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Pero, mientras tanto, ¿quién era la víctima a cuyo hogar se dirigía? ¿Acaso era tan imprudente como para navegar a la deriva hasta que el azar le ofreciera una persona a la que asesinar? No, por cierto: ya desde tiempo atrás había señalado a su víctima, un viejo e íntimo amigo.

Brandon miraba con aire sombrío la hoja de papel que tenía frente a sí en la máquina de escribir. Puede que Tom Cross estuviera muy lejos de la idea que tenía el comisario de lo que era un buen policía, pero aun así siempre había sido un buen «cazaladrones». Payasadas como la de esta noche solo servían para poner en entredicho toda su carrera. ¿A cuánta gente más habría encarcelado Cross pasándose de la raya sin que nadie lo supiera? Si el propio Brandon no se hubiera saltado las reglas y se hubiera llevado consigo a Tony Hill para realizar un registro ilegal, nadie habría dudado de que las «pruebas» halladas por Cross fueran reales. Nadie excepto Stevie McConnell habría sabido que dos de los tres «hallazgos» de Cross habían llegado a la casa con él. La sola idea de las consecuencias que podía acarrear todo ello bastó para que Brandon sintiera que una punzada de sudor frío le recorría la espalda.

Cross no le había dado otra opción que suspenderle. Las medidas disciplinarias que seguirían a esta decisión serían, sin duda, dolorosas para todos los implicados, pero esa era la menor de las preocupaciones del comisario. Le molestaba mucho más el efecto que pudiera causar en la moral de la brigada de homicidios. La única manera de evitarlo era hacerse cargo de la investigación personalmente. Ahora, lo único que tenía que hacer era convencer al jefe de que estaba bien. Suspiró, sacó la hoja de papel de la máquina e insertó otra.

Su informe para el jefe de policía era corto e iba al grano. Así que ya solo le quedaba una tarea pendiente antes de poder arrastrarse hasta su casa y meterse en la cama. Suspiró y miró el reloj. Faltaban treinta minutos para la medianoche. Apartó la máquina a un lado y empezó a escribir en una hoja de papel con su membrete: «A la atención del detective Kevin Matthews, de parte del comisario John Brandon (Homicidios). Asunto: Steven McConnell. Tras la suspensión del comisario Cross, asumiré directamente el mando de la brigada de homicidios. No existen cargos para acusar a McConnell de otra cosa que no sea de asalto, por lo que debería liberarse bajo fianza tras fijar una fecha para ser juzgado por asalto con agresión y con la condición de que se presente en el plazo de una semana en la calle Scargill para que lo interroguemos en caso de que surjan nuevas pruebas. En vista de su negativa a facilitarnos información sobre sus contactos o los nombres de las personas a las que podría haber presentado a Gareth Finnegan y Adam Scott, habría que investigar con quién se junta. Deberíamos obtener una orden para pincharle el teléfono basándonos en su conexión con Scott y Finnegan y del contacto que sabemos que mantuvo con Damien Connolly en calidad profesional. La investigación de los cuatro crímenes relacionados debería seguir avanzando en un frente amplio, aunque sugiero que, tras su liberación bajo fianza, lo mantengamos estrechamente vigilado. Mañana al mediodía tendrá lugar una conferencia sobre el caso a cargo de los oficiales superiores». Firmó el informe y lo guardó en un sobre. «Cómo hacer amigos e influenciar a la gente», pensó mientras bajaba hasta recepción, donde se encontraba el sargento de guardia.

Rezaba porque el doctor Hill no se hubiera equivocado con lo de Stevie McConnell. Si el instinto de Tom Cross no le había traicionado, estaría en peligro algo más que la moral del departamento.

Carol se desplomó sobre la mesa, con la barbilla apoyada sobre los brazos cruzados, mientras acariciaba la barriga de Nelson con la mano.

—¿Qué crees tú, chico? ¿Es otro mentiroso bastardo o qué?

—Purrr —dijo el gato cada vez más fuerte con los ojos levemente abiertos.

—Sabía que dirías eso. Y estoy de acuerdo, siempre elijo a los mejores —suspiró—. Tienes razón, debería haber mantenido las distancias. Esto es lo que pasa cuando das el primer paso, que te puedes llevar una hostia. Aunque nunca acostumbre a ser tan fuerte. Al menos, ahora sé por qué se apartaba. Estamos mejor sin él, gatito. Bastante dura es la vida como para encima tener que jugar un papel secundario.

