Como resultado de la situación en Francia a finales de 1940[14], tuve que interrumpir mi permiso navideño y dirigirme rápidamente, por carreteras cubiertas de nieve, hacia Burdeos, donde mi división estaba acantonada. Nada ocurrió, sin embargo, y no tuvimos que entrar en acción.
Siguieron semanas de intenso adiestramiento. Traté de recuperar de algún modo mis estropeadas vacaciones, tomándome un permiso a principios de febrero, pero tampoco pude conseguirlo, porque en mi segunda noche de permanencia en casa fui informado, por un ayudante del Cuartel General del Führer, de que debía interrumpir en seguida mi permiso y presentarme ante el Mariscal Von Brauchistch y el Führer, sin pérdida de tiempo.
El día 6 de febrero el Mariscal me informó de mi nueva tarea.
En vista de la situación altamente crítica, creada por nuestros aliados italianos, dos divisiones alemanas, una ligera y otra blindada, serían enviadas a Libia, para prestarles ayuda. Yo mandaría este Afrika Korps alemán, y debía ponerme en camino hacia Libia sin perder un instante, con el fin de proceder a un reconocimiento del terreno.
A mediados de febrero tendría lugar la llegada a África de los primeros contingentes. El traslado de la 5.ª División ligera quedaría completado a mediados de abril, y el de la 15.ª División Panzer, a finales de mayo.
Como condición básica para aportar dicha ayuda se fijó la de que el Gobierno italiano adoptase las medidas necesarias para defender Tripolitania en el sector del Golfo de Sirte, en una línea que corría al sur, desde las cercanías de Buerat, con el fin de asegurar el espacio necesario para el empleo de la Luftwaffe en África. Ello significaba una alteración del primitivo plan italiano, que se limitaba a la defensa de la línea de defensa de Trípoli. Las fuerzas motorizadas italianas en el Norte de África, serían colocadas bajo mi mando, mientras a mi vez quedaba subordinado al Mariscal Graziani.
Por la tarde me presenté ante el Führer, el cual me dio un informe amplio y detallado de la situación, notificándome que le había sido recomendado como el hombre que con mayor rapidez se adaptaría a las condiciones reinantes en el teatro de la guerra africano, tan distintas a las usuales. El principal ayudante del Führer, Coronel Schmundt, me acompañaría durante mi primer viaje de reconocimiento. Me aconsejaron concentrar mis tropas en una zona alrededor de Trípoli, para entrar en acción formando un solo Cuerpo. Por la noche el Führer me mostró cierto número de revistas ilustradas inglesas y americanas en las que se describía el avance de Wavell por Cirenaica. De especial interés resultaba la magistral coordinación demostrada entre fuerzas de tierra acorazadas, aviación y marina.
6 febrero 1941.
Queridísima Lu:
Hemos aterrizado en Staaken a la una menos cuarto. Primero estuve en el Ob. d. H. (Jefatura Superior del Ejército), que me nombró para mi nuevo cargo, y luego ante el F. (Führer). Los acontecimientos se precipitan. Está llegando mi equipo. Sólo puedo llevarme lo imprescindible. Quizás lo demás llegue pronto. No necesito decirte hasta qué punto mi cabeza es un torbellino, a causa de lo mucho que queda por hacer. Pasarán meses antes de que todo esto llegue a materializarse.
«Nuestro permiso» se ha visto interrumpido otra vez. No te pongas triste. Había de ocurrir así. Mi nuevo cargo es de mucha importancia…
7 febrero 1941.
Anoche dormí pensando en mi nuevo nombramiento. (Quizá sea un modo de curarme el reumatismo). Durante las próximas horas tendré que trabajar de firme, reuniendo cuanto me hace falta.
La mañana del 11 de febrero me presenté ante el General Guzzoni, Jefe de Estado Mayor del Comando Supremo (en Roma), donde el plan de trasladar la defensa de Tripolitania al Golfo de Sirte mereció la aprobación de todos. Se dieron instrucciones al General Roatta, jefe de Estado Mayor del Ejército italiano, para que me acompañara a Libia. Por la tarde partí en vuelo a Catania (Sicilia), donde me entrevisté con el General Geissler, jefe del 10.° Cuerpo de la Luftwaffe. Las últimas noticias de África eran muy graves. Wavell había tomado Bengasi, destruyendo la última división acorazada italiana, al sur de la ciudad, y disponiéndose a avanzar sobre Tripolitania. En realidad, no se esperaba ya más resistencia de los italianos. No resultaba improbable que durante los próximos días, las tropas de vanguardia inglesas alcanzaran los alrededores de Trípoli. Como la primera división alemana no estaría completa hasta mediados de abril, su ayuda llegaría demasiado tarde, si el enemigo continuaba su ofensiva. Era preciso hacer algo, sin pérdida de tiempo, para detener a los ingleses.
