DE LOS SILMARILS Y LA INQUIETUD DE LOS NOLDOR

Este encabezamiento sólo aparece en el segundo de los dos textos tardíos (B), y allí fue escrito posteriormente. El primero de los textos (A) era aún muy similar a QP §§49-54; aunque se realizaron muchos cambios, la mayoría de ellos tienen poca o ninguna importancia para la narrativa. También en esta ocasión A fue en realidad un borrador del segundo texto y no necesita más consideración. El segundo texto, sin embargo, sufrió muchos cambios y ampliaciones en la última parte del «subcapítulo».

§49 Más amable que todos era Melkor con los Eldar, y los ayudaba en muchos trabajos, cuando se lo permitían. Los Vanyar, por cierto, sospechaban de él, pues habitaban a la luz de los Árboles y eran dichosos; y Melkor ponía poca atención en los Teleri, pues los consideraba de escaso valor, instrumentos en exceso débiles para sus designios. Pero los Noldor se complacían en el conocimiento oculto que podía revelarles; y algunos escucharon palabras que mejor les hubiera valido no haber oído nunca.

§49aMelkor en verdad declaró después que Fëanor había aprendido mucho de él en secreto; pero mentía por envidia de la habilidad de Fëanor y porque deseaba reclamar parte de sus obras. Porque ninguno de los Eldalië odió nunca tanto a Melkor como Fëanor hijo de Finwë, y aunque atrapado en las redes de la malicia de Melkor contra los Valar, no hablaba con él, ni seguía su consejo. De hecho no buscaba el consejo de nadie que habitara en Aman, fuera grande o pequeño, excepto sólo y por un corto tiempo los de su esposa, Nerdanel la Sabia.

§49bEn ese tiempo, pero antes de que se le concediera a [315] Melkor libertad en la tierra de Aman, se hicieron las cosas que luego tuvieron más renombre entre todas las obras del pueblo de los Elfos. Porque Fëanor, llegado a la plenitud de su capacidad, había concebido un nuevo pensamiento, o quizás ocurrió que una sombra de presagio le había llegado del destino que §e acercaba; y se preguntaba cómo la Luz de los Árboles, la gloría del Reino Bendecido, podría preservarse de un modo imperecedero. Y así inició una faena larga y secreta, y recurrió a toda la ciencia y el poder que poseía y sus sutiles habilidades para hacer unas joyas más maravillosas que cualquiera de las concebidas hasta entonces, cuya belleza duraría más allá del Fin.

Tres joyas hizo, y las llamó Silmarils. En el fuego viviente que ardía en su interior estaba mezclada la luz de los Dos Árboles. Brillaban con resplandor propio, aun en la oscuridad de la cámara más oscura y profunda; sin embargo, todas las luces que caían sobre ellas, por débiles que fueran, las recibían y devolvían en maravillosos colores a los que su propio fuego interior proporcionaba una belleza sin par. Ninguna carne mortal, ni manos maculadas, ni voluntad maligna, podía tocarlas sin quemarse ni marchitarse; ni podía romperlas fuerza alguna en todo el Reino de Arda. Los Eldar valoraban los Silmarils por sobre todos sus otros tesoros en Aman o sobre la Tierra; y Yarda los consagró, y Mandos predijo que guardaban dentro los destinos de Arda, la tierra, el mar y el aire. El corazón de Fëanor estaba estrechamente apegado a esas cosas que él mismo había hecho.

§50Entonces Melkor codició los Silmarils; y de allí en adelante, inflamada por este deseo, la maldad de su corazón creció, aunque nada de eso podía verse en el semblante que mostraba, o en la hermosa forma que tomó a la manera de los Valar, sus hermanos.

