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«La conversación de Manwë y Eru»
y otras ideas tardías acerca de la reencarnación de los Elfos
La afirmación al principio de la Nota 3 (p. 388) de que «en la tradición élfica la reencarnación era un favor especial concedido por Eru a Manwë, cuando éste Lo consultó en la ocasión del debate acerca de Finwë y Míriel» parece muy extraña a la luz de Leyes y costumbres de los Eldar, donde se dice explícitamente (p. 257) que «Un fëa sin hogar que escogiera o pudiera volver a la vida se reencarnaba en el mundo mediante el nacimiento de un niño. Sólo de esta manera podía regresar» (con la única excepción del «raro y extraño caso de Míriel», que fue «realojada en su propio cuerpo»). En Leyes y costumbres se conjetura que según la verdadera naturaleza de las cosas Míriel hubiera podido [413] volver de la muerte de ser ése su deseo; así pues, Ulmo dijo en el Debate de los Valar que «el fëa de Míriel puede haber partido por necesidad, pero lo hizo con la voluntad de no volver» y que «ahí radica su falta» (p. 280). Es imposible que Leyes y costumbres se escribiera en la base de que el renacimiento no fue «un favor especial concedido» por Eru a Manwë hasta «la ocasión del debate acerca de Finwë y Míriel», una idea de la que no hay alusión o rastro en esta obra.
La explicación de esto es que después de escribir Leyes y costumbres la opinión de mi padre acerca del desuno de los Elfos que habían muerto experimentó un cambio radical, y que en realidad el pasaje citado en la Nota 3 del Comentario de la Athrabeth no se refiere al «renacimiento» en absoluto.
Hay un texto titulado La conversación de Manwë y Eru, posterior a Leyes y costumbres pero anterior al Comentario de la Athrabeth. Esta obra (escrita a máquina) había de consistir en dos partes, la primera con las preguntas de Manwë y las respuestas de Eru y la segunda con un elaborado comentario filosófico de la significación e implicaciones; no obstante, fue abandonada antes de su conclusión, y una segunda versión de la «Conversación», más extensa, se dejó a medias tras sólo un par de páginas. Doy sólo la primera parte, la «Conversación», en la versión original más breve.
Manwë se dirigió a Eru, diciendo: —He aquí que en Arda aparece un mal que no buscamos: los Hijos Primeros Nacidos, a quienes Tú hiciste inmortales, sufren ahora de la separación de cuerpo y espíritu. Muchos de los fëar de los Elfos en la Tierra Media están ahora sin hogar; y aun en Aman hay uno. Convocamos a los sin hogar a Aman, para alejarlos de la Oscuridad, y todos los que escucharon nuestra voz habitan aquí a la espera. ¿Qué más debemos hacer? ¿Acaso no hay manera de que retomen sus vidas para que transcurran según Tu propósito? ¿Qué hacer con los que lamentan la pérdida de quienes se han ido?
Eru respondió: —¡Qué los sin hogar sean realojados!
Manwë preguntó: —¿Cómo hacerlo?
Eru respondió: —Que el cuerpo que destruido sea rehecho. O que el fëa desnudo renazca en un niño.
Manwë dijo: —¿Es Tu voluntad que lo intentemos? Porque tenemos miedo de interferir en Tus Hijos.
Eru respondió: —¿Acaso no he dado a los Valar el gobierno de Arda, y poder sobre toda la sustancia que hay en ella, para formarla según su voluntad sometida a la Mía? Así lo habéis [414] hecho. En cuanto a mis Primeros Nacidos, ¿acaso no los habéis trasladado en gran número a Aman de la Tierra Media, donde los puse?
Manwë respondió: —Lo hicimos por miedo a Melcor y con buena intención, aunque no sin recelo. Pero utilizar el poder que nos diste sobre la carne que Tú has diseñado, alojar los espíritus de Tus Hijos, parece algo más allá de nuestra autoridad, aunque no estuviera más allá de nuestra capacidad.
