Quinta sección de los Anales de Aman

§117De este modo sucedió que al cabo de un tiempo una gran multitud se reunió en el Anillo del Juicio; y los dioses se sentaron en la sombra, porque era de noche. Pero era una noche como ahora sólo puede serlo en algún lugar del mundo, cuando las estrellas asoman a ratos a través de la ruina de grandes nubes, y frías nieblas vienen flotando de una orilla sombría del mar. Entonces Yavanna se irguió sobre el Montículo Verde, y estaba desnudo ahora, y negro; y miró los Árboles, y éstos estaban muertos y oscuros. Entonces muchas voces se alzaron en lamentaciones; pues les pareció a los que se apesadumbraban que habían bebido hasta las heces la copa de dolor que Melkor había escanciado para ellos. Pero no era así. [130]

§118Pues Yavanna habló ante los Valar, diciendo:

«La Luz de los Árboles se ha ido, y ahora vive sólo en las joyas de Fëanor. Previsor ha sido. Pues he aquí que aun para los más poderosos hay una obra que sólo pueden llevar a cabo una sola y única vez. Di ser a la Luz de los Árboles, y en los confines de Ëa nunca más podré hacerlo. Sin embargo, si yo dispusiese de un poco de esa Luz, podría devolver la vida a los Árboles antes de que las raíces murieran; y entonces nuestras heridas tendrían remedio, y la malicia de Melkor quedaría confundida».

§119Manwë habló, y dijo: «¿Oyes, Fëanor, las palabras de Yavanna? ¿Concederás lo que pide?»

Y hubo un largo silencio, pero Fëanor no respondió palabra. Tulkas gritó entonces: «¡Di, oh, Noldo, sí o no! Pero ¿quién ha de negarse a Yavanna? Y ¿no vino de su obra en un principio la luz de los Silmarils?»

Pero Aulë el Hacedor[73] dijo: «¡No tengas prisa! Pedimos algo más grande que nada que tú conozcas. Concédele paz por un instante».

§120Pero Fëanor habló entonces, y gritó amargamente: «En verdad para los pequeños, como para los mayores, hay siempre algo que sólo pueden hacer una vez. Y luego el corazón ha de reposar. Puede que sea posible abrir mis joyas, pero nunca otra vez haré otras parecidas; y si he de romperlas, se me romperá el corazón y moriré: el primero de entre todos los Hijos de Eru».

§121«No el primero», dijo Mandos. Pero nadie entendió esas palabras; y una vez más hubo silencio mientras Fëanor meditaba en la oscuridad. Y le parecía estar engarzado en un anillo de enemigos, y le volvieron a la memoria las palabras de Melkor, diciendo que los Silmarils no estarían seguros en las manos de los Valar. «¿Y no es él Vala como ellos?», le decía el pensamiento. «¿Y no entiende acaso sus corazones? Sí, es un ladrón el que delata a los ladrones.» Entonces vociferó: «No, no lo haré de propia voluntad. Pero si los Valar me obligan, sabré entonces con seguridad que Melkor es como ellos».

§122«Has hablado», dijo Mandos; entonces todos guardaron silencio, mientras Niënna lloraba sobre Korlairë y se dolía de la amargura del mundo. Y mientras aún se lamentaba, llegaron mensajeros de Formenos, y eran gente de los Noldor que traían nuevas de infortunio. Porque contaron cómo una ciega [131] Oscuridad había avanzado hacia el norte, y en medio de ella se movía cierto poder para el que no había nombre, y la Oscuridad salía de él mismo. Pero Melkor también estaba allí, y fue a la casa de Fëanor, y mató a Finwë, rey de los Noldor, delante de las puertas, y derramó la primera sangre de los Hijos de Ilúvatar. Porque sólo Finwë no había huido del terror de lo Oscuro. Pero Melkor había quebrantado la fortaleza de Formenos y la había destrozado por completo, y se había apoderado de todas las joyas; y los Silmarils habían desaparecido.

§123Entonces Fëanor se levantó y maldijo a Melkor, y lo llamó Morgoth;[74] y maldijo también el llamamiento de Manwë y la hora en que había acudido a Taniquetil, pensando en su locura que si se hubiera encontrado en Formenos, la fuerza le hubiera valido al menos para que no lo matarán a él también, como Melkor se había propuesto.[75] Pero ahora Fëanor abandonó a la carrera la reunión y se internó en la noche, como enloquecido por la cólera y el dolor: porque su padre le era más querido que la Luz de Valinor o las obras incomparables de sus manos; y ¿quiénes de entre los hijos, sean de Elfos o de Hombres, han tenido a sus padres en más alta estima?

