Capítulo II: El cerco se cierra

El empuje de la ofensiva finalizó para Rommel con la conquista de Cambrai, ya que el 16 de mayo los Ejércitos aliados en Bélgica habían empezado a abandonar su línea avanzada, y el 18 el ala derecha de las fuerzas acorazadas alemanas entabló combate con fuerzas que el l.º Ejército francés había mandado para cubrir la retaguardia. El terrible impacto de los Panzer había eliminado a dichas fuerzas en el último momento, desde Le Cáteau a Cambrai, pero la creciente resistencia y la amenaza del flanco causaban preocupación al Alto Mando alemán. Así, mientras los Cuerpos Guderian y Reinhardt seguían hacia el oeste, el de Hoth (del que formaba parte la división de Rommel) se detuvo mientras llegaban refuerzos de infantería, que se hicieron cargo de la protección del flanco norte.

El relato de Rommel de las dos siguientes jornadas puede ser resumido brevemente. Tras haber cubierto el espacio entre Le Cáteau y Cambrai, hizo una pausa para reorganizarse y esperar pertrechos, así como para proporcionar a los soldados un merecido descanso. Había planeado proseguir el avance al anochecer del 19, con intención de alcanzar el terreno elevado al sudeste de Arras.

A última hora de la tarde estaba discutiendo el proyecto, con su Plana Mayor, en el Cuartel General divisionario, cuando el jefe del Cuerpo, General Hoth, apareció súbitamente, ordenando un aplazamiento, basándose en que las tropas estaban exhaustas por sus esfuerzos de las jornadas anteriores. Rommel no compartía la opinión de Hoth. «—Las tropas llevan veinte horas detenidas —dijo—, y un ataque nocturno a la luz de la luna nos ocasionará menos bajas». Hoth acabó por acceder.

El ataque hacia Arras empezó a la una cuarenta de la madrugada del día 20, y Rommel acompañó a la punta de lanza de los tanques, que a las seis llegaban a Beaurains (4 Km. al sur de Arras). Pero los regimientos motorizados de fusileros no siguieron la infiltración tan de cerca como se había planeado, y el general hubo de retroceder en su blindado para hacer que se apresuraran…, encontrándose con que los franceses habían cortado su línea de comunicación. Durante algunas horas su situación fue sumamente apurada, hasta que la normalidad quedó restablecida con la llegada de un regimiento de infantería acompañado de cañones. Estas tropas se situaron a la defensiva al sur de Arras, tras haberse recibido noticias de que cierto número de divisiones francesas y británicas estaban concentradas alrededor de la ciudad.

El día 21 la 7.ª División Panzer debía avanzar rodeando Arras, hacia el noroeste, con la División S.S. Totenkopf a su flanco izquierdo, mientras la 5.ª División Panzer avanzaba por el este de Arras. Protegiendo con la artillería su flanco expuesto, Rommel situó esta vez a su Batallón Acorazado de Reconocimiento entre el Regimiento Panzer que formaba la punta de lanza y los regimientos de fusileros que venían detrás, con el fin de asegurarse las comunicaciones y mantener libre la carretera. Tales precauciones quedaban por demás justificadas, según demuestra la continuación del relato.

Hacia las tres de la tarde di orden al Regimiento Panzer para acometer. Aunque los elementos blindados estaban por aquel entonces bastante reducidos, debido a pérdidas y averías, resultó un modelo de ataque. Cuando observé los resultados quedé convencido de que el avance de la 7.ª División Panzer sería tan decisivo como las acciones de los días precedentes. Había pensado acompañar a los tanques, junto con el Teniente Most, mis enlaces, coche blindado y vehículo de comunicaciones, dirigiendo la operación por medio de la radio, pero los regimientos de infantería eran tan lentos, que hube de retroceder para ponerme en contacto con el 7.° de Fusileros y hacer que se apresuraran. No encontré a aquél por ningún sitio. A kilómetro y medio al norte de Ficheuz nos tropezamos casualmente con parte del 6.°, y tras haber seguido a la columna que formaba, torcimos hacia Wailly. A 1 Km. al este del pueblo se nos hizo fuego de cañón desde el norte. Una de nuestras baterías de obuses estaba ya en posición en la salida norte disparando sobre tanques enemigos que atacaban hacia el sur, procedentes de Arras.

Este ataque había sido organizado apresuradamente por los jefes aliados, en una tentativa para romper el cerco que se cerraba rápidamente sobre sus ejércitos en Bélgica. La 5.ª y la 50.ª Divisiones inglesas partieron hacia el sur de Arras, junto con la 1.ª Brigada de Tanques (para infantería), mientras los franceses intentaban cooperar con dos divisiones rqecanizadas y dos de infantería. El ataque tardó más en organizarse de lo que se había supuesto, y fue lanzado antes de que su montaje quedara acabado. El 20, por la mañana, el Cuerpo Guderian penetraba en Amiens, y por la noche llegaba al mar cerca de Abbeville, cortando las líneas de abastecimiento y descargando un golpe mortal sobre los Ejércitos aliados.

Apremiado por la necesidad, el comandante inglés decidió iniciar el ataque sin esperar más tiempo a los franceses. En realidad se emplearon sólo dos batallones de tanques (el 4.° y el 7.° R.T.R., con setenta y cuatro carros en total), apoyados por otros dos de infantería. Parte de la 3.ª División Motorizada Ligera francesa (setenta tanques) cooperó en el flanco derecho.

