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La naturaleza de la «inmortalidad» y la «muerte» de los Elfos se había expuesto mucho antes, en El Libro de los Cuentos Perdidos (I. 98):
Allí [es decir, a Mandos] en días posteriores viajaban los Elfos de todos los clanes que por infortunio morían en combate o de desdicha. Sólo así morían los Elfos, y nada más que por un tiempo. Allí Mandos dictaba las suertes del desuno, y allí los Elfos esperaban en la oscuridad soñando con sus pasadas hazañas, hasta llegado el momento por él designado en que volverían a nacer en sus hijos y podrían reír y cantar otra vez.
Además, en la Música de los Ainur original (I. 77) se decía de los Elfos que «si mueren, renacen en sus hijos, de modo que su número no decrece ni aumenta».
En el Quenta (IV. 120, basado en el «Esbozo de la Mitología», IV. 30) se matiza la idea del renacimiento:
Los Elfos eran inmortales, y su sabiduría floreció y creció de edad a edad, y ninguna enfermedad o pestilencia les traía la muerte. Pero en aquellos días se los podía matar con armas, incluso los Hombres mortales, y algunos se debilitaron y se consumieron de dolor hasta que desaparecieron de la tierra. Muertos o debilitados, sus espíritus regresaban a las estancias de Mandos para esperar mil años, o la voluntad de Mandos según sus merecimientos, antes de que fueran llamados a la vida libre en Valinor, o renacieran, se dice, en sus propios hijos.
En QS (§85, V. 286) este pasaje se amplió de forma considerable:
Inmortales eran los Elfos, y su sabiduría crecía de edad en edad, y no había enfermedad o pestilencia que les causara la muerte. Pero tenían los cuerpos de la materia de la tierra y podían ser destruidos, y en aquellos días eran más similares a los cuerpos de los Hombres, y a la tierra, puesto que el fuego del espíritu, que los [306] consumía desde dentro con el paso del tiempo, no los había habitado tanto tiempo. Por tanto podían perecer en los tumultos del mundo, y la piedra y el agua tenían poder sobre ellos, y podían ser asesinados con las armas en aquellos días, aun a manos de los Hombres mortales. Y fuera de Valinor experimentaron amargos pesares, y algunos decayeron y se marchitaron de pesar, hasta desaparecer de la tierra. Esa era la mortalidad predicha en el Hado de Mandos que se pronunció en Eruman. Pero si eran asesinados o se marchitaba de pesar no morían en la tierra, y sus espíritus volvían a las estancias de Mandos y allí esperaban, días o años, aun mil, según la voluntad de Mandos y sus propios merecimientos. De allí regresaban al fin a la libertad, sea como espíritus, sea tomando forma del pueblo menor de la raza divina según su propio pensamiento; además, se dice, a veces renacen en sus hijos, y la antigua sabiduría de su raza no perece o disminuye.
En el final de la Ainulindalë se dice (cito el texto final D, p. 50, aunque el pasaje se remonta a la versión anterior al Señor de los Anillos, V. 190-191):
Pero [los Eldar] no mueren, hasta que el mundo muera, a menos que los maten o los consuma la pena (pues a estas dos muertes aparentes están sometidos); tampoco la edad les quita fuerzas, a menos que uno se canse de diez mil siglos; y al morir se reúnen en las estancias de Mandos, en Valinor, de donde a menudo retornan y renacen en sus hijos.
Además, en el Hado de los Noldor que aparece en AAm (§154, p. 142) se declaraba:
Porque aunque Eru os destinó a no morir en Eä, y ninguna enfermedad puede alcanzaros, podéis ser asesinados, y asesinados seréis: por espada y por tormento y por dolor; y vuestro espíritu sin morada se presentará entonces ante Mandos. Allí moraréis durante un tiempo muy largo, y añoraréis vuestro cuerpo, y encontraréis escasa piedad, aunque todos los que habéis asesinado nieguen por vosotros.
Estoy convencido de que el significado de esto es que la muerte es contraria a la «naturaleza correcta» de los Elfos, pero no obstante pueden morir.
