Del Diario de Sara Fisher (El Libro de Sara)
Presentado en la III Conferencia Global sobre el Período de Cuarentena en Norteamérica
Centro para el Estudio de las Culturas y Conflictos Humanos
Universidad de Nueva Gales del Sur, República Indoaustraliana
16-21 de abril de 1003 d.V.
[Empieza el extracto]
[…] y fue entonces cuando descubrimos el huerto, una visión que fue bienvenida, puesto que llevábamos tres días sin comer nada, desde que Hollis mató el ciervo. Ahora estamos cargados de manzanas. Son pequeñas y agusanadas, y si comes demasiadas te dan retortijones, pero es estupendo volver a tener el estómago lleno. Esta noche pernoctaremos en un cobertizo de metal oxidado lleno de coches antiguos, que apesta a palomas. Parece que hemos perdido la carretera, pero Peter dice que si continuamos andando en línea recta hacia el este, deberíamos llegar a la autopista 15 dentro de uno o dos días. El plano que encontramos en la gasolinera de Caliente es lo único que tenemos para guiarnos.
Amy habla un poquito más cada día. El tener a alguien con quien hablar sigue pareciéndole una novedad, y a veces da la impresión de que se esfuerza por encontrar las palabras, como si estuviera leyendo un libro en su mente y buscara las correctas. Pero estoy segura de que hablar la hace feliz. Le gusta mucho utilizar nuestros nombres, incluso cuando está claro a quién está hablando, lo cual parece raro, pero ya nos hemos acostumbrado todos, y hasta lo hacemos nosotros. Ayer me vio ocultarme tras un arbusto y me preguntó qué estaba haciendo, y cuando le dije que iba a mear, sonrió como si le hubiera dado la mejor noticia del mundo y dijo, en voz muy alta: «Yo también necesito mear, Sara». Michael estalló en carcajadas, pero a Amy no pareció importarle, y cuando terminamos, dijo, muy educadamente (pues siempre es educada): «Había olvidado cómo se decía. Gracias por mear conmigo, Sara.»
Eso no quiere decir que la entendamos siempre, porque la mitad del tiempo no podemos. Michael dice que es como hablar con Tía, pero peor, porque con Tía siempre sabes que te está tomando el pelo. Amy no parece recordar nada sobre su lugar de procedencia, salvo que tiene montañas y nieva, o sea, que podría ser Colorado, aunque la verdad es que no lo sabemos. No parece asustada de los virales, ni siquiera de aquéllos a los que llama los Doce, como Babcock. Cuando Peter le preguntó qué hizo en el Ruedo para conseguir que no matara a Theo, Amy se encogió de hombros y dijo, como quien no quiere la cosa: «Le pedí por favor que no lo hiciera. No me gustaba ése. Está lleno de sueños malos. Pensé que sería mejor pedírselo por favor y darle las gracias.»
¡Un viral, y le dijo «por favor!»
Pero lo que se me ha quedado más grabado en la memoria es lo que pasó cuando Michael le preguntó cómo había sabido volar el enganche. «Me lo dijo un hombre llamado Gus», contestó Amy. Ni siquiera sabía que Gus iba en el tren, pero Peter explicó lo que había pasado a Gus y a Billie, que los virales los habían matado, y Amy asintió y dijo: «Eso fue cuando…». Peter se quedó muy callado un momento y la miró fijamente. «¿Qué quieres decir?», preguntó, y Amy contestó: «Eso fue cuando me lo dijo, después de caer del tren. Los virales no lo mataron, creo que se rompió el cuello, pero estuvo vivo un ratito más. Fue él quien puso la bomba entre los vagones. Comprendió lo que iba a pasarle al tren y pensó que alguien debía saberlo.»
Michael dice que tiene que existir otra explicación, que Gus debió de haberle dicho algo con anterioridad. Pero estoy segura de que Peter la cree, y yo también. Peter está más convencido que nunca de que la señal de Colorado es la clave de todo esto, y yo estoy de acuerdo. Después de lo que vimos en el Refugio, estoy empezando a pensar que Amy es la única esperanza que nos queda.
DÍA 31
Una ciudad de verdad, la primera desde Caliente. Vamos a pasar la noche en una especie de escuela, como el Asilo, con las mismas filas de pupitres en todas las aulas. Me preocupaba que encontráramos más flacuchos, pero no hemos visto ninguno. Hacemos la guardia en turnos de dos. Yo estoy en el segundo con Hollis, y al principio pensé que sería pesado dormir unas cuantas horas y después despertar otra vez, para luego intentar dormir un par más antes de amanecer. Pero Hollis consigue que el tiempo pase con facilidad. Hablamos de casa durante un rato, y Hollis me preguntó qué echaba más de menos, y lo primero que se me ocurrió fue el jabón, y Hollis se rió. Le pregunté por qué lo consideraba tan divertido y dijo: «Pensé que ibas a decir las luces. Porque estoy convencido de que echas de menos aquellas luces, Sara». Y yo dije: «¿Qué añoras tú?», y estuvo callado un rato, y yo pensé que iba a decir Arlo, pero no. Dijo: «Los Pequeños. Dora y los demás. El sonido de sus voces en el patio, el olor en la Sala Grande por la noche. Tal vez sea este lugar lo que me los recuerde. