AGRADECIMIENTOS

Siempre resulta inquietante que parezca que la vida imite al arte. Empecé a planear este libro durante la primavera de 1992, mucho antes de los asesinatos que tuvieron lugar en Londres y que conmocionaron a la comunidad gay. Sinceramente, espero que en las páginas de este libro no haya nada que cause dolor o resulte ofensivo para nadie.

Durante el proceso de investigación y escritura de El canto de las sirenas he intentado ser muy sesuda y he abusado de mis amigos hasta la saciedad, como, por otra parte, siempre hago. Me gustaría dar las gracias en especial a Mike Berry, psicólogo clínico y criminólogo que trabaja en el Hospital Psiquiátrico de Alta Seguridad de Ashworth, en Liverpool, por concederme su tiempo y compartir conmigo sus conocimientos de manera tan generosa a la hora de preparar el libro. Las opiniones e informaciones que me proporcionó resultaron de valor incalculable, además de conseguir mantener en vilo las conversaciones que tuvieron lugar en las cenas con nuestros amigos.

Gracias también a Peter Byram, del Responsive College Unit de Blackburn, quien me dio buenos consejos sobre tecnología informática. Alison Scott y Frankie Hegarty, por su parte, me proporcionaron información muy útil relativa a cuestiones médicas. El detective en jefe Mike Benson, de la policía de Sussex, se mostró muy amable al hacerme una serie de huecos en su apretada agenda para explicarme cómo se llevan a cabo las investigaciones criminales más importantes. Jai Penna, Diana Cooper y Paula Tyler han vuelto a demostrarme que algunos abogados son generosos con su tiempo y conocimientos.

Por su ayuda, paciencia y consejos, me gustaría dar las gracias especialmente a Erigid Baillie y a Lisanne Radice. No debe de ser fácil aguantar a alguien que se pasa días y días metida en la cabeza de un asesino en serie…

La ciudad norteña de Bradfield es completamente imaginaria. Las actitudes y comportamientos atribuidos a los diferentes profesionales que aparecen en el libro, incluidos los agentes de policía, son como son más por exigencias de la trama que por pretender cierta verisimilitud. En el Reino Unido tenemos la suerte de no contar apenas con asesinos en serie; ello se debe a que, en su gran mayoría, son capturados después de cometer su primer asesinato. Esperemos que la policía y los criminólogos puedan mantener esta estadística.