18

Ciudad del Vaticano

En la actualidad

PETER DEJÓ DE TRABAJAR cuando Maggie Cusack le interrumpió. Un correo había entregado un paquete para el padre Healy, con el mensaje de que era urgente y debía abrirlo de inmediato. Maggie dejó la caja, envuelta en papel marrón vulgar, sobre su escritorio. Salió de la habitación meneando la cabeza. No había dirección del remitente, salvo una palabra garabateada en la esquina superior izquierda: DESTINO.

Peter la abrió, sin saber que Maureen y Bérenger estaban viviendo la misma experiencia al otro lado del Tíber. Su caja contenía una estatuilla de una Virgen con el Niño, tallada en madera muy oscura. Esta Virgen era un poco rústica, pero estaba sentada en un trono, coronada, y su aspecto proyectaba autoridad. En la mano derecha sostenía el globo del poder terrenal. El Niño hacía la señal de bendecir desde el regazo de su madre. En la parte delantera de la base de la estatuilla estaba escrito «Notre Dame de Montserrat». En la parte posterior de la base estaba grabado el lema Nigra sum sed formosa.

Peter reconoció el latín. Era un verso muy discutido del Cantar de los Cantares: «Negra soy, pero graciosa». Era un elemento importante del culto a las Vírgenes Negras de toda Europa.

Abrió la tarjeta adjunta para ver qué más pistas le esperaban. Contenía una sola línea.

¿POR QUÉ TE HICISTE JESUITA?

Meditó un momento sobre la pregunta. No era «¿Por qué te hiciste sacerdote?», sino algo más concreto: «¿Por qué te hiciste jesuita?». Y esta Virgen también era muy concreta. Era la Virgen de Montserrat, la patrona del místico monasterio situado en lo alto de las montañas del norte de Barcelona. Peter lo había visitado en diversas ocasiones. Como muchos de sus hermanos antes que él, había subido en el funicular que ascendía la pendiente empinada hasta el monasterio. Era terreno sagrado para los miembros de la Compañía de Jesús. Sagrado por muchas razones, pero la principal era que su fundador, Ignacio de Loyola, había descubierto su fe en este monasterio, y en presencia de su Virgen Negra.

Soy negra, pero graciosa, oh, hijas de Jerusalén.

Así canta la mujer shulamita en el Cantar de los Cantares. Porque es la novia de primavera, la representante de la gracia de Asherah en forma humana. Comparte con las mujeres de Jerusalén sus secretos y les da la bienvenida a sus brazos. Las que entran se convierten en sacerdotisas de la tradición nazarena, o sea, la tradición oculta. Son conocidas con el sagrado nombre de María. La líder de estas mujeres, la que es perfecta en su sabiduría y gracia, es la pastora del ganado. Sólo una mujer recibirá el título de Magdalena, mientras todas las demás Marías servirán a su lado.

Negro es el color de su sabiduría, pues ha sido oscurecido y escondido tras el velo, de forma que sea inaccesible a los no iniciados.

Huerto eres cerrado, hermana mía, novia,

huerto cerrado, fuente sellada.

Mi amada es la Virgen Negra, la señora escondida. No obstante, ella ha elegido la mejor parte, es la encarnación de la compasión en la tierra, es la Consoladora. Mi esposa está atrapada en un huerto cerrado, su fuente de sabiduría sellada y condenada por las mentes clausuradas de los hombres que han alejado sus corazones del Espíritu Santo, la Paloma Sagrada. Hasta que no sea liberada, no habrá paz sobre la tierra.

Éste es el apocalipsis que se acerca, lo cual significa literalmente el desvelamiento de la Esposa. Para salvarnos, hemos de comprender la verdadera interpretación del apocalipsis. Y hemos de darle la bienvenida.

El velo ha de ser levantado, y revelado el rostro de la Esposa. Porque ella es Asherah, la amada de El, que regresa a través del tiempo en diversas guisas, para unirse con su Esposo. Ella es la reina de Saba, es María Magdalena, y es todas las mujeres que luchan por la armonía que concede la reunión: masculino y femenino, así en la tierra como en el cielo.

Paloma mía, en las grietas de la roca,

en escarpados escondrijos,

muéstrame tu semblante, déjame oír tu voz

porque tu voz es dulce, y gracioso tu semblante.

Es misión de todos los hombres que desean servir a Dios con todo su corazón, mente y alma levantar este velo. Depende de nosotros permitir que la Esposa muestre su adorable semblante y deje oír su voz, que es una melodía de unión. Hemos de despertar en este cuerpo, pues todo existe en él. Hemos de dejar que la Esposa se abra a nosotros, nos reciba y comparta su sabiduría perfecta mediante nuestra reunión.

