4 DE LOS SILMARILS
Y EL OSCURECIMIENTO DE VALINOR

[263]

[A partir de este punto, en que la versión mecanografiada llega a su fin, parece que el manuscrito no sufrió apenas correcciones hasta que muchos años después se realizó la revisión sustancial. Unas pocas correcciones, no obstante, corresponden sin duda alguna a esta época, y hay algunos puntos dudosos a este respecto.]

§46En ese tiempo, cuando los Tres Pueblos de los Eldar estaban reunidos por fin en Valinor, empezó el Mediodía del Reino Bendecido y la plenitud de su gloria y bienaventuranza, que duró muchas edades. En ese entonces, cinco edades después de la llegada de los Noldor, cuando hubieron alcanzado la plena madurez de conocimiento y habilidad, Fëanor, hijo de Finwë, inició una faena larga y maravillosa; y recurrió a toda la ciencia y el poder que poseía y sus sutiles habilidades, pues se proponía ahora hacer cosas más hermosas que las realizadas por cualquiera de los Eldar hasta entonces, que perdurarían más allá del fin de todas las cosas. Tres, joyas hizo, y las llamó Silmarils. En el fuego viviente que ardía en su interior estaba mezclada la Luz de los Dos Arboles. Brillaban con resplandor propio, aun en la oscuridad, y, sin embargo, todas las luces que recibían, por débiles que fueran, las tomaban y devolvían en maravillosos colores a los que su propio fuego interior proporcionaba una belleza sin par. Ninguna carne mortal, ni carne maculada podía tocarlas sin quemarse ni marchitarse. Estas joyas estaban para los Elfos por sobre todas sus obras, y Manwë las consagró; pero Varda predijo que el destino del Mundo estaban encerrado en ellas. Y el corazón de Fëanor estaba estrechamente apegado a esas cosas que él mismo había hecho.

§47Dos edades más duró el Mediodía de Valinor. Porque Melko, como habían decretado los Dioses, había morado durante siete edades en las estancias de Mandos, cada edad con dolor aligerado. Cuando transcurrieron estas edades, tal como prometieran, fue llevado nuevamente ante el concilio. Contempló la gloria de los Valar, y la codicia y la maldad le ganaron el corazón; contempló a los hermosos Hijos de Ilúvatar que estaban sentados a los pies de los Dioses, y el odio lo dominó; [264] contempló la riqueza de brillantes gemas y las codició; pero ocultó sus pensamientos y postergó su venganza.

§48Ante las puertas de Valmar, Melko se humilló a los pies de Manwë y pidió perdón, y Nienna, su hermana, apoyó su súplica. Pero los Dioses no permitieron que se apartara de la vista y la vigilancia de ellos. Se le dio una humilde morada dentro de las puertas de la ciudad; pero de tan hermosa apariencia eran todas las palabras y los hechos de Melko que al cabo de un tiempo se le permitió circular libremente por la tierra, y tanto los Dioses como los Elfos obtuvieron de él gran ayuda y beneficio. Sin embargo, el corazón de Ulmo desconfiaba de él, y Tulkas apretaba los puños cada vez que veía pasar a Morgoth, el enemigo. Porque Tulkas es rápido para la cólera, y lento para olvidar.

§49Más amable que todos era Melkor con los Elfos, y los ayudaba en muchos trabajos, cuando se lo permitían. Los Lindar, el pueblo de Ingwë, sospechaban de él; pues Ulmo los había advertido, y hacían caso omiso de sus palabras. Pero los Gnomos se complacían con las muchas cosas de conocimiento oculto que podía revelarles, y algunos escucharon palabras que mejor les hubiera valido no haber oído nunca.[146] Y cuando vio su oportunidad sembró semillas de mentiras e insinuaciones malignas [265] entre ellos. Amargamente pagó el pueblo de los Noldor esa locura en los días que vinieron después.

