IV
AINULINDALË

[181]

Hasta ahora, entre las obras publicadas de la Historia de la Tierra Media sólo había un relato de la Creación del Mundo, la vieja historia de La Música de los Ainur, escrita cuando mi padre trabajaba en Oxford en el material del Diccionario en 1918-20 (I. 58). En el «Esbozo de la Mitología» (E) no se menciona (IV, 18); en Q y AV 1 sólo aparece mencionada en la frase inicial «la hechura del Mundo», la hechura de todas «las cosas» por parte de Ilúvatar (IV. 95, 306); y en AV 2 no se añade nada más. Pero ahora, entre los escritos tardíos de los años treinta (véanse pp. 127-8), volvió a la historia que Rúmil contó a Eriol en el jardín de Mar Vanwa Tyaliéva en Kortirion, y escribió una nueva versión; vale la pena observar que en este caso regresó al texto original de la Música de los Ainur. La nueva versión se redactó con el «Cuento Perdido» delante, y de hecho lo siguió con bastante fidelidad, aunque modificando la formulación en todos los puntos. Esto representa un gran cambio respecto al salto aparente entre el resto de la narrativa «valinóreana» de los Cuentos Perdidos y el «Esbozo», que tal vez escribió como sinopsis resumida sin volver a leer los textos (cf. IV. 53).

El «mito cosmogónico», como lo llamó mucho después (I. 58), era ya, pues, una obra separada, independiente de El Silmarillion propiamente dicho, y lo seguiría siendo; a mi parecer, esta separación puede atribuirse al hecho de que la Creación no se mencionaba en E, donde empezó la tradición del Quenta, y no se relataba en Q. Pero QS tiene un nuevo comienzo, un breve pasaje acerca de la Gran Música y la Creación del Mundo, de lo cual podría deducirse que la Ainulindalë ya existía, aun cuando no hay más pruebas que lo demuestren (nota 20).

No obstante, la Ainulindalë consiste de hecho en dos manuscritos separados. El primero, que llamaré «A» sólo durante este capítulo, es muy tosco y presenta numerosos cambios realizados en la época de la composición, que en su mayor parte son palabras de la versión de los Cuentos Perdidos que se tacharon y reemplazaron una vez escritas. No hay página de título o título, pero en el principio mi padre garabateó La Música de los Ainur. El segundo texto, que llamaré aquí «B», es una copia en limpio del primero, y en su versión original constituye un hermoso manuscrito, sin titubeos ni cambios en la escritura; aunque hay un gran número de diferencias entre ambos textos, la gran mayoría [182] de ellas son alteraciones estilísticas sin importancia, mejoras de la expresión y el ritmo de las oraciones. No veo razones para pensar que transcurrió un periodo entre ellos; por tanto, creo que A puede tratarse aquí superficialmente, y comparar directamente el segundo texto B, bien acabado, y el original Cuento de la Música de los Ainur, apuntando, no obstante, que en muchos detalles de la expresión A era mucho más similar al antiguo Cuento. Las diferencias más importantes entre A y B se dan en las notas.

B tiene una portada de presentación muy similar a las del Ambarkanta y la Lhammas, obras también atribuidas a Rúmil; véase p. 128.

Ainulindalë

La Música de los Ainur

Escrita por Rúmil de Tûn

Doy ahora el texto de esta versión tal como fue escrito originalmente (muchos años después el manuscrito se convirtió en el vehículo de una revisión exhaustiva, cuando se habían introducido grandes cambios en la concepción cosmológica).

La Música de los Ainur

y la Llegada de los Valar

Estas son las palabras de Rúmil a Ælfwine sobre el principio del Mundo.[104]

Estaba Ilúvatar, el Padre de Todos, y primero hizo a los Ainur, los sagrados, que eran vástagos de su pensamiento, y estuvieron con él antes del Tiempo. Y les habló y les propuso temas musicales, y ellos cantaron ante él, y se sintió complacido. Pero por mucho tiempo cada uno de ellos cantó solo, o junto con unos pocos, mientras los demás escuchaban; pues cada uno sólo entendía la parte de la mente de Ilúvatar de la que provenía, y eran muy lentos en comprender a sus hermanos. Sin embargo, mientras escuchaban alcanzaban una comprensión más profunda y crecían el acuerdo y la armonía.

