APÉNDICE A
Una breve explicación sobre los orígenes de la leyenda

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I Atila y Gundahari

En ambas Baladas mi padre usó la expresión «señor(es) borgundos», principalmente en referencia a Gunnar, o a Gunnar y Högni (que también son llamados «gjúkings» y «niflungos»). En el comentario a La balada de los völsungos, VIL 15, he explicado que mi padre derivó el nombre «borgundo» de la única vez que aparece en Atlakviða el título vin Borgunda, «señor de los burgundios», aplicado a Gunnar, y que en ninguna otra parte de la literatura nórdica se recuerda a Gunnar como burgundio. En este título aparece uno de los principales elementos de la leyenda.

Los burgundios eran originalmente un pueblo germano oriental surgido de Escandinavia; dejaron su nombre en Bornholm (en nórdico Borgunda holm), la isla que surge del Báltico al sureste de la punta sur de Suecia. En el poema en inglés antiguo Widsith se mencionan junto con los godos orientales (ostrogodos) y los hunos: «Atila gobernaba a los hunos, Ermanarico a los godos, Gifica a los burgundios», que puede interpretarse como un recuerdo de una época en que los burgundios todavía habitaban en «Germania del este»; pero se dirigieron al oeste hacia el Rhineland; y fue allí donde los alcanzó el desastre.

A principios del siglo V se asentaron en la Galia, en un reino en la ribera occidental del Rhin cuyo centro era Worms (sur de Frankfurt). [494] En el año 435, dirigidos por su rey Gundahari, los burgundios, impelidos según parece por la necesidad de territorio, se embarcaron en una expansión hacia el oeste; pero fueron aplastados por el general romano Aecio y obligados a buscar la paz. Dos años más tarde, en 437, fueron vencidos por un ataque masivo de los hunos, donde Gundahari y gran parte de su pueblo perecieron. Generalmente se supone que el romano Aecio, cuya misión principal era defender la Galia de los ataques de los bárbaros, llamó a los hunos para destruir el reino burgundio de Worms. No hay ningún motivo para suponer que Atila fuera el líder de los hunos en esta batalla.

Pero los burgundios del Rhineland no fueron completamente aniquilados en 437, pues hay datos de que en 443 se permitió a los supervivientes asentarse como colonos en la región de Saboya. Una curiosa imagen de ellos se encuentra en los escritos de Sidonio Apolinar, un cultivado aristócrata galo-romano, político imperial, y poeta, nacido en Lyon hacia 430, y en sus años posteriores obispo de Clermont, la ciudad principal del Auvergne. En sus cartas dejó un retrato de las costumbres y el modo de vida en la extraña sociedad del sur de la Galia en el siglo V.

Para el fastidioso Sidonio los toscos burgundios eran repelentes y su cultura carecía por completo de interés. En un poema satírico se quejaba humorísticamente de tener que sentarse entre los bárbaros de largos cabellos (que lo apreciaban en exceso), y de soportar el habla germana y alabar con cara seria las canciones cantadas por los glotones burgundios de dos metros de altura, que se engrasaban el pelo con manteca rancia y apestaban a cebolla. Así, gracias a él no sabemos nada de las canciones que cantaban los contemporáneos de Gundahari y Atila, sino sólo que su propia musa huyó del ruido.

Que conservaban sus tradiciones, por grande que fuera el desastre de 437, se sugiere en un código de leyes burgundio ordenado por el rey Gundobado hacia principios del siglo VI, donde se citan los nombres de los reyes ancestrales: Gibica, Gundomar, Gislahari, Gundahari. Todos estos nombres aparecerán en la leyenda posterior, aunque no pueden saberse cuáles fueron las relaciones históricas entre ellos. Gundahari es Gunnarr (vin Borgunda) en nórdico. Aparece en inglés [495] antiguo con la forma Guðhere: en el poema Widsith, el trovador dice que cuando estaba «entre los burgundios»

me þaer Guðhere forgeafglædlicne maððum

songes to leane;næs þæt sæne cyning.

(Allí me dio Guðhere una gloriosa joya en recompensa por mi canción: no era un rey codicioso.) En la tradición germana es Gunther.

Gibica, en la forma Gifica, aparece en Widsith como el gobernante de los burgundios junto con los gobernantes de los godos y hunos mencionados antes. En nórdico el nombre experimentó un cambio fonético a Gjúki, que es el padre de Gunnar; en versiones de la tradición germana Gibeche es igualmente el padre de Gunther; pero (sobre todo a la vista de la aparición de Gifica en Widsith) puede que históricamente fuera un ilustre antepasado de una época anterior.

«Es fácil comprender», escribió R. W. Chambers en su edición de Widsith (1912), «por qué la historia de la caída de Gundahari y sus hombres en batalla contra los hunos no era de interés solamente a los burgundios, sino a todos sus vecinos, hasta que, con el paso de los siglos, fue conocida de un extremo a otro de Germania. Ocho siglos después de su lucha Gundahari era aún recordado desde Islandia a Austria».