Como se disparaba sobre nosotros con ametralladoras, y la infantería habíase parapetado a la derecha, Most y yo nos lanzamos con los carros blindados hacia las piezas. Los servidores de éstas parecían convencidos de terminar rápidamente con nosotros, porque maniobraron con toda calma, lanzando una salva tras otra, sin preocuparse por el fuego con el que se les contestaba. Rebasándolas, llegamos a Wailly, desde donde llamamos al resto de los vehículos. El fuego de los tanques enemigos había creado caos y confusión entre nuestras tropas, que se hallaban en el pueblo, y las unidades se apelotonaban en caminos y cercados, con sus medios de transporte, en vez de proseguir la acción con todas las armas disponibles, rechazando al enemigo que parecía intentar un ataque. Tratamos de poner orden. Tras haber notificado al Cuartel General divisionario la crítica situación creada en Wailly y sus alrededores, nos dirigimos a un monte situado a 1 Km. hacia el oeste de la localidad, donde encontramos un destacamento de antiaéreos ligeros y varios antitanques, parapetados en barrancos y ocultos en un bosque, perfectamente a cubierto. A unos 1.200 m. al oeste de nuestra posición, los tanques enemigos, llevando en cabeza a uno de gran tamaño, habían cruzado la vía férrea Arras-Beaumetz, destruyendo a uno de nuestros «Panzer III», mientras otros avanzaban por la carretera, desde Bac du Nord y a través de la vía hacia Wailly. La situación era extremadamente crítica, porque también había tanques enemigos muy cerca de Wailly, Por el lado norte. Los sirvientes de una batería de obuses que se encontraban a cierta distancia abandonaron las piezas, emprendiendo la retirada junto con la infantería. Con ayuda de Most conseguí que los cañones reanudaran sus disparos, a la máxima velocidad, contra los tanques. También antitanques y antiaéreos recibieron orden de abrir fuego, y personalmente indiqué el objetivo a cada pieza. Teniendo tan cerca a los blindados enemigos, sólo una extrema rapidez podía salvar la situación. Corrimos de una pieza a otra. Las objeciones de sus jefes, para los cuales la distancia era aún demasiado grande, quedaron eliminadas. Mi propósito no era otro que el de detener a los blindados por medio de una cortina de proyectiles. Pronto conseguimos eliminar a los que marchaban en cabeza. A unos 150 m. al oeste de nuestro bosquecillo, un Capitán inglés saltó de un carro pesado y avanzó tambaleándose hacia nosotros, con los brazos en alto. El conductor estaba muerto. También en las cercanías de la batería de obuses el fuego de nuestros antitanques y antiaéreos consiguió detener al enemigo —no obstante la distancia, superior a los 1.200 e incluso 1.500 m—. y obligarle a emprender la huida.

Dirigimos entonces el fuego contra los carros que atacaban desde Bac du Nord, consiguiendo mantenerlos a raya, incendiando a algunos, averiando otros y obligando por fin al resto a retirarse. Aunque durante el curso de la acción sufrimos nutrido fuego, los sirvientes de las piezas actuaron admirablemente. Parecía haber pasado lo peor, cuando Most se contrajo detrás de una pieza antitanque de 20 mm., muy cerca de mí. Estaba mortalmente herido, y la sangre le salía en abundancia por la boca. En aquellos momentos nadie disparaba, aparte del cañón a que me refiero. Sin embargo, el enemigo reanudó su bombardeo de nuestras posiciones en el bosque. Nada podía hacerse por Most, y el pobre falleció antes de que pudiéramos transportarlo a lugar cubierto tras de la posición. La muerte de aquel valeroso soldado me emocionó profundamente.

Entretanto, un violento combate se había iniciado, en la región Tilloy-Beaurains-Agny. Fuerzas acorazadas poderosas, salidas de Arras, atacaban al l.º Batallón del 6.º Regimiento de Fusileros, que avanzaba por aquel sector, infligiéndole cuantiosas pérdidas en hombres y material. El escaso calibre de los antitanques, que desplegamos con toda rapidez, nada pudo contra las gruesas corazas de los tanques británicos. Sometidos a intenso fuego artillero, la mayoría quedaron destruidos, y eliminados sus sirvientes, mientras los tanques avanzaban arrollándolos. Muchos de nuestros vehículos fueron incendiados. Las unidades de las S.S. que se hallaban en las cercanías tuvieron también que replegarse hacia el sur, ante el empuje de los blindados. Finalmente la artillería divisionaria y las baterías antiaéreas de 88 mm. consiguieron detener la presión adversaria al sur de la línea Beaurains-Agny. Veintiocho tanques enemigos quedaron destruidos por la artillería, mientras los antiaéreos se anotaban uno pesado y siete ligeros.

