Doce

Dawn entró en el jardín.

—¿No es un poco temprano para empezar? —dijo—. Yo necesito tomar un café primero.

—¿Te ha llamado? —preguntó Foley.

—He estado hablando con él todo este rato, contándole dónde estaba.

—Estaba preocupado por ti.

—Ahora tengo que encontrar un sombrero de paja, grande, y pasar por Ralphs a comprar todo lo que le he dicho que necesitaba.

—¿Te preguntó si estabas siendo una santa?

—Hoy no. Voy a tomarme un café —dijo Dawn—. Estoy haciendo una regresión con Tico, para descubrir quién era en una vida muy lejana. Mi guía espiritual me ha puesto en contacto con un espíritu —añadió, mirando a Tico—, que te conoció hace mil seiscientos años, si es que eres capaz de imaginar cuánto tiempo es eso. Enseguida vuelvo.

—¿La has oído? —dijo Tico—. No es coña. Dawn está intentando averiguar quién era yo en otra vida, y ahora me dice que de eso hace mil seiscientos años, tío.

—¿Y cómo sabe dónde buscar?

—Cuenta con la ayuda de su guía espiritual. ¿Nunca ha investigado tus vidas anteriores?

—No ha podido encontrar nada anterior al 63 —dijo Foley—. Al principio pensó que podría haber sido Jack Kennedy, por eso de que he sufrido algún que otro revés, pero no pudo precisar si había llegado a ser presidente de Estados Unidos.

—¿Y es posible que lo fueras?

—Es posible.

—A mí me dijo que era de raza maya, guatemalteco. Le dije que era de Costa Rica y contestó que se acercaba bastante. No sabía cómo me llamaba, y por eso no podía decirme a qué me dedicaba —explicó Tico, con aire preocupado—, pero creo que ya lo ha descubierto.

Siguieron fumando y bebiendo whisky. Dawn volvió con una taza de café y se sentó con ellos.

—Por cierto, ¿os apetece un cigarrillo de los míos? —dijo, poniendo una voz ingenua. Tico contestó que ya se había fumado uno. Si no se daba cuenta de que le estaba tomando el pelo, es que no la conocía, pensó Foley. De todos modos, era probable que se hubieran acostado… ¿por qué molestarse en negarlo? Dawn le explicó a Tico—: Al parecer, llegaste al mundo en la primera parte del período maya clásico, hacia el año 400. Eres hijo de un dios-rey, el único y sin par Ha Nacido el Fuego. Así se llama: Ha Nacido el Fuego. Tu nombre, Tico, era Jaguar Lancero. Eras un guerrero célebre.

—Jaguar Lancero —repitió Tico, asintiendo con la cabeza.

—A tu novia la llevaron a la cima del templo para ofrecerla como sacrificio a los dioses, pero se asustaron al ver su belleza. Te propusieron salvarle la vida si tú ocupabas su lugar, si consentías en que te arrancaran el corazón.

—¿Cómo se llamaba ella? —preguntó Foley.

Dawn vaciló y Foley comprendió que trataba de inventar un nombre.

—¿Qué tal Ricura del Lancero Pánfilo? —apuntó Foley.

Ella lo miró, muy seria, volviendo a tomar las riendas de la situación.

—¿Sabes quién es el espíritu con quien me han puesto en contacto? La propia novia de Jaguar Lancero. En el otro mundo todos la llaman Corazón, como abreviatura de la Virgen Sin Corazón, por lo que le hicieron. Murió y le gusta ser guía espiritual. Dice que te cagaste de miedo, Tico, a pesar de que las posibilidades de que llegaran a sacrificarte eran menos que cero, porque eras el hijo de Ha Nacido el Fuego y porque eras muy popular, valiente y muy apuesto, sobre todo cuando llevabas ese tocado lleno de plumas y adornos. Corazón me explicó que los tocados pesaban mucho y producían lesiones en el cuello. Pero tú no quisiste correr el riesgo y dejaste que la sacrificaran. ¿No te arrepientes de no haber dado un paso al frente, Tico?

—¿Me estás diciendo que era mi novia y seguía siendo virgen? —dijo Tico—. ¿Cuánto tiempo llevaba con ella, un par de días? No la conocería lo suficiente para dar mi vida por ella.

—¿Y tú estás diciendo que no harías nada por salvarla?

—Ni siquiera la conozco. A lo mejor lo hago, si vuelvo a verla.

—Según Corazón —explicó Dawn—, por no hacer lo que debías, el Gran Poder se enfadó mucho y te convirtió en un insecto durante varias reencarnaciones sucesivas. Por eso me ha costado tanto llegar hasta tu existencia anterior.

—¿Te dijo qué clase de insecto? —preguntó Foley.

—No, no me lo dijo —respondió Dawn, evitando mirarlo—. Dijo que cuando Tico muera, volverá a ser un insecto, a menos que se redima.