Yo dormía, pero mi corazón velaba.

¡La voz de mi amado que llama!

¡Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi perfecta!

El Cantar de los Cantares, el regalo de Salomón y su amada reina de Saba, es la salvación de la humanidad. Contiene la gozosa reunión de nuestro Padre y nuestra Madre en los cielos, mediante sus queridos hijos de la tierra. Contiene las semillas definitivas de la sabiduría y el amor.

Mi amada es mía, y yo soy suyo.

Ella ha elegido la parte buena,

que no le será quitada.

LA CANCIÓN DE SALOMÓN Y LA REINA DE SABA,

DEL LIBRO DEL AMOR, TAL COMO SE CONSERVA

EN EL LIBRO ROSSO

Roma

En la actualidad

PASABA DE LA MEDIANOCHE, y la plaza de la Rotonda estaba en silencio. Los vendedores habían guardado sus mercancías una hora antes, y los turistas habían vuelto a sus hoteles. De vez en cuando, algunas parejas jóvenes atravesaban la plaza camino de una cena tardía, pero en general reinaba el silencio, salvo por el eterno gorgoteo de la fuente central. Fue aquí donde Maureen y Bérenger se sentaron, solos bajo la luz de la luna. Se acomodaron en los peldaños de piedra, dando la espalda al obelisco y de cara a la majestuosidad del Panteón. Él empezó a hablar en voz baja y reverente.

—¿Qué es lo único que hemos aprendido siguiendo este sendero mágico, con la Magdalena de guía? Nos ha enseñado muchas cosas, pero nada más importante en mi opinión que las lecciones sobre equilibrio y armonía. Creo que eso es lo que él nos está enseñando también, ¿no?

Maureen asintió sin decir nada, pues no quería interrumpirle.

—Piensa en esto un momento. Hay una profecía que nos legó Sarah-Tamar, la hija perfecta de dos profetas perfectos. Conoces bien esa profecía, pues ha conformado tu vida. Es la profecía de las mujeres que vendrán en diversos momentos del tiempo y llevarán a cabo funciones espirituales importantes con el fin de lograr que la verdad de nuestro pueblo no muera. Es la leyenda de la Esperada, pero también incorpora la filosofía del regreso del tiempo, ¿verdad? Bien, recordando lo que sabemos sobre armonía, unión y equilibrio, deja que te pregunte algo. Si existe una profecía sobre una mujer que ha de venir a restaurar la armonía, ¿qué puede existir como contrapeso?

Maureen no tuvo que pensarlo dos veces. Ya había llegado a esta conclusión mientras estaban en su habitación. Sólo quería oírlo de labios de Bérenger, además de su propia explicación.

—Una profecía acerca de un hombre que hará lo mismo —contestó—, que complementará el trabajo de ella.

Él sonrió, nada sorprendido por la respuesta.

—Sí —contestó en voz baja—. Se llama la profecía del Príncipe Poeta, y también procede de Sarah-Tamar.

—¿Me la quieres recitar?

Bérenger asintió, tomó aliento y procedió al recitado, permitiendo que su acento escocés se deslizara sobre las palabras de la profecía. Maureen sintió que un escalofrío recorría su espina dorsal.

El Hijo del Hombre decidirá

cuándo vuelve el tiempo para el Príncipe Poeta.

Él, espíritu de la tierra y el agua nacido,

en el reino compuesto de la cabra marina

y el linaje de los bienaventurados.

Él, que amortiguará la influencia de Marte

y exaltará la influencia de Venus,

para encarnar la gracia por encima de la agresividad.

Él, que inspirará los corazones y mentes de la gente

para iluminar el camino de la disposición

y enseñarles el Camino.

Éste es su legado,

éste, y conocer un gran amor.

Miró a Maureen de manera intencionada cuando terminó el último verso de la profecía, y ambos recitaron al unísono la conclusión, que tan familiar había llegado a ser para ambos.

—Los que tengan oídos para oír que oigan.

Siguieron sentados en silencio un momento, hasta que Maureen preguntó:

—¿El reino de la cabra de mar?

—Capricornio —explicó Bérenger—. Los que saben poco de astrología imaginan Capricornio como la típica cabra de monte, pero en realidad es un ser mítico. Una cabra de mar es un espíritu de la tierra y del agua.

—¿Cómo la versión masculina de una sirena? ¿Uno de los símbolos de Asherah, y más tarde el símbolo del linaje?

—Exacto. La profecía también habla de otros elementos astrológicos. Un predominio de planetas en signos de tierra y en signos de agua. Y amortiguar la influencia de Marte parece que se refiere a ese planeta en un signo de agua, en especial Piscis. Ya ves, al igual que la Esperada, el Príncipe Poeta ha de cumplir ciertos requisitos de nacimiento y sangre.