Por tanto, siempre que tenía ocasión, empezó a sembrar falsedades y alusiones malignas entre todos los que estaban dispuestos a conversar con él. Pero lo hizo con astucia, de modo que pocos de los que escuchaban sus mentiras se las hubieran atribuido a él; pasaron de amigo a amigo como secretos cuyo conocimiento prueba la inteligencia de quien los revela; y crecieron y se extendieron, como malas hierbas adueñándose de lugares en sombra. Amargamente pagó el pueblo de los Noldor la locura de haberle prestado oídos en los días que siguieron después. [316]

Cuando vio que muchos lo aceptaban, Melkor anduvo con frecuencia entre ellos, y les hablaba siempre con palabras de gran alabanza, de miel dulce pero envenenada; pues entre las hermosas palabras entretejía otras, con tanta sutileza que muchos de los que las escuchaban creían al recordarlas que eran pensamientos propios. Conjuraba visiones en sus corazones de los poderosos reinos del Este que podrían haber gobernado a voluntad; y entonces cundió el rumor de que los Valar habían llevado a los Eldar a Aman por causa de los celos, temiendo que la belleza de los Quendi y la capacidad de creación con que Ilúvatar los había dotado se volvieran excesivas, y que los Valar no fueran capaces de gobernarlos, mientras el pueblo de los Elfos medraba y se extendía a lo largo las anchas tierras del mundo.

En esos días, además, aunque los Valar de hecho tenían conocimiento de la próxima llegada de los Hombres, los Elfos nada sabían aún; porque Manwë no se la había revelado, y la hora aún estaba lejos. Pero Melkor les habló en secreto de los Hombres Mortales, viendo cómo el silencio de los Valar podría torcerse para mal. Poco sabía él de los Hombres, pues inmerso en sus propios pensamientos de la Música apenas había prestado atención al Segundo Tema de Ilúvatar; pero se decía ahora entre los Elfos que Manwë los mantenía cautivos, para que al fin los Hombres llegaran a suplantar a los Elfos en los reinos de la Tierra Media. Porque advertían los Valar que no les sería tan difícil someter a esta raza de corta vida y más débil. Por desgracia jamás lograron los Valar tener gran dominio sobre las voluntades de los Hombres; pero muchos de los Noldor creyeron, o creyeron a medias, estas palabras malignas.

§51Así pues, antes de que los Valar se dieran cuenta, la paz de Valinor fue envenenada. Los Noldor empezaron a murmurar contra ellos y el orgullo dominó a muchos, que olvidaron cuánto de lo que tenían y conocían era don de los Valar. Fiera ardía la nueva llama del deseo de libertad y de anchos reinos en el corazón ansioso de Fëanor; y Melkor se reía en secreto, porque ese blanco habían tenido sus mentirás por destino: era a Fëanor a quien odiaba sobre todos, codiciando siempre los Silmarils. Pero a éstos no le estaba permitido acercarse. Porque aunque Fëanor los llevaba en las grandes fiestas, [317] brillantes sobre la frente, en toda otra ocasión estaban celosamente guardados en las cámaras profundas del tesoro de Tuna. No había ladrones en Valinor todavía; pero Fëanor empezó a amar los Silmarils con amor codicioso, y los ocultaba a todos excepto a su padre o a sus hijos. Rara vez recordaba ahora que la luz que guardaban no era la luz de él.

852 Ilustres príncipes fueron Fëanor y Fingolfin, los hijos mayores de Finwë, honrados por todos en Aman; pero ahora se habían vuelto orgullosos y celosos de los derechos y bienes de cada uno. Y he aquí que Melkor diseminó entonces nuevas mentiras, y a Fëanor le llegó el rumor de que Fingolfin y sus hijos planeaban usurpar el trono de Finwë y el mayorazgo de Fëanor, y suplantarlos con anuencia de los Valar; porque disgustaba a los Valar que los Silmarils estuvieran en Tuna y no hubieran sido confiados a ellos. Pero a Fingolfin y a Finarfin les dijo: «¡Cuidaos! Poco amor ha sentido hasta hoy el orgulloso hijo de Míriel por los hijos de Indis. Ahora se ha engrandecido y tiene al padre en un puño, ¡no pasará mucho tiempo antes de que os arroje de Túna!»

