Tras la victoria de Tobruk, también nosotros habíamos agotado nuestras fuerzas, ya que las largas semanas de enconada lucha contra un enemigo superior en hombres y material obraron un efecto apreciable sobre las formaciones del Eje. Sin embargo, teniendo en cuenta el inmenso botín capturado, que incluía municiones, gasolina, alimentos y material de guerra de todas clases, podía pensarse en organizar una nueva ofensiva.
Roma me había asegurado varias veces que podía garantizarnos suministros en cantidad adecuada, siempre y cuando los puertos de Tobruk y Marsa Matruh cayeran en nuestras manos. Aquello incrementó mi resolución de explotar la debilidad de los ingleses, tras la batalla de Tobruk, penetrando cuanto pudiera en Egipto.
Pero no era éste el motivo principal de mi proyecto. Estaba decidido a toda costa a negar al enemigo la oportunidad de crear un nuevo frente, y ocuparlo con formaciones de refresco, procedentes del Cercano Oriente. El 8.° Ejército se hallaba diezmado, quedando reducido su núcleo tan sólo a dos divisiones de infantería; sus formaciones acorazadas, traídas a toda prisa de Egipto, carecían de poder ofensivo digno de tenerse en cuenta. La situación de nuestras fuerzas respecto a las inglesas resultaba alentadora, comparándola a los pasados tiempos. Nuestro propósito consistía en arrollar al 8.° Ejército por medio de una veloz marcha hacia el este, obligándole a la lucha antes de que hubieran afluido a él elementos procedentes del Oriente Medio. Si conseguíamos destruir a los maltrechos restos del 8.° Ejército, que habían escapado a las batallas de la Marmárica, así como a sus dos divisiones de refresco —lo cual no era imposible—, los ingleses no dispondrían en Egipto de nada capaz de oponerse a nuestro avance hasta Alejandría y el Canal de Suez.
El plan tenía posibilidades de triunfo. íbamos a intentarlo. La existencia de mi ejército no quedaría en modo alguno comprometida, porque tal como estaban las cosas, podríamos cuidar de nosotros frente a cualquier posible contingencia[59].
Aquella operación hacia Egipto había sido objeto de comentarios adversos en varios lugares. Se dijo que la ruta de aprovisionamiento desde Bengasi a El Alamein era demasiado larga para que las columnas pudieran mantenerla mucho tiempo, mientras los ingleses se beneficiaban de la corta distancia entre su frente y Port Said.
Contra ello quiero exponer lo siguiente:
Desde luego, es cierto que nuestras columnas de aprovisionamiento se enfrentaban a serias dificultades como consecuencia del avance en Egipto. Pero los órganos superiores de Roma debían haber contribuido con un esfuerzo similar al de cada tanquista o fusilero, extenuados por tantas semanas de continua lucha. Debía haber sido improvisado el suministro por mar a puertos de retaguardia, en la cantidad que siempre se nos había prometido. Las autoridades italianas pudieron hacerlo en cualquier momento. Cuando di órdenes de avanzar hacia Egipto, presumí que la posibilidad de una victoria en dicho país, ya casi al alcance de la mano, empujaría al Commando Supremo Italiano a un esfuerzo adecuado.
Basándome en tales argumentos, solicité del Duce el levantamiento de las restricciones que pesaban sobre el Ejército Panzer y que impedían avanzar más allá de la frontera. Una vez obtenido el permiso, se cursaron órdenes a todas las unidades para que se dispusieran a la marcha.
Nuestra maniobra de aproximación se efectuó sin un solo fallo. A pesar de la fatiga de las últimas semanas, las tropas estaban animadas de excelente espíritu y una vez más se hacía evidente la alta moral del Ejército Panzer. Mis fuerzas empezaron su avance hacia el este el 22 de junio. Yo crucé la frontera el 23, detrás de la 90.ª División Ligera, que había recorrido ya un largo trecho. Espesas nubes de humo se elevaban hacia el este. Los ingleses habían evacuado la zona, y, según documentos capturados, el 8.° Ejército iba a ocupar posiciones en Marsa Matruh. Durante varios días, lo esencial para nosotros era conservar la velocidad de nuestra marcha.
23 junio 1942.
Queridísima Lu:
Otra vez avanzamos, y espero descargar el próximo golpe muy pronto. Todo reside ahora en la celeridad. Los acontecimientos de las pasadas semanas me parecen un sueño. Gause ha vuelto. Tiene un aspecto cansado, pero no podía permanecer más tiempo en retaguardia. Sigo bien y duermo como un tronco.