De todos estos pasajes (y de otros que no se han transcrito), tempranos y tardíos, se desprende que la «muerte» de los Elfos (o «muerte aparente», en palabras de la Ainulindalë) era siempre un destino posible, debido a su naturaleza de seres encarnados. No obstante, siempre hay una ambigüedad latente, impuesta por las palabras que deben utilizarse. Los Elfos no pueden «morir» como «mueren» los Hombres, porque los Hombres (debido al Don de Ilúvatar) abandonan el «mundo» para nunca volver, mientras que los Elfos no pueden [307] abandonarlo mientras dure. En la leyenda de Beren y Lúthien Mandos ofreció a Lúthien una alternativa, y su elección fue cambiar el destino impuesto por su naturaleza. «Así fue que sólo ella entre todas los Eldalië murió realmente, y dejó el mundo mucho tiempo atrás» (El Silmarillion p. 255). Sin embargo, los Elfos pueden sufrir la separación del cuerpo y del espíritu, que es la «muerte». Así pues, puede decirse que la diferencia esencial entre la (posible) muerte de los Elfos y la (inevitable) muerte de los Hombres reside en el destino después de la muerte. Véase V. 351; y cf. Leyes y costumbres, p. 254: «Desde sus orígenes la principal diferencia entre Elfos y Hombres residió en el destino y en la naturaleza de sus espíritus. Los fëar de los Elfos estaban destinados a morar en Arda durante toda la vida de Arda, y la muerte de la carne no abrogaba ese destino».
En un borrador de una carta escrita en octubre de 1958 (véase p. 344) mi padre comentaba el significado de la «inmortalidad» de los Elfos (Cartas n.º 212):
En esta «prehistoria» mítica, la inmortalidad, estrictamente una longevidad coextensiva con la vida de Arda, era parte de la naturaleza dada a los Elfos; más allá del Fin, nada había sido revelado. Se habla de la mortalidad, es decir, un período de vida de corta duración sin la menor relación con la vida de Arda, como propia de la naturaleza dada a los Hombres…
En las leyendas élficas hay registro del extraño caso de una mujer Elfo (Míriel, madre de Fëanor) que intentó morir, lo que tuvo desastrosos resultados que llevaron a la «Caída» de los Altos Elfos. Los Elfos no eran víctimas de enfermedades, pero se los podía «asesinar»: es decir, sus cuerpos podían ser destruidos o mutilados hasta que dejaran de ser ya adecuados para dar sostén a la vida. Pero esto no conducía naturalmente a la «muerte»: eran rehabilitados, renacían y finalmente recuperaban la memoria de su pasado; permanecían «idénticos». Pero Míriel deseaba abandonar el ser y se negó al renacimiento.
«Pero Míriel deseaba abandonar el ser»: es una afirmación oscura. No hay nada en ninguno de los relatos que sugiera que deseara la aniquilación, el final de su existencia en cualquier forma. En Leyes y costumbres (pp. 258-259) mi padre escribió que «algunos fëar, por pesar o fatiga, abandonaban la esperanza y apartándose de la vida renunciaban al cuerpo, aunque podrían haber sanado o ni siquiera estaban heridos. Pocos de ellos deseaban renacer …, al menos no hasta después de una larga “espera”; algunos no volvían nunca». Esto concuerda sin duda alguna con lo que se dice de la muerte de Míriel.
Parece, en cualquier caso, que cuando mi padre escribió aquí que [308] Míriel «intentó morir» quiso decir que buscaba una «muerte verdadera»: no una «muerte aparente», sino abandonar para siempre Arda. No obstante, no podía ser: porque ese tipo de muerte era contraria a «la naturaleza dada a los Elfos», asignada por Ilúvatar, y de hecho, en De Finwë y Míriel (§20) Mandos habló al fëa de Míriel, diciendo: «En Mandos vivirás. Pero presta atención: perteneces a los Quendi, y aunque renuncies al cuerpo deberás permanecer en Arda y en el tiempo de su historia».
No obstante, la «muerte aparente» a la que están sujetos los Elfos nunca había aparecido en Aman en los largos años desde que los Vanyar y los Noldor llegaran a Eldamar. En los Anales de Aman, escritos antes de que hubiera surgido la historia de Míriel, Fëanor habló ante los Valar tras la muerte de los Árboles (§§120-121, p. 130):
«… Puede que sea posible abrir mis joyas, pero nunca otra vez haré otras parecidas; y si he de romperlas, se me romperá el corazón y moriré: el primero de entre todos los Hijos de Eru».
«No el primero», dijo Mandos, pero nadie entendió esas palabras…
Mandos sabía que Morgoth había matado a Finwë en Formenos, «y derramó la primera sangre de los Hijos de Ilúvatar» (§122).
Junto a las palabras de Mandos mi padre escribió más tarde en el texto mecanografiado de AAm (p. 152, §120): «Esto ya no concuerda ni siquiera con los Eldar de Valinor. Finwë, padre de Fëanor, fue el primero de los Altos Elfos en ser asesinado, Míriel, madre de Fëanor, la primera en morir», y en el propio texto cambió la palabra de Fëanor «moriré» por «seré asesinado». Podría parecer que se hace una distinción entre «morir» y «ser asesinado», pero no creo que sea así. Lo que significa es simplemente que Míriel fue la primera en morir, y Finwë el segundo, pero el primero en ser asesinado. Tras la introducción de la historia de Míriel, Fëanor no podía decir «moriré: el primero de entre todos los Hijos de Eru»; por tanto, mi padre, queriendo conservar las significativas palabras de Mandos «No el primero», cambió las de Fëanor pon «seré asesinado».