Maureen lo estaba asimilando todo, estupefacta por el impacto de esta revelación.

—Ciertos requisitos que tú posees —dijo en un susurro.

—Sí.

—¿Y debo asumir que, al igual que la Esperada, tienes cierto número de hermanos históricos que han cumplido esta profecía? La nota de Destino decía que tu reliquia de la Vera Cruz perteneció en otro tiempo al Príncipe Poeta más grande de todos.

—Sí, y estoy intentando imaginar a cuál se refiere. Supongo que se refiere a René de Anjou, pues fue rey de Nápoles y Jerusalén, y conde de Provenza. La historia le llama el Buen Rey René, porque era el típico príncipe de cuento de hadas, y también protector y benefactor de Juana de Arco. Fue padre de Margarita de Anjou, también una Esperada, y una mujer muy poderosa. Llegó a ser reina de Inglaterra y adalid de la facción de los Lancaster en la Guerra de las Rosas.

—¿De veras? ¿Quieres decir que existieron dos mujeres al mismo tiempo que cumplían los requisitos de la profecía de la Esperada, Juana y Margarita? El Buen rey René debía estar muy ocupado.

Bérenger rio.

—Ya lo creo. El otro aspecto que he observado es que cada uno de los hombres que cumplieron los requisitos de la profecía del Príncipe Poeta estaban rodeados de mujeres muy testarudas, pero también muy inspiradoras, mujeres que cambiaron su forma de pensar y su vida al tiempo que modelaban su destino.

—Así que… ¿la Esperada y el Príncipe Poeta siempre viven al mismo tiempo?

—A juzgar por todos los ejemplos que conozco, ése parece ser el caso. Pero sostienen relaciones diferentes. A veces, son padre e hija, a veces hermano y hermana, en otras ni siquiera son parientes, pero existe una relación de maestro y alumna. Por supuesto, los más legendarios suelen ser los amantes, pero no es el único tipo. Creo que Dios nos enseña de esa manera las múltiples formas que puede adoptar el amor. Son de la misma familia espiritual.

—Cualquier cosa con tal de llevar a cabo su misión, supongo. ¿Cumplir la promesa?

—Sí. En el siglo quince, había mucho que hacer. Fue un período de la historia muy poderoso, una era que encarnó el concepto de «el tiempo vuelve». Dios no quería correr ningún riesgo en ese siglo.

—¿Quién fue el otro Príncipe Poeta de ese período?

—Lorenzo de Médici, el padrino del Renacimiento.

Maureen reflexionó.

—¿Era uno de los nuestros? ¿De veras? Nunca lo habría adivinado.

—Creo que debía serlo, si inspiró a hombres como Sandro Botticelli y Miguel Ángel. Pero confieso que sé mucho más sobre la rama francesa de la familia. Tal vez este tal Destino nos lo confirme, pues da la impresión de que vamos a conocerle, a él o a quien sea, en el solsticio de verano.

Habían hablado antes con Peter, y los tres habían llegado al acuerdo de que viajarían juntos a Chartres para encontrarse con Roland y Tammy. Si estaban juntos, las probabilidades de que ocurriera algo inquietante disminuían. Cuantos más fueran, menos peligros acecharían. Bérenger Sinclair no había dejado de fijarse en que Destino estaba imitando sus actos. Dos años antes, él había tentado a Maureen a conocerle de este mismo modo, solicitando su presencia en una iglesia de París el día del solsticio de verano. No cabía duda de que Destino, fuera quien fuera, conocía bien su historia compartida. Era tan intrigante como desconcertante.

Maureen continuaba obsesionada con la revelación de la última profecía.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Porque estaba esperando el momento oportuno. No obstante, es evidente que Destino ha tomado la decisión por mí. Me alegro de que lo haya hecho. Me tranquiliza que estés informada. No me gusta ocultarte cosas.

Maureen tragó saliva, pero las palabras que iba a pronunciar no salieron de su boca. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y brillaron como esmeraldas a la luz de la luna que se reflejaba en el mármol del Panteón.

Él tomó sus manos con ternura y las acarició con los pulgares mientras hablaba.

—Así que, mi querida Esperada…, sólo quiero que sepas que comprendo todo lo que eres, y todo lo que has padecido. Al igual que también sé lo que significa vivir a la sombra, arrojada por una profecía tan potente.

—¿Desde cuándo sabes lo del Príncipe Poeta?

—Toda mi vida. Yo era el niño bonito. La posesión más preciada de mi abuelo. Por eso pasaba tanto tiempo en Francia, mientras mis hermanos vivían en Escocia. El viejo Alistair me vigiló con mucha atención hasta el día de su muerte, para ver si cumplía los requisitos de la profecía.

