[421]
En esta última sección del libro doy varios escritos tardíos de mi padre, distintos en naturaleza pero, en general, referentes a la interpretación de los elementos principales de la «mitología» (o legendarium, como la llamaba él) de acuerdo con los imperativos de los grandes cambios que había experimentado la concepción subyacente. Algunos de estos papeles (con notables excepciones) resultan especialmente difíciles: ideas fluctuantes, expresión ambigua y llena de alusiones y pasajes ilegibles. Pero el mayor problema radica en la escasez de indicaciones fiables acerca de la fecha, externa o relativa: ordenarlos en una secuencia de composición aun aproximada parece imposible (aunque creo que casi todos corresponden a los años en que se escribieron Leyes y costumbres de los Eldar, la Athrabeth y las revisiones tardías de partes del Quenta Silmarillion, es decir, a finales de los años cincuenta, en el periodo posterior a la publicación de El Señor de los Anillos).
En estos escritos se puede leer el relato de un largo debate interior. Años antes se habían dado los primeros signos en nuevas ideas que, si mi padre hubiera seguido con ellas, habrían causado graves trastornos en El Silmarillion. Creo haber demostrado que cuando revisó y reescribió por primera vez las historias existentes de los Días Antiguos, antes de acabar El Señor de los Anillos, escribió una versión de la Ainulindalë que introducía una transformación radical del mito astronómico, pero que entonces contuvo la mano (pp. 13-17, 58). Ahora, en cambio, tal como se verá en muchos de los ensayos y notas que siguen, había acabado por pensar que tal convulsión era necesaria, que el cosmos del antiguo mito había perdido la validez; al mismo tiempo, se sentía obligado a intentar construir una base «teórica» o «sistemática» más segura para los elementos del legendarium que habían de conservarse. Con sus preguntas, certezas que daban paso a la duda, resoluciones contradictorias, estos escritos deben leerse con cierto acento intelectual e imaginativo en vista de tal demolición y reconstitución, consideradas como una necesidad ineludible pero que nunca llegaron a completarse. [422]
Los textos, dispuestos en una secuencia «temática» muy poco estricta, están numerados en caracteres romanos. Casi todos han sufrido cambios editoriales insignificantes (cuestiones de puntuación, inserción de palabras ausentes y detalles de ese tipo). Hay notas numeradas (no en todos los casos) que siguen a los textos individuales.
Para empezar doy una breve exposición escrita en dos trozos de papel adjuntos a uno de los textos mecanografiados de los Anales de Aman, que correspondería a 1958 o después (si mis conclusiones generales sobre las fechas son correctas, p. 343).
Esto proviene de las versiones más antiguas de la mitología, cuando no pretendía ser más que otra mitología primitiva, aunque más coherente y menos «salvaje». En consecuencia, se trataba de una cosmogonía «Tierra Plana» (siempre mucho más fácil de manejar): la Cuestión de Númenor no existía aún.
Ahora me resulta evidente que de hecho, en cualquier caso la Mitología debe ser un asunto «de Hombres». (En realidad los Hombres son los únicos interesados en los Hombres y en las ideas y opiniones de los Hombres.) Los Altos Eldar, o al menos sus escritores y maestros, al vivir y estar tutelados por los seres demiúrgicos, deben de haber sabido la «verdad» (de acuerdo con su medida de entendimiento). Lo que tenemos en el Silmarillion etc. son tradiciones (especialmente personalizadas y centradas en actores, como Fëanor) transmitidas por Hombres en Númenor y más tarde en la Tierra Media (Amor y Gondor); no obstante, ya mucho antes —desde la primera relación de los Dúnedain y los amigos de los Elfos con los Eldar de Beleriand— se mezclaron y confundieron con sus propios mitos humanos e ideas cósmicas.
En ese punto (reconsiderando las primeras partes cosmogónicas) me sentí inclinado a adherirme a la Tierra Plana y a la tarea astronómicamente absurda de la hechura del Sol y la Luna. Pero no puedes inventar historias de ese tipo cuando vives entre gentes con el mismo fondo imaginativo general, cuando el Sol «de verdad» sube por el Este y desciende por el Oeste, etc. Cuando, no obstante (independientemente de lo poco que [423] sepa o piense la gente sobre astronomía), la creencia general es que vivimos en una isla «esférica» en el «Espacio», no puedes seguir haciéndolo.
Uno pierde, por supuesto, el impacto dramático de cosas como los primeros «encarnados» caminando en un mundo iluminado por las estrellas, o la llegada de los Altos Elfos a la Tierra Media desplegando los estandartes en la primera subida de la Luna.
He dado esto primero porque —aunque escrito a gran velocidad— constituye una declaración explícita de las opiniones de mi padre en esa época, en tres aspectos principales. Los mitos astronómicos de los Días Antiguos no pueden considerarse como un registro de las creencias tradicionales de los Eldar en una forma pura, porque es imposible que los Altos Elfos de Aman fueran tan ignorantes; además, los elementos cosmológicos de El Silmarillion son esencialmente un registro de ideas mitológicas, de origen complejo, que predominan entre los Hombres.[278] No obstante, en esta nota mi padre parece haber aceptado que estas ideas en sí mismas no causan necesariamente una gran convulsión en la «estructura esencial del mundo» de El Silmarillion, sino que, por el contrario, constituyen una base para su conservación («En ese punto… me sentí inclinado a adherirme a la Tierra Plana»). La conclusión de esta breve declaración parece, pues, un paso más, sin relación con los otros: que el mito cosmológico de El Silmarillion fue un «error creativo» por parte de su creador, puesto que no podía contener verdad imaginativa para gente que sabe muy bien de la falsedad de tal «astronomía».
Según sus propias afirmaciones, éste parece un argumento de naturaleza más que cuestionable, que de hecho plantea la cuestión de por qué el mito de los Dos Árboles (que, por lo que dicen los registros, jamás tuvo la intención de abandonar) resulta más aceptable que el de la creación del Sol y la Luna a partir del último fruto y la última flor de los Árboles al morir. De hecho, si es cierto, ¿cómo puede aceptarse que la Estrella de la Tarde es el Silmaril que Beren arrancó de la Corona de Morgoth?
En cualquier caso, es evidente, porque su afirmación no deja lugar a dudas, que había llegado a creer que el arte del «subcreador» no puede, o no debería intentar, llegar a la revelación «mítica» de una concepción de la forma de la Tierra y el origen de las luces del cielo que contradiga las verdades físicas conocidas en su propio tiempo: «no puedes seguir haciéndolo». Opinión que hace más complejo y difícil de debatir el aumento de la importancia de los «maestros» eldarin de Aman, cuyas dotes intelectuales y conocimientos deben excluir [424] cualquier idea impuesta por una astronomía «falsa». A mi parecer mi padre estaba proyectando —desde dentro— un arma temible contra su propia creación.
En este breve texto escribió con desprecio de «la tarea astronómicamente absurda de la hechura del Sol y la Luna». Creo posible que fuera la propia naturaleza de este mito lo que le llevó finalmente a abandonarlo. La idea es hermosa, no absurda; pero demasiado «primitiva». De la «Historia del Sol y la Luna» original impresa en El Libro de los Cuentos Perdidos 1 escribí (I. 247):
Como resultado de esta minuciosa y dramática descripción, el origen del Sol y la Luna en el último fruto y la última flor de los Árboles tiene menos misterio que el sucinto y hermoso lenguaje de El Silmarillion; pero también se dice mucho aquí para subrayar el gran tamaño del «Fruto del Mediodía» y el aumento del calor y el brillo del Barco del Sol después del lanzamiento, de modo que no es tan espontánea la idea de que si el Sol que ilumina brillantemente la Tierra entera no era sino un único fruto de Laurelin, Valinor tuvo que haber sido un sitio dolorosamente brillante y caluroso en los días de los Árboles. En la primera historia las últimas exteriorizaciones de vida de los Árboles agonizantes son por completo extrañas y «enormes», las de Laurelin portentosas, aun ominosas; el Sol resulta asombrosamente brillante y caliente aun para los Valar, que se sienten perturbados e intranquilos por lo que se ha hecho (los Dioses sabían «que habían hecho algo más grande todavía de lo que al principio habían sospechado»); y el enfado y la aflicción de algunos de los Valar ante la luz quemante del Sol dan la impresión de que en el último fruto de Laurelin se había desencadenado un poder terrible e imprevisible.
Con la evolución y el desarrollo del Quenta Silmarillion la presentación del mito disminuyó de peso y fuerza; en la versión final del capítulo, así como en los Anales de Aman, la descripción del origen del Sol y la Luna se reduce a unas pocas líneas.
No obstante, aun cuando vacilara la esperanza y se quebrara la canción, he aquí que Telperion dio por fin en una rama sin hojas una gran flor de plata, y Laurelin una única fruta de oro.
A éstas recogió Yavanna, y entonces los Árboles murieron, y los troncos sin vida se levantan todavía en Valinor, como en recuerdo de los días de antaño. Pero la flor y la fruta las dio Yavanna a Aulë, y Manwë las consagró; y Aulë y su pueblo construyeron las naves que las llevarían y preservarían su esplendor, como se cuenta en el Narsilion, la Canción del Sol y la Luna. Los dioses dieron esas naves a Varda para que se convirtieran en lámparas del cielo, con un fulgor mayor que el de las antiguas estrellas…
Las graves y tranquilas palabras no pueden eliminar por completo [425] la sensación de que lo que aquí surge es un afloramiento no erosionado, a partir de un antiguo nivel más fantástico y menos común. Y así es: tal era la naturaleza de la obra, que se había desarrollado durante tantos años. Pero no figura en la obra como un mito aislado, un elemento ahora gratuito que podría eliminarse; enlazado con él estaba el mito de los dos Árboles («el Sol y la Luna Mayores»), que iluminaron durante largas edades la tierra de Valinor, mientras la Tierra Media yacía en la oscuridad, sólo con la luz de las estrellas en el firmamento de Arda. En esa oscuridad despertaron los Elfos, el Pueblo de las Estrellas; y tras la muerte de los Árboles la antigua Luz se conservó sólo en los Silmarils. En 1951 mi padre había escrito (Cartas n.º 131, p. 176):
Había la Luz de los Valinor, hecha visible en los Árboles de Plata y de Oro. Estos recibieron la muerte por acción maliciosa del Enemigo, y Valinor quedó a oscuras, aunque de ellos, antes de morir por completo, derivan las luces del Sol y la Luna. (Hay una pronunciada diferencia entre estas leyendas y la mayor parte de las demás, pues el Sol no constituye un símbolo divino, sino algo segundo en excelencia, y la «luz del Sol» —el mundo bajo el sol— se convierte en condición de un mundo caído y fuente de una dislocada visión imperfecta.)
Sin embargo: «no puedes seguir haciéndolo». En los siguientes pasajes se verá cómo, impelido por esta convicción, intentó deshacer lo que había hecho, pero conservando cuanto le era posible. Resulta notable que nunca parece haber advertido en ese entonces que la presente nota solucionaba lo que él consideraba un problema:
Lo que tenemos en el Silmarillion etc. son tradiciones… transmitidas por Hombres en Númenor y más tarde en la Tierra Media (Amor y Gondor); no obstante, ya mucho antes —desde la primera relación de los Dúnedain y los amigos de los Elfos con los Eldar de Beleriand— se mezclaron y confundieron con sus propios mitos humanos e ideas cósmicas.
Es tentador suponer que cuando mi padre escribió que «reconsiderando las primeras partes cosmogónicas» se sintió «inclinado a adherirse a la Tierra Plana y a la tarea astronómicamente absurda de la hechura del Sol y la Luna» se refería a la Ainulindalë C y a los Anales de Aman. En ese caso, podría justificar los cambios de la Ainulindalë C comentados en pp. 40-42, en que Arda se convierte en un pequeño mundo dentro de la vastedad de Eä pero conserva las características de «Tierra Plana» de Ilu del Ambarkanta y antes.
En relación con la afirmación de mi padre de que las leyendas de El Silmarillion eran tradiciones transmitidas por los Hombres de Númenor [426] y después de los reinos númenóreanos de la Tierra Media, éste es un lugar adecuado para dar una nota completamente aislada que escribió con cuidado (pero no con su máquina posterior) en un trocito de papel encabezado «Memorándum».
Las tres Grandes Historias deben ser númenóreanas y proceder del material conservado en Gondor. Formaban parte del Atanatárion (o Legendarium de los Padres de los Hombres). ?Sindarin Nern in Edenedair (o In Adanath).
Son (1) Narn Beren ion Barahir, también llamada Nam e-Dinúviel (Historia del Ruiseñor)
(2) Narn e-mbar Hador, incluyendo (a) Narn i Chîn Húrin (o Nam e-’Rach Morgoth Historia de la maldición de Morgoth); y (b) Narn en-Êl (o Narn e-Dant Gondolin ar Orthad en-Êl)
¿No deberían darse como Apéndices del Silmarillion?
En la pregunta final mi padre distinguía presumiblemente entre versiones largas y cortas de las historias. En otras dos notas escritas en el mismo papel, de la misma época que las anteriores, se menciona «la Historia de Túrin» y se insinúa que estaba trabajando en ella por ese entonces.[279] No dispongo de ninguna prueba precisa para fechar el gran desarrollo de la «Saga de Túrin», pero no hay duda de que corresponde a un periodo anterior al de los escritos dados en la última parte de este libro.
La idea de que las leyendas de los Días Antiguos procedían de la tradición númenóreana aparece también en el copia abandonada (AAm*) de los Anales de Aman que realizó mi padre (p. 82).[280] En ese texto el preámbulo dice:
Aquí empiezan los «Anales de Aman». Rúmil los hizo en los Días Antiguos, y los Exiliados los conservaron en la memoria. De este modo las partes que aprendimos y recordamos fueron puestas por escrito en Númenor antes de que la Sombra cayera sobre ella. [427]
[427]
Éste es un texto de naturaleza muy complicada, un manuscrito a tinta que se divide en dos partes que sin duda alguna están íntimamente relacionadas: un comentario con la idea de «regenerar» la mitología por un lado y una historia abandonada por el otro. Ninguna de las partes tiene título o encabezamiento.
La Hechura del Sol y la Luna debe tener lugar mucho antes de la llegada de los Elfos; no se puede hacer que ocurra antes [428] de la muerte de los Dos Árboles, si es que tuvo alguna relación con la estancia de los Noldor en Valinor. El intervalo de tiempo es demasiado corto. Tampoco podía haber árboles y flores etc. en la tierra, si no había habido luz desde el derribo de las Lámparas.[281]
Pero ¿cómo es posible, no obstante, que los Eldar se llamen el «Pueblo de las Estrellas»?
Teniendo en cuenta que los Eldar son supuestamente más sabios y tienen conocimientos más ciertos acerca de la historia y la naturaleza de la Tierra que los Hombres (o que los Elfos Salvajes), sus leyendas deben estar más relacionadas con sus conocimientos actuales acerca de al menos la forma del Sistema Solar (= Reino de Arda);[282] aunque no es preciso, por supuesto, seguir ninguna teoría «científica» de su creación o desarrollo.
Por tanto, parece evidente que la mitología cosmogónica debe representar a Arda tal como es, más o menos: una isla en el vacío «entre las estrellas innumerables». El Sol sería coevo de la Tierra, aunque no es preciso tener en cuenta su tamaño relativo, mientras que se aceptará la aparente rotación del Sol alrededor de la Tierra.[283]
Las Estrellas, por tanto, serán en general otras partes de la Gran Historia de Eä, más remotas, que no conciernen a los Valar de Arda. Sin embargo, aunque no se diga de modo explícito, el supuesto subyacente será que el Reino de Arda tiene una importancia primordial, escogido entre toda la vastedad inconmensurable de Eä como escenario del drama principal del conflicto de Melkor e Ilúvatar y los Hijos de Eru. Melkor es el espíritu supremo del Orgullo y la Rebelión, no sólo el principal vala de la Tierra que se ha vuelto al mal.[284]
Por tanto, no se puede decir que Varda, como uno de los Valar de Arda, ha «iluminado» las estrellas como acto subcreativo original: por lo menos no las estrellas en general.[285]
Al parecer, la Historia debería seguir esta línea. La entrada de los Valar en Eä en el principio del Tiempo. La elección del [429] Reino de Arda como morada principal (?por los más altos y nobles de los Ainur,[286] a quienes Ilúvatar se había propuesto encomendar el cuidado de los Eruhíni). Manwë y sus compañeros evitan a Melkor y empiezan el ordenamiento de Arda, pero Melkor los busca y al fin encuentra Arda[287] e intenta reinar en lugar de Manwë.
