INTRODUCCIÓN
Descubrir Egipto

El viaje a Egipto constituye, para todos aquellos que tienen la suerte de realizarlo, una aventura inolvidable. Quien descubre la prodigiosa civilización de los faraones vive un acontecimiento extraordinario. Egipto no es un país como los demás. En aquella tierra se desarrolló durante cuatro milenios una cultura de inigualable fulgor que sobrevive aún en centenares de monumentos muchos de los cuales son accesibles para los peregrinos de hoy.

Pero el descubrimiento es, a veces, frustrante. El viajero tiene, a menudo, la impresión —perfectamente acertada, por lo demás— de contemplar un arte que se dirige a lo eterno, de pasear por unos parajes donde reina todavía una magia cuyas claves se le escapan. Y cuanto más se descubre el Egipto de los faraones, más se desea descubrirlo, comprenderlo, penetrar sus misterios. Siempre se vuelve a Egipto. Un solo viaje no basta. Lejos de Egipto, se sueña en ese país de los mil y un soles que se levantan sobre los templos y se ponen con una explosión de colores, en las aguas del Nilo, el río-dios.

Es necesario preparar el viaje a Egipto. Se recurre, naturalmente, a las guías. Pero éstas, escritas por especialistas, son muy a menudo complejas y procuran una abundancia de informaciones la mayoría de las cuales sólo interesa a los arqueólogos.

Durante mis numerosos periplos por Egipto, he tenido la ocasión de acompañar a amigos o grupos de apasionados visitantes. He tomado así conciencia de que no existía un libro sencillo, sin pretensiones, que hiciera balance de los conocimientos esenciales para descubrir Egipto y que permitiera abordar los principales parajes con ciertos puntos de orientación.[1]

Tras algunas indicaciones generales, llaves necesarias para abrir las puertas de la historia, la geografía, la religión egipcias, saldremos pues de viaje, deteniéndonos en cada una de las etapas esenciales, desde El Cairo a Abu Simbel. En este recorrido sólo he tenido en cuenta los grandes monumentos, los que siguen hablando para nuestros ojos y nuestros corazones. Existen, claro está, otros parajes, que he citado en anexo, reseñados a los especialistas dado su estado de degradación. Tell al-Amama, por ejemplo, la ciudad solar del célebre faraón Ajnatón, hoy es sólo una soledad desértica donde no subsisten más que algunas piedras, recordatorio de la prodigiosa aventura que allí se desarrolló.

Este libro es una invitación a la fiesta: fiesta de un viaje inolvidable, fiesta para la mirada, fiesta para el espíritu también, pues el antiguo Egipto es una de las más hermosas creaciones del Hombre. Contemplando esas piedras venerables, reviviendo la historia a través de monumentos que son otras tantas obras maestras, se experimenta la sensación de encontrar al Hombre eterno, el que sabe construir, expresar la belleza, dar sentido a la vida.

Como los antiguos griegos, que iban a buscar ciencia y sabiduría a Egipto, abandonemos ahora las brumosas riberas de la vieja Europa y dirijámonos hacia el soleado centro de todas las civilizaciones mediterráneas, hacia el país amado por los dioses.