Y sucedió que Ilúvatar convocó a todos los Ainur, y les comunicó un tema poderoso, descubriendo para ellos cosas más grandes y maravillosas de las reveladas hasta entonces; y la gloria de su principio y el esplendor del final asombraron a los Ainur, de modo que hicieron una reverencia delante de Ilúvatar y guardaron silencio. [183]

Entonces dijo Ilúvatar: «Del tema que os comunicado, pero sólo incompleto y sin adorno, quiero ahora que hagáis, juntos y en armonía, una gran música. Y como os he inflamado con el Fuego, emplearéis vuestros poderes en el adorno de este tema, cada cual con sus propio pensamientos y recursos. Pero yo me sentaré y escucharé y me regocijaré de que a través de vosotros una gran belleza despierte en canción».

Entonces las voces de los Ainur, como de arpas y laúdes, caramillos y trompetas, y violas y órganos, y como de coros incontables que cantan con palabras, empezaron a convertir el tema de Ilúvatar en una gran música; y un sonido se elevó de melodías interminables que se alternaban, entretejidas en armonías, que iban más allá del oído hasta las profundidades y las alturas, y los lugares donde moraba Ilúvatar se llenaron hasta rebosar, y la música y el eco de la música salieron al Vacío, y no estuvo vacío. Nunca hubo allí, ni ha habido desde entonces, una música tan inconmensurable, aunque se ha dicho que los coros de los Ainur y los Hijos de Ilúvatar harán ante él una música todavía más grande tras el fin de los días.[105] Entonces los temas de Ilúvatar se tocarán correctamente, y cobrarán ser en el momento en que aparezcan, pues todos entenderán entonces el propósito de cada una de las partes, y conocerán la comprensión de los demás, e Ilúvatar pondrá en los pensamientos de ellos el Fuego secreto, y se sentirá muy complacido.

Pero ahora el Padre de Todos escuchaba sentado, y durante un largo rato le pareció bien, pues las fallas de la música eran pocas. Pero a medida que el tema prosperaba, el corazón de Melko[106] deseó entretejer cosas de su propia imaginación que no se acordaban con el tema de Ilúvatar; porque intentaba así acrecentar el poder y la gloria de la parte que le había sido asignada. A Melko, entre los Ainur, le habían sido dados los más grandes dones de poder y conocimiento, y tenía parte en todos los dones de sus hermanos;[107] y con frecuencia había ido solo a los lugares vacíos en busca del Fuego secreto que procura vida. Porque grande era el deseo que ardía en él de dar Ser a cosas propias, y le parecía que Ilúvatar no se ocupaba del Vacío, cuya desnudez lo impacientaba.[108] No obstante, no encontró el Fuego, pues está con Ilúvatar. Pero hallándose solo había empezado a concebir pensamientos propios, distintos de los de sus hermanos. [184]

Melko entretejió ahora algunos de estos pensamientos en la música, e inmediatamente una discordancia se alzó en tomo, y I muchos de los que cantaban cerca se desalentaron, se les confundió el pensamiento y la música vaciló; pero algunos empezaron a concertar su música con la de Melko más que con el pensamiento que habían tenido en un principio. Y la discordancia de Melko se extendió todavía más, y la música se oscureció, pues el pensamiento de Melko procedía de la oscuridad exterior, a la que Ilúvatar no había vuelto aún la luz de su rostro. Pero Ilúvatar escuchaba sentado, hasta que todo lo que podía oírse era como una tormenta, y una cólera informe que se hacía la guerra a sí misma en una noche interminable.

Entonces Ilúvatar se entristeció, pero sonreía, y levantó la mano izquierda, y un nuevo tema empezó en medio de la tormenta, parecido y sin embargo diferente al anterior, y que cobró fuerzas y tenía una nueva dulzura. Pero la discordancia de Melko se elevó rugiendo y luchó contra él, y una vez más hubo una guerra de sonido en que la música se perdió. Ilúvatar ya no sonreía entonces, sino lloraba, y levantó la mano derecha; y he aquí que un tercer tema brotó entre la confusión, y era disanto de los otros, y más poderoso que todos. Y pareció por último que dos músicas se desenvolvían a un tiempo ante el asiento de Ilúvatar, por completo discordantes. La una era profunda, vasta y hermosa, pero lenta y mezclada con un dolor inmitigable que era la fuente principal de su belleza. La otra había alcanzado ahora una unidad y una sistematicidad propias, pero imperfectas, salvo en lo que aún derivaba del primer tema de Ilúvatar; pero era estridente, vana e infinitamente repetida, y poco armónica, pues sonaba más bien como un clamor de múltiples trompetas que bramaran unas pocas notas, todas al unísono. E intentó ahogar la otra música con una voz violenta, pero parecía siempre que la música de Ilúvatar se apoderaba de las notas más triunfantes y las entretejía en su propia estructura.[109]