Solicité del General Geissler que atacara el puerto de Bengasi aquella misma noche, y a la mañana siguiente enviara bombarderos contra las columnas inglesas al sudoeste de la ciudad. Al principio, el General Geissler no quiso ni oír hablar de tal cosa. Al parecer, los italianos le habían rogado que no bombardeara Bengasi, porque muchos oficiales y funcionarios civiles poseían casas allí. Ante esto perdí la paciencia, y aquella misma noche el Coronel Schmundt comunicaba con el Cuartel General del Führer recibiendo autorización para continuar el plan. Horas más tarde los primeros bombarderos alemanes despegaban con la misión de interrumpir los suministros británicos a Bengasi.
Hacia las diez de la mañana siguiente (12 febrero) nuestro Grupo de Reconocimiento salió de Catania en dirección a Trípoli. Volando muy bajo sobre el mar, nos encontramos a numerosas escuadrillas de «Junkers» que regresaban de Trípoli, probablemente tras haber transportado suministros para las fuerzas aéreas que estaban ya en África. Hacia el mediodía aterrizamos en Castel Benito, al sur de Trípoli. El Teniente Heggenreiner, oficial de enlace entre el General alemán en Roma[15] y el Alto Mando italiano en el Norte de África, nos recibió con la noticia de que el Mariscal Graziani había dimitido su cargo de Comandante en Jefe, que pasaba a su jefe de Estado Mayor, General Gariboldi. Heggenreiner me informó brevemente acerca de la situación de las fuerzas italianas en África, describiéndome algunos desagradables incidentes ocurridos durante la retirada, o más bien la huida. Las tropas habían arrojado al suelo armas y municiones, trepando a vehículos ya muy cargados, en una desesperada tentativa para escapar hacia el oeste. Ello había conducido a escenas lamentables e incluso a algún fusilamiento. En los círculos militares de Trípoli la moral era muy baja. La mayoría de los oficiales italianos habían empaquetado ya sus pertenencias, y esperaban una rápida vuelta a la patria.
Hacia la una me entrevisté con el General Gariboldi, al que pasé a informar de mi misión. El plan de establecer la defensa en Sirte pareció entusiasmarle muy poco. Con la ayuda de un mapa le expliqué esquemáticamente mi plan de defensa de Tripolitania. Sus principales directrices eran: ni un paso atrás, poderosa ayuda aérea y poner a todo hombre disponible a la defensa del sector de Sirte, incluyendo a los primeros contingentes alemanes, en cuanto hubieran desembarcado. Estaba convencido de que si los ingleses no observaban oposición por nuestra parte, continuarían su avance, pero que si nos mostrábamos dispuestos a presentarles batalla, se abstendrían de ello hasta haber reunido los aprovisionamientos necesarios. Con el tiempo ganado de este modo, esperaba rehacer nuestro potencial hasta hacerlo lo suficiente fuerte como para rechazar cualquier ataque enemigo.
Gariboldi parecía muy escéptico. Estaba deprimido por la reciente derrota, y me aconsejó que antes de hacer nada echara un vistazo a la región de Sirte, porque, como acababa de llegar, era imposible que imaginara sus múltiples dificultades. Puse de relieve, con la máxima energía, que no podríamos ayudarles si antes no se mostraban decididos a mantenerse en Sirte. «—No tardaré mucho en conocer esa comarca—, añadí. Esta tarde la observaré desde el aire, y por la noche informaré al Alto Mando».
En vista de la tensión reinante, así como de la apatía de los jefes italianos, decidí apartarme de las instrucciones recibidas y, tras un reconocimiento del terreno, hacerme cargo del mando con la máxima rapidez, a lo máximo después de la llegada del primer contingente alemán. El General Rintelen, al que en Roma había insinuado algo al respecto, me aconsejó que desistiera, porque, según él, me exponía a perder honor y reputación de un solo golpe.
