§132Ahora bien, Fingolfin, Rey del Norte y Rey Supremo de los Noldor, al ver que su pueblo se había hecho numeroso y fuerte y que los Hombres aliados suyos eran muchos y valerosos, pensó una vez más en atacar Angband. Porque sabía que todos vivían en peligro mientras no completaran el círculo del Sitio, y Morgoth pudiera trabajar libremente en la oscuridad bajo la tierra. Este propósito era pertinente de acuerdo con lo que él sabía; porque los Gnomos no comprendían todavía la fuerza del poder de Morgoth, ni entendían que si libraban una guerra contra él no había la menor esperanza de triunfo, fuera que la apresuraran o la demoraran. Pero porque la tierra era hermosa y sus reinos vastos, la mayor parte de los Noldor estaban satisfechos con las cosas tal como eran, confiando en que durarían. Por tanto, estaban poco dispuestos a escuchar a Fingolfin, y los [324] hijos de Fëanor, por aquel entonces, menos que nadie. Entre los jefes de los Gnomos, sólo Angrod y Egnor pensaban como el Rey; porque vivían en regiones desde donde podía verse Thangorodrim, y tenían la amenaza de Morgoth presente en el pensamiento. De este modo, los planes de Fingolfin no llegaron a nada, y la tierra aún tuvo paz por un tiempo.
§133Pero cuando los hijos de los hijos de los Padres de los Hombres apenas habían llegado a la madurez, habiendo transcurrido por entonces cuatrocientos cincuenta y cinco años desde la llegada de Fingolfin, sucedió el mal que por tanto tiempo habían temido, pero más terrible y repentino todavía que en sus miedos más oscuros. Porque Morgoth había preparado su fuerza en secreto, mientras la malicia de su corazón no dejaba de aumentar y su odio por los Gnomos se hacía más amargo; y deseaba no sólo acabar con sus enemigos, sino también destruir y mancillar las tierras que habían tomado y embellecido. Y se dice que su odio pudo más que su prudencia, de modo que si sólo hubiera aguardado un tiempo más, hasta estar bien preparado, los Gnomos habrían perecido por completo. Pero tomó demasiado a la ligera el valor de los Elfos, y a los Hombres no los tenía aún en cuenta.
§134Llegó el tiempo del invierno, cuando la noche era oscura sin luna; y la amplia llanura de Bladorion se extendía en la sombra bajo las frías estrellas, desde los fuertes en las colinas de los Gnomos hasta los pies de Thangorodrim. Las hogueras ardían débilmente y los guardianes eran escasos; y en la llanura pocos velaban en los campamentos de los jinetes de Hithlum. Entonces, de pronto, Morgoth envió desde Thangorodrim caudalosos ríos de llamas que más rápidos que la caballería de Balrogs se esparcieron por toda la llanura; y las Montañas de Hierro eructaban fuegos venenosos de muchos colores y el humo descendía por el aire, y era mortal. Así pereció Bladorion, y el fuego devoró sus hierbas, convirtiéndola en un baldío quemado y desolado, de aire polvoriento y sofocante, yermo y sin vida; y desde entonces cambió de nombre y se llamó Tierra de la Sed, Dor-na-Fauglith en la lengua gnómica. Allí tuvieron tumba sin techo montones de huesos chamuscados. Porque en ese incendio perecieron muchos Gnomos que no pudieron llegar a las colinas y fueron atrapados en la precipitación de la llama. [325] Las alturas de Dorthonion y Eredwethion detuvieron los fogosos torrentes, pero los bosques sobre las laderas que daban a Angband ardieron todos, y el humo confundió a los defensores. Esta fue la Tercera de las grandes Batallas, Dagor Vregedúr, la Batalla del Fuego Súbito.