El 24 de junio acompañé a la columna de la 90.ª División, instándola a acelerar cuanto pudiera. Por desgracia, el África Korps andaba escaso de gasolina y permaneció inmovilizado varias horas. Afortunadamente encontramos gran cantidad de gasolina inglesa en la estación de Habata, pudiendo salvar parte de la misma, aun cuando ya había empezado a arder. A pesar de las dificultades, nuestro avance continuaba, y al día siguiente nos encontrábamos a 48 Km. al oeste de Marsa Matruh.
Mis formaciones se vieron atacadas repetidas veces por los bombarderos ingleses. Nuestra Luftwaffe se estaba reagrupando, y no podía mandar cazas. El Áfrika Korps, con sus 50 tanques, era el blanco más frecuente de los bombardeos. Una parte sorprendente de nuestros transportes consistía en vehículos capturados a los ingleses, y a cierta distancia era imposible distinguirnos de aquéllos. El Kampfstaffel Kiehl consiguió engañar a muchos británicos rezagados, a los que hizo prisioneros, ante su profundo disgusto. También los italianos sufrían dificultades.
El 25 de junio, entre la «Ariete» y la «Trieste» poseían un total de 14 tanques, 30 cañones y 2.000 soldados.
La «Littorio» quedó inmovilizada durante varias horas por falta de gasolina, y no pudo mantenerse al nivel de las demás. Se exigía lo imposible a los suministros. Los ataques aéreos ingleses sobre nuestras columnas prosiguieron durante la noche. Una salida tras otra fueron realizadas por los 200 aparatos de varios motores y los 360 de uno, de que Ritchie disponía en el Egipto occidental.
La mañana del 26 de junio bandadas de aviones continuaron actuando, y consiguieron destruir una columna de aprovisionamiento, lo que originó, durante algún tiempo, una grave carestía de carburante en el Áfrika Korps. A pesar de tales dificultades, aquel día conseguimos llegar a un punto situado 16 Km. al sudoeste de Marsa Matruh. Los restos de la 1.ª y 7.ª Divisiones Acorazadas inglesas retrocedieron desde dicha zona, dejando atrás tan sólo unidades de reconocimiento. No esperábamos gran resistencia en aquel lugar, pero sí una tentativa para retrasarnos el tiempo preciso que emplearan en evacuar el equipo de sus numerosos aeródromos e instalaciones, en la zona que rodeaba a Marsa Matruh y El Daba.
El avance sobre Egipto (junio de 1942).
Nuestra intención era atraer aún a la batalla a los ingleses, con el fin de destruir a la mayor parte de su infantería. Para ello planeamos cercar la fortaleza de Marsa Matruh, con su poderosa guarnición, y tomarla luego al asalto. Con el fin de disponer del espacio suficiente, los blindados ingleses serían rechazados mediante un rápido avance hacia el este, impidiéndoles operar alrededor de la fortaleza.
26 junio 1942.
Queridísima Lu:
Hemos recorrido un largo trayecto durante los últimos días, y esperamos lanzar hoy mismo nuestro ataque sobre los restos del enemigo. Llevo mucho tiempo acampado al aire libre, en el coche, con Gause. La comida ha sido buena, pero la cuestión del lavado tropezó con dificultades. Durante las pasadas veinticuatro horas he tenido mi puesto de mando junto al mar, y ayer y hoy he podido bañarme. Pero el agua no refresca; está demasiado caliente. Tengo mucho que hacer. Cavallero y Rintelen vendrán hoy, quizá para aplicarnos los frenos hasta donde puedan. Esos mendigos no variarán nunca.
El mismo día 26 de junio se hizo evidente que Ritchíe intentaba detenerse provisionalmente en la línea Marsa Matruh-Bir Chalda[61]. Sin embargo, después de que el Áfrika Korps hubo arrojado a las unidades de reconocimiento inglesas sobre dicha línea, la 90.ª División Ligera se adelantó, rebasándola por el norte, y en rápida embestida alcanzó la costa, cerrándola en ambas direcciones.
Marsa Matruh quedaba, pues, cercada. Esta fortaleza disponía de defensas similares a las de Tobruk, pero su construcción distaba mucho de ser tan perfecta. Gran cantidad de minas —probablemente unas 200.000— habían sido colocadas en las cercanías. Dentro de la fortaleza se hallaba el grueso de las divisiones neozelandesa y 10.ª hindú, con elementos de la 50.ª inglesa y de la 5.ª hindú, que constituían el núcleo principal de la infantería inglesa[62].
