Notas

[1] Véase E. Mandel, Late capitalism, Londres, 1975 [El capitalismo tardío, México, Era, 1979], capítulo 4, para una exposición detallada de estas contribuciones, así como de toda la controversia sobre las ondas largas de los últimos ochenta años. <<

[2] Un excelente repertorio bibliográfico de la literatura y la controversia sobre la ondas largas lo proporciona Kenneth Barr, «Long waves: a selective annotated bibliography» Review, Binghampton, 2, 1979, p. 675. Las únicas omisiones destacables son dos obras alemanas: Hans Rosenberg, Grosse Depression und Bismarckzeit, Berlín, 1967, que posee una extensa bibliografía, y Gerhard Mensch, Das technologische Pait, Francfort, 1975. <<

[3] W. W. Rostow, The world economy, history and prospects, Austin, 1978 [La economía mundial, Barcelona, Reverte, 1983]. <<

[4] Angus Maddison, «Phases of capitalist development», Banca Nazionale del Lavoro Quarterly Review, junio de 1977, p. 103. Ésta es una versión ampliada de la ponencia presentada en la conferencia de 1977 del Congreso Mundial de Economistas celebrada en Tokio. <<

[5] Jay Forrester en la revista Fortune correspondiente al 16 de enero de 1978. Esta entrevista es un resumen de un tratamiento más extenso del mismo autor sobre el tema de las ondas largas: «Business structure, economic cycles and national policy», Futures, 1976, pp. 195-214. <<

[6] Sobre esta cuestión, véase la bibliografía reseñada en la nota 2: Barr, Review, 2, 1979, p. 675. Andre Gunder Frank defiende con fuerza la idea de que una onda larga ascendente comenzó hacia 1789. <<

[7] Abundan especialmente entre los seguidores de Cassel-Kitchin-Woytinski y en la escuela francesa basada en los trabajos de François Simiand. <<

[8] Elmar Altvater, Jürgen Hoffman y Willi Sernmler, Vom Wirtschaftswunder zur Wirtschaftskrise, Berlín, 1979, pp. 25-26. <<

[9] Véase Robert Rowthorn, New Left Review, 1976, p. 59 [«“El capitalismo tardío” de Ernest Mandel», En Teoría, 3, octubre-diciembre de 1979], y Erick Olin Wright, Class, crisis and the State, Londres, 1978, p. 164 [Clases, crisis y Estado, Madrid, Siglo XXI, 1978]. Además, quisiera plantear la modesta pretensión de no pertenecer a aquéllos que solo parecen lúcidos a posteriori. Predije el cambio de una onda larga expansionista a una onda larga depresiva antes de que se produjera («The economics of neo-capitalism», The Socialist Register, 1964, p. 56), y fijé con bastante precisión el punto de inflexión hacia finales de los años sesenta. <<

[10] Una variante reciente se basa en el denominado teorema de Okishio, que postula que, dado que ningún empresario está dispuesto a introducir una nueva tecnología que no mantenga o incremente la tasa de ganancia, lo que es cierto para cada empresa en particular también debe ser válido para la economía en su conjunto. Obviamente este teorema no comprende bien la naturaleza misma del capitalismo (es decir, la producción y propiedad privadas), olvidando de esta manera que los agentes económicos, incluidos los empresarios, no pueden prever correctamente el resultado global objetivo de sus decisiones, que puede ser contrario al deseado. Hace abstracción de la naturaleza misma de la competencia capitalista. Lo que es bueno para ciertas empresas no lo es necesariamente para todas. Para una buena réplica al teorema de Okishio, véase Anwar Shaikh, Cambridge Journal of Economics, 1978. <<

[11] El marxista húngaro P. Erdós, «A contribution to the interrelation between the theory of reproduction and that of business fluctuations», en For the progress of marxist economics, Budapest, 1967, ha criticado, desde una perspectiva marxista, el concepto de ganancia ex ante como determinante decisivo de los ciclos comerciales, insistiendo en su carácter psicológico (es decir, subjetivo). Sin embargo, no es difícil demostrar que estas expectativas de ganancia ex ante, que determinan las decisiones en materia de inversión, no son en absoluto subjetivas, sino que vienen a ser funciones de factores objetivos, entre los cuales figuran las ganancias ex post del período anterior (año, ciclo de reproducción, etc.), las tendencias del mercado, las perspectivas del mercado, etcétera. <<

[12] Para un resumen y una amplia antología sobre esa controversia, véanse L. Colletti y C. Napoleoni (comes.), futuro del capitalismo: crollo o sviluppo?, Bari, 1970. <<

[13] Hemos tratado este tema, inter alia, en Late capitalism, Londres, 1975, pp. 149-58, y en nuestra introducción al libro I de Capital, Harmondsworth, Middlesex, 1976. <<

[14] Véase Karl Marx (por ejemplo, sobre las fluctuaciones de los salarios reales durante períodos de boom), Capital, capítulo 32; Marx-Engels-Werke, Berlín, 1969, vol. 25, pp. 529-30, 876 ss. <<

[15] Christian Sautter, «Phases et formes structurelles du capitalismo japonais», Quatre economies dominantes sur longue période, Institut National de la Statistique et des Etudes Economiques, París, 1978, pp. 178-79. Las cifras están basadas en los cómputos de Ohkawa-Rosovsy, Japanese economic growth, Stanford, 1978, y C. Sautter, Le ralentissement de la croissance au Japon et en France d’ici 1980, París, 1978. <<

[16] Sidney Homer, A history of interest rates, New Brunswick, 2." ed., 1977. Para los tipos de interés a largo plazo en Gran Bretaña, véanse pp. 505 y 195-96; para los tipos de interés a largo plazo en EEUU y Suiza, véase p. 505. Para los tipos de interés a corto plazo, véase p. 513. Los datos correspondientes a Francia provienen de Robert Marjolin, Prix, monnaie, et production. Essai sur les mouvement économiques de longue durée, París, 1941, p. 207. <<

[17] Trotski fue el primero en contraponer la teoría marxista de los períodos largos (fases, ondas) del desarrollo de la economía capitalista al concepto de ciclos mecánicos de Kondrátiev. Véase León Trotski, «O krivoi kapitalisticheskovo razvitiya» (Sobre la curva del desarrollo capitalista), Viestnik sotsialisticheskoi Akademii, núm. 4, abril-junio de 1923; traducción al inglés en Fourth International, mayo de 1941. <<