§124Y los que contemplaron la partida de Fëanor se entristecieron profundamente por él; pero Yavanna estaba afligida, temiendo ahora que la Gran Oscuridad devorara los últimos rayos de Luz para siempre. Porque aunque los Valar aún no entendían del todo qué había sucedido, advertían que Melkor había pedido ayuda a algo que procedía de Fuera. Los Silmarils habían desaparecido y no importaba en apariencia que Fëanor hubiera dicho[76] sí o no al final; sin embargo, si hubiera consentido desde un principió y así hubiera limpiado su corazón antes de la llegada de las terribles nuevas, quizá sus posteriores acciones no hubieran sido las que fueron. Pero el hado de los Noldor estaba ahora cada vez más cerca.

§125Entretanto, se dice, Morgoth, al huir de la persecución de los Valar llegó a los baldíos de Araman, que se extendían hacia el norte, como Arvalin hacia el sur, entre los muros de las Montañas y el Gran Mar. De este modo llegó al Helkaraxé, el Estrecho entre Araman y la Tierra Media, todo de hielo crujiente; y lo cruzó y regresó al Norte del mundo. Entonces tan pronto como pusieron los pies allí y salieron de la tierra de los [132] Valar, Ungoliantë exigió a Morgoth que le diera su recompensa. Una parte de su precio era la savia de los Árboles; otra, la mitad de todas las joyas que capturaran. Morgoth se las ofreció a regañadientes, una a una, hasta que ella las devoró todas y la belleza de las piedras desapareció de la tierra, y entonces más grande y oscura se volvió Ungoliantë, y no obstante aún quería más.

§126Pero Morgoth no quiso compartir con ella los Silmarils: los nombró suyos para siempre. De este modo sucedió la primera pelea de los ladrones, y el temor de Yavanna no se cumplió: que la Oscuridad devorara los últimos rayos de la Luz. Pero Ungoliantë estaba furiosa, y tan grande se había vuelto que Morgoth no pudo dominarla; y ella lo enredó en sus redes estrangulantes, y el grito de él resonó en el mundo. Acudieron entonces los Balrogs, que todavía moraban en lugares profundos en el Norte, donde los Valar no los habían encontrado. Con los látigos de llamas rompieron las telas de Ungoliantë, y la expulsaron de allí, y ella descendió a Beleriand y vivió un tiempo bajo Ered Orgoroth, en el valle que más tarde se llamó Nan Dungorthin, por causa del miedo y el horror que ella crio allí. Pero cuando sanó de sus heridas y engendró un gran número de vástagos desapareció de las Tierras del Norte, y regresó al Sur del mundo, donde habita todavía, según lo que han oído los Eldar.

§127Entonces Morgoth, libre otra vez, reunió a todos los sirvientes que pudo encontrar y cavó de nuevo vastas cavernas y mazmorras en el lugar que los Noldor llamaron después Angband, y encima levantó las hediondas torres de Thangorodrim. Las huestes de bestias y demonios llegaron a ser allí innumerables, y de allí salió en huestes más allá de todo cómputo la cruel raza de los Orkor, que como una plaga había crecido y se había multiplicado en las entrañas de la tierra. Morgoth crio a tales criaturas por envidia y mofa de los Eldar. Tenían forma[77] similar a la de los Hijos de Ilúvatar, pero eran desagradables a la vista; pues se habían criado[78] en el odio, y el odio los colmaba; y Morgoth aborrecía a las criaturas que había creado, y con aborrecimiento le servían ellas. Sus voces eran como el chocar de las piedras, y no reían salvo ante el tormento y las crueles acciones. Los Glamhoth, hueste de tumulto, los llamaron los Noldor. (Nosotros podemos llamarlos Orcos; pues en los días de antaño eran fuertes y crueles como [133] demonios. No obstante, no eran del linaje de los demonios, sino hijos[79] de la tierra corrompidos por Morgoth, y los valientes podían matarlos o destruirlos con las armas de la guerra [Pero de hecho una oscura historia que algunos todavía cuentan en Eressëa dice que al principio los Orcos eran en realidad los mismos Quendi, unos Avari desgraciados que Morgoth engañó, y luego capturó y esclavizó, y de este modo los llevó por completo a la ruina.[80] Pues, dice Pengoloð, Melkor, desde la Ainulindalë, nada podía hacer que tuviera vida propia ni apariencia de vida, y menos aún después de su traición en Valinor y de la consumación de su propia corrupción.][81] Dijo Ælfwine.)

§128Oscura era ahora la sombra sobre Beleriand, como se cuenta en otro lugar; pero en Angband Morgoth se forjó una gran corona de hierro, y se llamó a sí mismo Rey del Mundo.[82] Como señal de esto, engarzó en la corona los Silmarils. Las manos se le ennegrecieron quemadas por el contacto con esas joyas sagradas, y negras fueron desde entonces; y nunca se alivió del dolor de la quemadura. En ningún momento se quitaba la corona, aunque el peso lo abrumaba hasta el tormento; y sólo una vez, mientras duró su reino, dejó durante un tiempo y en secreto los dominios del Norte.[83] Y también sólo una vez esgrimió un arma, hasta la Última Batalla. Porque ahora, más que en los días de Utumno, antes de que su orgullo fuera humillado, lo devoraba el odio, y se consumía en la tarea de dominar a sus sirvientes e inculcarles el deseo del mal. No obstante, conservó largo tiempo la majestad de los Valar, aunque cambiada en terror, y al encontrarse con él frente a frente, todos, excepto los más poderosos, se hundían en un oscuro precipicio de miedo.

