LX

O’Rourke tenía agarrada a Gertie, pero no sabía muy bien qué hacer. Ella forcejeaba y lo insultaba. Larry la estrechaba tanto como podía, al menos. Ya no se acordaba de nada de lo que había dicho unos segundos antes. Sólo pensaba en la táctica que debía seguir, pero ya no se daba cuenta de que estaba reflexionando. Pensó que lo mejor sería tumbarla en el suelo, pues no veía muy bien qué se podía hacer en el sillón.

Mientras construía su plan de ataque, dejaba errar las manos por el cuerpo de Gertie; como intentaba atraerla hacia sí, lo que más iba conociendo de ella era la espalda, y los pechos, que le pinchaban con sus puntas. Fue más abajo y el contacto con el tul elástico le pareció curioso, y más que agradable el que la prenda ocultase sustanciosos encantos.

Jadeaba, pero aún no había decidido ningún método decisivo.

De repente, Gertie se dejó caer sobre él, murmurándole al oído (sus cabellos le cosquilleaban deliciosamente):

—Tonto, ¿te crees que vas a…?

Sin embargo, parecía consentirlo todo. Larry la encontraba incluso singularmente activa y audaz, cosa extraña en una chica, que, después de conocer a individuos como Callinan y Caffrey, sólo debía de guardar recuerdos brutales. Pensó que era el momento de besarla. Pero Gertie salió al paso de toda libertad ulterior y destruyó sus ilusiones.

Dio un salto hacia atrás profiriendo un alarido de dolor.

Lo que más le había dolido no era la torsión, sino la mala uva de la chica.