[18] Richard Day, New Left Review, 1976, p. 67, opina que hemos pasado por alto el ataque de Trotski a la tesis fundamental de Kondrátiev según la cual el capitalismo es de alguna manera capaz de restablecer más o menos automáticamente su equilibrio una vez que éste ha quedado roto por una onda larga de signo depresivo. Esto no es cierto. En El capitalismo tardío compartíamos el criterio de Trotski de que no existe ninguna lógica interna automática del capitalismo que pueda conducir de una onda larga depresiva a una expansiva. Para ello son indispensables factores exógenos («conmociones del sistema», por citar a Angus Maddison). Que no somos en absoluto «neoarmonicistas», que no creemos en la capacidad del sistema capitalista para restablecer automáticamente el equilibrio, debería estar claro para cualquier lector de El capitalismo tardío, donde opiniones como las expuestas por Hilferding y Bujarin son sometidas a una severa crítica. <<

[19] Angus Maddison, ob. cit. (nota 4), p. 120, también saca la conclusión de que «el paso de una fase a otra está provocado por conmociones del sistema. Estas conmociones pueden muy bien deberse al derrumbe predecible de alguna característica básica de una fase previa, pero la cronología del cambio está habitualmente dictada por hechos exógenos o accidentales que no son predecibles». Esto es aplicable al punto de inflexión de una onda larga de estancamiento a una onda larga expansiva. No lo es al punto de inflexión de una onda larga expansiva a otra de estancamiento. <<

[20] En un interesante estudio publicado por la Ecole Nationale Supérieure de Techniques Avancées (ENSTA, núm. 37, 1974), F. Hoffherr y R. Leruste demostraron empíricamente la existencia de una estrecha correlación entre las fluctuaciones de la tasa de ganancia (según sus cálculos, que obviamente difieren del concepto marxista de la tasa de ganancia, pero no lo suficiente como para que tal correlación carezca de sentido desde una perspectiva marxista) y el crecimiento económico de Alemania Occidental, Gran Bretaña y Francia en los años cincuenta y sesenta. <<

[21] Podemos distinguir dos fases en cada onda larga expansiva: en la primera predomina la industrialización «extensiva», precisamente debido al relativo bajo nivel de los salarios, y en la segunda, como resultado del agotamiento del ejército industrial de reserva de trabajo (la realización del «pleno empleo»), se da gran importancia a la producción de plusvalor relativo (es decir, al incremento de la productividad del trabajo en el sector de bienes de consumo). Es evidentemente durante esta segunda subfase cuando salen normalmente a la luz todas las contradicciones internas del sistema capitalista, preparando el inevitable punto de inflexión hacia una onda larga de tendencia depresiva. <<

[22] Deben tomarse en consideración factores adicionales de migración internacional. Durante la segunda mitad del siglo XIX, la migración a América del Norte del excedente de trabajadores de los países europeos durante el proceso de industrialización superó con creces la migración dentro de Europa, creando así un descenso secular del ejército industrial de reserva en Europa occidental y central que contribuyó a crear unas condiciones favorables para el surgimiento de movimientos obreros de masas en las décadas de 1880 y 1890. Y, a la inversa, el agotamiento de las reservas de mano de obra en Europa occidental durante la década de 1960 condujo a una migración masiva hacia estos países industrializados de los países mediterráneos, incluyendo África del Norte y Turquía, de las Indias occidentales, India y Pakistán, e incluso de Corea del Sur (por ejemplo, el personal hospitalario de Alemania Occidental). Se produjeron movimientos similares en EEUU (inmigración masiva de Puerto Rico, México y Centroamérica) durante el boom de la posguerra, y en el Oriente Próximo a partir de la década de 1960, incrementándose desde 1973 con la subida de los precios de los crudos (afluencia de mano de obra suplementaria a Kuwait, Arabia Saudí, Estados del golfo Pérsico, etc., no sólo de palestinos, egipcios y paquistaníes, sino también de Corea del Sur). <<

[23] W. Woytinski, «Das Rätsel der langen Wellen», Schmollers Jahrbuch, 55, 1931. <<

[24] Es evidente que, durante una onda larga expansionista, las leyes básicas de movimiento del capitalismo operan en un doble sentido. Una vez que se ha iniciado el ascenso mediante un fuerte incremento de la tasa de ganancia, la revolución tecnológica «se autoalimenta» (es decir, permite una tasa de crecimiento por encima de la media en el departamento I, que produce bienes de equipo, y una tasa de inversión productiva por encima de la media durante todo el período). Y, a la inversa, cuando esta tasa de desarrollo por encima de la media del departamento 1 cruza un determinado umbral, tanto el crecimiento de la composición orgánica del capital como los efectos de la revolución tecnológica en la capacidad productiva del departamento II operan inexorablemente en favor de la combinación de una caída de la tasa de ganancia y de una crisis de realización. <<

[25] Véase, además del artículo de Day, ob. cit. (nota 18), Marcel van der Linden, Vrij Nederland Kleurkatern, 19, p. 20, y Chris Harman, International Socialism, 1978, p. 79. <<

[26] Esta tesis fue violentamente puesta en cuestión por autores marxistas como Martin Nicolaus y Christian Palloix. Desde entonces los acontecimientos han zanjado la controversia. <<

[27] «La explicación de este libro es que la depresión de 1929 fue tan amplia, tan profunda y tan duradera porque el sistema económico internacional se hizo inestable debido a la incapacidad británica y a la renuencia de EEUU a hacerse cargo de su estabilización en tres aspectos: a) manteniendo un mercado relativamente abierto para bienes de primera necesidad; b) suministrando créditos a largo plazo con efectos anticíclicos, y c) facilitando descuentos en tiempos de crisis… El sistema económico mundial era inestable mientras no hubiera algún país que lo estabilizara, como lo había hecho Gran Bretaña durante el siglo XIX y hasta 1913. En 1929, los británicos no pudieron y los norteamericanos no quisieron hacerlo». Charles P. Kindleberger, The world in Depression 1929-1939, Londres, 1973, pp. 291-92. <<

[28] Existen innumerables datos que corroboran este extremo. Un ex ministro francés, el señor Jeanneney, publicó recientemente un libro en defensa de un «proteccionismo moderado». El semanario liberal alemán Die Zeit publicó, en el número correspondiente al 17 de noviembre de 1978, una reseña de un simposio internacional sobre este tema, organizado por Sperry Rand en noviembre de 1978 cerca de Niza, en el que, además de políticos (y destacados representantes de la Comisión Trilateral) y prominentes tecnócratas de instituciones internacionales, participaron muchos empresarios y financieros de renombre internacional. La reseña iba encabezada por un elocuente título: «Nadie cree ya en el librecambio». Véase también el folleto The rise in protectionism, publicado en 1978 por el Fondo Monetario Internacional, y los artículos de contenido similar publicados en el número de septiembre de 1978 de la publicación trimestral de dicho fondo, Finances and Development. <<