§52aSe dice también que cuando Melkor vio que esas mentiras ardían como brasas, empezó a hablar, primero a los hijos de Fëanor, y otras veces a los hijos de Indis, de armas y armaduras, y del poder que le daban a quien las tenía para defender el suyo propio (según decía). Ahora bien, los Quendi habían poseído armas en la Tierra Media, pero no de su propia fabricación. Porque las había hecho Aulë, y Oromë se las había dado como regalo, cuando los Valar supieron que eran acosados por males acechantes que habían descubierto el lugar de su morada junto a Cuiviénen; y después enviaron más para la defensa de los Eldar en la Gran Marcha hasta las costas del Mar. Pero no se había utilizado ninguna durante mucho tiempo, y estaban guardadas como recuerdo de los días antiguos y medio olvidados; y además, desde el encadenamiento de Melkor, las armerías de los Valar estaban cerradas.

§52bPero ahora los señores de los Noldor sacaron las espadas y las lanzas y las afilaron, encordaron los arcos y llenaron las aljabas de flechas. Y en aquellos días hicieron escudos con signos de plata, oro y gemas. Éstos sólo los llevaban fuera del reino, y de otras armas no hablaban porque cada cual creía que [318] sólo él había recibido la advertencia. Pero cuando Fëanor se enteró de lo que estaba sucediendo se hizo una fragua secreta de la que ni siquiera Melkor sabía; y allí forjó feroces espadas de acero templado para él y para sus siete hijos, e hizo altos yelmos con penachos rojos. Amargamente lamentó Mahtan el día en que le enseñó al esposo de Nerdanel, su hija, toda la ciencia de la metalurgia que él había aprendido de Aulë.

§52cAsí, con mentiras y malignos rumores y falsos consejos, Melkor incitó a los Noldor a que lucharan; y de esas disputas llegó con el tiempo el fin de los días ilustres de Valinor y la declinación de su antigua gloria. Porque Fëanor empezó ahora a pronunciarse abiertamente contra los Valar, clamando a voces que abandonaría Valinor para volver al mundo de fuera y que libraría a los Noldor del sojuzgamiento (como decía), si ellos estaban dispuestos a seguirlo.

§52dEntonces hubo gran inquietud en Túna, y Finwë se sintió perturbado; y convocó a todos sus señores a celebrar consejo. Pero Fingolfin corrió al palacio de Finwë y se le puso delante diciendo: «Rey y padre, ¿no refrenarás el orgullo de nuestro hermano, Curufinwë, demasiado bien llamado Espíritu de Fuego? ¿Con qué derecho habla en nombre de todo nuestro pueblo como si fuera el rey? Tú fuiste quien ya hace mucho aconsejó a los Quendi que aceptaran el llamamiento de los Valar a Aman. Tú fuiste quien condujo a los Noldor por el largo camino a través de los peligros de la Tierra Media a la luz de Eldanor. Si no te arrepientes ahora, tienes cuando menos dos hijos que honran tus palabras».

§52ePero mientras hablaba Fingolfin, entró Fëanor en la cámara, alto y amenazante. Un fuego de furia le iluminaba los ojos, y estaba por completo armado: un alto yelmo en la cabeza, y al costado una poderosa espada. «De modo que es como lo había adivinado —dijo—. Mi medio hermano se me adelanta al encuentro de mi padre en este como en todo otro asunto. No espera a que en el consejo todos escuchen y respondan sus palabras, sino que habla contra mí en secreto. ¡No lo toleraré! —gritó, volviéndose a Fingolfin—. ¡Fuera de aquí y ocupa el lugar que te cuadra! —Entonces, con una súbita llama desenvainó la espada—. ¡Fuera de aquí y no desafíes mi ira!»