Aquella tarde, nuestro «Heinkel III» nos llevó al Coronel Schmundt y a mí sobre el suelo de África. Tras volar sobre las fortificaciones de campaña y los profundos fosos antitanques, al este de Trípoli, atravesamos una franja de arena que parecía ofrecer dificultades, tanto para los vehículos de ruedas como para los de cadenas, formando, por lo tanto, un buen obstáculo natural frente a la plaza. El vuelo prosiguió por la región ondulada, entre Tarhuna y Homs, tampoco muy favorable para el avance de tropas motorizadas, a lo que pudimos ver. La llanura entre Homs y Misurata parecía, por el contrario, un terreno ideal. La Vía Balbia extendíase hasta el horizonte como una franja negra, a través de un paisaje desolado, en el que no se observaba la presencia de árboles ni arbustos. Pasamos Buerat, pequeño fuerte del desierto, con unas chozas y un campo de aterrizaje, y finalmente describimos un círculo sobre las blancas casas de Sirte, viendo tropas italianas ocupando posiciones al este y sudoeste de la localidad.
Aparte de los pantanos salitrosos entre Sirte y Buerat, que se extendían unos kilómetros hacia el sur, no existía ni un solo accidente del terreno, ni un barranco o valle que rompiera la monotonía del paisaje. Aquel vuelo me reafirmó en mi plan de fortificar Sirte y el país a cada lado de la carretera, reservando las fuerzas motorizadas para la defensa móvil.
Cuando, por la noche, nos entrevistamos con el General Gariboldi, para informar acerca del resultado de nuestra observación, nos encontramos con que había llegado el General Roatta, trayendo las últimas directrices del Duce. A partir de aquel momento, nada se oponía a mi plan.
Al día siguiente, el 10.° Cuerpo de Ejército italiano, consistente en las Divisiones Brescia y Pavia, avanzaría hasta la zona Sirte-Buerat, estableciendo la defensa de la misma. Tras ella seguiría la Ariete, que por aquel entonces poseía tan sólo sesenta tanques de modelo completamente anticuado (muy ligeros, y ya utilizados en otros tiempos para perseguir a los indígenas por Abisinia). con el propósito de establecerse al oeste de Buerat. De momento éstas eran las únicas fuerzas de que podíamos disponer. El movimiento de las mencionadas unidades constituyó una preocupación inmensa para el mando italiano, que no disponía de transportes suficientes para aquel trayecto de 400 Km. entre Trípoli y Buerat.
En consecuencia, no podíamos esperar que dichas formaciones llegaran con rapidez al frente, y ello significaba que las únicas fuerzas con las que podíamos contar, por el momento, para contener al enemigo —aparte de la débil guarnición italiana de Sirte— eran las de la Luftwaffe alemana. El jefe de la misma en África, General Frólich, debía, pues, empezar su tarea, pero no sin que antes le explicara de manera tajante lo que su acción significaba para el futuro de la guerra en aquellos territorios. Se pidió ayuda al jefe del 10.° Cuerpo Aéreo. A pesar de los limitados efectivos de que ambos disponían, pusieron manos a la obra con gran eficacia, trabajando día y noche para sacarnos del apuro, y no sin éxito, ya que el Ejército del General Wavell hubo de detenerse ante El Agheila.
Días más tarde volé hacia Sirte para realizar una inspección de las fuerzas italianas que mantenían allí la línea. Los efectivos ascenderían quizás a un regimiento, bien dirigido por el Comandante Santa María y el Coronel Grati. Dicha unidad era la única que oponer a los ingleses. Fácilmente se comprenderá, pues, nuestra inquietud. El resto de los efectivos se encontraba a más de 300 Km. al oeste.
Gracias a mi renovada insistencia, la primera división italiana se puso en marcha hacia Sirte el 14 de febrero. Aquel mismo día las unidades alemanas empezaban a llegar a Trípoli. Eran el 3/ Batallón de Reconocimiento, y otro de antitanques. Ante una situación tan peligrosa, apresuré el desembarco, ordenando que prosiguiera durante la noche, a la luz de numerosos focos, aunque ello significara correr el riesgo de un ataque aéreo.
