«INTRODUCCIÓN A LA EDDA MAYOR»

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La poesía que recibe este confuso y desafortunado título atrae ocasionalmente a personas de diverso tipo: filólogos, historiadores, folcloristas y demás ralea, pero también a poetas, críticos, y expertos en nuevas sensaciones literarias. Los filólogos (en un amplio sentido) han hecho, como de costumbre, la mayor parte del trabajo, y su ardor no se ha desviado más de lo normal (probablemente menos que en Beowulf) de una apreciación al menos inteligente del valor literario de esos documentos.

Aunque inusual, es cierto que un juicio y una apreciación reales de estos poemas (cuya oscuridad y dificultad es tan grande que sólo el trabajo devoto de muchos filólogos los ha hecho accesibles) depende de la posesión personal de los conocimientos acerca de los problemas críticos, métricos y lingüísticos. Sin el filólogo, naturalmente, no sabríamos lo que significan muchas de las palabras, cómo eran los versos, o cómo sonaban estas palabras: esto último es en la antigua poesía escandinava más importante que de costumbre. Los poetas dedicaban gran parte de su ingenio a asegurarse de que, en cualquier caso, el verso sonara bien.

Del mismo modo, sigue siendo cierto que incluso privados de su peculiar y excelente forma, y de su propia lengua cuya estructura y peculiaridades están íntimamente conectadas con la atmósfera y las ideas de los poemas mismos, mantienen su fuerza: son capaces de provocar, incluso en formas filtradas de traducción y adaptación infantil en la época escolar o pre-escolar, el deseo de saber más.

También persiste el impacto de oírlos por primera vez después de [22] que la pugna preliminar con el nórdico antiguo se haya resuelto, cuando se lee un poema eddaico captando el suficiente sentido para continuar. Pocos de los que han pasado por este proceso no habrán experimentado el súbito reconocimiento de encontrarse con algo de una fuerza tremenda, algo que incluso en partes (pues tiene varias) sigue cargado de una energía casi demoniaca, a pesar de la ruina de su forma. La sensación de este impacto es uno de los mayores regalos que proporciona la lectura de la Edda Mayor. Si el proceso no se experimenta pronto es improbable que sea capturado por años de esclavitud erudita; una vez se ha tenido esa experiencia no la harán olvidar ni las largas horas de investigación, y resistirá un trabajo largo y agotador.

Es al contrario que el inglés antiguo, cuyos fragmentos supervivientes (Beowulf sobre todo), como ha sido en cualquier caso mi experiencia, sólo revelan su maestría y excelencia lentamente y mucho después de que el primer trabajo con la lengua y el primer conocimiento del verso se hayan cumplido. Hay verdad en esta generalización. Pero tampoco hay que exagerar. Un estudio detallado ampliaría lo que sentimos por la Edda Mayor, naturalmente. El verso en inglés antiguo tiene una atracción inmediata en algunos pasajes. Pero no busca impactar. Impactar fue la intención deliberada del poeta nórdico.

Y por eso parece que los mejores (sobre todo en los más poderosos de los poemas eddaicos heroicos) sobrepasan la barrera del lenguaje difícil, y atrapan al lector en el acto mismo de descifrar verso por verso.

Que nadie que escuche a los poetas de la Edda Mayor acabe imaginando que ha escuchado las voces del bosque germano primitivo, o que en las heroicas figuras ha encontrado los rasgos de sus nobles aunque salvajes antepasados, los que lucharon por, con, o contra los romanos. Digo esto con todo el énfasis posible, y sin embargo tan potente es la idea de una antigüedad vetusta y primigenia que se aferra al nombre (bastante reciente) de Edda Mayor en la imaginación popular (en tanto que puede decirse que la imaginación popular juegue con un tema tan remoto y poco explotado) que, aunque el relato debería comenzar con el siglo XVII y un obispo docto, sin darme cuenta, me encuentro en la Edad de Piedra. [23]

La arqueología nos dice que las tierras escandinavas han estado habitadas desde la Edad de Piedra (no entremos en disquisiciones sobre paleo y neo). La continuidad cultural no se ha roto nunca: ha sido renovada y modificada varias veces, principalmente desde el sur y desde el este. Uno parece más justificado en Escandinavia (más justificado que de costumbre) al decir que la mayoría de la gente que vive allí ahora han estado allí siempre.