[29] Gustav Cassel, The theory of social economy, Nueva York, 1924, pp. 441 s.s. [Economía social teórica, Madrid, Aguilar, 5.ª ed., 1960]. Véanse también Woytinski (citado en la nota 23) y Robert Marjolin, Prix, monnaie et production, París, 1941. Conviene recordar que Kautsky en «Die Wandlungen der Goldproduktion und der wechselnde Charakter der Teuerung» (suplemento a Die Neue Zeit, núm. 16, 24 de enero de 1913), subrayó el hecho de que los principales descubrimientos de yacimientos de oro durante el siglo XIX se habían producido antes de los movimientos ascendentes, estimulando así las inversiones. <<

[30] Leo Katzen, Gold and the South African economy, Ciudad del Cabo y Amsterdam, 1964, p. 233. Esta hipótesis está basada en el hecho de que los precios (expresados en moneda-oro) bajan durante las depresiones. Con ello, las relaciones de intercambio entre el oro y otras mercancías (o entre países exportadores de oro y todos los demás países) ascienden, la tasa de ganancia de la minería de oro asciende igualmente, el capital afluye a la minería de oro y aumenta la producción de oro. <<

[31] «Durante el siglo XIX, los cambios en la oferta de oro fueron en gran medida debidos a descubrimientos fortuitos de nuevos yacimientos y a su agotamiento. Los factores de coste eran relativamente insignificantes, puesto que el equipamiento básico invertido con frecuencia se reducía a una batea o a maquinaria del tipo más sencillo… Durante los últimos cincuenta o sesenta años, el azar ha dejado de desempeñar un papel de primer orden en los cambios en la oferta de oro. La minería de oro ha pasado a ser asumida por unidades muy grandes que desarrollan la actividad minera a gran profundidad con inversiones de capital costosas. Las técnicas perfeccionadas han reducido el factor riesgo en la minería y prospección de oro. En suma, se ha transformado en una industria que es tan sensible a los costes y a los precios como cualquier otra industria»: Katzen, ob. cit. (nota 30), p. 9. <<

[32] Esto es aplicable no sólo a la amplitud de la inversión de capital en la minería de oro, sino también a su participación en la nivelación de la tasa de ganancia de las exportaciones de capital imperialista. A ese respecto, véase S. Herbert Frankel, Investiment and the return on equitiy capital in the South African gold-mining industry 1887-1965, Cambridge (Mass.), 1967. <<

[33] Esto naturalmente supone la presencia de dos factores simultáneos: un considerable incremento de la renta diferencial para las minas más florecientes y la posibilidad de volver a explotar muchos de los yacimientos pobres, no sólo en Suráfrica, sino también en los EEUU. Véase The New York Times del 28 de julio de 1979, que habla de una «segunda fiebre del oro en Occidente» y señala que, dado el actual nivel del «precio del oro», «merece la pena mover cinco toneladas de piedra para poder obtener una onza de oro». <<

[34] Resulta interesante comprobar que la búsqueda de oro en el Transvaal comenzó a principios de la década de 1850, prolongándose a lo largo de la de 1860, y no parece haberse visto acelerada por ningún tipo de «escasez de oro» durante la larga depresión de 1873-1893. <<

[35] Sería interesante asociar la tendencia a largo plazo del valor del oro (y el valor de todas las demás mercancías expresadas en oro, es decir, la tendencia secular de los precios) a los salarios de hambre pagados a los mineros negros de Suráfrica (es decir, a todos los aderezos del racismo y al régimen del apartheid que hacen posible estos bajos salarios y, por ende, los costes de producción relativamente bajos del oro surafricano). Según Katzen, los costes laborales por cada tonelada extraída en las minas de oro surafricanas permanecieron prácticamente estables durante más de cuarenta años, registrándose sólo fluctuaciones de escasa entidad. Estaban en 25/9 chelines por tonelada en 1902 y en 25/7 chelines por tonelada en 1946 (se produjeron sucesivas bajas durante el período anterior a la primera guerra mundial, subidas entre 1916 y 1922, una nueva baja entre 1921 y 1936 y una nueva subida después de 1936, que en 1946 alcanzó de nuevo el nivel de 1902): Katzen, ob. cit. (nota 30), pp. 18-19. Los costes salariales representan más o menos la mitad de los costes totales. Los salarios de los trabajadores negros son exactamente un 10% de los de los empleados blancos. Entre 1914 y 1920 sólo aumentaron un 10%, mientras que el coste de la vida aumentó un 55%. Entre 1940 y 1950 aumentaron un 48,7%, mientras que los precios al detall aumentaron un 65%. Subieron posteriormente un 36% entre 1950 y 1961, pero esa subida apenas logró seguir el ritmo del incremento de los precios al detall durante el mismo período: Katzen, ob. cit. (nota 30), pp. 22-23. ¡Los salarios reales de los trabajadores negros eran probablemente inferiores a mediados de la década de 1960 que a principios de siglo! Según Francis Wilson, Labour in the South African mines, 1911-1969, Cambridge, 1972, los salarios reales estaban en un índice 109 en 1969, mientras que en 1911 el índice era de 111. Katzen concluía: «Es evidente que cualquier reducción de la distancia entre los salarios de los mineros blancos y africanos supondría una enorme diferencia para los costes de la minería. Si tomamos como ejemplo el año 1930 y suponemos que los mineros africanos recibieron los mismos salarios que los mineros blancos, los costes laborales de ese año, en lugar de ser de 31 millones de libras, habrían aumentado a aproximadamente 100 millones de libras, es decir, más del doble del valor del oro producido ese año». Katzen, nota 30, p. 22. <<