§50A menudo Morgoth susurraba que los Dioses habían llevado a los Eldar a Valinor por causa de los celos, temiendo que su maravillosa habilidad, belleza y magia se volvieran excesivas para el control de los Valar, mientras los Elfos medraban y se extendían por las anchas tierras del mundo. Conjuraba visiones en sus corazones de los grandes reinos que podrían haber gobernado a voluntad y en libertad en el Este. En esos días, además, aunque de hecho los Valar tenían conocimiento de la próxima llegada de los Hombres, los Elfos nada sabían, porque los Dioses no la habían revelado, y la hora aún estaba lejos. Pero Morgoth habló a los Elfos en secreto de los Hombres mortales, aunque poco sabía él de la verdad. Sólo Manwë conocía con claridad la parte de la mente de Ilúvatar que concernía a los Hombres, de los que siempre ha sido amigo. No obstante, Morgoth murmuró que los Dioses mantenían cautivos a los Eldar, para que cuando llegaran los Hombres los suplantaran en los reinos de la Tierra Media; porque advertían los Valar que no les sería tan difícil someter a esta raza de corta vida y más débil. Poca verdad había en esto y pocas veces lograron los Valar dominar la voluntad o el destino de los Hombres, y menos veces todavía para bien. Pero muchos de los Elfos creyeron, o creyeron a medias, estas palabras malignas. La mayoría de ellos eran Gnomos.

§51Así pues, antes de que los Dioses se dieran cuenta, la paz de Valinor fue envenenada. Los Gnomos empezaron a murmurar contra los Valar y su linaje, y la vanidad dominó a muchos, que olvidaron todo lo que los Dioses les habían dado y enseñado. Morgoth animó sobre todo la llama del corazón ansioso de Fëanor, codiciando siempre los Silmarils. Fëanor los llevaba en las grandes fiestas, en la frente y el pecho, pero en toda otra ocasión estaban celosamente guardados en las cámaras profundas de Tûn, porque aunque no había ladrones en Valinor, todavía, Fëanor amaba los Silmarils con amor codicioso, y empezó a ocultarlos a todos excepto a sí mismo y a sus hijos.

§52Los hijos de Finwë eran orgullosos, pero el más orgulloso era Fëanor. Mintiendo, Morgoth le dijo que Fingolfin y sus hijos planeaban usurpar el mayorazgo de Fëanor, y suplantarlos [266] con el favor de su padre y de los Dioses. De estas mentiras surgieron disputas entre los hijos de Finwë, y de esas disputas llegó con el tiempo el fin de los días ilustres de Valinor y el declive de su antigua gloria; porque Fëanor pronunció palabras de rebeldía contra los Valar, y proyectó abandonar Valinor para volver al mundo de fuera y librar, según decía, a los Gnomos de la esclavitud.

§53Fëanor fue llamado a comparecer ante los Valar en el Anillo del Juicio, y allí las mentiras de Morgoth quedaron al desnudo para todos aquellos que quisieron verlas. Los Dioses condenaron a Fëanor a permanecer por un tiempo fuera de Tûn, porque había perturbado la paz. Pero con él fue Finwë, su padre, que lo amaba más que a sus otros hijos, y muchos otros Gnomos. Al norte de Valinor, en las colinas cercanas a las estancias de Mandos, construyeron una fortaleza y una cámara del tesoro, y allí reunió gran cantidad de gemas. Pero Fingolfin gobernó a los Noldor en Tûn; y así las palabras de Morgoth parecieron justificadas en parte (aunque Fëanor había sido causa de que se cumpliesen con sus propias acciones), y la amargura que había sembrado subsistió, aunque las mentiras habían sido descubiertas, y sobrevivió todavía mucho tiempo entre los hijos de Fëanor y Fingolfin.

§54En mitad del concilio los Valar enviaron a Tulkas para echar mano a Morgoth y llevarlo de nuevo ajuicio, pero Morgoth se escondió y nadie pudo descubrir adonde había ido; y la sombra de todas las cosas pareció alargarse y oscurecerse en ese entonces. Se dice que durante mucho tiempo nadie vio a Morgoth, hasta que se le apareció a Fëanor en privado, fingiendo amistad con astutos argumentos y urgiéndolo para que volviera a su antigua idea de huir. Pero Fëanor le cerró ahora las puertas, si no el corazón; y Finwë envió un mensajero a Valmar, pero Morgoth partió encolerizado.