A grandes rasgos, este periodo corresponderá a los supuestos tiempos primigenios antes de que la Tierra fuera habitable. Una época de fuego y cataclismo. Melkor desvió el Sol, de modo que a veces hacía demasiado calor y otras demasiado frió. No es necesario precisar si era debido al estado del Sol o a alteraciones de la órbita de la Tierra: ambas cosas son posibles.
No obstante, después de una batalla Melkor es expulsado de la misma Tierra. (¿La Primera Batalla?) Advierte que sólo puede visitarla en secreto. En ese entonces empieza a volverse sobre todo al frío y a la oscuridad. Su primer deseo (y arma) había sido el fuego y el calor. Fue esgrimiendo la llama como Tulkas (?originalmente vala del Sol) lo derrotó en la Primera Batalla. Por tanto Melkor llega la mayoría de las veces de noche y sobre todo al Norte en invierno. (Tras la Primera Batalla Varda puso algunas estrellas como signos ominosos para los moradores de Arda.)
Para contrarrestar los Valar hacen la Luna. ¿De materia terrena o del Sol? Será una luz secundaria para mitigar la noche[288] (tal como la había hecho Melkor), y también un «navío guardián y vigilante» que rodearía el mundo.[289] Pero Melkor convocó en el Vacío espíritus de frío etc. y lo atacó de repente, expulsando al vala Tilion.[290] La Luna estuvo entonces sin guía y errante por un largo tiempo, y se llamó Rana (neutro).[291]
[Si Tulkas proviene del Sol, Tulkas era la forma que el vala adoptó en la Tierra, siendo en su origen Auron (masculino). Pero el Sol es femenino; además, es mejor que el vala sea Aren, una doncella a quien Melkor intentó hacer su esposa (o violó);[292] ella estalló en una llama de cólera y angustia y su espíritu fue liberado de Eä, pero Melkor se oscureció y ardió, y a partir de [430] entonces tuvo forma oscura y se volvió a la oscuridad. (El propio Sol era Anar, neutro, o Úr, cf. Rana, Ithil)]
El Sol se convirtió en un Fuego Solitario, contaminado por Melkor, pero tras la muerte de los Dos Árboles, Tilion regresó a la Luna, que por tanto pasó a ser enemiga de Melkor y de sus siervos y criaturas de la noche, y más tarde amada de los Elfos etcétera.
Tras la captura de la Luna, Melkor empieza a sentirse más valiente de nuevo. Establece puestos permanentes en el Norte, a gran profundidad. Desde allí lleva a cabo la corrupción secreta que pervierte las obras de los Valar (especialmente de Aulë y Yavanna).
Los Valar se sienten cansados. Al cabo descubren a Melkor y su morada e intentan expulsarlo de nuevo, pero Utumno resulta demasiado fuerte.
Varda ha conservado algo de la Luz Primigenia (originalmente su principal interés en la Gran Historia). Se hacen los Dos Árboles. Los Valar construyen su lugar de descanso y su morada en Valinor, en el Oeste.
Ahora bien, uno de los objetivos de los Dos Árboles (al igual que más tarde de las Joyas) era curar las heridas abiertas por Melkor, pero tenía un aspecto fácilmente egoísta: la historia era detenida, en contra de la Historia. Este es el efecto que tuvo en los Valar. Se enamoraron cada vez más de Valinor, y la visitaban cada vez más a menudo y se quedaban allí más tiempo. La Tierra Media quedó insuficientemente atendida, e insuficientemente protegida contra Melkor.
Hacia el final de los Días de Beatitud los Valar advirtieron que los papeles se habían invertido. Melkor los expulsa de la Tierra Media con sus espíritus y monstruos malignos, y sólo pueden visitarla en secreto y por poco tiempo (principalmente Oromë y Yavanna).
Este periodo debe ser breve. Ambas partes saben que la llegada de los Hijos de Dios es inminente. Melkor desea dominarlos en seguida con miedo y oscuridad, y esclavizarlos. Oscurece el mundo [añadido en el margen: ¿durante 7 años?] impidiendo la visión del cielo hasta donde le es posible, aunque en el lejano sur (se dice) no fue efectivo. Grandes nubes surgen desde el lejano Norte (donde [son] densas) hasta el centro (Endor).[293] [431]La Luna y las estrellas son invisibles. El día es sólo una débil luz crepuscular. Sólo [hay] luz en Valinor.
Varda se alza en su poder y Manwë de los Vientos y luchan con la Nube de la Ceguera. Pero tan pronto como está abierta Melkor vuelve a cerrar el velo, al menos sobre la Tierra Media. Llega entonces el Gran Viento de Manwë, y el velo se abre. Las estrellas lucen claras aun en el Norte (Valakirka) y tras la larga oscuridad parecen terriblemente brillantes.
Es en la oscuridad anterior cuando despiertan los Elfos. Lo primero que ven en la oscuridad son las estrellas. Pero Melkor hace surgir tinieblas del Este, y las estrellas desaparecen en el oeste. De ahí que desde el principio piensen que la luz y la belleza se encuentran en el Oeste.
La llegada de Oromë.
La Tercera Batalla y el cautiverio de Melkor. Los Eldar van a Valinor. Las nubes se dispersan lentamente tras la captura de Melkor aunque Utumno todavía eructa. Donde más oscuro está es hacia el este, lo más lejos del aliento de Manwë.
¿La Marcha de los Eldar es entre grandes Lluvias?
Los Hombres despiertan en una Isla entre las aguas y por tanto dan la bienvenida al Sol, que parece surgir del Este. Sólo cuando el mundo está más seco abandonan la Isla y se extienden por otras tierras.
Sólo los Hombres que se encontraron con los Elfos y escucharon los rumores del Oeste siguen ese camino. Pues los Elfos decían: «Si os deleitáis en el Sol, caminaréis por donde va».
Por tanto, la llegada de los Hombres se trasladará a mucho más atrás.[294] Así está mejor, porque no es creíble que en apenas 400 años surja la variedad y el desarrollo (p. ej. de los Edain) de la época de Felagund.[295]
¿Los Hombres deben despertar cuando Melkor todavía está en Arda?, debido a la Caída.[296] Por tanto en algún tiempo durante la Gran Marcha.
El texto acaba aquí. Sigue ahora la narrativa relacionada, de aspecto idéntico al comentario anterior (ambos elementos están escritos con la misma letra inusual).
Después de que los Valar, que antes eran los Ainur de la Gran Canción, entraran en Eä, aquellos que eran los más nobles [432] de entre ellos y comprendían mejor la mente de Ilúvatar buscaron entre las regiones inconmensurables del Principio el lugar donde establecerían el Reino de Arda en el futuro. Y cuando hubieron elegido el punto y región donde habría de ser, empezaron los trabaos necesarios. Otros había, incontables para nuestro pensamiento pero todos conocidos y numerados en la mente de Ilúvatar, que trabajan en otros lugares y otras regiones e historias de la Gran Historia, entre remotas estrellas y mundos más allá del alcance del pensamiento más lejano. Pero de estos otros nada sabemos y nada podemos saber, aunque los Valar de Arda, quizá, los recuerdan a todos.
El principal de los Valar de Arda era el que los Eldar llamaron después Manwë, el Bendito: el Rey Mayor, pues fue el primero de todos los reyes de [Arda >] Eä. Hermano de él era Melkor, el Poderoso, quien, como se ha contado, había caído en el orgullo y el deseo de su propio dominio. Por tanto los Valar lo evitaron y empezaron la construcción y el ordenamiento de Arda sin él. Por esa razón se dice que aunque en Arda hay ahora grandes males y muchas cosas están en discordia, de modo que el bien de uno parece el mal de otro, los fundamentos de este mundo son buenos, y por naturaleza se vuelve al bien, sanándose desde dentro gracias al poder que recibió en su creación; y el mal de Arda fracasaría y desaparecería si no fuera renovado desde fuera: es decir, proviene de otras voluntades y seres [se] distintos de la propia Arda.
Y como bien se sabe, el primero de ellos es Melkor. Inmensurables eran las regiones de Eä, ya en el Principio, donde podría haber sido Amo de todo cuanto se hacía —pues había muchos de los Ainur de la Canción dispuestos a seguirlo y servirlo, si los llamaba—, pero no estaba satisfecho. Y siempre quiso la Arda de Manwë, su hermano, disputándole su dominio, por pequeño que pueda parecer para su deseo y su poder; pues sabía que Ilúvatar se proponía dar a ese reino la realeza más alta de Eä, y bajo la regencia de ese trono crear a los Hijos de Dios. Y al pensar eso se engañaba, pues el mentiroso se engañará aun a sí mismo, al pensar que podría ejercer control absoluto sobre los Hijos y ser su único amo y señor, lo que no podía hacer con los espíritus de su propia especie, por muy serviles que le fueran. Pues sabían que el Único Existe, y debían adherirse a la rebelión [433] de Melkor por propia elección; en cambio, se proponía arrebatar a los Hijos este conocimiento y ser para siempre una sombra entre ellos y la luz.
Como una sombra no se concebía a sí mismo Melkor en ese entonces. Porque en el principio amaba y deseaba la luz, y la forma que tomó era enormemente brillante; y se dijo en el corazón: «Los Hijos difícilmente soportarán contemplar un resplandor como el mío; por tanto, conocer algún otro o superior a él, o aun obligar sus pequeñas mentes a concebirlo no sería para su bien». Pero el resplandor menor que se pone delante del mayor se convierte en oscuridad. Y Melkor sentía celos, por tanto, de todos los otros resplandores, y deseaba atraer toda la luz a sí mismo. Por tanto Ilúvatar, cuando los Valar entraron en Eä, añadió un tema en la Gran Canción que no estaba en el primer Canto, y llamó a uno de los Ainur. Ahora bien, se trataba del espíritu que después sería Varda (y tomando forma femenina se convirtió en esposa de Manwë). A Varda Ilúvatar le dijo: «Te daré un presente de despedida. Llevarás a Eä una luz sagrada, que proviene de Mí y no está manchada por el pensamiento y la codicia de Melkor, y que contigo entrará en Eä, y estará en Eä, pero no será de Eä». De ahí que Varda sea la más sagrada y reverenciada de todos los Valar, y aquellos que nombran la luz de Varda nombran el amor que Eru siente por Eä, y tienen miedo, sólo menos que al nombrar el Único. No obstante, este presente de Eru a los Valar comporta sus propios riesgos, al igual que todos sus presentes: que al final no es más que decir que tienen un papel en la culminación de la Gran Historia; pues sin riesgo no tendrían poder y serían dones vacíos.
Por tanto, cuando Melkor descubrió por fin la morada de Manwë y sus amigos allí fue rápidamente, como un fuego abrasador. Y al encontrar que ya se habían completado grandes obras sin su consejo, sintió cólera y deseó deshacer lo que se había hecho o cambiarlo según sus propios pensamientos.
Pero Manwë no quiso permitirlo, y por tanto hubo guerra en Arda. Pero como se ha escrito en otra parte, en esa ocasión Melkor fue vencido con ayuda de Tulkas (que no estaba entre aquellos que empezaron la construcción de Eä) y fue devuelto al Vacío que rodea Arda. Ésta se llamó la Primera Batalla; y aunque Manwë obtuvo la victoria, la obra de los Valar recibió [434] grandes heridas; y el peor de los actos de la cólera de Melkor se vio en el Sol. Ahora bien, se había dispuesto que el Sol fuera el corazón de Arda, y los Valar decidieron que alumbrara todo el Reino, sin cesar y sin agotarse o disminuir, y que esa luz proporcionara al mundo salud, vida y crecimiento. Por tanto Varda envió allí a la más ardiente y hermosa de los espíritus que habían entrado con ella en Eä, y se llamaba Ar(i),[297] y Varda confió a su custodia una parte del presente de Ilúvatar para que el Sol perdurara y fuera bendito y diera bendición. El Sol, nos dicen los maestros, se llamaba en el principio Âs (cuya traducción más exacta es Calor, en el que se aúnan Luz y Consuelo), y por tanto el espíritu se llamó Azië (o posteriormente Arië).
Pero Melkor, como se ha dicho, codiciaba toda la luz, deseándola celosamente para sí. Además, pronto advirtió que en Âs había una luz que le había sido ocultada y que tenía un poder en el que no había pensado. Por tanto, inflamado de pronto de deseo y de ira, fue a Âs [escrito arriba: Asa], y se dirigió a Árië, diciendo: —A ti te he escogido, y serás mi esposa, como Varda lo es de Manwë, y juntos esgrimiremos todo el esplendor y el dominio. Entonces el reino de Arda será mío en hecho y derecho, y tú compartirás mi gloria.
Pero Árië rechazó a Melkor y lo reprendió, diciendo: «No hables de derecho, que olvidaste mucho tiempo atrás. Arda no fue hecha ni por ti ni por ti solo; y no serás Rey de Arda. Cuídate, entonces; porque en el corazón de Âs hay una luz de la que no tienes parte, y un fuego que no te servirá. No pongas tus manos en él. Porque aunque tu poder pueda destruirlo, te quemará y tu resplandor se volverá oscuridad».
Melkor no hizo caso de su advertencia, sino que gritó en su ira: «¡El don que se me niega, lo tomo!» Y violó a Árië, deseando tanto vejarla como arrebatarle sus poderes. Entonces el espíritu de Árië estalló en una llama de angustia y cólera, y partió para siempre de Arda;[298] y el Sol se vio privado de la Luz de Varda, y manchado por el ataque de Melkor. Y al estar durante un tiempo sin control, ahora llameaba con calor excesivo, ahora se enfriaba demasiado, de modo que Arda fue gravemente herida y el ordenamiento del mundo se ensució y retrasó, hasta que [435] con largos trabajos los Valar hicieron un nuevo orden.[299] Pero tal como predijo Árië Melkor ardió y su resplandor se oscureció, y ya no dio más luz, sino que la luz le causaba un dolor enorme, y la odió.
No obstante, Melkor no estaba dispuesto a olvidarse de Arda; y sobre todo envidiaba a los Valar su morada en la Tierra, y deseaba perjudicar todos sus trabajos allí, o hacerlos vanos, si le era posible. Por tanto regresó a la Tierra, pero por miedo al poder de los Valar y de Tulkas más que nadie vino ahora en secreto. Y en su odio por el Sol vino al Norte una noche de invierno. Al principio partía cuando llegaban el día o el largo verano, pero después de un tiempo, haciéndose valiente otra vez y deseando una morada propia, empezó a excavar bajo tierra una gran fortaleza en el lejano Norte, que después se llamó Utumno (o Udûn).
Los Valar, por tanto, al darse cuenta por los signos del mal que se veían en Tierra que Melkor había regresado, lo buscaron en vano, aunque Tulcas y Oromë recorrieron la Tierra hasta el Este más lejano. Cuando advirtieron que Melkor volvería ahora la oscuridad y la noche a sus propósitos, igual que anteriormente había intentado esgrimir la llama, se sintieron consternados; pues era parte de su diseño que hubiera cambio y alternancia sobre la Tierra, ni un día perpetuo ni una noche sin fin.[300] Porque por la Noche los Hijos de Arda conocerían el Día, y sentirían amor por la Luz; y sin embargo la Noche también sería buena y bendita a su modo, como tiempo de reposo y de pensamiento interior; y una visión también de cosas altas y hermosas que están más allá de Arda, pero veladas por el esplendor de Anar. Pero Melkor quería convertirla en un peligro imprevisto, de miedo sin forma, una vigilia intranquila; o un sueño obsesionado, que llevaría por la desesperación a la sombra de la Muerte.
Por tanto Manwë celebró consejo con Varda, y llamaron a Aulë para que los ayudara. Y decidieron alterar la forma de [436] Arda y de la Tierra, y en el pensamiento crearon Ithil, la Luna. De qué modo y mediante qué trabajos construyeron en verdad la concepción de su pensamiento, quién lo dirá: pues ¿quién de los Hijos ha visto a los Valar en la cumbre de su fuerza o ha escuchado sus consejos en la flor de su juventud? ¿Quién ha contemplado su trabajo cuando trabajaban, quién ha visto la novedad de lo nuevo?
Algunos dicen que Ithil fue hecha de la propia Tierra,[301] y así Ambar[302] quedó disminuida; otros afirman que la Luna se hizo de cosas semejantes a la Tierra y de la que está hecha la propia Eä en la Historia.[303]
Ahora bien, cuando la Luna estuvo acabada fue puesta sobre Ambar y se le ordenó que girara a su alrededor, llevando luz a los lugares oscuros de los que había partido el Sol. Pero era una luz menor, de modo que la luz lunar no era como la luz solar, y siguió habiendo un cambio de luz en la Tierra; además, seguía habiendo también noche bajo las estrellas, pues algunas veces y estaciones la Luna y el Sol estaban ambos ausentes.
Esto al menos es lo que causó después el hado pronunciado por Ilúvatar . . . el mal de Melkor originaría a su pesar cosas más hermosas que las que había concebido . . . Porque algunos han afirmado que la Luna estaba encendida al principio, pero después se hizo [?fuerte] y la vida . . . : después pero cuando Arda no tenía forma y seguía en los tumultos de Melkor.
Según lo que saben los Sabios, Tilion . . . [sic] y Melkor sintió una nueva ira en la subida de la Luna. Por tanto durante un tiempo abandonó Ambar de nuevo y salió a la Noche Exterior, y reunió a su alrededor algunos de los espíritus que estuvieron dispuestos a acudir a su llamada.
Existe una página de notas toscas y discontinuas que sin duda alguna precedió a este texto, pero que debe corresponder a un momento no muy anterior: ideas que aparecen en el comentario y en la sinopsis anteriores a la narrativa también se encuentran aquí, tales que la «gran oscuridad de sombra» que Melkor creó y cubría el Sol. En las notas mi padre se sigue preguntando si debería «conservar la antigua historia mitológica de la creación del Sol y la Luna, o cambiar el fondo por una versión “tierra redonda”», y observando que en el último caso la Luna sería una obra de Melkor para tener «una retirada segura», [437] lo que retoma la idea del origen de la Luna que aparecía años antes en el texto C* de la Ainulindalë (pp. 55-56, §31). La impresión de duda y falta de dirección clara es muy fuerte en su lucha con los espinosos problemas planteados por la presencia del Sol en el cielo bajo el que despertaron los Elfos, que sólo estaba iluminado por las estrellas.[304]
En el presente texto hay rasgos que lo relacionan claramente con el Comentario de la Athrabeth (véanse notas 282 y 284 abajo), tales que la utilización del nombre Arda para referirse al Sistema Solar, no obstante, mientras que en el Comentario la Tierra se llama Imbar aquí tiene la antigua forma Ambar (véase nota 302). No cabe duda alguna, a mi parecer, de que el presente texto es el más antiguo de los dos. Por otro lado, no existe ninguna otra presentación completa de las nuevas concepciones en general, de la «nueva mitología»; además, en cualquier caso parece discutible que aunque decidido en mente a abandonar el antiguo mito del origen del Sol y la Luna mi padre dejó en suspenso la formulación y expresión del nuevo. Es posible, aunque no dispongo de pruebas en una dirección o en otra, que este texto experimental le hiciera ver que la vieja estructura era demasiado global, demasiado interrelacionada en todas sus partes, de raíces demasiado profundas, para soportar una cirugía tan devastadora.
[439]
Esta breve y apresurada declaración apareció en un pequeño conjunto de notas semejantes envueltas en un periódico de abril de 1959. Está escrita en un trozo de papel de una factura del Merton College con fecha de junio de 1955; una factura semejante de octubre de 1955 se utilizó para un pasaje de borrador de la Athrabeth (p. 404). He observado (p. 348) que la utilización de esos documentos del año 1955 podría implicar que la Athrabeth no fue fruto de un único periodo concentrado, aunque si mi padre hubiera preparado una provisión de tales papeles para notas breves o pasajes de borrador y otros propósitos la fecha conduciría a error.
¿Qué pasó en Valinor tras la Muerte de los Árboles? Aman fue «desvelada»; estaba cubierta con una bóveda (hecha por Varda) de niebla o nubes que la vista no podía penetrar o alumbrar. Estaba iluminada por estrellas, en imitación del gran Firmamento de Eä. Esto hizo que Valinor se quedara a oscuras excepto por la luz de las estrellas [es decir, tras la muerte de los Árboles]. Fue eliminada y el Sol iluminó Aman: de este modo se eliminó la bendición. (La profanación del Sol llevada a cabo por Melkor debe, pues, preceder a los Dos Árboles, que tenían luz del Sol y de las Estrellas antes de que Melkor lo Amancillara]; o los Árboles [?podían ser ?serían] encendidos con luz antes de la [?Turbulencia] de Melkor.)
No estoy por completo seguro del significado de la oración final, extremadamente elíptica, entre paréntesis, pero quizá habría de interpretarse así: como la exposición de un problema que surge de lo que se ha dicho. La Bóveda de Varda debió de idearse tras la violación de Árië por parte de Melkor, para impedir la entrada de la luz contaminada del Sol;[305] y bajo la Bóveda Aman fue iluminada por los Dos Árboles. Pero por otra parte, una idea esencial es que la luz de los Árboles procedía del Sol antes de que éste fuera «manchado». Una solución [440] de este problema puede encontrarse (leyendo «podrían ser» y no «serían» en la última frase) en la idea de que la Luz de los Árboles era una luz inmaculada que Varda había conservado desde antes del ataque de Melkor.
En el comentario inicial del texto II se deja claro que el Sol fue profanado antes de que los Dos Árboles cobraran existencia: «Ahora bien, uno de los objetivos de los Árboles . . . era curar las heridas abiertas por Melkor» (p. 430); pero también se dice que «Varda ha conservado alguna Luz Primigenia . . . Los Dos Árboles son hechos». Esta parece ser la solución a la que llegó mi padre en el presente texto, lo que lleva a pensar que fue anterior al texto II. Por otro lado, en el texto II no se menciona la Bóveda de Varda y se da la impresión de que mi padre estaba empezando una nueva historia, inventándosela según avanzaba. Probablemente sea inútil intentar establecer una secuencia clara de composición a partir de estos papeles, puesto que quizá volviera al mismo problema y encontrara lo que parece ser la misma solución en diferentes momentos.
Resulta notable el hecho de que la Bóveda de Varda aparezca en el trabajo final de mi padre en el texto narrativo del Capítulo 6 del Quenta Silmarillion (pp. 327-328, §57). Donde en AAm (p. 121, §108) se decía que Melkor, con Ungoliantë a su lado, miró desde la cumbre del Monte Hyarantar y vio «a lo lejos … las cúpulas plateadas de Valmar que refulgían a la luz mezclada de Telperion y Laurelin», en el Quenta Silmarillion Ungoliantë (que ahora, en la historia modificada, estaba sola en la cima) «vio el brillo de las estrellas en la bóveda de Varda y el resplandor de Valmar a lo lejos». Así pues, cuando más tarde, en la revisión final («El rapto de los Silmarils», p. 335, §1) se dice que sobre los tronos de los Valar en el Anillo del Juicio «las estrellas de Varda brillaban ahora en lo alto», debían de ser las estrellas de la Bóveda las que brillaban.[306]
[441]
Hay una afirmación acerca de la Bóveda de Varda en un manuscrito que he mencionado varias veces (RS. 576; GA. 32; FTE. 88), un análisis (en intención) de todos los fragmentos de otras lenguas que aparecen en El Señor de los Anillos. El pasaje que cito aquí procede de una larga nota acerca de la canción a Elbereth del final del capítulo «Muchos encuentros». Aprovechando la ocasión se puede mencionar que mi padre apuntó en la palabra menel: «los cielos, la aparente bóveda del cielo. (Probablemente una palabra quenya introducida en el sindarin. Era el contrario de kemen “la Tierra”, en tanto que aparente piso plano bajo el menel. No obstante, se trataba de palabras “pictóricas”, puesto que los Eldar y los Númenóreanos tenían grandes conocimientos de astronomía.)»
El pasaje concerniente a la Bóveda surge de la afirmación de que Elbereth contiene el- «estrella» como prefijo (junto con la nota «Pero como la b no está mutada probablemente el nombre haya de relacionarse con *elen-barathi > elmbereth)».
La relación mitológica de Varda con las estrellas tiene doble origen. En el «periodo demiurgico», antes del establecimiento de Arda «el Reino», mientras que los Valar en general (incluyendo una hueste de otros Valar sin nombre que nunca fueron a Arda)[307] trabajaban en la construcción general de Eä (el Mundo o el Universo), Varda, según las leyendas eldarin y númenóreanas, diseñó y colocó la mayoría de las principales estrellas; pero al ser (por destino y deseo) la futura Reina de Arda, donde radicaba su última función, especialmente como amante y protectora de los Quendi, no sólo se ocupaba de las grandes Estrellas en sí mismas, sino también de su relación con Arda y su aspecto desde allí (y su efecto sobre los Hijos que vendrían). Por tanto, se dice que las formas o diseños principales, que nosotros llamamos (por ejemplo) el Arado u Orion, son obra suya. Así pues, se decía que la Valacirca u «Hoz de los Dioses», que era uno de los nombres eldarin para el Arado, habría de ser más tarde un signo de advertencia y de amenaza de venganza sobre el Norte, donde Melkor fijó su morada (Varda era la más previsora de todos los Valar, pues recordaba mejor que ningún otro la Música y la Visión, en la que había tenido un pequeño papel como actriz o intérprete, pero que había escuchado con mucha atención.)[308] [442]
Más tarde, cuando los Valar se refugiaron de Melkor y de la ruina inminente de Arda y construyeron y fortificaron Valinor en Aman, fue Varda quien construyó la gran bóveda sobre Valinor para impedir la entrada de los espíritus y espías de Melkor. Se hizo como simulacro del verdadero firmamento (Tar-menel), y los diseños se repitieron en su interior, pero con estrellas falsas (o «chispas»: tinwi) de mayor tamaño relativo al área visible total. De ahí que el firmamento menor de Valinor (Nur-menel) fuera tan brillante.
Debido a esa obra (principalmente, pero también a sus trabajos demiúrgicos) fue llamada «Iluminadora de Estrellas». Obsérvese que elen se refería estrictamente a las estrellas reales de Eä (pero, por supuesto, también podía transferirse a sus imágenes). Las palabras tinwë, ñillë (
tin «centellear», >
ngil «destello plateado») y las sindarin tim, gil se referían estrictamente a las imágenes de Valinor. De ahí el quenya Tintallë de tinta «hacer centellear», pero también Elentári «Reina de las Estrellas»; sindarin Elbereth, pero también Gilthoniel.[309]
Esta nota sobre Elbereth acaba con una afirmación oscura y algo confusa de que Gilthoniel procede de las raíces than/than «iluminar, dar luz a»; iel, sufijo femenino correspondiente al masculino -we.
Estas observaciones sobre Varda parecen originar más preguntas. En el texto II (p. 428) mi padre declaraba que «la mitología cosmogónica debería representar Arda tal como es, más o menos: una isla en el vacío “entre las estrellas innumerables”»; que «las Estrellas, por tanto, en general serán otras partes más remotas de la Gran Historia de Eä, que no ocupan a los Valar de Arda»; y que «por tanto, no se puede decir que Varda, como uno de los Valar de Arda, ha “iluminado” las estrellas, como acto subcreativo original: por lo menos no las estrellas en general». Supuse que esto significaba (pp. 437-438 nota 285) que las estrellas que hizo Varda eran sólo (como mucho) las «Grandes Estrellas» antes del Despertar de los Elfos. En el presente texto, por otro lado, aparece la concepción notable de que la obra «demiúrgica» de Varda fue hacer y disponer algunas de las «principales» estrellas, que en edades futuras, tras el establecimiento de la Tierra, serían visibles en sus cielos como figuras con significado para su historia: el «punto central» del drama de Eä.
Aunque estoy seguro de que este texto data de finales de los años cincuenta, al parecer no hay modo de fecharlo con más precisión, ya sea externamente ya en relación a otros escritos.
[443]
Este breve comentario, titulado «Sol Los Árboles Silmarils», aparece en una única hoja, junto con otros escritos más sustanciales, conservados en un periódico doblado de noviembre de 1958.
La hechura del Sol y la Luna tras la Muerte de los Árboles no es ahora sólo imposible «mitológicamente» —sobre todo porque se supone que los Valar saben la verdad acerca de la estructura de Eä (y no hacen conjeturas míticas como los Hombres) y que se la han comunicado a los Eldar (y éstos a los Númenóreanos)—; también es imposible cronológicamente en la Narrativa.
El Sol existía como parte del Reino de Arda. El hecho de que hubiera oscuridad (y en consecuencia una disminución del crecimiento en Arda) cuando los Valar se trasladaron a Aman se debía a las maquinaciones de Melkor: nubes y humos (una era volcánica).
El Sol era la fuente inmediata de luz de Arda. La Bendición de los Árboles (en comparación con otras cosas que crecen posteriores) era que estaban encendidos e iluminados con la luz del Sol y la Luna antes de que fueran mancillados. Por tanto, el ataque de Melkor al Sol (y a la Luna) debe ser posterior al establecimiento de Valinor, como parte de los intentos de Melkor de producir oscuridad. [444]
Puesto que los Silmarils se encendieron a partir de los Árboles, tras la Muerte de éstos la «luz del Sol Inmaculado» sólo sobrevivió en ellos.
En el texto III, la nota de mi padre acerca de la eliminación de la Bóveda de Varda tras la muerte de los Árboles, se enfrentó (si no me equivoco al analizar su significado, p. 439) al problema de que «la profanación del Sol llevada a cabo por Melkor debe, pues, preceder a los Dos Árboles», a pesar de que la luz de los Árboles procedía de la luz inmaculada del Sol y la Luna. Aquí llega a la conclusión de que «el ataque de Melkor al Sol (y a la Luna) debe ser posterior al establecimiento de Valinor».
La palabra tras en la oración final no es más que un descuido debido a la gran rapidez con que escribía.
Este texto, titulado Melkor con Morgoth escrito debajo, procede del mismo conjunto de textos que el III (aparecidos en un periódico con fecha de abril de 1959), y se escribió en cuatro trozos de papel extraídos de otras copias de los mismos documentos del Merton College fechados en junio de 1955 que el borrador A de la Athrabeth (pp. 401-402). El trozo en el que está escrito el texto III contiene también un borrador preliminar del presente ensayo sobre Melkor.
Adviértase que el texto VI comienza con una referencia a «Finrod y Andreth», por tanto ya existía, al menos en cierta forma.
Melkor Morgoth
Según su naturaleza original, Melkor debe ser mucho más poderoso (cf. «Finrod y Andreth»). El poder más grande por debajo de Eru (es decir, el poder más grande creado).[310] (Él era quien debía hacer / imaginar / empezar; Manwë (un poco menos grande) debía mejorar, continuar, completar.)
Posteriormente, no puede ser controlado o «encadenado» por todos los Valar juntos. Obsérvese que en las primeras edades de Arda él solo fue capaz de obligar a todos los Valar a retirarse de la Tierra Media.
Los Valar emprendieron la guerra contra Utumno con renuencia y sin esperanzas de una victoria real, sino sólo como [445] maniobra de distracción o diversión que les permitiera llevar a los Quendi fuera de su esfera de influencia. Pero Melkor ya había conseguido ciertos progresos para convertirse en «el Morgoth, un tirano (o tiranía y voluntad principales) + sus agentes».[311] Sólo el conjunto tenía el antiguo poder de Melkor entero; así pues, si «el Morgoth» era alcanzado o separado por un tiempo de sus agentes resultaba mucho más fácilmente controlable y descendía a un nivel más igualado que el de los Valar. Los Valar advirtieron que podían encargarse de sus agentes (es decir, ejércitos, Balrogs, etc.) por etapas. De modo que al final llegaron a la propia Utumno y encontraron que «el Morgoth» de momento ha perdido la «fuerza» (en todos los sentidos) suficiente para escudarse del contacto personal directo. Finalmente Manwë se enfrenta a Melkor de nuevo, algo que no ha hecho desde que entrara en Arda. Ambos se asombran: Manwë al advertir la disminución de Melkor como persona; Melkor al advertirlo también desde su propio punto de vista: ahora tiene menos fuerza personal que Manwë, y no es capaz de intimidarlo con la mirada.
