La historia textual de este capítulo es por completo distinta a la de cualquiera de los anteriores. En la primera fase de la revisión sólo se realizaron unos pocos cambios menores en el manuscrito de QS (el antiguo texto mecanografiado de QS se había interrumpido al final del capítulo anterior), y éstos se retomaron en QP 1. No obstante, después de la redacción de QP 1, mi padre volvió al antiguo manuscrito y en el reverso de las páginas empezó una nueva versión, de modo más bien extraño, continuando la paginación del final del texto mecanografiado de QS y conservando el número de capítulo 4. Es evidente que se trata de un elemento de la revisión de 1951. Al principio esta versión es prácticamente continua (hasta cierto punto de §50), y cuando se conserva el antiguo texto volvió a escribirlo de nuevo; sin embargo, a partir de este punto utilizó el texto del manuscrito de QS, aunque con abundantes correcciones e interpolaciones. En «… y llegó a la región llamada Arvalin» (§55) la nueva obra se interrumpe. Mi padre apenas tocó QP 1: realizó un par de cambios en la primera página de la copia mecanografiada, incluyendo Lindar > Vanyar, pero luego se detuvo: en una aparición posterior dejó estar Lindar. Por tanto, hablar aquí de QP 1 no tiene sentido, y el texto impreso es el nuevo texto del capítulo escrito en el manuscrito de QP; lo mejor será llamarlo simplemente «QP».
La nueva versión fue a su vez corregida e interpolada posteriormente, en tinta roja; doy el texto en su versión final, pero en los pocos casos en que las diferencias entre la versión anterior y la posterior resultan de interés apunto la primera en las notas que siguen al texto. El título dado en la nueva versión era De los Silmarilli y el oscurecimiento de Valinor; pero se cambió (según parece, la intención no resulta perfectamente clara) por De Fëanor y los Silmarilli, y el oscurecimiento de Valinor. Sobre la versión de QS (en la que está numerado Capítulo 4) véase V. 263-268. No existe ningún texto del capítulo en la serie de QP 2. [216]
§46En ese tiempo, cuando los Tres Pueblos de los Eldar estaban reunidos por fin en Valinor, y Melkor había sido encadenado, empezó el Mediodía del Reino Bendecido y la plenitud de su gloria y bienaventuranza, larga en el cómputo de los años, pero demasiado breve en el recuerdo. En esos días los Eldar alcanzaron la plena madurez de cuerpo y mente, y los Noldor continuaron progresando en habilidades y conocimientos; y pasaban los largos años entretenidos en gozosos trabajos de los que surgieron muchas cosas nuevas, hermosas y maravillosas.
§46aOcurrió en ese entonces que los Noldor concibieron por vez primera las letras, y Rúmil de Túna fue el nombre del maestro que primero ideó unos signos adecuados para el registro del discurso y las canciones; algunos para ser grabados en metal o en piedra, otros para ser dibujados con pluma o pincel.
§46bEn ese tiempo nació en Eldamar, en la morada del rey de Tirion, en la cima de Túna, Fëanor, el mayor de los hijos de Finwë, y el más amado. Míriel fue el nombre de su madre. De plata eran sus cabellos y oscuros los ojos, pero sus manos eran más hábiles para las cosas delicadas que las de cualquiera de los Noldor. Ella fue quien inventó el arte de las agujas; y uno solo de los fragmentos de bordado de Míriel sería más caro en la Tierra Media que el reinado de un rey, pues la riqueza de sus creaciones y el fuego de los colores eran tan diversos y brillantes como la gloria de las hojas, flores y ramas de los campos de Yavanna. Por tanto la llamaban Míriel Serendë.[110]
§46cY Fëanor creció de prisa como si un fuego secreto lo iluminara desde dentro, y era alto, hermoso de rostro y autoritario, y llegó a ser entre todos los Noldor el más sutil de corazón y de mente, y el de manos más hábiles. En su juventud, superando la obra de Rúmil, hizo las letras que llevan su nombre y que luego los Eldar utilizaron siempre; sin embargo, ésta fue la menor de sus obras. Pues él fue el primero entre los Noldor en descubrir que con habilidad podían hacerse gemas más grandes y brillantes que las de la Tierra. Y las primeras gemas que ideó Fëanor eran blancas e incoloras, pero expuestas a la luz de las estrellas resplandecían con fuegos azules y plateados más brillantes [217] que Helluin. Y otros cristales hizo en los que las cosas dictantes podían verse pequeñas pero claras, como con los ojos de las Águilas de Manwë. Rara vez estaban ociosas las manos y la mente de Fëanor.[111]
§47Ahora bien, por fin el Mediodía de Valinor se acercaba a su conclusión. Porque sucedió que Melkor, como decretaron los Valar, había morado durante tres edades en la prisión de Mandos, solo. Y cuando acabó su cautiverio, tal como prometieran los Valar, fue llevado nuevamente ante el concilio. Contempló entonces a los Valar en toda su gloria y beatitud, y la maldad le ganó el corazón; contempló a los hermosos Hijos de Ilúvatar que estaban sentados a los pies de los dioses, y el odio lo dominó; contempló la riqueza de brillantes gemas y las codició; pero ocultó sus pensamientos y postergó su venganza.
§48Ante las puertas de Valmar, Melkor se rebajó a los pies de Manwë y pidió perdón, prometiendo que si lo convertían sólo en el menor de los habitantes libres de Valinor ayudaría a los Valar en todas sus tareas, principalmente en la curación de las muchas heridas que él había causado y no provocaría más. Y Niënna apoyó este alegato, pero Mandos no dijo una palabra. Entonces Manwë le concedió el perdón; pero los Valar no permitieron aún que se apartara de la vista y la vigilancia de ellos. Por tanto le dieron una humilde morada dentro de las puertas de la ciudad, y lo pusieron a prueba; y no le permitían alejarse a más de una legua de Valmar, excepto con el permiso de Manwë y con un vigilante a su lado. Pero de hermosa apariencia eran todas las palabras y los hechos de Melkor en ese tiempo, y tanto los Valar como los Eldar sacaban gran provecho de su ayuda. Por tanto al cabo de un tiempo se le permitió circular libremente por la tierra, y le pareció a Manwë que Melkor estaba curado de todo mal. Porque no había mal en Manwë y no podía comprenderlo, y sabía que en el principio, en el pensamiento de Eru, Melkor había sido como él. Pero se dice que el corazón de Ulmo desconfió de él, y Tulkas apretaba los puños cada vez que veía pasar a Melkor, el enemigo. Porque si Tulkas es lento para la cólera, lo es también para olvidar.
§49Más amable que todos era Melkor con los Eldar, y los ayudaba en muchos trabaos, cuando se lo permitían. Los Vanyar, por cierto, el pueblo de Ingwë, sospechaban de él; pues [218] Ulmo les había advertido, y hacían caso omiso de sus palabras. Pero los Noldor se complacían con las muchas cosas de conocimiento oculto que podía revelarles, y algunos escucharon palabras que mejor les hubiera valido no haber oído nunca.
§49aSe ha dicho en verdad que Fëanor aprendió mucho de Melkor en secreto, pero no hay duda de que se trata de una de las muchas mentiras del propio Melkor, que envidiaba la habilidad de Fëanor y deseaba reclamar parte de sus obras. Pues lo cierto es que, por mucho que lo engañaran (como a otros) sus mentiras, ninguno de los Eldalië odió tanto a Melkor como Fëanor hijo de Finwë, quien por primera vez le dio el nombre de Morgoth.
§49bY en ese tiempo se hizo la más renombrada de entre todas las obras del pueblo de los Elfos. Porque Fëanor, llegado a la plenitud de su capacidad, había concebido un nuevo pensamiento, o quizás ocurrió que una sombra de presciencia le había llegado del destino que se acercaba; y se preguntaba cómo la Luz de los Árboles, la gloria del Reino Bendecido, podría preservarse de un modo imperecedero. Entonces inició una faena larga y maravillosa; y recurrió a toda la ciencia y el poder que poseía y sus sutiles habilidades, pues se proponía ahora hacer cosas más hermosas que las realizadas por cualquiera de los Eldar hasta entonces, cuya belleza perduraría más allá del Fin.
Tres joyas hizo, y las llamó Silmarils. En el fuego viviente que ardía en su interior estaba mezclada la Luz de los Dos Árboles. Brillaban con resplandor propio, aun en la oscuridad de las más profundas arcas, y sin embargo, todas las luces que recibían, por débiles que fueran, las devolvían en maravillosos colores a los que su propio fuego interior proporcionaba una belleza sin par. Ninguna carne mortal, ni carne maculada, ni nada maligno podía tocarlas sin quemarse ni marchitarse; ni podía dañarlas o romperlas fuerza alguna en todo el reino de Arda. Estas joyas estaban para los Elfos por sobre todas sus obras, y Varda las consagró, y Mandos predijo que los destinos de Arda, tierra, mar y aire, estaban encerrados en ellas. Y el corazón de Fëanor estaba estrechamente apegado a esas cosas que él mismo había hecho.
§50a[112]Pero el corazón de Melkor también deseaba esas joyas, [219] de todas las más hermosas; y de allí en adelante la maldad de Melkor creció a la par que el deseo, aunque nada se veía en el semblante que mostraba, o en la hermosa forma que tomó a la manera de los Valar, sus hermanos. Y cuando vio su oportunidad sembró mentiras y alusiones malignas entre todos los que estaban dispuestos a conversar con él. Amargamente pagó el pueblo de los Noldor esa locura en los días que vinieron después. A menudo andaba entre ellos, y les hablaba con palabras de gran alabanza, de miel dulce pero envenenada; pues entre las hermosas palabras, sutilmente, siempre entretejía otras. Conjuraba visiones en sus corazones de los grandes reinos que podrían haber gobernado a voluntad, poderosos y libres en el Este. Y entonces susurraba, a todo aquel que se le acercara, que los dioses habían llevado a los Eldar a Valinor por causa de los celos, temiendo que la belleza de los Quendi y la capacidad de creación con que Ilúvatar los había dotado se volvieran excesivas, y que los Valar no fueran capaces de gobernarlos, mientras los Elfos medraban y se extendían por las anchas tierras del mundo.
En esos días, además, aunque de hecho los Valar tenían conocimiento de la próxima llegada de los Hombres,[113] los Elfos nada sabían, porque los dioses no la habían revelado, y la hora aún estaba lejos. Pero Melkor habló a los Elfos en secreto de los Hombres Mortales, aunque poco sabía él de la verdad. Sólo Manwë conocía con claridad la parte de la mente de Ilúvatar que concernía a los Hombres, de los que siempre ha sido amigo. No obstante, Melkor murmuró que los dioses mantenían cautivos a los Eldar, para que cuando llegaran los Hombres los suplantaran en los reinos de la Tierra Media; porque advertían los Valar que no les sería tan difícil someter a esta raza de corta vida y más débil. Poca verdad había en esto y pocas veces lograron los Valar dominar la voluntad o el destino de los Hombres, y menos veces todavía para bien. Pero muchos de los Noldor creyeron, o creyeron a medias, estas palabras malignas. [Se dice también que en ese tiempo Melkor habló a los Eldar de armas y armaduras, y del poder que otorgan a quien las utiliza para defender el suyo (decía él). Hasta entonces los Eldar no habían poseído armas, y desde el encadenamiento de Melkor las armerías de los dioses estaban cerradas. Pero los Noldor aprendieron [220] ahora a forjar espadas de acero templado, y a hacer arcos, flechas y lanzas; y en esos días hicieron escudos con signos de plata, oro y gemas. De este modo los Noldor estaban armados en los días de la Huida. De este modo también, pomo se vio a menudo, el mal de Melkor se volvió contra él; porque las espadas de los Gnomos le hicieron más daño que cualquier acción de los dioses en la tierra. Pero poca alegría les causaron las enseñanzas de Melkor; pues los Gnomos forjaron todos sus pesares con sus propias espadas, como se verá más tarde. Dijo Pengolod.]