Mientras tenía lugar este duro encuentro alrededor de los Regimientos de Fusileros 6.° y 7.°, el 25.° Regimiento Panzer, de Rothenburg, había alcanzado su objetivo en atrevida incursión, y esperaba en vano la llegada del Batallón de Reconocimiento y de los regimientos de fusileros. Hacia las siete de la tarde ordené al Regimiento Panzer que girara hacia el sudeste, con el fin de establecer contacto, por el flanco y retaguardia, con los blindados enemigos que avanzaban hacia el sur, procedentes de Arras. Durante esta operación, el Regimiento Panzer tropezó con fuerzas enemigas superiores, compuestas de tanques pesados y ligeros, así como cañones, al sur de Agnez. Inicióse un encarnizado encuentro, en el curso del cual el Regimiento Panzer destruyó siete carros pesados enemigos y seis piezas antitanques, arrollando la posición enemiga, aunque a cambio de perder tres «Panzer IV», seis «Panzer III» y cierto número de carros ligeros[10].

Este choque sembró tal confusión en las filas adversarias, que, a pesar de su superioridad numérica, se retiraron hacia Arras. La lucha cesó al caer la noche. Entretanto, la situación al noroeste de Wailly había quedado restablecida por completo.

El ataque francés relatado por Rommel constituyó uno de los más serios intentos de los ejércitos cercados para liberarse antes de que llegara el fin, y aunque pequeño en escala, constituyó una seria sorpresa para los alemanes.

Ello se debió más al espesor de las corazas que a la penetración del avance. Los ingleses emplearon tanques lentos, pero poderosos, destinados a la infantería y denominados «Matildas». Poseían en total cincuenta y ocho pequeños «Mark I», armados solamente con ametralladoras, y dieciséis del último modelo, algo mayor, de «Mark II», con un cañón que lanzaba proyectiles de 2 libras. Su velocidad máxima era de 24 Km. por hora, pero tenían un blindaje de 75 mm. y resultaban inmunes a los antitanques germanos de 37 mm. e incluso a ciertos proyectiles de artillería. Los tanques franceses denominados «de caballería» (Somuas) eran más rápidos y de coraza más débil, aunque no tanto como la de los alemanes.

El ataque británico con tanques —no superiores en número a los del enemigo— se vio obstaculizado por el escaso apoyo de la infantería, el casi nulo de la artillería y la carencia de aviación. Fueron estas deficiencias las que obligaron a suspenderlo, tras unos comienzos muy alentadores, e iniciar la retirada después.

Pero su efecto moral sobre el Alto Mando germano resultó notable, aunque desproporcionado a su resultado material. Discutiendo, después de la guerra, la campaña de 1940, el Mariscal von Rundstedt dijo: «—Un momento crítico surgió a causa del contraataque inglés al sur de Arras, el 21 de mayo, cuando ya con mis fuerzas había alcanzado el Canal. Temimos que nuestras divisiones acorazadas quedaran aisladas antes de que las de infantería pudieran acudir en su ayuda. Ningún contraataque francés constituyó tan seria amenaza como éste». Kluge y Kleist se sintieron especialmente afectados. El primero opinó que debía detenerse toda acometida posterior al oeste de Arras, hasta que la situación se hubiera estabilizado. También Kleist mostrábase nervioso y precavido. Así es que cuando Guderian torció hacia el norte desde Abbeville, el día 22, dirigiéndose a Boulogne, Calais y Dunquerque, vióse obligado a frenar su marcha, bajo órdenes de Kleist.

El día 24 los Cuerpos Guderian y Reinhardt hubieron de detenerse, por orden de Hitler, cuando se encontraban apenas a 16 Km. de Dunquerque, único puerto por el que los ingleses podían escapar a la trampa. Dicha trascendental orden no fue expresada hasta después de la visita de Hitler a Runstedt, el cual se sentía influenciado por las cautelosas opiniones de Kluge y Kleist. Cuando, dos días más tarde, se levantó la prohibición de avanzar, la posibilidad de impedir la huida de los ingleses se había desvanecido, ya que aquéllos tuvieron tiempo de establecer una coraza alrededor del puerto.

23 mayo 1940.

Queridísima Lu:

Tras haber dormido unas horas, creo llegado el momento de mandarte unas líneas. Me encuentro perfectamente en todos los aspectos. Mi división ha obtenido un éxito completo. Dinant, Philippeville, la ruptura de la Línea Maginot, y el avance de 65 Km. en una sola noche, a través de Francia, hacia Le Cáteau, y luego Cambrai, Arras, etcétera, siempre a la cabeza de las otras unidades. La caza ha terminado, y sesenta divisiones inglesas, francesas y belgas se encuentran cercadas. No te preocupes por mí. A mi entender, la guerra habrá terminado en Francia dentro de quince días.

26 mayo 1940.

Nos hallamos frente a Bethune. Mi forma es espléndida. Desde luego, no paro un momento en todo el día. Pero la guerra terminará dentro de una quincena. El tiempo es hermoso, aunque quizá con demasiado sol.

28 mayo 1940.

Un día o dos de inactividad nos han hecho mucho bien. La división ha perdido hasta ahora 27 oficiales muertos y 33 heridos, y 1,500 soldados entre muertos y heridos. Las bajas se elevan, pues, a un 12 por 100, muy poco si se consideran los resultados obtenidos. Lo peor ha pasado. No creo que tropecemos con resistencia a partir de ahora, porque el enemigo ha recibido un buen vapuleo. La comida, la bebida y el sueño vuelven a formar parte de nuestra rutina. Schraepler ha regresado. Su substituto resultó muerto a un metro de donde yo estaba.