Mi padre no estaba del todo de acuerdo con esta opinión. En las notas para conferencias sobre el conocimiento de la leyenda de los völsungos entre los poetas del inglés antiguo, dijo: «El relato de Guðhere trata de la caída después de la gloria, y una caída súbita, no un lento declive, un desastre repentino y abrumador en una gran batalla. Es también la caída de un pueblo que ya había tenido una carrera aventurera, y alteró las cosas en el oeste por su intrusión y por el ascenso de un poder considerable en Worms. Es fácil ver cómo su derrota a manos de Aecio sólo dos años antes pudo haber sido magnificada de modo dramático en la leyenda para convertirse en la derrota a manos de los hunos (si no está realmente conectado con la historia, como bien pudiera haber sucedido). [496]

»Guðhere, ya valiente y desprendido como jefe en Widsith, debe haber sido muy famoso. La mera caída, sin gloria previa, no conmovía a los juglares hasta la admiración y la piedad. Sin embargo, probablemente no nos equivocamos al deducir que debió de haber, muy pronto, algún otro elemento aparte de la desgracia para que así el relato adquiriera el fuego y la vitalidad que tuvo, y pervivir como lo hizo durante siglos. Apenas podemos imaginarlo. ¿El oro? Bien puede haber sido que el oro, o la adquisición de algún tesoro (que más tarde todavía se conectaría con algún famoso oro legendario), se introdujera para explicar el ataque de Atila, que es representado (cuando la historia o la leyenda no están de su parte) como codicioso y avariento. De este modo, es posible que Guðhere se conectara con el tesoro más famoso de todos, el del dragón de Sigemund (en inglés antiguo), o Sigurd (en nórdico antiguo).»

Mi padre no pretendía dar a entender que, en la historia, Atila fuera el líder del ataque a los burgundios en 437, pues no hay pruebas de ello. Vio que «Atila sólo aparece en la historia por una pronta simplificación, legendaria o dramática, y una ampliación de la importancia de la batalla en la que pereció Guðhere. Se convirtió en parte esencial de ella». En el siglo VIII, el historiador lombardo Pablo el diácono (monje de Monte Casino), conocía a Atila como el enemigo; y por su relato se ve que para entonces la tradición era que Gundahari no murió en su propia ciudad de Worms, sino que marchó al este para encontrarse con Atila: y esto era un rasgo invariable de la leyenda en todas sus formas.

Por profunda que fuera la impresión causada en la leyenda germánica por la colosal figura de Atila, no hay ocasión en este libro para esbozar la historia del más famoso de todos los reyes bárbaros, que necesariamente implica las complejidades políticas y militares, a menudo oscuras, de sus relaciones con el Imperio en decadencia; y de hecho en el desarrollo de la leyenda en nórdico, podría decirse que su modo de morir es más importante que su vida. Al mismo tiempo no hay ninguna necesidad, creo, de pasar por alto la visión extraordinariamente clara de ese temible tirano y destructor que sobrevive desde hace más [497] de quince siglos (en contraste con Gundahari, de cuyas características personales no sabemos nada en absoluto).

Esto se debe a un historiador cabal y bien informado llamado Prisco de Panium (una ciudad de Tracia), cuya gran obra en griego De Bizancio y los hechos conectados con Atila sobrevive, lamentablemente, sólo en fragmentos; pero uno de esos fragmentos contiene la historia de su viaje a Hungría como miembro de una pequeña delegación diplomática enviada por Constantinopla, capital del Imperio Oriental, ante Atila en el verano del año 449. Atila recibió a la embajada romana en la aldea de edificios de madera que era su cuartel general, en medio de una amplia llanura sin piedra ni árbol; y Prisco no sólo observó con atención el banquete que presidía Atila, y mucho más, sino que lo describió con tanto detalle como para sugerir que fue tomando notas de lo que veía todo el tiempo. En este relato único de un banquete bárbaro en la Edad Heroica, Prisco describe la elaborada e interminable ceremonia en la que Atila bebe a la salud de cada invitado, y el gran festín servido en platos de plata saqueados con copas de oro y plata también saqueadas… en contraste con la simpleza sin adornos de Atila, que bebía en una copa de madera y sólo comía carne, en un plato de madera. Describió la diversión ofrecida: había cantantes que alababan las grandes gestas de Atila; había un loco, y un enano bufón, que provocaban fuertes risas, pero no de Atila, que permanecía sentado en sombrío y rígido silencio. Pero cuando su hijo menor Ernac entró en la sala, Prisco vio que Atila lo miraba «con mirada suavizada», y le acariciaba la cara. Le pidió a un huno que estaba sentado junto a él una explicación, y éste le replicó que los adivinos le habían dicho a Atila que las fortunas de su familia caerían, pero serían devueltas a la grandeza por este hijo. La fiesta se prolongó hasta muy entrada la noche, pero los romanos se retiraron prudentemente mucho antes de que terminara.

Una descripción del aspecto físico de Atila se encuentra en la obra de un historiador de los godos del siglo VI llamado Jordanes, y esta descripción deriva directamente de Prisco, aunque el original se ha perdido. Era bajo de estatura, ancho de pecho; sus ojillos brillantes se enmarcaban en un rostro grande; tenía la nariz chata y la piel cetrina, [498] la barba revuelta y moteada de gris. Su paso era altivo, y tenía una forma de mirar a un lado y a otro, «de modo que el poder de su gran espíritu aparecía en el movimiento de su cuerpo».