Eru dijo: —Yo os doy la autoridad. La capacidad ya la tenéis, si prestáis atención. Mirad y encontraréis en cada espíritu de Mis Hijos la huella y el recuerdo completos de su casa anterior; y en su desnudez está abierto para vosotros, de modo que podéis percibir con claridad lo que hay en él. Según esta huella podéis volverle a hacer una casa igual en todos los aspectos a la que tenía antes de que le acaeciera el mal. Así podéis devolverlo a las tierras de los Vivos.
Entonces Manwë volvió a preguntar: —Oh, Ilúvatar, ¿no has hablado también de renacimiento? ¿Se encuentra éste también dentro de nuestro poder y autoridad?
Eru respondió: —Estará dentro de vuestra autoridad, pero no de vuestro poder. Aquellos que juzguéis adecuados para renacer, si ése es su deseo y comprenden perfectamente lo que pretenden, Me los entregaréis; y yo los tendré en cuenta.
Veremos que la cuestión del retomo de los Muertos con los Vivos había adquirido dimensiones completamente nuevas. Mi padre había llegado a pensar que antes de la muerte de Míriel no se había dado nunca un «realojamiento» de los fëar de los Muertos, y que Eru decretó esa posibilidad y las formas en que podría llevarse a cabo sólo en respuesta a la llamada de Manwë. Una de estas formas es el renacimiento del fëa en un niño, pero los Muertos que así lo deseen han de entregarse a Eru y esperar que Él se pronuncie sobre su caso. La otra es que los Valar hagan «una casa igual en todos los aspectos a la que tenía antes de que le acaeciera el mal»: la reencarnación de los Muertos en un hröa idéntico al que le había arrebatado la muerte. El largo comentario que sigue a la «Conversación» se centra en las ideas de «identidad» y «equivalencia» en relación a este modo de reencarnación, representado como debate de los sabios eldarin.
Un manuscrito escrito rápidamente en pequeños trozos de papel, titulado «La reencarnación de los Elfos», parece mostrar las [415] reflexiones de mi padre sobre el tema entre el abandono de La conversación de Manwë y Eru y el Comentario sobre la Athrabeth. He mencionado aquí, elíptica y rápidamente, las dificultades en todos los niveles (incluyendo el práctico y el filosófico) de la idea de la reencarnación del fëa en un niño recién nacido de unos segundos padres, que según crece recupera la memoria de su vida anterior, «la objeción más definitiva» es que «contradice la noción fundamental de que fëa y hroa estaban hechos el uno para el otro: puesto que los hröar tienen descendencia física, el cuerpo del renacido, al ser de padres diferentes, debe de ser diferente», y ésta debe de ser una condición dolorosa para el fëa renacido.
En este punto abandonó, definitivamente, la concepción largamente arraigada (véanse pp. 305-307) del renacimiento como medio por el cual los Elfos podían volver a la vida encarnada: al examinar la idea mítica, cuestionando su validez en los términos que había empleado, llegó a considerarla un serio defecto de la metafísica de la existencia de los Elfos. No obstante, dijo, era un «dilema», pues la reencarnación de los Elfos «parece un elemento esencial de las historias». «La única solución», decidió en el comentario, era la idea de rehacer en forma idéntica los hröar de los Muertos según declaró Eru en La conversación de Manwë y Eru: el fëa conserva el recuerdo, la huella, de su hröa, su «casa anterior», tan fuerte y preciso que es posible reconstruir un cuerpo idéntico a partir de él.