El 22 y el 23 de mayo Rommel avanzó rodeando los arrabales de Arras, y bajo la amenaza de quedar arrolladas por el flanco, las fuerzas inglesas fueron retiradas la noche del 23 hacia la línea del Canal (29 Km. al norte) que corre a través de La Bassée y Bethune hasta Gravelines y el mar, al sudoeste de Dunquerque. El 24 llegó la orden de Hitler obligando a las fuerzas blindadas a detenerse en esta línea. Rommel empleó los dos días siguientes en reorganizar su división, parte de la cual había quedado severamente castigada por el ataque inglés del 21.

La cancelación de la orden por parte de Hitler, el día 26, coincidió con el propósito inglés de retirarse por mar utilizando el puerto de Dunquerque. La mayor parte de las fuerzas que guarnecían el Canal se estaban trasladando más al norte, con el fin de reforzar la línea de Bélgica, donde el Grupo de Ejércitos Bock estaba presionando con tanto vigor, que las tropas belgas se derrumbaron y capitularon al día siguiente.

En cuanto se pudo reanudar el avance, Rommel renovó su marcha hacia el norte, en dirección a Lille, con ánimo de dividir a las fuerzas aliadas que aun defendían la ciudad y se encontraban al este de la misma.

Durante esta fase de la campaña los jefes aliados, cuyas líneas de comunicación habían quedado cortadas, se inclinaron a exagerar la gravedad de la situación. Pero en el «otro lado» las cosas adoptaban un aspecto muy distinto, según demuestra el relato de Rommel. Las dificultades con que tropezó al forzar el paso del canal de La Bassée resultan notables, si se las compara a las del paso del Mosa, a causa de la escasa defensa existente. Solamente un batallón inglés guarnecía aquel sector en el momento del ataque.


Movimientos de la División de Rommel en torno de Arras y Lille.

Según informaciones transmitidas por los observadores aéreos, llegados a mi Cuartel General el 26 de mayo, el enemigo se retiraba por el norte del canal, en dirección noroeste. Inmediatamente pedí permiso al Cuerpo de Ejército para formar aquella misma tarde una cabeza de puente, permiso que me fue concedido con rapidez.

Toda la tarde la pasé con las tropas en el canal. A pesar de haber sufrido muchas bajas por la actividad de los francotiradores, el 37.° Batallón de Reconocimiento consiguió, con ayuda artillera, colocar patrullas blindadas hasta la misma orilla, pero la fuerte resistencia enemiga impidió la creación de una cabeza de puente. Sin embargo, el 7.° Regimiento de Fusileros consiguió un éxito notable al instalar elementos de sus dos batallones al otro lado del canal, a pesar del gran número de barcazas hundidas que obstaculizaban el paso. Tras haber eliminado los nidos de ametralladoras adversarias, ambos batallones se instalaron en la orilla norte. Aparte de algunas bajas ocasionadas por el fuego de flanco de unas ametralladoras inglesas, situadas hacia el oeste, la creación de la cabeza de puente pareció no tropezar con grandes dificultades, y existían buenas razones para esperar que los batallones lograran afianzarse al terreno durante la noche.

A primeras horas de la mañana siguiente, día 27 de mayo, me dirigí al lugar del cruce, situado en Cuinchy, para observar personalmente la situación. Los francotiradores se mostraban muy activos, en especial hacia la izquierda, y cierto número de hombres habían sido alcanzados por sus balas, incluyendo al Teniente Von Enkefort, aunque no se tratara más que de un rasguño. El Batallón de Ingenieros había construido cierto número de pontones en un pequeño puerto del canal, que bastaban para tender un puente. Sin embargo, los pontones eran de 8 toneladas en vez de 16, ya que estos últimos hubieran sido difíciles de manejar entre la aglomeración de barcas hundidas o semihundidas. Los zapadores habían tratado de abrirse camino mediante explosivos, pero con escaso éxito, debido a la enorme masa del material.

Las perspectivas de un ataque de frente no eran demasiado buenas. Elementos del 2.° Batallón del 7.° Regimiento de Fusileros habían cruzado en botes de caucho, y se encontraban apostados entre los matorrales de la otra orilla. Sin embargo, no había sido posible que el batallón avanzara más hacia el norte, como yo esperaba, fortificándose allí, ni había tomado el pueblo de Givenchy. Tampoco se había realizado la limpieza de enemigos en la parte norte del canal, en unos centenares de metros hacia el oeste, instalando antitanques y armas pesadas. La protección de la compañía pesada, que seguía en la orilla sur, era insuficiente. Lo más probable era que ocurriese lo propio con el 1.º Batallón (que había conseguido establecer una cabeza de puente un poco más al este).

Ordené al 635.° Batallón de Ingenieros, colocado recientemente bajo mi mando, la construcción de un puente de 16 toneladas en el sector conquistado por el Batallón Cramer, cerca del puente demolido de Cuinchy.