§51Así pues, antes de que los Valar se dieran cuenta, la paz de Valinor fue envenenada. Los Noldor empezaron a murmurar contra los Valar y su linaje, y la vanidad dominó a muchos, que olvidaron cuánto de lo que tenían y conocían era don de los dioses. Fiera ardía la llama en el corazón ansioso de Fëanor, y Melkor se reía en secreto, porque ante todo ese blanco habían tenido sus mentiras por destino, y era a Fëanor a quien más odiaba, codiciando siempre los Silmarils. Pero a éstos nunca podía acercarse; porque aunque Fëanor los llevaba en las grades fiestas, brillantes sobre la frente, en toda otra ocasión estaban celosamente guardados en las cámaras profundas de Túna. No había ladrones en Valinor, todavía; pero Fëanor amaba los Silmarils con amor codicioso, y empezó a ocultarlos a todos excepto a su padre y a sus hijos.
§52Ilustres príncipes fueron Fëanor y Fingolfin, los hijos mayores de Finwë; pero se volvieron orgullosos y celosos de los derechos y bienes de cada uno. Y he aquí que Melkor diseminó nuevas mentiras, y a Fëanor le llegó el rumor de que Fingolfin y sus hijos, Fingon y Turgon, planeaban usurpar el trono de Finwë y el mayorazgo de Fëanor, y suplantarlos con anuencia de los Valar; porque disgustaba a los Valar que los Silmarils estuvieran en Túna y no hubieran sido confiados a ellos. De estas mentiras surgieron disputas entre los orgullosos hijos de Finwë, y de esas disputas llegó con el tiempo el fin de los días ilustres de Valinor y el declive de su antigua gloria; porque Fëanor pronunció palabras de rebeldía contra los Valar, clamando a voces que abandonaría Valinor para volver al mundo de fuera y que libraría, según decía, a los Gnomos del sojuzgamiento, si ellos estaban dispuestos a seguirlo. Y cuando Fingolfin intentó detenerlo, [221] Fëanor desenvainó la espada ante él.[114] Pues las mentiras de Melkor, cuyo origen desconocía Fëanor, habían arraigado en el orgullo de su corazón.
§53Entonces los Valar se enfadaron y afligieron, y[115] Fëanor fue llamado a comparecer y responder en el Anillo del Juicio; y allí las mentiras de Melkor quedaron al desnudo para todos aquellos que quisieron verlas. Los dioses condenaron a Fëanor a permanecer veinte años[116] fuera de Tuna, porque había perturbado la paz. Pero con él fue Finwë, su padre, que lo amaba más que a sus otros hijos, y muchos otros Gnomos además. Al norte de Valinor, en las colinas cercanas a las estancias de Mandos, construyeron una fortaleza y una cámara del tesoro en Formenos;[117] y allí reunieron gran cantidad de gemas. Pero Fingolfin gobernó a los Noldor en Túna; y así las palabras de Melkor parecieron justificadas (aunque Fëanor había sido causa de que se cumpliesen con sus propias acciones), y la amargura que Melkor había sembrado subsistió, aunque las mentiras habían sido descubiertas, y sobrevivió todavía mucho tiempo entre los hijos de Fëanor y Fingolfin.