§135Al frente de ese fuego avanzó Glómund el dorado, el padre de los dragones, con un séquito de Balrogs, y detrás de ellos venían los ejércitos negros de los Orcos en multitudes que los Gnomos no habían visto ni imaginado jamás. Y atacaron las fortalezas de los Gnomos y quebrantaron el sitio en tomo a Angband y mataban a los Gnomos y a sus aliados, los Elfos Oscuros y los Hombres, en cualquier sitio que los encontraran. Muchos de los más vigorosos enemigos de Morgoth fueron destruidos en los primeros días de esa guerra, sorprendidos y dispersos e imposibilitados de unir sus fuerzas. Desde entonces la guerra nunca cesó del todo en Beleriand; pero la Batalla del Fuego Súbito se dio por concluida con la llegada de la primavera, cuando disminuyó la feroz embestida de Morgoth. Porque advirtió entonces que no había reunido suficientes fuerzas, ni había juzgado bien el valor de los Gnomos. Además, sus capitanes y espías le llevaron nuevas de los Amigos de los Elfos, los Hombres de Beleriand, y de su fuerza en armas; y una nueva ira se adueñó de su corazón, y volvió el pensamiento a nuevos males.
§136De este modo terminó el Sitio de Angband; y los enemigos de Morgoth fueron dispersados y separados unos de los otros. Los Elfos Oscuros huyeron hacia el sur y abandonaron la guerra del norte; muchos fueron recibidos en Doriath, y el reino y la fuerza de Thingol se hicieron más grandes en ese tiempo, pues el poder de la reina Melian se había extendido más allá de las fronteras y el mal no podía penetrar aún en ese reino escondido. Otros se refugiaron en las fortalezas junto al mar, y en Nargothrond; pero la mayor parte huyó y se ocultó en Ossiriand, o atravesó las montañas, errando sin casa en la intemperie. Y el rumor de la guerra y del quebrantamiento del sitio llegó a oídos de los Hombres en la Tierra Media.
§137Los hijos de Finrod fueron los que más sintieron la pujanza del ataque, y Angrod y Egnor murieron; y Bregolas, hijo de Bëor, señor de esta casa de Hombres tras la muerte de su padre, [326] cayó junto a ellos. En esa batalla el Rey Inglor Felagund se separó de los suyos y fue rodeado por los Orcos, y habría sido muerto o hecho prisionero, pero Barahir, hijo de Bëor, acudió con sus hombres y lo rescató levantando un muro de lanzas a su alrededor; y se abrieron paso abandonando el campo de batalla con grandes pérdidas. Así escapó Felagund, y fue al sur a Nargothrond, su profunda fortaleza preparada para ese día; pero hizo un juramento de amistad eterna y de ayuda en toda necesidad a Barahir y a su gente, y como prenda del juramento le dio su anillo.
§138Barahir era ahora por derecho señor de los supervivientes del pueblo de Bëor; pero la mayor parte huyó ahora de Dorthonion y se refugió entre el pueblo de Hador en la fortaleza de Hithlum. No obstante, Barahir no quiso huir, y se quedó disputando la tierra a los sirvientes de Morgoth palmo a palmo. Pero Morgoth persiguió a su gente a muerte, hasta que quedaron pocos; y tomó todos los bosques y las tierras altas de Dorthonion, salvo la región más elevada y central, y la convirtió poco a poco en un lugar de un terror y un mal indefinible tales que ni siquiera los Orcos entraban en él si la necesidad no los obligaba. Por tanto los Gnomos lo llamaron Taur-na-Fuin, el Bosque Negro, y Deldúwath, la Sombra Mortal; porque los árboles que allí crecieron después del incendio eran negros y tétricos, de raíces embrolladas que amenazaban como garras en la oscuridad; y los que caminaban entre ellos se extraviaban y enceguecían, y eran estrangulados o perseguidos hasta la locura por fantasmas de terror.
§139Al cabo sólo doce hombres le quedaron a Barahir: Beren, su hijo, y Baragund y Belegund, hijos de Bregolas, sus sobrinos, y nueve fieles servidores de su casa, cuyos nombres todavía recuerdan los Gnomos: Radhruin y Dairuin, Dagnir y Ragnor, Gildor y Gorlim el desdichado, Arthod y Urthel, y Hathaldir el joven. Al fin se convirtieron en proscritos, una banda desesperada que no podía huir y se negaba a ceder; porque sus viviendas habían sido destruidas, y sus mujeres e hijos habían sido capturados o muertos, salvo Morwen Eledhwen, hija de Baragund, y Rían, hija de Belegund. Porque las esposas de los hijos de Bregolas eran de Hithlum, y estaban de visita entre sus parientes cuando estalló la guerra. Pero de Hithlum no llegaban [327] nuevas ni ayuda, y Barahir y sus hombres eran perseguidos como bestias salvajes, y Morgoth envió muchos lobos contra ellos; y se redraron a las altas tierras yermas por sobre los bosques, y erraron entre los pequeños lagos y los páramos rocosos de esa región, lo más lejos posible de los espías y los hechizos de Morgoth. Tenían como cama los brezales y como techo el cielo nuboso.
§140Tan grande fue la embestida de Morgoth, que Fingolfin y Fingon no pudieron acudir en ayuda de Felagund y sus hermanos; y las huestes de Hithlum fueron rechazadas con grandes pérdidas hasta las fortalezas de Eredwithion, y apenas consiguieron defenderlas de los ataques de los Orcos. Ante los muros cayó Hador el de los cabellos dorados, príncipe de los Hombres, en la defensa de la retaguardia del señor Fingolfin, a la edad de sesenta y seis años, y con él cayó Gundor, su hijo menor; y fueron llorados por los Elfos. Pero Gumlin sucedió como señor a su padre. Y por causa de la altura y fortaleza de las Montañas Sombrías, que resistieron el torrente de fuego, y el valor de los Elfos y de los Hombres del Norte, que ni Orcos ni Balrogs pudieron vencer, Hithlum no fue conquistada y amenazó el flanco del ataque de Morgoth. Pero un mar de enemigos separó a Fingolfin de su gente.
§141Porque dura había sido la guerra para los hijos de Fëanor, y casi todas las fronteras orientales habían sido tomadas por asalto. El paso de Aglon fue forzado, aunque Morgoth pagó por ello un alto precio; y Celegorn y Curufin huyeron derrotados hacia el sur y el oeste por las fronteras de Doriath, y cuando por fin llegaron a Nargothrond, buscaron refugio con su amigo Orodreth. De este modo sucedió que el pueblo de Celegorn acrecentó la fuerza de Felagund, pero habría sido mejor, como se vio después, que se hubieran quedado en el Este junto con los de su propio linaje. Maidros, el mayor de los hijos de Fëanor, llevó a cabo hazañas de insuperable valor, y los Orcos no podían soportar la luz de su rostro; porque desde el tormento padecido en Thangorodrim, ardía por dentro como un fuego blanco, y era como uno que regresa de entre los muertos, grande y terrible; y huían ante él. Así, la gran fortaleza sobre la Colina de Himring no pudo ser tomada, y muchos de los más valientes que quedaban aún, tanto del pueblo de Dorthonion como [328] de las fronteras orientales, se juntaron allí para ir al encuentro de Maidros; y durante un tiempo él cerró una vez más el paso de Aglon, de modo que los Orcos no pudieron entrar en Beleriand por ese camino.
§142Pero abrumaron a los jinetes del pueblo de Fëanor en Lothland, pues hacia allí marchó Glómund, y pasó por la Hondonada de Maglor, y destruyó todas las tierras entre los brazos del Gelion. Y los Orcos tomaron la fortaleza de las laderas orientales del Monte Rerir, y devastaron toda Thargelion, la tierra de Cranthir; y contaminaron el Lago Helevorn. De allí cruzaron el Gelion con fuego y terror y penetraron profundamente en Beleriand Oriental. Maglor se reunió con Maidros en Himring; pero Cranthir huyó y sumó el resto de su gente al pueblo disperso de los cazadores, Damrod y Díriel, y se retiraron y pasaron Rhamdal en el Sur. En Amon Ereb mantuvieron una guardia y algunas fuerzas de combate, y recibieron la ayuda de los Elfos Verdes; y los Orcos no entraron todavía en Ossiriand o las tierras salvajes de Beleriand Meridional.
§143Durante casi dos años los Gnomos siguieron defendiendo el paso occidental en tomo a las fuentes del Sirion, porque el poder de Ulmo estaba en esas aguas, y Glómund no quería aventurarse aún por ese camino, pues no había llegado el tiempo de la plenitud de su poder; y Minnastirith resistió a los Orcos. Pero por fin, después de la caída de Fingolfin, que se cuenta después, Sauron fue al encuentro de Orodreth, el guardián de la torre, con una hueste de Balrogs. Sauron era el principal siervo del vala maligno, que lo había sobornado para su servicio en Valinor de entre el pueblo de los Dioses. Se había convertido en un hechicero de espantoso poder, maestro de necromancia, de inmunda sabiduría, de fuerza cruel, que retorcía todo cuanto tocaba, y deformaba todo cuanto regía, señor de licántropos; su dominio era el tormento. Tomó Minnastirith por asalto, la torre de Inglor en la isla del Sirion, pues una oscura nube de miedo cayó sobre los defensores; y la convirtió en una fortaleza del mal y en una amenaza;[158] porque no había criatura viviente que pudiera pasar por el valle sin que Sauron la viera desde la torre donde moraba. Y Morgoth dominaba ahora el paso del oeste, y había terror en los campos y bosques de Beleriand. [329]
§144La muerte de Fingolfin. Sucedió que llegó a Hithlum la nueva de la pérdida de Dorthonion y la derrota de los hijos de Finrod y el exilio de los hijos de Fëanor, expulsados de sus tierras. Entonces vio Fingolfin que la ruina de los Gnomos era inminente, y lleno de desesperación y de furia cayó presa de la locura. Y cabalgó solo hasta las puertas de Angband, e hizo sonar su cuerno, y golpeó las puertas de bronce, y desafió a Morgoth en un combate singular. Y Morgoth salió. Esa fue la última vez durante esas guerras que Morgoth cruzó las puertas de su fortaleza, y se dice que no aceptó el desafío de buen grado; porque aunque su poder es mayor que todas las cosas de este mundo, sólo él entre los Valar conoce el miedo. Pero no podía negarse ahora a aceptar el desafío delante de sus capitanes; pues la aguda música del cuerno de Fingolfin resonaba en las rocas, y su voz llegaba penetrante y clara hasta las profundidades de Angband; y Fingolfin llamó a Morgoth cobarde y señor de esclavos. Por lo tanto Morgoth salió, subiendo lentamente desde el trono " subterráneo, y el rumor de sus pies era como un trueno bajo tierra. Y salió vestido con una armadura negra; y se erguía ante el rey como una torre, coronado de hierro, y el vasto escudo, negro y sin blasón, arrojaba una sombra sobre él como de nubes tormentosas. Pero Fingolfin brillaba debajo como una estrella; porque la cota de malla era de hilos de plata entretejidos, y en el escudo azul llevaba cristales incrustados; y desenvainó la espada Ringil, que relució como el hielo, fría, gris y mortal.
§145Entonces Morgoth alzó como un mazo a Grond, el martillo de los Mundos Subterráneos, y lo hizo caer como un rayo de tormenta. Pero Fingolfin saltó a un lado, y Grond abrió un gran boquete en la tierra, de donde salían humo y fuego. Muchas veces intentó Morgoth herirlo y otras tantas Fingolfin esquivó 1os golpes, como relámpagos lanzados desde una nube oscura; e hirió a Morgoth con siete heridas, y siete veces lanzó Morgoth un grito de angustia, mientras las rocas se estremecían y los ejércitos de Angband caían de bruces consternados.
§146Pero por fin el rey se fatigó, y Morgoth lo abatió con el escudo. Tres veces cayó el rey de rodillas y tres veces se volvió a [330] levantar con el escudo roto y el yelmo mellado. Pero la tierra estaba desgarrada en boquetes todo alrededor, y el rey tropezó y cayó de espaldas ante los pies de Morgoth; y le puso Morgoth el pie izquierdo sobre el cuello, y el peso era como el de una montaña derrumbada. No obstante, en un último y desesperado intento, Fingolfin le golpeó y rebanó el pie con Ringil, y la sangre manó negra y humeante y llenó los boquetes abiertos por Grond.
