británicos nos consideraban más fuertes de lo que éramos en realidad, creencia que había que mantener a toda costa, actuando como si desencadenáramos una ofensiva en gran estilo. Desde luego, no me encontraba, de momento, en situación de presionar con el grueso de mis fuerzas, pero podíamos hacerlo de forma que nuestras unidades avanzadas mantuvieran a los ingleses en constante repliegue. En veinticuatro horas esperaba poner en juego unidades más importantes, que había planeado concentrar en el flanco sur, al objeto de avanzar, a través de Ben Bania, hacia Tmimi, interceptando y poniendo fuera de combate al mayor número posible de elementos adversarios.

Aquella tarde marché hacia el norte para ver cómo iban las cosas en el 3er Batallón de Reconocimiento, que proseguía en dirección a Bengasi. Al alcanzarlo, en la región de Magrun, von Wechmar me informó de que hasta entonces no había establecido contacto alguno con los ingleses. Un sacerdote italiano que había salido a su encuentro, procedente de Bengasi, le notificó que él enemigo había abandonado la ciudad. A instancias de von Wechmar ordené que el batallón continuara su avance.

En nuestro regreso a Agedabia nos tropezamos con un vehículo alemán, al parecer ocupado por oficiales ingleses. No nos molestamos en detenernos, comprendiendo que serían hechos prisioneros por el 3.er Batallón de Reconocimiento, como así ocurrió efectivamente. Más tarde supimos que los «tommies» habían sorprendido a un chófer alemán al noroeste de Agedabia, apoderándose del vehículo, con la esperanza de recorrer el trayecto que les separaba de sus tropas. Tras aquella valerosa tentativa, casi podía deseárseles que hubieran triunfado. Sin embargo, no tuvieron suerte.

A mi regreso al puesto de mando me encontré al General en Jefe italiano, Gariboldi, el cual parecía muy poco complacido por el curso de las operaciones, y me hizo objeto de violentos reproches, en especial teniendo en cuenta que mi actitud estaba en directa oposición con las órdenes recibidas de Roma. Añadió que el suministro era demasiado inseguro para permitir a nadie hacerse responsable de semejante avance o de sus consecuencias. Deseaba que interrumpiéramos la acción y no emprendiéramos ninguna otra sin sus órdenes expresas.

Desde el principio me había hecho la idea de disponer de la máxima libertad operativa y táctica, y, lo que es más, no estaba dispuesto a permitir que se me escapara de las manos una oportunidad como aquélla. En consecuencia, la conversación se hizo bastante acalorada. Expuse mis puntos de vista claramente y sin vacilaciones. El General Gariboldi quería contar con la aprobación de Roma, pero ello significaba muchos días de inactividad, y no quise aceptarlo. Añadí que intentaba proseguir comportándome como consideraba más apropiado, teniendo en cuenta la situación general. Aquello enconó todavía más la discusión. De improviso —deus ex machina— llegó un mensaje del Alto Mando alemán por el que se me confería completa libertad de acción, terminándose así la disputa de la forma que yo deseaba.

El batallón de von Wechmar entró en Bengasi la noche del 3 de abril, entre el júbilo y las aclamaciones de sus habitantes. Los ingleses habían incendiado todos sus depósitos.

3 abril 1941.

Queridísima Lu:

Estamos atacando desde el día 31 con fulgurante éxito. Lo más probable es que exista consternación entre nuestros amos en Trípoli y Roma, y quizás también en Berlín. Acepté el riesgo contra todas las órdenes e instrucciones porque el momento me pareció favorable. No dudo de que todo será considerado excelente más tarde, y de que la mayoría declararán que hubiesen obrado exactamente igual en mi lugar. Hemos alcanzado ya nuestro primer objetivo, fijado para finales de mayo. Los ingleses tropiezan unos con otros en su afán por huir. Tenemos pocas bajas, y el botín no puede ser evaluado todavía. Comprenderás que la alegría me impide dormir.

