Existe una cualidad que no puede negárseles a los británicos: el tacto. Los marinos del Furious, desembarcados cerca de la oficina de correos de Eden Quay, habían penetrado discretamente en el edificio, armados unos con fusiles y otros con granadas. Cercaron al grupo de supervivientes, que ignoraban cuanto les rodeaba, pero esperaron a que todo estuviese terminado, antes de intervenir ellos, porque no querían que la joven se sonrojase pensando que habían podido sorprenderla en una postura indecorosa.
El vestido, pues, volvió a caerle hasta los pies; Gertie se enderezó con la cara encendida y empapada en lágrimas; Kelleher y Dillon se miraron con un aire triunfal; entonces, sintieron la punzada de una bayoneta en la espalda. Levantaron los brazos al aire.