§147De este modo pereció Fingolfin, Rey Supremo de los Gnomos, el más orgulloso y valiente de los Reyes Elfos de antaño. Los Orcos no se jactaron de ese duelo ante las puertas; ni tampoco lo cantan los Elfos, pues tienen una pena demasiado profunda; pero la historia se recuerda, porque Thorondor, rey de las águilas, llevó la nueva a Gondolin y a Hithlum. Pues Morgoth tomó el cuerpo del Rey de los Elfos y lo quebró, y lo habría despedazado para arrojárselo a los lobos; pero Thorondor se precipitó desde su nido en las cumbres de Gochressiel, se lanzó sobre Morgoth y le golpeó el rostro con el pico dorado. La embestida de las alas era como el ruido de los vientos de Manwë, y aferró el cuerpo con sus garras poderosas y elevándose de súbito por sobre los dardos de los Orcos, se llevó al Rey de los Elfos consigo. Y lo puso sobre la cima de una montaña que daba desde el Norte sobre el valle escondido de Gondolin; y Turgon acudió y construyó un alto túmulo sobre él. Ningún Orco ni Balrog se aventuró luego a pasar por el monte de Fingolfin ni se atrevió a acercarse a la tumba, hasta que el destino de Gondolin se hubo cumplido, y la traición apareció entre los suyos. Morgoth renqueó siempre de un pie desde ese día, y el dolor de las heridas no se le curó nunca; y en la cara llevaba la cicatriz que Thorondor le había hecho.
§148Hubo duelo en Hithlum cuando se supo la caída de Fingolfin; pero Fingon se convirtió en rey de los Noldor, y conservó aún el reino tras las Montañas Sombrías en el Norte. Pero más allá de Hithlum, Morgoth perseguía a sus enemigos, y registraba sus escondrijos y tomaba sus fortalezas una a una. Los Orcos, cada vez más audaces, recorrían a su antojo las vastas lejanías, llegando hasta el Sirion por el Oeste, y hasta el Celon por el Este, y rodeaban Doriath; y asolaban las tierras de modo que bestias y aves huían delante de ellos, y el silencio y la desolación [331] se extendían desde el Norte. A muchos de los Gnomos y los Elfos Oscuros tomaron cautivos y llevaron a Angband, y los esclavizaron, obligándolos a poner su capacidad y sus conocimientos al servicio de Morgoth. Trabajaban sin descanso en sus minas y forjas, y el tormento era su recompensa.
§149No obstante, Morgoth envió también espías y emisarios entre los Elfos Oscuros y los Gnomos esclavos, y entre los libres; y se invistieron con formas falsas, y había engaño en lo que decían; y mintieron prometiendo recompensas, y con palabras astutas intentaron provocar miedo y celos entre los pueblos, acusando a reyes y capitanes de codicia y traición mutua. Y por causa de la matanza de los hermanos de Alqualondë, estas mentiras a menudo se creyeron; y por cierto, a medida que el tiempo se oscurecía, llegaron a tener cierto viso de verdad, porque en Beleriand la desesperación y el miedo nublaban los corazones y las mentes de los Elfos. Y la mayoría de los Gnomos temían sobre todo la traición de aquellos parientes que habían sido esclavos en Angband; porque Morgoth utilizaba algunos para sus malvados propósitos, y fingiendo darles libertad, los dejaba partir, pero les había encadenado la voluntad, y sólo se alejaban para volver de nuevo a él. Por lo tanto, cuando algunos de estos cautivos conseguían escapar realmente, y volvían con su propio pueblo, no eran bien recibidos, y erraban solos, proscritos y desesperados.