Hacia el año 400 d. C., o antes, comienzan nuestros atisbos inscripcionales (rúnicos) de la lengua nórdica. Pero estos pueblos, aunque hablaban una lengua germánica (parece que en una forma arcaica), no formaron parte de la gran era heroica germánica, excepto cuando dejaron de ser escandinavos. Es decir: los pueblos a los que después llamamos suecos, gautas, daneses, etc., son descendientes de pueblos que, en conjunto, no conocieron la aventura, los tumultos y los desastres de ese período. Muchos de los pueblos que sí lo hicieron partieron de Escandinavia, pero perdieron toda conexión con ella: burgundios, godos, lombardos.

Ecos en forma de «nuevas», de extrañas noticias, y nuevas canciones importadas, o creadas en casa a partir del material en bruto de las noticias, a través de los cuales estos pueblos conocieron esos hechos ahora extraños y confusos. El material de los relatos y versos les llegó, y encontró condiciones muy distintas en tierras escandinavas a las de las tierras que los había producido: sobre todo, no encontraron cortes ricas en el sentido meridional, ni acuartelamientos de poderosas fuerzas guerreras, ni grandes capitanes de huestes ni reyes que promovieran y pagaran las composiciones poéticas. Y además encontraron un conjunto local diferente de mitología e historias de héroes y capitanes marinos. Las leyendas y los mitos locales fueron modificados, pero siguieron siendo escandinavos, y aunque los conserváramos (y aún menos los fragmentos incompletos o los posteriores recuerdos dispersos) no podrían ser considerados una compensación a la pérdida de casi todo lo que perteneció a la Germania más meridional, ni como el equivalente de esas cosas perdidas. Estaban relacionadas, pero eran distintas.

Luego el asunto se confundió aún más por el desarrollo de una era [24] heroica escandinava propiamente dicha: la llamada era vikinga, tras el 700 d. C. Quienes se habían quedado en casa se dedicaron a recorrer roda la Tierra, pero sin perder sus antiguas tierras y mares. Aunque entonces surgió la estética cortesana, la poesía épica nunca se desarrolló en esa zona. Las razones son poco comprendidas (las respuestas a las preguntas más pertinentes rara vez se dan), y en cualquier caso aquí debemos contentarnos con los hechos. Las causas pueden buscarse en el temperamento de los tiempos y la gente, y del lenguaje que era su reflejo. No fue hasta relativamente tarde que los «reyes» del norte fueron lo suficientemente ricos o poderosos para mantener cortes esplendorosas, y cuando esto se consiguió su desarrollo fue distinto: la poesía desarrolló su forma local breve, concisa, estrófica y a menudo dramática no hacia lo épico, sino hacia las sorprendentes y eufónicas pero formales elaboraciones del verso escáldico (ver pp. 36-38). El verso eddaico se ve «subdesarrollado» (si el verso «estrófico» pudiera «desarrollarse» en alguna parte alguna vez en épico por insensatas gradaciones, sin una ruptura, un salto, un esfuerzo deliberado), por la parte formal, aunque reforzado y retocado. Pero incluso aquí lo que encontramos es la forma «estrófica» (la selección del momento más dramático y potente), no el lento desarrollo del tema épico.

Esto último se consiguió con la prosa. En Islandia, una colonia noruega, desarrollaron la técnica única de la saga, el relato en prosa. Principalmente se trataba de un relato de la vida cotidiana; frecuentemente era lo último en sofisticación y su campo natural no era la leyenda. Esto es debido, naturalmente, al temperamento y el gusto del público y no al significado de la palabra; simplemente era algo que se decía o narraba y no se cantaba, y por eso «saga» también se aplicó de forma natural a cosas como la Völsunga Saga, que no es una típica saga islandesa. Para el uso nórdico, los Evangelios o los Hechos de los Apóstoles son una saga.

