3. Tanis y la nostalgia del Delta

Heliópolis, Sais, Bubastis, Mendes, Athribis… nombres que sólo son familiares para los especialistas. Se trata, sin embargo, de grandes ciudades del Delta, y cada una de ellas albergaba prestigiosos edificios de los que no subsiste casi nada. Fueron arrasados, pillados, destruidos. El Egipto faraónico del Delta ha quedado reducido al estado de pobres despojos, y debemos limitarnos a los vestigios, como en Behbeit el-Hagar (a 140 km de El Cairo), donde yacen los bloques de un templo dedicado a Isis;[2] como en Bubastis donde algunos bajorrelieves de capital importancia evocan episodios de la gran fiesta de regeneración del faraón.

El único paraje de acceso relativamente fácil y que actualmente merece el viaje es el de Tanis (San el-Hagar), a unos 170 km al nordeste de El Cairo.

En mi primera exploración experimenté la sensación de hallarme lejos de todo, en un mundo devastado, azotado por los vientos. El lugar es duro, desolado, privado de vegetación. Y en esta zona arqueológica de unas 180 hectáreas, agredida por las lluvias invernales y la erosión, se cruza la monumental puerta del faraón Sheshonk III, flanqueada por colosos, antes de avanzar por un suelo arenoso lleno de obeliscos destrozados, estatuas dañadas, arquitrabes y columnas arrojadas por el suelo, colosales bloques que dan testimonio de la presencia de varios templos.

Durante los últimos años, gracias a Philippe Brissaud, el aspecto del paraje ha cambiado un poco, en la medida que cierto número de estos vestigios han sido instalados sobre zócalos aislantes. Algunas estatuas han sido levantadas, pero sólo las obras de granito han sobrevivido parcialmente, pues los bloques de calcáreo, aquí como en el resto del Delta, desaparecieron en los hornos de cal.

Paseando por ese museo al aire libre, impresiona la insistente presencia de Ramsés II, representado junto a la diosa Sekhmet, «la Poderosa», que puede dar la vida o la muerte, o erguido también entre dos divinidades con forma de coloso. ¿Sería Tanis la capital de Ramsés el Grande?

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Sabemos hoy que Pi-Ramsés se encuentra en el paraje de Qantir y que Tanis, en realidad, acogió varios de sus monumentos llevados hasta allí para embellecer esa ciudad que se desarrolló hacia finales de la XX dinastía, antes de acceder al rango de capital durante las XXI y XXII dinastías (1069-715). Pero ¿cómo interpretar la presencia de monumentos más antiguos, que datan del Imperio Medio? ¿Se trata, como las obras ramésidas, de obras maestras destinadas a hacer más suntuosa la ciudad o demuestran que ese paraje estratégico fue tempranamente ocupado?

En la confluencia del brazo tanítico del Nilo y de una derivación del brazo pelusíaco, ambos navegables, Tanis, una especie de Venecia egipcia según Kees, era un puerto comercial frecuentado por los barcos egipcios. Hoy existe acuerdo en pensar que el desarrollo de Tanis, bajo el reinado de Susennes, correspondió a un objetivo preciso: convertirla en la Tebas del Norte, con templos dedicados a la tríada compuesta por el Padre, Amón, la Madre, Mut, y el Hijo, Khonsu. De esos edificios, por desgracia, sólo quedan rastros en el suelo y algunos elementos esculpidos.

Muchos tesoros de Tanis fueron llevados a museos, como la «estela del año 400», encontrada por Mariette en 1863, vuelta a enterrar luego y redescubierta en 1933. Evoca el cuarto centenario del reinado del dios Seth, venerado por Ramsés como detentador del fuego celestial.

Aunque los templos de Tanis hayan desaparecido, queda la necrópolis real, excavada en 1939 por Pierre Montet. Desgraciadamente para el arqueólogo y para el paraje, el acontecimiento se produjo poco antes del comienzo de la segunda guerra mundial y no tuvo por lo tanto la resonancia que merece. Sin embargo, sacar a la luz tumbas no violadas en Egipto es una especie de milagro. Pero estaba escrito que la salvaje Tanis debía permanecer en la penumbra.

Según las indicaciones proporcionadas por Georges Goyon, los artesanos utilizaron unos 60 kg de oro y 200 kg de plata para modelar sarcófagos y joyas. Las tumbas están decoradas con notables escenas consagradas, por ejemplo, a la transformación del faraón en Osiris y al periplo de las barcas solares. Es lamentable que sigan cerradas para los visitantes, y es deseable que las moradas de eternidad de los faraones Osorkón II, Susennes y Sheshonk III sean por fin accesibles. Constituyen, en efecto, un momento importante de la visita a Tanis, paraje feroz que debemos aprender a descifrar.[3]