Antes de abandonar la linda casa de la Salamandra, señalaremos aún algunos motivos situados en el primer piso, los cuales, sin presentar tanto interés como los precedentes, no están desprovistos de valor simbólico.
A la derecha del pilar que lleva la imagen del leñador, vemos dos ventanas contiguas, una cegada y la otra con vidriera. En el centro de los arcos conopiales, se distingue, en la primera, una flor de lis heráldica[128], emblema de la soberanía de la ciencia que, por extensión, se convirtió en el atributo de la realeza. El signo del adeptado y del sublime conocimiento, al figurar en los escudos reales a raíz de la institución del blasón, no perdió en absoluto el sentido elevado que implicaba, y sirvió siempre desde entonces para designar la superioridad, la preponderancia, el valor y la dignidad adquiridos. Por esta razón, la capital del reino (París) tuvo permiso para añadir, a la nave de plata en campo de gules de sus armas, tres flores de lis colocadas en jefe en campo de azur. Encontramos, por supuesto, el significado de este símbolo claramente explicado en los Anales de Nangis: «Los reyes de Francia acostumbraban llevar en sus armas la flor de lis representada por tres hojas, como si dijeran a todo el mundo: Fe, Sapiencia y Caballería son, por la provisión y por la gracia de Dios, más abundantes en nuestro reino que en los otros. Las dos hojas de la flor de lis que son iguales significan sentido y caballería que conservan la fe».
En la segunda ventana, no deja de suscitar curiosidad una cabeza rubicunda, redonda y lunar, coronada por un falo. Descubrimos en ello la indicación, muy expresiva, de los dos principios cuya conjunción engendra la materia filosofal. Este jeroglífico del agente y del paciente, del azufre y del mercurio, del Sol y de la Luna, padres filosóficos de la piedra, es lo bastante elocuente para suministrarnos la explicación.
Entre esas ventanas, la columnilla medianera lleva, a guisa de capitel, una urna semejante a la que hemos descrito al estudiar los motivos de la puerta de entrada. No tenemos, pues, que renovar la interpretación ya dada En la columnilla opuesta, continuando hacia la derecha, está fijada una figurita de ángel con la frente adornada con cintas, con las manos juntas, en actitud orante. Más allá, dos ventanas, en ajimez como las precedentes, presentan encima del dintel la imagen de dos escudos con el campo ornado con tres flores, que son el emblema de las tres reiteraciones de cada obra sobre las cuales nos hemos extendido frecuentemente en el curso de este análisis. Las figuras que hacen las veces de capiteles en las tres columnas del ventanaje ofrecen, respectivamente, y de izquierda a derecha: 1.º una cabeza de hombre que creemos sea la del propio alquimista, cuya mirada se dirige hacia el grupo del personaje que cabalga el grifo; 2.º un angelote que estrecha contra su pecho un escudo acuartelado que la lejanía y el escaso relieve nos impiden detallar; 3.º, finalmente, un segundo ángel que expone el libro abierto, jeroglífico de la materia de la Obra, preparada y susceptible de manifestar el espíritu que contiene. Los sabios han llamado a su materia Liber, el libro, porque su textura cristalina y laminosa está formada por hojitas superpuestas como las páginas de un libro.
En último lugar, y tallado en el fuste del pilar extremo, una especie de hércules, completamente desnudo, sostiene con esfuerzo la enorme masa de un bafomet solar inflamado. De todos los temas esculpidos en la fachada, es el más grosero y el de ejecución menos afortunada. Aunque de la misma época, parece cierto que este hombrecillo rechoncho y deforme, de vientre meteorizado y órganos genitales desproporcionados, debió de ser labrado por algún artista inhábil y de segundo orden. Con excepción del rostro, de fisonomía neutra, todo parece desagradable a placer en esta cariátide desafortunada. Con los pies apisona una masa incurvada, provista de numerosos dientes, como la boca de un cetáceo. Nuestro hércules podría así querer representar a Jonás, ese profeta menor milagrosamente salvado tras haber permanecido tres días en el vientre de una ballena. Para nosotros, Jonás es la imagen sagrada del León verde de los sabios, el cual queda durante tres días filosóficos encerrado en la sustancia madre, antes de elevarse por sublimación y aparecer sobre las aguas.