Elefantina (Asuán) fue considerada siempre como la frontera entre Egipto y Nubia, «la tierra del arco». Desde el Imperio Antiguo, los faraones organizaron expediciones para explorar el Gran Sur, someter a tribus a menudo levantiscas y conseguir productos valiosos, comenzando por el oro. Fue Tutmosis III, en el Imperio Nuevo, quien pacificó Nubia e inició la construcción de santuarios, antes de que Ramsés II se afirmara como el mayor constructor de la región.
Un nubio, Piankhy, saldrá de su reino para conquistar Egipto restableciendo las antiguas tradiciones.[52] La XXV dinastía, llamada «etíope», verá cómo suben al trono faraones negros y preservan los valores ancestrales. Y fue en Nubia, durante la agonía de la civilización faraónica, donde sus últimos partidarios buscaron refugio.
En marzo de 1960, el mundo se conmovió al descubrir el peligro que acechaba a Nubia. Nasser y su aliado Jruschev, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, decidieron construir en Asuán una nueva presa que implicaba sumergir toda Nubia, es decir, expulsar a las poblaciones y con ello destruir una cultura y gran número de notables monumentos.
Imposible salvar Nubia. Sin embargo, gracias a la Unesco y a la ayuda financiera aportada por varios países, no todos los edificios quedarían sumergidos. Algunos serían desmontados y montados de nuevo a orillas de la nueva extensión de agua, el lago Nasser, mientras otros serían trasladados al extranjero. Así, el templo de Dendur se encuentra actualmente en el Metropolitan Museum de Nueva York, Debod en Madrid, Taffa en Leyden (Países Bajos) y al-Lesiya en el museo de Turto.
Para descubrir algunos monumentos de la antigua Nubia, la mejor solución consiste en tomar un barco que recorra el lago Nasser, desde Asuán a Abu Simbel. El viaje resulta fascinante y al mismo tiempo desgarrador. Fascinante por la belleza de los paisajes y de los templos, desgarrador porque el viajero siente muy bien que recorre una naturaleza artificial y el Nilo ha sido sustituido por un lago destructor de más de 500 km de longitud.
Cerca de la presa de Asuán, al sur, tres edificios han sido montados de nuevo y reunidos. El templo de Kalabcha, el mayor de Nubia después de Abu Simbel, está consagrado a una tríada formada por Mandulis (Horus), Uadjet (la diosa cobra de Buto) y un joven dios halcón. La arquitectura es poderosa y puede admirarse el «bautismo» del faraón, purificado por Horus y Thot, así como algunas escenas de ofrenda. Imhotep era venerado en aquel lugar, adonde los enfermos acudían para procurar su curación. En el santuario están presentes Isis y Osiris.
El pequeño templo de Beit el-Uali fue edificado por Ramsés II y algunos de sus relieves han conservado sus colores. En el patio se evocan las batallas del faraón contra los nubios, los sirios y los libios. Victorioso, Ramsés recibe como tributos de Nubia anillos de oro, arcos, huevos de avestruz, pieles de leopardo y marfil. También se le ofrecen animales salvajes, como el león, la jirafa, el avestruz y la gacela. Seguido por Anukis, la soberana de la «Tierra del arco» que le concede millones de años, el rey ofrece vasijas a Khnum que magnetiza a Satis, soberana del cielo. Y dos diosas, Isis y Anukis, amamantan al joven Ramsés para infundirle una energía sobrenatural.
Por lo que se refiere al elegante quiosco de Kertassi, que recuerda el de Trajano en Filae, se encontraba a la entrada de las canteras de calcáreo. Las dos columnas de la entrada tienen capiteles con cuatro rostros de Hator, las otras cuatro columnas, capiteles florales. El quiosco sin duda era una etapa en la ruta del viaje de Isis por Nubia.
A 140 km al sur de la presa se encuentra un conjunto de tres templos trasladados desde su lugar de origen y vueltos a montar.
