A 50 km al norte de Asuán, el templo de Kom Ombo, construido en un gres muy claro, se levanta sobre un promontorio desde el cual se controlaba la circulación de los barcos por el Nilo. El templo actual, que sustituyó a un edificio construido por Tutmosis III, sólo fue excavado en 1893, hecho que le libró de ser aniquilado. Era el centro de la ciudad de Nubit (Ombo) donde se trabajaba el oro, la carne de los dioses (el verbo nebi significa, por lo demás, «fabricar», «crear»).
Kom Ombo conoció cierta prosperidad en tiempos de los Ptolomeos. Fueron infantes y jinetes pertenecientes a las tropas acantonadas en el sector quienes proporcionaron una ayuda decisiva a la construcción, en tiempos de Ptolomeo V, de un nuevo templo en honor de Apolo, equivalente del Horus el Antiguo.
A causa de su carácter dual, hay una leyenda particular vinculada al paraje. Dos hermanos ejercían su autoridad sobre la ciudad de Nubit. El uno era bueno, el otro perverso. Éste se las arregló para que expulsaran a su competidor, que buscaba la paz y la armonía, pero la población se negó a obedecer a un mal señor. Prefirió el exilio y siguió al hermano bueno. Quedándose solo, el malvado se dio cuenta de que su nuevo poder era vano. Le era imposible por sí solo cultivar los campos. Pero su espíritu retorcido no andaba corto de ideas diabólicas. Recurrió así a la magia negra e intentó utilizar a los muertos para convertirlos en sus esclavos. Enojados al haber sido turbados en su eterno reposo, éstos sembraron granos de arena en los cultivos e hicieron estéril la tierra. Es fácil reconocer a Seth en el mal hermano y a Horus en el bueno. Pero Seth debe tener su dominio, como Horas, y éste será el desierto, sacralizado por la construcción de las moradas de eternidad.
Tutmosis III tradujo esta realidad en forma de una dualidad. Horus el Antiguo y Sobek, un halcón y un cocodrilo, cada uno de ellos a la cabeza de una tríada[47] compartían el templo. Las dos divinidades son terribles y poderosas por igual. Halcón de garras que desgarran al adversario, con inigualable velocidad de ataque, Horas aparecía en las alturas del cielo para matar a los enemigos de Faraón. Cuando Ra, en lucha contra el mal, buscó a un dios para vencer al adversario, la respuesta de su divino escriba, Thot, fue clara y precisa: recurrir al halcón de Kom Ombo.
Reinando sobre la mitad norte del templo, el halcón se ve obligado a entenderse con un cocodrilo, encarnación de Sobek, que es dueño de la mitad sur del edificio. Cerca del templo, un cementerio de cocodrilos momificados recuerda que se criaba con miel y carne a esas temibles criaturas. La velocidad de intervención y la agresividad del cocodrilo en el agua son comparables a las del halcón en los aires. Pero el halcón Horus y el cocodrilo Sobek no son sólo depredadores. Ambos son aliados del sol en su cotidiano combate contra las tinieblas. La potencia luminosa es unas veces halcón y otras cocodrilo. Horus extirpa el mal de la berra, da luz para que todo crezca; Sobek, surgido del océano primordial, es una «gran forma secreta». Fue amamantado por una diosa y se hizo tan robusto que puede llevar a todos los seres en sus lomos. Ayuda a la resurrección de los muertos y hace subir el agua de la crecida para que la tierra sea fértil.[48]
Kom Ombo está consagrado a esta dualidad halcón/cocodrilo: dos entradas, dos corredores misteriosos rodeando el naos, pasajes dobles entre las partes del edificio, dos tipos de culto en el sanctasanctórum dividido en dos partes separadas por un naos. Esta dualidad no es disociación ni oposición. Las dos divinidades están presentes una al lado de otra y, más aún, la una es honrada en la parte del templo consagrada a la otra, y viceversa.
Los dos dioses son el Sol y la Luna, los ojos del rostro del Creador. Y esta dualidad es, sin embargo, una mirada única.
Sólo subsiste parte del recinto del templo, algunas columnas y diversos elementos del pilono del pronaos, de las capillas y del mammisi.