A primeras horas de la mañana siguiente, un destacamento de la «Brescia», consistente en un regimiento reforzado, partió hacia Bengasi, con el fin de relevar al 3/ Batallón de Reconocimiento, el cual proseguiría su avance. El grueso de la 5.ª División Ligera continuaría por Ben Gania, y su batallón de vanguardia, al mando del Conde Schwerin, fue convenientemente reforzado. La «Ariete» seguiría la misma ruta hasta Bir Tengeder, volviendo luego hacia el norte, para tomar El Mechili. La velocidad lo era ahora todo. Deseábamos a toda costa atraer a parte de las fuerzas inglesas y obligarlas a presentar batalla antes de que hubieran logrado retirarse de Cirenaica y escapar al peligro que las amenazaba.

El 4 de abril visité Bengasi con el Jefe de Estado Mayor y Aldinger, y mandé a Mechili, por Regima y Charruba, al Batallón de Reconocimiento, reforzado por una compañía de carros. Por la tarde volé en un «Junkers», por no haber ningún «Storch» disponible, sobre Ben Genia y Tengeder. Las columnas marchaban hacia el este, levantando grandes nubes de polvo. Creí identificar a nuestras unidades de vanguardia a unos 20 Km. al este de Gania.

Aquella tarde, a última hora, el dispositivo enemigo aparecía más o menos como sigue: Pequeños núcleos se encontraban al este de Ben Gania. mientras otras fuerzas proseguían en Msus. Durante la tarde el 3.er Batallón de Reconocimiento había establecido contacto en Regima con una débil fuerza enemiga, a la que obligó a retroceder. El grueso de las unidades inglesas se hallaba en plena retirada, evacuando Cirenaica.

4 abril 1941.

Queridísima Lu:

He recibido la felicitación del Führer por el inesperado éxito de la campaña, además de indicaciones para movimientos futuros, todas las cuales se hallan de acuerdo con mis propias ideas. Nuestro territorio se amplía y podemos maniobrar con desahogo.

A las cuatro de la mañana siguiente (5 de abril) puse en movimiento al Kampfstaffel[20] del Afrika Korps, haciéndole emprender la marcha hacia Ben Gania. Había pensado que, en cuanto la situación lo permitiera, me situaría en alguna unidad de vanguardia, para tomar el mando y conducir personalmente la progresión hacia Tmimi o Mechili.

Desde mi «Storch»[21] eché una mirada al avance que continuaba hacia Ben Gania, y después de regresar hablé con el Comandante Schleusener, discutiendo el modo mejor de poner en movimiento a las columnas pesadas de suministro. Abrigábamos algunas dudas acerca de la utilización de la difícil carretera que pasaba por Ben Gania, y decidimos que mejor sería aprovisionarse por Solluch y Mechili.

La Luftwaffe informó de que la retirada inglesa continuaba. Hacia el mediodía ordené al Coronel Olbrich que se pusiera en camino inmediatamente con una fuerte formación acorazada, consistente en el 5.° Regimiento Panzer y en cuarenta tanques italianos, hacia Msus, por Magrun y Solluch, destruyendo al enemigo que se encontraba allí, y prosiguiendo hacia Mechili.

5 abril 1941.

Queridísima Lu:

Partimos a las cuatro de esta mañana. El frente africano está en movimiento. Confiemos en que el vigoroso golpe que ahora descargamos tenga éxito. Me conservo en forma. La vida sencilla que llevamos aquí me sienta mejor que la abundancia de Francia. ¿Qué tal seguís los dos?…

A las dos de la tarde partí en un «Junkers» hacia Ben Gania. Después de aterrizar supe, por conducto de la Luftwaffe, que no había ya ingleses en la zona de Mechili ni al sur de la misma. En consecuencia, la columna de Schwerin recibió la siguiente orden: «Mechili, libre de enemigos. Tómenla rápidamente. Rommel». El resto de nuestras tropas de vanguardia fue también dirigido hacia allí. Por mi parte, salí por la tarde en avión, con Aldinger, para tomar personalmente el mando de las unidades que iban en cabeza. Al atardecer regresamos para ver dónde se hallaban las columnas de la 5.ª División Ligera, que descubrimos marchando a buena velocidad hacia el nordeste. Poco después encontramos también a mi Generalsstaffel[22]. Mandé al «Storch» hacia atrás y seguí la ruta en mi «Mammoth»[23] hacia Ben Gania, con el fin de tener una impresión directa de las dificultades de la marcha. Dos horas y media después, y completamente cubiertos de polvo, alcanzamos el aeródromo, donde se me informó de que la 5.ª División Ligera había torcido hacia Mechili. Poco después el Teniente Schulz regresaba de un vuelo de reconocimiento, notificando que Mechili y sus alrededores habían sido ocupados por poderosas formaciones inglesas. El Comandante Heymer se hallaba ausente desde mucho antes, con dos aviones, para minar los caminos al este de Mechili. Mi «Ic»[24], Capitán Baudissin, había sido derribado con su «Heinkel III» y hecho prisionero por el enemigo.