§150De los Hombres Cetrinos. De los Hombres, Morgoth fingía tener piedad, si alguien oía sus mensajes, y les decía que las aflicciones que habían caído sobre ellos provenían sólo de que estaban sometidos a los rebeldes Gnomos, pero que de manos del verdadero señor de la tierra recibirían honores, y el valor tendría una justa recompensa, si abandonaban su rebelión. Pero pocos eran los Hombres de las Tres Casas que le prestaban oído, ni siquiera cuando se los atormentaba en Angband. Por tanto, Morgoth los persiguió con odio, pero envió a sus mensajeros por encima de las montañas. Y se dice que en ese tiempo llegaron por primera vez a Beleriand los Hombres Cetrinos; y algunos estaban ya sojuzgados por Morgoth en secreto, y acudieron a su llamada; pero no todos, pues los rumores acerca de Beleriand, de sus tierras y aguas, de sus guerras y riquezas, habían llegado lejos, y los pies errantes de los Hombres se dirigían siempre hacia el oeste [332] en aquellos días. Y Morgoth se alegró de su llegada, porque pensó que serían más fáciles de someter a su servicio, y que con ellos mediante podría aún obrar un gran daño a los Elfos.
§151Ahora bien, los Orientales o Rómenildi, como los Elfos llamaron a los recién llegados, eran de escasa talla y corpulentos, de brazos largos y fuertes; tenían el pelo negro, que les crecía abundante también en el rostro y el pecho; eran de piel cetrina o amarillenta, y de ojos marrones; no obstante, en su mayor parte los rostros no eran desagradables, aunque había algunos fieros y severos. Tenían muchas casas y tribus, y algunos preferían a los Enanos de las montañas que a los Elfos. Pero los hijos de Fëanor, viendo la debilidad de los Noldor y el poder creciente de los ejércitos de Morgoth, se aliaron con estos hombres, y dieron su amistad a los más grandes de los caciques, Bór y Ulfang. Y Morgoth se sintió complacido, pues esto era lo que había planeado. Los hijos de Bór eran Borlas, Boromir y Borthandos; y siguieron a Maidros y Maglor, y frustraron las esperanzas de Morgoth, y permanecieron fieles. Los hijos de Ulfang el Negro eran Ulfast, Ulwarth y Uldor el Maldecido; y siguieron a Cranthir y le juraron fidelidad, y no fueron leales.
§152Poco era el amor entre las Tres Casas y los Hombres Cetrinos, y rara vez se reunían. Porque los recién llegados moraron por largo tiempo en Beleriand Oriental, y el pueblo de Hador estaba encerrado en Hithlum, y la casa de Bëor estaba practicar mente destruida. Sin embargo, Haleth y sus hombres seguían libres; porque apenas fueron afectados por la guerra septentrional, ya que vivían al sur en los bosques junto al Sirion. Ahora se libraba allí una batalla con los Orcos invasores; pues eran hombres de corazón valeroso y no estaban dispuestos a abandonara la ligera los bosques que amaban. Y entre las historias de las derrotas de entonces, sus hechos se recuerdan con honor: porque luego de tomar Minnastirith, los Orcos avanzaron por el paso occidental, y quizás habrían desolado aún las desembocaduras del Sirion; pero Haleth envió sin demora un mensaje a Thingol, pues tenía amistad con los Elfos que guardaban las fronteras de Doriath. Y Thingol envió en su ayuda a Beleg el arquero, jefe de los guardianes de la frontera, con muchos arqueros; y Haleth y Beleg sorprendieron a la legión de Orcos en el bosque, y la destruyeron; y el avance del poder de Morgoth hacia el sur por el [333] curso del Sirion fue contenido. Así pues, el pueblo de Haleth vivió en una paz cautelosa por muchos años en el bosque de Brethil; y detrás de la guardia que ellos montaban, el Reino de Nargothrond tuvo sosiego, y volvió a reunir sus fuerzas.