Ante el templo, un pozo (n.º 1) y un mammisi (n.º 2), templo del nacimiento del dios-hijo. Kom Ombo gozaba de una notable instalación hidráulica; en el pozo muy profundo aparecía el agua de la crecida que procuraba al templo un líquido puro y regenerador, procedente directamente del océano de energía.
Al sur del gran patio, a la derecha del templo, hay una capilla dedicada a la diosa Hator (n.º 3). Al norte del sanctasanctórum, en el ángulo opuesto, le correspondía una capilla consagrada a Sobek. La capilla de la diosa contiene momias de cocodrilo.
Del pilono (n.º 4) que constituía la puerta monumental del templo, con una entrada para Sobek y otra para Horus, sólo quedan algunos bloques. Veremos allí la tríada de Sobek, con el rey haciendo ofrenda y saliendo de su palacio, seguido por las enseñas divinas.
El centro del gran patio (n.º 5), flanqueado antaño por columnatas, está ocupado por un altar de sacrificios; en el enlosado, a uno y otro lado de este altar, unos cangilones de granito recogían la sangre de las bestias inmoladas.
La fachada de la primera sala con columnas (n.º 6) está marcada por una puerta doble, con doble purificación del faraón por Horus y Thot, ante Sobek y Horus el Antiguo. Recibido y reconocido por los dos señores de Kom Ombo, Faraón penetraba en esta sala (n.º 7) donde, bajo representaciones cosmológicas desarrolladas en el techo, reconoce la soberanía de dos tríadas divinas en el mismo templo. El rey es coronado dos veces; la primera en presencia de Sobek, la segunda de Horus. El soberano del Alto y el Bajo Egipto, del Sur y del Norte es también dualidad que se convierte en unidad en su persona simbólica.
En la segunda sala de columnas (n.º 8), más pequeña que la precedente, los textos recuerdan que el templo es un libro sagrado cuyos muros son otras tantas páginas cubiertas de jeroglíficos. Es la Regla del templo lo que se revela, con el calendario de las fiestas, el desarrollo de los ritos, el nombre de las fuerzas divinas, la lista de los lugares santos de la provincia.
Veamos una escena importante de esta sala donde prosiguen escenas de purificación y de coronación: Horus el Antiguo entrega al faraón una espada de luz que le permitirá vencer las tinieblas.
Vienen a continuación tres pequeñas salas que preceden al sanctasanctórum. En la primera (n.º 9), el rey crea el templo. Es ayudado por la diosa Sechat, coronada por una estrella de siete puntas. Ella es la que, con el rey asimilado a Thot, celebra el ritual de fundación.
La segunda sala pequeña (n.º 10) es la de las ofrendas. En los muros, un calendario de los ritos. De ahí salía una escalera que llegaba al tejado, donde se celebraba el Nuevo Año y la unión con el disco solar. Las estatuas de culto estaban depositadas en la tercera salita (n.º 11).
Del sanctasanctórum y de las capillas que lo rodeaban queda, por desgracia, muy poco. Estaba dividido en dos partes por un muro. A la izquierda, al norte, el dominio de Horus el Antiguo; a la derecha, el de Sobek Ambos dioses están representados entre las dos puertas del santuario: el señor de las aguas, Sobek, tiene las carnes verdes; el señor del aire, Horus, es azul. Uno y otro animan la fiesta de regeneración del faraón.
Paseando por las ruinas del fondo del templo se descubrirá un sistema de criptas, bloques dispersos y notables escenas, como la que muestra una doble Nut, diosa Cielo. Por su cuerpo circulan el Sol y la Luna.
En la cara interna de la segunda muralla, en el extremo norte, un relieve único en su género: en tres registros superpuestos se representan dieciocho instrumentos quirúrgicos entre los cuales se reconocen con facilidad pinzas, garfios, tijeras, curetas y unas balanzas. Se trata del botiquín de un especialista divino, Horus el Antiguo, que se encarga de curar el ojo herido y dispersado por la locura, la vanidad y la codicia de los hombres.
Para que «ver», es decir «crear» de acuerdo con el pensamiento jeroglífico, sea de nuevo posible, es indispensable curar ese ojo, hacerlo de nuevo sano y completo.[49]