Ya era de noche, y, por lo tanto, demasiado tarde para regresar a Agedabia. En vista de la nueva y poco favorable situación decidí aproximarme a la 5.ª División Ligera y asumir el mando de las operaciones.

Al principio, seguimos nuestra ruta con los faros encendidos. De vez en cuando debíamos abrirnos camino por campos de minas, que localizábamos por los vehículos ardiendo situados en sus límites. Hacia la medianoche, nuestra larga y bien iluminada columna fue súbitamente atacada por aviones ingleses, mientras avanzaba serpenteando por el desierto. No se sufrieron daños, y continuamos, esta vez sin luces. Hacia las tres de la madrugada alcanzamos la cabeza de la columna y a su comandante. La formación hizo alto, y descubrimos que nos habíamos equivocado de ruta. Según el cuentakilómetros debíamos encontrarnos más allá de Bir Tengeder. No se veía nada ante nosotros. Poco después se acercaron, procedentes del norte, un «Henschel» y un «Storch», que nos reconocieron y aterrizaron, a pesar de las dificultades del terreno. Eran el Comandante Heymer y sus hombres, que acababan de cumplir su misión. Tras haber aterrizado en el aeródromo de Mechili, poco antes del atardecer, procedieron a minar los caminos que conducían al este, situándose después a unos metros de sus aviones, para observar el tráfico inglés. Al amanecer descubrieron que tropas británicas habían entrado en posición, muy cerca de ellos, pero se las arreglaron para alcanzar sus aviones en rápida carrera y despegar sin más contratiempo. Notificaron que Mechili estaba bien defendido y que el tráfico hacia el este era muy denso. No había tiempo que perder, o de lo contrario el pájaro volaría. Como nos encontrábamos aún a 20 Km. de Mechili, di instrucciones al Teniente Behrend para que avanzara a toda marcha con su grupo de combate hasta la pista Mechili-Derna, que procedería a cortar en un punto conveniente. El Teniente Coronel Ponath, de cuya fuerza sólo quince vehículos marchaban con nosotros, fue enviado a Derna con la misión de cerrar la Vía Balbia en ambas direcciones. Poco después llegaba el Conde Schwerin con parte de su fuerza, y también le fue ordenado bloquear las pistas que salían de Mechili hacia el este.

Hacia las siete y media, el Teniente Schulz aterrizó en el Cuartel General del Cuerpo, notificando la presencia en Mechili de trescientos vehículos ingleses. El General Streich se presentó a continuación, y le informé de mis intenciones. Luego partí con mi Plana Mayor hacia el puesto de mando del Conde Schwerin. Por el camino observamos en la arena numerosas huellas de tanques ingleses en dirección este.

Por desgracia no pudimos lanzar el planeado ataque sobre Mechili el día 6 de abril —las fuerzas de Fabris atacarían desde el este y Schwerin desde el sur y sudeste—, porque el primero no llegó a su punto de partida hasta la noche. No tenía informes de gran parte de las Unidades del Cuerpo, porque las distancias eran demasiado largas para utilizar la radio. La columna del Coronel Fabris informó a mi la (jefe de operaciones), que aun se encontraba en Agedabia, de que las tormentas de arena y la carestía de gasolina habían impedido su progresión por Msus. A pesar de estos retrasos, pudieron tomar dicha localidad a última hora de la tarde, continuando su marcha hacia Mechili. Hacia las dos del 7 de abril, la columna de Fabris notificó hallarse sin carburante, no pudiendo situar a su artillería en posición. Se recogieron inmediatamente todas las reservas de gasolina que guardaba el Cuartel General divisionario —35 bidones en total—, y a las tres me puse en marcha, con mi Gefechtsstaffel, para situar a la artillería en posición antes de que amaneciera. Sin embargo, debido a la densa obscuridad —no brillaba ni una estrella— fracasamos en nuestro empeño por encontrar la columna. Aun cuando repetimos nuestra tentativa a la mañana siguiente, sufrimos muchas molestias antes de dar con ella. Entre otras vicisitudes, tropezamos con la retaguardia de una formación avanzada inglesa, compuesta de autoametralladoras «Bren». Aunque no disponíamos más que de tres vehículos, y sólo uno de ellos iba armado de ametralladora, avanzamos rápidamente hacia el enemigo, levantando una gran nube de polvo que le impidió ver cuantos transportes venían detrás. Aquello engañó a las tropas enemigas, que abandonaron su posición a toda prisa.