Pero en la época que estamos tratando aún no se había fundado Islandia, y no había ninguna corte de ningún gran rey en Noruega. Entonces surgió Harald Cabellera Hermosa y sometió esa tierra orgullosa llena de caudillos testarudos y terratenientes independientes, sólo para perder a muchos de los mejores y más orgullosos en el proceso, [25] en guerras o en el éxodo a Islandia. En los primeros sesenta años de la colonización, unas cincuenta mil personas llegaron a la isla desde Noruega, bien directamente o desde Irlanda y las Islas Británicas. Sin embargo, en la corte de Harald Cabellera Hermosa empezó a florecer la época de la poesía nórdica a la que pertenece la poesía eddaica.

Esta poesía nórdica, pues, se basa en la antigua mitología y las creencias religiosas indígenas, remontándose hasta Dios sabe cuándo, o dónde; las leyendas y cuentos e historias heroicas de muchos siglos juntas, algunas locales y prehistóricas, otras ecos de movimientos en el sur, algunas locales y de la época vikinga o posterior… pero para desentrañar los diversos estratos haría falta un conocimiento del misterio del norte, tanto tiempo oculto a la vista, y un conocimiento de la historia de sus poblaciones y culturas, cosa que probablemente nunca podremos tener.

En la forma (y probablemente también, en parte, en su contenido más antiguo) está relacionada con otros elementos germánicos. Naturalmente está en una lengua germánica, pero sus metros más antiguos están íntimamente relacionados con, digamos, la métrica del inglés antiguo; tiene fórmulas, hemistiquios, por no mencionar nombres, y alusiones a lugares, personas y leyendas, que en realidad eran independientes en el inglés antiguo: es decir, es descendiente de una poética y una tradición poética germánica común que ahora se nos escapa: ni de los temas de estos antiguos versos bálticos ni de su estilo nos queda más que las sugerencias permitidas por la comparación del nórdico y el inglés.

Pero esta forma en las Edda se conservó de manera más simple, más directa (compensando la longitud, con la plenitud, la riqueza con la fuerza) que la que se desarrolló en, digamos, Inglaterra, Naturalmente, es cierto que por mucho que recalquemos el carácter y la atmósfera nórdica de estos poemas, no están libres de elementos foráneos. Los temas importados (como son las historias de los völsungos, burgundios y hunos) no sólo adquirieron un lugar predominante en la Edda, sino que incluso puede decirse que en el exilio recibieron su mejor tratamiento. Pero esto se debe a que fueron concienzudamente naturalizados y «norueguizados»: el mismo desarraigo había liberado [26] los relatos para un manejo artístico que no quedó lastrado por la historia ni la conservación, y pudo ser recoloreado por la imaginación septentrional, y asociado con las figuras acechantes de los dioses del norte.

La única modificación realmente importante que debemos hacer es a favor de los godos: por difícil que sea descifrar los atisbos que sobreviven al tiempo, está claro que estos pueblos de origen escandinavo pero a quienes el destino había marcado para una historia y tragedia especiales fueron seguidos paso por paso por la gente del norte, y se convirtieron, con sus enemigos los hunos, en los temas principales de los poetas, tanto es así que más adelante la palabra gotar se convertiría en la voz poética de «guerreros», cuando los antiguos relatos se mezclaron y solaparon con otros asuntos. De los godos llegaron las runas, y de los godos llegó (parece) Óðinn (Gautr), el dios de la sabiduría rúnica, de los reyes, del sacrificio. Y es realmente importante, pues que tenga un origen claramente no-escandinavo no puede alterar el hecho de que se convirtió en el más grande de los dioses del norte.

Ésta es más o menos la imagen del desarrollo. Esta poesía popular local de intrincado origen fue de pronto elevada por la riqueza y la gloria vikingas y se utilizó para adornar la casa de reyes y jarls. Fue estilizada y mejorada, sin duda, en forma y maneras, hecha más digna (habitualmente), pero conservó de modo único el sencillo temperamento conciso, una cercanía a la tierra y a la vida corriente, que rara vez se encuentra en conexión tan íntima con las gracias de la corte, es decir, con la maestría del artista deliberado y relajado, incluso ocasionalmente la pedantería del genealogista y el filólogo. Pero esto cuadra con lo que sabemos de los reyes de esa corte y sus hombres.