—Purrr —asintió Nelson.

—Debe de pensar que soy tonta de remate si cree que me voy a tragar que los desconocidos van dejando en contestadores automáticos mensajes de esta clase.

—Purrr —se quejó el gato mientras se daba la vuelta y le golpeaba con las patas.

—Ya… tú también piensas que es ridículo. Pero el tipo es psicólogo. Si pretendía convencerme de que me había mentido, podría haberlo intentado con algo más plausible que con extrañas llamadas telefónicas. Con que me hubiera dicho que era alguien con quien había terminado, pero que no quería darse por enterada… —Se frotó los ojos, somnolienta. Bostezó y se puso en pie con un movimiento lánguido.

La puerta de la habitación que Michael usaba como estudio se abrió y apareció su hermano.

—Ya me parecía que oía voces. Podrías hablar conmigo, ¿sabes? Al menos, yo te respondo.

Carol le lanzó una sonrisa cansada.

—Y Nelson. No es culpa suya que no hablemos su lenguaje. No quería molestarte, he visto que estabas trabajando.

Michael avanzó hasta el mueble bar y se sirvió un poco de whisky escocés.

—Solo estaba realizando una serie de comprobaciones del juego para ver cuáles son los problemas técnicos que tenemos de momento. Poca cosa. ¿Qué tal te ha ido el día?

—Mejor no preguntes. Nos han llevado a la calle Scargill. Un agujero infernal. Imagina que tuvieras que hacer los cálculos con un ábaco y te harás a la idea de cuál es mi nuevo entorno de trabajo. La atmósfera es una mierda y Tony Hill ya ha dicho lo que tenía que decir. Aparte de eso, todo es mágico. —Carol siguió el ejemplo de su hermano y se sirvió una copa.

—¿Quieres que hablemos de ello? —dijo mientras se sentaba sobre uno de los brazos del sofá.

—Gracias, pero no. —La policía se tomó la bebida de un trago, se estremeció ante el duro golpe que acababa de recibir su espíritu y dijo—: Por cierto, te he traído unas fotografías. ¿Cuánto crees que tardarás en echarles una ojeada?

—Le voy a gorronear la máquina a mi colega mañana por la tarde. ¿Te vale?

—Gracias, hermanito —dijo mientras lo abrazaba.

—Un placer. —Le devolvió el abrazo—. Ya sabes cuánto me gustan los retos.

—Me voy a la cama con tu permiso. Ha sido un día largo.

En cuanto apagó la luz, notó el ruido sordo y familiar de Nelson encaramándose a los pies de la cama. Le resultaba reconfortante sentir su calor en las piernas, aunque no fuera capaz de sustituir ni mucho menos al cuerpo que había pretendido que le diera calor al principio de la noche. Por descontado, en cuanto apoyó la cabeza sobre la almohada, desapareció su adormecimiento. El cansancio seguía ahí, pero su mente no dejaba de pensar. ¡Dios santo!, ojalá para mañana por la tarde hubiera desaparecido el mal rollo que había entre ambos. El aguijonazo de la humillación seguiría ahí, pero se consideraba una mujer adulta y profesional. Ahora que sabía que no tenía nada que hacer, no volvería a ponerle en un compromiso; y ahora que él sabía que lo sabía, quizá consiguiese relajarse. En cualquier caso, el perfil debería proporcionar un terreno neutral más que suficiente para ellos. No veía el momento de averiguar qué había descubierto.

Al otro lado de la ciudad durmiente, Tony yacía tumbado en la cama, mirando fijamente el techo, trazando mapas con carreteras imaginarias por entre las grietas que rodeaban la roseta de yeso. Sabía que de nada iba a servir apagar la luz de la mesilla de noche. El sueño lo ignoraría y, una vez en la oscuridad, empezaría a sentir la asfixia de la claustrofobia. Nunca le había gustado contar ovejas. Era en vigilias nocturnas como estas que se convertía en su propio terapeuta.