[36] G. G. Matyushin, Problems of credit-money under capitalism, Moscú, 1977. <<

[37] Del amplio repertorio bibliográfico que existe sobre el tema, citaremos las siguientes obras: J. D. Bernal, Science in history, Londres, 1969 [Historia social de la ciencia, Barcelona, Península, 1973]; S. Lilley, «Social aspects of the history of science», Archives Internationales d’Histoire des Sciences, 28, 1949, p. 376; Thomas S. Kuhn, The structure of scientific revolutions, Londres, 1964 [La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, ed., 1977]; Die Wissenschaft von der Wissenschaft, escrito por un colectivo de la Universidad Karl Marx de Leipzig, Leipzig, 1968; Benjamin Coriat, Science, technique et capital, París, 1976 [Ciencia, técnica, capital, Barcelona, Blume, 1976]; Pierre Papon, Le pouvoir et la science en France, París, 1979; Robert B. Lindsay, The role of science in civilization, Londres, 1963; J. Agassi, Towards a historiography of science, La Haya, 1963; D. Gabor, Innovations: scientific, technological and social, Harmondsworth, Middlesex, 1970; Peter Weingart, comp., Wissenschaftliche Entwicklung als sozialer Prozess, Francfort, 1972; Peter Bulthaup, Zur gesellschaftlichen Funktion der Naturwissenschaften, Francfort, 1973, y Hans-Jörg Sandkühler, comp., Marxistische Wissenschaftstheorie, Francfort, 1975. <<

[38] Marx utilizó explícitamente la categoría de «trabajo general» con relación al trabajo científico. Capital, Berlín, 1969 [El capital, Madrid, Siglo XXI, 1975-1981], libro III. <<

[39] Karl Marx, Grundrisse, Harmondsworth, Penguin/NLR, 1975, pp. 703-704 [Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, 3 vols., Madrid, Siglo XXI, 1972-1976, II, pp. 226-27]. <<

[40] E. Mandel, Late capitalism, Londres, 1975, pp. 249-59 [El capitalismo tardío, México, Era, 1979]. Véase también Harry Braverman, Labor and monopoly capital, Nueva York, 1974, pp. 157-66. <<

[41] Arthur Clegg, «Craftsmen and the origin of science», Science and Society, 43, 1979, p. 187. <<

[42] Harry Braverman, ob. cit. (nota 4), pp. 132-34; David Landes, Prometheus unbound, Cambridge, 1970, pp. 62-63 [Progreso tecnológico y revolución industrial, Madrid, Tecnos, 1979]. <<

[43] Ésta fue ciertamente una característica general de los años veinte y de los años setenta, especialmente después de la recesión de 1974-1975. Sobre la primera ola de racionalización, véase Lyndall Urwick, The meaning of rationalization, Londres, 1929, así como Otto Bauer, Rationalisierung und Fehlrationalisierung, Viena, 1931. <<

[44] Gerhard Mensch, Das technologische Patt, Francfort, 1975, pp. 142-45. <<

[45] Aplicando la analogía histórica retrospectivamente, señalaremos que, según David Landes, ob. cit. (nota 6), p. 237, hacia el último cuarto del siglo XIX se inició «el agotamiento de las posibilidades tecnológicas de la revolución industrial». La inversión no supuso innovaciones tecnológicas a gran escala, al menos en los países que primero se industrializaron. Sobre esta cuestión, véase H. Rosenberg, Grosse Depression und Bismarckzeit, Berlín, 1967. <<

[46] Jacob Schmookler, «Economic sources of inventive activity», Journal of Economic History, 22, 1962, p. 1. <<

[47] W. Rupert Maclaurin, «The sequence from invention to innovation and its relation to economic growth», Quarterly Journal of Economics, 67, 1953, p. 96. <<

[48] Ibíd., p. 108. <<

[49] George Ray, «Innovation in the long cycle», Lloyds Bank Review, enero de 1980, p. 21, opina correctamente: «Desde el punto de vista de su impacto en la economía, lo que importa no es la innovación básica, sino su difusión por la industria o la economía, así como la velocidad de esa difusión. Sólo cabe suponer que la difusión rápida y extensa de algunas de las principales innovaciones desempeña un papel en el desencadenamiento de un movimiento ascendente a largo plazo del tipo Kondrátiev o de cualquier otro». <<

[50] Véase Robert Blauner, Alienation an freedom, Londres, 1964, pp. 7-8, y W. H. Armytage, A social history of engineering, Londres. 1969 [Historia social de la tecnología, Barcelona, Península, 1970]. <<

[51] Harry Braverman, ob. cit. (nota 4), pp. 147-49; Michel Aglietta, Régulation et crises du capitalisme, París, 1976, pp. 97 ss. [Regulación y crisis del capitalismo, Madrid, Siglo XXI, 1979]. <<

[52] Véase Benjamin Coriat, L’atelier et le chronométre, París, 1979, pp. 139 ss. [El taller y el cronómetro, Madrid, Siglo XXI, 1982]. Es interesante señalar que un «prototipo» de producción con cadena de montaje fue creado por la industria cárnica de Chicago, claro reflejo del destacado papel desempeñado por la agricultura en el despegue de la industrialización y la tecnología americanas, a diferencia de los procesos seguidos por Gran Bretaña, Bélgica, Francia, Alemania y Japón. <<

[53] Véase Karl Marx, Capital, Harmondsworth, Middlesex, 1976, libro 1, capítulo 13, 3 c [El capital, ob. cit., libro I, vol. 2, pp. 498-510]. <<

[54] Aglietta, ob. cit. (nota 15), pp. 143-45; Benjamín Coriat, ob. cit. (nota 16), pp. 227 ss., y Mario Tronti, Ouvriers et capital, París, 1977. <<

[55] Véase Gareth Stedman Jones, «Class struggle and the industrial revolution», New Left Review, 1975, pp. 35 ss. <<

[56] David M. Gordon, «Up and down the long roller coaster», U.S. capitalism in crisis, Nueva York, 1978, serie de artículos publicados por la Union for Radical Political Economics. David M. Gordon, «Stages of accumulation and long economic cycles», The political economy of the world system, Beverly Hills, 1980, vol. 3, serie publicada por Sage. <<

[57] Aglietta, antes de que lo hiciera Gordon, prestó atención al papel que desempeñó la modificación de los hábitos de consumo de los trabajadores en el surgimiento de lo que denominó «fordismo» (nosotros lo denominaríamos «capitalismo tardío»). Sobre este mismo tema véanse E. Mandel, Late capitalism, Londres, 1975 [El capitalismo tardío, México, Era, 1979], pp. 387-99, y Harry Braverman, ob. cit. (nota 4, capítulo 13). Sin embargo, Aglietta (al igual que Benjamin Coriat) cometió el error de no relacionar el incremento de los salarios reales, posible gracias al fuerte ascenso de la productividad del trabajo (y el incremento paralelo de la producción de plusvalor relativo), con la tendencia general de la tasa de ganancia, que es ante todo una función de la tendencia de la composición orgánica del capital. Cuando la tasa de ganancia comienza a caer de forma constante, el incremento ulterior de los salarios reales encuentra una resistencia cada vez mayor del capital, a pesar de sus efectos positivos sobre la realización de plusvalor. <<