§52fFingolfin se inclinó entonces ante Finwë y sin decir [319] una palabra y evitando mirar a Fëanor, abandonó el aposento. Pero Fëanor lo siguió, y lo detuvo a las puertas de la casa del rey; y apoyó la punta de la brillante espada contra el pecho de Fingolfín. «¡Mira, medio hermano! —gritó—. Esto es más afilado que tu lengua. Trata sólo una vez más de usurpar mi sitio y el amor de mi padre y quizá libraré a los Noldor del que ambiciona convertirse en conductor de esclavos.»

§52gMuchos escucharon estas palabras, porque la casa de Finwë estaba en una gran plaza bajo la Mindon, y mucha gente se encontraba allí reunida. Pero tampoco esta vez Fingolfin respondió, y avanzando en silencio entre la multitud fue en busca de Finarfin, su hermano.

§52hA los Valar no se les había escapado por cierto la inquietud de los Noldor, pero la semilla de esta inquietud había sido sembrada en la oscuridad; y, como Fëanor fue quien primero habló abiertamente en contra de los Valar, éstos creyeron que él era el promotor del descontento, pues tenía reputación de obstinado y arrogante, aunque todos los Noldor eran ahora orgullosos. Era, quizá, la naturaleza de los Hijos que al crecer se volvieran tercos y desearan escapar de la tutela, recordándola con poca gratitud. Por tanto Manwë se sintió apenado, pero observó y no dijo palabra alguna. Los Valar habían traído a los Eldar a sus tierras sin quitarles la libertad, y eran dueños de morar en ellas o de partir, y aunque juzgaran que la partida era una locura, no podían impedírsela, si el consejo no bastaba.

§53Pero ahora la conducta de Fëanor no podía pasarse en silencio, y los Valar estaban enfadados; y también consternados, pues advertían que algo estaba actuando además de la terquedad de la juventud. Por tanto Manwë llamó a Fëanor a comparecer ante los Valar y responder a todas sus palabras y actos ante las puertas de Valmar. Allí también fueron convocados todos los otros que habían tenido parte en este asunto o algún conocimiento de él, o hubieran sufrido alguna ofensa que declarar.

§53aMandos llamó entonces a Fëanor ante él en el Anillo del Juicio y le ordenó que respondiese a todo cuanto se le preguntara. Grandes han de ser el poder y la voluntad de quien mienta a Mandos, o se niegue a responder a su interrogatorio. Pero Fëanor no pensaba hacerlo. Estaba tan obcecado por las mentiras de Melkor que habían arraigado en su orgulloso corazón [320] (aunque no advertía aún su procedencia) que se creía justificado en todos los puntos, y desdeñaba cualquier otra consideración.

§53bPero cuando todo estuvo dicho, y hubieron hablado todos los testigos, y las palabras y acciones se hubieron sacado a la luz, entonces al fin la raíz quedó al desnudo: la maldad de Melkor fue revelada y sus mentiras y medias verdades se aclararon para quien tuviera la voluntad de verlas. Sin demora Tulkas abandonó el consejo para echar mano a Melkor y llevarlo de nuevo ajuicio. Pero no se consideró que Fëanor no tuviera culpa. Porque había forjado espadas secretas, y en la cólera había desenvainado una injustificadamente, amenazando la vida de su pariente.

§53cPor tanto Mandos le dijo: «Tú hablas de esclavitud. Si esclavitud es en verdad, no puedes escaparte. Porque Manwë es Rey de Arda y no sólo de Aman. Y esa acción fue contra la ley, fuera en Aman o no. Pero más insolente en Aman, porque es tierra sagrada. Por tanto, este juicio se dicta ahora: por doce años abandonarás Túna, donde se habló de esta amenaza. En ese tiempo reflexiona y recuerda quién y qué eres. Pero al cabo de ese tiempo, este asunto quedará saldado y enderezado, si hay gente que esté dispuesta a liberarte».

