17. Dendera, el dominio de la diosa del amor

A unos 60 km al norte de Luxor, en la orilla izquierda del Nilo, se levanta un gran templo dedicado a la diosa Hator. Capital de la sexta provincia del Alto Egipto, Dendera es una ciudad muy antigua, puesto que una tradición nos indica que allí se celebraban ritos en tiempos de los «Servidores de Horus» que precedieron a los primeros faraones. Durante el Imperio Antiguo, Keops y Pepi I embellecieron la ciudad por la que también se interesó Tutmosis III, en el Imperio Nuevo.

El templo ptolemaico es el último de una serie de monumentos que forman una cadena sagrada. El nombre de su soberana, Hator, significa «morada de Horus». Es el cielo donde nace el halcón Horus, el cosmos donde reina la armonía de las estrellas. A Hator se la representó a menudo en forma de una mujer con orejas de vaca, las más receptivas, o como una vaca celestial que ofrece al faraón la leche de la eterna juventud.

Hator es Temet, «Lo que es», la contrapartida femenina del creador, Atum. Para ella, diosa del Amor, el cielo y las estrellas tocan música, la tierra canta, las bestias salvajes danzan de alegría. Hator siembra malaquitas, esmeraldas y turquesas. Iluminando los cielos, habitando en el sicómoro y la acacia, Hator posee la clave de la felicidad en este mundo y en el otro.

Uno de sus símbolos es el sistro, instrumento de música mágica cuyas vibraciones disipan las ondas negativas y atraen las energías positivas. El templo de Dendera es «el castillo del sistro», siendo asimismo un gigantesco instrumento de música, hecho de piedra, donde resuenan las armonías del cosmos.

image17.jpeg

El embarcadero, el vergel, los establos de las vacas sagradas, la Casa de Vida, los talleres, los recintos de Horus y de Ihy fueron destruidos, pero subsisten edificios importantes.

Atravesemos el gran patio (n.º 5) hasta llegar al templo cubierto cuya fachada se compone de seis columnas en forma de sistros coronados con la cabeza de Hator. Cada sistro muestra cuatro rostros de la diosa, cada uno de ellos orientado hacia un punto cardinal[19] para recordar que Hator es soberana del cosmos.

En el contorno exterior, vemos escenas de fundación y procesiones de mujeres que encarnan las provincias de Egipto, acompañadas por dioses Nilo que aportan al santuario las riquezas de la tierra.

En el extremo exterior del templo, tras el sanctasanctórum, se había esculpido una gigantesca cabeza de Hator, por desgracia muy degradada actualmente.

Regresemos a la entrada del templo cubierto y penetremos en la primera sala de columnas (n.º 7,43 x 25 m). Impresiona de inmediato el clima de recogimiento que reina en aquel bosque de columnas, sumido en la penumbra. A uno y otro lado del eje central, dos grupos de nueve columnas. Por encima de la avenida central, inmensos buitres que portan la corona del Alto Egipto, alternándose con discos solares alados, vinculados a la corona del Bajo Egipto. Los dos aspectos de la realeza se han reunido en el cosmos donde la diosa da a luz al sol que ilumina el templo de nueve rayos.

Sobre el cuerpo de Nut, la diosa Cielo, bogan las barcas solares en el seno de las constelaciones. Dendera es célebre por su Zodíaco, etapa de los misterios osiríacos y por ello uno de los lugares fundamentales de la astrología egipcia. Advirtamos que las ropas de Nut están recorridas por líneas onduladas, evocación de la energía procedente de los océanos de los orígenes.

Columnas y paredes están cubiertas de escenas y textos que revelan ritos como la ofrenda de los dos sistros, para disipar violencia y negatividad, el sacrificio del órix y del cocodrilo, el rito de golpear la pelota que simboliza el ojo peligroso de Seth, la erección del mástil festivo del dios Min para mantener la potencia creadora o la ofrenda del templo del nacimiento.