Mucho después este pasaje de AAm se reutilizó en la nueva obra sobre el Quenta Silmarillion (véase p. 336), que tomó esta forma:
«… y seré asesinado, el primero de entre todos los Hijos de Eru.»
«No el primero», dijo Mandos, pero nadie entendió sus palabras, pensando que hablaba de Míriel.
El significado de esto parece ser que los que oyeron las palabras de Mandos (que hablaba del asesinato de Finwë, todavía desconocido para ellos) creyeron que hablaba de Míriel, porque era la única de los Eldar que había muerto; pero como Míriel no había sido asesinada [309] «nadie entendió sus palabras». Aun así, no puede suponerse que Finwë fuera el primero de los Hijos de Eru en ser asesinado; cf. la nota que mi padre escribió en el texto mecanografiado de AAm «Esto ya no concuerda ni siquiera con los Elfos de Valinor», y el pasaje de Leyes y costumbres, p. 254: «Esta destrucción del hröa, que causa la muerte o expulsión del fëa, fue pronto conocida por los Eldar inmortales cuando despertaron en el reino de Arda, maculado y ensombrecido».
En Leyes y costumbres y en el nuevo «subcapítulo» del Quenta Silmarillion es evidente que la significación primordial de la muerte de Míriel es que fue la primera aparición de la Muerte en Aman; en el debate se discutió este acontecimiento inesperado y sus consecuencias para las leyes que gobernaban la vida en la inmortal Aman. En Leyes y costumbres (p. 279) Yavanna declaró que «la Sombra… ha manchado el mismo hrön de Arda, y el mal de Melkor ha pervertido toda la Tierra Media … Por tanto, ninguno de los que despertaron y habitaron en la Tierra Media antes de venir aquí llegó limpio por completo. La falta de fuerzas del cuerpo de Míriel puede entonces adscribirse, por alguna razón, al mal de Arda Maculada, y su muerte puede considerarse algo innatural». En FM 2 (p. 293) este pensamiento, dado como una nueva percepción de los Valar, toma esta forma:
Y los Valar se sintieron consternados al ver que todos sus esfuerzos para proteger Valinor eran vanos y no podían mantener fuera el mal y la sombra de Melkor, con sólo que ellos llevaran alguna criatura, viviente o no, de la Tierra Media y la dejaran libre o sin vigilancia; y advertían al fin cuán grande era el poder de Melkor en Arda, en cuya hechura había conseguido que todas las cosas, excepto sólo en Aman, tuvieran una tendencia al mal y a la perversión de sus formas y caminos correctos. De ahí que todos los que cobraron vida en Arda, y que además eran por naturaleza un espíritu y un cuerpo unidos y extraían el sustento del último de Arda Maculada, no pudieran estar exentos de cierto grado de pesar, o de sufrir cosas innaturales; y aunque la estancia en Aman podía ser una protección contra ese mal, no procuraba un remedio completo, al menos hasta que no transcurrieran muchas edades.
Esto se conservó en gran parte en el texto final FM 4 (p. 297, §n), aunque sin las referencias a Aman; además, Mandos declaraba explícitamente que la Muerte (es decir, la de los Primeros Nacidos) es una consecuencia de la Mácula de Arda (§12).
En el borrador de la carta de 1958 arriba citado en referencia a la muerte de Míriel mi padre prosiguió:
Supongo que si hay una diferencia entre este Mito y lo que podría llamarse quizá mitología cristiana, esa diferencia es ésta. [310] En la última, la Caída del Hombre es posterior a (aunque no necesariamente una consecuencia de) la «Caída de los Ángeles»: una rebelión de la voluntad creada libre en un nivel más alto que el del Hombre; pero no se sostiene claramente (y en muchas versiones no se lo sostiene en absoluto) que esto haya afectado a la naturaleza del «Mundo»: el mal fue traído de fuera por Satán. En este mito la rebelión de la voluntad creada libre precede a la creación del Mundo (Eä); y Eä contenía en sí, subcreadamente introducidos, el mal, la rebelión, elementos discordantes pertenecientes a su propia naturaleza ya cuando se dijo Sea. La Caída o la corrupción de todo y de todos sus habitantes, por tanto, era una posibilidad, aunque no inevitable.
