§81Los Valar se sentaron ahora detrás de las montañas y festejaron, y todos salvo Manwë y Ulmo apartaron a los Noldor exiliados de su pensamiento; y habiendo dado luz a la Tierra Media, la desatendieron durante mucho tiempo, y el señorío de Morgoth no era discutido, excepto por el valor de los Gnomos. Quien más los tenía en cuenta era Ulmo, que recogía nuevas de la tierra desde todas las aguas.
§82Cuando por primera vez se elevó el Sol, los hijos menores del mundo despertaron en la tierra de Hildórien, en el Este más extremo de la Tierra Media, que se extiende junto al mar oriental; porque la medición del tiempo había llegado a la tierra, y el primero de los días, y la larga espera había acabado. A partir de entonces el vigor de los Quendi que quedaban en las tierras interiores disminuyó, y empezó su declinación; y el aire de la Tierra Media se espesó con el aliento del crecimiento y la mortalidad. Porque hubo un gran crecimiento en aquel tiempo, bajo el nuevo Sol, y las tierras centrales de la Tierra Media se envolvieron de un tumulto de bosques, ricos de hojas, y la vida abundaba en el suelo y las aguas. Pero el primer sol se elevó en el Oeste, y los ojos de los Hombres se abrieron vueltos hacia allí, y cuando sus pies anduvieron por la Tierra, hacia allí fueron la mayoría de las veces.
§83Poco se dice de los Hombres[148] en estas historias, que se refieren a los días anteriores al medro de los mortales y la mengua [285] de los Elfos, salvo de los Padres de los Hombres, que en los primeros años del Resplandor de la Luna y la Luz del Sol viajaron al Norte del mundo. Ningún Dios fue a Hildórien para guiar a los Hombres o llamarlos a que moraran en Valinor, y los Hombres les han tenido siempre a los Valar más miedo que afecto, y no han comprendido los propósitos de los Poderes, pues están en desacuerdo con ellos, y en lucha con el mundo. Ulmo, no obstante, pensó en ellos y apoyó el consejo y la voluntad de Manwë; y sus mensajes llegaron a menudo a ellos por corrientes e inundaciones. Pero los Hombres no eran capaces entonces de manejar tales asuntos, y menos en esos días, antes de mezclarse con los Elfos. Por tanto, amaban las aguas y se les estrujaba el corazón, pero no comprendían los mensajes. No obstante, se dice que antes de que transcurriera mucho tiempo toparon con los Elfos Oscuros en diversos sitios, y tuvieron amistad con ellos. Y los Elfos Oscuros les enseñaron el habla, y muchas otras cosas; y los Hombres, en su niñez, se convirtieron en los compañeros y los discípulos de este pueblo antiguo, vagabundos de la raza élfica que nunca encontraron los senderos que iban a Valinor, y no conocían a los Valar más que como un rumor y un nombre distante.
§84No hacía mucho por entonces que Morgoth había vuelto a la Tierra Media, y su poder no llegaba lejos, y además estaba estorbado por la súbita aparición de la gran luz. Había poco peligro, por tanto, en las tierras y las colinas; y allí nuevas y hermosas criaturas, concebidas largas edades atrás en el pensamiento de Yavanna, y sembradas como semillas en la oscuridad, llegaron por fin a ser capullo y flor. Por el oeste, el norte y el sur los hijos de los Hombres se extendieron y erraron, y tenían la alegría de la mañana antes de que el rocío se seque, cuando todas las hojas son verdes.