Hay que recordar que se trata de una época pagana que todavía conserva tradiciones especiales locales aisladas desde hacía mucho tiempo, una época de templos y sacerdocios. Pero la fe ya empezaba a menguar, la mitología y todo lo que pudiera ser llamado de forma más adecuada «religión» ya se desintegraba sin ningún ataque directo desde el exterior, o quizá sea mejor decir que sin conquista o conversión y sin la destrucción de templos y organizaciones paganas, pues la influencia de ideas extranjeras, y la súbita ruptura del velo sobre [27] el norte (provocada desde dentro) no puede descartarse. Fue un período especial de transición, un equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo, inevitablemente breve y difícil de mantener.

Hasta cierto punto el espíritu de estos poemas que han sido considerados una rama del «espíritu germano» común (donde hay algo de verdad, Byrhtwold en Maldon cabría perfectamente en la Edda o la Saga) es realmente el espíritu de una época especial. Podría llamarse una «ausencia de dioses» (Godlessness): la dependencia de uno mismo y de la voluntad indomable. No carece de significado el epíteto aplicado a los personajes reales que viven en este momento de la historia: el epíteto goðlauss, con la explicación de que su credo era at trúa á mátt sin ok megin, «confiar en el propio poder y decisión». [Nota del autor, añadida más tarde: Sin embargo hay que recordar que esto se aplicó sólo a ciertos personajes implacables y con poder, y en ningún caso habría merecido la pena decirlo si muchos hombres (la mayoría de ellos) no hubieran seguido siendo creyentes y practicantes de la fe pagana.]

Esto se aplica más a lo heroico, naturalmente, que a lo mitológico. Pero también se cumple en este último aspecto. Los relatos de los dioses bien pueden sobrevivir a una época en que son más temas de relatos que objetos de culto, pero se trata de una época en que los dioses no se han sustituido por algo nuevo, y siguen siendo familiares e interesantes. Tampoco se había renunciado al blót [festín de sacrificios pagano]. El paganismo seguía siendo muy fuerte, más en Suecia que en Noruega. No había sufrido el desarraigo de los antiguos fanes [templos] y habitáculos locales que resultó tan fatal, como pasó en Inglaterra.

El final del período empezó con el violento apostolado de la gran figura pagana y héroe del norte: el rey evangelizador Ólaf Tryggvason. Tras su caída, y la caída de muchos de los grandes hombres que le acompañaban o se enfrentaban a él, hubo una vuelta al paganismo. Pero esto terminó rápidamente con los esfuerzos cristianizadores no menos vigorosos pero mucho más sabios de Ólaf el Santo, que en la época en que Eduardo el Confesor reinaba en Inglaterra cristianizó por completo Noruega y destruyó la tradición pagana. [28]

La tenacidad y conservadurismo del norte, sin embargo, puede medirse no sólo por los esfuerzos que tuvieron que hacer grandes figuras como los Olaf, sino por otras formas menores, como la supervivencia de las runas, tan relacionadas, aunque sea accidentalmente, con las tradiciones paganas, incluso después de que el norte aprendiera a escribir al modo latino. Esto sucedió principalmente en Suecia, pero por toda Escandinavia siguieron utilizándose las runas (por tradición directa, no a causa de un renacer) para cosas tales como inscripciones conmemorativas hasta el siglo XVI.

Sin embargo, después de 1050, y sin duda después de 1100, la poesía dependiente de la tradición pagana estaba moribunda o muerta en la antigua Escandinavia, y esto quiere decir que también lo estaba el verso escáldico fuera cual fuese su tema, igual que las baladas que trataban de temas mitológicos, pues el verso y el lenguaje escáldico se basaban en un conocimiento de estos mitos por parte del escritor y del oyente, ambos pertenecientes a eso que normalmente llamaríamos aristocracia: nobles, reyes y cortesanos al estilo del norte.

