El primero de los dos textos tardíos (A) acaba pocas líneas después de este siguiente «subcapítulo», que sigue a QP §55 prácticamente palabra por palabra; además, termina en el mismo punto que la revisión QP de QS (véanse p. 222 y nota 119). Por tanto, de la siguiente parte de la narrativa tenemos, por un lado, el texto de QS (§§55-59), con los escasísimos cambios realizados en la revisión de 1951, y por otro la versión, muy posterior y considerablemente ampliada, que sigue aquí, cuya mayor parte sólo aparece en el texto B. También hay una sola página mecanografiada, intermedia entre A y B, que se extiende un poco más que A; además, hay gran cantidad de texto extremadamente tosco de la versión tardía de este capítulo que en su mayor parte es apenas legible.
Gran parte de la versión final de Melkor y Ungoliantë y la destrucción de los Árboles guarda tan estrecha relación con AAm que sería posible, en algunas secciones del texto, darlo en referencia a AAm, apuntando las diferencias en las notas; no obstante, transcribo el texto por entero, debido a las siguientes razones. Primero, porque a pesar de la similitud con AAm la leyenda ha sufrido una transformación de gran importancia; y segundo, porque la relación entre las dos tradiciones, El Silmarillion y los Anales, toma aquí un nuevo rumbo, importante para comprender y justificar la naturaleza del Silmarillion publicado. Si parte del texto apareciera sólo en las notas en referencia a otro texto resultaría más difícil seguir estos interesantes cambios.
§55Ahora bien, cuando llegaron los mensajeros de Finwë, los Valar estaban reunidos en consejo a las puertas de Valmar, asustados por la prolongación de las sombras. En seguida Oromë y Tulkas se pusieron en pie de un salto, pero cuando ya se disponían a lanzarse a la carrera, otros mensajeros trajeron noticias de Eldanor. Melkor había huido a través del Kalakiryan, y desde la colina de Túna los Elfos lo habían visto pasar, furioso como una nube de tormenta. «Entonces —dijeron—, [325] se volvió hacia el norte, y nuestros parientes de Alqualondë dicen que su Sombra fue sobre el puerto, hacia Araman.»
Así Melkor abandonó Valinor, y por un tiempo los Dos Árboles volvieron a brillar sin sombra, y la tierra se colmó de luz; y como una nube alejada y cada vez más alta, llevada por un lento viento helado, una duda empañaba ahora la alegría de los habitantes de Aman, pues tenían miedo de un daño desconocido que aún podía acaecerles.
§55aCuando Manwë oyó qué camino había seguido Melkor, le pareció evidente que se proponía escapar a sus viejas fortalezas al Norte de la Tierra Media, como era en verdad su ruta más probable. Aunque había pocas esperanzas de que lo lograran, Oromë y Tulkas y muchos de su pueblo marcharon de prisa hacia el norte con intención de alcanzarlo si era posible; pero no encontraron de él ni rastros ni rumores más allá de las costas de los Teleri, y en los baldíos despoblados que llegaban casi hasta el Hielo no oyeron más noticias ni aun de los pájaros. Por tanto regresaron al fin, pero se redobló la vigilancia a lo largo de los cercados septentrionales de Aman.
§55bEn verdad eso era lo que había deseado Melkor; pero tenía otras cosas que hacer antes de volver a la Tierra Media, y antes de que se emprendiera la persecución, de hecho antes de que los mensajeros llegaran a Valmar, había regresado y había pasado en secreto alejándose hacia el Sur. Porque era aún como uno de los Valar, y podía (aunque con dolor) cambiar de forma, o andar desnudo al igual que sus hermanos; aunque pronto habría de perder para siempre ese poder.