La descarga nocturna de un transporte de 6.000 toneladas constituyó un record para el puerto de Trípoli. A primeras horas de la mañana siguiente los soldados recibieron su equipo tropical, y a las once formaban en la plaza, frente al palacio del Gobierno. Su aspecto irradiaba absoluta confianza en la victoria, y el cambio de atmósfera que acababa de operarse en Trípoli no pasó inadvertido a los habitantes de la ciudad. Tras un breve desfile, el Barón Von Wechmar (jefe del 3.er Batallón de Reconocimiento) partió con sus hombres hacia Sirte, llegando al frente veintiséis horas después. El día 16 tropas de reconocimiento alemanas acopladas a la columna Santa María realizaron su primera acción contra el enemigo. Me hice cargo del mando en el frente. El Coronel Schmundt había regresado al Cuartel General del Führer unos días antes.
14 febrero 1941.
Todo marcha tan bien como es de desear. Espero salir airoso. Me encuentro muy bien. No debes preocuparte por nada. Me espera un trabajo enorme. Ya he realizado una buena inspección de todo esto.
17 febrero 1941.
Todo marcha espléndidamente para mí y los míos bajo este espléndido sol. Mis relaciones con el mando italiano son muy buenas. No podía esperar mejor cooperación.
Los muchachos se encuentran ya en el frente, situado a 500 Km. más al este. Por lo que a mí respecta (los ingleses), pueden venir cuando quieran.
En mis vuelos diarios entre Trípoli y el frente llegué a conocer muy bien Tripolitania desde el aire, admirando profundamente las dotes colonizadoras de los italianos, que habían dejado marcadas sus huellas por todo el país, en especial alrededor de Trípoli, Tarhuna y Homs.
A partir de mi llegada, cada día marchaban más columnas italianas y alemanas hacia el frente. A pesar de las advertencias italianas en sentido contrario, el jefe de la intendencia en África (Mayor Otto), militar de primera clase, organizó el suministro a lo largo de la costa por medio de buques de poco calado, aligerando de este modo la presión que soportaban nuestras columnas de camiones. Por desgracia, los italianos no habían construido un ferrocarril, que en estas circunstancias nos hubiera sido de inmensa utilidad.
Con el fin de parecer lo más fuertes posible y obligar a la prudencia a los ingleses, hice fabricar en los talleres del sur de Trípoli gran cantidad de tanques de madera, que se montaron sobre automóviles «Volkswagen» (coche popular alemán), y cuyo aspecto era idéntico al de los verdaderos. El 17 de febrero el enemigo se mostró muy activo, y temí que prosiguiera su ofensiva hacia Trípoli. Dicha impresión quedó incrementada cuando el 18 se señaló la presencia de más unidades inglesas entre El Agheila y Agedabia. Para darles impresión de actividad por nuestra parte, decidí hacer avanzar al 3/ Batallón de Reconocimiento, reforzado por el Batallón Santa María y el 39.° de Antitanques, hasta la zona de Nofilia, con instrucciones de establecer contacto con el enemigo.
El 24 de febrero tuvo lugar el primer choque entre tropas alemanas e inglesas en África. Dos vehículos de exploración enemigos, un camión y un automóvil quedaron destruidos, capturándose a dos soldados y un oficial, sin que por nuestra parte sufriéramos ninguna baja. Entretanto, los movimientos de más unidades de la 5.ª División ligera en dirección al frente, prosiguieron de acuerdo con lo planeado anteriormente.
La actitud de los ingleses seguía pareciéndonos sospechosa, y con el fin de aclararla, el General Streich, jefe de la División ligera —que mandaba ahora el sector— avanzó, el 4 de marzo, hasta el desfiladero de Mugtaa, cerrándolo con minas, sin observar rastro del enemigo.
Aquel avance nos permitió ocupar una zona de importancia, al tiempo que fortalecía nuestra situación. La laguna salitrosa, conocida con el nombre de Sebcha el Chebira, se extiende allí en una extensión de 32 Km. al sur de la Vía Balbia, y es impracticable para los vehículos, excepto en algunos lugares que pronto quedaron minados. Hubiera sido posible rechazar ahora cualquier ataque frontal y, por otra parte, no era de esperar un movimiento envolvente que obligara al enemigo a larga y penosa marcha por comarcas arenosas. En Mugtaa nos encontrábamos a 800 Km. de Trípoli. Habíamos ganado para nuestro tráfico el pequeño puerto de Ras el Ali, que, al igual que otros muchos lugares con nombres pintorescos, no era más que un paraje desolado y misérrimo, y la intendencia empezó bien pronto a enviar suministros.