Del discurso de Fëanor en Túna

§129Cuando se supo que Morgoth había escapado de Valinor y que de nada servía perseguirlo, los Valar permanecieron largo tiempo sentados en la oscuridad, en el Anillo del Juicio, y los Maiar y los Vanyar lloraban de pie junto a ellos; pero la mayoría de los Noldor volvieron tristemente a Túna. Oscura estaba [134] ahora la hermosa ciudad de Tirion, y unas nieblas venían flotando de los Mares Sombríos y cubrían las torres como mantos. La lámpara de la Mindon ardía pálida en la lobreguez.

§130Entonces, de pronto, apareció Fëanor en la ciudad y convocó a todos a la ilustre Corte del Rey en la cima de Túna. La condena de destierro que le había sido impuesta no estaba levantada todavía, y se rebeló contra los Valar. Por tanto, una gran multitud se reunió rápidamente para escuchar lo que tuviera que decir, y la colina y todas las calles, y las escaleras que subían a la Corte se llenaron con las muchas antorchas que cada cual llevaba en la mano.

§131Fëanor era un maestro de las palabras y tenía gran poder sobre los corazones cada vez que hablaba. Ahora estaba encendido, y esa noche pronunció un discurso ante los Noldor que éstos siempre recordaron. Fieras y salvajes fueron las palabras de Fëanor, y colmadas de cólera y orgullo; y movieron a la gente a la locura como los vapores del vino caliente. Fëanor dirigió su odio y su cólera sobre todo a Morgoth, y sin embargo, casi todo cuanto dijo procedía de las mentiras de Morgoth mismo. Reclamó ahora el reinado sobre todos los Noldor, puesto que Finwë estaba muerto, y despreció los decretos de los Valar.

§132«¿Por qué, oh, pueblo mío —exclamó—, por qué habremos de servir a estos celosos dioses, que no pueden protegemos ni proteger siquiera su propio reino del Enemigo? Y aunque sea ahora un adversario, ¿no pertenecen ellos y él a un mismo linaje? La venganza me llama desde aquí, pero aun cuando así no fuese, no querría yo vivir más tiempo en la misma tierra con el linaje del asesino de mi padre y del ladrón de mi tesoro. Pero no soy el único valiente en este pueblo de valientes. ¿Y no habéis perdido a vuestro rey? ¿Y qué más no habéis perdido, aquí encerrados en una tierra estrecha entre las celosas montañas y el Mar sin cosechas? Aquí una vez hubo luz, que los Valar mezquinaron a la Tierra Media, pero ahora la oscuridad lo nivela todo. ¿Nos lamentaremos aquí inactivos para siempre, pueblo de sombras, moradores de la niebla, vertiendo lágrimas vanas en el Mar salado e ingrato? ¿O volveremos a nuestra patria? En Kuiviénen fluían dulces aguas bajo las estrellas de un cielo sin nubes, y vastas eran las tierras, por las que podía andar un pueblo libre. Allí se extienden todavía y nos aguardan, a nosotros [135] que las abandonamos en un momento de locura. ¡Venid! Que los cobardes guarden la ciudad. Pero ¡por la sangre de Finwë!, a menos que yo chochee, si sólo los cobardes se quedan, la hierba crecerá en las calles. No, hierba no, sino podredumbre, moho y hongos malsanos.»

§133Largamente habló, instando siempre a los Noldor a que lo siguieran, y a ganar ellos mismos la libertad y grandes reinos en las tierras del Este, antes de que fuera demasiado tarde; porque repetía las mentiras de Melkor, que los Valar los habían engañado y pretendían mantenerlos cautivos para que los Hombres pudieran regir en la Tierra Media; y muchos de los Eldar oyeron hablar entonces por primera vez de los Llegados Después. «¡Hermoso será el fin —exclamó Fëanor—, aunque largo y áspero el camino! ¡Decid adiós al sometimiento! ¡Pero decid adiós también a la holgura! ¡Decid adiós a los débiles! ¡Decid adiós a vuestros tesoros: conseguiremos todavía más! Viajad ligeros. ¡Pero traed las espadas! Porque iremos más lejos que Tauros, soportaremos más durezas que Tulkas: nunca abandonaremos la persecución. ¡Tras Morgoth hasta el fin de la Tierra! Eternos serán la guerra y nuestro odio. Pero cuando lo hayamos conquistado y recuperemos los Silmarils que robó, ¡entonces veréis! Nosotros, sólo nosotros, seremos los señores de la Luz inmaculada y amos de la beatitud y belleza de Arda. ¡Ninguna otra raza nos despojará!»[84]

§134Entonces pronunció Fëanor un terrible juramento. Los siete hijos se acercaron a él de un salto y todos hicieron el mismo voto; y rojas como la sangre brillaron las espadas al resplandor de las antorchas.