[58] Gordon, ob. cit. (primera referencia de la nota 20), alude a la «teoría de las etapas» del capitalismo del marxista japonés Kozo Uno como marco para muchas de sus conclusiones. Nosotros sólo conocemos la obra de Uno a través del resumen de Thomas T. Sekine que apareció en el Journal of Economic Literature, 1975, p. 853. Pero en ese resumen el carácter determinista económico y mecánico de la sucesión de etapas se manifiesta de una forma mucho más pronunciada que en los propios escritos de Gordon. Según Sekine, para Uno «las diferentes etapas están, por consiguiente, fundamentalmente caracterizadas por el estado subyacente de la tecnología industrial, que configura la correspondiente organización industrial y comercial. Esta última, a escala nacional, reclama una política económica (incluido el rechazo de cualquier política activa), la cual sienta las bases para el despliegue de la forma de capital dominante». A la luz de nuestras objeciones y de las posiciones claramente contrarias que sostenemos en trabajos como por ejemplo Late capitalism, capítulo 5, no logramos comprender cómo el «equipo de trabajo que investiga los ritmos cíclicos y las tendencias seculares» puede llegar a la conclusión de que ignoramos la importancia de los procesos políticos: Barr, ob. cit. (nota 2 del capítulo 1), p. 490. <<

[59] El economista francés Jacques Attali, que se supone es el principal consejero económico del dirigente del Partido Socialista francés François Mitterrand, defendía recientemente la tesis de que «la crisis ya ha sido remontada», de que las ganancias se encuentran en fuerte ascenso y de que la situación internacional «se está reestructurando» en el área del Pacífico a expensas de Europa occidental: Le Monde, 1 de marzo de 1980. <<

[60] Systems Dynamics National Project, informe anual de 1976, presentado a la asamblea de patrocinadores del MIT, celebrada el 11 de marzo de 1977; mimeografía D-2715-2, pp. 12-13. <<

[61] Jay Forrester, «Business structure, economic cycles and national policy», Futures, 1976, p. 205. <<

[62] J. J. Van Duijn, De Lange Golf in de Economie, Assen, 1979, pp. 69-74. <<

[63] Véase nota 25. <<

[64] Otra variante del debate está representada por la teoría de Baran-Sweezy sobre las crecientes dificultades de «disposición de excedente» bajo el capital monopolista, así como por las diferentes escuelas que defienden la teoría de que el capitalismo contemporáneo tiende al estancamiento permanente. <<

[65] Un reciente ejemplo: Geoff Hodgson, Trotsky and fatalistic Marxism, Londres, 1975. <<

[66] Se podría demostrar de forma convincente que los liberales «ortodoxos» no están tan equivocados cuando arguyen que la creciente intervención estatal va acompañada de un creciente derroche de los recursos económicos. Pero lo contrario también podría ser cierto: una decreciente intervención estatal bajo el capitalismo conduciría a niveles de desempleo cada vez mayores de la mano de obra humana y del equipamiento, lo que resulta igualmente un derroche a gran escala de los recursos económicos. <<

[67] Trotski, junto con Varga y otros teóricos de los primeros años de la Internacional Comunista (fueron los que acuñaron el concepto de «época de declive del capitalismo»), afirmó explícitamente que un nuevo ascenso de las fuerzas productivas era posible a pesar de este declive, siempre que determinadas condiciones sociopolíticas fueran radicalmente modificadas en favor del capitalismo. Véanse el informe de Trotski al III Congreso de la Komintern en 1921 y su crítica al programa de 1928 de la Komintern, publicados, respectivamente, en The first five years of the Communist International, Nueva York, 1945, vol. 1, pp. 174 ss., y The Communist International after Lenin, Nueva York, 1936, pp. 1 ss. <<

[68] Sobre este tema, véanse Marcello De Ceceo, Economia e finanza internazionale dal 1890 al 1914, Bari, 1971, y Roger Dehem, De l’étalon-sterling à l’étalon-dollar, París, 1972. De hecho, la libra esterlina, como moneda de reserva, representaba un porcentaje más elevado con relación a las reservas totales de los bancos centrales en 1913 que en el caso de todas las demás monedas en 1938 (un 11% frente a un 7%). <<

[69] El hecho de que los DEG (supuestamente «papel oro») no consiguieran suplantar en modo alguno al oro real no está relacionado sólo con su objetivo declarado, que era incrementar y no reducir la «liquidez internacional». Como su creación depende de acuerdos (es decir, de chalaneos) entre los gobiernos, inevitablemente reflejan las diversas políticas financieras nacionales de estos gobiernos (es decir, una inflación persistente pero variable de una nación a otra). <<

[70] Folke Hilgert, The network of world’s trade, Londres, 1940. <<

[71] Resulta bastante significativo que esto también pueda aplicarse a las multinacionales norteamericanas. <<

[72]

<<

[73] Los países «socialistas» acaban de introducir los pagos en dólares en el comercio entre los países miembros del Comecon en forma de multas por desequilibrios excesivos («no planificados») en la balanza comercial. <<

[74] Annuaire Statistique des Nations-Unies, Nueva York, 1977. <<

[75] El informe del Banco Mundial de 1978 da las cifras de 1976; las cifras correspondientes a 1977 proceden de las publicaciones regulares de la OCDE y la FAO; las cifras correspondientes a finales de 1979 y de 1980 han sido suministradas por una publicación reciente de la OCDE, resumida en Le Monde, 7 de agosto de 1980. <<

[76] La tasa media de desempleo (como porcentaje de la fuerza de trabajo) fue del 5,7% durante el período 1870-1913 en los dieciséis países de la OCDE: Angus Maddison, ob. cit. (nota 4 del capítulo 1), p. 115. <<

[77] No olvidemos que incluso bajo la administración calificada de conservadora de Arthur F. Burns, la Reserva Federal permitió tasas de crecimiento anual de la oferta monetaria que superaron en un 50-100% a la tasa de crecimiento del PNB en términos reales. <<

[78] George F. Warren y Frank A. Pearson, Gold and prices, Nueva York, 1935, p. 142. <<

[79] Leon H. Dupriez, «1945 bis 1971 als Aufschwungsphase eines Kondratieff Zyklus?», Problémes économiques contemporains, textes réunis par Paul Löwenthal, Lovaina, 1972, p. 321. <<