§55cAsí, sin ser visto, llegó por fin a la región que antaño se llamaba Avathar,[221] bajo los pies orientales de las Pelóri; era una tierra angosta, devorada por el Mar, y llevaba largo tiempo abandonada. Allí las sombras eran más profundas que en ningún otro sitio del mundo. En Avathar, secreta y desconocida para todos excepto Melkor, moraba Ungoliantë, y había tomado forma de araña, y tejía redes oscuras. No se sabe de dónde venía ella, aunque entre los Eldar se decía que en edades muy atrás descendió desde la oscuridad que está más allá de Arda, cuando Melkor miró por primera vez con envidia la luz del [326] reino de Manwë. Pero ella había renegado de su Amo en el deseo de convertirse en dueña de su propia codicia, apoderándose de todas las cosas para así alimentar su vacío. Había huido hacia el Sur, escapando de los ataques de los Valar y de los cazadores de Oromë, pues éstos siempre habían vigilado el Norte, y por mucho tiempo el Sur fue descuidado. Desde allí se había arrastrado hacia la luz del Reino Bendecido; porque tenía hambre de luz y a la vez la odiaba.
§55dVivía en una hondonada y tejía sus negras telas en una hendidura de las montañas. Absorbía toda la luz y la devolvía en negras redes de lobreguez. Pero ahora estaba hambrienta y sufría grandes tormentos; porque todas las criaturas vivientes habían huido lejos, y sus propias redes impedían la entrada de toda luz que pudiera llegar a su morada, a través de los pasos de los muros de Aman o del cielo de arriba. Pero ella ya no tenía la fuerza o la voluntad de partir.
§56Ahora Melkor la buscó, y adoptó nuevamente la forma que había tenido como tirano de Utumno: un Señor oscuro, alto y terrible. Esta forma la conservó para siempre. Y cuando Ungoliantë lo vio llegar tuvo miedo, pues conocía el odio que sentía por todos los que intentaban huir de él. Retrocedió hasta el antro más profundo e intentó envolverse en nueva sombra; (tero la oscuridad que podía tejer en el hambre no era defensa contra los ojos de Melkor, Señor de Utumno y de Angband.
§56a«¡Sal! —dijo él—. Tres veces tonta: primero por abandonarme, por vivir aquí languideciendo al alcance de festines indecibles, y ahora por huir de mí, Dador de Regalos, tu única esperanza. ¡Sal y verás! Te he traído una muestra de la mayor recompensa que vendrá.» Pero Ungoliantë no respondió, y retrocedió más profundamente en la roca hendida. Entonces Melkor se enfureció, porque tenía prisa y había calculado su tiempo cuidadosamente. «¡Sal! —gritó—. Necesito tu ayuda y no me será negada. Me servirás o te enterraré aquí y menguarás en nada bajo las piedras negras.» Entonces de repente sostuvo en alto dos gemas brillantes en las manos. Eran verdes, y en aquel lugar sin luz reflejaban la horrible luz de sus ojos, como si alguna bestia voraz hubiera ido allí de caza. Así el gran Ladrón tentó al menor. [327]
§56bLentamente salió Ungoliantë; pero cuando ella se acercaba Melkor apartó las gemas. «No, no —dijo—. No he traído estas delicias élficas por amor o piedad, sino para darte fuerzas cuando hayas aceptado mi propuesta.» «¿Cuál es tu propuesta, Amo?», dijo ella, con los ojos fijos en las gemas.
§56cAllí, en las sombras negras, más allá de la vista aun de Manwë, Melkor planeó su venganza con Ungoliantë. Pero cuando Ungoliantë comprendió los propósitos de Melkor, quedó desgarrada entre la codicia y el miedo. No se atrevía a desafiar los peligros de Aman y el poder de los temibles Señores sin una gran recompensa; porque temía los ojos de Manwë y Varda más aún que la cólera de Melkor. Por tanto Melkor le dijo: «Haz lo que te pido, y si aún estás hambrienta cuando esté todo consumado te daré entonces lo que tu codicia exija. Sí, con ambas manos». Hizo esta promesa a la ligera (como siempre), pensando poco en cumplirla; y se reía en secreto; porque si ella hacía lo que él quería no tendría necesidad alguna, pensaba él, de apaciguarla, ni a ella ni a ningún otro en Arda, grande o pequeño.
§56d«¡Ven entonces! —dijo—. ¡Aquí está la prenda!» Y le entregó las gemas, no sólo las dos primeras sino muchas otras que había robado en Valinor. En seguida Ungoliantë empezó a crecer de nuevo y a cobrar nuevas fuerzas. Una capa de oscuridad tejió a su alrededor: una no luz en las cosas parecían no ser y que los ojos no podían penetrar, porque estaba vacía. Entonces, lentamente, tendió Ungoliantë las telas: hilado tras hilado, de grieta a grieta, de roca protuberante a pináculo rocoso, siempre en ascenso, trepando, arrastrándose y adhiriéndose, hasta que por último alcanzaron la cima misma del Monte Hyarmentir, la más alta montaña de esa región del mundo, muy lejos al sur de la gran Taniquetil. Allí los Valar no montaban vigilancia; porque al oeste de las Pelóri había una tierra vacía en el crepúsculo, hasta que hacia el norte se llegaba a los altos cercados de los bosques de Oromë; y al este, salvo la olvidada Avathar, las montañas sólo miraban las oscuras aguas del Mar sin senderos.
§57Pero ahora, la oscura Ungoliantë se encontraba sobre la cima de la montaña. Descansó un momento, y con los ojos fatigados por el trabajo vio el brillo de las estrellas en la bóveda [328] de Varda y el resplandor lejano de Valmar. Lentamente sus ojos despertaron y se encendieron con fuego, y la codicia creció hasta que superó al miedo. Furtivamente empezó a arrastrarse hacia el Reino Bendecido.
§57aAún en las profundidades oscuras estaba Melkor, carcomiéndose la mente, dividido entre la malvada esperanza y la duda; pero cuando hubo sopesado sus posibilidades tanto como le permitía la prisa se volvió y descendió a la costa. Allí maldijo el Mar, diciendo: «¡Cieno de Ulmo! Yo te conquistaré, te desecaré hasta convertirte en lodo hediondo. Sí, antes de que pase mucho tiempo Ulmo y Ossë se marchitarán, y Uinen se arrastrará a mis pies como un gusano del fango». Con esto abandonó Avathar de repente y fue a hacer su voluntad.
§58[véase AAm §§109-110] Ahora bien, era entonces tiempo de festividad, como Melkor bien sabía. En Aman todas las mareas y las estaciones seguían la voluntad de los Valar, y no había invierno de muerte; pero así como los Valar se deleitaban en vestirse con las formas de los Hijos de Ilúvatar,[222] también comían y bebían, y compartían las bondades de la Tierra, que habían hecho por voluntad de Eru. Por tanto Yavanna ordenó las épocas de floración y madurez de todas las cosas que crecían en Valinor: nacimiento, floración y siembra. Y desde la llegada de los Hijos Primeros Nacidos, los Eldar, en esas ocasiones celebraban fiestas, que reunían a todos los moradores de Aman en alegría. La mayor de estas fiestas se celebraba a la primera cosecha de frutos, en Taniquetil; porque Manwë decretó que entonces todos deberían acudir para alabar a Eru Ilúvatar, y los pueblos de Valinor, Valar, Maiar y Eldar, vertían su alegría en música y canto.