—¿Y qué tiene que hacer para evitarlo?

—Lo de siempre —dijo Dawn—. Arriesgar la vida para salvar a otro de la muerte.

—¿Eso tengo que hacer? —preguntó Tico.

—Lo sabrás cuando llegue el momento —dijo ella—. Es tu única oportunidad para tener una vida mejor de ahora en adelante.

—No sé qué decirte —dijo el chaval.

—Vuelve a casa y piénsalo. ¿Quieres ser un insecto en todas tus vidas futuras?

—¿Que todos te pisen y te den manotazos? —sugirió Foley.

Tico parecía desconcertado y dijo que no sabía qué pensar. Dawn le explicó que el secreto era vaciar la mente, dejar un canal abierto, tratando de no pensar en nada, y entonces tendría muchas posibilidades de que el espíritu se pusiera en contacto con él.

—A lo mejor tu novia, la Virgen Sin Corazón —señaló Foley.

Cuando Tico se marchó, Foley dijo:

—Si no era consciente de haber sido un insecto antes de que tú se lo dijeras, ¿qué importancia tiene que lo haya sido?

—Me he dejado llevar —dijo Dawn.

—Me ha parecido que le estabas tendiendo una trampa.

—¿Para qué?

—No sé… para utilizarlo.

—¿Te diste cuenta de que me lo estaba inventando? ¿En su mayor parte? —dijo Dawn, mirándole a los ojos—: ¿Te apetece darte una ducha?

Una vez en la ducha, mientras se enjabonaban el uno al otro, Foley dijo:

—No te olvides de que tienes que ponerte un bikini en el retrato.

Dawn contestó que tendría que pedírselo al Pequeño Jimmy.

—Cuando terminó el cuadro se llevó las pinturas.

Foley propuso comprar un tubo de óleo y manchar un poco aquí, y aquí… y aquí. ¿De qué color le gustaría a ella?

—Hummm, ¿negro? —dijo Dawn, tendiéndole los brazos relucientes alrededor del cuello. Lo besó en la boca y dijo que no estaba segura del color, que mejor se lo preguntase a Jimmy—. ¿Estás a punto? —Y tuvo que preguntarle—: ¿Jack, por qué te has metido en la ducha calzado?

Estaban tumbados en la cama, atravesados, encima de las toallas.

—Iba a contarte lo que me dijo Cundo por teléfono, pero no quise estropear el momento en la ducha. Lo sueltan una semana antes de lo previsto. Estará aquí el viernes, pasado mañana.

—¿Y por qué a mí no me lo dijo? Estuve hablando un buen rato con él… no sabía cómo cortar. Le hice esperar mientras tú salías con mi cazadora de sesenta y nueve dólares de quita y pon. ¿Por qué no me dijo que lo soltaban antes?

—¿Te sientes engañado?

—Pues sí.

—Jack, sólo tenemos cuarenta y ocho horas para hacer locuras. Deberíamos probar algo distinto, como ponerme yo encima.

—Tiene que haber una razón para que no me lo haya dicho.

—Quería contármelo a mí primero. Tú le caes bien, Jack, pero contigo no se acuesta. Bien pensado, cuanto antes llegue, antes podremos dar el golpe y largarnos.

El golpe.

Foley cerró los ojos.

Antes podremos dar el golpe. Cuando sepamos cuál es el golpe y cómo vamos a darlo. No vamos a entrar en un banco. Nosotros no. Lo harás tú solo. Para simplificar las cosas. ¿Sabes cómo terminará todo esto? ¿Sabes dónde te estás metiendo? ¿Quién es quién? Si no lo sabes, no sabes nada. Antes podremos dar el golpe. ¿Por qué Dawn no se mordía las uñas de nervios? ¿Qué rollo se traía con Tico, el lancero? ¿Por qué no le había dicho Cundo que iba a salir antes de lo previsto? ¿Cómo es que no estaba loco de contento y con ganas de contárselo a su colega? ¿Cómo es que el otro día, cuando conoció a Dawn y ella le contó su plan, no vio ningún problema? No le preguntó nada para asegurarse de cuál sería su papel. Y Foley se quedó con esta sensación: Lo que ves no es lo que te parece.

Abrió los ojos.

Dawn estaba encendiendo un cigarrillo.

—¿Iremos a recogerlo al aeropuerto?

—Dijo que un amigo de Glades ya ha hablado con un tipo de L. A. para que lo traiga a casa.

—No tiene ningún amigo en Glades.

—Bueno, pues alguien nos está ahorrando la molestia —dijo ella.

Le puso a Foley el cigarrillo entre los labios y se quedó mirándolo mientras fumaba y echaba el humo por la boca.

—¿Quieres descansar un poco más…? —le preguntó.