[80] Arrighi insiste en que la inflación sirve para «cancelar las concesiones arrancadas [a los capitalistas] en el terreno de la producción por la creciente fuerza estructural de los trabajadores». «Towards a theory of capitalist crisis», New Left Review, 1978, pp. 3 ss. <<

[81] Michel Aglietta, ob. cit. (nota 15 del capítulo 2), pp. 263-69, 297-98 y 310-22. Andre Gunder Frank, La crisis mundial, Barcelona, Bruguera, 1979-1980, 2 vols. <<

[82] Las fuentes oficiales del gobierno que sirven de base a estas cifras son citadas en Mandel, The second slump, Londres, 1978, p. 29. La estimación de 1980 se basa en las tasas de crecimiento del consumo y del crédito comercial de 1976, 1977, 1978 y 1979. <<

[83] Véase Mandel, The second slump, Londres, 1978, pp. 81-82. <<

[84] Business Week, 16 de octubre de 1978 y 23 de abril de 1979. <<

[85] Der Spiegel, 26 de febrero de 1979. <<

[86] Nuestra propia traducción de K. Marx, Das Kapital, Berlín, 1969, libro III, p. 457 (Marx-Engels-Werke, vol. 25) [El capital, ob. cit., libro IV, vol. 7, p. 538]. <<

[87] Una buena antología de estas advertencias nos la suministra Von Hayek, A tiger by the tail, Londres, 1972. Véase también Jacques Rueff, The monetary sin of the West, Nueva York, 1972 [El pecado monetario de Occidente, Barcelona, Dopesa, 1971]. <<

[88] Algunos marxistas, como Robert Rowthorn, hacen objeciones a esta confirmación del incremento de la composición orgánica del capital. Marx, en El capital, libro I, y especialmente en el «capítulo VI», originalmente no incluido, subrayó el hecho de que el capital variable no sólo cubre los salarios de los trabajadores manuales, sino también los salarios del «trabajador colectivo», necesarios para el proceso productivo en su conjunto, incluyendo técnicos, etc. Esto es cierto y con nuestro concepto de «costes del trabajo como parte de los costes de producción total» no aludimos a otra cosa. Pero Marx jamás aplicó la noción de «trabajador colectivo» fuera de la esfera de la producción, para incluir los costes de circulación, de los asalariados del comercio, de los funcionarios públicos, etc., en el concepto de «capital variable». Mantuvo la distinción entre trabajo productivo y trabajo improductivo a lo largo de los tres libros de El capital, aunque con ligeras modificaciones en las líneas de demarcación entre ambos. Por consiguiente, nunca dio a entender que existiera una identidad entre el capital variable y la partida nacional de los salarios en la renta nacional. <<

[89] Le Monde, 11 de octubre de 1978. <<

[90] «Microelectronics: a survey», The Economist, 274, 1980, p. 4. <<

[91] Harry Braverman, ob. cit. (nota 4 del capítulo 2), p. 198. Uno de los principales capitalistas alemanes, Friedrich Bauer, de Siemens, es citado por Peter Bartelheimer y Winfried Wolf en «Neue Technologien und BRD/Kapital», Die Internationale, 1979, p. 42. <<

[92] Según Friedrich Bauer, ob. cit. (nota 28), p. 41, se trata sólo de un comienzo. Mientras que la actual tecnología de alta integración (LSI) permite reunir hasta 50 000 chips en un solo cristal de silicio, ¡dentro de tres años el número de estos chips puede llegar a un millón! <<

[93] Bartelheimer y Wolf, ob. cit. (nota 28), pp. 56-59. <<

[94] Bartelheimer y Wolf, ob. cit. (nota 28), p. 54. <<

[95] «Muchas razones hablan a favor de la idea de que, durante muchos años, no podremos contar con un período de expansión largo y sosegado como el que presenciamos durante los veinticinco años anteriores a 1975. Una de estas razones se encuentra, entre otras cosas, en un cierto agotamiento de las revoluciones técnicas más rentables “acumuladas” durante los años treinta y cuarenta, las cuales, después de la guerra, crecieron hasta dominar el desarrollo de la economía»: profesor Kurt Rothschild, Wiener Tagebuch, diciembre de 1977. <<

[96] The Economist, 7 de abril de 1979. <<

[97] Véase Christian de Bresson, L’innovation selon Marx (manuscrito inédito). <<

[98] The Economist, 274, 1980, p. 4. <<

[99] «Al otro lado del Atlántico se es cada vez más consciente de que cuando la innovación se desarrolla a la sombra de enormes organizaciones públicas o privadas, no sólo corre el riesgo de orientarse hacia el fortalecimiento de posiciones y rentas adquiridas (…) sino que, paradójicamente, tal innovación anula la innovación». Le Monde, 15 de diciembre de 1978. <<

[100] Véase W. W. Rostow, ob. cit. (nota 3 del capítulo 1), p. 287. <<

[101] Una refutación similar de la tesis de Rostow ha sido ofrecida por Immanuel Wallerstein, «Kondratieff up or Kondratieff down?», Review, Binghampton, 2, 1979, pp. 663 ss. En realidad, Rostow se remonta a la explicación inicial que diera Kondrátiev de las ondas largas —las fluctuaciones a largo plazo de los términos de intercambio entre industria y agricultura (materias primas)—, que el propio economista ruso abandonó en seguida y que no resiste una demostración empírica. <<

[102] «Es probable que ahora haya suficiente capital instalado como para mantener la producción con escasa inversión adicional al menos durante una década»: Jay Forrester, entrevista en la revista Fortune, 16 de enero de 1978. <<

[103] «Durante las dos últimas décadas hemos estado desarrollando un campo denominado dinámica de sistemas, utilizando ordenadores para simular el comportamiento de sistemas complejos. Descubrimos que la interacción entre sectores de consumidores y sectores de bienes de equipo puede producir una prolongada fluctuación de la actividad económica que oscila entre los cuarenta y cinco y los sesenta años»: Jay Forrester, entrevista en la revista Fortune, 16 de enero de 1978. <<

[104] Erik Olin Wright, ob. cit. (nota 9 del capítulo 1), pp. 163-64. <<

[105] Con esto, por supuesto, no negamos el papel central que las plusganancias monopolistas, derivadas de la capacidad de los monopolios para imponer precios «administrados» a los sectores que dominan, han desempeñado desde 1940 en la «inflación permanente». Pero es la simbiosis de estos monopolios con el capital financiero (es decir, una determinada política crediticia del sistema bancario) y el apoyo servil que el Estado y los bancos centrales prestan a esa política lo que posibilita técnicamente la aplicación a largo plazo de estos precios «administrados» y la inflación permanente. <<