—¿Por qué tenías que llamar hoy? —murmuró—. Me gusta Carol Jordán. Sé que no la quiero en mi vida, pero tampoco pretendía hacerle daño. Escuchar tus súplicas en el contestador ha debido sentarle como una patada en la boca del estómago después de que le dijera que no salía con nadie. Un extraño afirmaría que apenas si nos conocemos y que lo que ha sucedido esta noche estaba por completo fuera de lugar. Pero los desconocidos no entienden el vínculo, la estrecha relación que se crea de la nada cuando trabajas mano a mano para intentar atrapar a una persona… cuando el reloj corre en contra de la vida de la próxima víctima.

Suspiró. Al menos no había dicho lo único que quizás habría convencido a Carol de que no estaba mintiendo; la verdad que tan celosamente guardaba en su interior. ¿Qué les decía a su pacientes? «Deja que salga. Da igual de qué se trate. Hablar de ello es el primer paso para desenterrar el dolor».

—Menuda sarta de estupideces —soltó con amargura—. No es más que otro truco burdo de mi chistera mágica, pensado para legitimar mi curiosidad lasciva; para desatar mentes retorcidas de tarados que se dejan llevar por sus fantasías hasta un punto en el que la sociedad no se siente cómoda. Si le contase la verdad a Carol, si le dijese la palabra clave, mi dolor no desaparecería. Solo conseguiría sentirme como un pedazo de mierda aún más grande. No pasa nada porque los hombres mayores sean impotentes, pero si a los de mi edad no se nos levanta, no somos más que un chiste.

Sonó el teléfono y se sobresaltó. Se dio la vuelta en busca del auricular.

—¿Hola? —dijo con voz indecisa.

—Por fin, Anthony. ¡Cuánto te he echado de menos!

El arrebato de ira que había experimentado al oír aquella voz lánguida y sensual desapareció tan rápido como había surgido. ¿Qué sentido tenía enfadarse con ella? Esa mujer no era el problema. El problema era él.

—He recibido tu mensaje —dijo, resignado. No era ella la responsable del desencuentro con Carol. De hecho, no se habría producido si él no fuera un hombre tan patético. No merecía la pena pensar siquiera en tener relaciones con mujeres buenas y normales. Con Carol la habría cagado; como lo había hecho con todas las mujeres que se habían acercado demasiado. Lo máximo a lo que podía aspirar era al sexo telefónico. Al menos, así había cierta igualdad, porque permitía a los hombres no solo fingir el orgasmo, sino también la erección previa.

Angélica soltó una risita.

—Creía que te había dejado algo agradable para cuando llegaras a casa. Espero que no estés tan cansado como para que no podamos divertirnos un poco.

—Nunca estoy tan cansado que no pueda divertirme contigo —respondió Tony tragándose el disgusto que amenazaba con sacarle de quicio. «Piensa en ello como en una terapia», se dijo. Se tumbó boca arriba y dejó que la voz fluyera sobre sí mismo al tiempo que la mano descendía desde el pecho hacia la ingle.

Las limpiadoras cotilleaban junto al ascensor de la tercera planta del Bradfield Evening Sentinel Times cuando Penny Burgess salió de él. Entró en la sala de redacción y fue encendiendo las luces a su paso, que zumbaban sin melodía alguna y en voz baja. Dejó el bolso sobre la mesa, junto al ordenador, y escribió su contraseña. Ejecutó los comandos que le permitían adentrarse en la base de datos de la biblioteca y presionó la tecla «buscar». Le salieron cinco opciones: 1. Tema; 2. Nombre; 3. Firma; 4. Fecha y 5. Imágenes. Penny pulsó el 2 y en la casilla «apellido» escribió Hill; en la de «nombre», Tony, y en la de «título», doctor. Se acomodó en el asiento y esperó a que el ordenador rebuscase entre los gigabytes de información que había en su gran memoria. Abrió el paquete de cigarrillos y se dispuso a fumar el primero del día. No le había dado más que un par de caladas cuando en la pantalla apareció la leyenda: «Encontrados (6)».

La periodista pinchó los botones adecuados para que las seis opciones aparecieran en pantalla. Lo hicieron por fecha en orden inverso. La primera información era un recorte de hacía dos meses aparecido en el Sentinel Times. Lo había escrito uno de los reporteros de noticias. Aunque lo había leído en su momento, se había olvidado de él por completo. Mientras lo releía, silbó suavemente.

Dentro de la mente del asesino

El hombre que el Ministerio del Interior ha elegido para liderar la caza de los asesinos en serie ha hablado hoy sobre el último asesinato que ha aterrorizado a la comunidad gay de la ciudad.