En medio de esta batalla, que sacudía las estancias de Ilúvatar y estremecía los lugares oscuros, Ilúvatar levantó ambas manos, y en un acorde, más profundo que el abismo, más alto que el firmamento, más glorioso que el sol, penetrante como la luz de los ojos de Ilúvatar, la música cesó. [185]

Entonces dijo Ilúvatar: «Poderosos son los Ainur, y entre ellos el más poderoso es Melko; pero sepan él y todos los Ainur que yo soy Ilúvatar, y que las cosas que habéis cantado e interpretado provienen de mí. Las músicas que hacéis en las regiones celestiales no son sólo para mi regocijo y vuestro deleitó, sino también para darles forma y realidad como las tenéis vosotros, los Ainur. Y he aquí que amaré las cosas que provienen de mi canto como amo a los Ainur, que provienen de mi pensamiento. Y tú, Melko, verás que ningún tema puede tocarse que no tenga en mí su fuente más profunda, y que nadie puede alterar la música a mi pesar. Pues aquel que lo intente no hará más que ayudarme en la creación de cosas más maravillosas todavía, que él no ha imaginado. Por mediación de Melko un terror como el fuego, un dolor como las aguas oscuras, una ira como el trueno y un mal tan alejado de mi luz como la más recóndita profundidad del más oscuro de los lugares se han incorporado al diseño. En la confusión de los sonidos se crearon el dolor y la crueldad, la llama devoradora y el frío inmisericorde, y la muerte sin esperanza. Pero veréis que a la larga sólo redunda en la gloria del mundo, y este mundo será llamado la más poderosa y bella de todas las obras de Ilúvatar».

Entonces los Ainur sintieron temor, y no comprendieron del todo lo que se dijo; y Melko se llenó de vergüenza y de la furia de la vergüenza. Pero Ilúvatar se irguió resplandeciente, y se alejó de las hermosas regiones que había hecho para los Ainur y llegó a los lugares oscuros; y los Ainur lo siguieron.[110]

Pero cuando llegaron a los más íntimo del Vacío contemplaron una visión de sobrecogedora belleza, donde antes no hubiera nada. Y dijo Ilúvatar: «¡Contemplad vuestra música! Porque ha tomado forma de mi voluntad, y ahora mismo la historia del mundo está empezando. Cada cual encontrará en el diseño que me pertenece los adornos que él mismo concibió; y Melko descubrirá las cosas que creyó sacar de su propio corazón, y verá que son sólo una parte del todo y tributarias de su gloria, Pero he dado el ser a todo».[111] Y he aquí que el Fuego secreto ardía en el corazón del Mundo.

Entonces los Ainur se maravillaron al ver que el mundo era un globo en el vacío, y que allí se sostenía, pero no estaba [186] hecho de él. Y se regocijaron al ver la luz, y los ojos se llenaron de deleite en la contemplación de muchos colores; pero el rugido del mar los inquietó sobremanera. Y observaron el aire y los vientos, y las materias de que estaba hecha la tierra media,[112] el hierro y la piedra, la plata y el oro, y muchas otras sustancias: pero de todas ellas el agua fue la que más alabaron. Y se dice que en el eco de la Música de los Ainur vive aún en el agua más que en cualquier otra sustancia del mundo, y muchos de los Hijos de Ilúvatar escuchan aún insaciables las voces del mar, aun sin saber lo que esperan.

