El obús atravesó la vidriera de la oficina de correos de Eden Quay y, chocando contra la pared del fondo, estalló en el vestíbulo. Otro obús siguió el mismo camino. El tercero hizo estragos en el primer piso. El tejado se balanceó. Otros explotaron en la acera y hasta alguno se empeñó en labrar el jardín de la Academia y mutilar sus estatuas. Pero la mayoría daban de lleno en la oficina de correos de Eden Quay.
Al cabo de seis minutos, Cartwright consideró que ya debían de haber conseguido unas ruinas decentes y del todo satisfactorias desde el punto de vista del general Maxwell. Ordenó, pues, el alto el fuego para que se disipase el humo y se pudiesen observar los resultados. Incluso se planteó desembarcar para recoger a los supervivientes.