§54En mitad del concilio los Valar enviaron a Tulkas para echar mano a Melkor y llevarlo de nuevo ajuicio, pero Melkor se escondió y nadie pudo descubrir adonde había ido; y la sombra de todas las cosas pareció alargarse y oscurecerse en ese tiempo. Se dice que durante dos años[118] nadie vio a Melkor, hasta que se le apareció a Fëanor en privado, fingiendo amistad con astutos argumentos y urgiéndolo para que volviera a su antigua idea de huir. Pero la astucia de Melkor sobrepasó el blanco; pues sabiendo que las joyas tenían el corazón de Fëanor aprisionado, dijo al fin: «He aquí una plaza fuerte y bien guardada, pero no creas que los Silmarils estarán seguros en cualquier cámara que se encuentre en el reino de los Valar».
Entonces se encendió el fuego del corazón de Fëanor, y los ojos brillaron, y horadó con la vista toda la hermosa apariencia de Melkor hasta las oscuras profundidades de su mente, advirtiendo en ellas la feroz codicia que despertaban los Silmarils. Entonces el odio pudo más que el miedo en Fëanor, y habló con desprecio a Melkor, diciendo: «¡Vete de aquí, vagabundo, carne de presidio de Mandos!» Y cerró las puertas de su casa ante el más poderoso de los habitantes de Ëa, como si de un mendigo se tratase. [222]
Y Melkor partió avergonzado, porque él mismo estaba en peligro y no veía aún llegado el momento de la venganza; pero su corazón estaba negro de furia. Y Finwë tuvo mucho miedo, y envió de prisa mensajeros a los Valar.
§55Ahora bien, cuando llegaron los mensajeros de Finwë, los dioses estaban reunidos en consejo en las puertas, asustados por la prolongación de las sombras, pero antes de que Oromë y Tulkas pudieran partir llegaron otros con noticias de Eldanor. Porque Melkor había huido a través del Kalakirya, y desde la colina de Túna los Elfos lo vieron pasar, furioso como una nube de tormenta. Así partió Melkor, y por un tiempo los Árboles volvieron a brillar sin sombra, y Valinor siguió hermosa; y no obstante, como una nube alejada y cada vez más alta, llevada por un lento viento helado, una duda empañaba ahora la alegría de todos los habitantes de Aman, pues tenían miedo de un daño desconocido que aún podía acaecerles. Y los Valar buscaron noticias de Melkor, en vano. Pero Melkor abandonó Eldanor y[119] llegó a la región llamada Arvalin, que se encuentra al sur de la Bahía de Elendë, una tierra estrecha que se extiende bajo los pies orientales de las Montañas de Aman. Allí las sombras eran más profundas y espesas que en ningún otro sitio del Mundo. En esa tierra, secreta y desconocida, moraba Ungoliantë en forma de araña, tejedora de redes oscuras. No se dice de dónde vino ella; de la Oscuridad Exterior, quizá, que se extiende en Eä más allá de los muros del Mundo. Vivía en una hondonada, y tejía sus telas en una hendidura de las montañas; porque absorbía la luz y las cosas brillantes para devolverlas en redes negras de asfixiante lobreguez y niebla pegajosa. Siempre quería más alimento.
§56Melkor se encontró con Ungoliantë en Arvalin, y con ella planeó su venganza; pero Ungoliantë pidió una recompensa grande y terrible, antes de osar desafiar los peligros de Valinor y el poder de los dioses. Entonces, cuando Melkor le hubo prometido todo lo que ella codiciaba, tejió una gran oscuridad alrededor como protección, y tendió cuerdas negras de un pico rocoso a otro; y de esta manera trepó al fin al pináculo más alto de las montañas, muy lejos al sur de Taniquetil. En esa región la vigilancia de los Valar era menor, porque los bosques salvajes de Oromë se extendían al sur de Valinor, y los muros de las [223] montañas miraban al este sobre la tierra sin senderos y los mares vacíos; y los dioses montaban vigilancia sobre todo contra el Norte, donde antaño Melkor había excavado su fortaleza y el oscuro trono.
Para §§57-59 véase el comentario sobre este capítulo, pp. 225-226.