El psicólogo forense Tony Hill lleva un año realizando un estudio respaldado por el gobierno y con el que pretende poner de manifiesto la viabilidad de la creación de un cuerpo similar a la unidad del FBI que aparece en El silencio de los corderos y que se dedica a trazar perfiles criminales.

Con anterioridad, el doctor Hill, de treinta y cuatro años, había sido jefe de Psicología del Hospital Blamires, un manicomio de máxima seguridad en el que se encierra a los criminales trastornados más peligrosos del Reino Unido; incluidos el asesino de masas David Harney y el asesino en serie Keith Pond, conocido como «el Loco de la autopista».

El doctor Hill ha dicho: «La policía no me ha llamado para consultarme nada respecto a estos casos, así que sé tan poco como sus lectores».

O el buen doctor había mentido a su colega o su inclusión formal en el caso se produjo después de aquella entrevista. Penny acababa de ver cómo explotar el tema para que a su editor le pareciera interesante. Ya veía el titular: «La policía sigue las mejores pistas en la caza del asesino». Leyó el resto del artículo a toda velocidad. No ponía nada que no supiera, pero le interesó mucho el hecho de que el doctor Hill especulara con que las diferencias del tercer asesinato podían significar que hubiera dos asesinos sueltos. Por lo visto, la idea se había evaporado sin dejar ni rastro… Era algo que tendría que preguntarle a Kevin la próxima vez que hablase con él por teléfono.

El siguiente recorte pertenecía al Guardian y anunciaba la puesta en marcha por parte del Ministerio del Interior de un programa para crear un cuerpo nacional que se encargase de estudiar a los asesinos en serie. El proyecto tenía su base en la Universidad de Bradfield. El artículo le proporcionaba más información sobre el doctor Hill y anotó los datos de su carrera en el bloc. El tipo no era un cualquiera. Tendría que manejarlo con mucho cuidado.

Tamborileó en sus dientes con el bolígrafo y se preguntó por qué el Sentinel Times no había sacado ninguna noticia acerca del doctor. Quizá lo hubieran intentado y les hubiera dicho que no. Tendría que hablarlo con sus colegas de la sección.

Los dos recortes siguientes eran de un periódico nacional. Un artículo en dos partes sobre asesinos en serie cuya publicación habían hecho coincidir con el estreno de El silencio de los corderos. El doctor Hill aparecía mencionado en ambos artículos y hablaba en términos generales sobre el trabajo de los psicólogos dedicados a trazar perfiles.

Los dos últimos recortes se centraban en uno de sus pacientes más conocidos: Keith Pond, también llamado «el Loco de la autopista». Pond había secuestrado a cinco mujeres en diferentes áreas de servicio y, después, las había violado y asesinado de modo salvaje. Cuando lo juzgaron, solo habían sido encontrados dos cuerpos. Tras una larga terapia con el doctor Hill, el enfermo había revelado dónde se encontraban los tres cadáveres restantes. La desconsolada familia de una de las víctimas había ensalzado al psicólogo como «un obrador de milagros». En uno de los artículos se intentaba trazar un perfil de Tony Hill, pero disponían de muy pocos datos. Como era habitual, el periodista no había dejado que eso se interpusiese en el camino de una buena historia:

Tony Hill, soltero hasta la fecha, se dedica en cuerpo y alma a su trabajo. Un antiguo colega llegó a decir de él lo siguiente: «Es un adicto al trabajo. Está casado con su profesión. Está obsesionado por entender qué es lo que hace que sus pacientes piensen así. No creo que haya otro psicólogo en el país capaz de introducirse mejor que él en las mentes retorcidas, ni de determinar por qué se comportan como lo hacen. A veces he llegado a pensar que se lleva mejor con los asesinos de masas que con sus otros pacientes».

El doctor Hill, que lleva una vida recluida, vive solo y no alterna socialmente con sus colegas. Además de estudiar la mente de los asesinos en serie, su única afición parece ser el senderismo. Es corriente que los fines de semana se desplace hasta los lagos del valle de Yorkshire para pasear por entre sus páramos.

—Vamos, la alegría de la huerta —dijo la periodista en voz alta mientras tomaba unas cuantas notas más. Luego regresó al menú principal y seleccionó la quinta opción. Volvió a introducir el nombre del doctor y buscó imágenes. Por lo visto, había una sola imagen en el banco de datos. La pinchó y se quedó mirando la cara que aparecía en la pantalla—. ¡Te pillé! —exclamó. Solamente lo había visto una vez antes, pero ahora ya sabía quién era el compinche de Carol Jordán.