§58aEse día había llegado una vez más, y Manwë preparó una fiesta mayor que ninguna celebrada nunca desde la llegada de los Eldar a Aman. Porque aunque la huida de Melkor presagiaba futuros trabajos y aflicciones, y de hecho nadie podía decir qué heridas se abrirían en Arda antes de que fuera sometido de nuevo, en esa ocasión Manwë deseó unir a su pueblo en alegría una vez más, remediando cuanto estuviera por remediar, [329] y fortaleciéndolos con la bendición de Eru para conservar siempre en los corazones la esperanza de Arda Inmaculada. Pidió que vinieran todo aquel que lo deseara, pero sobre todo los Noldor; porque esperaba que se dejaran de lado las querellas que separaban a los señores, y se olvidaran por completo las mentiras del Enemigo. Por tanto envió un mensajero a Formenos, diciendo: «Fëanor, hijo de Finwë, ¡ven y no rechaces mi petición! Mi amor sigues teniendo, y serás honrado en mis estancias».
§58b[véase AAm §111] Asistieron los Vanyar, y asistieron los Noldor de Túna, y acudieron juntos los Maiar, y los Valar lucían toda su belleza y majestad; y cantaron ante Manwë y Varda en las estancias de Taniquetil, o tocaron y danzaron en las verdes pendientes de la Montaña que miraban al oeste hacia los Árboles. Ese día las calles de Valmar quedaron desiertas y las escaleras de Túna estuvieron en silencio. Sólo los Teleri, más allá de las montañas, cantaban todavía a orillas del Mar, pues poco caso hacían del tiempo o las estaciones, y de los cuidados del Rey de Arda, o de la sombra que había caído sobre Valinor; porque no los había afectado hasta entonces.
§58c[véase AAm §112] Sólo una cosa estropeaba el propósito de Manwë. Fëanor había venido por cierto, porque sólo a él Manwë le había ordenado asistencia; pero Finwë no quiso acudir y se quedó en Formenos, y con él estaban los siete hijos de Fëanor. Porque, dijo Finwë: «En tanto dure el destierro impuesto a Fëanor, mi hijo, y no pueda presentarse en Túna, me privo a mí mismo de la corona y no he de reunirme con mi pueblo».
Fëanor no llegó vestido de fiesta, y no llevaba ornamento alguno, ni plata, ni oro, ni gemas; y negó a los Valar y los Eldar la contemplación de los Silmarils, y los dejó en Formenos guardados en una cámara de hierro.
No obstante, se encontró con Fingolfin ante el trono de Manwë, y se reconcilió con él, de palabra. Porque Fingolfin le tendió la mano, diciendo: «Tal como prometí, lo hago ahora. Salgo en tu descargo y no recuerdo ya ofensa alguna».
Entonces Fëanor le tomó la mano en silencio; pero Fingolfin dijo: «Medio hermano por la sangre, hermano entero seré por el corazón. Tú conducirás y yo te seguiré. Que ninguna querella nos divida». [330]
«Te oigo —dijo Fëanor—. Así sea.» Pero nadie sabía el posible significado de esas palabras.
§58d[véase AAm §113] Se dice que cuando Fëanor y Fingolfin estaban ante Manwë, llegó la Mezcla de las Luces y ambos Árboles brillaron, y en la silenciosa ciudad de Valmar hubo un fulgor de plata y oro. Y a esa misma hora Melkor y Ungoliantë llegaron precipitados a los campos de Valinor. El hambre y la sed la dominaban ahora. Ya no se arrastraba, sino que corría, como la sombra de una nube oscura que pasa sobre la tierra iluminada por el sol. Llegó ahora al Montículo Verde del Corolairë, y la Noluz de Ungoliantë subió hasta las mismas raíces de los Árboles. Entonces con el pico negro atravesó la corteza y los hirió profundamente; y los jugos salían a borbotones y Ungoliantë se los bebió. Pero cuando dejaron de manar aplicó la boca a las heridas hasta que quedaron desecadas, y el veneno de Muerte que había en ella penetró en los tejidos y los marchitó, raíz, ramas y hojas, y murieron. Y Ungoliantë aún tenía sed, y yendo a las grandes Fuentes de Varda bebió de ellas hasta dejarlas secas. Y mientras bebía eructaba grandes vapores, y en medio se hinchó hasta tener una forma más grande y espantosa que la que había esperado alcanzar en el más codicioso de sus sueños. Al fin, consciente de que se le acababa el tiempo, se alejó de prisa, hacia el norte, a la cita que tenía con Melkor y a la que él no pensaba acudir.