Más importante para la gran evolución de la leyenda fue el gran acontecimiento del año 451, la batalla más famosa de esa época. En ese año Atila se dirigió con un gran ejército hacia el Rhin, y preparó un ataque sobre la Galia por motivos no detallados. Los hunos habían destruido el poder ostrogodo en el este en el siglo IV, y Atila gobernaba un gran dominio sobre varios pueblos, como habían hecho los godos con Ermanarico (ver el comentario sobre La balada de Gudrún, estrofa 86, p. 482). En su imperio, y también en sus ejércitos, había muchos germanos del este; y ahora en sus huestes se encontraban los ostrogodos con su rey Valamer, los gépidos con Ardarico, rugios, turingios, y guerreros de otras naciones. Contra ellos se alzaban en incómoda alianza los visigodos (los godos occidentales) de Tolosa (Toulouse) con su anciano rey Teodorico, Aecio el general romano, burgundios de sus nuevas tierras en Saboya, francos, incluso un contingente de sajones. La batalla es conocida como la batalla de los Campos Cataláunicos (la llanura de Champagne); se libró en la región de Troyes (a ciento cincuenta kilómetros al sureste de París).

Del curso de la batalla se sabe muy poco. Jordanes, escribiendo un siglo más tarde, dijo que fue «bellum atrox, multiplex, immane, pertinax» (feroz, confusa, monstruosa, implacable). Teodorico, rey de los visigodos, fue uno de los muchos caídos. La lucha continuó hasta la noche, y Atila se retiró a su campamento, que había fortificado con carromatos. Según Jordanes, tenía una gran pira funeraria preparada con sillas de montar sobre la que pretendía ser quemado antes de que lo alcanzara la derrota.

Pero el ataque final no llegó nunca. La alianza contra él se rompió. De nuevo según Jordanes, la inminente perspectiva de la destrucción total de los hunos llenó a Aecio de alarma. Su mayor temor era el poder del reino visigodo en el sur de Francia, con capital en Toulouse; y a pesar de la ansiedad del joven rey de los visigodos, Turismundo, por vengarse de los hunos por la muerte de su padre en la batalla, Aecio [499] le aconsejó que regresara a Toulouse, no fuera a ser que sus hermanos se apoderaran del trono en su ausencia. Turismundo aceptó este consejo («sin percibir su duplicidad»); los visigodos marcharon del campo de batalla, y Atila pudo escapar de la Galia.

En el año 452, tras la gran batalla, Atila cruzó los Alpes, y llegó a Italia desde el noreste. Las ciudades del norte italiano no fueron sólo saqueadas por los hunos, sino que en algunos casos fueron arrasadas por completo. Aquileia, en el Adriático, que como fortaleza y gran centro comercial era una de las ciudades más destacadas del norte de Italia, fue también destruida de tal manera que cuando Jordanes escribió su obra, un siglo más tarde, apenas quedaba nada que ver de ella. Patavium sufrió el mismo destino y, aunque al contrario que Aquileia volvió a alzarse, es un hecho sorprendente que Padua no tiene restos romanos.

Pero Atila nunca cruzó los Apeninos para dirigirse a Roma. Fuera cual fuese el motivo, regresó a Hungría; y al año siguiente, 453, murió. La historia de su muerte se conoce por Jordanes; pero éste declara explícitamente que seguía la autoridad de Prisco, y que ésta puede considerarse la historia exacta.

En ese año, Atila añadió una más a sus muchas esposas («innumerabiles uxores», en palabras de Jordanes: los hunos eran polígamos). Su esposa era una muchacha muy hermosa llamada Ildico (se considera probable que su nombre se deba a un origen germano, una forma diminutiva de Hild, o cualquier nombre terminado en -hild; quizá una burgundia). En el festín de bodas, Atila se emborrachó mucho y se fue a la cama, «cargado de vino y sueño»; y allí, mientras yacía de espaldas, sufrió una violenta hemorragia nasal, y murió ahogado en su propia sangre. Sus criados lo encontraron al día siguiente muerto y cubierto de sangre, «sin ninguna herida», la novia llorando, cubierta por su velo.

Jordanes describió el funeral de Atila, siguiendo claramente la narración perdida de Prisco. Colocaron su cuerpo en una tienda de seda en la llanura, y los mejores jinetes hunos cabalgaron en círculos alrededor «a la manera de los juegos del circo»; y contaron sus hazañas en una canción funeraria. Después de salvajes y exageradas muestras de [500] pesar y alegría, quemaron su cuerpo de noche, cubierto de oro, y plata, y hierro, con armas tomadas a sus enemigos y muchos tesoros; y entonces, «para que la curiosidad humana fuera apartada de esas riquezas», los que realizaron el entierro recibieron muerte. Del mismo modo, tras la muerte del rey Alarico de los visigodos en 410, los cautivos fueron obligados a desviar de su cauce el río Busento en Calabria, y tras el entierro del rey y el regreso del río a su cauce ordinario, todos fueron asesinados.