Tras haber aprovisionado de gasolina a los vehículos italianos, la columna avanzó, en formación abierta, hacia Mechili. Pronto vimos el fuerte. Gran número de vehículos enemigos estaban concentrados allí, y por medio de los prismáticos pudimos distinguir incluso los hombres, que formaban grupos. Dirigí la columna de Fabris hasta un punto situado a 3 Km. al nordeste de Mechili, y una vez allí nos detuvimos y entramos en posición. Al principio el enemigo no dio señales de organizar defensa alguna, y en consecuencia mandé al Teniente Grohne, con bandera de parlamento, para que les conminara a rendirse. Desde luego, su jefe rehusó.

Por desgracia, aun no existían señales de la formación de Olbrich que debía haber llegado ante Mechili mucho antes. Más tarde, aquella misma mañana tomé mi «Storch» y me puse a buscarlo. Volamos a 600 m. de altura sobre la llanura arenosa, acercándonos a las colinas de Mechili. Al este del fuerte distinguí, de improviso, largas columnas de obscuros vehículos, que tomé por los de Olbrich. Varios soldados trazaron una cruz para el aterrizaje, entre los camiones. En el último instante observé los cascos planos de los soldados ingleses. Inmediatamente emprendimos la retirada dando media vuelta, seguidos por el fuego de las ametralladoras enemigas. Tuvimos mucha suerte al escapar ilesos con sólo un rasguño en el timón del aparato. Después de este episodio volamos hacia el oeste, a mayor altura. Entre 20 y 30 Km. al sudoeste de Mechili vimos a un grupo de pequeños vehículos que iba hacia el este. Podían identificarse claramente sus emblemas alemanes. Aterricé, encontrándome con parte del 3.er Batallón de Reconocimiento, al que inmediatamente indiqué el verdadero camino. Partiendo de nuevo, descubrí varias columnas de tanques alemanes e italianos a unos 30 Km. al sur. Aterricé igualmente, y les recriminé su lentitud. Al parecer, los carros de vanguardia habían visto, al cruzar una marisma seca, lo que parecía una extensión de agua muy amplia hacia el este, que les obligó a cambiar de dirección. Desde luego, se trataba tan sólo de un espejismo, fenómeno muy corriente en aquellas regiones. Les ordené que continuaran a toda la velocidad de sus motores.

De regreso al Cuartel General, esperé en vano la llegada de las fuerzas de Olbrich. Finalmente, por la tarde, tomé mi «Storch» para buscarlas de nuevo. De una altura, junto a Mechili, surgía una columna de humo negro, probablemente algún transporte inglés incendiado. En cierto lugar cruzamos una nueva pista sobre la que camiones ingleses marchaban hacia el sudeste. Al ver al «Storch», los «Tommies» se refugiaron donde pudieron, aunque sin abrir fuego. No se distinguía nada en ningún punto, y resultaba obvio que Olbrich se había extraviado otra vez. Pero, ¿dónde estaría? Había huellas en la marisma salada, pero se desvanecían sobre el terreno pedregoso. Me sentí profundamente irritado, y mi preocupación iba en aumento, porque la decisión final en la batalla de Cirenaica dependía por entero de la llegada de aquellas fuerzas. El sol se había puesto, y sabíamos que dentro de hora y media sería de noche. Volamos hacia el norte. Por fin, se destacaron sobre el horizonte una columnas de polvo. Más precavidos, después del incidente con la cruz de aterrizaje de los ingleses, volamos con cautela. La columna estaba compuesta por vehículos alemanes, y pronto aterrizamos cerca de la Plana Mayor del coronel Olbrich. Me encolerizó aquel innecesario rodeo, debido a su ignorancia de la ruta, y les ordené situarse sobre aquélla con la mayor rapidez posible. Volando con ayuda de la brújula, encontramos, por fin, mi Cuartel General, y aterrizamos felizmente, a pesar de la obscuridad. Durante mi ausencia, aviones ingleses, volando a baja altura, habían atacado una pista de aterrizaje, incendiando varios «Junkers».

8 abril 1941.

Queridísima Lu:

No estoy seguro de si he puesto bien la fecha. Llevamos varios días atacando en este ilimitado desierto, y he perdido toda noción del espacio y del tiempo. Como habrás visto por los comunicados, todo marcha muy bien.

Hoy será otra jornada decisiva. El grueso de nuestras fuerzas sigue en camino, tras una marcha de 350 Km. sobre las rocas y la arena del desierto. Ayer regresé del frente en avión con el fin de localizarlas, y pude ver cómo avanzaban. No puedes imaginar mi alegría. Esto va a ser una batalla de Cannas. al estilo moderno.

Sigo muy bien, y no debes preocuparte por nada.


El avance de Cirenaica (Marzo - Abril de 1941).

Nuestro ataque sería lanzado a la mañana siguiente. Hacia las seis del día 8 de abril volé hacia el frente de Mechili, con el fin de seguir el curso de la operación. A 50 m. de altura, el «Storch» se aproximó a un batallón de Bersaglieri, que el día anterior había sido añadido a la columna del Coronel Fabris. Al parecer, los italianos no habían visto todavía un «Storch», y su estupor fue tan profundo al aparecer súbitamente sobre sus cabezas, que empezaron a disparar sobre nosotros desde todas direcciones. Teniendo en cuenta la escasa distancia, fue un milagro que no nos derribaran, lo cual, por otra parte, dice muy poco en favor de la puntería italiana. Dimos media vuelta, sin pérdida de tiempo, poniendo una eminencia del terreno entre nuestros aliados y nosotros. Sin deseo alguno de ser derribado por los propios italianos a mi mando, hice que el avión se elevara a 1.000 m., desde donde pudimos observar la situación con más seguridad. Indudablemente, el ataque a Mechili progresaba. Una fuerte columna de vehículos enemigos salía de la localidad, en dirección oeste, y proseguimos nuestro vuelo con la esperanza de encontrar a las fuerzas de Olbrich, que ya debían acercarse. Sin embargo, no se veían señales de las mismas. Divisamos a una pieza de 88 mm. con sus sirvientes, a 2 ó 3 Km. al oeste de los ingleses. Imaginando encontrar allí a más formaciones propias, aterrizamos en una elevación arenosa, donde el «Storch» se atascó. El jefe de la pieza nos dijo que el día anterior había sido atacada y averiada por tanques. No había ninguna formación propia por los alrededores, y mandó a un hombre en un camión, para que estableciera contacto con nuestras fuerzas. Le pregunté si al menos podía disparar contra la columna de polvo levantada por los vehículos ingleses. Al principio asintió, pero luego fue descubierto que el hombre que había partido en el camión se había llevado consigo el percutor. Los vehículos ingleses avanzaban desplegados y se encontraban ya muy cerca. Era evidente que debíamos alejarnos de allí a toda prisa, si no queríamos ir a parar al Canadá. Por fortuna los sirvientes del cañón disponían de otro vehículo en el que partimos hacia el sudeste, tropezando, poco después, con una marisma, que reconocí por mis vuelos del día anterior, y desde donde nos fue más fácil encontrar nuestro camino de regreso, hasta el Cuartel General.

Inmediatamente envié al Comandante Heymer en un «Henschel» para que buscara a Olbrich y a sus hombres, y los condujera, por fin, a Mechili. Entretanto, iban llegando elementos de la «Ariete», que tomaron la misma dirección. Como nada se sabía aún de los progresos del ataque que se había iniciado por la mañana, partí hacia Mechili con unos cuantos ayudantes, para observar personalmente la situación. Resulta imposible adoptar decisiones correctas si no se tiene una visión clara de los acontecimientos. No habíamos recorrido mucho trecho, cuando se abatió sobre nosotros una violenta tempestad de arena, viéndonos obligados a detenernos en la siguiente colina. Proseguimos con la brújula, por entre los furiosos arenales, consiguiendo hallar, por fin, el camino hasta el aeródromo de Mechili. A partir de allí, seguimos la marcha guiándonos por los postes telegráficos y acercándonos a la localidad, que entretanto había sido tomada por nuestras tropas. Según supimos más tarde por el General Streich, todas las tentativas inglesas para retirarse hacia el este, de las que habían realizado varias durante la mañana, se habían estrellado contra el fuego de la artillería ítalo-germana. El ataque de nuestra infantería, con unos cuantos carros alemanes y piezas antiaéreas, había triunfado. Entretanto, Olbrich y sus hombres llegaron al lugar de la batalla.

Hacia las doce recibí un parte del Teniente Coronel Ponath, que estaba bloqueando la Vía Balbia en Derna, notificando que prisioneros y botín aumentaban de hora en hora, pero que sus fuerzas estaban muy debilitadas y le era preciso el envío urgente de refuerzos. Inmediatamente mandé a Derna a Schwerin y a Olbrich con sus hombres.

El resto de la 5.ª División Ligera se sostendría en el territorio conquistado de Mechili, donde también se concentraría la «Ariete», por el momento.

El grupo de Schwerin partió al mediodía hacia Derna, y yo seguí poco después con mi Führungsstaffel[25] y el destacamento antiaéreo. Poco más allá del fuerte tropezamos con una tormenta de arena, que dispersó la columna, hasta el punto de hacernos perder mucho tiempo el volverla a reunir. No obstante este retraso, nos las compusimos para llegar a Derna a las seis de la tarde, y una vez allí, Ponath anunció la captura de 800 prisioneros, incluyendo, ante mi profundo júbilo, a casi todo el mando inglés, con el General P. Neame, jefe de las tropas inglesas en Egipto y TransJordania, y el General O'Connor, el que tan duro golpe había descargado sobre el Ejército italiano. Tropas motociclistas los habían rodeado y hecho prisioneros[26]. La «Brescia» había llegado a Derna desde Bengasi, gracias a la enérgica intervención del General Kirchheim, que acompañó su avance.

El General Von Prittwitz, jefe de la 15.ª División Panzer, parte de la cual acababa de desembarcar en África, recibió instrucciones para asumir el mando de las fuerzas de persecución, siguiendo a los ingleses hasta Tobruk. El 3.er Batallón de Reconocimiento, el 8.° de Ametralladoras y el 605.° de Antitanques fueron puestos a sus órdenes. Estas fuerzas no habían llegado todas al lugar de la lucha, pero el Batallón de Ametralladoras había hecho provisión de combustible, y estaba dispuesto a continuar el acoso.

La reconquista de Cirenaica era ya un hecho[27]. Sin embargo, me parecía de gran importancia seguir pisando los talones al enemigo en retirada, manteniendo la presión sobre él. Aun cuando, a juzgar por la experiencia de aquella campaña, no podíamos confiar en una ruptura con la consiguiente destrucción de parte del Ejército adversario, poseeríamos una excelente base de partida en la Marmárica para una posible ofensiva de verano contra Alejandría, dejando aparte el gran valor psicológico y de propaganda que ofrecería la reconquista de aquella colonia italiana, en especial para nuestros aliados. Existían buenas perspectivas para confiar en que el abastecimiento prosiguiera a ritmo normal por la ruta costera.

Por desgracia, varias de nuestras unidades se habían extraviado durante su recorrido por el desierto. Organizamos patrullas, que se dedicaran a su busca, trayéndolas a nuestra zona, y se mandaron aviones con la misión de explorar al desierto. Un enorme incendio del que surgía una densa columna de humo, seguía sin apagar, en Mechili.

10 abril 1941.

Queridísima Lu:

Tras una larga marcha a través del desierto, alcanzamos el mar anteayer, por la tarde. Es prodigioso haber conseguido un hecho así, contra los ingleses. Me siento bien. Mi coche llegó a primeras horas de la mañana, y espero dormir en él de nuevo.