§153Se dice que Húrin, hijo de Gumlin, hijo de Hador, de Hithlum, luchó con Haleth en esa batalla, y tenía diecisiete años de edad; y ésta fue su primera hazaña con las armas, pero no la última. Porque Húrin hijo de Gumlin vivió un tiempo durante su niñez con Haleth, de acuerdo con las costumbres de los Hombres y los Elfos en aquel tiempo. Y dicen los registros que en el otoño del año del Fuego Súbito, Haleth acogió a Húrin, que acababa de llegar de la casa de su padre, y fueron a cazar al norte, subiendo el valle del Sirion; y por voluntad de Ulmo encontraron la entrada secreta del valle escondido de Tumladin, donde se construyó Gondolin. Pero los guardias los capturaron, y los llevaron ante Turgon; y ellos contemplaron la ciudad prohibida, de la que nadie de fuera sabía aún, salvo Thorondor, rey de las águilas. Turgon les dio la bienvenida; porque mensajes y sueños le habían llegado por el Sirion desde el mar, enviados por Ulmo, Señor de las Aguas, advirtiéndole sobre penas futuras, y prediciendo que la ayuda de los hombres mortales sería necesaria, si quería salvar de su destino a alguno de los Gnomos. Pero Turgon pensaba que Gondolin era fuerte, y el tiempo no estaba maduro aún para que él se mostrara abiertamente; y no permitió que los hombres partieran. Se dice que tenía mucho afecto al muchacho Húrin, y el cariño se unió a la política; porque deseaba mantener a Húrin a su lado en Gondolin. Pero llegaron nuevas de la gran batalla, y de la necesidad de Gnomos y Hombres; y Haleth y Húrin pidieron a Turgon que los dejara acudir en ayuda de su propio pueblo. Turgon accedió entonces a su súplica, pero ellos pronunciaron juramentos solemnes ante él, y nunca revelaron el secreto; y Húrin guardó oculto en el corazón cuanto había aprendido de los consejos de Turgon.
§154Turgon no permitió aún que nadie de su propio pueblo partiera a la guerra, y Haleth y Húrin abandonaron Gondolin solos. Pero Turgon, pensando con acierto que el quebrantamiento del Sitio de Angband era el principio de la caída de los Noldor, a menos que llegara ayuda, envió mensajeros secretos a la desembocadura del Sirion, y a la isla de Balar. Allí construyeron [334] embarcaciones, y muchos partieron en busca de Valinor, para pedir ayuda y perdón. Y suplicaron a las aves marinas que los guiaran. Pero los mares eran salvajes y anchos, y la sombra y el encantamiento yacían sobre ellos, y Valinor estaba oculta. Por tanto, ninguno de los mensajeros de Gondolin llegó al Oeste en ese tiempo; y muchos se perdieron, y pocos fueron los que regresaron; pero el destino de Gondolin estaba cada vez más cerca.
§155Le llegó a Morgoth el rumor de estos hechos, y se sintió inquieto en medio de sus victorias; y deseó sobremanera tener nuevas de Felagund y de Turgon. Porque nada se sabía de ellos, y sin embargo no habían muerto; y él temía aún lo que pudieran hacer. De Nargothrond conocía por cierto el nombre, pero no su situación ni su fortaleza; y de Gondolin nada sabía, y sobre todo lo perturbaba pensar en Turgon. Por tanto envió todavía más espías a Beleriand; pero llamó a las principales huestes de los Orcos, y reunió de nuevo sus fuerzas. Y se dice que se sintió consternado al ver cuán grande habían sido sus pérdidas, adviniendo que no podía emprender aún una batalla final y victoriosa en tanto no reuniera nuevas. Así pues, hubo en el sur de Beleriand una apariencia de paz por unos pocos breves años; pero abundante era ahora la faena en las herrerías de Angband.
§156El Sitio de Eithel Sirion y la Caída de Gumlin. Tampoco cesó el ataque en las fortalezas septentrionales. Morgoth impuso a Himring un cerco tan estrecho que no podía llegar ayuda de Maidros, y envió de pronto una gran fuerza contra Hithlum. Los Orcos obtuvieron muchos de los pasos, y algunos llegaron aun hasta Mithrim; pero por último Fingon los expulsó de la tierra con una gran matanza, y los persiguió muy lejos por las arenas de Fauglith. No obstante, el dolor empañó la victoria, porque Gumlin, hijo de Hador, fue muerto por una flecha en el sitio de la fortaleza de Fingon en Eithel Sirion. Húrin, su hijo, apenas alcanzaba la virilidad en ese entonces, pero era muy fuerte, tanto de mente como de cuerpo; y gobernó entonces la casa de Hador y sirvió a Fingon.[159] Y en este tiempo también los [335] proscritos de Dorthonion fueron destruidos, y Beren hijo de Barahir, el único que logró escapar, llegó con mucha dificultad a Doriath.