Pero la figura de Atila se alzó de su tumba y tomó diferentes formas en los siglos que siguieron. Entre los pueblos latino-parlantes se convirtió en lo que se ha llamado «mitología eclesiástica», y se convirtió en Flagellum Dei, el Azote de Dios, elegido de forma divina para devastar un mundo perverso. En las tierras de Germania había dos tradiciones radicalmente distintas referidas a él: aparece bajo una doble luz, jefe generoso y enemigo monstruoso, y no es difícil ver a qué es debido. En los Campos Cataláunicos hubo un conflicto colosal entre hombres de muchas naciones germánicas. Como he dicho, en las huestes de Atila iban hombres de muchos pueblos germanos del este sometidos a los hunos, especialmente los ostrogodos, y para ellos Atila era el gran rey y caudillo supremo, a quien sus propios reyes rendían pleitesía: de hecho, su mismo nombre Attila parece una forma diminutiva de la palabra goda atta, «padre». En la tradición alemana del sur, cambiado su nombre a Etzel con el paso del tiempo a través de cambios fonéticos, Atila es un monarca benévolo, hospitalario y débil, muy alejado del Atila de la historia.

Pero en tierras más al norte su legendaria imagen derivó de sus enemigos, y de ahí, fuera cual fuese la ruta por la que llegó, los escandinavos derivaron a su sombrío y avaricioso rey Atli, asesino de los burgundios por el tesoro nibelungo.

La historia que Jordanes, siguiendo a Prisco, contó sobre la forma en que murió Atila está basada, más allá de la duda, en el hecho histórico, y el conocimiento de cómo murió lo conoció Chaucer más de novecientos años después. Su pícaro Bulero encuentra en la muerte de Atila una anécdota para ilustrar los males de la embriaguez: [501]

Mira, a Atila, el gran conquistador,
muerto en su sueño, con vergüenza y deshonor,
sangrando por la nariz en embriaguez;
un capitán debe vivir en sobriedad.

Pero un cronista llamado Marcelino Comes, escribiendo en Constantinopla más o menos en la misma época que Jordanes, conocía una historia diferente: Atila fue apuñalado de noche por una mujer. Bien puede ser que esta historia se originara casi a la vez que la noticia verdadera: estaba lista para ser difundida.

En observaciones muy breves sobre este asunto, mi padre esbozó su punto de vista sobre la posterior evolución de la leyenda burgundia cuando la historia de que Atila fue asesinado por su prometida ya había echado raíces. Esa acción debía tener un motivo, y ningún motivo es más probable que la venganza del asesinato del padre de la novia, o sus hermanos. Atila se consideraba ya el líder de los hunos en la masacre de los burgundios en 437 (ver p. 498); ahora, el asesinato se realiza en venganza por la destrucción de Gundahari y su pueblo. Fuera Ildico burgundia o no, su papel en la evolución del drama debió convertirla en tal. Y ella venga a su hermano, Gundahari.

Los rasgos esenciales de la historia burgundia están entonces presentes. Gundahari-Gunnar, vin Borgunda, fue asesinado por Atila-Atli, y por eso éste es asesinado, en su cama, por una mujer. Y la mujer fue Gudrún. Pero de dónde vino el oro es por supuesto una cuestión diferente.

II Sigmund, Sigurd y los nibelungos

A medida que fue evolucionando, la historia de los burgundios se mezcló con una leyenda (o leyendas) de origen y naturaleza diferente: el matador del dragón y su tesoro, y los misteriosos nibelungos (germano Nibelungen, nórdico Niflungar). No puede decirse cuándo esa conjunción y combinación tuvieron lugar, pero parece claro que fue en Alemania, no en Escandinavia. [502]

Es un asunto que provoca muchas preguntas que no pueden ser resueltas con certeza y su estudio ha causado varios desacuerdos. Mi padre se interesó profundamente por el tema, pero en sus conferencias en Oxford lo abordó principalmente por su deseo de transmitir la idea de una poesía heroica desaparecida en la Inglaterra antigua. Como en este libro mi objetivo es presentar su poema expresamente en los términos de sus propias creencias y opiniones, parece mejor introducir este esquema sobre el tema del mismo modo, con la misma cuestión: ¿Qué puede saberse a partir de los restos y referencias fragmentadas de la poesía en inglés antiguo?

De hecho, sólo hay un texto donde buscar una respuesta a esa pregunta, un párrafo de Beowulf. Lo presento en la traducción que hizo mi padre del poema, realizada, creo, más o menos en la época en que escribió La balada de los völsungos y La balada de Gudrún.

Al regresar al salón de Heorot tras su cabalgada al pantano donde Grendel se ha arrojado para morir, los caballeros escuchan a un juglar del rey.

Entonces un sirviente del rey, un hombre cargado con orgullosos recuerdos, que tenía baladas en mente y recordaba una multitud de relatos de antaño (palabra seguida por palabra, cada una verdaderamente relacionada con la otra), este hombre en su rumo empezó con habilidad a tratar en poesía la gesta de Beowulf y con fluido verso a murmurar su dispuesto relato, entremezclando palabras.

Contó todo lo que había oído decir referido a las hábiles obras de Sigemund, un relato asaz extraño, los arduos hechos de los Wælsing y sus múltiples aventuras, hechos de venganza y de enemistad, cosas que los hijos de los hombres no conocían del todo, excepto Fitela que lo acompañaba. En esos días se le requirió que contara algo de esos asuntos al hijo de su hermana, aunque eran camaradas en necesidad en momentos desesperados: a muchos y muchos de la raza de los gigantes habían abatido con espadas. Pues Sigemund fue conocido muy lejos tras el día de su muerte de no poca fama, pues él, recio en batalla, había matado a la serpiente, la guardiana del Tesoro. Sí, él, el hijo de noble casa, bajo la vieja roca solo se atrevió al peligroso hecho. Fitela no le acompañaba; sin embargo fue su fortuna que la espada atravesara a la serpiente de extraña forma y se clavara en la pared, [503] buena hoja de hierro; el dragón murió una cruel muerte. El feroz matador había conseguido por su valor poder, por propia voluntad, disfrutar del tesoro de anillos; el barco en el mar cargó y llevó al fondo de su navío los brillantes tesoros, hijo de Waels era. La serpiente fundió en su calor.