Ahora bien, en el agua había pensado sobre todo el Ainu a quien llamamos Ulmo, a quien Ilúvatar había instruido en la música más profundamente que a los otros. Pero sobre aires y vientos quien más había reflexionado era Manwë, el más noble de los Ainur. En la materia de la tierra había pensado Aulë, a quien Ilúvatar había concedido una capacidad y un conocimiento apenas menores que los de Melko; pero lo que deleitaba y enorgullecía a Aulë era el proceso de hacer, y las cosas hechas, y no la posesión ni él mismo, por lo que fue hacedor y maestro y no amo, y nadie lo ha llamado señor.[113]

Ahora bien, Ilúvatar habló a Ulmo y dijo: «¿No ves cómo Melko ha declarado la guerra en tu reino? Concibió un frío crudo e inmoderado, y no ha destruido la belleza de tus fuentes, ni la de tus claros estanques. ¡Contempla la nieve, y la astuta obra de la escarcha! ¡Contempla las torres y los palacios de hielo! Melko ha concebido calores y fuego sin restricción, y no ha marchitado tu deseo, ni ha ahogado por completo la música del mar. Contempla más bien la altura y gloria de las nubes, y las nieblas y los vapores siempre cambiantes, y escucha caer la lluvia sobre la tierra. Y en esas nubes eres llevado aún más cerca de tu hermano Manwë, a quien amas».[114]Respondió entonces Ulmo: «Sí, en verdad, mi corazón no había imaginado que el agua llegara a ser tan hermosa, ni mis pensamientos secretos habían concebido el copo de nieve, ni nada en mi música que contuviese la caída de la lluvia. Iré en busca de Manwë, ¡y juntos él y yo haremos melodías que serán tu eterno deleite!». Y Manwë y Ulmo han sido desde el principio aliados, y en todo cumplieron con fidelidad los propósitos de Ilúvatar. [187]

Y aun mientras Ilúvatar le hablaba a Ulmo, los Ainur contemplaron el despliegue del mundo, y el principio de la historia que Ilúvatar les había propuesto como tema de canción. Por causa del recuerdo de las palabras de Ilúvatar, y por el conocimiento que cada uno tiene de la música que interpretó, los Ainur saben mucho de lo que vendrá, y pocas cosas no prevén. Sin embargo, algunas cosas hay que no pueden ver, ni a solas ni consultándose irnos a otros. Pero mientras miraban muchos se enamoraron de la belleza del mundo, y quedaron absortos en la historia que entonces cobraba ser, y hubo inquietud entre ellos. Así sucedió que algunos se quedaron con Ilúvatar más allá del mundo, y fueron los que se sintieron satisfechos al interpretar el pensamiento del diseño del Padre de Todos, ocupándose tan solo de disponerlo tal como lo habían recibido. Pero otros, y entre ellos estaban muchos de los más sabios y hermosos de los Ainur, suplicaron a Ilúvatar que se les permitiera entrar en el mundo y vivir allí, y adoptar la forma y las galas del Tiempo.[115] Porque, decían ellos: «Deseamos ser los guardianes de las hermosas criaturas de nuestros sueños, a las que tu poder ha dado vida independiente, e instruiríamos a los Elfos y los Hombres en sus maravillas y oficios, cuando llegue el Tiempo de que tus Hijos aparezcan sobre la tierra». Y Melko fingió que deseaba dominar la violencia y los tumultos, de calor y de frío, que había desatado en la tierra, pero su intención era usurpar los reinos de todos los Ainur y someter tanto a Elfos como a Hombres a su voluntad, porque estaba celoso de los dones que Ilúvatar se proponía otorgarles.

Porque los Elfos y los Hombres fueron concebidos sólo por Ilúvatar, y, al no comprender del todo esa parte del tema cuando se les propuso, ninguno de los Ainur se había atrevido a añadir nada a la forma de la música; y estas razas, por esa razón, son llamadas los Hijos de Ilúvatar, y los Ainur son para ellos antes mayores y caudillos que amos. Por tanto, cuando en sus tratos con los Elfos y los Hombres los Ainur han intentado forzarlos, cuando ellos no querían ser guiados, rara vez dio buenos resultados, fuera con buena o mala intención. Los Ainur han tratado sobre todo con los Elfos, pues Ilúvatar hizo a los Elfos más similares en naturaleza a los Ainur, aunque menores en estatura y poder; pero a los Hombres les dio extraños dones. [188]

Sabiendo estas cosas y viendo los corazones de los Ainur, Ilúvatar accedió a su deseo, y no se dice que lo apenara. Entonces aquellos que lo deseaban bajaron y entraron en el mundo. Pero Ilúvatar les impuso esta condición, o quizás era necesario para el amor de ellos (no sé cuál): que desde entonces en adelante sus poderes se limitaran y sujetaran al mundo, y cayeran con él; y sus designios para ellos después Ilúvatar no los ha revelado.