Penny volvió a acomodarse. Estaba saboreando el tercer cigarrillo ya cuando se dio cuenta de que la sala empezaba a llenarse. Primero haría una llamada rápida y luego iría a comer alguna fritanga al bar. Cogió el teléfono y marcó el número de casa de Kevin Matthews. Lo descolgaron a la segunda llamada.

—Agente Matthews —dijo somnoliento.

—Hola, Kev, soy Penny —dijo, saboreando el mudo asombro que siguió a sus palabras—. Perdona que te llame a casa, pero he pensado que quizá prefirieses contestar a mis preguntas desde donde estás a tener que hacerlo en comisaría.

—¿Q-qué? —tartamudeó antes de decir en voz baja—. Sí, es del trabajo. Duérmete, mi amor.

—¿Cuánto tiempo lleva el doctor Hill en el equipo?

—¿Cómo te has enterado de eso? ¡Mierda, se supone que eso era alto secreto! —explotó al tiempo que su nerviosismo se convertía en ira.

—Tranquilo, tranquilo. Si gritas así no volverá a dormirse. Da igual cómo lo haya descubierto, da gracias a Dios por poder poner la mano en el pecho y jurar que no ha salido de ti. ¿Cuánto, Kev?

—Un par de días —dijo tras aclararse la garganta.

—¿Fue idea de Brandon?

—Así es. Oye, de verdad, no puedo hablar de esto. Se supone que es un secreto.

—Está haciendo un perfil, ¿verdad?

—¿Tú qué crees?

—¿Trabaja con Carol Jordán? La chica de ojos azules de Brandon está metida en esto, ¿me equivoco?

—Ella es la agente de enlace. Oye, tengo que dejarte. Ya hablaremos luego, ¿vale? —Intentó sonar amenazante, pero no lo consiguió.

Penny sonrió y exhaló una bocanada de humo lentamente.

—Gracias, Kev. Te debo una muy, pero que muy especial. —Luego colgó el teléfono, borró la pantalla y abrió un archivo de escritura.

«Exclusiva. Por Penny Jordán», escribió. Al diablo con el desayuno, tenía asuntos más importantes que tratar.

Tony estaba ante el ordenador de nuevo a las 8:30. En vez de la culpabilidad que había esperado sentir por el encuentro erótico, se sentía renovado. Darse permiso para pasárselo bien con Angélica había conseguido que, hasta cierto punto, se soltase y relajase. Por extraño que parezca, tras la situación que se había producido por la tarde, consiguió tener una erección mientras ella lo llevaba hacia un encuentro sexual escandaloso e imaginativo. No había conseguido mantener la erección y alcanzar el orgasmo, pero como no había nadie más para presenciarlo, no le había importado. Quizá lo que necesitara para no tener que enfrentarse más a la realidad con semejante pánico fueran unas cuantas llamadas más de Angélica.

Pero no en el trabajo. Lo que precisaba ahora era paz absoluta. Ya le había pedido a su secretaria que no le pasase llamadas, de modo que había descolgado el auricular de la línea directa. Nada ni nadie iba a interrumpir el fluir de sus pensamientos. La sensación de satisfacción que experimentaba se prolongó mientras leía el trabajo que había realizado el día anterior. Ya estaba listo para seguir adelante y empezar a sacar conclusiones sobre Andy el Hábil. Se sirvió una taza de café del termo y tomó una bocanada profunda de aire.

Tenemos entre manos a un asesino en serie que, sin duda, seguirá matando si no lo pillamos. El siguiente asesinato tendrá lugar el octavo lunes después de la muerte de Damien Connolly, a menos que alguna situación lo adelante. Quizá perdería los estribos e intensificaría sus actuaciones si se diera alguna situación catastrófica que socavara lo que sea que use para mantener viva la fantasía. En el supuesto de que, por ejemplo, grabe vídeos, la desaparición de estos o el hecho de que sufrieran daños podría desembocar en una pérdida de control. Otra posibilidad sería que acusaran de los asesinatos a un inocente. Esa sería una afrenta tal a su autoestima que perfectamente podría llevarle a cometer el siguiente crimen antes de lo previsto.