Amigo o enemigo, limpio o sucio,

engendro de Morgoth o brillante Vala,

elda, maia o llegado después,

hombre aún no nacido en la Tierra Media,

ninguna ley, ni amor, ni liga de espadas,

terror o peligro, ni el propio Destino,

defenderá de Fëanor o los suyos,

a quien esconda o atesore, o tome en la mano,

conserve o arroje lejos

un Silmaril. Esto juramos todos:

muerte le daremos antes del fin del Día, [136]

afición hasta el fin del mundo. ¡Escucha nuestras palabras,

Eru Padre de Todos! A la Oscuridad

sempiterna condénanos si no lo cumplimos.

En la montaña sagrada sed testigos

y recordad nuestro voto, Manwë y Varda.

Así hablaron Maidros y Maglor, y Celegorn, Curufin y Cranthir, Damrod y Díriel, príncipes de los Noldor. Pero por ese nombre nadie debe pronunciar un juramento, malo o bueno, ni en la cólera invocar a semejantes testigos, y muchos se descorazonaron al escuchar las terribles palabras. Porque así dicho, un juramento, malo o bueno, no puede quebrantarse, y perseguirá tanto al que lo cumple como al que lo quebranta hasta el fin del mundo.

§135Fingolfin y su hijo Turgon hablaron por tanto en contra de Fëanor, y despertaron palabras fieras, de modo que una vez más la ira estuvo cerca del filo de las espadas. Pero Finrod, que también era hábil con las palabras, habló dulcemente, como le era habitual, e intentó apaciguar a los Noldor, pidiéndoles que se detuvieran y meditaran antes de que se hiciera algo que no pudiera deshacerse. Pero Orodreth, solo entre sus hijos, habló de igual manera; pues Inglor estaba con su amigo Turgon,[85] mientras que Galadriel, la única mujer de los Noldor que se mantuvo erguida y valerosa entre los príncipes contendientes, estaba ansiosa por partir. No pronunció ningún juramento, pero las palabras de Fëanor sobre la Tierra Media le habían ardido en el corazón, y anhelaba ver las amplias tierras sin custodia y gobernar allí un reino quizás a su propia voluntad. Pues fue la más joven de la Casa de Finwë que vino al mundo en el oeste del Mar, y nada sabía de las tierras desprotegidas. Lo mismo que Galadriel pensaba Fingon hijo de Fingolfin, también movido por las palabras de Fëanor, aunque poco lo amaba;[86] y con Fingon estuvieron, como siempre, Angrod y Egnor, hijos de Finrod. Pero éstos mantuvieron la calma y no hablaron contra sus padres.

§136Por fin, después de un prolongado debate, prevaleció Fëanor, y a la mayor parte de los Noldor allí reunidos inflamó con el deseo de nuevas cosas y países extraños. Por tanto, cuando Finrod habló otra vez pidiendo reflexión y tiempo, un gran grito se alzó: «¡No, partamos! ¡Partamos!» Y sin dilación Fëanor y sus hijos empezaron a prepararse para emprender la marcha.

§137Poca previsión podía haber entre los que se atrevían [137] a tomar una senda tan oscura. No obstante, todo se hizo con excesiva prisa; porque Fëanor los impulsaba temiendo que al enfriárseles el corazón las palabras que él había dicho se marchitaran, y prevalecieran otros consejos. Y a pesar de todo el orgullo de sus palabras no olvidaba el poder de los Valar. Pero de Valmar no llegó mensaje alguno, y Manwë guardaba silencio. No estaba dispuesto a prohibir o estorbar el propósito de Fëanor; porque a los Valar les ofendía que se los hubiese acusado de malas intenciones para con los Eldar, o de que retuvieran a alguien por la fuerza en contra de su voluntad. Ahora observaban y esperaban, porque no creían todavía que Fëanor pudiera someter a los Noldor a su voluntad.

§138Y en verdad cuando Fëanor empezó a dar órdenes a los Noldor para ponerse en camino, las discusiones empezaron. Porque aunque había persuadido a la asamblea de que era necesario partir, de ningún modo todos pensaban que Fëanor tuviera que ser el rey. Fingolfin y sus hijos eran los más amados, y los de su casa y la mayor parte de los habitantes de Tirion se negaron a abandonar a Fin golfín, si él los acompañaba. De este modo por fin, como dos huestes separadas, partieron los Noldor. Fëanor y sus seguidores iban a la vanguardia; pero la hueste mayor iba detrás bajo el mando de Fingolfin. Y éste marchaba de mala gana, porque se lo pedía Fingon, su hijo, y porque no quería separarse de su pueblo que ansiaba partir, ni dejarlos librados a los precipitados consejos de Fëanor. Con Fingolfin iba también Finrod, y por razones parecidas; pero era él a quien más le repugnaba partir.