En Islandia sobrevivió durante algún tiempo. Allí el cambio (hacia el año 1000) fue más pacífico y menos amargo (un hecho que probablemente no deja de estar relacionado con el traslado y la colonización). De hecho la poesía se convirtió en una industria de exportación beneficiosa en Islandia durante algún tiempo; y sólo en Islandia se recopiló o se escribió algo. Pero el antiguo conocimiento decayó rápidamente. Los fragmentos, muy dispersos, se recopilaron de nuevo, pero en una recuperación anticuaría y filológica en los siglos XII y XIII. Tal vez sea más adecuado llamarlo entierro amable que recuperación de anticuario. Se trató de un nuevo acto de piedad que reunió los fragmentos sin comprenderlos por completo: de hecho, a menudo parece que nosotros los comprendemos mejor. Sin duda la antigua religión y la mitología que la acompaña como un todo conectado o una especie de «sistema» (si alguna vez poseyó uno, cosa que, dentro de los límites, parece probable) no se ha conservado, y desde luego no estuvo al alcance del gran artista en prosa, experto en verso, anticuario y político implacable Snorri Sturluson en el siglo XIII. Cuánto se perdió puede apreciarlo cualquiera que reflexione sobre lo poco que sabemos incluso de los detalles principales de los templos importantes y su cultus y la organización sacerdotal en Suecia o en Noruega.

La Edda Menor o Edda Prosaica de Snorri Sturluson fue una piadosa colección de fragmentos para ayudar a comprender y crear versos que necesitaban un conocimiento del mito, cuando la erudición amable, [29] incluso tolerante e irónica, se había impuesto tras la lucha entre religiones.

Después de eso los dioses y héroes caen en su Ragnarök,[1] derrotados, no por la serpiente que rodea el mundo o el lobo Fenris, ni por los feroces hombres de Múspellsheim, sino por María de Francia, y los sermones, el latín medieval y la información útil, y los pequeños detalles de las maneras cortesanas francesas.

Sin embargo, los siglos XVI y XVII, en la hora más oscura, vieron una resurrección tras el Ragnarök, casi como si se hubieran cumplido las palabras que la Völva (la sibila que realiza la profecía en el poema eddaico Völuspá) pronuncia referidas al surgir de una nueva tierra, y al regreso de hombres y dioses para encontrar y maravillarse ante las piezas doradas en la arena donde antes estaban las estancias donde los dioses jugaban al ajedrez [ver el décimo verso del poema La profecía de la Sibila que aparece en el Apéndice B].

El descubrimiento de las piezas caídas del antiguo esplendor fue a menudo accidental, y la búsqueda que llevó al descubrimiento se debía a diversos motivos. En Inglaterra el celo religioso se mezcló poderosamente con la curiosidad histórica y lingüística que engendró por accidente. En el norte no fue así. Pero fueran cuales fuesen los motivos, el resultado no fue sólo el rescate de esos fragmentos del naufragio del tiempo, sino el rápido reconocimiento de su virtud, y el lamento por la pérdida. Esto se produjo especialmente con la Edda.

El rescate de las ruinas dejadas por pérdidas naturales, accidentes del tiempo, el olvido y descuido de los hombres, y los estragos de la [30] guerra y el fanatismo (ya fuera teológico o clásico) fue escaso. Sin embargo, el siglo XVIII pareció marcar su desaprobación del rescate de estos huesos «godos» sacados de sus tumbas con dos incendios que contribuyeron a destruir una parte de lo que se había salvado, y casi estuvieron a punto de destruir el material más valioso. En 1728, en el incendio de Copenhague, gran parte de lo que se había recopilado se convirtió en humo. Tres años más tarde también se quemó parte de la colección Cotton en Londres. Beowulf sufrió graves daños, pero escapó por los pelos, para vergüenza de posteriores escuelas de inglés. Parece ser que entre las pérdidas sufridas en Copenhague se encontraba la transcripción en pergamino del manuscrito de la Edda Mayor realizada por su descubridor. Perdida está en cualquier caso. Pero el manuscrito en sí sobrevivió. Sin embargo, los dioses habían estado a punto de hallar un último y fatal Ragnarök, que habría cambiado por completo nuestro conocimiento y valoración de la literatura del norte.