Creo que es posible que haya elegido ya a su próxima víctima y que esté familiarizándose con sus movimientos y estilo de vida. Es probable que el elegido sea un hombre desconocido para la comunidad gay. Será, a todas luces, un hombre heterosexual con una vida heterosexual.

El hecho de que su última víctima fuera un agente de policía resulta alarmante. Es muy probable que fuese una elección consciente, no un accidente ni tampoco una coincidencia. El asesino envía de este modo un mensaje a los investigadores. Pide que le hagamos caso, que lo tomemos en serio. También nos está diciendo que es el mejor; que puede atraparnos a nosotros, mientras que nosotros no podemos hacerlo. Existe la teoría de que un comportamiento de esta clase es una invitación a que lo capturemos, pero no creo que suceda así en este caso.

Es posible que su próxima víctima sea también un agente de policía; tal vez incluso alguien que trabaje en la investigación. Pero ese no sería motivo suficiente para elegirla, habría de encajar además en los criterios que haya elaborado su mente; solo así los homicidios tendrían un significado completo para él. Recomiendo encarecidamente que todos los agentes que encajen en el perfil de víctimas estén vigilados en todo momento, aparte de prestar atención a todos los vehículos extraños que haya aparcados cerca de su casa y de asegurarse de que no les sigan en el trabajo, así como en los eventos sociales a los que acudan.

El acecho y la preparación persiguen dos propósitos principales para el asesino: evitar los elementos sorpresa potenciales en el momento en que vaya a llevar a cabo el asesinato, y alimentar la fantasía, que es lo más importante en la vida del asesino.

El homicida, probablemente, será un hombre blanco de entre veinticinco y treinta y cinco años. Es posible que mida cerca de 1,80 metros y esté musculado, y que tenga una fuerza considerable en toda la zona relativa al tronco superior. No obstante, cabe la posibilidad de que su cuerpo le disguste. Puede que vaya al gimnasio, pero si se lo puede permitir, es probable que prefiera usar su propio equipo en la privacidad de su casa. Es diestro.

Él evitará parecer un preso. Antes bien, su aspecto será muy, muy normal. Su conducta no levantará la más mínima sospecha. Es el clásico tipo al que no mirarías dos veces; y que, evidentemente, no considerarías un asesino múltiple. Puede que tenga tatuajes y/o cicatrices autoinfligidas, pero es posible que pasen desapercibidos.

Conoce Bradfield muy bien, especialmente la zona de Temple Fields. Eso nos lleva a pensar en alguien que vive y, probablemente, trabaje en la ciudad. No creo que sea un visitante casual ni un antiguo residente que venga aquí a matar. No existe un patrón geográfico obvio en relación con las casas o trabajos de las víctimas, excepto que todas vivían relativamente cerca de una línea de tranvía. Es muy posible que la casa de la primera víctima sea la que más cerca se halle de donde vive o trabaja el asesino. Si nos atenemos a los antecedentes y al estilo de vida que comparten las víctimas, así como a la idea de que se mantiene en un tipo de entorno que conoce y entiende, sospecho que el homicida vive en una propiedad privada en vez de hacerlo de alquiler; probablemente en una casa en lugar de un apartamento, y en las afueras, en un área con edificaciones parecidas a las de sus víctimas. Es posible que las casas de estas sean mejores que las del asesino; no en vano, se trata de hombres cuya vida envidia, hasta cierto punto.

Probablemente sea más inteligente que la media, aunque no creo que posea un título universitario. Su expediente en el colegio ha sido muy dispar, con muchas ausencias y notas muy diferentes entre sí. Nunca habrá estado a la altura de su potencial o de lo que los demás esperaban de él. La mayoría de los asesinos en serie presenta un historial laboral muy pobre, suele pasar de un trabajo a otro y, normalmente, es despedido en vez de ser ellos quienes dejen sus puestos de trabajo. Este hombre en concreto demuestra un extremado autocontrol a la hora de cometer los asesinatos, lo que me lleva a pensar que será capaz de mantener un trabajo fijo, quizás alguno incluso en donde ejerza cierta responsabilidad y que requiera de planificación. Sin embargo, no creo que su trabajo implique mucho contacto con otros seres humanos, puesto que sus relaciones con la gente se caracterizarán por su naturaleza disfuncional. Todas sus víctimas son trabajadores de clase media, a excepción de Damien Connolly, lo que constituye un indicio de que posiblemente opere en un entorno de trabajo similar. No me sorprendería nada que trabajara en algo relacionado con la tecnología, seguramente ordenadores. No en balde se trata de un tipo de empleo en el que la gente puede desempeñar buenos trabajos sin necesidad de poseer habilidades sociales significativas. En el extraño mundo de los ingenieros de programación, la gente que no encaja es aceptada y es aceptable igualmente; de hecho, suele estar muy bien considerada porque es difícil de reemplazar. No creo que nuestro asesino sea una persona extremadamente creativa dentro del mundo de la programación, pero no me extrañaría que fuera un gerente de sistemas o un verificador de programas. Es probable que no se lleve demasiado bien con sus jefes porque tienda a ser insubordinado o a polemizar.