Marcha de aproximación hacia El Agheila (24 de Febrero - 24 de Marzo).
5 marzo 1941.
Queridísima Lu:
Acabo de regresar de un viaje de dos días —o mejor dicho, un vuelo— al frente, que se encuentra ahora a 720 Km. al este. Todo continúa bien.
Tengo mucho que hacer. No puedo dejar esto ni un instante, porque mi responsabilidad es grave. Son muchas las cosas que dependen de mi iniciativa y decisión. Espero hayas recibido algunas cartas mías.
Mis tropas se encuentran en camino. Lo único que aquí cuenta es la velocidad. El clima me sienta a la perfección. Esta mañana incluso «me he dormido» hasta después de las seis…
Se ha celebrado una proyección extraordinaria de Victoria en el Oeste. Al dar la bienvenida a los invitados, algunos de ellos acompañados de sus señoras, les dije que esperaba algún día proyectar otra con el título de Victoria en África…
Nuestras operaciones contra Mugtaa obligaron a los ingleses a retirarse hacia el este, y supusimos que el grueso de sus tropas debía encontrarse alrededor de Agedabia y a lo largo de la costa hacia Derna.
Las fuerzas inglesas habían quedado reducidas, en número y calidad, mucho más de lo que Rommel podía suponer. A finales de febrero la 7.ª División Acorazada había sido mandada a Egipto para descansar y reorganizarse, ocupando su lugar la mitad de la 2.ª División Acorazada, enteramente bisoña, mientras el resto pasaba a Grecia. La 6.ª División australiana había sido reemplazada por la 9.ª de idéntica procedencia, pero parte de la misma fue retenida en Tobruk, a causa de dificultades en el aprovisionamiento. Además de carecer de experiencia, las nuevas formaciones habían sido despojadas de buena parte de su equipo y sus transportes en beneficio de la expedición a Grecia. Además, O'Connor había vuelto a Egipto, siendo substituido por el General Nearae, sin experiencia de la guerra mecanizada en el desierto.
Al aceptar tales riesgos para prestar el «máximo apoyo» a la aventura griega, Wavell se basaba en la creencia de que «los italianos de Tripolitania podían ser considerados como inexistentes, mientras los alemanes no aceptarían el riesgo de mandar grandes núcleos de tropas acorazadas a África, en vista de la ineficacia de la marina italiana». Había acertado, en general, por lo que respecta a la actitud del Alto Mando alemán, y también en su suposición de que sólo el equivalente a «una brigada acorazada» (el 5.º Regimiento Panzer) había sido ya desembarcado. Razonando normalmente, Wavell podía afirmar el 2 de marzo: «No creo que con tales fuerzas el enemigo trate de reconquistar Bengasi». Pero un juicio tal no servía con un hombre como Rommel.
Las tentativas enemigas para estrangular nuestros suministros por medio de acciones navales en el Mediterráneo y ataques aéreos contra Trípoli no consiguieron éxitos apreciables. El 11 de marzo el 5.° Regimiento Panzer acabó su desembarco en Trípoli. Aquella fuerza, con sus por entonces modernísimos equipos, causó tremenda impresión en los italianos[16].
El 13 de marzo me trasladé a Sirte con mi Cuartel General para situarme más cerca del frente. Mi plan original consistió en volar hacia Sirte en un Ghibli[17] junto con mi Jefe de Estado Mayor. Sin embargo, apenas partidos, tropezamos con tormentas de arena cerca de Tauorga, en vista de lo cual el piloto, haciendo caso omiso de mis invectivas, por las que trataba de hacerle continuar el vuelo, dio media vuelta, obligándome a continuar en automóvil desde el aeródromo de Misurata. Comprendimos entonces hasta qué punto desconocíamos la tremenda fuerza de tales tempestades. Inmensas nubes de polvo rojizo impedían la visibilidad, haciendo que el coche avanzara a una marcha muy lenta. A veces el viento era tan fuerte, que no se podía circular por la Vía Balbia. La arena chorreaba por el parabrisas como agua. Respirábamos penosamente, sosteniendo el pañuelo ante nuestra nariz, y el calor era tan intenso, que sudábamos copiosamente. ¿De modo que aquello era el ghibli? Interiormente hube de pedir excusas al piloto. Aquel mismo día un oficial de la Luftwaffe se estrelló contra el suelo, a causa de la tormenta.