Entretanto, el Áfrika Korps, mandado por el General Nehring, y el XX Cuerpo italiano, cuyo valeroso jefe el General Baldassare había caído el día anterior bajo los proyectiles británicos, tropezaron con una concentración de blindados al norte de Khalda. Tanques medianos estadounidenses, muchos de ellos recién traídos a Egipto, lanzaron un ataque tras otro contra nuestras formaciones. La batalla se prolongó hasta última hora de la tarde, quedando destruidos 18 blindados americanos. Por desgracia la falta de gasolina y munición nos impidió explotar debidamente dicho triunfo.
27 junio 1942.
Queridísima Lu:
Seguimos en acción, y espero conseguir mis objetivos. Ello me obliga, desde luego, a un gran esfuerzo, pero se trata de una oportunidad única. El enemigo se bate desesperadamente en retirada, utilizando sus fuerzas aéreas.
P.D.: Quizás aún pueda ir a Italia en el mes de julio. Procúrate pasaportes.
Las fuerzas motorizadas inglesas habían sido derrotadas otra vez, y no existía posibilidad de que pudieran ayudar a las tropas cercadas en Marsa Matruh. En dichas circunstancias era poco probable que, tras su experiencia de Tobruk, el mando inglés nos diera la oportunidad de destruir en el oeste de Egipto lo que quedaba de su infantería, porque ello hubiese significado abrirnos el camino hasta la capital. Esperábamos, pues, que toda la infantería motorizada inglesa intentase romper el cerco de Marsa Matruh, aun no bien cerrado, el 27 de junio, con el fin de ganar el desierto y escapar hacia el este. Muchos de sus vehículos trataron de huir por la zona sur, una vez la fortaleza quedó envuelta.
Para impedir nuevas tentativas de tal género, ordené a las unidades de la «Brescia» y la «Pavia», llegadas en camiones, que avanzaran cuanto pudiesen por el sur de Marsa Matruh. Sin embargo, con su defectuoso equipo y sus escasos elementos de transporte, aquella maniobra resultó horriblemente lenta. Otras formaciones italianas habían ocupado ya el sector oeste y sudoeste de la fortaleza. Las unidades que cubrían la línea recibieron órdenes de establecer la más estrecha vigilancia durante la noche.
La División Neozelandesa, al mando del General Freyberg, antiguo conocido mío de anteriores campañas, consiguió concentrar sus fuerzas durante la noche y escapar por el sur. Siguió una reñida escaramuza, en la que quedó envuelto incluso mi puesto de mando, que se hallaba en aquella zona. El Kampfstaffel Kiehl y elementos de la «Littorio» se trasladaron al lugar del encuentro. El fuego entre mis fuerzas y las neozelandesas se hizo extremadamente violento, y mi puesto de mando quedó muy pronto rodeado por vehículos en llamas que lo convirtieron en un blanco excelente para los proyectiles enemigos. En vista de ello ordené el traslado hacia el sudeste. La confusión que reinó aquella noche resultó indescriptible. La obscuridad era tan densa, que apenas veíamos a pocos metros de distancia. La R.A.F. bombardeó a sus propias fuerzas, y mientras las trazadoras iban de un lado a otro, también las unidades alemanas se atacaron entre sí.
A primeras horas de la mañana, varios centenares de vehículos neozelandeses escaparon por las brechas existentes al sudeste de nuestro frente. En la guerra del desierto es sumamente difícil improvisar una larga línea, capaz de rechazar el ataque de unidades que han conservado la cohesión y que, gracias a sus elementos motorizados, pueden concentrarse súbitamente en un lugar determinado[63].
A las cinco de la mañana siguiente (28 de junio) me dirigí al lugar de ruptura, donde tan vivamente se había luchado la noche anterior. Encontramos a buen número de camiones llenos de cadáveres neozelandeses, destrozados por las bombas británicas. Aunque el grueso de las tropas enemigas se hallaba ahora hacia Fuka, Marsa Matruh seguía defendido por unidades de la 10.ª División hindú, la neozelandesa y la 50.ª inglesa, reforzadas por artillería y un regimiento de la 4.ª Brigada Acorazada recién llegado al frente. Las unidades, dispersas y peor organizadas que antes, seguían realizando renovados intentos para romper el cerco.