Así llegaron al mundo los Ainur, a quienes nosotros llamamos los Valar, o los Poderes, y moraron en muchos lugares: en el firmamento, o en las profundidades del mar, o en la tierra, o en Valinor en los bordes de la tierra. Y los cuatro más grandes eran Melko, Manwë, Ulmo y Aulë.

Melko caminó solo por el mundo durante mucho tiempo, y empuñaba tanto el fuego como la escarcha, desde los Muros del Mundo y hasta los más profundos hornos que hay debajo, y todo lo que era violento e inmoderado, repentino o cruel, se le atribuye a Melko, la mayoría de las veces con justicia. Pocos de la raza divina fueron con él, y tampoco lo acompañaron los Hijos de Ilúvatar, salvo como esclavos, y él mismo creó a sus compañeros: los Orcos y demonios que perturbaron la tierra mucho tiempo, atormentando a los Hombres y los Elfos.[116]

Ulmo ha vivido siempre en el Océano Exterior, y gobernado el flujo de todas las aguas, y los cursos de todos los ríos, la renovación de las fuentes y la destilación de la lluvia y el rocío de todo el mundo. En los lugares profundos concibe una música grande y terrible; y el eco de esa música corre por todas las venas del mundo, y su alegría es como la alegría de una fuente al sol alimentada por los manantiales de insondable pesar en los cimientos del mundo.[117] Los Teleri aprendieron mucho de él, y por esa razón su música tiene a la vez tristeza y encantamiento. Junto con él llegó Salmar, el que hizo los cuernos de Ulmo;[118] y Ossë y Uinen, a los que dio el gobierno de las olas y los mares interiores; y además muchos otros espíritus.

Aulë moraba en Valinor, en cuya hechura tuvo la mayor parte, e hizo allí muchas cosas tanto abiertamente como en secreto. De él provienen el amor y el conocimiento de las sustancias de la tierra, del labrador y el granjero, y las artes del tejedor, del forjador de metales y el que da forma a la madera. De él proviene [189] la ciencia de la tierra y su composición, y la combinación y mutación de sus elementos.[119] Los Noldor aprendieron mucho de Aulë en días posteriores, y son ellos los más sabios y hábiles de entre los Elfos. Pero añadieron mucho a sus enseñanzas y se deleitaron en las lenguas y los alfabetos, y en las figuras de bordado, el dibujo y el tallado. Pues el arte era el don especial de los Hijos de Ilúvatar.[120] Y los Noldor inventaron las gemas, que no existían en el mundo antes de su llegada; y las más bellas de todas fueron los Silmarils, que se han perdido.

Pero el más alto y sagrado de los Valar era Manwë Súlimo, y vivía en Valinor, y se sentaba en majestad en su trono; y el trono de Manwë se levantaba en el pináculo de Taniquetil, la más alta montaña del mundo, que se encuentra en los bordes de Valinor. Espíritus que tenían forma de halcones y águilas iban y venían volando de su casa, y sus ojos podían ver hasta las profundidades del mar y horadar las cavernas ocultas bajo el mundo, y sus alas podían llevarlos a través de las tres regiones del firmar mentó más allá de las luces del cielo hasta el filo de la oscuridad;[121] y le traían noticias de casi todo cuanto ocurría: no obstante, hay cosas ocultas aun para los ojos de Manwë.