Luego, bajo mi dirección personal, se emplazaron ametralladoras antiaéreas de 20 mm., y más tarde un «Panzer IV», con objeto de hostigar a los francotiradores que disparaban desde la izquierda, escogiendo sus blancos individualmente. Mandé demoler todas las casas que se encontraban entre 300 y 600 m. al oeste del punto de cruce del 2.° Batallón, mientras se hacía fuego graneado sobre los matorrales, tras de lo cual disfrutamos de un poco más de tranquilidad. Cuando, dos días más tarde, volvimos a cruzar el canal en sentido contrario, tuve ocasión de observar los efectos de nuestros disparos. Los ingleses se habían instalado en una amplia dependencia desde donde, a juzgar por el número de cartuchos vacíos, habían mantenido un fuego en extremo vivo contra el flanco de mis tropas. Unas cuantas granadas habían bastado para eliminarlos. En la bodega se veían muchos vendajes ensangrentados y el cadáver de un soldado.

Mientras se luchaba contra tales nidos de resistencia, y los zapadores construían una rampa en la orilla norte y maniobraban con dificultad con los pontones, llegó la noticia de que una numerosa fuerza de tanques enemigos, procedentes de La Bassée, había atacado al 7.° Regimiento de Fusileros, en la cabeza de puente establecida por ellos hacia el oeste, haciendo retroceder al Batallón Cramer hasta el otro lado del canal. Los carros adversarios, entre los que formaban varios ingleses de tipo pesado, se encontraban ahora en la orilla norte, disparando con cañones y ametralladoras hacia el sur[11]. Podíamos oír el fuego enemigo a unos centenares de metros hacia nuestra derecha, y existía el grave peligro de que sus blindados presionaran hacia el oeste a lo largo del canal, atacando al Batallón Bachmann, que no poseía antitanques, a excepción de unos cuantos fusiles de tal tipo, y que no había podido afianzarse en la orilla norte. Si el enemigo explotaba su éxito, dentro de unos minutos se encontraría en el punto de cruce occidental.

La situación era en extremo crítica. Mandé avanzar a la máxima velocidad a los zapadores, e hice que los pontones se ataran unos a otros, con el fin de pasar al lado opuesto a unos cuantos cañones y tanques. Teniendo en cuenta las numerosas barcas hundidas y otros obstáculos que cubrían el canal, el puente no podía salir recto, y como consecuencia de ello su estructura carecía de fuerza. Mientras el primer «Panzer III» avanzaba precavidamente, varios pontones cedieron de manera ostensible y todos dudamos de si conseguiría su objeto. Entretanto, mandé un «Panzer IV» a 50 m. al este, por la alta orilla del canal, con orden de abrir fuego inmediatamente contra los carros enemigos que atacaban desde La Bassée. El fuego de este «Panzer IV» detuvo a los blindados enemigos. Poco después, el «Panzer III» que se hallaba ya en la otra orilla, se unió a la acción, y minutos más tarde se pudo pasar también un obús que detuvo definitivamente el ataque adversario.

Pusimos manos a la obra para fortalecer el puente de 16 toneladas, y al cabo de muy poco una corriente de vehículos empezó a atravesarlo. En primer lugar iban los cañones de campaña, los antitanques y los antiaéreos de 20 mm.; luego elementos del 25.° Regimiento Panzer, con una batería de antiaéreos de 88 mm. Durante este tiempo el 2.° Batallón del 7.° Regimiento de Fusileros extendía su cabeza de puente al norte del canal, y por fin, con apoyo artillero, pudo tomar el pueblo de Givenchy. El Batallón Cramer le siguió hacia el punto de cruce occidental, donde más tarde el Regimiento de Fusileros cruzó completo a pie, con el fin de atacar al enemigo cerca de Canteleux. Esta acción se resolvió al mediodía, en una ampliación de la cabeza de puente hasta la línea Canteleux-Givenchy, y la captura de gran número de prisioneros ingleses, tras encarnizada resistencia de aquéllos. Al territorio recién conquistado afluyeron rápidamente artillería y antiaéreos. A medio día, Heidkaemper telegrafió que se requería mi presencia inmediata en el Cuartel General Divisionario, ya que, según una orden del Cuerpo de Ejército, la 5.ª Brigada Panzer (General Harde) había sido colocada bajo mis órdenes para el ataque a Lille. Poco después de mi llegada se presentó el General Harde con sus jefes de regimiento, notificando la situación y otros detalles relacionados con su brigada.

Se trataba de los tanques de la 5.ª División Panzer que, habiéndose formado antes de la guerra, tenía una brigada acorazada de dos regimientos, cada uno de dos batallones, mientras la División Rommel disponía únicamente de un Regimiento Panzer de tres batallones. Al iniciarse la campaña, contaba con 324 carros, contra los 218 de Rommel.

Partí con el General Harde hacia el puente, cerca de Cuinchy, que estaba terminado para cuando llegamos. El tráfico discurría muy nutrido, aunque la pendiente de ambas rampas impedía una mayor velocidad. La Brigada de Fusileros se encontraba ya al otro lado, pero sin sus vehículos. El 25.° Regimiento Panzer permanecía dispuesto a atacar en las inmediaciones de Givenchy, y una numerosa fuerza de artillería y antiaéreos ligeros y pesados se hallaba en posición en la orilla norte. Diversas baterías enemigas mantenían un molesto y nutrido fuego sobre la cabeza de puente. El sector ocupado por nuestras fuerzas resultaba ya estrecho, y ordené al 25.° Regimiento Panzer que ampliara la cabeza de puente mediante un ataque a Lorgies (4 Km. al norte del canal). Hacia las tres de la tarde, la 5.ª Brigada Panzer empezó la travesía del puente de Cuinchy. Las ásperas pendientes impidieron que el cruce fuese lo rápido que habíamos deseado. Algunos vehículos pesados se atascaron en las rampas, y hubieron de ser remolcados. No pude convenir con la propuesta del General Harde, para que, en vista de las circunstancias, se aplazara el ataque, y di órdenes para que la brigada avanzase puntualmente a las seis con cuantos tanques se encontraban entonces en la orilla norte.