Fue con mucho de los aventureros el más renombrado entre la raza de los hombres por sus hazañas de habilidad, ese príncipe de guerreros, después de que el valor y el poder de Heremod, su poder y habilidad, hubieran fallado…

El resto del párrafo se refiere al rey danés Heremod y no trata sobre el tema que aquí estudiamos. En una conferencia sobre el tema mi padre fijó lo que llamaba «puntos preliminares», consideraciones surgidas sólo de las pruebas en inglés antiguo, sin tener en cuenta nada más. En lo que sigue las ofrezco en forma abreviada, pero son casi por completo sus palabras.

No puede haber ninguna duda seria de que la referencia de Beowulf es a una historia relacionada con las leyendas de otras tierras de los völsungos y los nibelungos. Los nombres Sigemund, Wælsing, Fitela (y su relación nefa y eam [sobrino y tío] de Sigemund), y el dragón con su tesoro deben, por cuestión de filología y leyenda, ser los mismos que en el nórdico antiguo Sigmundr hijo de Völsung, con el hijo de su hermana Sinfjötli. Esto es así a pesar de serias discrepancias: por ejemplo, que Sigemund (no su hijo, de quien no hay trazas de su existencia), mató al dragón; o que una embarcación, no un caballo, es el vehículo para el tesoro.

Los burgundios no se mencionan en Beowulf. Y tampoco muchas de las figuras famosas de la historia germana. El argumento del silencio es peculiarmente peligroso al tratar con restos tan casuales y fragmentarios como los que poseemos de las tradiciones heroicas del inglés antiguo; y podría parecer absurdo cuando se aplican a Beowulf que es un poema, no un catalogo. Sin embargo, hay cierto sentido en este caso. Los nombres burgundios eran conocidos en inglés antiguo, y los temas de verso y relato. No podemos estar seguros de que semejante [504] conexión no estuviera presente en la mente del autor de Beowulf. Pero no lo parece.

Los burgundios son, en efecto, conocidos. Pero donde los encontramos en inglés antiguo hallamos el reverso exacto del caso de Beowulf. En cualquier caso, no hay ninguna referencia a Sigemund Wælsing. El poema Widsith revela un amplio interés en un gran nexo de la leyenda: cierto, está dedicado especialmente a los godos o los pueblos marineros del norte, pero no olvida temas germanos más meridionales. Menciona a Guðhere y a Gifica. No menciona a Sigemund, ni a Wælsing, ni Fitela, ni al dragón (Widsith tiene una tendencia especialmente histórica, en efecto).

Ciertas referencias a los «wælsingas» aparecen en la literatura en inglés antiguo confinadas a Beowulf [mi padre añadió «literatura» por el nombre Walsingham en Norfolk}. Si añadimos a esto la ausencia en nomenclatura de los nombres especiales y peculiares de esta historia en su forma desarrollada (Guðrún, Grímhild, Brynhild), nos veremos obligados a concluir desde el principio que es probable:

que Sigemund Wælsing no tuviera ningún papel protagonista en las tradiciones en inglés antiguo, a pesar de las palabras wreccena mærost utilizadas en Beowulf para referirse a él [en la traducción proporcionada más arriba «de los aventureros el más renombrado»}, que puede ser simplemente la expresión poética de «un famoso aventurero»;

que su relato desde los tiempos pretéritos fuera más bien de estilo mitológico-legendario, no de una de las tradiciones histórico-legendarias;

que no tuviera relación con los burgundios, que desde luego eran figuras originariamente históricas, sino con el oscuro trasfondo de la historia que en el alto alemán ha desaparecido prácticamente de la memoria: la parte que en nórdico antiguo (aunque remodelada y drásticamente alterada) se refiere a los misteriosos völsungos odínicos antes de la llegada de Sigurd. Los nombres son Sigemund, Fitela, Wælsing: de éstos podemos encontrar huellas (incluso fuera de Beowulf). Los nombres, sobre todo los nombres de mujer, que marcan la conexión vital con los burgundios y su caída, [505] no pueden descubrirse en tiempos del inglés antiguo con la forma del inglés antiguo.

Éstas son sólo consideraciones probables. Pero incluso así son importantes. Para el tono, manera y detalles de las referencias en inglés antiguo son particularmente importantes. En general, es probable que encontremos en inglés antiguo alusiones a un estado previo en el desarrollo legendario, antes de la confusión o las combinaciones de días posteriores en otras tierras. Es, por tanto, vital advertir que la interpretación más razonable del material del inglés antiguo es que la historia de Sigemund fue originalmente de un tipo más mitológico y antiguo; que coexistió con la leyenda burgundia, pero aún no estaba conectada con ella.

