XLVIII

No estaba absolutamente seguro de que fuese ella; incluso le parecía muy poco probable. Entre ellos podía encontrarse alguna amazona fanática y republicana, pero, en tal caso, ¿era de buen tono aplastar a una mujer bajo las bombas? El comodoro Cartwright se atusó los bigotes tanto más pensativo cuanto que Mountcatten acababa de anunciarle que ya habían muerto seis marinos y estaban heridos otros veinticinco; respecto a los resultados positivos de demolición, eran flojos. Cartwright ordenó el alto el fuego y mandó un radiotelegrama para informar al general Maxwell sobre la presencia de una mujer entre los rebeldes de Eden Quay, y pidió nuevas instrucciones.