—Debía estar muy orgulloso de ti.

Bérenger se encogió de hombros.

—No lo sé. No logré nada en vida de él. Incluso hoy, aún he de determinar con exactitud qué se espera de mí. Cuando te conocí… Bien, ésa fue la primera vez que creí que sería capaz de cumplir mi destino.

Calló un momento para recuperar el aliento, abrumado de repente por el torrente de decepciones y deseos de los años anteriores. Se serenó y continuó enseguida.

—Maureen, ya sé que crees que te he metido prisas, y ahora espero que comprendas por qué. La verdad es que, en circunstancias normales, soy un hombre muy cauteloso y calculador en todos los aspectos de la vida. Pero contigo es imposible. Cuando te miro y veo lo que hay en tus ojos, descubro a la persona que he esperado. No sólo en esta vida, sino en otras. Tal vez durante cientos de años, o miles. Pero eras tú la persona que esperaba, y sólo tú. De eso estoy seguro.

Ella lloraba sin disimulos y a lágrima viva mientras le escuchaba.

—Lo siento muchísimo —respondió con voz entrecortada—. Te he hecho sufrir mucho, cuando tú has sido tan paciente conmigo. Y yo… Creo que he estado dormida durante mucho tiempo.

Él tomó su barbilla en la mano.

—Es hora de despertar, Bella Durmiente. Paloma mía.

Ambos se quedaron sin habla. La respuesta de Maureen fue inclinarse hacia adelante para aceptar el roce de los labios de Bérenger contra los suyos. En el centro de la piazza, mientras el agua de la fuente de Isis manaba detrás de ellos, estos amantes de la profecía y las escrituras compartieron la calidez del nashakh, el beso sagrado. Sus almas se fundieron mediante esta dulce fusión de su aliento. Ya no eran dos: eran Uno.

La Ciudad Eterna parecía un lugar singularmente apropiado para tan épica reunión.

A la mañana siguiente, Peter se levantó temprano para aprovechar el día. Sabía su objetivo, aunque no el motivo. Iría a la iglesia dedicada a san Ignacio, que estaba situada a unos centenares de metros del hotel de Maureen. Tenía la extraña sensación de que en ella encontraría algunas respuestas.

Había pasado la mayor parte de la noche investigando sobre Montserrat, y en concreto sobre la Virgen Negra. Lo que había descubierto era desconcertante. Reflexionó sobre lo interesante y, con frecuencia, asombroso que resulta poseer información que, tras años de conocerla, adquiere de repente un significado muy diferente basado en un cambio de perspectiva. Pues si bien recordaba algunos de estos detalles sobre Montserrat, en el pasado no le habían impresionado tanto como hoy.

Montserrat, al igual que Chartres, había sido un lugar de culto mucho antes del cristianismo, reconocido por los antiguos como una zona de extraordinario poder natural. Desde los primeros cristianos, había existido algún tipo de edificio religioso dedicado a María, y el actual monasterio se llamaba de Santa María. Lo que Peter consideraba desconcertante era que arraigadas leyendas locales indicaban que María había obrado milagros en el lugar. Al estudiar con atención la historia y el folclore primitivos cristianos, no había descubierto ninguna referencia a que la Madre de Jesús hubiera ido a España, pero en esta región abundaban las leyendas relacionadas con María Magdalena. Era la frontera sur de un país de herejes, y lo había sido durante dos mil años. Peter sólo pudo llegar a una conclusión: los milagros documentados en Montserrat eran obra de María Magdalena. Éste era su lugar, su monasterio, y era su imagen la que estaba tallada en madera antigua.

Durante la Edad Media, el monasterio adquirió fama como foco de saber, así como de sofisticado centro cultural, y fue visitado por la realeza y la aristocracia. Familias de la nobleza de Francia e Italia enviaban a sus hijos a estudiar allí. Peter había encontrado documentos en sus archivos y revisado los apellidos de las familias, algo así como el «quién es quién» de la riqueza y los privilegios de Europa, pero también en términos de lazos familiares heréticos. Había aprendido a reconocer estos apellidos durante los años que había estudiado día y noche el tema.

Montserrat recibía el nombre de Montaña del Grial, y existían teorías acerca de que el castillo del Grial de la leyenda de Parsifal se alzó en un tiempo entre estos picos escarpados y desnudos. La relación con el Grial, y la idea de que el «recipiente que contenía la sangre de Cristo» era una alegoría de la esposa y los hijos del Señor, prestaba más crédito a la posibilidad de que Montserrat fuera un lugar sagrado para los descendientes de Magdalena y sus enseñanzas. Las enseñanzas de la sagrada familia. Por si eso no fuera suficiente, Montserrat era famosa por un libro rojo. En este caso, lo llamaban el Llibre Vermell, un libro de cánticos religiosos escrito en 1399 y encuadernado en terciopelo rojo algunos siglos antes para protegerlo. Pero, al igual que tantas leyendas, existía un libro anterior, secreto y misterioso, oculto en el monasterio y que sólo conocían los principales iniciados.