La ofrenda del vino a Hator se representa varias veces. Los textos evocan la «embriaguez mística» que se apodera del alma de los bienaventurados en el banquete del Conocimiento. Durante la fiesta de la embriaguez, Faraón danzaba ante Hator. No había sombra alguna en su pecho, su pensamiento era recto, su corazón justo y sus manos puras.

Al salir de la primera sala de columnas, entramos en la «sala de la aparición» cuyo techo está sostenido por seis columnas. A ambos lados del eje central, seis estancias. Aquí, la diosa aparece en forma de una estatua colocada en una barca que durante las grandes fiestas salía del templo. Este lugar, está escrito, se construyó en pleno gozo para que Hator se manifestara con todo su esplendor. En las paredes, el rey funda el templo y lo ofrece a su verdadero dueño, la divinidad.

Para comprender el papel de las seis estancias, es preciso asociarlas de dos en dos, según avanzamos. Primera pareja: el laboratorio (n.º 9) y el Tesoro (n.º 10) donde se inscriben listas de productos, ungüentos, santos óleos y materiales preciosos, sin olvidar las recetas alquímicas. Viene luego la cámara del calendario (n.º 11) y la cámara del Nilo (n.º 12) donde se precisan el calendario sagrado y el ritmo divino de las estaciones. Finalmente, las dos últimas estancias (n.º 13 y 14) servían para la circulación de las ofrendas, vinculadas con la «sala de la ofrenda» (n.º 15).

Aquí comienza el conjunto arquitectónico del sanctasanctórum. Cuatro aberturas practicadas en el techo brindan un poco de luz que permite descifrar la lista de las ofrendas inscrita en los muros. Los alimentos sólidos y líquidos son transformados en alimentos espirituales para la divinidad. También en este lugar las procesiones enfilaban por una escalera para subir al tejado del templo.

Entremos en la «cámara del medio» o «sala de la Enéada» (n.º 6). Aquí, el ba de la diosa, su alma-pájaro, descendía del cielo para habitar su morada. Encima de la ventana, un disco solar. El fulgor del sol y la claridad de la luna, la «embriaguez» obtenida por una bebida de inmortalidad son otros tantos aspectos de esta sala junto a la cual se encuentra la cámara de las telas, donde se guardaban los tejidos y vestiduras utilizados durante los rituales.

Tras la cámara del medio viene el sanctasanctórum (n.º 17). Lleva el nombre de «Gran Sede», trono de la divinidad, y está rodeado por un «corredor misterioso» que conecta las capillas.[20]. En el interior de este templo, la barca de la diosa llamada «La que exalta la perfección» y el naos que contiene su estatua de oro. En este lugar donde pocos iniciados penetraban, descubrían los secretos del fuego y de la energía, renacían en forma del halcón que atraviesa los aires y de la serpiente que conoce las profundidades de la tierra, «renovaban su forma», recibían una vista y un oído nuevos.

Un patio (n.º 18) está consagrado al Nuevo Año, momento capital en el que concluye un ciclo y comienza otro. Es un período mágico por excelencia, el de la «Primera fiesta» durante la cual el templo se recarga de energía. En el cielo resuena el eco de las profundidades de la tierra. Como otros templos (Edfu y Kom Ombo), Dendera tiene algunas criptas. Son doce y están situadas en tres niveles. Se trata de cámaras estrechas, largas, algunas de las cuales están excavadas en sus gruesos muros.[21] Allí se conservaban los objetos necesarios para el culto de la diosa, representados por lo demás en los muros para estar eternamente presentes: una jarra de vino, una corona, una clepsidra en relación con el ojo completo, dos sistros, un templo de nacimiento en tamaño reducido, un collar símbolo de fecundidad y un pilono en miniatura.

Estas criptas son pequeños templos donde residían las fuerzas divinas, regeneradas en el silencio.