Con Manwë vivía Varda la más hermosa. Ahora bien, los Ainur que llegaron al mundo tomaron forma y cuerpo, como la de los Hijos de Ilúvatar que nacieron en el mundo; pero la forma que tomaron los Valar es más grande y hermosa y procede del conocimiento y el deseo de la sustancia del mundo más que de la sustancia misma, y no siempre puede percibirse, aunque esté presente. Y algunos de ellos, por tanto, tomaron forma y temple de mujer, y otros de hombre.[122] Pero Varda era la Reina de los Valar, y la esposa de Manwë; y ella hizo las estrellas, y su belleza es alta y terrible, y se la nombra con reverencia. De Manwë y Varda descienden Fionwë Úrion su hijo e limar su hija; y éstos fueron los mayores de los hijos de los Dioses.[123] Moran con Manwë, y con ellos hay una gran hueste de espíritus hermosos en gran felicidad. Los Elfos y los Hombres aman a Manwë por sobre todos los Valar,[124] pues no se complace con su propio honor, ni está celoso de su poder, sino que gobierna todo para la paz. Amaba a los Lindar[125] por sobre todos los Elfos, y de él recibieron la poesía y el canto; pues la poesía es el deleite de Manwë, y su música es el canto con palabras. El vestido de [190] Manwë es azul, y azules son sus ojos, y su cetro es de zafiro; y es el Rey del mundo de los Dioses, los Elfos y los Hombres, y principal defensa contra Melko.

Después de la partida de los Valar, hubo silencio durante una edad, e Ilúvatar estuvo solo, pensando. Luego habló Ilúvatar, y dijo: «He aquí que amo el mundo, que es la mansión de los Elfos y los Hombres. Pero los Elfos serán las más hermosas de las criaturas terrenas, y tendrán y concebirán más belleza que todos mis hijos, y de ellos será la mayor buenaventura de este mundo. Pero a los Hombres les daré un nuevo don».

Por tanto quiso que los corazones de los Hombres buscaran más allá y no encontraran reposo en el mundo; pero tendrían en cambio la virtud de modelar sus propias vidas, entre los poderes y los azares mundanos, más allá de la Música de los Ainur, que es como el destino de toda otra criatura. Y por obra de los Hombres todo habría de completarse, en forma y acto, y el mundo se cumpliría hasta en lo último y más pequeño. Y he aquí que incluso nosotros, los Elfos, hemos visto para nuestro pesar que los Hombres tienen un extraño poder para lo bueno y lo malo, y para apartar las cosas del propósito de los Valar o de los Elfos; por ese motivo se dice entre nosotros que el Destino no es el amo de los hijos de los Hombres; sin embargo, están ciegos y su alegría es pequeña, aunque debería ser grande.

Pero Ilúvatar sabía que los Hombres, arrojados al torbellino de los poderes del mundo, se extraviarían a menudo y no utilizarían su don en armonía; y dijo: «También ellos sabrán, llegado el momento, que todo cuanto hagan contribuirá al fin sólo a la gloria de mi obra». Dicen los Elfos, sin embargo, que los Hombres son a menudo motivo de dolor para el mismo Manwë, que conoce mejor que otros la mente de Ilúvatar.[126] Pues los Hombres se asemejan a Melko más que a cualquier otro de los Ainur, y sin embargo lo han temido y lo han odiado siempre.[127] Uno y el mismo es este don de la libertad concedido a los hijos de los Hombres: que sólo estén vivos en el mundo un breve lapso, y sin embargo que no estén atados a él, ni perezcan completamente para siempre. Mientras que los Eldar permanecen en el mundo hasta el fin de los días, y su amor por el mundo es por tanto más profundo, y más doloroso. Pero no mueren, hasta [191] que el mundo muera, a menos que los maten o los consuma la pena (pues a estas dos muertes aparentes están sometidos); tampoco la edad les quita fuerzas, a menos que uno se canse de diez mil siglos; y al morir se reúnen en las estancias de Mandos, en Valinor, de donde a menudo retoman y renacen en sus hijos. Pero los hijos de los Hombres mueren en verdad. Pero se dice que se unirán a la Segunda Música de los Ainur,[128] mientras que Ilúvatar no ha revelado qué les reserva a los Elfos y a los Valar tras el fin del Mundo, y Melko no lo ha descubierto.

NOTAS (104-128)

[193]

Veremos que aunque se rescribieron todas y cada una de las oraciones del Cuento de la Música de los Ainur original, y que se introdujeron muchos elementos nuevos, en esa época subsistía aún la diferencia principal entre la primera versión y la del Silmarillion publicado: «cuando los Ainur contemplan el Mundo por vez primera, lo ven realmente; no es para ellos una mera visión que les fuera arrebatada y cobró existencia tan sólo en las palabras de Ilúvatar: ! ¡Qué estas cosas Sean!» (I. 79-80).