[106] Volvemos a utilizar una cita del difunto profesor Harry Johnson que ya recogimos en The second slump: «La respuesta [a la inflación] depende (…) a largo plazo (…) de la voluntad de la sociedad de abandonar el Estado del bienestar»: The Banker, agosto de 1975. El profesor Jacques Chevallier afirmó (Projet, marzo de 1980) en un artículo titulado «El fin del Estado del bienestar» que «en el plano social (…) el esfuerzo de solidaridad admitido a favor de los estratos más pobres debe ser limitado». <<

[107] Robert L. Heilbroner, Beyond boom and crash, Nueva York, 1978. Esta explicación psicológica de las ondas largas es análoga a la propuesta por el profesor belga Dupriez y a la explicación «generacional» elaborada por Gerhard Mensch, ob. cit. (nota 8 del capítulo 2), p. 74: los nietos se comportan como sus abuelos pero no como sus padres, con lo que, de pasada, se trata de explicar el «lapso de cincuenta años» de dos ondas largas sucesivas por la edad de dos generaciones sucesivas. <<

[108] El diario francés Le Monde, a pesar de su posición semioficial, se ha sentido alarmado por la penetración en círculos oficiales del partido gubernamental giscardiano del grupo GRECE (Groupement de Recherches et d’Études pour la Civilisation Européenne), que defiende abiertamente una serie de temas tradicionales de la extrema derecha fascista (o neofascista): antiigualitarismo, hostilidad hacia el Estado «liberal», rechazo no sólo del marxismo, sino también de la «tradición judeocristiana oriental», etc. Para un buen estudio del GRECE y todas sus implicaciones, véanse The New York Review of Books, 24 de enero de 1980, y Thomas Sheehan, Paris: Mosses and polytheism, pp. 13 ss. <<

[109] Una manifestación más bien aterradora del crecimiento de esta tendencia antihumanitaria y despectiva hacia la vida dentro de la «subcultura» popular fue el tremendo éxito (millones de lectores y millones de espectadores en todo el mundo capitalista) del libro y la película Damien, cuyo tema central, reducido a su «mensaje» final, es una exhortación a matar a un joven porque es la «reencarnación de Satanás» y, si permanece con vida, traerá la miseria y la muerte a muchas personas. Carl Sagan, en «The paradoxers», Broca’s brain, Nueva York, 1978 [El cerebro de Broca, Barcelona, Grijalbo, 1981], también ha denunciado correctamente la ola de seudociencia y anticiencia que inunda EEUU, so capa de un renacimiento del fundamentalismo protestante, como puede ser el caso de The late great planet earth, Nueva York, 1975 (diez millones de ejemplares vendidos), y de otros libros que ridiculizan la evolución. <<

[110] Como admitió un estudio posterior del Club de Roma, una vez que se acepta la hipótesis de que no existen límites para el avance de la ciencia humana, el ingenio inventivo y la capacidad de adaptar las instituciones sociales a las necesidades de supervivencia de la especie, las conclusiones acerca de «los límites del crecimiento» caen por su propio peso. <<

[111] Deliberadamente hemos dividido la fase 1893-1940 en dos períodos separados con el fin de recalcar la importancia histórica de la línea divisoria 1914-1918 (es decir, el inicio de la época del declive del capitalismo y de la descomposición del sistema capitalista mundial). El libro de Hans Rosenberg sobre la «larga depresión de 1872-1893» es un ejemplo impresionante del tratamiento de una onda larga como un período histórico específicamente estructurado: ob. cit. (nota 2 del capítulo 1). <<

[112] Utilizamos este término por analogía con la función que Marx atribuía a la crisis de sobreproducción durante el ciclo comercial normal. <<

[113] Una descripción detallada de muchas nuevas técnicas que han sido posibles gracias a los microprocesadores en casi todas las áreas de la vida social, desde la producción hasta la banca, la enseñanza o la administración, es proporcionada por Dieter Balkhausen, Die dritte industrielle Revolution, Dusseldorf, 1978. Sobre las posibilidades (y los peligros) de las técnicas de la ingeniería genética, véanse The Economist, 273, 1980, p. 53, y Le Monde, 6 de febrero de 1980, p. 17. <<

[114] Ibíd., pp. 100 ss.; Bartelheimer y Wolf, ob. cit. (nota 28 del capítulo 3), pp. 47-49. <<

[115] Ventil, 1979, p. 11. <<

[116] Deutsche Zeitung/ Christ und Welt, 8 de septiembre de 1978. <<

[117] Bartelheimer y Wolf, ob. cit. (nota 28 del capítulo 3), p. 49. <<

[118] El señor Jean Vogé (Le Monde, 24 de febrero de 1980, p. cit.) relaciona este problema con una supuesta «inflación galopante de los gastos de información necesarios para la organización del sistema socioeconómico». De forma más práctica, nosotros más bien diríamos que se debe al desfase entre la producción a gran escala de bienes de consumo en general y la producción a gran escala de ese tipo de «nuevos» bienes de consumo que podrían reemplazar servicios basados en el trabajo humano individualizado. <<

[119] The Times, 23 de noviembre de 1978. <<

[120] Véanse las afirmaciones hechas por representantes de ITT en la Conferencia de Ginebra, celebrada los días 9 y 10 de noviembre de 1978 y organizada, entre otras instituciones, por la Cámara Internacional de Comercio (Le Monde, 12-13 de noviembre de 1978). Respecto a la controversia sobre el desempleo en Gran Bretaña, véanse Clive Jenkins y Barrie Sherman, The collapse of work, Londres, 1979, y The Economist, 9 de junio de 1979. <<

[121] Véase el interesante debate entre el dirigente de los sindicatos alemanes, Vetter, y el difunto señor Schleyer, presidente de la Federación de Empresarios de Alemania Occidental, en el que el primero insistió en el «derecho al trabajo» (es decir, el pleno empleo) y el segundo en el «deber del trabajo» (es decir, la necesidad de que los trabajadores trabajen más y esperen menos de la seguridad social en unas condiciones de desempleo masivo) (Neue Zürcher Zeitung, 25 de mayo de 1977). No hace falta echar mano de ninguna «teoría de la conspiración» para comprender que en el capitalismo tardío (a pesar de toda la palabrería sobre «economía mixta» y «Estado del bienestar») la función objetiva del desempleo masivo, permitido por todos los gobiernos occidentales, es precisamente imponer a los trabajadores esa actitud «más responsable» (es decir, «disciplinarios» para que aumenten la producción de plusvalor absoluto, como dirían los marxistas). <<

