§13Entretanto Morgoth, se dice, huyendo de la persecución de los Valar, llegó a los baldíos de Araman. Esta tierra se extendía hacia el norte, entre las Montañas de las Pelóri y el Gran Mar, como Avathar se extendía hacia el sur. Pero Araman era una región más vasta, y entre las costas y las montañas había extensas llanuras sombrías en un paisaje ininterrumpido pero inhóspito, cada vez más frío a medida que se aproximaba al Hielo.
§14Por esa tierra oscura Morgoth y Ungoliant pasaron de prisa, y así llegaron a través de las grandes nieblas de Oiomúrë al Helkaraxé, el estrecho entre Araman y la Tierra Media, todo de hielo crujiente; y lo cruzaron y regresaron por fin al Norte del Mundo Exterior. Juntos siguieron avanzando, porque Morgoth no podía evitar a Ungoliant y la nube de ella todavía lo envolvía, y los ojos estaban fijos en él. Pero cuando llegaron a la región que más tarde se llamó Lammoth, al norte del Estuario de Drengist, Morgoth tuvo esperanzas, porque se acercaban a las ruinas de Angband, donde se había levantado su gran fortaleza occidental. Pero Ungoliant advirtió las intenciones de Melkor y supo que pronto intentaría huir y engañarla, si le era posible. [339] Por tanto lo detuvo y le exigió que cumpliera lo que había prometido.
§15—¡Negro corazón! —dijo Ungoliant (que ya no lo llamaba «Amo»)—. He hecho lo que me pediste. Pero todavía estoy hambrienta.
—¿Qué más quieres? —-le dijo Morgoth—. ¿Deseas meterte el mundo entero en la barriga? No prometí darte eso. Soy el Señor.
—No pretendo tanto —dijo ella—. Pero obtuviste un gran tesoro en Formenos del que no me dijiste nada y no me darías nada tampoco ahora, si yo no te hubiera observado. Lo tendré todo.
Sí, me lo darás con ambas manos.
—Ya has recibido la mitad —dijo Morgoth. Porque cuando lo acompañó (en contra de la voluntad de él) en el saqueo de Formenos, le había dejado darse un festín con las gemas de Fëanor, para que no fuera a la cámara de hierro.
—Estoy hambrienta —dijo Ungoliant—. ¡Tendré la otra mitad!
Entonces por fuerza cedió Morgoth las gemas que llevaba consigo, una por una y a regañadientes; y ella las devoró y la belleza de las piedras murió para el mundo. Su fuerza se renovó entonces, pero su codicia no estaba satisfecha todavía.
—Con una mano das —dijo—; sólo con la izquierda. ¡Abre la mano derecha!
§16En la mano derecha llevaba Morgoth apretados los Silmarils, que había tomado de la cámara de hierro; y aunque estaban encerrados en un cofrecillo de cristal, habían empezado a quemarlo y el dolor le agarrotaba la mano. Pero no quería abrirla. «¡No! —dijo—. No tendrás estas cosas, ni las verás. Las nombro mías para siempre. Has recibido más de lo que te adeudaba. Porque con el poder que puse en ti consumaste tu obra. Ya no te necesito. ¡Vete, inmunda! Roe tu codicia en un agujero muy lejos de aquí o te prenderé un fuego en las fauces que te hará arder para siempre.»
§17Pero Ungoliant no se arredró. Había crecido y Morgoth era ahora más pequeño a causa del poder que había salido de él. Ahora ella se irguió enfrentándolo, y lo encerró en su nube y lo atrapó en una red de cuerdas pegajosas para estrangularlo. Entonces Morgoth lanzó un grito terrible cuyos ecos resonaron en las montañas. Fue así como esa región pasó a llamarse [340] Lammoth;[225] porque esos ecos la habitaron después para siempre, y despertaban cada vez que alguien gritaba allí, y todas las tierras yermas entre las colinas y el mar se llenaban de un clamor de voces angustiadas.
§18El grito de Morgoth a esa hora fue el más grande y terrible de los que se habían oído en el mundo del norte; las montañas se sacudieron y la tierra tembló y las rocas se partieron. En abismos olvidados se oyó ese grito. Muy por debajo de las estancias en ruinas de Angband, en cuevas que los Valar habían olvidado en la prisa del ataque, los Balrogs, que aún acechaban esperando el regreso del Señor, se levantaron ahora con rapidez, y precipitándose por Hithlum llegaron a Lammoth como una tempestad de fuego.
§19Ungoliant tuvo miedo entonces, y se volvió para huir, cubriéndose con los vapores negros que eructaba; pero los Balrogs la persiguieron con látigos de llama por las Montañas de la Sombra,[226] hasta que Morgoth los llamó. Entonces rompieron las telas de Ungoliant, y Morgoth fue liberado y regresó a Angband.
§20Pero Ungoliant fue a Beleriand, allí vivió durante un tiempo bajo Eryd Orgoroth [> Gorgoroth], en el valle oscuro que se llamó después Nan Dungortheb[227] por causa del horror que ella crio allí. Pero cuando hubo sanado de sus heridas tanto como le fue posible, desapareció. Porque otras inmundas criaturas arácnidas habían morado allí desde los días de la excavación de Angband; y Ungoliant se acopló con ellas y las devoró. Pero adonde fue después no se cuenta en ninguna historia. Se dice que el fin le llegó hace ya mucho tiempo, cuando acuciada por el hambre, terminó por devorarse a sí misma.
§21Así acabó la Pelea de los Ladrones; y lo que Yavanna temía, que los Siimarils fueran devorados y se desvanecieran en nada, no llegó a ocurrir. Pero quedaron en poder de Morgoth.
La nueva versión acaba en este punto en el texto mecanografiado; no obstante, entre las páginas de material muy tosco se encuentra el [341] siguiente pasaje abandonado que sigue con la narrativa durante un corto espacio:
Ahora bien, Morgoth, habiendo cumplido sus malvados designios contra Valinor y escapado de la prisión, reunió a todos los sirvientes que pudo encontrar; y la nueva de que había regresado cundió por todo el Norte. Se arrastraron de vuelta a él desde lugares cercanos y lejanos, desde las ruinas de Utumno, y desde los valles profundos y las sombras bajo las montañas, y desde todos los sitios oscuros y ocultos.
Entonces rápidamente empezó a cavar de nuevo las vastas cavernas de Angband y a elevar las estancias con pilares de piedra entre humos y fuegos, y encima levantó las torres hediondas de Thangorodrim.
En este punto el texto fue abandonado. Después de «Thangorodrim» mi padre añadió más tarde: «(Las Montañas de la Tiranía)». En términos de la narrativa anterior al Señor de los Anillos, la nueva versión sólo llega a la mitad del tercer párrafo (§62) del capítulo De la huida de los Noldor en QS (V. 270).