Entretanto, el 25.° Regimiento Panzer había dado un notable empujón, llegando a las proximidades de Lorgies. Durante este avance el regimiento sostuvo encarnizada y costosa lucha contra un poderoso frente defensivo, al que finalmente consiguió hundir. Las baterías enemigas, que hasta aquel entonces no cesaron de lanzar proyectiles contra nuestra cabeza de puente, se retiraron velozmente ante los tanques alemanes. El ataque del Regimiento Panzer prosiguió, y bajo su fuego creóse una brecha en el frente enemigo, a través de la cual penetró la división, reforzada por la Brigada Panzer de Harde. Mientras los carros se abrían camino, el avance era lo suficiente lento como para permitir a la infantería seguir a aquellos, en un despliegue muy amplio. Pronto el Regimiento Panzer de Werner, que se hallaba a la derecha, se puso al mismo nivel, seguido por otras unidades de la 5.ª Brigada Panzer. Me sentí impresionado por el gran número de carros nuevos que poseía dicha brigada, muy superior al de mi división.

El crepúsculo estaba ya muy avanzado cuando llegué a un pajar, a medio kilómetro al este de Fournes, alcanzando al coche de mando de Rothemburg en la carretera de Lille. La lucha en Fournes (a 16 Km. al sudeste de Lille) parecía haber terminado. Medio kilómetro al este las unidades de vanguardia de la 5.ª Brigada Panzer procedían a reagruparse. A pesar de la proximidad de la noche, ordené al 25.° Regimiento Panzer que continuara su avance y cerrase la salida occidental de Lille y la carretera de Armentieres. El regimiento establecería una posición erizo en los alrededores de Lomme (en el extremo occidental de Lille), esperando los refuerzos que yo les mandaría.

Rothemburg preguntó si me gustaría tomar parte personalmente en el ataque, pero en vista de las dificultades que entrañaba el manejo de la división en aquellas circunstancias, me vi obligado a declinar. No podía apenas utilizarse la radio, y me pareció más importante situar al resto de mis fuerzas, a ser posible yo mismo, en las posiciones de nuestro objetivo final en Lomme, una vez consiguiéramos llegar allí. Debía también asegurarme los refuerzos elementales para el 25.° Regimiento Panzer, que llegarían hacia el amanecer, y organizar su aprovisionamiento de munición y gasolina…, tarea nada sencilla. Quería evitar a cualquier precio que el Regimiento Panzer se encontrara por segunda vez en la difícil situación que tuvo que soportar en Le Cáteau.

Resultando imposible la comunicación por radio con el General Harde, traté de hacerle llegar mis órdenes por medio de la Plana Mayor divisionaria, al objeto de que avanzara inmediatamente hacia Englos, tras el 25.° Regimiento Panzer. Sin embargo, no pude poner en movimiento al grueso de la brigada, y el ataque a Englos prosiguió primero con una compañía y más tarde con un batallón. Por desgracia me fue imposible marchar en la obscuridad, y dar mis órdenes en persona, ya que mi Gefechtsstajjel no estaba bien equipado con vehículos «todo terreno». Una marcha así nos hubiera expuesto a ser confundidos con una unidad de reconocimiento inglesa, y caer bajo el fuego de los destacamentos de la 5.ª Brigada Panzer, que se encontraban diseminados por la comarca.

27 mayo 1940.

Queridísima Lu:

Me encuentro muy bien. En estos momentos nos ocupamos en cercar a ingleses y franceses en Lille. Yo actúo desde el sudoeste.

El lavado de mis ropas, etc., no ofrece dificultad. Günther (asistente de Rornmel) se ocupa de todo ello. He tomado muchísimas fotografías.

7.ª División Panzer Ayudante.

27-5-40.

Querida Frau Rommel:

Permítame informarla de que el Führer ha dado instrucciones al Teniente Hanke para que condecore, en representación suya, a su esposo, con la Cruz de Caballero[12].

Todos los hombres de la división —especialmente quien esto escribe, que tuvo el privilegio de acompañar al General— saben que nadie lo ha merecido más justamente que su esposo, tras haber conducido a su división a éxitos como no se podían imaginar.

El General está otra vez con sus tanques. Si supiera, respetable señora, que le estoy escribiendo, me encargaría mandarle sus cariñosos saludos, así como notificarle que se encuentra perfectamente bien.

Le ruego me perdone por dirigirme a usted de manera tan impersonal, a máquina, pero no tengo el brazo lo suficientemente bien, tras de la herida que sufrí, como para redactar una misiva de manera legible.