O bien Manwë debe decirle lo que ha pasado o bien él mismo darse cuenta de repente (o ambos): se ha «dispersado». Pero la codicia de tener criaturas bajo su mando y dominio ha llegado a ser habitual y necesaria para Melkor, de modo que aunque el proceso fuera reversible (y es posible que lo fuera sólo de rebajarse a sí mismo y arrepentirse absoluta y sinceramente) es incapaz de hacerlo.[312] Al igual que en otros personajes, debe de haber un momento vibrante en que todo está en equilibrio: está a punto de arrepentirse y no lo hace, y se vuelve mucho más malvado, y más necio.
Es posible (y él así lo cree) que en ese momento pudiera ser humillado en contra de su voluntad y «encadenado», antes de que sus fuerzas dispersas se reúnan. Así pues (al igual que Sauron haría después siguiendo su ejemplo), tan pronto como rechaza mentalmente el arrepentimiento se burla de él y del rebajamiento. [446] Así encuentra algún tipo de placer perverso, como al profanar algo sagrado [pues la mera contemplación de la posibilidad de un arrepentimiento verdadero, si no se debió especialmente a una gracia de Eru, constituyó cuando menos un último atisbo de su naturaleza primigenia].[313] Finge remordimiento y arrepentimiento. En verdad se arrodilla ante Manwë y se entrega, ante todo para evitar que lo encadenen con la Cadena Angainor, de la que teme no poder deshacerse nunca una vez se la impongan. Pero además de pronto se le ocurre la idea de penetrar en la ostentada fortaleza de Valinor y destruirla. Así pues, se ofrece como «el menor de los Valar» y siervo de todos y cada uno de ellos, para ayudar (con consejo y habilidad) a reparar todos los males y heridas que ha causado. En esta oferta, que seduce o engaña a Manwë, hay que mostrar que Manwë tiene su propia falta inherente (aunque no pecado):[314] se había dedicado por completo (en parte por puro miedo de Melkor, en parte por el deseo de dominarlo) a la corrección, la curación y el reordenamiento —siempre «manteniendo el status quo»— y había llegado a perder toda la capacidad creativa e incluso la de resolver situaciones difíciles y peligrosas. Contra el consejo de algunos de los Valar (como Tulkas) accedió a la súplica de Melkor.
Melkor es conducido de vuelta a Valinor el último (salvo por Tulkas,[315] que va detrás haciendo sonar Angainor para recordársela a Melkor)
No obstante, en el consejo Melkor no obtiene la libertad inmediata. Los Valar en asamblea no quieren permitirlo. Melkor es enviado a Mandos (para que allí esté «recluido» y medite, y complete su arrepentimiento, así como sus planes de compensación).[316] [447]
Entonces madura sin duda sus propios planes, y habría querido negarse a todo y rebelarse abiertamente, pero ahora está aislado por completo de sus agentes y en territorio enemigo. No puede. Por tanto soporta el amargo trago (pero así aumenta considerablemente su odio, y desde entonces siempre acusó a Manwë de ser desleal).
El resto de la historia, con la liberación de Melkor y el permiso para participar en el Consejo sentado a los pies de Manwë (¿según el modelo de malvados consejeros en historias posteriores, que se podría decir proceden de este primer patrón?), puede continuar más o menos como ya se ha contado.
En este breve ensayo se ve que sus reflexiones acerca de la naturaleza de Melkor, la vastedad de su poder primigenio y su «dispersión», mi padre había llegado a proponer ciertas alteraciones importantes en la narrativa de las leyendas contadas en el Quenta Silmarillion (pp. 189, 217) y en los Anales de Aman (pp. 94, 100, 115). En la narrativa de entonces, que así permaneció,[317] no había indicación de que Melkor fingiera arrepentirse cuando (al ser incapaz de «intimidarlo con la mirada») se enfrentó a Manwë en Utumno, ya escondiendo «la idea de penetrar en la ostentosa fortaleza de Valinor y destruirla». Por el contrario, «Tulkas se adelantó como campeón de los Valar y luchó con él y lo tendió de bruces, y lo sujetó con la cadena Angainor»[318] (un elemento antiguo que se remonta al relato «primitivo» y muy pictórico de la historia de «El encadenamiento de Melko» que aparece en El Libro de los Cuentos Perdidos, I. 126-131). Además, en el presente texto fue ahora, derrotado en Utumno, cuando Melkor se ofreció a ser «el menor de los Valar», y a ayudarlos a arreglar todos los males que había provocado, mientras que en las narrativas lo hacía cuando acudió ante los Valar después de las edades de su encarcelamiento en Mandos y buscaba el perdón. De Manwë se decía que cuando se le permitió a Melkor caminar libremente por Valinor creyó que el mal estaba curado: «porque no había mal en Manwë y no podía comprenderlo». No se sugería ningún defecto o «falta inherente» en Manwë como la descrita en este ensayo;[319] no obstante, se decía que Ulmo y Tulkas dudaron de la sabiduría de tal clemencia (lo que constituye también un elemento que se remonta al Libro de los Cuentos Perdidos «Ese fue el veredicto de Manwë… aunque Tulkas y Palúrien lo consideraron clemente al punto de resultar peligrosos» (I. 132)).
[448]
De este ensayo existen dos versiones. La primera («A») es un texto bastante breve de cuatro páginas manuscritas, titulado «Algunas notas sobre la “filosofía” del Silmarillion»; está expresado rápidamente y no tiene un final claro. El segundo («B») consiste en una versión muy ampliada de doce páginas, también manuscritas, de expresión mucho más cuidada y que empieza con buena letra pero se interrumpe antes del final, de hecho en el medio de una frase. Este tiene el título «Notas sobre los motivos del Silmarillion».
La relación entre las dos versiones es tal que durante la mayor parte [449] de su extensión no hay necesidad de dar el texto A, pues todo su contenido se encuentra inmerso en B. Sin embargo, a partir del punto (p. 456) en que los Valar son condenados por levantar las Pelóri, los textos divergen. En B mi padre introdujo un gran paliativo de la conducta de los Valar, y el ensayo se interrumpe antes de llegar al tema de la última sección de A (véase nota 329); por tanto, se da al final del texto B.
Posteriormente el texto B fue dividido en tres secciones distintas, aquí numeradas (i), (ii) y (iii).
Notas sobre los motivos del Silmarillion
(i)
En verdad Sauron era «más grande» en la Segunda Edad que Morgoth al final de la Primera. ¿Por qué? Porque a pesar de ser por naturaleza mucho más pequeño aún no había caído tan bajo. Con el tiempo él también disipó su poder (o ser) en el intento de obtener el control de otros. Pero no estaba obligado a consumirse tanto a sí mismo. Para obtener el dominio sobre Arda, Morgoth había dejado que la mayor parte de su ser pasara a los constituyentes físicos de la Tierra: de ahí que todas las criaturas que nacían y vivían en la Tierra y de la Tierra, bestias, plantas o espíritus encarnados, eran susceptibles de ser «mancilladas». En la época de la Guerra de las Joyas, Morgoth había pasado a estar permanentemente «encarnado»: por esa razón tenía miedo, e hizo la guerra siempre por medios o artilugios, o por criaturas subordinadas o dominadas.
Sauron, no obstante, heredó la «corrupción» de Arda, y sólo gastó su poder (mucho más limitado) en los Anillos; pues eran las criaturas de la tierra, en mente y voluntad, lo que deseaba dominar. En este sentido Sauron era también más sabio que Melkor-Morgoth. Sauron no empezó la discordia; y probablemente supiera más de la «Música» que Melkor, cuya mente siempre se había concentrado en sus propios planes y recursos, y prestaba poca atención a las otras criaturas. La época de mayor poder de Melkor, por tanto, fue en los seres físicos del Mundo; una vasta codicia demiúrgica de poder y de cumplir su propia voluntad y designios, a gran escala. Y después, cuando las cosas se hubieron estabilizado, el interés y las capacidades de Melkor se volcaban más en una erupción volcánica, por ejemplo, [450] que (digamos) en un árbol. De hecho es probable que simplemente no fuera consciente de las obras menores y más delicadas de Yavanna, tales que las flores pequeñas.[320]
Así pues, en tanto que «Morgoth», cuando Melkor se enfrentaba a la existencia de otros habitantes de Arda, con otras voluntades e inteligencias, sentía cólera por el mero hecho de su existencia, y su única manera de relacionarse con ellos era la fuerza física o el temor de ella. Su único y último objetivo era destruirlos. A los Elfos, y aún más a los Hombres, los desdeñaba a causa de su «debilidad»: es decir, su carencia de fuerza física, o poder sobre la «materia», pero también los temía. Era consciente, al menos al principio, cuando podía pensar racionalmente, de que no podía «aniquilarlos»[321]; es decir, destruir su ser, pero cada vez más consideraba su «vida» física, y su forma encarnada, como lo único que valía la pena tener en cuenta.[322] Ahora bien, avanzó tanto en el Engaño que llegó a engañarse a sí mismo, y se dijo que podía destruirlos y librar por completo de ellos a Arda. De ahí sus intentos constantes por quebrantar voluntades y subordinarlas o absorberlas a su propia voluntad y ser, antes de destruir sus cuerpos. Se trataba de puro nihilismo, y la negación de su único objetivo último: no hay duda de que, de haber obtenido la victoria, Morgoth habría destruido en última instancia a una de sus propias «criaturas», como los Orcos, cuando hubieran cumplido el propósito de su utilización: la destrucción de Elfos y Hombres. La impotencia y la desesperación de Melkor radicaban en esto: en que mientras que los Valar (y en su medida los Elfos y los Hombres) podían seguir amando a «Arda Maculada», es decir, Arda con el componente de Melkor, y podían curar esta o aquella herida, o crear a partir de la misma mácula, de su estado actual, cosas hermosas y maravillosas, Melkor no podía hacer nada con Arda, que no procedía [451] de su propia mente y estaba entretejida con la obra y los pensamientos de otros: aun estando solo no hubiera podido más que continuar rabiando hasta que todo se hubiera igualado en un caos informe. Y aún así habría sido derrotado, pues Arda habría seguido «existiendo», independientemente de su propia mente, como mundo potencial.
Sauron nunca llegó a ese grado de locura nihilista. Él no apuntaba a la existencia del mundo, mientras pudiera hacer cuanto quisiera con él. Todavía conservaba restos de buenas intenciones, procedentes del bien de la naturaleza con la que empezó: su virtud (y por tanto también la causa de su caída, y de su reincidencia) había sido su amor por el orden y la coordinación, y su disgusto por cualquier confusión y fricción excesiva. (Fue la aparente voluntad y capacidad de Melkor de llevar a cabo sus propósitos con rapidez y autoridad lo que primero atrajo a Sauron.) De hecho Sauron había sido muy parecido a Saruman, y por eso lo entendió en seguida y adivinaba lo que probablemente pensaría y haría, aun sin la ayuda de palantíri o de espías; en cambio, Gandalf lo eludía y desconcertaba. Pero como todas las mentes de ese tipo, el amor de Sauron (originalmente) o la mera comprensión (después) de otras inteligencias individuales era más débil en comparación; además, aunque el único verdadero bien, o motivo racional, de todo este ordenamiento, planes y organización era el bien de todos los habitantes de Arda (aun admitiendo el derecho de Sauron a ser su supremo señor), sus «planes», las ideas de su sola mente, se convirtieron en el único deseo de su voluntad, y un fin, el Fin, en sí mismo.[323]
Morgoth no tenía «plan» alguno, a menos que la destrucción y la reducción a la nada de un mundo en el que sólo había tomado parte pueda llamarse «plan». Pero esto no es más que simplificar la situación, por supuesto. Sauron no había servido a Morgoth, aun en sus últimas etapas, sin contaminarse por su deseo de destrucción y de su odio por Dios (que debe concluir [452] en el nihilismo). Sauron no podía, evidentemente, ser un ateo «sincero». A pesar de ser uno de los espíritus menores creados antes del mundo, sabía de Eru de acuerdo con su propia medida. Probablemente se engañara a sí mismo al pensar que los Valar (incluyendo a Melkor) habían fracasado y que Eru simplemente había abandonado Eä, o al menos Arda, y no volvería a ocuparse de ella. Parecería que interpretó el «cambio del mundo» en la Caída de Númenor, cuando Aman fue eliminada del mundo físico, en este sentido: los Valar (y los Elfos) habían dejado de estar bajo control real, y los Hombres se encontraban bajo la maldición y la ira de Dios. De los Istari, especialmente Saruman y Gandalf, pensó que eran emisarios de los Valar que intentaban recuperar su poder perdido y «colonizar» la Tierra Media, como un mero esfuerzo de unos imperialistas derrotados (sin conocimiento o aprobación de Eru). Su cinismo, que imaginaba (sinceramente) los motivos de Manwë iguales que los suyos propios, pareció justificado por completo en Saruman. A Gandalf no lo entendía. Pero no hay duda de que para entonces ya se había vuelto malvado y por tanto estúpido, lo bastante como para pensar que su comportamiento diferente se debía a una menor inteligencia y a la falta de un propósito firme e imperioso. Sólo era una especie de Radagast más inteligente; más inteligente por ser más útil (produce más poder) concentrarse en el estudio de la gente que en el de los animales.
Sauron no era un ateo «sincero», pero predicaba el ateísmo porque debilitaba a quienes se le resistían (y porque había dejado de temer la acción de Dios en Arda). Así se vio en el caso de Ar-Pharazôn. Pero ahí se vio también el efecto de Melkor sobre Sauron: hablaba de Melkor en los términos de Melkor mismo, como un dios, o aun como Dios. Es posible que fueran los restos de un estado que en cierto sentido era una sombra del bien: la capacidad que antaño tenía Sauron de al menos admirar o admitir la superioridad de un ser distinto de sí mismo. Melkor, y más tarde Sauron todavía más, aprovecharon esta sombra oscurecida del bien y los servicios de sus «adoradores». Pero cabe la duda de si aun esta sombra del bien todavía actuaba de verdad en Sauron para entonces. Probablemente sus astutos motivos se expliquen mejor del siguiente modo. Para apartar a alguien [453] que teme a Dios del objeto de su fidelidad lo mejor es proponer otro objeto invisible de adoración y otra esperanza de beneficios; proponer un Señor que aprobará lo que él desea y no lo prohibirá. Sauron, en apariencia un rival derrotado en la lucha por el control del mundo, ahora un simple prisionero, difícilmente puede proponerse a sí mismo; pero en tanto que anterior siervo y discípulo de Melkor, la adoración de Melkor lo elevará de prisionero a sacerdote supremo. Pero aunque el verdadero objetivo total de Sauron era la destrucción de los númenóreanos, esto en particular consistía en una venganza de Ar-Pharazôn, por humillarlo. Sauron (a diferencia de Morgoth) se habría sentido satisfecho con que los númenóreanos existieran como sus propios súbditos, y de hecho utilizó a muchos de ellos, a los que corrompió para que le guardaran fidelidad.
(ii)
Nadie, ni aun entre los Valar, puede leer la mente de otros «seres iguales»:[324] es decir, no puede «verlas» o comprenderlas por completo y directamente con un simple examen. Puede deducir muchos de sus pensamientos, a partir de comparaciones generales que llevan a conclusiones acerca de la naturaleza y tendencias de mentes y pensamientos, y a partir del conocimiento particular de individuos, y de circunstancias especiales. Pero no es tanto leer o examinar otra mente como deducir los contenidos de una habitación cerrada, o los acontecimientos que tienen lugar fuera de la vista. Tampoco es lo que se llama «transferencia de pensamientos», un proceso de la lectura de las mentes: no es más que la recepción, y la interpretación por parte de la mente receptora, del impacto de un pensamiento, o modelo de pensamientos, que emana de otra mente, que no es tanto la mente entera o en sí misma como la visión lejana de un hombre corriendo. Las mentes pueden mostrarse o revelarse a otras mentes mediante la actuación de sus voluntades (aunque no es seguro que una mente pueda revelarse por entero a otra [454] mente, aun queriéndolo o deseándolo). Así pues, resulta tentador para mentes de gran poder gobernar u obligar las voluntades de otras mentes más débiles, hasta el punto de inducirlas o forzarlas a revelarse a sí mismas. Sin embargo, forzar semejante revelación, o inducirla mediante mentiras o engaños, aun para supuestos «buenos» propósitos (incluyendo el «bien» de la personal persuadida o dominada), está completamente prohibido. Hacerlo constituye un crimen y la «bondad» de los propósitos de quienes lo cometen se corrompe con rapidez.