El mayor misterio de todos era la antigua escultura de la Virgen de Montserrat. Los lugareños la llamaban La Moreneta, que significaba la «Morenita». Si bien documentos oficiales afirmaban que fue tallada en el siglo XII, la leyenda de Cataluña indicaba que esta menuda pero poderosa imagen de Notre Dame había sido tallada en Jerusalén durante el siglo I, ya fuera obra de san Lucas o de Nicodemo. La misma mitología indicaba que todo el monasterio fue construido alrededor de esta estatua cuando fue descubierta, pues resultó imposible moverla, por más hombres que unieron sus fuerzas para ello. Al igual que la estatua favorita de Matilda, el Volto Santo, la Virgen de Montserrat había elegido el lugar donde deseaba residir y se negó en rotundo a cambiar de emplazamiento.

Otra extraña similitud entre la Santa Faz de Lucca y la Virgen de Montserrat sorprendió a Peter. Estas dos obras de arte representaban una interesante pauta de la Iglesia que él estaba estudiando en secreto. Eran dos tallas de gran belleza artística y que poseían fuertes relaciones legendarias con el siglo I. Pero en ambos casos la Iglesia se empeñaba en que ninguna era original. Eran copias de la Edad Media. Algo fácil de entender en el caso de que fuera cierto. Lo que Peter consideraba fascinante era que existía más información en apoyo de la teoría de que eran originales del siglo I, que pruebas de que fueran copias. En su opinión, las probabilidades de que ambos objetos fueran originales eran muy numerosas. El Volto Santo, por ejemplo, se había considerado auténtico en los tiempos de Matilda. Si la escultura actual era una falsificación medieval, ¿qué había sido de la original? ¿Y por qué no se habían producido protestas en Lucca cuando se la llevaron? ¿Por qué no existía el menor dato histórico de que la Santa Faz fuera trasladada del lugar que Dios eligió para que descansara por los siglos de los siglos? El motivo, en opinión de Peter, era que el original jamás se había movido de su sitio. El Volto Santo de Lucca de nuestros días era, de hecho, el original tallado por Nicodemo. Y estaba empezando a pensar que lo mismo podía decirse de la Virgen de Montserrat.

Pero ¿por qué? ¿Por qué la Iglesia no quería que los fieles supieran que ambos objetos eran auténticos? Este conocimiento sólo podía aumentar su valor, pero no obstante daba la impresión de que se había llevado a cabo un esfuerzo coordinado para convencer al público de que muchos de estos sagrados objetos del siglo I eran falsificaciones, y que los originales se habían perdido en el devenir de los siglos. Aún tenía que comprender el motivo, pero no cejaría en su empeño. ¿Podría decirse lo mismo también de la Sábana Santa de Turín? La Iglesia, por alguna razón que él ignoraba todavía, ¿quería hacernos creer que la Sábana Santa era una falsificación, aun sabiendo que era una reliquia verdadera de inmenso poder? ¿Hasta dónde llegaban las ramificaciones de esta conspiración?

Hacía poco que había visitado la iglesia de la Escalera Santa, cerca del palacio de Letrán. Recibía su nombre de la escalera que la emperatriz Helena llevó con ella a Roma, los veintiocho escalones de mármol que Jesús subió cuando fue juzgado por Poncio Pilatos. Peter subió la escalera de rodillas, como se exige a los fieles, con el fin de ver el tesoro que le esperaba en lo alto. En una cripta se guardaba un retrato legendario de Nuestro Señor, atribuido a san Lucas, pero al que solía llamarse acheiropoieton, que significa «no pintado por mano humana». Al igual que el Volto Santo, se creía que los ángeles habían guiado la mano del artista que había creado el rostro de Jesús para asegurar que fuera perfecto.

El último Papa que exhibió esta pintura en público, antes de su restauración moderna, fue León X, el hijo del padrino del Renacimiento Lorenzo de Médici. Después de la muerte del papa León, el cuadro desapareció durante varios siglos. Cuando volvió a aparecer en público, partes de la obra estaban cubiertas de forma permanente con plata y joyas, como para ocultar gran número de detalles del lienzo original. De hecho, la mayor parte de la pintura había sido escondida por estos adornos posteriores, y sólo quedaba visible el rostro de Jesús. ¿Había algún elemento de esta pintura original de Nuestro Señor que la Iglesia no quería que viéramos? Porque, si no, ¿para qué manipular un objeto tan sagrado? ¿Afirmaron que era una copia de un autor desconocido, de escaso valor, porque no querían que los fieles hicieran preguntas? Peter rechazaba esta idea. Por su experiencia como sacerdote, se había dado cuenta de que los fieles muy pocas veces formulaban preguntas a las autoridades eclesiásticas, incluso cuando eran desesperadamente necesarias. Si los feligreses hacían más preguntas, si exigían más respuestas verdaderas, cabía la posibilidad de que la Iglesia se viera inmersa en un escándalo en los albores del siglo XXI.