* * *

Se accede a la terraza por la escalera del sur (oeste simbólico), en cuyas paredes está representada la procesión que asciende. Se la ve descender por la escalera del norte (este simbólico). Encabeza el cortejo el dios con cabeza de chacal, Up-uaut, «El que abre los caminos»; a su lado, Thot, seguido de dioses y sacerdotes. Ocho portan la estatua de Hator en su naos.

El cortejo, del que forman parte el faraón y la reina, se dirige hacia un quiosco situado en el ángulo noroeste de la terraza. Doce columnas con cabeza de Hator sostienen el pequeño edificio situado exactamente por encima de la capilla del trono de Ra. Allí se celebraba el rito de la «unión con el disco solar» durante el cual la estatua de Hator, y a través de ella todos los símbolos del templo, se recargaban de energía luminosa.

En el tejado de Dendera se celebraban otros misterios: los de Osiris, a los que se consagraban dos conjuntos de capillas cuyos textos y representaciones poseen una importancia fundamental. El viajero verá allí un molde del famoso zodíaco de Dendera cuyo original se expone en el Louvre.

* * *

Desprovisto hoy de agua, el lago sagrado (n.º 19) ofrece un curioso aspecto, pues en él han crecido varias palmeras. Su superficie era importante (28 m x 33 m), incluía una escalera en cada ángulo, y sus muros eran algo curvos para evitar la deformación causada por el empuje de las tierras.

En este lago se representaban escenas de los misterios de Osiris. Treinta y cuatro barcas bogaban por sus aguas, ocupada cada una de ellas por una divinidad. Tenían la misión de encontrar las partes del cuerpo de Osiris desmembrado.

* * *

Tras el gran templo de Hator se edificó un santuario consagrado al nacimiento de la diosa Isis (n.º 20). «En aquel hermoso lugar de la noche del niño en su cuna —revela un texto—. Isis fue traída al mundo en forma de una mujer negra y rosada. Su madre Cielo le dijo: eres más antigua que tu madre, de ahí tu nombre de Isis.»[22] La esposa de Osiris, la gran hechicera, es elevada al rango de diosa cósmica, llevando la vida a todo lugar.

* * *

El sanatorio de Dendera (n.º 21) es el único ejemplo conservado de este tipo de establecimiento que existía en otros parajes. Los enfermos seguían allí una especie de cura termal. Se bañaba al paciente en un agua especial que había corrido por una estatua cubierta de textos mágicos, destinados a rechazar el mal y los demonios. El líquido estaba, pues, cargado de fuerzas benéficas que impregnaban el cuerpo y el alma. Al identificarse con el dios vencedor de las tinieblas, el paciente conseguía vencer la enfermedad También bebían esa agua y seguían además una cura de sueño.

* * *

Los mammisis de Nectanebo I (XXX dinastía, n.º 4) y de Augusto (n.º 3) estaban consagrados al ritual del nacimiento del Dios-hijo, que era a la vez Ihy, símbolo de la Gran Obra, y el faraón destinado a reinar.

Ante el mammisi de Nectanebo se levantaba la «Puerta de dar Maat». Allí se colocaba el tribunal encargado de impartir justicia.

Un mammisi es un pequeño templo con un recinto, un portal, un patio, una sala de ofrendas y un sanctasanctórum. En el de Nectanebo puede verse a la diosa amamantando al dios recién nacido para infundirle fuerza y vigor, después de haber sido creado por el dios alfarero Khnum en su tomo.

El mammisi romano está rodeado por un pórtico de columnas cuyos capiteles son rostros de Bes risueño, favorecedor del nacimiento. En los basamentos, una procesión muestra veintinueve formas de la diosa Hator, procedentes de distintas provincias de Egipto. Su función es ahuyentar a los malos espíritus tocando el tamboril y de ese modo asumen el papel de hadas protectoras.

* * *

Protegido por leones gárgolas, custodios vigilantes que nunca cierran los ojos y disipan las nubes peligrosas, el templo de Dendera sigue impregnado de la presencia de Hator, «la diosa de oro, el ojo de la luz divina, la señora del cielo, la gran primordial, el sol femenino».[23]