El templo de Uadi es-Sebua, construido por Ramsés II, se caracteriza por su avenida de esfinges. Las seis primeras tienen cabeza de faraón coronado, las cuatro que siguen, cabeza de halcón. El faraón, representado como Osiris en el patio al aire libre, recibe la vida de Horus, de Khnum, de Re-Horakhty y de Isis. Besado por Mut y por Hator, hace ofrenda a las barcas de Amón y de Re-Horakhty.
Dakka es un templo impresionante, dedicado a «Thot del sicomoro», asociado a Tefnut, que toma la forma de una leona. Trasladado 40 km arriba de su paraje original, Dakka se compone de un gran pilono, un patio al aire libre, un pronaos, un vestíbulo, una capilla construida por el rey nubio Arkamani, contemporáneo de Ptolomeo VI, y de un santuario de la época romana.
Al viajero le es dado contemplar allí a una reina ofreciendo Maat a Thot y el maestro de obras por excelencia, Imhotep. La escena más significativa muestra a Thot, en forma de simio, intentando apaciguar a la furiosa leona que ha ido a Nubia para examinar toda forma de vida. Con su prudencia, el dios del conocimiento conseguirá devolverla a Egipto donde el poderío de la lejana diosa es indispensable.
El pequeño templo de Maharraqa data de la época romana. Se ven en él divinidades como Osiris, Isis, Horus y, de nuevo, Thot y Tefnut.
A 180 km al sur de la presa hay dos templos desplazados y una tumba. El templo de Amada es de la XVIII dinastía y fue restaurado en la XIX, presenta una apariencia poco espectacular. Se halla bajo la protección de Re-Horakhty y de Amón y destaca por sus soberbios bajorrelieves. Además de las escenas de ofrenda, el viajero puede admirar escenas de fundación del templo, de coronación, la carrera ritual del faraón, su purificación por Thot y Horus. Hator toca el sistro y maneja el collar menat, el símbolo de la fecundidad espiritual, en favor del faraón. Isis-escorpión besa al monarca para transmitirle su potencia mágica.
Derr es uno de los templos construidos por Ramsés II y el único que se encontraba originalmente en la orilla este. Cuenta con dos salas con columnas y un santuario flanqueado por dos capillas. Allí se veneraba y exaltaba el ka de Ramsés, al que vemos acompañado por su león doméstico. Procesiones de «hijos reales» e «hijas reales» rinden homenaje al soberano que, vestido con una piel de pantera, lleva a cabo ritos en honor de las barcas divinas.
En el santuario, Ramsés vive en compañía de Amón y de Mut, y consuma su carrera de regeneración para la eternidad. Sin duda, en una hornacina excavada en la roca se encontraban cuatro estatuas, la del ka real y tres divinidades más, parecidas a las de Abu Simbel.
Penmut era gobernador de la Baja Nubia y responsable de las canteras durante el reinado de Ramsés VI. En 1937, las escenas pintadas estaban intactas. Hoy apenas se conservan menos de la mitad. Se veía en ellas a Penmut y su esposa en presencia de Thot, sufriendo la prueba del pesaje del corazón, presentándose ante Osiris y venerando a Hator, regente de la montaña de Occidente.
A 60 km al norte de Abu Simbel emerge una isla que alberga las ruinas de una catedral cristiana (siglos VII-VIII). El resto de la colina está sumergido. El lugar desempeñaba dos funciones en la Antigüedad: una de carácter sagrado, con varios templos egipcios; la otra de carácter profano, con una fortaleza. En 536, cuando Justiniano impuso un cristianismo radical, el templo de Isis fue destruido y el del faraón Taharqa transformado en iglesia.
Ibrim desempeñó durante mucho tiempo un papel de paraje refugio, puesto que sólo fue alcanzado en 1172 por una expedición árabe y hubo que esperar al siglo XV para ver cómo sus habitantes se convertían por la fuerza al islam.
Este paraje melancólico es la última etapa antes del descubrimiento de una de las maravillas del arte egipcio: los dos templos de Abu Simbel.