Las tropas de Matruh podían haber huido antes de que la carretera quedara cerrada. Pero parte de sus transportes habían sido utilizados para hacer más movible a la División Neozelandesa, que iba a cubrir el flanco. Sin embargo, muchos soldados se las compusieron para escapar durante la noche siguiente, aunque abandonando munición y pertrechos. El que parte de los mismos no pudieran lograrlo, subraya el parecer de Rommel acerca del valor de las formaciones plenamente motorizadas, aunque se equivoca al considerar como tales a las inglesas.
Hacia las cinco de la tarde, la 90.ª División Ligera, el 580.º Regimiento de Reconocimiento, el Kampfstaffel Kiehl y las unidades del XX y XXI Cuerpos italianos, recién llegados, se dispusieron al asalto. A pesar de la obstinada resistencia inglesa, el ataque frontal de la 90.ª División dio buenos resultados. La encarnizada lucha se prolongó toda la noche, mientras grupos de vehículos ingleses, grandes y pequeños, trataban continuamente de escapar. Muchos de ellos quedaron destruidos. En algunos lugares los británicos prendieron fuego a los camiones, con los cuerpos de sus camaradas dentro, y trataron de huir a pie. Debido a la claridad lunar, no nos fue difícil cercar a la mayoría de aquellos grupos. Enormes incendios se elevaban en la zona fortificada de Marsa Matruh.
29 junio 1942.
Queridísima Lu:
La batalla de Marsa Matruh ha sido ganada, y nuestras unidades de vanguardia se encuentran a sólo 200 Km. de Alejandría. Unos encuentros más y habremos alcanzado nuestra meta. Creo que lo más difícil ha pasado ya. Me encuentro bien.
Algunas acciones han exigido de nosotros esfuerzos incalculables. Pero existen momentos de calma en los que recobrarse del cansancio. Nos hallamos a 480 Km. al este de Tobruk. El sistema inglés de ferrocarriles y carreteras es excelente.
Por fin, a primera hora de la mañana siguiente, 29 de junio, la 90.ª División Ligera, por el este, y el Kampfstaffel Kiehl y el 580.° Regimiento de Reconocimiento, por el sur, se abrieron camino hacia la fortaleza. El fuego disminuyó paulatinamente, hasta cesar por completo. El botín fue enorme. Además de los grandes depósitos de víveres, cayó en nuestras manos material de todas clases, hasta formar el equipo de una división completa. Quedaron destruidos 40 tanques adversarios y 6.000 soldados ingleses pasaron a los campos de prisioneros. Nuestros soldados habían luchado otra vez con admirable valentía. Por desgracia los neozelandeses mandados por Freyberg lograron escapar. Esta división, a la que ya nos habíamos enfrentado en 1941-42, estaba considerada como una de las más selectas en el Ejército enemigo, y hubiese preferido verla encerrada en uno de nuestros campos, que libre y dispuesta a contenernos.
El último puerto fortificado del desierto occidental egipcio se hallaba en nuestro poder, y los ingleses habían sufrido, de nuevo, considerables pérdidas. Sin embargo, pudieron trasladar el núcleo de su infantería a El Alamein, donde desde hacía algún tiempo se estaban llevando a cabo considerables trabajos de fortificación. Las posiciones habían sido ocupadas ya por unidades de refresco. Inmediatamente después de la caída de Marsa Matruh puse otra vez en marcha a mis tropas. Planeamos atravesar el frente de Alamein mientras su organización fuese todavía incompleta y antes de que los restos del 8.º Ejército hubiesen montado la defensa. Aquella línea era el último bastión desde donde los ingleses podían oponerse a nuestro avance. Una vez conquistado, la ruta quedaba libre.