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El principal problema planteado por el párrafo de Beowulf en su relación con la historia nórdica tal como aparece en la Völsunga Saga es naturalmente el hecho de que, en Beowulf Sigemund es famoso por haber matado a un dragón y haberse apoderado de su tesoro, mientras que en nórdico Sigmund no tiene nada que ver con ningún dragón, y es su hijo Sigurd quien es el famoso matador del dragón. Algunos estudiosos han sostenido que el dragón de Sigemund en Beowulf pertenecía originariamente a Sigurd, pero fue transferido a Sigemund cuando los dos fueron relacionados como padre e hijo. Otros han dicho que no hay ningún motivo para suponer que el autor del poema en inglés antiguo hubiera oído hablar de Sigurd. Algunos han dicho que Sigemund y Sigurd eran en su origen héroes completamente independientes; otros, que un héroe se dividió en dos.

Mi padre aceptaba que su punto de vista era necesariamente especulativo, pero sin embargo lo apoyaba fehacientemente.

«No podemos decir si el inglés antiguo conocía a un famoso hijo de Sigemund. Pero a favor de la respuesta altamente probable “no lo conocía” tenemos estas consideraciones:

»En primer lugar, los grandes héroes (wreccena mærost), sobre todo si no están mediatizados por la historia, suelen generar hijos que continúan [506] o duplican las hazañas de sus padres, para satisfacer el deseo de más, o para introducir nuevos elementos, o relacionarlos con otros relatos.

»En segundo lugar, ningún hijo semejante se menciona en ninguna parte en inglés antiguo.

»Y en tercer lugar, cuando ese hijo aparece, su función es solamente conectar y convertirse en un personaje importante de la historia burgundia, para introducir en ella el oro, y donde existe tiene las hazañas del dragón y el oro de su padre relacionadas con él. Pero en inglés antiguo éstas no se han separado aún de Sigemund.»

Mi padre no discutió en sus notas de conferencias otras opiniones divergentes sobre este tema, aparte de algunas observaciones sobre la idea de que el dragón de Sigemund en Beowulf es un dragón de un tipo muy distinto al de Sigurd, y que de hecho no estaban conectados. «Pero es un dragón —escribió—, y los dragones no son comunes como actores esenciales en las historias germánicas, a pesar de la impresión que da el que destaquen en las historias de los völsungos y en Beowulf. Es muy improbable (aunque difieran en detalle) que no hubiera ninguna conexión entre el wyrm de Sigemund y Fáfnir.

»Esto se refuerza de forma inconmensurable si creemos que para conectar con las historias de Guðhere (Gundahari, Gunnar) se le dio un hijo a Sigemund (naturalmente, su nombre comienza con Sige-), pero que esta etapa, presumiblemente alcanzada primero en la Alta o Baja Alemania, no se alcanzó en inglés antiguo (que probablemente la sacó de fuentes arcaicas, y no reflejó el estado de leyenda contemporánea en Escandinavia y Alemania hacia el año 800 o más tarde).»

También pensaba que el origen de la nueva forja de la gran espada Gram (Gramr), llevada tanto por el padre como por el hijo, se encuentra aquí. El hecho de que el segundo elemento en el nombre del hijo no sea constante parecía ser significativo. En nórdico antiguo es Sigurðr, derivado de una posible forma anterior Sigi-warð, en inglés antiguo Sigeweard y más tarde Siward, mientras que el nombre alemán es muy distinto: Siegfried (Sîfrit) se corresponde con el inglés antiguo Sigefriþ. Que el elemento mund en el nombre del padre sea constante apunta, según pensaba mi padre, a que es la forma más antigua. [507]

Creía que nos encontramos en presencia de la duplicación de un héroe y su maravillosa espada de extraño origen, no que el padre y el hijo fueran una vez seres completamente distintos y desconectados. Eso lleva a la concepción de un héroe legendario de supremo valor y belleza, cuyo nombre empieza con el elemento Sige-, «victoria». Los ojos brillantes de Sigurd (La balada de los völsungos, VIII. 29, IX. 26,59) son probablemente un rasgo original. Con toda probabilidad, sus hazañas más renombradas se referían a un dragón y un tesoro y, posiblemente, a una misteriosa prometida medio-sobrenatural.

Las preguntas fundamentales a la génesis de la leyenda son cómo se produjo que el «héroe del dragón» se mezclara en la historia de Atila y los burgundios, por qué el tesoro de este héroe se llamó el Tesoro de los Nibelungos, y por qué los burgundios mismos acabaron siendo llamados Nibelungos. En la única nota de mi padre sobre estos asuntos, o en cualquier caso la única nota que sobrevive, indicaba muy brevemente su propia opinión (y no siempre es fácil de interpretar), sin duda porque su principal preocupación era el pasaje de Sigemund en Beowulf. Por tanto, no entraré a describir los numerosos intentos por resolver estas preguntas acuciantes, y sólo esbozaré algunos aspectos esenciales. También he evitado necesariamente referirme a la tradición germana, representada principalmente por el Nibelungenlied, excepto donde su evidencia es esencial dentro de estos límites.