Así pues, muchas cosas podían «suceder a espaldas de Manwë»: de hecho la intimidad de todas las otras mentes, grandes y pequeñas, le estaba oculto. Y en cuanto al Enemigo, Melkor, en particular, no podía penetrar desde la distancia en sus pensamientos y propósitos, puesto que Melkor tenía la firme y poderosa voluntad de ocultar su mente, lo que físicamente expresado tomó forma en la oscuridad y las sombras que lo rodeaban. Pero, por supuesto, Manwë podía utilizar y utilizaba sus grandes conocimientos, su vasta experiencia de cosas y personas, sus recuerdos de la «Música» y su gran visión lejana, y las noticias de sus mensajeros.
Manwë, al igual que Melkor, no es visto u oído casi nunca fuera o lejos de sus propias estancias y residencia permanente. ¿Por qué? Por ninguna razón profunda. El Gobierno está siempre en la Casablanca. El Rey Arturo está normalmente en Camelot o Carbón, y las noticias y aventuras llegan allí y de allí surgen. Es obvio que el «Rey Mayor» no será derrotado o destruido en última instancia, al menos no antes de algún último «Ragnarök»,[325] que aun para nosotros está en el futuro, así que no puede tener verdaderas «aventuras». No obstante, si lo dejas en casa, las consecuencias de cualquier acontecimiento concreto (puesto que no puede acabar con un «jaque mate» final) pueden quedar en un suspense literario. Aun en la guerra final contra Morgoth es Fionwë, hijo de Manwë, quien dirige el poder de los Valar. Cuando saquemos a Manwë será la última batalla, y el fin del Mundo (o de «Arda Maculada»), como dirían los Eldar.
[El hecho de que Morgoth no saliera de «casa» obedece, como se ha dicho antes, a motivos bastantes distintos: temía ser muerto o aun herido (el motivo literario no está presente, [455] pues al oponerse al Rey Mayor, las consecuencias de cualquiera de sus empresas siempre son dudosas).]
Melkor se «encarnó» (como Morgoth) permanentemente. Lo hizo para controlar el hroa,[326] la «carne» o materia física, de Arda. Intentó identificarse con ella. Un procedimiento más vasto y peligroso, aunque de tipo similar al de Sauron con los Anillos. Así pues, fuera del Reino Bendecido toda la «materia» tenía muchas posibilidades de contener un «componente de Melkor»,[327] y todo aquel que poseía un cuerpo alimentado por el hröa de Arda tenía cierta tendencia, grande o pequeña, hacia Melkor: nadie estaba completamente libre de él en su forma encarnada, y el cuerpo tenía efectos sobre el espíritu.
No obstante, de ese modo Melkor perdió (o cambió, o transmutó) la mayor parte de sus poderes «angélicos» originales, de mente y espíritu, mientras conseguía un dominio terrible sobre el mundo físico. Por esta razón tenía que ser enfrentado principalmente con la fuerza física, y una probable consecuencia de un combate directo contra él era una enorme ruina material, se obtuviera la victoria o no. Esta es la principal explicación de la reticencia constante por parte de los Valar a entablar lucha abierta contra Morgoth. La tarea y el problema de Manwë era mucho más difícil que los de Gandalf. El poder de Sauron, relativamente más pequeño, estaba concentrado: el gran poder de Morgoth estaba diseminado. La «Tierra Media» entera era el Anillo de Morgoth, aunque temporalmente concentró su atención sobre todo en el Noroeste. Salvo en el caso de un triunfo rápido, la Guerra contra él bien podría llevar toda la Tierra Media al caos, cuando no a Arda entera. Es fácil decir: «La tarea del Rey Mayor era gobernar Arda y hacer que los Hijos de Eru pudieran vivir allí sin ser molestados». Pero el dilema de los Valar es el siguiente: Arda sólo podía ser liberada mediante una batalla física; no obstante, un probable resultado de esa batalla era la ruina irreparable de Arda. Además, la destrucción definitiva de Sauron (en tanto que poder dirigido al mal) podía llevarse a cabo mediante la destrucción del Anillo. Una tal destrucción de Morgoth era imposible, puesto que requeriría la desintegración completa de la «materia» de Arda. El poder de Sauron no radicaba (por ejemplo) en el oro como tal, [456] sino en una forma particular realizada con una porción particular de todo el oro. El poder de Morgoth estaba diseminado en todo el Oro, y si no era absoluto en ninguna parte (pues él no creó el Oro), tampoco estaba ausente de ningún sitio. (De hecho, el componente de Morgoth constituía un requisito previo para esta «magia» y los otros males que Sauron practicó con él y sobre él.)
Es muy posible, por supuesto, que ciertos «elementos» o condiciones de la materia atrajeran especialmente la atención de Melkor (sobre todo, salvo en el pasado remoto, en razón de sus propios planes). Por ejemplo, todo el oro (de la Tierra Media) parece haber tenido cierta tendencia «maligna», pero no así la plata. El agua aparece como algo que está casi libre por completo de Morgoth. (Esto no significa, por supuesto, que un mar, arroyo, río, manantial o incluso cuba de agua en particular no pudiera estar envenenado o profanado por Melkor: cualquier cosa podía estarlo.)
(iii)
Los Valar se «marchitan» y pierden poder exactamente en la misma proporción en que la forma y constitución de las cosas se define y asienta. Cuanto más largo es el Pasado, tanto más definido está el Futuro y menos espacio queda para cambios importantes (acción ilimitada, en un plano físico, que no tiene propósito destructivo). El Pasado, una vez «cumplido», se ha convertido en parte de la «Música en existencia». Sólo Eru puede alterar la «Música». El último gran esfuerzo, de tipo demiúrgico, que realizaron los Valar fue el levantamiento de las Pelóri a una gran altura. Es posible considerarla, si no como una mala acción, al menos como una acción equivocada. Ulmo la desaprobaba.[328] Tenía un objetivo bueno y legítimo: la preservación incorrupta de al menos una parte de Arda. Sin embargo, parecía tener también una razón egoísta o negligente (o desesperada); pues el esfuerzo de evitar allí la corrupción de los Elfos era inútil si debían dejarlos libres: muchos se habían negado a acudir al Reino Bendecido y muchos se habían revelado y partido. En cuanto a los Hombres, Manwë y todos los Valar sabían muy bien que no podían ir a Aman en absoluto; y que la longevidad [457] (paralela a la vida de Arda) de los Valar y los Eldar estaba expresamente prohibida a los Hombres. Así pues, el Ocultamiento de Valinor estuvo cerca de contrarrestar la posesividad de Melkor con una posesividad opuesta, estableciendo un dominio privado de luz y bendición contra uno de oscuridad y tiranía: un palacio y un jardín de placer (bien cercado) contra una fortaleza y una mazmorra.[329]
Esta aparente ociosidad egoísta de los Valar en el relato de la mitología es, a mi parecer (aunque no lo he explicado o comentado), sólo «aparente», y algo que tenemos tendencia a aceptar como verdad, puesto que todos estamos afectados en cierto grado por la sombra y las mentiras del Enemigo, el Calumniador. Es necesario recordar que según está representada, la «mitología» ha pasado por dos etapas desde su registro verdadero: su primera base son las tradiciones y el conocimiento de los Elfos acerca de los Valar y sus tratos con ellos; a su vez, éstos han llegado a nosotros (en fragmentos) sólo a través de restos de leyendas númenóreanas (humanas), procedentes de los Eldar, en primera instancia, aunque posteriormente complementadas con historias y cuentos antropocéntríeos.[330] De ser ciertas, éstas se han transmitido a través de los «Fieles» y sus descendientes en la Tierra Media, pero no han podido escapar por completo del oscurecimiento del marco debido a la hostilidad de los númenóreanos rebeldes hacia los Valar.
Aun así, y basándose en las historias tal como se han recibido, es posible enfocar el asunto de otro modo. El cierre de Valinor contra los Noldor rebeldes (que la abandonaron voluntariamente y después de haber sido advertidos) fue justo en sí mismo. No obstante, si osamos introducimos en la mente del Rey Mayor, señalando motivos y encontrando faltas, debemos recordar ciertas cosas antes de emitir juicio alguno. Manwë era el espíritu de mayor sabiduría y prudencia de Arda. Aparece como dotado de mayor conocimiento de la Música, en conjunto, que cualquier otra mente finita; sólo él de todas las personas o mentes de esa época tiene el poder de acudir directamente a Eru y comunicarse con él. Debió de entender a la perfección lo que aun nosotros advertimos tenuemente: que es parte esencial del despliegue de la «historia» de Arda que el mal surja una y otra vez, y que una y otra vez sea causa del bien. Un aspecto especial [458] de esto es el extraño modo en que los males del Corruptor, o sus herederos, se conviertan en armas contra el mal. Si consideramos la situación tras la huida de Morgoth y el restablecimiento de su residencia en la Tierra Media, veremos que los heroicos Noldor eran la mejor arma posible para mantener a Morgoth a raya, prácticamente sitiado, y en cualquier caso ocupado por entero en la franja septentrional de la Tierra Media, sin posibilidad de dejarse llevar por un frenesí de destrucción nihilística. Y mientras tanto, los Hombres, o los mejores elementos de la Humanidad, sacudiéndose la sombra, se pusieron en contacto con un pueblo que realmente había visto y conocido el Reino Bendecido.
En su relación con los Eldar en guerra, los Hombres se elevaron a su más alta estatura, y mediante dos matrimonios les fue transferida, o infundida, la sangre más noble de los Elfos, preparando los días, aún distantes pero inevitables, en que los Elfos se «marchitarían».
La última intervención en que los Valar utilizaron la fuerza física, que acabó con el quebrantamiento de Thangorodrim, no puede considerarse renuente o retrasada con exceso, sino calculada con precisión. La intervención tuvo lugar antes de la aniquilación de los Eldar y los Edain. Morgoth, a pesar de triunfar localmente, había descuidado la mayor parte de la Tierra Media durante la guerra; de hecho por ese motivo había disminuido, en poder y prestigio (había perdido uno de los Silmarils y no fue capaz de recuperarlo), y sobre todo en mente. Se había concentrado en el «dominio», y a pesar de ser un tirano de talla de ogro y poder monstruoso, esto representaba una gran caída respecto a su anterior maldad y odio, y su terrible nihilismo. Había degenerado hasta gozar siendo un rey tiránico que capturaba esclavos y grandes ejércitos obedientes.[331]
La guerra fue un éxito y la ruina se limitó a la pequeña (pero hermosa) región de Beleriand. Así pues, Morgoth fue capturado en forma física,[332] y en esa forma fue llevado como simple criminal a Aman y entregado a Námo Mandos, como juez y ejecutor. Fue juzgado y por último expulsado del Reino Bendecido y ejecutado: es decir, asesinado como uno de los Encarnados. Entonces se vio con claridad (aunque Manwë y Námo debieron de entenderlo previamente) que, aunque había «diseminado» [459] su poder (su voluntad maligna, posesiva y rebelde) a lo largo y ancho de la materia de Arda, había dejado de controlarlo, y todo lo que «él», lo que quedaba de su ser integral, conservaba como «sí» y bajo control, era el espíritu terriblemente encogido y reducido que habitaba en el cuerpo que él mismo se había impuesto (pero que ahora amaba). Cuando el cuerpo fue destruido, se quedó débil y «sin hogar», y durante un tiempo vagó perdido y «a la deriva». Leemos que entonces fue arrojado al Vacío.[333] Esto debe de significar que fue expulsado del Tiempo y del Espacio, completamente fuera de Ëa; pero eso implicaría una intervención directa de Eru (debido o no a una súplica de los Valar). No obstante puede expresar equivocadamente[334] la expulsión o huida de su espíritu de Arda.
En cualquier caso, al intentar absorber la «materia», o más bien al infiltrarse en ella, lo que quedó de él había perdido el poder de volver a investirse a sí mismo. (Ahora se había quedado clavado en el deseo de hacerlo: no había «arrepentimiento» o posibilidad de arrepentirse: Melkor había abandonado para siempre toda ambición «espiritual» y sólo existía en tanto que deseo de poseer y de dominar la materia, y a Arda en particular.) No podía volver a investirse, al menos todavía No hemos de suponer que Manwë se engañó al creer había sido una guerra para acabar con la guerra, o aun para acabar con Melkor. Melkor no era Sauron. Decimos que estaba «debilitado, encogido, reducido», pero en comparación con los otros Valar. Había sido una criatura de poder y vida inmensos. En verdad los Elfos sostenían y predicaban que los fëar o «espíritus» pueden desarrollar su propia vida (independientemente del cuerpo), al igual que pueden ser heridos y curados, disminuir y recuperarse.[335] Por tanto, cabría esperar que el oscuro espíritu de lo que quedaba de Melkor volviera a crecer con el tiempo, después de muchas edades, incluso (dicen algunos) que recuperara parte de su poder anteriormente disipado. Su relativa grandeza así lo [460] haría posible (aunque no a Sauron). No se arrepintió o se apartó de su obsesión, pero conservó vestigios de sabiduría, de modo que aún podía buscar su objetivo indirectamente, y no sólo a ciegas. Descansaría, intentando curarse, distrayéndose con otros pensamientos y otros ingenios; pero sólo para recuperar la fuerza suficiente y volver a atacar a los Valar, y a su antigua obsesión. Según creciera de nuevo se convertiría, como antaño, en una sombra oscura, acechando los confines de Arda y deseándola.
No obstante, el quebrantamiento de Thangorodrim y la expulsión de Melkor significó el final de «Morgoth» como tal, durante esa edad (y otras muchas después). También significó, en cierto modo, el final de la función y tarea primordial de Manwë como Rey Mayor, hasta el Fin. Había sido el Adversario del Enemigo.
Es lógico suponer que Manwë sabía que antes de que transcurriera un largo intervalo (puesto que veía el «tiempo») empezaría el Dominio de los Hombres, y ellos serían los encargados de escribir la historia: se habían hecho ciertas disposiciones para que lucharan contra el Mal. Manwë sabía de Sauron, por supuesto. Le había ordenado que se presentara ante él para ser juzgado, pero había dejado espacio para el arrepentimiento y la última rehabilitación. Sauron se había negado y había huido para esconderse. Sin embargo, Sauron era un problema con el que deberían enfrentarse los Hombres en última instancia: la primera de las muchas concentraciones del Mal en puntos de poder definidos que tendrían que combatir, pero también el último de los que se presentarían en formas «mitológicas» personalizadas (pero no humanas).
Cabe observar que la primera derrota de Sauron fue llevada a cabo sólo por los númenóreanos (aunque Sauron no fue derrotado personalmente: su «cautiverio» fue voluntario y engañoso). En la primera derrota de Sauron en la Tierra Media, en la que fue despojado de su cuerpo (dejando aparte el asunto de Lúthien)[336]
Aquí se interrumpe la larga versión B, en el pie de una página. Doy ahora el final de la versión A desde el punto en que ambos textos divergen (véase p. 447 y nota 329), que empieza con la oración a la de B (p. 456) [461] «el último gran esfuerzo, de tipo demiúrgico, que realizaron los Valar…»
El último esfuerzo de este tipo que realizaron los Valar fue el levantamiento de las Pelóri. No obstante, no fue una buena acción: era casi enfrentarse a Morgoth a su propio modo, dejando aparte el elemento de egoísmo presente en el deseo de conservar Aman como región bienaventurada para vivir en ella.
Los Valar eran como arquitectos que trabajaban con un plan aprobado por el gobierno. Cuanto más se acercaba la conclusión del proyecto menos importancia tenían (estructuralmente). Ya en la Primera Edad los vemos después de una labor de incontables edades cerca del final de su tiempo de trabajo, pero no de sabiduría o consejo. (Cuanto más sabios eran menos poder tenían para hacer cosas, excepto por consejo.)