§85Pero el alba es breve y a menudo el pleno día desmiente sus promesas; y se acercaba ahora el tiempo de las grandes guerras de los poderes del Norte, cuando Gnomos, Elfos Oscuros y Hombres luchaban contra las huestes de Morgoth Bauglir, y se arruinaron. A ese fin las astutas mentiras de Morgoth, que había sembrado antaño y siempre volvió a sembrar entre sus enemigos, y la maldición nacida de la Matanza de Alqualondë, y el juramento de Fëanor, contribuyeron sin cese: la mayor de las [286] heridas que produjeron a Elfos y Hombres. Sólo una parte se cuenta aquí de los hechos de aquellos días, y se habla sobre todo de los Gnomos, y los Silmarils, y los mortales que se mezclaron en su destino. En aquellos días Elfos y Hombres tenían parecida fuerza y estatura; pero los Elfos gozaban de mayor sabiduría, habilidad y belleza; y los que habían morado en Valinor, y contemplaran los Dioses, sobrepasaban a los Elfos Oscuros en esas cosas, tanto como ellos sobrepasaban a su vez al pueblo de la raza mortal. Sólo en el reino de Doriath, cuya reina Melian era de raza divina, pudieron los Ilkorins igualar en cierta medida a los Elfos de Kôr. Los Elfos eran inmortales, y de una sabiduría que medraba con los años, y no había enfermedad ni pestilencia que les diera muerte. No obstante, sus cuerpos estaban hechos de la materia de la Tierra y podían ser destruidos, y en aquellos días se asemejaban más a los cuerpos de los Hombres, y a la tierra, pues aún no habían albergado mucho tiempo el fuego del espíritu, que los consumía desde dentro con el paso del tiempo. Por tanto, podían perecer en los tumultos del mundo, y morir por las armas en aquellos días, aun a manos de los Hombres mortales. Y fuera de Valinor conocieron el amargo dolor, y algunos se marchitaron y declinaron de pesar, hasta que se desvanecieron de la tierra. Esa era la medida de la mortalidad que les fuera predicha en la Maldición de Mandos pronunciada en Eruman. Pero si eran muertos o se marchitaban de dolor, no morían en la tierra, y sus espíritus regresaban a las estancias de Mandos, y allí aguardaban, días o años, aun hasta mil, de acuerdo con la voluntad de Mandos y sus merecimientos. De allí vuelven al cabo a la libertad, bien como espíritus, tomando forma según su propio pensamiento, como el pueblo menor de la raza divina, o bien, se dice, renacen a veces entre sus propios hijos, y la antigua sabiduría de su raza no perece o disminuye.
§86Más frágiles eran los Hombres, más vulnerables a las armas o a la desdicha, y de curación más difícil; vivían sujetos a la enfermedad y a múltiples males, y envejecían y morían. Qué es de sus espíritus después de la muerte, los Elfos no lo saben. Algunos dicen que también van a las estancias de Mandos; pero no esperan en el mismo sitio que los Elfos, y únicamente Mandos, por debajo sólo de Ilúvatar y de Manwë, sabe adónde van después [287] del tiempo de memoria por las estancias silenciosas junto al Mar Occidental. Los Hombres no renacen en la tierra, y ninguno ha regresado nunca de las mansiones de los muertos, con la única excepción de Beren hijo de Barahir, cuya mano había tocado un Silmaril; pero nunca volvió a hablar con los Hombres mortales. Quizás el hado de los Hombres no esté en manos de los Valar, así como no todo estuvo previsto en la Música de los Ainur.
§87En los días que siguieron, cuando por causa del triunfo de Morgoth los Elfos se separaron de los Hombres, como él tanto deseaba, los miembros de la raza élfica que aún habitaban en la Tierra Media declinaron y se marchitaron, y los Hombres usurparon la luz del Sol. Entonces los Quendi erraron por los sitios solitarios de las grandes tierras y las islas, y amaron la luz de la Luna y de las estrellas, y los bosques y las cavernas, volviéndose como sombras y recuerdos, salvo los que de vez en cuando se hacían a la vela hacia el Oeste y desaparecían de la tierra, como se cuenta después. Pero en el alba de los años, Elfos y Hombres eran aliados y decían pertenecer al mismo linaje, y hubo algunos de entre los Hombres que aprendieron la sabiduría de los Eldar, y llegaron a ser grandes y valientes entre los capitanes de los Gnomos. Y en la gloria y la belleza de los Elfos, y en su destino, participaron también los hermosos vástagos de Elfos y Mortales: Eärendel, y Elwing, y su hijo Elrond.