Una teoría ampliamente defendida pero en absoluto incontestada se basa en la interpretación del nombre Nibelung (Niflung) como etimológicamente relacionado con un grupo de palabras germánicas que significan «oscuridad» o «bruma» (el alemán moderno conserva la palabra Nebel, «bruma»). Esto tiene relación con varias cosas que se dicen de los nibelungos. Snorri Sturluson dijo de los nietos del rey Gjúki que eran «negros como el cuervo en el color de su pelo, como Gunnar y Högni y los otros niflungar»; y en un poema muy anterior (siglo IX) se les llama hrafnbláir, «negro-cuervo»: en La balada de las völsungos (VII. 10), se dice: «Como cuervos oscuros eran aquellos amigos de cuervos.» [508]

Un elemento esencial en esta teoría es la figura de Högni, tal como aparece en la tradición germana. En el Nibelungenlied su nombre es Hagen, y no es hermano de los burgundios, sino su pariente y vasallo. Feroz y cruel, odia a Siegfried y es su asesino, no se parece al nórdico Högni. En la Thiðrekssaga, una gran compilación realizada en Noruega, en Bergen, hacia mitades del siglo XIII, pero basada en historias entonces actuales en el norte de Alemania, Högni, como se llama en esta obra, es hermanastro de los burgundios, pues un duende o un íncubo durmió con su madre, y el resultado de la unión fue Högni. En la Thiðrekssaga su aspecto es parecido al de un troll, y se dice que estaba todo cubierto de pelo negro y que tenía barba negra. Es especialmente notable el hecho de que el nombre Hagen/Högni no alitera en G, lo que demuestra que no pertenecía originalmente al clan burgundio.

Una evidencia importante aparece al principio del Nibelungenlied. Cuando Siegfried llega a la corte burgundia en Worms, Hagen contempla desde una ventana al magnífico caballero que ha llegado cabalgando en buena compañía; y, al deducir de quién se trata, le cuenta al rey Gunther una historia referida a una gran hazaña de Sigurd. Con el aire de una introducción casual, la historia de Hagen se muestra brevemente en el poema de un modo muy oscuro, y me referiré sólo a los rasgos esenciales para este propósito.

Siegfried cabalgaba un día solo por una montaña, y se encontró con muchos hombres reunidos en torno a un gran tesoro que habían sacado de una cueva. Por motivos que no se explican claramente, Siegfried entró en conflicto con «los osados nibelungos», los dos príncipes llamados Nibelung y Schilbung, y los mató, junto con sus amigos. Luchó también contra un enano llamado Alberich, y lo sometió, pero no lo mató: hizo que llevaran de vuelta el tesoro a la cueva de donde había salido, y convirtió a Alberich en el guardián del gran tesoro, y durante el resto de la primera parte del Nibelungenlied tiene el apoyo de guerreros de «Nibelungeland», que se llaman nibelungos. Pero en la segunda parte del poema alemán, que parece basarse en una fuente poética completamente distinta, el nombre «nibelungos» se aplica, algo muy extraño y en una primera lectura del [509] poema muy perturbador, en un sentido totalmente distinto: ahora se refiere a los burgundios, igual que en nórdico.

Hagen también sabía, y se lo cuenta a Gunther, que Siegfried había matado a un dragón y se había bañado en su sangre, con lo cual su piel se volvió tan dura que ningún arma podía herirlo. Pero esto no está asociado con el tesoro nibelungo.

En el Nibelungenlied el tesoro está asociado con un enano, y una cueva en una montaña. ¿Cuál es el significado de los enanos?

En la mitología nórdica nos enfrentamos, en los poemas mitológicos de la Edda y también en el tratado de Snorri Sturluson, con muchos apuntes y observaciones dispersas sobre los seres menores del mundo sobrenatural pagano, inmensamente rico y poblado. En conjunto, es desconcertante, y sin duda hubo en una época todo un mundo de pensamientos y creencias relacionados con estos seres que ahora se ha perdido casi en su totalidad. Sin embargo, teniendo en cuenta que Snorri escribía en el siglo XIII y que tras él se extienden siglo tras siglo de creencias diversas, cambiantes y sin registrar, podemos fijarnos en lo que dice: hay elfos de la luz, Ljósálfar, y elfos oscuros, Dök-kálfar. Los elfos de la luz habitan en un lugar glorioso llamado Álf-heimr (hogar-elfo, mundo-elfo), pero los elfos oscuros «viven en la tierra, y no se parecen a los elfos de la luz en aspecto, pero son mucho más diferentes en su naturaleza. Los elfos de la luz son más rubios que el sol, pero los elfos oscuros son más negros que la brea».

Por lo que podemos decir, parece haber poca diferencia entre los elfos oscuros escandinavos, negros como la brea y que viven bajo tierra, y los Dvergar, los enanos; de hecho, Snorri más de una vez menciona a los enanos como habitantes de Svartálfaheimr, la tierra de los elfos oscuros. El enano Andvari, propietario original del tesoro de Fáfnir, habitaba, según Snorri, en la tierra de los elfos oscuros (ver el comentario a La balada de los völsungos, p. 308): allí guardaba su tesoro dentro de una roca, y allí lo capturó Loki.

Mencionemos brevemente las características de los enanos de la literatura en nórdico antigua. Son principalmente maestros artesanos, los creadores de tesoros maravillosos y armas asombrosas. Los objetos más renombrados de los mitos nórdicos fueron creados por enanos: [510] Gungnir, la lanza de Odín; Mjöllnir, el martillo de Thór, y Skiðblaðnir, el barco del dios Freyr, que podía transportar a todos los dioses, aunque estaba hecho de manera tan complicada que podía doblarse como una servilleta y guardarse en una bolsa.