Cuando se menciona la Edda Mayor, en esencia nos referimos a un solo manuscrito: el número 2.365, 4.º de la Colección Real de Copenhague, conocido también como Codex Regius (de la Edda Mayor). Contiene 29 poemas. Quedan 45 hojas. Después de la hoja 32, falta un grupo de unas ocho páginas.[2] No parece haber pérdidas en el principio y en el final, que es donde son más habituales.

Esto es todo lo que sabemos de este notable superviviente del tiempo, los incendios e inundaciones. En 1662 el rey Federico III de Dinamarca envió al famoso Thormod Torfæus con una carta abierta para el célebre Brynjólfr Sveinsson. Desde 1639 Brynjólfr era obispo de Skálaholt en Islandia, y era un ávido coleccionista de manuscritos. Torfæus fue enviado a recabar su ayuda para recopilar para el rey materiales que ayudaran a escribir la historia antigua, y cualquier antigüedad, curiosidad o rareza que pudieran hallarse en Islandia. [31] En 1663 el obispo envió al rey lo más granado de su colección. Entre estos tesoros ahora incalculables estaba el Codex Regius. No se sabe dónde lo encontró el obispo, ni cuál fue su historia previa, excepto que lo había localizado veinte años antes, pues en la primera página había escrito su monograma y una fecha (LL 1.643, es decir, Lupus Loricatus = Brynjólfr), igual que nosotros garabateamos nuestro nombre y la fecha en una adquisición nueva e interesante de una librería de segunda mano.

Han pasado doscientos cincuenta años[3] de exámenes, perplejidad, reconstrucción, búsqueda de etimologías, análisis, teorías, discusiones y argumentos cambiantes, de afirmaciones y refutaciones, hasta que, por breves que sean sus contenidos, la literatura eddaica se ha convertido en una tierra y un desierto en sí misma. De todos estos estudios, entre grandes desacuerdos, ciertas cosas han alcanzado, más o menos, el estado de consenso fidedigno.

Sabemos, en cualquier caso, que esta colección de poemas no debería llamarse Edda. Esto se debe a una perpetuación de un acto de bautismo por parte del obispo en el que actuó ultra vires. La colección no tenía título, que sepamos, ni lo muestra el manuscrito. Edda es el título de una de las obras de Snorri Sturluson (fallecido en 1241), una obra basada en estos mismos poemas, y en otros parecidos ahora perdidos, y es el título de esa obra solamente, en todo derecho: una obra que se refiere principalmente, incluso en las partes primeras que están creadas de forma dialogada o narrativa, a los tecnicismos de la poesía del norte, que rescata para nosotros del olvido. El nombre está por tanto mal aplicado a una colección de poemas antiguos, recopilados por su mérito como versos, no como ejemplos de un arte.

Aparte de esto poco podemos decir del manuscrito. Parece que el Codex Regius pertenece paleográficamente a 1270, aproximadamente (a principios de la segunda mitad del siglo XIII) y es en sí mismo una copia de un original de 1200 (algunos dicen que anterior). De hecho pertenece a un período treinta años posterior a la muerte de Snorri; [32] pero aunque no fuera un hecho que Snorri usó esos poemas tal como los conservamos, está claro que el asunto, el modo y el lenguaje de los poemas les da derecho al nombre «Mayor».