§139Se dice que de todos los Noldor de Valinor, que se habían convertido ahora en un gran pueblo, sólo una décima parte rehusó a ponerse en camino: algunos por el amor que tenían a los Valar (y de todos ellos no era Aulë el menos amado), otros por el amor de Tirion y las muchas cosas que allí habían hecho; ninguno por temor a los peligros del camino. Pues era en verdad un pueblo valiente.

§140Pero mientras resonaba la trompeta y salía Fëanor por las puertas de Tirion, llegó por fin un mensajero de Manwë diciendo: «A la locura de Fëanor se opone sólo mi consejo, ¡no partáis! Porque es mala hora, y vuestro camino os conduce a una pesadumbre que no prevéis. Ninguna ayuda os prestarán [138] los Valar en esta empresa; pero tampoco os la entorpecerán; porque esto os digo: como vinisteis aquí libremente, libremente partiréis. Pero tú, Fëanor, hijo de Finwë, por tu juramento estás exiliado. Aprenderás en la amargura que Melkor ha mentido. Vala es, dices. Pues entonces has jurado en vano, porque a ninguno de los Valar puedes vencer ahora ni nunca dentro de las estancias de Eä,[87] ni aunque Eru, a quien nombras, te hubiera hecho tres veces más grande de lo que eres».[88]

§141Pero Fëanor se rio, y habló no al heraldo, sino a los Noldor, diciendo: «¡Vaya! ¿Entonces este pueblo valiente ha de enviar al destierro al Rey, acompañado sólo por sus hijos, para luego volver a someterse? Pero a aquellos que vengan conmigo, les preguntaré: ¿Se os dice que habrá dolor? En verdad en Aman lo hemos visto. En Aman hemos llegado por la beatitud a la pesadumbre. Intentaremos ahora el camino opuesto: por el dolor busquemos la alegría. ¡O al menos la libertad!»

§142Entonces, volviéndose al heraldo, gritó: «Di esto a Manwë Súlimo, Rey Supremo de Arda: Si Fëanor no puede destruir a Morgoth, cuando menos no vacila en atacarlo, ni se queda sentado y lamentándose. Y quizás haya puesto Eru en mí un fuego mayor del que tú sospechas. Al menos abriré tal herida al Enemigo de los Valar que aun los poderosos reunidos en el Anillo del Juicio se asombrarán al oírlo. Sí, al fin me seguirán. ¡Adiós!»

§143En ese momento la voz de Fëanor se le hizo tan fuerte y tan poderosa, que aun el heraldo de los Valar se inclinó ante él, como quien ha recibido una respuesta cabal, y partió; y los Noldor nada pudieron hacer. Por tanto, continuaron la marcha; y la Casa de Fëanor se apresuró a lo largo de las costas de Elendë; y ni una vez volvieron la cabeza para mirar a Tirion sobre Túna. Detrás de ellos, más lentamente y con menor ansiedad iban las huestes de Fingolfin. De éstos Fingon era el primero; pero a la retaguardia marchaban Finrod e Inglor, y muchos de los más nobles y más sabios de los Noldor; y con frecuencia miraban atrás para ver la hermosa ciudad, hasta que la lámpara de la Mindon Eldaliéva se perdió en la noche. Más que ninguno de los demás exiliados tenían recuerdos de la beatitud que habían abandonado y algunos hasta llevaban consigo las cosas que allí habían hecho: solaz y carga para el camino.

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De la Primera Matanza de los Hermanos

y del Hado de los Noldor

§144Conducía ahora Fëanor a los Noldor hacia el norte, pues ante todo quería seguir a Morgoth. Además, Túna bajo Taniquetil estaba cerca de la cintura de Arda, y allí el Gran Mar era de una anchura inconmensurable, mientras que al norte los mares divisorios se hacían más estrechos a medida que se aproximaban a la tierra yerma de Araman y las costas de la Tierra Media. Pero las huestes no habían ido muy lejos cuando se le ocurrió a Fëanor, demasiado tarde, que todas aquellas grandes compañías, de adultos y grandes guerreros y muchos otros, además de la gran cantidad de bienes, nunca sobrepasarían las largas leguas hasta el Norte, ni cruzarían los mares, excepto con la ayuda de barcos.