Los enanos vivían siempre bajo tierra o dentro de rocas (al eco se le llamaba dverg-mál, «habla de enano»); y poseían vastos conocimientos. Si se les capturaba al aire libre después del amanecer se convertían en piedra. Hay un poema en la Edda, Alvíssmál, donde el dios Thór hace muchas preguntas a un enano llamado Allvíss («All-wise», «Todo-sabio»); y Thór lo mantuvo respondiéndole preguntas tanto tiempo que salió el sol. El poema termina con Thór exclamando: «Enano, estás uþþi dagaðr», estás «consumido por el día», el sol te ha capturado.

La cadena de pensamientos que surge de todo esto estará clara, y también la conclusión. Los elfos oscuros, negros como la brea, y los enanos, muy relacionados en la literatura nórdica si no idénticos, guardianes de tesoros en cuevas y rocas; Alberich y Andvari; el origen del nombre nibelungo en conexión con palabras que significan «oscuridad»; el nacimiento «élfico» de Hagen, su aspecto oscuro y como de troll en Thiðrekssaga. Según esta teoría, esto es lo que eran originalmente los nibelungos: seres de la oscuridad, elfos oscuros o enanos, y Siegfried/Sigurd les robó su gran tesoro.

Esta teoría «mitológica», o buena parte de ella, es desafiada de manera radical por otros estudiosos. Por los nombres de los lugares y los nombres personales en la región del asentamiento burgundio hay pruebas que se interpretan como que Nibelung era el apellido de una poderosa familia o clan burgundio. Reduciendo el asunto a su forma más simple, sobre esta base se supone que el clan Nibelungo de Burgundia (puramente humano) o bien poseía grandes riquezas según datos históricos, o bien se les atribuyeron muy pronto; y el «Tesoro de los Nibelungos» era el tesoro familiar de los reyes burgundios.

Que mi padre suscribía la teoría «mitológica» de algún modo está claro; pero su opinión del proceso por el que los burgundios se convirtieron en nibelungos no se expresa con claridad ni por completo en [511] sus escritos. Sugirió (ver este Apéndice p. 498) que la conexión del «héroe del dragón» con el rey burgundio Gundahari empezó con el «oro» como motivo para explicar el ataque de Atila (cuando Atila se había convertido en el líder de los hunos en la destrucción del reino burgundio de Worms). A medida que Gundahari se fue perdiendo en el pasado (escribió), las antiguas leyendas de tesoros fantásticos localizados en el Rhin se unieron de forma natural al famoso rey de Worms: «este tesoro probablemente tenía ya guardianes demoníacos o enanos, pero no tiene por qué haber sido originalmente el oro de Sigemund, aunque bien pudo serlo».

«Parece que el héroe del oro que se introduce en los burgundios ya había congregado a su alrededor al enemigo Niflungar, que le robó la vida, la prometida, y el tesoro. Los burgundios históricos ocupan en parte su lugar, y aunque nunca hay una fusión completa, se oscurecen.» También consideró virtualmente seguro que el Nibelungenlied es el más original «al convertir al demoníaco y cruel Hagen no en un hermano, sino en un asociado vagamente relacionado con los burgundios. Con toda probabilidad Hagen/Högni es una reliquia de alguna antigua figura mítica conectada originalmente con el oro, o en todo caso con la mítica parte pre-burgundia de la historia de “Sigurd”».

Por observaciones como ésta en sus notas tal vez podamos deducir que mi padre veía la génesis de la parte central de la leyenda de este modo. El héroe del dragón era ya el ladrón del tesoro de los oscuros y demoníacos nibelungos (a quienes mi padre veía de modo expreso como «los propietarios originales»), y trajo consigo a la leyenda burgundia la historia de cómo los nibelungos lo mataron en venganza, y se quedaron con el tesoro.

Con la fusión de las dos leyendas, los príncipes burgundios necesariamente se convirtieron en sus enemigos: había que matarlo para que se convirtieran en los poseedores del oro, y arrastraron consigo, como si dijéramos, algo de la oscura naturaleza nibelunga. Fue del lado «nibelungo» de la leyenda compuesta de donde surgió el Hagen «demoníaco y cruel», con su ansia por el oro y su protección hasta la muerte (en el Nibelungenlied), y su implacable odio por Siegfried que lo lleva a asesinarlo. Hagen se asimiló más o menos a los burgundios, [512] y también (como Högni) en la versión nórdica; pero los burgundios por su parte se convirtieron en nibelungos, o niflungar.

Mi padre también supuso que la prometida demoníaca era parte de la complejidad de la leyenda que llegó con el héroe del dragón a la historia burgundia; y que cuando trajo consigo a sus enemigos los nibelungos, éstos vinieron no sólo como los ladrones de su vida y el tesoro, sino también de su prometida. «Parece probable —escribió—, que el robo de la prometida de Sigurd por los niflungar sea parte de la vieja trama legendaria que pasó a los burgundios. Y la novia-valquiria ha conservado demasiado de su fiereza y su inhumanidad para recibir un tratamiento que tenga éxito completo.»

Así, finalmente, el tesoro robado a Sigurd se convirtió (por una curiosa ironía) en el Tesoro de los Nibelungos (como siempre había sido), pues los burgundios eran ahora los Nibelungos. Y Gunnar se hizo con la valquiria.