Hay una broma que los egiptólogos conocen muy bien. Aconsejan al investigador que busca hallazgos que acuda a las principales excavaciones de Egipto, donde le bastará con agacharse para hacer un descubrimiento. Estas excavaciones son el Museo de El Cairo.[30] En esta verdadera caverna de Alí-Babá se amontonan centenares de obras maestras, unas expuestas y otras inaccesibles. La visita a este museo es de lo más frustrante que quepa imaginar. En los viajes mejor organizados se dispone sólo de algunas horas para pasar a toda velocidad ante esas maravillas. Convendría detenerse, fijarse en los detalles, colocar esta estatua o aquella estela en su contexto religioso, histórico, social. Serían necesarias varias vidas para estudiar y apreciar los miles de objetos, grandes y pequeños, recogidos en el Museo de El Cairo, creado en 1858 por el francés Auguste Mariette e instalado en sus actuales locales a comienzos del siglo XX.
Sólo cabe dar un consejo: visite lo más a menudo posible el museo, piérdase una y otra vez en él. Nunca agotará su capacidad de depararle sorpresas.
Es imposible describir aquí las obras que se conservan en el museo, ni siquiera dar una lista, tanto más cuanto los objetos pueden haber cambiado de lugar, no estar ya expuestos o formar parte de exposiciones itinerantes. Nos limitaremos, pues, a dar algunas indicaciones prácticas. Nos contentaremos primero en la visita de la planta baja, yendo hacia la izquierda y girando, por tanto, en el sentido de las agujas del reloj, después de entrar en el vestíbulo de entrada. Existe, en efecto, una clasificación cronológica aproximada.
En la planta baja puede descubrirse el prodigioso universo de la escultura egipcia, desde el Imperio Antiguo hasta la Época Baja. Vale la pena mirar bien en todos los rincones y recodos, pues se tiene la impresión de estar en el almacén de un anticuario al que le falta lugar para exponer sus tesoros que se ocultan unos a otros.
En el primer piso se conservan los numerosos y fabulosos objetos descubiertos en la tumba de Tutankamón que, por sí solos, merecen una visita en profundidad. Pero hay también conjuntos de mobiliarios fúnebres procedentes de otras tumbas, sarcófagos, colecciones de amuletos, «maquetas» reducidas del Imperio Medio, estelas, etc. Un material colosal, a la medida de la civilización del antiguo Egipto, que dará trabajo a generaciones de investigadores. ¿Cómo no lamentar 13 mala exposición de tantas obras y que otras muchas ni siquiera estén expuestas, algunas de las cuales, salidas del silencio de las tumbas, están hoy perdidas en la penumbra de inaccesibles almacenes? La gran conquista de la egiptología moderna sería, sin duda alguna, la completa reorganización del Museo de El Cairo.