Transmitiéndole los respetuosos saludos del resto del personal de Ayudantía, quedo

su obediente servidor,

SCHRAEPLER

Entretanto, Rothemburg había avanzado durante la noche mucho trecho en dirección norte. Su ruta quedaba marcada por el resplandor de los vehículos incendiados por sus tropas. Ordené que los recién reforzados 6.° y 7.° Regimientos de Fusileros se desplegaran en profundidad para defender el territorio recién conquistado. El 37.° Batallón de Reconocimiento se adelantaría hasta Fournes, quedando a mi disposición. Una vez dadas las órdenes, partí hacia Fournes para vigilar su ejecución. Las macizas barricadas de piedra y las profundas trincheras hacían el avance sumamente difícil. Varios convoyes se habían ido alcanzando mutuamente, y transcurrió bastante tiempo antes de poder deshacer el barullo. Mandé que algunas caravanas abandonaran la carretera y se situaran en el campo a ambos lados, donde debían esperar hasta que el orden quedara restablecido. Se hallaba allí también parte de la columna de combustible y munición del 25.° Regimiento Panzer, a la que di instrucciones para que se apartara de la carretera y esperase mis órdenes. Era mi intención hacer avanzar aquellos vehículos a última hora de la noche, protegidos por el 37.° Batallón de Reconocimiento.

Sobre la medianoche me encontré al jefe de dicha unidad, Comandante Erdman, en los barrios occidentales de Fournes, y le dije que estuviera dispuesto para partir muy de mañana al día siguiente, 28 de mayo. Me alojé con mi Plana Mayor en una casa del extremo occidental de Fournes. A la una y cuarenta minutos de la madrugada (28 de mayo) un aviso por radio de Rothemburg me informó de que había llegado a su objetivo junto a Lomme. Lille quedaba, pues, rodeada por el oeste. Inmediatamente puse en movimiento al batallón de reconocimiento y a la columna de amunicionamiento y combustible del Regimiento Panzer, trasladándola al extremo noroeste de Fournes, con la intención de presionar hacia Lomme lo antes posible. La caravana completa —batallón de reconocimiento y columna— se puso en marcha hacia las tres. Tras una desviación hacia el oeste, para evitar el fuerte de Englos, decidí utilizar la carretera por Ennetieres. En la obscuridad, pasamos ante gran cantidad de camiones enemigos, vehículos acorazados y cañones, la mayoría en la cuneta, donde al parecer quedaron abandonados por sus aterrorizados conductores. Cuando, de madrugada, nos encontramos cerca de la carretera Lille-Armentieres, sin ver por ningún sitio a los tanques de Rothemburg, empezamos a sentirnos intranquilos, porque de un momento a otro la artillería enemiga podía empezar su bombardeo. Por fin encontramos al primer tanque. Rothemburg estaba encantado ante el aumento de sus efectivos frente a Lille, y más aún por la llegada de munición y gasolina. Informó brevemente sobre la lucha durante la noche. El ataque se había iniciado por la carretera Fournes-Lille. Luego, tras haber cruzado la vía férrea, el regimiento torció hacia el norte, tropezando poco después con tanques enemigos y una nutrida fuerza motorizada. En un rápido pero decisivo encuentro, los cañones y carros enemigos quedaron eliminados, mientras sus ocupantes buscaban su salvación en la huida. Luego, el Regimiento Panzer prosiguió hacia Lomme, ocupando las salidas occidentales de Lille.

Reagrupé a las fuerzas alrededor de Lomme, dentro de un plan de defensa prefijado. Poco después se inició un violento encuentro en la salida occidental de Lille, donde las unidades enemigas trataron de abrirse paso con el apoyo de tanques y de artillería.

Parte del Batallón de Reconocimiento y una compañía pesada estaban ahora a la defensiva a los dos lados de la carretera de Lille-Armentieres. Durante las primeras horas de la mañana pareció que las fuerzas adversarias que nos hacían frente al oeste de Lille eran cada vez más poderosas, y en vista de ello dirigí una urgente llamada a la artillería.

Había decidido sacar al 6.° y 7.° Regimiento de Fusileros de sus posiciones al sur de Englos y Fournes, e incorporarlos a la línea de defensa general, al norte y sur de Lomme.

Apenas había dado las órdenes oportunas, una granizada de proyectiles empezó a caer de improviso alrededor del puesto de mando del Regimiento Panzer, que servía también como Cuartel General Divisionario. Casi inmediatamente tuvimos la impresión de que era nuestra propia artillería la que nos estaba bombardeando, y sin pérdida de tiempo disparamos cohetes verdes. Traté de utilizar la radio para que cesara el fuego, pero éste era tan denso, que no resultaba fácil alcanzar el camión de transmisiones que se hallaba detrás de la casa. No nos cabía ya la menor duda de que eran proyectiles propios, posiblemente de 150 mm., cuyos efectos nos resultaban familiares. Me dirigía hacia el vehículo de transmisiones a paso vivo, con el Comandante Erdman corriendo ante mí, cuando un proyectil cayó junto a la puerta de la casa, muy cerca de donde se hallaba el camión. Cuando el humo se hubo disipado, el Comandante Erdman yacía boca abajo en el suelo, muerto. Sangraba de la cabeza y de una enorme herida en el torso. En su mano izquierda seguía sosteniendo los guantes. Por mi parte, pude escapar sin un rasguño, aunque la misma granada había herido a otros muchos oficiales y soldados. Continuamos lanzando cohetes e intentando utilizar la radio, pero transcurrió mucho tiempo hasta que el bombardeo hubo cesado. Más tarde supimos que la causa del error había sido una falsa transmisión de un puesto intermedio, y que el fuego procedió de la batería pesada de la división con la que enlazábamos.