§58eMelkor había esperado fuera, hasta que la desaparición de la luz le anunció que Ungoliantë había hecho su trabajo. Entonces, a través del Kalakiryan, ahora sólo una quebrada oscura entre muros de sombra, regresó a grandes trancos, Señor de Utumno, una forma negra de odio, visitando los lugares de su humillación con venganza. Toda la tierra cayó rápidamente del crepúsculo gris a la noche cuando Melkor penetró en el Anillo del Juicio y lo maldijo; y profanó el sillón del juicio de Manwë, y derribó los tronos de los Valar.
§58fEntonces prosiguió hacia su segundo objetivo, que había guardado en secreto; pero Ungoliantë advirtió su presencia, y volviéndose rápidamente lo alcanzó en el camino. Horrorizado por cierto se quedó Melkor al verla, monstruosa, con una codicia y un poder que él no podía dominar sin ayuda. No podía pelear con ella, aunque el tiempo se lo hubiera permitido; [331] y no podía escapar. Ungoliantë lo tomó en su Noluz y juntos se dirigieron al único lugar de la tierra de los Valar que él hubiera querido ocultarle.
§59[véase AAm §114] Así una gran Oscuridad cayó sobre Valinor. De los hechos de ese día mucho se dice en el Aldudénië[223] que compuso Elemmírë de los Vanyar y es conocido de todos los Eldar. Pero no existe canto ni historia que pueda contener toda la aflicción y el terror que hubo entonces en el Reino Bendecido. La Luz desapareció; pero la Oscuridad que sobrevino no fue tan sólo pérdida de luz. En esa hora los habitantes de Aman conocieron la Noluz, y no parecía una ausencia, sino una cosa con sustancia propia que, hecha maliciosamente con la materia de la Luz, tenía el poder de herir el ojo y de penetrar el corazón y la mente y estrangular la voluntad misma.
§59a[véase AAm §115] Varda miró hacia abajo desde la Montaña Sagrada y vio la Sombra que se elevaba en súbitas torres de lobreguez. Valmar había desaparecido, y toda la tierra había naufragado en un profundo mar nocturno. Pronto Taniquetil se irguió sola, una última isla de luz en un mundo anegado. Todo canto cesó. Había silencio en Valinor, y no se oía ningún ruido, sólo el viento traía a través del paso de las montañas el lejano lamento de los Teleri, como el grito frío de las grullas. Pues soplaba helado desde el Este a esa hora, y las vastas sombras del Mar rompían contra los muros de la costa.
§59b[véase AAm §116] Entonces Manwë subió al alto trono sobre la cumbre de la montaña, y miró fuera, y sus ojos horadaron la noche hasta ver a lo lejos una Oscuridad en lo oscuro que no podían penetrar, grande pero lejana, que se movía ahora hacia el norte a gran velocidad; y supo que Melkor estaba allí. Entonces los Valar empezaron la persecución, y pronto la tierra tembló bajo los caballos del ejército de Oromë, y el fuego que relumbró bajo los cascos de Nahar fue la primera luz que volvió a Valinor. Pero no bien llegó la cabalgada de la cólera de los Valar a la Nube de Ungoliantë, todos quedaron enceguecidos y desanimados, y la hueste se dispersó, y fueron de un lado a otro, y no sabían adonde. En vano sopló Oromë el cuerno, porque el Valaróma se ahogaba y no emitía sonido alguno. Y Tulkas [332] quedó atrapado en una red negra por la noche, y nada podía hacer y batía el aire en vano. Y cuando la Nube hubo pasado, era demasiado tarde. Melkor se había ido a donde quiso, y la venganza estaba consumada.