Del mismo modo, los Elfos se marchitaron después de introducir «el arte y la ciencia».[337] Los Hombres también se «marchitarán» en el caso de que las cosas prosigan una vez acabada su función. Pero aun los Elfos tenían la impresión de que no sería así: de que el final de los Hombres estaría ligado de algún modo con el final de la historia, o como ellos la llaman «Arda Maculada» (Arda Sahta), y la consecución de «Arda Curada» (Arda Envinyanta).[338] (Al parecer no tenían claro —¡cómo podrían tenerlo!— si Arda Envinyanta era un estado permanente de consecución, que por tanto sólo puede ser disfrutado desde «fuera del Tiempo», es decir, contemplando la historia como conjunto, o bien un estado de beatitud dentro del tiempo y en un lugar que, en cierto sentido, desciende lineal e históricamente de nuestro mundo o «Arda Maculada». A menudo parecen referirse a ambos. «Arda Inmaculada» no existía realmente, sino en el pensamiento: Arda sin Melkor, o más bien sin los efectos de su transformación al mal; pero es la fuente de la que proceden todas las ideas de orden y perfección. «Arda Curada» es, pues, tanto la conclusión de la «Historia de Arda», en la que aparecen todas las acciones de Melkor, pero siempre de acuerdo con la promesa de la bondad de Ilúvatar, como también un estado de curación y beatitud más allá de los «círculos del mundo».) [462]
El mal se reproduce por escisión. Pero en sí mismo es estéril. Melkor no podía «engendrar» o tener esposa alguna (aunque intentó violar a Arien, fue para destruirla y «mancillarla»,[339] no para engendrar fieros vástagos). De las discordancias de la Música —es decir, no de ninguno de los temas,[340] ni el de Eru ni el de Melkor, sino de la discordancia entre ambos— surgieron criaturas malignas en Arda, que no procedían de ningún plan o visión directa de Melkor: no eran «sus hijos»; por tanto, como todo lo maligno siente odio, sentían odio también por él. La reproducción de las criaturas estaba corrompida. ¿De ahí los Orcos? Parte de la idea Elfo-Hombre salió mal. Pero de los Orcos, los Eldar creían que Morgoth los había «criado» en verdad, capturando Hombres y Elfos al principio e incrementando hasta su grado máximo todas las tendencias corruptas que tenían.
A pesar de estar incompleto (sea porque se perdió la conclusión de la versión completa del ensayo, sea porque fue abandonado, véase nota 329) éste constituye el ensayo más exhaustivo que escribió mi padre acerca de su «interpretación», en los últimos años, de la naturaleza del mal en la mitología; en ningún otro lugar escribió una exposición tal de la naturaleza de Morgoth, de su declive y de la corrupción de Arda, ni trazó los rasgos distintivos de Morgoth y Sauron: «la Tierra Media entera era el Anillo de Morgoth».
Situar con seguridad este ensayo en relación secuencial con los otros escritos «filosóficos» o «teológicos» dados en este libro parece prácticamente imposible, aunque «Fionwë, hijo de Manwë» en p. 454 (en lugar de «Eönwë, heraldo de Manwë») puede indicar que es uno de los primeros (véase p. 179). El tono es notablemente similar a las muchas cartas de exposición que mi padre escribió a finales de los años cincuenta, y de hecho que es muy probable que la correspondencia que siguió a la publicación de El Señor de los Anillos tuviera un importante papel en el desarrollo de su examen de las «imágenes y acontecimientos» de la mitología.[341]
[464]
En la última oración de la breve versión original del texto VII (p. 462) mi padre escribió que los Eldar creían que Morgoth crio a los Orcos «capturando Hombres (y Elfos) en el principio» (es decir, en los primeros días de su existencia). Esto indica que sus opiniones acerca del tema habían cambiado desde los Anales de Aman. Para la teoría del origen de los Orcos puesta por escrito en las narrativas[342] en esa época véase AAm §42-45 (pp. 91-93, y comentario p. 97), y §127 (pp. 132-133, y comentario pp. 148-149). En la versión final de AAm (p. 92) «Dicen los sabios de Eressëa» que: [465]
todos los Quendi que cayeron en manos de Melkor, suites de la destrucción de Utumno, fueron puestos en prisión, y por las lentas artes de la crueldad, corrompidos y esclavizados; y así crio Melkor la horrible raza de los Orkor, por envidia y mofa de los Eldar, de los que fueron después los más fieros enemigos. Porque los Orkor tenían vida y se multiplicaban de igual manera que los Hijos de Ilúvatar; y Melkor, desde que se rebelara en la Ainulindalë antes del principio, nada podía hacer que tuviera vida propia ni apariencia de vida, así dicen los sabios.
En el texto mecanografiado de AAm mi padre apuntó junto al relato del origen de los Orcos: «Cambiar esto. Los Orcos no son élficos» (p. 99).
El presente texto, titulado «Orcos», consiste en un breve ensayo (una muestra de lo que resulta de «pensar con la pluma») que apareció en el mismo montón guardado en un periódico de 1959 que los textos III y VI. Como éstos, está escrito en documentos del Merton College de 1955; y como el texto VI menciona «Finrod y Andreth» (véanse pp. 439, 444).
Orcos
Su naturaleza y origen requieren más reflexión. No es fácil hacerlos cuadrar en la teoría y el sistema.
(1) Como demuestra el caso de Aulë y los Enanos, sólo Eru puede hacer criaturas con voluntades independientes y con capacidad de razonar. Pero los Orcos parecen tener ambas cosas: pueden intentar engañar a Morgoth / Sauron, rebelarse contra él o criticarlo.
(2) ?Por tanto, deben ser corrupciones de algo que ya existía.
(3) Pero los Hombres no habían aparecido cuando los Orcos ya existían. Aulë hizo a los Enanos a partir de su recuerdo de la Música, pero Eru no aprobaría la obra de Melkor como para permitir la independencia de los Orcos. (¿A menos que los Orcos fueran corregibles en última instancia, o pudieran rectificarse y «salvarse»?)
También parece evidente (véase «Finrod y Andreth») que aunque Melkor puede corromper y arruinar por completo a individuos, es incapaz de pervertir absolutamente un pueblo entero, o grupo de pueblos, y hacer que este estado se herede.[343] [Añadido más tarde: Esto último debe ser (en caso de que ocurra) un hecho de Eru.] [466]
En ese caso es muy poco probable que utilizara a los Elfos como base. Además ¿son los Orcos inmortales, en el sentido élfico? ¿O los trolls? En El Señor de los Anillos parece evidente que los trolls existían por derecho propio, pero que Melkor los «estropeó».[344]
(4) ¿Qué pasa con las bestias y aves que piensan y hablan? Se han adoptado, más bien a la ligera, de otras mitologías menos «serias», pero tienen un papel que no puede suprimirse. Se trata de verdaderas «excepciones» y no se utilizan con frecuencia, pero lo suficiente como para mostrar que constituyen una característica conocida del mundo. Todas las otras criaturas las aceptan como naturales, cuando no habituales.
No obstante, las verdaderas criaturas «racionales», los «pueblos parlantes», son todos de forma humana / humanoide. Sólo los Valar y los Maiar son inteligencias que pueden asumir formas de Arda a voluntad. Huan y Sorontar podrían ser Maiar, emisarios de Manwë.[345] Pero por desgracia en El Señor de los Anillos se dice que Gwaehir y Landroval son descendientes de Sorontar.[346]
En cualquier caso, es probable o posible que aun los menores de los Maiar se convirtieran en Orcos. Sí: tanto fuera como dentro de Arda, antes de la caída de Utumno. Melkor había corrompido muchos espíritus, algunos grandes, como Sauron, o menos, como los Balrogs. Los menores podrían haber sido Orcos primitivos (y mucho más poderosos y peligrosos); pero la práctica de la procreación corpórea (cf. Melian) los haría cada vez más terrestres, quitándoles la capacidad de volver al estado espiritual (aun en forma de demonios) hasta que la muerte (asesinato) los liberara, y su fuerza disminuiría. Lina vez liberados, por supuesto, serían «condenados», como Sauron; es decir, reducidos a la impotencia, infinitamente recesivos: el odio persistiría, pero ellos serían cada vez más incapaces de hacerlo efectivo físicamente (¿o un orco muerto muy disminuido no sería un poltergeist?).
Pero otra vez: ¿concedería Eru fëar a tales criaturas? A las Águilas etc. quizá. Pero no a los Orcos.[347]
Sin embargo, parece mejor considerar que el poder corruptor de Melkor siempre empieza, al menos, a nivel moral o teológico. Toda criatura que lo tomara como Señor (sobre todo los que, [467] de modo blasfemo, lo llamaran Padre o Creador) pronto se corrompía en todas las partes de su ser, el fëa arrastraba al hröa en el descenso al morgothismo: odio y destrucción. En cuanto a la «inmortalidad» de los Elfos: de hecho sólo tenían la vida extraordinariamente larga, y se «desgastaban», y sus cuerpos sufrían un agotamiento lento y progresivo.
En resumen; creo que debe asumirse que el «habla» no constituye necesariamente un signo de la posesión de un «alma racional» o fëa.[348] Los Orcos eran animales de forma humanizada (como mofa de los Hombres y los Elfos) deliberadamente convertidos / pervertidos a una forma similar a la de los Hombres. Su capacidad de «habla» era en verdad la repetición de una «retahíla» que les había enseñado Melkor. Sabía aun de sus palabras rebeldes y críticas. Melkor les enseñó a hablar y al multiplicarse se transmitía por herencia; y tenían tanta independencia como, por ejemplo, perros o caballos respecto a sus amos humanos. Su habla era en gran parte repetitiva (cf. loros). En El Señor de los Anillos se dice que Sauron inventó una lengua para ellos.[349]
Lo mismo se puede decir de Húan y las Águilas: los Valar les enseñaron a hablar y los elevaron a un nivel superior, pero seguían sin tener fëar.
No obstante, es probable que Finrod fuera demasiado lejos al afirmar que Melkor no podía corromper por completo una obra de Eru, o que Eru (necesariamente) habría de intervenir para deshacer la corrupción, o para destruir Sus criaturas por haber sido corrompidas y haber caído en el mal.[350]
Por tanto, cabe la terrible posibilidad de que hubiera sangre élfica en los Orcos.[351] Es posible aun que se acoplaran con animales (¡estériles!) y más tarde con Hombres. Su vida habría quedado disminuida. Y al morir irían a Mandos y estarían confinados en prisión hasta el Fin.
El texto acaba aquí, pero posteriormente mi padre añadió el siguiente pasaje. Las palabras iniciales se refieren al texto VI, Melkor Morgoth (p. 444).
Véase «Melkor». Se verá que las voluntades de los Orcos y los Balrogs etc. forman parte del poder «disperso» de Morgoth. [468] Su espíritu es un espíritu de odio. Pero el odio no coopera con nadie (excepto dominado por el miedo). De ahí las rebeliones, motines etc. cuando Morgoth parece estar lejos. Los Orcos son animales y los Balrogs maiar corruptos. Además (n. b.) la voluntad de los Orcos no procede ni de Morgoth ni de Sauron. Sauron es sólo otro agente (aunque más grande). Los Orcos pueden rebelarse contra él sin traicionar su fidelidad irremediable al mal (Morgoth). Aulë quería amor. Pero, por supuesto, no tenía la menor intención de dispersar su poder. Sólo Eru puede conceder amor e independencia. Si un subcreador finito lo intenta lo que realmente quiere es una obediencia absoluta por amor, pero se convierte en servidumbre maquinal y en algo maligno.
[470]
Esta es otra nota, bastante distinta, acerca del origen de los Orcos, escrita rápidamente a lápiz y sin indicación alguna de la fecha.
Esto sugiere —aunque no se dice explícitamente— que los «Orcos» eran de origen élfico. Su origen se trata más extensamente en otro lugar. Sólo hay una cosa segura: Melkor no podía «crear» «criaturas» vivientes con voluntad propia.
El (y todos los «espíritus» de los «Primeros Creados», según su medida) podían asumir formas corpóreas; además, él (y ellos) podían dominar la mente de otras criaturas, incluyendo a los Elfos y a los Hombres, mediante la fuerza, el miedo o engaños, o una magnificencia esplendorosa.
Los Elfos, desde sus primeros tiempos, inventaron y utilizaron una palabra o palabras con una base (o)rok para denotar cualquier cosa que les inspirara temor y/u horror. En principio se aplicaba a los «fantasmas» (espíritus que tomaban forma visible), además de a cualquier criatura de existencia independiente. Su utilización (en todas las lenguas élficas) específica para las criaturas llamadas Orkos —así lo escribiré en El Silmarillion— fue posterior.
Puesto que Melkor no podía «crear» ninguna especie independiente, pero tenía un inmenso poder de corromper y distorsionar a aquellos que caían en sus manos, es probable que esos Orkos tuvieran un origen mixto. La mayoría de ellos simple (y biológicamente) eran corrupciones de los Elfos (más tarde es probable que también lo fueran de los Hombres). Pero siempre debió de haber entre ellos (como siervos y espías de Morgoth, y como cabecillas) numerosos espíritus menores corrompidos que asumieron formas corpóreas similares. (Estos demostrarían un carácter terrorífico y demoníaco.)
Los Elfos habrían clasificado las criaturas llamadas «trolls» (en El Hobbit y El Señor de los Anillos) como Orcos —en carácter y origen—, pero eran más grandes y lentas. Parecería evidente que eran corrupciones de tipos humanos primitivos. [471]
Al final de la página mi padre escribió: «Véase El Señor de los Anillos, Apéndices, F pp. 162-163»; se trata del pasaje del Apéndice F concerniente a los Trolls.
Cabe la posibilidad de que las primeras palabras de la nota «Esto sugiere —aunque no se dice explícitamente— que los “Orcos” eran de origen élfico» de hecho se refieran al texto anterior dado aquí, VIII, en el que primero escribió «es muy poco probable que utilizara a los Elfos como base», pero más tarde concluyó que «Por tanto, cabe la terrible posibilidad de que hubiera sangre élfica en los Orcos». No obstante, en ese caso las palabras siguientes «Su origen se trata más extensamente en otro lugar» deben de referirse a otra cosa.
Ahora afirma explícitamente la idea anterior (véase p. 464 y nota 342) de que los Orcos eran en su origen Elfos corrompidos, pero observa que posiblemente «más tarde» algunos provinieran de los Hombres. De sus palabras (tal como sugiere el último párrafo y la referencia al Apéndice F de El Señor de los Anillos) se desprende que estaba pensando en los Trolls, concretamente en los Olog-hai, los grandes Trolls que aparecieron al final de la Tercera Edad (tal como se dice en el Apéndice F): «Que Sauron los hubiera criado, nadie lo dudaba, aunque no se sabía de qué cepa. Algunos sostenían que no eran Trolls, sino Orcos gigantes; pero los Olog-hai eran en cuerpo y mente completamente distintos aun de los más grandes de los Orcos, a quienes sobrepasaban en tamaño y poder».
La idea de que entre los Orcos «debió de haber entre ellos numerosos espíritus menores corrompidos que asumieron formas corpóreas similares» aparece también en el texto VIII (p. 466): «Melkor había corrompido muchos espíritus, algunos grandes, como Sauron, o menos, como los Balrogs. Los menores podrían haber sido Orcos primitivos (y mucho más poderosos y peligrosos)».
Doy aquí un texto diferente, un ensayo completo acerca del origen de los Orcos. Es preciso explicar algunas de sus relaciones textuales.
Existe una importante obra, que espero publicar en La Historia de la Tierra Media, titulada Essekenta Eldarinwa o Los Quendi y los Eldar. De ella hay una buena copia mecanografiada que realizó mi padre en su máquina posterior, tanto en original como en carbón; además, ambas copias están precedidas por una página manuscrita en la que se describe el contenido de la obra:
Indagaciones en los orígenes de los nombres élficos para los Elfos y sus diversos clanes y divisiones: con [472] Apéndices sobre los nombres que dieron a los otros Encarnados: Hombres, Enanos y Orcos; y sobre los análisis que hicieron de su propia lengua, el quenya: junto con una nota acerca de la «lengua de los Valar»
Contando los Apéndices, Los Quendi y los Eldar ocupa casi cincuenta páginas mecanografiadas, y constituye una obra lúcida y bien acabada de gran interés.
En una de las páginas del título mi padre adjuntó lo siguiente:
Con la adición de un resumen de la Ósanwe-kenta o
«Declaración de pensamiento» que Pengolodh puso al final
de sus Lhammas o «Descripción de lenguas»
Se trata de una obra independiente de ocho páginas mecanografiadas, con numeración aparte pero encontradas junto a ambas copias de Los Quendi y los Eldar. Además, aunque no se menciona en las páginas de título, hay otro texto de cuatro páginas (encontrado también con ambas copias de Los Quendi y los Eldar) titulado Orcos; éste es el texto aquí transcrito.