§145Por tanto Fëanor resolvió persuadir a los Teleri, siempre amigos de los Noldor, de que se les unieran; pues pensó que de ese modo la beatitud de Valinor disminuiría todavía más, y aumentarían sus propios ejércitos. De ese modo también conseguiría barcos en seguida. Pues requeriría mucho tiempo y esfuerzo construir una gran flota, aun cuando los Noldor tuvieran habilidad y madera en abundancia para ese arte, de lo que en verdad carecían. Se encaminó entonces de prisa a Alqualondë y les habló a los Teleri como había hablado en Tirion.

§146Pero de cuanto pudo decir nada movió a los Teleri. Estaban en verdad apenados por la partida de parientes y viejos amigos, pero estaban más dispuestos a disuadirlos que a prestarles ayuda; y no quisieron prestar ningún barco, ni ayudar a construirlo contra la voluntad de los Valar. En cuanto a ellos, no deseaban otra patria que las playas de Eldamar y ningún otro señor que Olwë, príncipe de Alqualondë. Y él nunca había prestado oídos a Morgoth, ni lo había recibido de buen grado en su tierra, y confiaba todavía en que Ulmo y los otros grandes entre los Valar pondrían remedio a las heridas abiertas por Morgoth, y que la noche pasaría, y que luego habría un nuevo amanecer.

§147Entonces Fëanor se encolerizó, porque aún temía retrasarse, y le habló airado a Olwë: «Renunciáis a los amigos en la hora misma de necesidad —dijo—. Sin embargo, aceptasteis [140] agradecidos nuestra ayuda cuando llegasteis los últimos a estas costas, perezosos pusilánimes, casi con las manos vacías. Todavía viviríais en chozas sobre la playa si los Noldor no hubieran cavado vuestro puerto y trabajado en vuestros muros».

§148Pero Olwë respondió: «De ningún modo renunciamos a los amigos. Pero el duro papel de la amistad puede ser censurar la locura del amigo. Y cuando tu pueblo nos dio la bienvenida y nos prestó ayuda, hablaste de modo bien distinto: íbamos a vivir para siempre en la tierra de Aman, como hermanos en casas contiguas. Pero en cuanto a nuestros blancos navíos, no nos los disteis vosotros. No aprendimos el arte de los Noldor, sino de los Señores del Mar; y los blancos maderos los trabajamos con nuestras propias manos, las blancas velas fueron tejidas por nuestras hermosas esposas y doncellas. Por tanto, no las daremos ni las venderemos ni por alianza ni por amistad. Porque te digo, Fëanor, éstas son para nosotros como las gemas de los Noldor: la obra de nuestros corazones, que nunca podremos repetir».

§149Fëanor lo dejó entonces, y más allá de los muros se sintió acosado por oscuros pensamientos, hasta que sus huestes estuvieron reunidas. Cuando juzgó que tenía tropas suficientes marchó hacia el Puerto de los Cisnes y se puso a dar órdenes a los barcos allí anclados y a apoderarse de ellos por la fuerza. Pero los Teleri se le resistieron y arrojaron muchos Noldor al mar. Entonces se desenvainaron las espadas y se desencadenó una amarga batalla en los barcos y en los muelles y malecones del Puerto iluminados por lámparas, y hasta sobre el gran arco de las puertas. Tres veces la gente de Fëanor fue rechazada y muchos murieron de ambos bandos; pero la vanguardia de Fëanor recibió el socorro de Fingon con los primeros de la hueste de Fingolfin, que al llegar y descubrir que se libraba una batalla en la que moría gente de su propio linaje, se unieron a ella sin conocer bien el motivo de la lucha; algunos creyeron en verdad que los Teleri intentaban impedir la marcha de los Noldor por orden de los Valar.

§150Así por último los Teleri fueron vencidos, y gran parte de los marineros que vivían en Alqualondë fueron muertos vilmente. Porque la desesperación había hecho feroces a los Noldor, y los Teleri contaban con menos gente y casi no tenían [141] otras armas que unos arcos delgados. Entonces los Noldor se apoderaron de los navíos blancos y los remos fueron manejados por los mejores tripulantes con que pudieron contar, y se alejaron hacia el norte a lo largo de la costa. Y Olwë llamó a Ossë, pero éste no acudió; porque había sido convocado a Valmar a la vigilia y el concilio de los dioses; y no permitieron los Valar que la Huida de los Noldor fuera impedida por la fuerza. Pero Uinen lloró por los marineros de los Teleri; y el mar se levantó airado en contra de los asesinos, de modo que muchos barcos naufragaron y quienes iban en ellos murieron ahogados. De la Matanza de los Hermanos de Alqualondë se dice algo más en el lamento llamado Noldolantë,[89] la Caída de los Noldor, que Maglor compuso antes de perderse.