[122] Una variante aparentemente más aceptable de este intento de aumentar la tasa de ganancia, sin llegar al extremo de destruir por completo todas las libertades democráticas, pudiera ser aquella forma de política de rentas reglamentada por la que abogan cada vez más keynesianos de izquierda como el profesor Galbraith. Los crecientes llamamientos en favor de una planificación más imperativa (que en EEUU unen a personajes tan dispares como el profesor liberal Heilbroner y el banquero neoyorquino dedicado a inversiones Felix Rohatyn) aparentemente apunta en esa misma dirección. Sin embargo, un momento de reflexión deja claro que semejante solución intermedia sólo pospondría su reconocimiento (como sucedió en los «años dorados» de la República de Weimar, durante los años veinte) sin conseguir evitarlo. Una clase trabajadora combativa, bien organizada y al mismo tiempo asediada no aceptará voluntariamente una congelación de hecho a largo plazo o incluso una caída de sus salarios reales, incluso bajo gobiernos «amistosos de izquierda». Esto lo descubrieron consternados los empresarios británicos y alemanes en el año 1978, al igual que los dirigentes reformistas de estos países. Por tanto, sigue en pie la interrogante: ¿cómo se puede quebrantar esta combatividad y resistencia de los trabajadores de forma decisiva sin un recorte violento del derecho de huelga, que implica un atentado no menos grave contra la libertad de prensa, el derecho de asociación y manifestación, etc.? <<

[123] W. W. Rostow, ob. cit. (nota 3 del capítulo 1), p. 630. <<

[124] Véase el excelente comentario sobre ese informe de Samuel Bowles, «The Trilateral Commission: have capitalism and democracy come to a parting of the ways?», U.S. capitalism in crisis, ob. cit. (nota 20 del capítulo 2), pp. 261 ss. <<

[125] Algunos de los aspectos realmente espeluznantes de la miseria del Hemisferio Sur, a pesar (o quizá debería decirse con frecuencia en función) del «progreso en el desarrollo», se ponen de manifiesto en los estudios sobre la salud. Según el informe de la Organización Mundial de la Salud, presentado a la conferencia de Londres los días 5 y 6 de junio de 1978, las tres cuartas partes de la humanidad (3 200 millones de seres humanos, de los 4 000 millones de habitantes de nuestro planeta) no tienen ningún tipo de acceso a la asistencia médica. De los 80 millones de niños que nacen anualmente en los llamados países del Tercer Mundo, 5 millones mueren y otros 10 millones quedan seriamente lisiados como resultado de enfermedades contraídas durante el primer período de su vida (Le Monde. 8 de junio de 1978). El 55% de los habitantes de estos países (es decir, más de mil millones de seres humanos) sufren de desnutrición, cifra que se eleva al 62,8% entre los niños, lo cual deteriora gravemente el desarrollo de su capacidad intelectual. S. Reutlinger y M. Selowsky, «Malnutrition and poverty», documento núm. 23 del Banco Mundial. J. Cravieto y E. de Licardie, «The effect of malnutrition on the individual», A. Berg et al., comps., Nutrition, national development and planning, Cambridge (Mass.), 1973. <<

[126] Lógicamente, los grandes «historiales de éxito» en materia de industrialización de países del Tercer Mundo en las décadas de 1960 y 1970, tales como los historiales de Brasil y Corea del Sur, fueron posibles gracias a una reducción radical, y no a un incremento, de los salarios reales, con lo que el «mercado interior» no fue más allá de las clases medias. The New York Times (28 de julio de 1979) publicó una estimación ponderada de Sylvia Ann Hewlett sobre los «costes del crecimiento» en los países semicoloniales: «La estrategia capitalista en países como Nigeria, Filipinas y Brasil ha conseguido rápidas tasas de crecimiento económico, pero este dinamismo económico se ha apoyado en la miseria de las masas. En estos países, al menos la mitad de los ciudadanos han sido excluidos del proceso de modernización y permanecen en la más abyecta miseria». A nuestro juicio, el porcentaje indicado se encuentra muy por debajo de la realidad. <<

[127] El ejemplo más llamativo lo proporciona la industria textil, en la cual la tasa anual de crecimiento de la demanda global (ya sea satisfecha con productos del país o con productos importados) es inferior al 2% en los países de la OCDE. <<

[128] OCDE, «L’incidence des nouveaux pays industriels sur la production et les échanges des produits manufactures», París, junio de 1979. <<

[129] En 1976, los llamados países socialistas compraron un 2,5% de las exportaciones de EEUU, un 5,5% de las exportaciones de la CEE y un 6% de las exportaciones japonesas, y para alcanzar este modesto resultado tuvieron que acumular grandes deudas. <<

[130] Según el Financial Times del 6 de julio de 1979, «el Tercer Mundo fue en gran medida autosuficiente en cereales hasta 1950, pero en 1975 las importaciones netas de cereales alcanzaron los 50 millones de toneladas y durante la década de 1980 se espera que alcancen los 100 millones de toneladas». Robin Sokal proporciona las siguientes cifras sobre los déficits de cereales en los países del Tercer Mundo: 85 millones de toneladas en 1979 y 145 millones de toneladas en 1980 (La Stampa, 25 de junio de 1980). <<

[131] Schumpeter utilizó el término «destrucción creativa» como descripción del proceso por el cual las empresas tecnológicamente atrasadas son eliminadas despiadadamente por las empresas «innovadoras» bajo el capitalismo. Es el título del capítulo 7 de Capitalism, socialism and democracy, Nueva York, ed., 1962 [Capitalismo, socialismo y democracia, Madrid, Aguilar, 1971]. <<

[132] Un ejemplo de esta preparación ideológica y esta anticipación «ideal» lo suministra el libro de «ciencia-ficción» The Third World War: August 1985 [La tercera guerra mundial], Madrid, Felmar, 19801, escrito no por un novelista profesional, sino por el general Sir John Hacket y otros prominentes generales y consejeros de la OTAN. El objetivo del libro es evidentemente preparar el clima no sólo para una nueva escalada en los gastos de armamento, sino también para una eventual acción militar preventiva del imperialismo contra la «amenaza de la agresión soviética». <<