La idea de una «conversación» entre Manwë y Eru no fue abandonada, y de hecho se menciona en «La reencarnación de los Elfos» (aunque la «conversación» arriba transcrita debía de existir para entonces, puesto que en ella Eru dice expresamente que el renacimiento es una forma de reencarnación posible para los fëar «sin hogar», mientras que en el presente comentario esta idea se rechaza firmemente y no tiene lugar alguno en «la única solución» del «dilema»). La Música de los Ainur no había previsto la muerte de los Elfos y la existencia de fëar «sin hogar», puesto que de acuerdo con su naturaleza habían de ser inmortales dentro de la vida de Arda. Eran muchos los fëar de Elfos que habían muerto en la Tierra Media los que estaban reunidos en las Estancias de Mandos, pero hasta la muerte de Míriel en Aman Manwë no acudió directamente a Eru en busca de consejo. Eru «aceptó y ratificó su postura», aunque dejando claro a Manwë que los Valar deberían haberse opuesto al domino de Melkor en la Tierra Media mucho antes, y que les había faltado estel, deberían haber confiado en que en una guerra legítima Eru no habría permitido que Melkor dañara Arda tan gravemente como para evitar que llegaran los Hijos, o que allí habitaran (cf. QP §20, p. 189: «Y Manwë dijo a los Valar: “Este es el consejo que Ilúvatar ha puesto en mi corazón: que recuperemos el dominio de Arda a cualquier coste, y que liberemos a los [416] Quendi de las sombras de Melkor”. Entonces Tulkas se alegró; pero Aulë se sintió apenado, y se dice que él (y otros de los Valar) no habían querido antes pelear contra Melkor, previendo las heridas que esa lucha abriría en el mundo»).
Se dice entonces que «todos los fëar de los Muertos van a Mandos, en Aman: dicho más exactamente, son convocados allí por la autoridad otorgada por Eru. Allí se hace un lugar para ellos». Esto parece significar que sólo ahora Mandos recibió el poder de convocar los espíritus de los Muertos a Aman; sin embargo, las palabras siguientes «Allí se hace un lugar para ellos» son difíciles de entender, puesto que parecen negar incluso que las Estancias de la Espera existían antes de que Manwë hablara con Eru (a pesar de la afirmación anterior en «La reencarnación de los Elfos» de que había muchos fëar sin hogar reunidos en Mandos antes de que la «Conversación» tuviera lugar).
Los Valar reciben ahora la autoridad de reencarnar los fëar de los Elfos que han muerto en hröar idénticos a los que perdieron; el texto continúa: «Normalmente el fëa realojado permanecerá en Aman. Sólo en casos muy excepcionales, como el de Beren y Lúthien, serán devueltos a la Tierra Media… De ahí que la muerte en la Tierra Media comportara el mismo tipo de dolor y duelo para Elfos y Hombres. No obstante, tal como advirtió Andreth, la certeza de volver a la vida y hacer cosas en forma encarnada constituía una diferencia vital en la muerte como temor individual» (cf. la Athrabeth p. 356).
En lo que parece ser una consideración posterior mi padre se preguntó luego si no sería posible que el fëa «sin hogar» pudiera (después de recibir instrucción) reconstruir el hröa a partir de sus recuerdos (idea que, según se desprende del texto, muy tardío, acerca de la reencarnación de Glorfindel de Gondolin, se convirtió en su opinión definitiva sobre el asunto). En este punto escribió: «Evidentemente, el recuerdo que el fëa tiene de sus experiencias es fuerte, vivido y completo. Así pues, la concepción subyacente es que la “materia” será absorbida por el “espíritu”, convirtiéndose en parte de su conocimiento, y por lo tanto se hará eterna bajo el control del espíritu. De igual modo, el cuerpo de los Elfos que se quedaron en la Tierra Media se “consumía” lentamente; ¿o se convertía en una vestidura de recuerdos? La resurrección del cuerpo (al menos en lo referente a los Elfos) era en cierto sentido incorpórea. Pero aunque podría superar las barreras físicas a voluntad, podía a voluntad poner barreras a la materia. Si tocabas un cuerpo resucitado lo sentías. O si lo deseaba podía simplemente evitarte: desaparecer. Su posición en el espacio dependía de su voluntad».
Ni en el pasaje acerca del tema de la reencarnación que aparece en el Comentario de la Athrabeth (p. 378, §6), ni en la Nota 3 que lo [417] menciona (p. 388) hay referencia alguna al renacimiento; a pesar de que el último evoca sin duda las palabras de «La resurrección de los Elfos». De este modo, en la Nota 3 se insinúa fuertemente (no se expresa de modo explícito) que no fue hasta la ocasión en que Manwë habló con Eru cuando le fue otorgado a Mandos el poder real de convocar a los fëar de los Muertos; el pasaje que sigue a esto en la Nota es muy similar a lo que se dice en «La resurrección de los Elfos»:
Allí se les ofrecía la alternativa de seguir sin hogar o (si así lo deseaban) de ser realojados en la misma forma y cuerpo que tenían antes. No obstante, normalmente debían permanecer en Aman. Por tanto, si vivían en la Tierra Media, la pérdida que habían sufrido de amigos y parientes, y la pérdida que habían sufrido éstos, no se remediaba. La muerte no era curada por completo. Pero tal como advirtió Andreth, su certeza acerca del futuro inmediato posterior a la muerte y el conocimiento de que al menos podrían, si ése era su deseo, hacer cosas y continuar su experiencia en Arda como encarnados, hacía que para los Elfos la muerte fuera algo por completo diferente de la muerte tal como la veían los Hombres.