Esta pintura se exhibía en Roma, sometida a las medidas de seguridad más estrictas. Peter había estado en casi todas las iglesias de la ciudad, y jamás había visto tanta vigilancia alrededor de una obra de arte. Esta pintura estaba alejada de los visitantes unos tres metros, como mínimo, tras la protección de un cristal a prueba de balas y lo que parecía ser una red impenetrable de barrotes de hierro. No obstante, la Iglesia afirmaba que sólo era una copia del original, efectuada por un artista ignoto de la Edad Media.

¿De verdad? Y en tal caso, ¿para qué el abovedado revestido de hierro? El Diamante Hope[4] no contaba con una seguridad semejante. Ni ninguna de las reliquias de Roma con fama de auténticas y de valor incalculable.

Peter consideraba el asunto intrigante, pero cuando confeccionó la lista de las obras de arte que creía auténticas, pero que la Iglesia afirmaba falsas, encontró un hilo conductor importante que las relacionaba. Todas estaban relacionadas con alguno de los primeros miembros de la Orden del Santo Sepulcro, ya fuera Lucas, Nicodemo o ambos. ¿Podía deducirse, en consecuencia, que cada uno de estos objetos había estado en contacto con el Libro del Amor?

Cruzó el Tíber mientras reflexionaba sobre esta idea, en dirección a la zona de Roma que albergaba dos iglesias importantes para la orden de los jesuitas. La de Gesù, la más grande y famosa, había sido cuartel general de la orden durante cientos de años. Se decía que Miguel Ángel se quedó tan impresionado por el poder y la pureza de la conversión de Loyola que se ofreció a diseñar su iglesia, el Santo Nombre de Jesús, gratis. Ahora, como sabía de quién era descendiente Miguel Ángel, Peter se preguntó si no existía una relación más profunda entre el gran artista e Ignacio de Loyola, una relación que también implicaba al Libro del Amor.

Aunque los planos arquitectónicos de la iglesia de Gesù se concluyeron en vida tanto del santo como del escultor, la construcción empezó después de la muerte de ambos. Peter pasó por delante del Gesù e hincó la rodilla en señal de respeto, pero continuó hacia la iglesia más pequeña a la que se dirigía, San Ignacio. En su opinión, era la iglesia del jesuita trabajador, al igual que había sido el centro oficial de culto del Colegio Romano, también conocido como Pontificia Universidad Gregoriana. Ésta, una de las universidades más antiguas del mundo, se creía que había sido bautizada así en honor del papa Gregorio XIII, quien fue el principal impulsor de su construcción. Pero Peter se quedó sobrecogido por la idea que se le acababa de ocurrir. Un superior le había contado en una ocasión la historia de que la universidad se llamaba gregoriana en deferencia a Gregorio VII, un gran reformador de la Iglesia. El Gregorio de Matilda.

Entró en San Ignacio, sin saber muy bien qué estaba buscando, pero firme en la fe de que lo encontraría en ese lugar. Se detuvo cerca de uno de los detalles que convertían la iglesia en un sitio único: el círculo dorado situado en el suelo que señalaba el sitio perfecto para ver lo que parecía ser una cúpula abovedada cubierta de trabajados frescos. Pero la cúpula era una ilusión óptica. La había pintado un brillante artista del Barroco, el hermano jesuita Andrea Pozzo, utilizando una técnica perfecta de trompe l’oeuil. La leyenda afirmaba que los vecinos se negaron a permitir la construcción de una cúpula que impidiera el paso del sol de la tarde, y los hermanos se vieron obligados a crear una falsa cúpula. En lugar de irritarse por la prohibición, se lo tomaron como un desafío artístico y crearon algo memorable. Cuando alguien se paraba sobre el disco dorado, era casi imposible decidir si la cúpula era una ilusión óptica sin parangón.

—La iglesia está llena de grandes espejismos, ¿verdad?

Peter pegó un brinco al oír la voz a su espalda, y se volvió de inmediato para ver quién había hecho la misma observación que le había pasado por la cabeza durante los dos últimos años. Detrás de él se hallaba el cardenal Barberini, su hermano en el consejo de Arques. Barberini se llevó un dedo a los labios y le condujo hasta uno de los bancos.