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§151No obstante, la mayor parte de los Noldor logró escapar, y cuando cesó la tormenta, mantuvieron el rumbo, algunos en barco y otros por tierra; pero el camino era largo y a medida que avanzaban sobrevenían nuevos males. Después de haber marchado largo tiempo en la inmensa noche, llegaron por fin al norte del Reino Guardado, en los bordes del desierto baldío de Araman, que eran montañosos y fríos. Allí vieron de pronto una figura oscura, de pie sobre una alta roca, que contemplaba la costa desde lo alto. Dicen algunos que era el mismo Mandos, y no un heraldo de Manwë de menor cuantía. Y oyeron una voz alta, solemne y terrible, que les ordenó detenerse y prestar oídos.[90]

§152Todos se detuvieron entonces y permanecieron inmóviles, y de extremo a extremo de las huestes de los Noldor se escuchó la voz que pronunciaba la Profecía del Norte y el Hado de los Noldor. «¡Volved! ¡Volved! ¡Buscad el perdón de los Valar antes de que su maldición caiga sobre vosotros! —Así empezó la voz, y muchos males predijo en palabras oscuras que los Noldor sólo comprendieron cuando después los males les sobrevinieron de hecho—. Lágrimas innumerables derramaréis; pero si seguís adelante, tened por seguro que los Valar cercarán Valinor contra vosotros, y os dejarán fuera, de modo que ni siquiera el eco de vuestro lamento pasará por sobre las montañas. [142]

§153»He aquí que sobre la Casa de Fëanor la cólera de los dioses cae desde el Oeste hasta el extremo Este, y sobre todos los que lo sigan caerá del mismo modo. El Juramento los impulsará, pero también los traicionará, y aun llegará a arrebatarles los mismos tesoros que han jurado perseguir. A mal fin llegará todo lo que empiecen bien; y esto acontecerá por la traición del hermano al hermano, y por el temor a la traición. Serán para siempre los Desposeídos.

§154»¡Mirad! Habéis vertido la sangre de vuestros parientes con injusticia y habéis manchado la tierra de Aman. Por la sangre devolveréis sangre y más allá de Aman moraréis a la sombra de la Muerte. Porque aunque Eru os destinó a no morir en Eä, y ninguna enfermedad puede alcanzaros, podéis ser asesinados, y asesinados seréis: por espada y por tormento y por dolor; y vuestro espíritu sin morada se presentará entonces ante Mandos. Allí moraréis durante un tiempo muy largo, y añoraréis vuestro cuerpo, y encontraréis escasa piedad, aunque todos los que habéis asesinado nieguen por vosotros. Y a aquellos que resistan en la Tierra Media y no comparezcan ante Mandos, el mundo los fatigará como si los agobiara un gran peso, y menguarán, y serán como sombras de arrepentimiento antes que aparezca la raza más joven. Los Valar han hablado.»

§155Entonces muchos se lamentaron. Pero Fëanor endureció su corazón y dijo: «Hemos hecho un Juramento y no a la ligera. Lo mantendremos. Y he aquí que se nos amenaza con muchos males y no es el menor de ellos la traición: pero hay algo que no se dijo: que padezcamos hoy de cobardía, de pusilanimidad o de miedo a la pusilanimidad entre nosotros. Por tanto os digo que seguiremos adelante, y este destino pronostico: que nuestras acciones serán temas de muchas canciones hasta los últimos días de Arda». Y el hado de Fëanor también se cumplió.

§156Pero a esa hora Finrod abandonó la marcha, y se volvió con pena y amargura contra la casa de Fëanor, por causa del parentesco que lo unía a Olwë de Alqualondë; y muchos de los suyos fueron con él, deshaciendo sus pasos con tristeza, hasta que contemplaron una vez más el rayo distante de la Mindon sobre Túna, que aun brillaba en la noche, y así llegaron por último a Valinor. Allí recibieron el perdón de los Valar, y se le dio [143] a Finrod el gobierno del resto de los Noldor en el Reino Bendecido. Pero sus hijos no estaban con él, pues no quisieron abandonar a los hijos de Fingolfin; y todo el pueblo de Fingolfin siguió adelante, sintiéndose empujado por la gente de su propio linaje y por la voluntad de Fëanor, y temiendo enfrentar el juicio de los dioses, pues no todos eran inocentes de la matanza de los hermanos de Alqualondë. Además Fingon y Turgon eran audaces y de fiero corazón y detestaban abandonar cualquier tarea que hubieran iniciado antes del amargo final, si amargo había de ser. De modo que la mayor parte de la hueste siguió adelante, y pronto el mal que había sido predicho empezó a operar.

1497

§157Los Noldor llegaron al fin al Norte de Arda, y vieron los primeros dientes del hielo que flotaba en el mar, y supieron que estaban acercándose al Helkaraxé. Porque entre la tierra occidental de Aman que en el norte se curvaba hacia el este, y las costas orientales de Endar (la Tierra Media) que llevan hacia el oeste, hay un estrecho angosto por el que fluían juntas la aguas heladas del Mar Circundante y las olas del Gran Mar, y había vastas nieblas y vapores de frío mortal, y en las corrientes marinas navegaban colinas estruendosas de hielo, y el hielo crujía bajo el agua. Así era el Helkaraxé, y nadie había osado hollarlo todavía, salvo sólo los Valar y Ungoliantë.