Los tres elementos son idénticos en aspecto general, pero Orcos está separado de los otros, pues no tiene contenido lingüístico; por esta razón creo que es lícito extraerlo e imprimirlo en este libro, junto con los otros comentarios del origen de los Orcos dados como textos VIII y IX.
En cuanto a la fecha de este conjunto de textos, una de las copias se conserva en un periódico doblado de marzo de 1960. En ella mi padre escribió: «“Los Quendi y los Eldar” con Apéndices»; debajo hay una breve lista de los Apéndices, todos escritos en la misma época, que incluyen tanto la Ósanwe como El origen de los Orcos (lo mismo es válido para la cubierta de la otra copia del conjunto de Los Quendi y los Eldar). Así pues, todo el material existía para cuando el periódico se utilizó para este propósito, y aunque, igual que en otros casos, esto no revela ningún terminus ad quem preciso, no parece haber razones para dudar que corresponde a 1959-1960 (cf. p. 348).
El Apéndice C de Los Quendi y los Eldar, «Nombres élficos para los Orcos», trata principalmente de la etimología, pero empieza con el siguiente pasaje:
No es éste el lugar para debatir la cuestión del origen de los Orcos. Melkor los crio, y ésta fue la más malvada y lamentable de sus obras en Arda, pero no la más terrible. Pues es evidente que en su malicia los hizo por mofa de los Hijos de Ilúvatar, subordinados por completo a su voluntad, y alimentados con un odio insaciable por Elfos y Hombres. [473]
Los Orcos de las guerras posteriores, tras la huida de Melkor-Morgoth y su regreso a la Tierra Media, no eran ni espíritus ni fantasmas, sino criaturas vivientes, capaces de hablar y de cierta habilidad y organización, o al menos capaces de aprender esas cosas de criaturas más ilustres o de su Amo. Crecieron y se multiplicaron rápidamente siempre que no se los perturbó. Es improbable, como haría evidente una consideración del origen último de esta raza, que los Quendi se hubieran encontrado con Orcos de este tipo antes de su encuentro con Oromë y de la separación de Eldar y Avari.
No obstante, es un hecho conocido que Melkor sabía de los Quendi antes de que los Valar lo atacaran, y que las sombras del miedo ya habían oscurecido la alegría de los Elfos en la Tierra Media. Sombras de terror merodeaban los límites de sus morar das, y algunos de su pueblo desaparecieron en la oscuridad y no se volvió a saber nada de ellos. Es posible que algunas de estas cosas fueran fantasmas e ilusiones; pero algunas eran, sin duda, formas que habían tomado los siervos de Melkor, por mofa y degradación de las mismas formas de los Hijos. Pues Melkor tenía a su servicio un gran número de Maiar, con la capacidad, al igual que su Amo, de tomar forma visible y tangible en Arda.
Sin duda mi padre se dejó llevar por las palabras «Es improbable, como haría evidente una consideración del origen último de esta raza, que los Quendi se hubieran encontrado con Orcos de este tipo antes de su encuentro con Oromë» cuando escribió la «consideración» que sigue aquí. Se verá que uno de los pasajes iniciales ya se había utilizado antes.
Orcos
El origen de los Orcos es asunto de debate. Algunos los han llamado los Melkorohíni, los Hijos de Melkor; sin embargo los sabios dicen: no, los esclavos de Melkor, pero no sus hijos; pues Melkor no tuvo hijos.[352] No obstante, los Orcos surgieron de la malicia de Melkor; y es evidente que para él eran una mofa de los Hijos de Eru, alimentados para estar subordinados por completo a su voluntad y colmados de un odio insaciable por Elfos y Hombres.
Ahora bien, los Orcos de las guerras posteriores, tras la huida [474] de Melkor-Morgoth y su regreso a la Tierra Media, no eran ni «espíritus», ni fantasmas, sino criaturas vivientes, capaces de hablar y de cierta habilidad y organización, o al menos capaces de aprender esas cosas de criaturas más ilustres o de su Amo. Crecieron y se multiplicaron rápidamente siempre que no se los perturbó. Por lo que se puede saber de las leyendas que han llegado hasta nosotros de nuestros primeros días,[353] parecería que los Quendi nunca encontraron Orcos de este tipo antes de la llegada de Oromë a Cuiviénen.
Quienes creen que los orcos fueron criados a partir de algún tipo de Hombres, capturados y pervertidos por Melkor, afirman que es imposible que los Quendi conocieran a los Orcos antes de la Separación y la partida de los Eldar. Pues aunque no se conoce cuándo despertaron los Hombres, aun los maestros que lo sitúan más pronto, no le asignan una fecha muy anterior al inicio de la Gran Marcha,[354] en verdad no lo bastante anterior como para que los Hombres se corrompieran en Orcos. Por otro lado, es evidente que poco después de su regreso Morgoth tenía a sus órdenes a un gran número de estas criaturas, con quienes antes de que transcurriera mucho tiempo empezó a atacar a los Elfos. Entre su regreso y esos primeros ataques hubo todavía menos tiempo para criar a los Orcos y para trasladar las huestes hacia el oeste.
Así pues, esta opinión sobre el origen de los Orcos topa con dificultades cronológicas. Pero aunque los Hombres encuentren cierto consuelo en ello, la teoría sigue siendo la más probable. Concuerda con todo lo que se sabe de Melkor, y de la naturaleza y comportamiento de los Orcos, y de los Hombres. Melkor era incapaz de crear criaturas vivientes, pero tenía habilidad en la corrupción de criaturas que no provenían de sí mismo, siempre que pudiera dominarlas. Pero en caso de que intentara en verdad hacer criaturas propias por imitación o mofa de los Encarnados, sólo conseguiría, igual que Aulë, crear títeres: sus criaturas sólo habrían actuado mientras concentrara en ellas la voluntad y no habrían tenido reparo alguno en ejecutar cualquier orden suya, aun la de destruirse a sí mismos.
Pero los Orcos no eran de ese tipo. Estaban dominados en verdad por su Amo, pero era un dominio por el miedo, y ellos eran conscientes de este miedo y lo odiaban. De hecho estaban [475] tan corrompidos que no sentían piedad alguna, y no había crueldad o maldad que no quisieran cometer; pero se trataba de la corrupción de voluntades independientes, y disfrutaban de sus actos. Podían actuar por cuenta propia, realizando acciones malvadas que no se les había ordenado por propio placer; o si Morgoth y sus agentes se encontraban lejos, podían ignorar sus órdenes. A veces luchaban [> Se odiaban unos a otros, y a menudo luchaban] entre ellos, para el detrimento de los planes de Morgoth.
Además, los Orcos siguieron viviendo, reproduciéndose, destrozando y saqueando después de que Morgoth fuera derrotado. También compartían otras características con los Encarnados. Tenían lenguaje propio, hablaban entre ellos en varias lenguas de acuerdo con las distintas razas que se distinguían entre ellos. Necesitaban comer y beber, y descansar, aunque muchos eran por costumbre tan resistentes como los Enanos a la hora de soportar las adversidades. Podían ser asesinados y estaban sometidos a las enfermedades; pero a parte de estos males fallecían y no eran inmortales a la manera de los Quendi; de hecho, al parecer eran de corta vida por naturaleza, en comparación con la vida de los Hombres de razas más elevadas, tales que los Edain.
Este último punto no se comprendía bien en los Días Antiguos. Porque Morgoth tenía muchos servidores, entre los cuales los más viejos y más poderosos eran inmortales, puesto que pertenecían en el principio a los Maiar; y estos espíritus malignos, al igual que su Amo, podían tomar formas visibles. Los encargados de dirigir solían tomar forma de orco, aunque eran más grandes y terribles.[355] Por ese motivo las historias hablan de Grandes Orcos o Capitanes Orcos que no morían, y que reaparecían en las batallas durante muchos más años que la duración de la vida de los Hombres.[356][357]
Por último, hay un punto relacionado, aunque horrible de relatar. Con el tiempo se hizo evidente que algunos Hombres [476] podían, bajo el dominio de Morgoth o sus agentes, descender en unas pocas generaciones casi a nivel de los Orcos en mente y costumbres; y entonces se acoplaban con orcos, produciendo nuevas razas, a menudo más grandes e inteligentes. No cabe duda de que mucho después, en la Tercera Edad, Saruman lo descubrió, o lo aprendió en sus investigaciones, y en su codicia de poder lo llevó a cabo, la más malvada de sus obras: el cruce de Orcos y Hombres, que produjo Orcos-hombre, grandes e inteligentes, y Hombres-orco, viles y traicioneros.
Pero aun antes de que se sospechara esta maldad de Morgoth los Sabios de los Días Antiguos siempre dijeron que Melkor no había «hecho» a los Orcos, y por tanto no eran originalmente malignos. Podían haber llegado a ser irredimibles (al menos por Elfos y Hombres), pero seguían dentro de la Ley. Es decir, que aunque por necesidad, puesto que eran los dedos de la mano de Morgoth, había que luchar con ellos con la máxima severidad, no debían ser tratados con sus propios términos de crueldad y traición. Los cautivos no debían ser torturados, ni siquiera para obtener información para la defensa de Elfos y Hombres. Si algún orco se rendía y pedía clemencia, no le había de ser negada, aun a costa de uno mismo.[358] Esto enseñaban los Sabios, aunque en el horror de la Guerra no siempre se los escuchaba.
Es cierto, por supuesto, que Morgoth tenía a los Orcos en una esclavitud calamitosa; porque al corromperse habían perdido casi toda posibilidad de resistir el dominio de su voluntad. De hecho tan grande era la presión que ésta ejercía sobre ellos antes de la caída de Angband que, cuando Morgoth volvía el pensamiento hacia ellos, sentían el «ojo» dondequiera que estuviese; y cuando Morgoth fue expulsado al fin de Arda los Orcos que sobrevivieron en el Oeste estaban dispersos, sin guía y casi sin voluntad, y durante un tiempo erraron sin control o propósito. [477]
Esta servidumbre a una voluntad central que hacia la vida de los Orcos prácticamente igual que la de las hormigas, se vio con más claridad en las Edades Segunda y Tercera, bajó la tiranía de Sauron, el principal lugarteniente de Morgoth. De hecho Sauron alcanzó un control sobre los Orcos todavía mayor que el de Morgoth. Por supuesto, operaba en una escala menor, y no tenía enemigos tan grandes y crueles como los Noldor de los Días Antiguos, en la plenitud de su poder. Pero también había heredado problemas de esos días, como la diversidad de las razas y lenguas de los Orcos, y las disputas entre ellos; además, en muchos lugares de la Tierra Media, tras la caída de Thangorodrim y durante el ocultamiento de Sauron, los Orcos, levantándose tras su irresolución, habían establecido pequeños reinos propios y se habían acostumbrado a la independencia. No obstante, Sauron consiguió con el tiempo unirlos en un odio irracional por los Elfos y Hombres que se relacionaban con ellos; por otra parte, los Orcos de los ejércitos que él había preparado estaban tan sometidos a su voluntad que sacrificarían su propia vida sin dudarlo si él así lo ordenara.[359] Y demostró una habilidad aun superior a la de su Amo en la corrupción de los Hombres que estaban fuera de la influencia de los Sabios, y en reducirlos al vasallaje y hacerlos marchar junto con los Orcos, rivalizando con ellos en crueldad y destrucción.
Así pues, probablemente sea a Sauron a quien debamos buscar una solución del problema de la cronología. Aunque de un poder innato mucho más pequeño que su Amo, se corrompió menos, y era más frío y capaz de realizar cálculos. Al menos en los Días Antiguos, antes de verse privado de señor y caer en la locura de imitarlo, intentando convertirse en el supremo Señor de la Tierra Media. Mientras Morgoth duró, Sauron no buscó su propia supremacía, sino que trabajó e intrigó para otro, deseando el triunfo de Melkor, a quien había adorado en el principio. De ese modo acabó muchas cosas que Melkor había concebido, [478] pero que su amo no pudo o quiso completar en la furiosa prisa de su malicia.
Podemos asumir, pues, la idea de que la crianza de los Orcos provino de Melkor, quizá al principio no tanto para proveer de siervos o soldados sus guerras de destrucción como para la deshonra de los Hijos y la mofa blasfema de los designios de Eru. Sin embargo, los detalles de la realización de su maldad se dejaron principalmente para las sutilezas de Sauron. En este caso la concepción mental de los Orcos puede remontarse muy atrás en la noche del pensamiento de Melkor, pero el comienzo de la crianza de la raza debió esperar hasta el despertar de los Hombres.
Cuando Melkor fue capturado, Sauron escapó y se ocultó en la Tierra Media; de este modo puede entenderse cómo la crianza de los Orcos (que sin duda ya había empezado) continuó con velocidad ascendente durante la edad en que los Noldor moraron en Aman; así pues, cuando volvieron a la Tierra Media la encontraron infestada de esta plaga, para tormento de todos los que vivían allí, Elfos, Hombres o Enanos. También fue Sauron quien en secreto preparó Angband para el regreso del Amo;[360] y allí los lugares oscuros bajo tierra se guarnecieron con huestes de Orcos antes de que Melkor regresara por fin como Morgoth, el Enemigo Negro, y los enviara para llevar la ruina a todo cuanto fuera hermoso. Y aunque Angband ha caído y Morgoth ha sido eliminado, todavía salen de los lugares sin luz en la oscuridad de sus corazones, y la tierra se marchita bajo los pies implacables.
Esta, pues, parece ser la opinión final de mi padre sobre la cuestión: los Orcos se criaron a partir de los Hombres, y si «la concepción mental de los Orcos puede remontarse muy atrás en la noche del pensamiento de Melkor», fue Sauron quien, durante las edades del cautiverio de Melkor en Aman, creó los ejércitos negros que su Amo tuvo disponibles a su vuelta.
Pero, como siempre, no es tan sencillo. Junto con una copia del texto de este ensayo hay algunas páginas manuscritas para las cuales mi padre utilizó los reversos en blanco de documentos de la editorial con fecha del 10 de noviembre de 1969. En estas páginas hay dos notas sobre el ensayo acerca de los «Orcos»: una, en la que se comenta la escritura de la palabra orco, se da en p. 480; la otra consiste en una [479] nota que surge de algo sin especificar que se dice en el ensayo, pero que sin duda se trata del pasaje de p. 474 en que se comenta la inevitable naturaleza de marioneta de las criaturas creadas por uno de los grandes Poderes: la nota debía guardar relación con tas palabras «Pero los Orcos no eran de esa clase».
Los orkos, en verdad, parecen a veces haberse visto degradados a una situación muy similar, aunque de hecho guardan una profunda diferencia. Los orkos que vivieron durante largo tiempo bajo el control directo de su voluntad —como guarniciones de fortalezas o elementos de ejércitos entrenados para propósitos especiales de la guerra— actuaban como un rebaño, obedeciendo al instante, como si tuvieran una sola voluntad, sus órdenes, aun cuando fueran a sacrificar la vida a su servicio. Y, tal como se vio cuando Morgoth fue finalmente derrotado y expulsado, los orkos absorbidos hasta ese punto se dispersaron sin rumbo, sin el propósito de huir o de luchar, y pronto murieron o se dieron muerte a sí mismos.
Otras criaturas independientes en su origen, y los Hombres entre ellas (pero no los Elfos ni los Enanos), también podían verse degradados a una condición similar. Pero las «marionetas» sin vida o voluntad independientes dejaban de moverse o hacer cualquier cosa cuando la voluntad de su hacedor era destruida. En cualquier caso, la cantidad de orkos que eran «absorbidos» de ese modo constituía sólo una pequeña parte del total. Mantenerlos en una servidumbre absoluta exigía un gran consumo de la voluntad. Morgoth, aunque en el principio poseía un vasto poder, era finito; fue el que gastó en los orkos, y todavía más el que gastó en las otras criaturas mucho más formidables que le servían, lo que acabó por disipar los poderes mentales de Morgoth y permitió su derrota. Así pues, la mayor parte de los orkos, a pesar de estar bajo sus órdenes y bajo la oscura sombra del miedo que les inspiraba, sólo eran objetos intermitentes de su pensamiento e interés inmediatos, y mientras éstos se dirigían a otra cosa recuperaban la independencia y lo odiaban, a él y su tiranía. Entonces podían ignorar sus órdenes, o realizar
El texto se interrumpe en este punto. Pero lo curioso es que un borrador tosco del segundo pasaje de esta nota (escrito en el mismo papel, con la misma fecha) empieza así: [480]
Pero los Hombres podían (y pueden aún) verse degradados a una condición similar. Pero las «marionetas» dejaban de moverse o aun de «vivir» cuando no las dirigía la voluntad directa de su hacedor. En cualquier caso, aunque la cantidad de orkos que había en la cumbre del poder de Morgoth, y todavía tras su regreso del cautiverio, parece haber sido muy grande, los que eran «absorbidos» constituían siempre una pequeña parte del total.