Al bloquear las carreteras que iban hacia el oeste procedentes de Lille, Rommel había ayudado a atrapar a casi la mitad del V Ejército francés. Tras haber fracasado en su empeño de romper el cerco, las divisiones tuvieron que rendirse el día 31.

Entretanto, el grueso de las tropas inglesas, con lo que quedaba del 1° y 7.° Ejércitos franceses, se las había compuesto para llegar a Dunquerque, donde estableció una cabeza de puente defensiva, cubierta por un cinturón de inundaciones en el terreno pantanoso. Aquella barrera acuática resultó una excelente protección, exceptuando contra los implacables ataques aéreos. La defensa se sostuvo lo suficiente como para permitir la evacuación de 338.000 soldados, incluyendo 120.000 franceses, que entre el 26 de mayo y el 4 de junio cruzaron el Canal hacia Inglaterra. Sólo fueron capturados unos miles, pertenecientes a la retaguardia francesa, que valientemente protegió las últimas etapas del embarque. Pero durante aquellas tres dinámicas semanas los alemanes habían capturado más de un millón de prisioneros, al coste de sólo 60.000 bajas.

Los Ejércitos belga y holandés habían quedado eliminados. Los franceses perdieron treinta divisiones, casi un tercio de su fuerza total, y desde luego la parte más móvil de ésta. Carecían, además, de la ayuda de doce divisiones inglesas, porque aunque su personal hubiese escapado, la mayor parte del equipo quedaba atrás, y transcurrirían muchos meses antes de que dispusieran otra vez de armamento. Sólo dos divisiones inglesas quedaron en Francia, aunque dos más, aun no adiestradas del todo, serían mandadas en seguida.

Era un futuro muy sombrío el que se presentaba ante el General Weygand, que había reemplazado a Gamelin el día 20 de mayo, en el cargo de jefe de los Ejércitos aliados. No le quedaban más que sesenta y seis divisiones, la mayoría incompletas, para sostener un frente más largo que el primitivo, puesto que corría desde el mar, cerca de Abbevüle, a lo largo del Somme y el Aisne, hasta la parte principal de la Línea Maginot, que seguía aún intacta. No podía hacerse mucho para fortificar esta Línea Weygand, como fue llamada, durante el poco tiempo que tardasen los alemanes en atacar de nuevo, tras haber transportado el grueso de las divisiones que habían participado muy poco en la primera parte de la ofensiva.

Se otorgaron a la División de Rommel unos cuantos días de descanso, tras el golpe de Lille, por el que cortó la retirada francesa hacia el mar. Luego, partió hacia el sur para la etapa postrera de la campaña.

29 mayo 1940.

Queridísima Lu:

Una vez terminada la lucha en Lille (hemos sido otra vez los primeros en llegar a las puertas occidentales), estamos disfrutando de un descanso detrás del frente.

El 26 de mayo, y actuando en nombre del Führer, el Teniente Hanke me condecoró con la Cruz de Caballero, al tiempo que me transmitía los mejores deseos del Führer. Tres horas y media después, mi División, junto con tres Regimientos Panzer bajo mi mando, avanzó contra la zona occidental de Lille, que fue alcanzada a medianoche. Tras una hora y media de sueño, tomé tropas frescas, junto con munición y gasolina para los tanques, llevándolo todo a la línea del frente. Por desgracia, uno de mis comandantes de batallón resultó muerto por nuestro propio fuego.

Probablemente disfrutaremos ahora de unos días de descanso. Quizá Francia abandone su desesperada lucha. De lo contrario, la aplastaremos, penetrando hasta el último rincón. Me siento perfectamente, en todos los aspectos. Mis mejores deseos para ti en el día de tu cumpleaños. Tengo muchísimo que hacer. Mis turingios (la División de Rommel procedía de Turingia) han perdido buena parte de su equipo por las carreteras, y en los ataques de los tanques enemigos, y hay que arreglarlo lo antes posible. Entretanto, utilizamos cañones franceses.

2 junio 1940.

Tengo orden de presentarme hoy ante el Führer. Estamos en una forma espléndida. Mañana te escribiré más.

3 junio 1940.

La visita al Führer fue maravillosa. Me saludó con las siguientes palabras: «Rommel, nos sentíamos muy preocupados por usted, durante el curso del ataque». Su rostro estada radiante, y más tarde tuve que acompañarle. Fui el único jefe de División que lo hizo.

4 junio 1940.

En marcha otra vez. Los seis días de descanso nos han hecho mucho bien, ayudándonos, además, a poner a tono nuestro equipo.

El próximo avance no será tan difícil. Cuanto antes se inicie mejor. Estas comarcas están prácticamente intactas. Todo ocurrió muy de prisa. Te ruego recortes los artículos periodísticos que hablen de mí. Por el momento no tengo tiempo de leer nada, pero luego será muy divertido repasarlos.