Respecto a cuándo fueron escritos, no tenemos ninguna información aparte de lo que pueda ofrecer un examen de los poemas. Naturalmente las fechas difieren, sobre todo en el caso de los poemas individuales. Ninguno de ellos, en cuanto a composición original, puede ser anterior a 900 d. C. Podemos acotar un espacio para datar los poemas, entre 850-1050 d. C. Estos límites no pueden ampliarse, especialmente hacia atrás. Nada en ellos puede haber sido forjado en la forma que conocemos (o más bien en las formas de las que nuestro manuscrito a menudo nos ofrece un descendiente corrupto), excepto en versos ocasionales, alusiones, o frases, antes del año 800. Sin duda después se corrompieron oralmente y por escrito, e incluso fueron alterados: quiero decir que además de la mera corrupción que produce versos que no encajan o parecen fuera de lugar, hubo variantes. Pero en conjunto fueron producto de autores individuales, quienes, fuera lo que fuese lo que empleaban de la antigua tradición, incluso poemas más antiguos, escribieron cosas nuevas que antes no existían.

La antigüedad y el origen de la mitología y las leyendas que se encuentran en los poemas es otro asunto. En general, no es tan importante para la crítica (por atractivo que sea para la curiosidad), saber qué respuestas pueden darse a este tipo de preguntas, sino recordar que los autores vivieron en los últimos siglos del paganismo en Noruega e Islandia, no importa de dónde sacaran su material, y lo trataron con estilo y el espíritu de esas tierras y tiempos. Ni siquiera la etimología formal tiene mucho que decir, por atractiva que me resulte personalmente. Incluso cuando, como sucede a menudo, podemos equiparar un nombre con su forma en otras lenguas germánicas, esto no nos dice mucho. Así Jörmunrekkr es Ermanaríks, y su nombre es un eco de la historia de los godos, su apogeo y declive [ver pp. 482-483, nota a la estrofa 86]; Gunnar es Gundahari, y su historia es un eco de los acontecimientos sucedidos en Alemania en el siglo V [ver Apéndice A, pp. 495-497]. Pero esto no nos dice mucho del estado en que estos relatos llegaron por primera vez al norte, o los caminos [33] (sin duda diversos) que recorrieron. Y todavía menos nos ayuda a desentrañar los problemas literarios referidos a los diversos tratamientos del tema burgundio en Escandinavia.

Pero por intrigantes que puedan ser todas estas preguntas, volvemos a lo dicho antes: no son de vital importancia. Mucho más importante que los nombres de las figuras, o los orígenes de los detalles de la historia (excepto cuando esto nos ayuda a comprender lo que es ininteligible o a rescatar un texto de la corrupción) es la atmósfera, el colorido, el estilo. Sólo en muy pequeño grado son producto del origen de los temas: reflejan principalmente la época y el país donde se compusieron los poemas. Y no nos equivocaremos mucho si tomamos las montañas y fiordos de Noruega, y la vida de las pequeñas comunidades en esa tierra aislada, como el trasfondo físico y social de estos poemas: la vida de un tipo especial de agricultura, combinada con aventuras marinas y pesca. Y la época: días del declive de una cultura pagana especial, individual, no elaborada materialmente, pero altamente civilizada en muchos aspectos, una cultura que poseyó no sólo (en cierto grado) una religión organizada, sino un conjunto de leyendas y poemas organizados y sistematizados en parte. Días del declive de una fe, cuando con un súbito cambio el mundo del sur estalló en llamas, y su saqueo enriqueció las estancias de madera de los caudillos nórdicos hasta que brillaron de oro. Entonces llegó Harald Cabellera Hermosa, y un gran reino, y una corte, y la colonización de Islandia (como un incidente en una vasta serie de aventuras), y las desastrosas guerras de Ólaf Tryggvason, y el apagarse de la llama hasta convertirse en la tenue ascua de la Edad Media, los impuestos y regulaciones comerciales, los arenques y el correteo de los cerdos.

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Es probable que con esta floritura característica mi padre terminara su conferencia; en cualquier caso (aunque el texto manuscrito continúa, y pronto se convierte en una reflexión sobre poemas individuales) parece adecuado terminar aquí. [34]

Adjunto diversas notas y breves apuntes sobre diferentes temas que es mejor tratar por separado, como sigue.

1. La Edda Prosaica de Snorri Sturluson.

2. La saga de los völsungos (Völsunga Saga).

3. El texto de los poemas.

4. La grafía de los nombres nórdicos.

5. La métrica de los poemas.

6. Notas del autor sobre los poemas.

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