§158Por tanto Fëanor hizo alto y los Noldor discutieron qué camino seguir. Pero el frío y la niebla viscosa que el fulgor de las estrellas no podía horadar, empezaron muy pronto a atormentarlos; y muchos lamentaron haber tomado ese camino, y empezaron a murmurar, especialmente los que seguían a Fingolfin, maldiciendo a Fëanor y acusándolo de ser la causa de todos los males de los Eldar. Pero Fëanor, enterado de todo lo que se decía, se reunió en consejo con sus hijos. Les pareció que sólo había dos caminos para escapar de Araman, y llegar a Endar: por los estrechos por barco. Pero al Helkaraxé lo consideraron infranqueable, y los barcos no eran suficientes. Muchos se habían perdido en el largo camino, y no quedaban ahora bastantes para transportar a la numerosa hueste a la vez; [144] pero nadie estaba dispuesto a quedarse en la costa occidental mientras otros eran llevados primero: el miedo de la traición se había despertado ya entre los Noldor.

§159Por tanto, Fëanor y sus hijos tomaron la decisión de apoderarse de todos los barcos y de partir sin demora; porque habían retenido el dominio de la flota desde la Batalla del Puerto, y ésta estaba tripulada sólo por aquellos que habían luchado en ella, y que estaban sometidos a Fëanor. Y he aquí que, como si hubiera acudido a una llamada, un viento sopló del noroeste, y Fëanor se deslizó[91] en secreto con todos los que consideraba fieles, y se embarcó con ellos y se hizo a la mar dejando a Fingolfin en Araman. Y como el mar era allí estrecho, navegando hacia el este y algo hacia el sur, avanzó sin pausa, y fue el primero entre los Noldor en poner pie una vez más en las costas de la Tierra Media. Y el desembarco de Fëanor ocurrió en la desembocadura del estuario llamado Drengist, que se adelantaba hacia Dor-lómin.[92]

§160Pero cuando hubieron desembarcado, Maidros, el mayor de los hijos de Fëanor (y en un tiempo amigo de Fingon antes de que se interpusieran entre ellos las mentiras de Morgoth), le habló a Fëanor diciendo: «Ahora ¿qué barcos y remeros dispondrás para la vuelta, y a quién traerán de allí primero? ¿A Fingon el valiente?»

§161Entonces Fëanor rio como enajenado y liberó su cólera: «¡Ningún barco y ningún remero! —gritó—. Lo que he dejado atrás no lo considero una pérdida: ha sido una carga innecesaria en el camino. ¡Qué quienes han maldecido mi nombre lo maldigan aún, y que sus plañidos les abran el camino de vuelta a las jaulas de los Valar, si no encuentran otro! ¡Qué se quemen las naves!»

§162Entonces Maidros se apartó, pero Fëanor y sus hijos prendieron fuego a las blancas naves de los Teleri. Así pues, en ese lugar que se llama Losgar, en la desembocadura del Estuario de Drengist,[93] acabaron los navíos más hermosos que nunca hayan surcado el mar,[94] en una gran hoguera, fulgurante y terrible. Y Fingolfin y su pueblo vieron la luz desde lejos, roja bajo las nubes. Estos fueron los primeros frutos de la Matanza de los Hermanos y del Hado de los Noldor.

§163Entonces Fingolfin supo que había sido traicionado y [145] abandonado, para que pereciese en Araman o regresara avergonzado. Y hubo amargura en su corazón, pero deseaba ahora como nunca llegar de algún modo a la Tierra Media y volver a encontrarse con Fëanor. Y él y sus huestes erraron afligidos mucho tiempo; pero el valor y la resistencia se les acrecentaban con las penurias, porque eran un pueblo poderoso, los primeros hijos inmortales de Eru Ilúvatar, aunque recién llegados del Reino Bendecido y no sujetos todavía a las fatigas de la Tierra; y el fuego de sus corazones era joven. Por tanto, conducidos por Fingolfin y sus hijos, y por Inglor y Galadriel, la valiente y hermosa, se atrevieron a penetrar en lo más crudo del Norte, y al no hallar otro camino enfrentaron por fin el terror del Helkaraxé y las crueles montañas de hielo. Pocas de las hazañas que con posterioridad llevaron a cabo los, Noldor superaron en penuria o en dolor esa desesperada travesía. Muchos perecieron allí, y fue con huestes disminuidas como Fingolfin pisó por último las Tierras del Norte de Endar. Poco amor por Fëanor o sus hijos sentían los que marcharon detrás de él, y soplaron sus trompetas en la Tierra Media cuando por primera vez se elevó la Luna.

Entonces los Noldor salieron de Aman y

los Anales de Aman nada más dicen sobre ellos