Las palabras que he puesto en cursiva contradicen una de las ideas esenciales del ensayo.
La otra nota dice así:
Orcos
La palabra fue tomada del inglés antiguo. Parecía, en sí misma, muy apropiada para las criaturas que tenía en mente. Pero su significado en inglés antiguo orc —por lo que se sabe de él— no es adecuado.[361] Además, la ortografía de lo que, en una situación lingüística posterior y más organizada, debió ser la forma de la palabra o del grupo de palabras similares en la Lengua Común es orko. Aunque sólo sea por los problemas ortográficos que presenta el inglés moderno: hace falta un adjetivo orc + ish, y orcish no servirá.[362] En las publicaciones futuras utilizaré orko.
En el texto IX (el breve escrito en que mi padre afirmaba la verdad de la teoría del origen de los Orcos) escribió la palabra Orkos, y dijo «así lo escribiré en El Silmarillion». En el presente ensayo, sin duda alguna posterior al texto IX, está escrita Orcos; pero ahora, en 1969 o después, volvió a afirmar que debía ser Orkos.
[481]
Este último texto, titulado Aman, consiste en un claro manuscrito con pocos titubeos o correcciones. Lo he tratado como ensayo independiente, y después de dudar acerca de su emplazamiento más adecuado he resuelto dejarlo para el final; no obstante, una vez este libro estuvo acabado y completamente preparado para su publicación me di cuenta de que de hecho guarda estrecha relación con el manuscrito de Athrabeth Finrod ah Andreth.
El manuscrito empieza con una introducción (dada en la versión mecanografiada que mi padre realizó posteriormente, pp. 348-349), [482] que comienza con la afirmación de que algunos hombres creían que sus hröar no eran de corta vida por naturaleza, sino que habían sido transformados así por la malicia de Melkor. Yo no había advertido la significación de unas líneas que aparecen en el encabezamiento de esta primera página de la Athrabeth, que mi padre tachó: estas líneas empiezan con «el Amo, y seguiría viviendo, un cuerpo sin entendimiento, ni siquiera un animal, sino un monstruo», y acaban con «… la Muerte misma, en agonía u horror, entraría con los Hombres a la propia Aman». Ahora bien, este pasaje es casi idéntico a la conclusión del presente texto, cuya última página empieza precisamente en el mismo punto.
Es evidente, por tanto, que en un principio Aman precedía a la Athrabeth, pero que mi padre lo eliminó para que fuera una obra independiente y copió el último pasaje en una hoja separada. Al mismo tiempo, presumiblemente, dio al resto (la Athrabeth) los títulos De la Muerte y los Hijos de Eru, y la Mácula de los Hombres y La conversación de Finrod y Andreth.[363]
Quizá hubiera sido preferible situar Aman junto con la Athrabeth en la Cuarta Parte; sin embargo, me parece innecesario en una fase tan tardía proceder a un cambio de tamaña importancia en la estructura del libro, así que lo doy por separado aquí.
Aman
En Aman las cosas eran muy distintas a la Tierra Media. Pero se parecían al modo de vida élfico, igual que los Elfos se parecían más a los Valar y los Maiar que los Hombres.
En Aman la longitud de la unidad de «año» era la misma que para los Quendi. Pero por una razón distinta. En Aman fueron los Elfos quienes le asignaron la longitud de acuerdo con sus propios propósitos, y estaba relacionada con el proceso que podría llamarse el «Envejecimiento de Arda». Pues Aman estaba dentro de Arda y por tanto dentro del Tiempo de Arda (que no era eterno, estuviera Maculada o Inmaculada). Por tanto, en Arda todas las cosas deben envejecer, aunque lentamente, según avanza desde el principio hacia el fin. Los Valar percibían el envejecimiento en la longitud de tiempo (proporcional a la longitud total de la vida designada para Arda) que llamaban un Año, pero no en un periodo inferior.[364]
Pero en cuanto a los Valar mismos, y también los Maiar, en cierto grado, podían vivir a la velocidad de pensamiento o movimiento que escogieran o desearan.[365][366] [483]
Así pues, la unidad, o Año Valiano, no guardaba relación alguna en Aman con los ritmos naturales de «crecimiento» de ninguna persona o criatura de las que allí vivían. El Tiempo en Aman era tiempo real, no sólo un modo de percepción. Al igual que, por ejemplo, pasaban 100 años en la Tierra Media, como parte de Arda, 100 años pasaban en Aman, que también era parte de Arda. No obstante, fue el hecho de que la velocidad de «crecimiento» de los Elfos concordara con la unidad de tiempo valiana[367] lo que permitió a los Valar llevar a los Eldar a vivir en Aman. En un año valiano los Eldar que allí vivían crecían y se desarrollaban de un modo muy similar al que los mortales lo hacían en un año de la Tierra Media. Por tanto, al registrar los acontecimientos de Aman, tenemos que utilizar, tal como hacían los mismos Eldar, la unidad valiana,[368] aunque no debemos olvidar que en uno de aquellos «años» los Eldar gozaban de una cantidad tan inmensa de placeres y logros que ni el más dotado de los Hombres podría realizar en doce veces doce años mortales.[369] No obstante, los Eldar «envejecían» con la misma rapidez en Aman como en sus orígenes en la Tierra Media. [484]
Pero los Eldar no eran nativos de Aman, que los Valar no habían diseñado para ellos. En Aman, antes de su llegada, sólo vivían los Valar y sus parientes menores, los Maiar. Pero para su deleite y uso había también en Aman una gran multitud de criaturas, sin fëar, de muchos tipos: animales o criaturas que se movían, y plantas, que son fijas. Allí, se dice, se encontraban todos los equivalentes de todas las criaturas que existen o han existido sobre la Tierra,[370] y otras también que sólo fueron hechas para Aman. Y cada especie tenía, como en la Tierra, naturaleza propia y una velocidad de crecimiento natural.
Pero como Aman fue hecha para los Valar, y para que en ella encontraran paz y deleite, a todas aquellas criaturas que allí se transplantaron, prepararon, criaron o crearon para que habitaran en Aman se les otorgó un crecimiento tal que un año de vida natural de su especie en la Tierra fuera un Año Valiano en Aman.
Para los Eldar esto constituía una fuente de placer. Porque en Aman el mundo era para ellos como la Tierra para los Hombres, pero sin la proximidad de la sombra de la muerte. Mientras que en la Tierra todas las cosas, en comparación con ellos, eran efímeras, rápidas en cambiar o desaparecer, en Aman perduraban y no defraudaban su amor con la muerte. Mientras que en la Tierra un niño apenas crecía para convertirse en un hombre o una mujer, en unos 3000 años, los bosques crecían y se venían abajo, y todo el rostro de la tierra cambiaba, mientras que innumerables pájaros y flores nacían y morían, loar tras loar, bajo el curso del Sol.
Pero junto a todo esto Aman también se llama el Reino Bendecido, y ahí radicaba su beatitud: en la salud y la alegría. [485] Pues en Aman las criaturas no padecían enfermedades o desórdenes de su naturaleza; tampoco había decadencia o envejecimiento más rápidos que el lento envejecimiento de Arda misma. Así pues, toda criatura que llegaba al fin a la plenitud de su forma y virtud permanecía en ese estado, en beatitud, envejeciendo y consumiendo su vida y su ser tan lentamente como los mismos Valar. Y esta bendición también les fue concedida a los Eldar.
En la tierra los Quendi no padecían enfermedad alguna, y la salud de los cuerpos se apoyaba en el poder de los longevos fëar. Pero los cuerpos, al estar hechos de la materia de Arda, no eran tan duraderos como los espíritus; porque la longevidad de los Quendi procedía en primera instancia de los fëar, cuya naturaleza o «destino» era morar en Arda hasta el fin. Por tanto, una vez que la vitalidad del hröa se consumía en alcanzar la plenitud del crecimiento, empezaba a debilitarse o a agotarse. Muy lentamente en verdad, pero de modo perceptible para todos los Quendi. Durante un tiempo el fëa interior lo fortalecía y mantenía, y entonces la vitalidad empezaba a decaer y su deseo de vida física y alegría menguaban con creciente rapidez. El elfo empezaba entonces (como dicen ahora, porque esas cosas no eran evidentes en los Días Antiguos) a «marchitarse», hasta que el fëa parecía consumir al hröa y de él sólo quedaba el amor y el recuerdo del espíritu que lo había habitado.
Pero en Aman, cuya beatitud descendió sobre los hröar de los Eldar, y sobre todos los otros cuerpos, los hröar sólo envejecían de acuerdo con los fëar, y los Eldar que se quedaron en el Reino Bendecido pervivieron en plena madurez y con el poder de cuerpo y mente intacto y unido durante edades más allá de la comprensión de nosotros los Mortales.
Aman y los Hombres Mortales[371]
Si así es Aman, o era antes del Cambio del Mundo, y allí los Eldar gozaban de una salud y alegría eternas, ¿qué diremos de los Hombres? Ningún hombre ha puesto pie en Aman, o al menos ninguno ha regresado de allí; pues los Valar lo prohibieron. ¿Por qué lo hicieron? A los númenóreanos les dijeron que Era les había prohibido admitir a los Hombres en el Reino Bendecido; y también afirmaban que allí los Hombres no serían bendecidos [486] (como ellos imaginaban), sino malditos, y se «marchitarían como una mariposa en una llama demasiado brillante».
Más allá de estas palabras no podemos sino hacer conjeturas. Pero se puede considerar la cuestión de la siguiente manera. A los Valar no sólo les había prohibido Eru intentarlo, ellos no podían cambiar la naturaleza o el «destino» de Eru, o de ninguno de los Hijos, y eso incluía el ritmo de su crecimiento (relativo a la vida entera de Arda) y la longitud de su vida. Aun los Eldar permanecieron invariables en ese aspecto.
Supongamos entonces que los Valar hubieran admitido en Aman también a algunos de los Atani, y que (considerando la vida entera de un hombre en semejante estado) allí hubieran nacido niños «mortales», igual que nacieron niños de los Eldar. Entonces, aun en Aman, un niño mortal alcanzaría la madurez en unos veinte años del Sol, y la longitud natural de su vida, el periodo de unión de hröa y fëa, no sería más que, por ejemplo, de 100 años. No mucho más, aunque su cuerpo no padeciera enfermedades o trastornos en Aman, donde no existían tales males. (A menos que los Hombres los trajeran con ellos, ¿y por qué no habrían de hacerlo? Aun los Eldar trajeron consigo al Reino Bendecido cierta mancha de la Sombra sobre Arda en la que nacieron.)
Pero en Aman una criatura así sería una cosa fugaz, la bestia de más rápida desaparición. Porque su vida entera no duraría más que medio año, y mientras que todas las otras criaturas vivientes no parecerían cambiar apenas para él, sino que permanecerían fijas en la vida y la alegría con esperanza de años interminables y sin sombra, él crecería y desaparecería, igual que en la Tierra la hierba puede crecer en primavera y marchitarse antes de que llegue el invierno. Entonces se llenaría de envidia, creyéndose víctima de una injusticia, por habérsele negado gracias dadas a toda otra criatura. No valoraría cuanto tuviera, sino que sintiéndose entre las criaturas más viles y pequeñas pronto acabaría por desdeñar su humanidad y odiar a los mejor dotados. No escaparía del temor y pesar por la rápida mortalidad que lo aquejan en la Tierra, en Arda Maculada, sino que le resultarían una carga insoportable hasta hacerle perder todo placer.
Pero si alguien se pregunta: ¿por qué no se le podría conceder [487] en Aman la bendición de la longevidad, como les fue concedida a los Eldar? Esto debe ser respondido. Porque esto proporciona alegría a los Eldar, cuya naturaleza difiere de la de los Hombres. La naturaleza del fëa élfico es pervivir en el mundo hasta el fin, y el hröa élfico también era longevo por naturaleza; de modo que para un fëa élfico advertir que su hröa pervive con él, soportando su hospedaje sin cansarse en deleite corporal, aumenta su eterna alegría [sic]. De hecho algunos de los Eldar dudan que se les concediera ninguna gracia o bendición, aparte de la admisión en Aman. Pues afirman que la incapacidad de los hröar de pervivir tanto como los fëar en una vitalidad sin cansancio —un proceso que no fue advertido hasta las edades posteriores— se debe a la Mácula de Arda, y procede de la Sombra y de la mancha de Melkor, que afecta a toda la materia (o hröar)[372] de Arda, si no de toda Ëa. De modo que lo único que ocurre en Aman es que la debilidad de los hröar élficos no se desarrollaba en la vitalidad de Aman y la Luz de los Árboles.
Pero supongamos que la «bendición de Aman» también le fuera concedida a los Hombres.[373] ¿Qué pasaría entonces? ¿Sería éste un gran bien para ellos? Sus cuerpos seguirían alcanzando la plenitud del crecimiento con rapidez. En la séptima parte de un año un hombre podría nacer y alcanzar la madurez, con la rapidez con que un pájaro rompería el cascarón y volaría del nido. Pero entonces no se marchitaría de vejez, sino que perviviría en todo su vigor y el deleite de la vida corpórea. Pero ¿qué pasaría con el fëa del hombre? Su naturaleza y «destino» no podrían ser cambiados, ni por la vitalidad de Aman ni por la voluntad del mismo Manwë. Sin embargo, es su naturaleza y destino (como dicen los Eldar), por voluntad de Eru, que no pervivan en Arda por largo tiempo, sino que partan y vayan a otro lugar, quizá regresando directamente a Eru para otro destino o propósito más allá del conocimiento o las conjeturas de los Eldar.
Muy pronto, pues, el fëa y el hröa de un hombre dejarían de estar unidos y en paz en Aman, sino que se enfrentarían para [488] gran dolor de ambos. El hröa, en pleno vigor y alegría de vivir, se aferraría al fëa, hasta que su partida le causara la muerte; y contra la muerte se rebelaría, igual que una gran bestia en la plenitud de la vida huiría del cazador o se volvería salvajemente contra él. Pero el fëa estaría como en una prisión, hasta que le resultaran odiosos, deseando cada vez más partir, hasta que aun las cuestiones del pensamiento que recibiera a través del hröa dejaran de tener sentido para él. El hombre no estaría bendecido entonces, sino maldito; y maldeciría a los Valar y a Aman, y todas las cosas de Arda. Y no estaría dispuesto a abandonar Aman, pues eso significaría una muerte rápida, y tendría que ser expulsado por la fuerza. Pero si se quedara en Aman,[374] ¿qué le ocurriría, antes de que Arda se completara y él encontrara la liberación? El fëa caería bajo el dominio total del hröa, y se convertiría en algo parecido a una bestia atormentada. De no ser así, si el fëa tiene la fortaleza suficiente, dejaría al hröa. Entonces pasaría una de estas dos cosas: o bien esto sólo se llevaría a cabo con odio, con violencia, y el hröa, en la plenitud de la vida, se desgarraría y moriría en una súbita agonía; o bien el fëa abandonaría al hröa con aborrecimiento y sin piedad, y éste continuaría viviendo, un cuerpo sin entendimiento, menos que una bestia, un monstruo, una obra de Melkor en el corazón de Aman, que los mismos Valar no dudarían en destruir.
Ahora bien, todo esto no son más que cuestiones del pensamiento y cosas que podrían haber sido; porque Eru y los Valar, bajo Sus órdenes, no han permitido que los Hombres tal como son[375] vivan en Aman. Pero al menos puede verse que los Hombres no escaparían en Aman del miedo de la muerte, sino que lo experimentarían en mayor grado y durante largas edades. Y además, parece probable que la propia muerte, ya en agonía u horror, entraría con los Hombres en la misma Aman.
En este punto la versión original de Aman (véase p. 482) continuaba con las palabras «Ahora bien, algunos Hombres afirman que de hecho sus hröar no son de corta vida por naturaleza…», lo que se convirtió en el principio de la introducción de la Athrabeth (véase p. 348).