En De Finwë y Míriel todo esto aparece como una nueva percepción, o al menos una percepción agudizada de los Valar; y «este pensamiento ensombreció los corazones de los Valar, presagio de las aflicciones que los Hijos traerían al mundo». Puede parecer sorprendente que Míriel tuviera que morir para que los Poderes de Arda llegaran a esa conclusión. También puede parecer sorprendente que aun en Aman ninguno de los Eldar se ahogara en el mar o perdiera pie en las montañas y cayese de una gran altura. De hecho esta última consideración se ve refutada hasta cierto punto en lo que se cuenta de la naturaleza corpórea de los Elfos. Se dice que sus cuerpos son muy similares a los de los Hombres mortales, pero esto se contradice en el siguiente pasaje de Leyes y costumbres (p. 254):
Los fëar de los Elfos estaban destinados a morar en Arda durante toda la vida de Arda, y la muerte de la carne no abrogaba ese destino. Por tanto, sus fëar se aferraban con tenacidad a la vida «en las galas de Arda», y el poder que ejercían sobre estas «galas» sobrepasaba con mucho al de los espíritus de los Hombres, aun desde los primeros días, protegiendo a los cuerpos de muchos males y ataques (como la enfermedad), y sanándolos rápidamente de las heridas; en consecuencia, los Elfos se recuperaban de heridas que habrían sido fatales para los Hombres.
No obstante, la menor vulnerabilidad física de los Elfos en comparación con los Hombres no cambia el hecho de que la destrucción real de los cuerpos mediante la violencia sea una posibilidad inherente en la naturaleza de Arda: «a pesar de que ninguna violencia externa es capaz de destrozar o desintegrar el fëa, el hröa puede resultar herido y destrozado por completo» (ibid).. Las palabras que Manwë dirige a los Valar antes de la proclama de la Ley son muy explícitas (pp. 310-311):
[Los Elfos] vinieron a Arda Maculada, y estaban destinados a hacerlo y a soportar la Mácula, aunque en el principio proceden de más allá de Eä . . . Podemos decir, por tanto, que los Elfos están [311] destinados a conocer la «muerte» a su modo, al ser enviados a un mundo donde hay «muerte» y al tener una forma en que la «muerte» es posible. Porque a pesar de que según su naturaleza primera, inmaculada, vivan como espíritu y cuerpo unidos, son dos cosas difuntas, no la misma, y su separación (es decir, la «muerte») constituye una posibilidad inherente a su unión.
Sin embargo, se hace patente que aunque esta posibilidad de «morir» para los Elfos es una consecuencia de la Mácula de Arda que llevó a cabo Melkor, la muerte de Míriel inquietó sobremanera a los Valar por ser la primera que había tenido lugar en Aman. Así pues, ¿hemos de suponer que hasta entonces los Valar se habían engañado al pensar que los Elfos encarnados, por el simple hecho de vivir en Aman, estaban protegidos de toda posibilidad de separar cuerpo y espíritu, en todas las maneras en que la separación podía darse en la Tierra Media, hasta el punto de creer que la Mácula de Arda y la posibilidad de que los encarnados murieran sólo tenían lugar al este del Gran Mar, y sólo descubriendo lo equivocado de su idea cuando murió Míriel? (Véase el pasaje del «texto VII» en p. 455.)
La «inmortalidad» de los Elfos (coextensiva con la «vida» de Arda), la muerte y el renacimiento, estaban firmemente arraigados y constituían elementos fundamentales en la concepción de mi padre. En esta época sometió esas ideas a un elaborado análisis, que extendió a las ideas de «Aman inmortal» y el papel de Melkor en la perversión de la Creación que Ilúvatar había mostrado a los Ainur en el Principio. Este análisis, en parte, se presenta como debate de los mismos Valar, en el que llegan a nuevas percepciones acerca de la naturaleza de Arda; no obstante, la discusión teórica sobre moral y leyes naturales recibe una dimensión inmediata desde su aparición en la extraña historia de las aflicciones de Finwë y Míriel. La historia se conservó en el Silmarillion publicado, pero sin indicar sus implicaciones para los Regentes de Arda y los sabios de los Elfos.
En estos escritos se ve la preocupación de mi padre en los años que siguieron a la publicación de El Señor de los Anillos sobre los aspectos filosóficos de la mitología y su sistematización. De las deliberaciones de los Dioses los sabios de los Eldar conservaron un registro entre sus libros de leyes. ¡Qué lejos de estos graves Doctores parecen los «cuernos de la luna» que se mecían sobre el barco de Ælfwine en las costas de la Isla Solitaria (II. 406), mientras «siguió avanzando la larga noche de Faërie»! Ælfwine sigue presente como comunicador y comentarista, pero ha habido grandes cambios en Elfinesse.