§53dEntonces Fingolfin se levantó y dijo: «Yo liberaré a mi hermano». Pero Fëanor no dio respuesta alguna; y cuando hubo permanecido en silencio ante los Valar durante un tiempo, se volvió y partió de Valmar. En seguida volvió a Túna, y antes de que expirara el plazo fijado en siete días, reunió sus bienes y abandonó la ciudad y se fue lejos. Con él iban sus hijos, y Finwë, su padre, que no quiso separarse de él, fuera culpable o inocente, y también algunos otros de los Noldor. Pero Nerdanel no quiso acompañarlo, y pidió permiso para vivir con Indis, a quien siempre había estimado, aunque poco era esto del agrado de Fëanor. Al norte de Valinor, en las colinas cercanas a las estancias de Mandos, Fëanor y sus hijos construyeron una plaza fuerte y una cámara de tesoros en Formenos, y atesoraron un gran número de gemas, y también armas: no apartaron las espadas que Fëanor había hecho. Pero Fingolfin gobernó ahora a los Noldor en Túna; y así las palabras de Melkor parecían haberse cumplido (aunque Fëanor, con su propia conducta, [321] había sido causa de que esto ocurriese); y la amargura que Melkor había sembrado subsistió, y sobrevivió todavía mucho tiempo entre Fëanor y los hijos de Indis.

§54Eso no fue lo peor. En vano Tulkas buscó a Melkor. Porque Melkor, sabiendo que sus maquinaciones habían sido descubiertas, se escondió y se trasladó de sitio en sitio como una nube en las colinas. Y aunque nadie pudo descubrir adonde había ido, le pareció al pueblo de Valinor que la luz de los Árboles había menguado, y que la sombra de todas las cosas erguidas se alargaba y oscurecía en ese entonces. Se dice que durante dos años no volvió a verse a Melkor en Valinor ni tampoco se oyeron rumores acerca de él, hasta que un buen día buscó a Fëanor. Llegó en secreto a Formenos, disfrazado de viajero en busca de alojamiento, y habló con Fëanor ante las puertas. Fingió amistad con argumentos astutos e insistió en que volviera a pensar en librarse del estorbo de los Valar.

«Considera la verdad de todo cuanto he dicho y cómo has sido tratado injustamente —dijo—. Pero si el corazón de Fëanor es todavía audaz, como lo fue en Túna, lo ayudaré entonces y lo llevaré lejos de la estrechez de esta tierra. Pues ¿no soy yo también un Vala acaso? Sí, y más todavía que los que moran orgullosos en Valimar; y he sido siempre amigo de los Noldor, el más valiente de todos los pueblos de Arda.»

Ahora bien, todavía había amargura en el corazón de Fëanor por la humillación sufrida ante Mandos, y por un momento hizo una pausa y miró a Melkor en silencio, preguntándose si en verdad aún podía confiar en él y si lo ayudaría a huir. Pero la astucia de Melkor sobrepasó el blanco, y viendo que Fëanor vacilaba y sabiendo que los Silmarils lo tenían dominado, dijo por último: «He aquí una plaza fuerte y bien guardada, pero no creas que los Silmarils estarán seguros en cualquier cámara que se encuentre en el reino de los Valar».

Entonces se encendió el fuego del corazón de Fëanor, y sus ojos brillaron; y atravesó con la vista toda la hermosa apariencia de Melkor hasta llegar a las profundidades oscuras de su mente, advirtiendo allí la feroz codicia que despertaban los Silmarils. Entonces el odio pudo más que el miedo en Fëanor, y habló despectivamente a Melkor, diciéndole: «¡Vete de mis portales, vagabundo, carne del presidio de Mandos!» Y cerró [322] las puertas de su casa en la cara del más poderoso de los moradores de Eä.

Melkor partió entonces avergonzado, porque él mismo estaba en peligro y no veía llegado aún el momento de la venganza; pero la cólera le había ennegrecido el corazón. Y Finwë tuvo mucho miedo y envió de prisa mensajeros a Manwë, en Valmar.