Las fuerzas empleadas en Marsa Matruh partieron en dirección este, en cuanto la fortaleza hubo caído. También la infantería italiana se puso en marcha hacia Fuka. Luego nuestros vehículos reanudaron su progresión. Al pasar ante el aeródromo de Bir Teifel Fukasch, balas de ametralladora empezaron a rebotar contra el suelo a nuestro alrededor. Inmediatamente me dirigí al Coronel Marcks, valeroso jefe de la 90.ª División Ligera, dándole instrucciones para que hiciese describir a su columna un giro hacia el sur. Sin embargo, pronto pudimos ver que había sido la «Littorio» la que hizo fuego sobre nosotros, confundiéndonos con ingleses en retirada. Amigos y enemigos no se distinguían ya, puesto que ambos bandos utilizaban los mismos vehículos. A mediodía supimos, por un mensaje interceptado, que los británicos abandonaban Haneish. Inmediatamente ordené que se rodeara a los «tommies», y un número considerable de ellos fue hecho prisionero. Varios kilómetros al sudeste de Fuka, la 90.ª División Ligera fue objeto de vivo fuego artillero inglés, procedente del sudeste y dirigido, al parecer, por vehículos de descubierta. Dichos vehículos fueron dispersados por unos cuantos cañones que situamos rápidamente en posición, después de lo cual el fuego disminuyó hasta desaparecer. Proseguimos nuestro avance. Kilómetros más allá tropezamos con franjas minadas, situadas entre los campos y ambos lados de la carretera. Pronto se produjeron estallidos bajo las ruedas de los vehículos de vanguardia. Después de que yo y unos cuantos más hubimos eliminado el peligro, la columna continuó su marcha. A la caída de la noche nos detuvimos a 10 Km. al oeste de El Daba. Fuertes explosiones se escuchaban hacia el este, lo cual nos causó desazón, por significar que los ingleses estaban volando unos depósitos cuyo contenido nos hubiera resultado inapreciable.
Hay momentos en que el lugar de un jefe no es a retaguardia, con su Plana Mayor, sino a la vanguardia de las tropas. Resulta insensato afirmar que el mantenimiento de la moral es tarea privativa del comandante de batallón. Cuanto más alto sea el rango, mayor es el efecto que se consigue con las acciones personales. Los soldados tienden a no sentirse en contacto con un jefe al que saben bien protegido en su Cuartel General. Lo que desean es verlo físicamente entre ellos. En momentos de pánico, fatiga, desorganización, o cuando se pidan esfuerzos extraordinarios a la tropa, el ejemplo del jefe obra maravillas, especialmente si ha tenido la habilidad de crear cierta aura de leyenda a su alrededor.
Durante el período que relato, los sacrificios exigidos a mis fuerzas resultan inimaginables. Los oficiales se veían obligados a aportar un continuo ejemplo y a servir de modelo a sus subordinados[64].
30 junio 1942.
Queridísima Lu:
Marsa Matruh cayó ayer, tras de lo cual el Ejército continuó su marcha hasta última hora de la noche. Nos encontramos a 80 Km. más al este, y a menos de 160 de Alejandría.
La mañana del 30 de junio supe que elementos avanzados de la 15.ª División Panzer habían llegado ya a un punto situado más allá de El Daba. Un gran botín había caído en manos del Áfrika Korps, incluyendo una batería inglesa de 150 mm., que inmediatamente fue puesta en acción. Por desgracia los italianos se hallaban de nuevo en apuros, y era ya casi medianoche cuando alcanzaron la zona al oeste de El Alamein.
Mientras realizaba un reconocimiento me tropecé con un par de camiones y un cañón ruso[65] al extremo sur de la línea telegráfica. Uno de los camiones estaba cargado, y en las cercanías se encontraban pistolas ametralladoras y fusiles. Al parecer, los ingleses habían sorprendido al grupo durante su sueño, haciéndolo prisionero. En El Daba encontramos, junto a la carretera, un gran depósito de víveres, en una de cuyas barracas instalamos nuestro puesto de mando. Sin embargo, los ataques de los cazabombarderos me decidieron a trasladarme más al este; pero también allí escuchamos pronto el tableteo de los aviones ingleses, que volaban a baja altura y que, al parecer, utilizaban nuevos aeródromos. En vista de ello, emprendimos un segundo traslado. Varios de nuestros vehículos habían sido incendiados.
Durante la tarde hablé del próximo ataque a El Alamein con varios de mis generales y jefes. Decidimos que se iniciara a las tres de la mañana siguiente. Entretanto, mis «africanos» afluían a las zonas de concentración. La misma tarde partí en mi coche hacia el este, en medio de una violenta tempestad de arena, encontrándome al Coronel Bayerlein, quien en su camino hacia el Cuartel General del Ejército había tropezado con las columnas de la 7.ª División Acorazada inglesa, que habíamos quebrantado antes.
Discutimos otra vez los pormenores del inminente ataque. Por la noche resultó claro que no podríamos adaptarnos al horario previsto, ya que las formaciones que lo llevarían a cabo habían sido hostigadas fuertemente por los ingleses en retirada, y además eran muchas las dificultades que ofrecía el terreno.