—¿Es usted Destino? —preguntó Peter a bocajarro.

Barberini sonrió.

—No, no. Ni de lejos.

Peter reflexionó un momento antes de la siguiente pregunta.

—¿Destino es jesuita?

Barberini negó con la cabeza.

—Destino es muchas cosas. No encaja en ninguna categoría de la que tenga usted referencias. Todavía. Pero ya hablaremos de eso después. De momento, he venido a decirle por qué se hizo jesuita, aparte de los demás motivos que usted ya conozca.

Peter se encontraba en una posición incómoda. Estaba con un miembro importante de la jerarquía eclesiástica que, sin duda, le había seguido. Barberini poseía información interna sobre asuntos muy graves y secretos, pero continuaba siendo un enigma. El cardenal DeCaro, en quien él confiaba ciegamente, había presentado a Barberini como un aliado, pero su comportamiento clandestino era extraño. E innecesario. ¿O no? ¿Vigilaban a Peter? Siempre lo había sospechado, pero aquí tenía la confirmación. ¿Vigilaban también a DeCaro? Las facciones más conservadoras del Vaticano estaban en abierto conflicto con la postura progresista de Tomas, sobre todo en lo tocante al material de la Magdalena, pero ¿estaban ocurriendo cosas más graves?

Por lo visto, Barberini estaba leyendo los pensamientos de Peter, porque continuó.

—Tendrá que confiar en mí hasta que pueda contarle más, hijo mío. De momento, he venido a hablarle de nuestro fundador, el gran san Ignacio de Loyola.

La reacción instintiva de Peter a la pregunta de «¿Por qué te hiciste jesuita?» se resumía en una sola palabra: conocimiento. Los jesuitas siempre habían sido los más grandes educadores y alumnos, y su pasión personal era el estudio de la historia de la religión y la espiritualidad, y de la sabiduría y el lenguaje antiguos. Vivía para enseñar y echaba mucho de menos su verdadera vocación, desde que se había trasladado a Roma para engrosar el comité de la Magdalena. Ignacio de Loyola era el fundador de esta universidad, y un pilar de la educación, tanto religiosa como humanista. Por ese motivo, Peter conocía bien su biografía, como todos los buenos jesuitas. Loyola procedía de una familia vasca, y nació la Nochebuena de 1491, el menor de trece hijos. Era de la baja nobleza, pero no tanto como para no poder llevar una existencia ociosa. En su juventud, fue un tanto mujeriego y jugador, y le nombraron oficial del ejército a los treinta años.

En Pamplona, Ignacio fue herido por una bala de cañón en la batalla que salvó el territorio de la invasión francesa. Se rompió una pierna y en la otra resultó herido por la explosión. La pierna rota curó tan mal que tuvieron que romperla de nuevo para volver a encajarla, todo lo cual se realizó sin anestesia. Loyola se repuso, pero la pierna rota quedó más corta que la otra, y cojeó durante el resto de su vida. La minusvalía despertó su interés por los logros intelectuales, como leer y adquirir más conocimientos que sus semejantes. Durante su rehabilitación, leyó todos los libros que encontró en el castillo de Loyola, todos de tema religioso.

Cierto misterio rodeó la vida de Ignacio durante esta temporada en Loyola. ¿Quién le facilitó los libros y qué leyó en concreto? Corrían rumores de que, durante este período, se enamoró de una misteriosa mujer, una mujer de pelo rojizo y sangre real que le cuidó con ternura e influyó grandemente en él durante su larga convalecencia. Cuando se recuperó lo suficiente como para poder andar y viajar, en marzo de 1522, era un hombre nuevo, espoleado por una febril intensidad espiritual.

Lo primero que hizo Ignacio después de su curación fue peregrinar al monasterio de Santa María de Montserrat, situado en las montañas del norte de Barcelona. Se decía que, obedeciendo a las reglas de la caballería relacionadas con Nuestra Señora, estuvo arrodillado toda la noche ante el altar de la Virgen Negra. Algunos dicen que lo hizo durante tres noches consecutivas en honor a la trinidad. Al final de su vigilia, depositó todas sus armas sobre el altar, delante de la Virgen, y juró que se convertiría en un nuevo guerrero del Camino.

Barberini interrumpió los pensamientos de Peter con una brusca pregunta.

—¿Cuándo fue Loyola a Montserrat?

—En marzo de 1522.

—Correcto. ¿Qué día de marzo?

—El día de la Anunciación, el veinticinco de marzo.

—Incorrecto.

Peter se quedó sorprendido. Todos los jesuitas conocían la fecha. Barberini continuó.

—Hizo el juramento a Notre Dame el veinticinco de marzo, eso es cierto. Pero fue después de tres días de oración y meditación. Llegó en una fecha concreta por una razón concreta.