Su trabajo será propio de la clase media, como también sus aspiraciones, ropa y casa, aunque a lo mejor pertenezca a la clase obrera. Es bueno con las manos, pero no creo que posea una ocupación manual; aun cuando sólo sea por el alto grado de planeamiento que requieren sus asesinatos.

Socialmente, se siente aislado. No tiene por qué ser un solitario, pero no conecta con la gente. Se siente extraño. Es probable que haya desarrollado habilidades sociales superficiales, pero, por alguna razón, su comportamiento siempre desafine. Es el que se ríe demasiado alto; el que piensa que está haciendo un chiste cuando, en realidad, está resultando ofensivo; el que de repente se queda en su mundo, soñando despierto. Aunque no tenga amistades, formará parte del grupo, pero no será el mejor amigo de nadie. No entiende por qué fallan sus habilidades sociales. Prefiere estar solo con sus fantasías porque cuando hay más gente involucrada, es incapaz de controlar lo que sucede a su alrededor.

Es muy posible que no viva solo. Si vive con alguien, tal vez lo haga con una mujer, en lugar de con un hombre. Como se siente atraído por los hombres, pero es incapaz de aceptarlo, no vivirá con uno de ellos bajo ninguna circunstancia, ni siquiera aunque se trate de una relación platónica. Sus relaciones con las mujeres puede que sean sexuales, pero no será un entusiasta ni tampoco un buen amante. Sus actuaciones apenas serán correctas y es probable que tenga problemas para tener y/o mantener erecciones. Sin embargo, no se revelará como impotente mientras cometa el crimen e incluso es posible que sea capaz de realizar algún tipo de acto sexual completo con las víctimas.

Se detuvo y miró por la ventana. A veces se preguntaba qué fue primero: si el huevo o la gallina; si esta empatía que experimentaba hacia sus pacientes era debida a que también conocía la frustración y la ira de la impotencia, o si sus problemas sexuales habían aumentado para poder desempeñar mejor su trabajo.

—¿Acaso importa? —se dijo con impaciencia. Se pasó la mano por el pelo y volvió a concentrarse en la pantalla.

Si comparte su vida con alguien, es muy probable que esa persona no sospeche de que su compañero sea un asesino. Así pues, hay muchas posibilidades de que su primera reacción consista en ofrecerle una coartada; puesto que en su fuero interno está convencida de que no puede tratarse de él. En consecuencia, los sospechosos a quienes les proporcionen una cortada sus novias o esposas no deberían ser eliminados de la lista por esa sola razón.

Posee movilidad, un coche propio, que se halla en buen estado (véase más arriba). Y los lunes por la noche cuenta con libertad para ir de un lado a otro, sin obligaciones ni estorbo alguno.

Su personalidad está muy bien estructurada. Es un loco del control. De esos que pillan rabietas porque su novia se ha olvidado de comprar sus cereales favoritos. Cree que su comportamiento se justifica. Cuando asesina, considera que está haciendo aquello que a toda la gente le gustaría hacer, pero que no lleva a cabo porque no tiene lo que hay que tener. Es un resentido y piensa que todo el mundo conspira contra él. ¿Cómo es posible que, siendo tan inteligente, esté desempeñando un trabajo de mierda en vez de dirigir la compañía? ¿Cómo se explica que, siendo tan encantador, no esté saliendo con una supermodelo? La respuesta es que el mundo está confabulado contra él. Posee la visión egocéntrica típica de los hijos únicos, y no le importa el impacto que tengan sus acciones en los demás. Lo único que ve es cómo le afectan a él las situaciones.