De la observación que se encuentra tanto en «La reencarnación de los Elfos» como en la Nota 3 del Comentario de que la muerte para los Elfos era algo muy diferente de la muerte para los Hombres «como advirtió Andreth» surge un interesante detalle referente a la cronología de la composición. Así pues, la Athrabeth ya existía cuando «La reencarnación de los Elfos» fue escrita; no obstante, el Comentario fue posterior a «La reencarnación». Parece haber pruebas evidentes de que hubo un intervalo de tiempo entre la redacción del Debate de Finrod y Andreth y la del Comentario sobre él.
Es conveniente mencionar un pasaje más de «La reencarnación de los Elfos». En una especie de aparte del curso de sus pensamientos, siendo más rápido (aún) que su pluma, mi padre observó que «la naturaleza exacta de la existencia de Aman o Eressëa tras su “eliminación” debe ser dudosa y no estar explicada», al igual que la cuestión de «cómo los “mortales” podían ir allí». Sobre esto observó que «mucho tiempo atrás» Eru había entregado a los Muertos de los mortales también a Mandos: cf. QS §86 (V. 286-287): «Qué es de sus espíritus después de la muerte, los Elfos no lo saben . . . Algunos dicen que también van a las estancias de Mandos; pero no esperan en el mismo sitio que los Elfos; y únicamente Mandos, por debajo solo de Ilúvatar y de Manwë, sabe adónde van después del tiempo de memoria por las estancias silenciosas junto al Mar Occidental». «La estancia de Frodo» (continuó) «en Eressëa —¿luego en Mandos?— es sólo una extensión [418] de lo mismo. En su día Frodo abandonó el mundo (porque deseaba hacerlo). Por tanto el viaje en barco fue equivalente a la muerte».
Con esto puede compararse lo que escribió al final de la descripción de El Señor de los Anillos que aparece en la carta a Milton Waldman de 1951 (un pasaje que se omitió en Cartas pero impreso en FTE. 155):
A Bilbo y Frodo se les concedió la gracia especial de ir con los Elfos que aman: un final artúrico, en el que, por supuesto, no se hace explícito si se trata de una «alegoría» de la muerte o un modo de cura y restauración que conducirá al retomo.
No obstante, en su carta a Naomi Mitchison de septiembre de 1954 (Cartas n.º 154) dijo:
… la idea mítica que está por detrás es que para los mortales, puesto que su «especie» no puede nunca alterarse para siempre, ésta es estrictamente sólo una recompensa temporal: una curación y compensación de los males sufridos. No pueden quedarse allí para siempre, y aunque no están en condiciones de volver a la tierra mortal, pueden y han de «morir» por libre voluntad y abandonar el mundo. (En este escenario, la vuelta de Arthur sería del todo imposible, un vano hecho imaginario.)
Por último, mucho tiempo después, en el borrador de una carta de 1963 (Cartas n.º 246), escribió:
Frodo fue enviado o se le permitió cruzar el mar para curarlo, si eso era posible, antes de morir. Tendría que «irse» finalmente: ningún mortal podía, o puede, morar por siempre en la tierra o dentro del Tiempo. De modo que fue a la vez al encuentro de un purgatorio y de una recompensa por algún tiempo: un período de reflexión, de paz y de mayor entendimiento de su posición en la pequeñez y la grandeza, pasado a pesar de todo en el Tiempo en medio de la belleza natural de «Arda Inmaculada», la Tierra no maculada todavía por el mal.