§55Ahora bien, cuando llegó el mensajero de Finwë, los Dioses estaban reunidos en consejo ante las puertas, asustados por la prolongación de las sombras, pero antes de que Tulkas pudiera partir llegaron otros con noticias de Tûn. Porque Morgoth había huido a través de los pasos de las montañas, y desde Kôr los Elfos lo vieron pasar, furioso como una nube de tormenta. De allí llegó a la región llamada Arvalin, que se encuentra [267] al sur de la Bahía de la Tierra de los Elfos, una tierra estrecha que se extiende bajo los pies orientales de las Montañas de Valinor. Allí las sombras son más profundas y espesas que en ningún otro sitio del mundo. En esa tierra, secreta y desconocida, moraba Ungoliantë, Tejedora de Tinieblas, en forma de araña. No se dice de dónde vino ella; de la Oscuridad Exterior, quizá, que se extiende más allá de los Muros del Mundo. Vivía en una hondonada, y tejía sus telas en una hendidura de las montañas; porque absorbía la luz y las cosas brillantes para devolverlas en redes negras de asfixiante lobreguez y niebla pegajosa. Siempre quería más alimento.

§56Morgoth se encontró con Ungoliantë en Arvalin, y coa ella planeó su venganza; pero Ungoliantë pidió una recompensa grande y terrible, antes de osar desafiar los peligros de Valinor y el poder de los Dioses. Tejió una gran oscuridad alrededor como protección, y tendió cuerdas negras de un pico rocoso a otro; y de esta manera trepó al fin al pináculo más alto de las montañas al sur de Taniquetil. En esa región la vigilancia de los Valar era menor, porque los bosques salvajes de Oromë se extendían al sur de Valinor, y los muros de las montañas miraban al este sobre la tierra sin senderos y los mares vacíos; y los Dioses montaban vigilancia más bien contra el Norte, donde antaño Morgoth había levantado su trono y fortaleza.

§57Ahora bien, Ungoliantë hizo una escala de cuerdas entretejidas, y Morgoth trepó por ella y se sentó a su lado; y miró la llanura resplandeciente, y vio a lo lejos las cúpulas de Valmar que refulgían a la mezcla de las luces. Entonces Morgoth rio; y rápidamente echó a correr saltando por las largas pendientes occidentales con Ungoliantë a su lado, y la oscuridad los cubría.

§58Era un día de festividad, y la mayoría del pueblo de Valinor se encontraba en la montaña de Manwë, cantando ante él en sus estancias, o tocando en los lugares de recreo de las mesetas situadas en las verdes laderas de Taniquetil. Estaban allí los Lindar, y muchos de los Noldor, y las calles de Valmar habían quedado en silencio, y pocos pies pisaban por las escaleras de Tûn; sólo los Teleri cantaban y tocaban todavía en las costas del Hogar de los Elfos, porque poco caso hacían del tiempo o las estaciones, o del destino que había de acaecer. Silpion menguaba y Laurelin recién empezaba a brillar cuando, protegidos por [268] el destino, Morgoth y Ungoliantë llegaron arrastrándose a la llanura. Con su lanza negra, Morgoth hirió a cada Árbol hasta la misma médula, y cuando brotaron sus jugos Ungoliantë los absorbió; y el veneno de sus fétidos labios penetró en los tejidos y los marchitó, hojas, ramas y raíces. Ungoliantë eructaba vapores negros mientras bebía el resplandor, y se hinchó hasta tener una forma monstruosa.

§59Entonces el asombro y la consternación cayeron sobre Valinor, cuando un súbito crepúsculo y una lobreguez creciente cubrieron la tierra. Nubes negras flotaban en tomo a las torres de Valmar, y la oscuridad invadía las calles. Varda miró hacia abajo desde Taniquetil y vio los Arboles hundidos y ocultos en la niebla. Demasiado tarde corrieron por colinas y portales. Los Dos Arboles morían y no brillaban, rodeados de una multitud gimiente que le pedía a Manwë que bajara. En la llanura los caballos de Oromë atronaron con un estrépito de cascos, y el fuego prendió en las tinieblas a sus pies. Más rápido que ellos corría Tulkas por delante, y la luz de la cólera de sus ojos era como una almenara. Pero no encontraron lo que buscaban. Allí donde iba Morgoth, Ungoliantë tejía oscuridad y confusión en tomo, de modo que los pies de los perseguidores se extraviaban y los ojos quedaban ciegos, y Morgoth escapó de la persecución.