Fantasea de forma constante y es un soñador. Sus ilusiones están construidas de forma muy elaborada y le parecen más importantes que la realidad. Su mundo fantasioso es el lugar al que se retira por decisión propia o como una forma de refugiarse de algún problema u obstáculo que se le presente en su día a día. Es probable que las fantasías contengan dosis de violencia y sexo, y también podrían ser fetichistas. En cambio, no son estáticas y pierden potencia, por lo que precisan ser reelaboradas.

Está seguro de que puede llevar a cabo sus fantasías violentas sin que nadie pueda detenerlo. Está completamente convencido de que es más inteligente que la policía. No tiene planeado cómo comportarse el día que lo detengan. Piensa que es demasiado listo para que lo cojan. Ha sido muy cuidadoso borrando pruebas forenses, motivo por el que ya he indicado a la inspectora Jordán que estoy convencido de que el fragmento de cuero de ciervo ruso encontrado en el escenario del cuarto crimen constituye una pista falsa. Es posible que conozca los derroteros que ha tomado la investigación y que se esté riendo de nosotros mientras nos ve dar vueltas en círculo a causa de la susodicha pista. Aunque la policía dé con la fuente, es muy probable que cuando encontremos al asesino no haya nada que lo relacione directamente con ella.

Si tiene asignada una ficha policial, es posible que sea de cuando era menor. Entre los posibles delitos podrían estar: vandalismo, piromanía menor, hurtos, crueldad hacia otros menores o animales, ataques a profesores. Sin embargo, con el tiempo, el asesino ha aprendido a controlarse enormemente, así que es muy improbable que tenga abierta una ficha tras haber alcanzado la mayoría de edad.

Se mantendrá tan al día como pueda respecto del desarrollo de la investigación y le encantará la publicidad siempre que la vea en consonancia con el glamour y el respeto que merece. Resulta interesante destacar que la tumba de Adam Scott fue profanada poco después del segundo crimen. Es posible que mantenga algún contacto con agentes de policía, en cuyo caso no tendrá ningún remilgo en utilizarlos para saber cómo avanza la investigación. Todo agente que sienta que lo están usando de esta manera debería informar a los oficiales superiores de la brigada de homicidios.

Grabó el archivo y lo leyó de arriba abajo. Algunos psicólogos con los que había trabajado incorporaban grandes bloques de trasfondo sobre la posible infancia del asesino, además de una lista de comportamientos que podría haber tenido mientras crecía. Pero él, no. Siempre habría tiempo para obtener dicha información una vez se empezara a interrogar al sospechoso. Tony nunca olvidaba que trataba con policías que trabajaban en la calle. Hombres como Tom Cross, a los que no les importaba lo más mínimo la terrible infancia que hubiera tenido el sospechoso.

Pensar en Tom Cross hizo que fuera aún más crítico. Convencerle de lo importante que resultaba el perfil iba a ser una pesadilla.

La primera edición del Bradfield Evening Sentinel Times salió a la calle justo antes del mediodía. Aquellos que buscaban apartamento, trabajo o gangas fueron quienes compraron los primeros ejemplares al vendedor callejero, pero no miraron la portada. Fueron directamente a la sección de anuncios clasificados con la esperanza de encontrar aquello que necesitaban, manteniendo alzadas la primera y la última página, de manera que los transeúntes con los que se cruzaban pudieran verlas. Todo aquel que sintiera la más mínima curiosidad por los titulares de la portada habría podido leer esto: «Echan al jefe de los cazadores de asesinos. Exclusiva de Penny Burgess, corresponsal de homicidios». Más abajo, en el cuadrante derecho, aparecía una fotografía de Tony Hill con el pie: «Los agentes de homicidios siguen la mejor pista. Exclusiva de Penny Burgess». Y si esos peatones se hubieran sentido lo bastante intrigados para comprar su propio ejemplar, habrían leído un subtitular que decía: «El mejor de los loqueros se une a la caza del Matamaricas. Más en la página 3».

En una oficina, muy por encima de las agitadas calles de Bradfield, un asesino leía el periódico. La emoción le revolvía el estómago. Las cosas estaban saliendo a pedir de boca. Era como si la policía estuviera representando las fantasías del asesino, lo que demostraba que los sueños podían, de hecho, realizarse.