Peter contestó, mientras intentaba que todo encajara en su mente.

—El veintidós de marzo.

Barberini asintió.

—Pero ¿por qué?

Peter comprendía, en teoría, que esta fecha poseía importancia herética en términos de nacimientos y profecías. Pero no estaba seguro de cuál era la relación específica en este caso. Barberini le dio la pista.

—¿Conoce la existencia de algo, tal vez de un documento controvertido y de valor incalculable, que haya podido acabar en el monasterio de Montserrat?

Fue como si hubieran golpeado a Peter en la nuca. Montserrat era la última morada conocida del manuscrito auténtico del Libro del Amor, el documento escrito de puño y letra por Nuestro Señor, y transportado a Europa por su esposa y amada, María Magdalena, quien estaba plasmada en la imagen de Montserrat sosteniendo a su hijo. Peter lo sabía, pero no había relacionado el Libro del Amor con Loyola hasta aquel momento. Había dado por sentado que la asociación doble con Montserrat era… pura coincidencia. Tendría que haberlo imaginado, pero ¿cómo era posible ubicar en el mismo lugar dos ideas enfrentadas en teoría?

Peter asintió, y Barberini continuó.

—La masacre final en la fortaleza cátara de Montségur ocurrió el dieciséis de marzo de 1244. Los cuatro supervivientes tardaron seis días en llegar a Montserrat. El veintidós de marzo es el aniversario de la llegada e instalación de la Palabra Sagrada de Jesucristo en el monasterio. La vigilia de Loyola, y su adoctrinamiento, empezaron aquella noche por un motivo concreto.

Peter formuló la siguiente pregunta con mucha cautela y lentitud.

—¿Qué me está diciendo? ¿Qué Loyola era un hereje? ¿Qué fundó nuestra orden por motivos muy diferentes de los que suponemos? ¿Qué… tuvo acceso al Libro del Amor?

—Él la llamó la Compañía de Jesús, ¿verdad? Podía significar cualquier cosa, por supuesto, pero es muy poco imaginativo, ¿no? ¿Le parece Loyola un hombre capaz de crear una nueva orden religiosa revolucionaria, para después ponerle un nombre que no representara a la perfección lo que defendía? Pero si estaba trabajando a partir de enseñanzas que procedían directamente de Jesús y no de otras fuentes, bien… Eso lo explicaría, ¿no? Recuerde siempre las palabras que fueron inmortalizadas en los escritos de su mejor amigo, Luis González de Cámara. Dijo: «Ignacio siempre se sintió inclinado hacia el amor. Más todavía, daba la impresión de encarnar el amor, y por ello fue amado por todo el mundo. No había nadie en la Compañía que no le amara y no se considerara amado por él». Es extraño que la Iglesia no haya conservado este retrato de nuestro Loyola, ¿verdad?

Peter estaba estupefacto. La perspectiva tradicional sobre el carácter de Loyola consistía en que era un hombre severo, riguroso y taciturno. Puede que fuera inteligente y devoto, pero «cariñoso» no era el primer adjetivo que venía a la mente cuando leías su biografía. El hecho de que le hubieran recordado que la persona más íntima de Ignacio de Loyola quiso dejar constancia de su inclinación hacia el amor, de que «daba la impresión de encarnar el amor», era toda una revelación.

—¿Significa esto que Loyola se encontraba en posesión del Libro del Amor? ¿Qué la obra estaba en Montserrat en 1522?

Se trataba de una valiosa información, teniendo en cuenta que todas las demás referencias al documento original desaparecían después de 1244.

Barberini se inclinó hacia adelante para palmear a Peter en el hombro, y después utilizó la muleta para levantarse.

—Me duelen los huesos después de cruzar el río, hijo mío. De momento, tendremos que dar por finalizada esta charla, pero me alegro mucho de que hayamos hablado. Ah, una cosa más…

Peter ayudó a Barberini a levantar su cuerpo envejecido y entrado en carnes del banco, mientras el anciano le asestaba el último golpe.

—El comité va a pronunciarse oficialmente sobre el material de Magdalena. Será la semana que viene. Pero entretanto ha de ir a Francia con su prima. Tomas y yo le mantendremos informado de lo que vaya sucediendo.

»Van a declarar auténtico el Evangelio de Arques y hacerlo público, o al menos eso me han dicho. Maureen será reivindicada si esto ocurre. Y usted también, hijo mío. Pero sobre todo… se contará por fin la historia de Nuestra Señora en toda su verdad e integridad. Dios lo quiera.

Mientras veía al anciano salir de la iglesia, Peter susurró como un eco las últimas palabras de Barberini.

—Dios lo quiera.