El 15 de marzo una fuerza mixta, compuesta de alemanes e italianos, bajo el mando del Conde Schwerin, salió de Sirte hacia Murzuch (unos 700 Km. al sur). El Alto Mando italiano nos había rogado emprender aquella operación, porque las tropas del General De Gaulle, en el sur de Libia, habían empezado a constituir una seria molestia. Por lo que a nosotros se refería, el propósito principal del movimiento consistía en adquirir experiencia para las largas marchas, y en particular, probar la eficacia de nuestros equipos para las condiciones de la guerra en África. Poco después el grueso de la División Brescia llegaba al frente, en Mugtaa, y la 5.ª División Ligera quedaba libre para llevar a cabo una campaña de movimiento.
El 19 de marzo me trasladé al Cuartel General del Führer, para informar y recibir nuevas instrucciones. El Führer me otorgó las Hojas de Roble, por la gesta de la 7.ª División Panzer en Francia. El Jefe del Ejército (von Brauchitsch) me informó de que no existía la intención de descargar un golpe decisivo en África, al menos por entonces, y de que, por el momento, no esperara refuerzos. Después de la llegada de la 15.ª División Panzer, a finales de mayo, debía atacar y destruir al enemigo en los alrededores de Agedabia. Quizá pudiera ser tomado Bengasi. Señalé que no debía ocuparse solamente la ciudad, sino también todo Cirenaica, ya que la zona de Bengasi no era capaz de sostenerse por sí sola. No me sentí satisfecho ante los esfuerzos del Mariscal von Brauchitsch y del Coronel General Halder para reducir el número de tropas mandadas a África, y dejar a la ventura dicho teatro de la guerra. La momentánea debilidad inglesa en el norte de África debía ser explotada con la mayor rapidez, a fin de ganar la iniciativa de una vez para siempre.
1941. Si alguna vez existió una posibilidad de que tal operación triunfara, fue a raíz de que el Cuerpo Divisionario inglés hubo perdido su material en el reembarque. A partir de entonces la operación se fue haciendo cada vez más difícil. Sin embargo, era preciso efectuarla, si se quería ganar la guerra contra Inglaterra.
Antes de mi marcha había dado instrucciones a la 5.ª División ligera para que preparase un ataque contra El Agheila, a efectuar el 24 de marzo, con objeto de tomar el aeródromo y el fortín, eliminando a su guarnición. El Oasis de Marada, a cierta distancia hacia el sur, había sido ocupado poco antes por una fuerza mixta ítalo-germana. Dichas tropas debían ser sostenidas allí, pero nuestras columnas de aprovisionamiento eran constantemente hostigadas por los ingleses desde El Agheila.
Poco después de mi regreso, el 3.er Batallón de Reconocimiento conquistó, a primeras horas de la mañana del 24, el fortín, los depósitos de agua y el aeródromo de El Agheila. La guarnición, muy débil, había minado profusamente la zona, y pudo retirarse ante nuestro ataque.
Tras la captura de El Agheila, los puestos avanzados ingleses se replegaron sobre el desfiladero de Mersa el Brega, según informaciones de nuestras fuerzas aéreas.
26 marzo 1941.
Queridísima Lu:
Hemos pasado nuestro primer día de playa. El lugar es muy pintoresco, y el estar en mi vivienda rodante resulta casi tan cómodo como encontrarse en un hotel. Hace un calor muy agradable, y nos bañamos por las mañanas. Aldinger y Günter (respectivamente, ayudante y asistente de Rommel) viven en una tienda cercana. Por las mañanas hacemos café en nuestra cocina. Ayer un General italiano, Calvi de Bergolo, me regaló un «burnús». Se trata de una pieza magnífica, azul obscuro, adornada con seda roja y bordados. Te sentaría muy bien para actuar en un escenario…
Pocas novedades del frente. He de contener a las tropas para que no avancen espontáneamente. He ocupado una nueva posición a 32 millas al este. Nuestros amigos italianos pondrán mala cara.