Para viajar bien: consejos prácticos

Se considera que el período más agradable para viajar por Egipto se extiende de octubre a marzo; el otoño y el invierno son templados, en el Alto Egipto, con respecto al clima europeo. La temperatura, sin embargo, puede bajar bastante de diciembre a febrero, incluso en Luxor. En El Cairo y en el Delta, a veces hiela. En abril-mayo es temible el jamsin, ardiente tempestad de arena que hace el aire irrespirable. De junio a agosto, las temperaturas son muy altas en el sur.

En cualquier estación hay diferencias de temperatura —importantes a veces— entre la región de El Cairo y el sur del país (Asuán). Hay que desconfiar siempre del aire acondicionado (regularlo… cuando sea posible), que provoca anginas, y de las noches frescas.

En lo que se refiere al vestuario, hay que llevar preferentemente ropa práctica y calzado para cualquier terreno. Son también indispensables: un sombrero para protegerse del sol, una linterna, unos prismáticos y, si se toman fotos, un equipo que sirva al mismo tiempo para pleno sol e interior (tumbas y templos).

Algunas dificultades

El modo más rápido y sencillo de viajar a Egipto es en avión. Pueden utilizarse el barco o el automóvil personal, pero debemos reconocer que el turismo individual tropieza en Egipto con numerosos obstáculos (insuficiente o peligrosa red de carreteras, falta de garajes y de estaciones de servicio, reglas de circulación desconcertantes, etc.). Si no se tienen amigos egipcios para evitar cualquier preocupación material, es recomendable recurrir a una agencia de viajes. Y ahí comienza la aventura. Es preciso leer atentamente los programas ofrecidos y saber que sólo un pequeño número de especialistas organiza correctamente los desplazamientos por el interior de Egipto y el alojamiento hotelero. Por desgracia, el viaje a Egipto resulta hoy bastante caro; las atractivas ofertas a bajo precio reservan, casi siempre, grandes decepciones al llegar. El equipamiento hotelero egipcio es aún insuficiente y sólo las agencias de viaje que conocen perfectamente el mercado local reservan —realmente— plazas en los hoteles anunciados.

Por lo que se refiere a los problemas de salud, algunas sencillas indicaciones: evite todo baño en el Nilo y en los canales, desconfíe del agua, de las bebidas heladas, del aire acondicionado, de las verduras y frutas crudas, y tome medicamentos para prevenir y curar los trastornos intestinales.

Los placeres gastronómicos, por desgracia, no forman parte del viaje al Egipto de hoy. La cocina local no es de las mejores del mundo y nos veremos obligados, en los hoteles (a excepción de algunos grandes restaurantes, muy caros, de El Cairo) y en los barcos, a contentarnos con la «cocina internacional». Nos limitaremos por tanto a comer para subsistir y para tener la mejor forma posible a la hora de explorar los parajes.

Las compras tienen un interés bastante reducido. Resulta distraído pasear por los zocos, del «refinado» de El Cairo al «popular» de Asuán, pero no hay muchas cosas que llevarse. Algunos piensan, claro está, en obtener antigüedades: una estatuilla, un escarabeo, alguna chuchería auténtica…, es un sueño irrealizable. Los objetos antiguos son escasos, de un precio muy alto y sólo pueden encontrarse en algunas tiendas de antigüedades. Es preciso, además, conocer perfectamente el arte egipcio para comprar con acierto. En los principales parajes se ofrecen a los turistas «piezas auténticas», fabricadas en talleres de falsificadores más o menos hábiles. Este batiburrillo suele ser bastante feo. Regateando, podrá obtener una estatuilla por casi nada, si está usted empeñado en llevarse un recuerdo. Conocidísima plaga de Egipto, el bakchich o propina, se exige en todas partes y en cualquier ocasión. Nadie se libra. Resulta por lo tanto necesario llevar una buena provisión de calderilla y respetar una regla de oro: no ofrecer nunca propina antes de que te hayan hecho realmente el favor. También es indispensable discutir el precio de cualquier prestación antes de llegar a un acuerdo, tanto por un desplazamiento en taxi como para una excursión no prevista en la tarifa. Los imprudentes que se lanzaran a ciegas a ese tipo de experiencia se verían condenados, inevitablemente, a desagradables sorpresas e interminables discusiones.

Las molestias del día a día son, a veces, pesadas. Pero el descubrimiento de los tesoros del antiguo Egipto logra que las olvidemos. Para que nos hagan sufrir lo menos posible —repitámoslo—, debemos elegir cuidadosamente la agencia de viajes más competente.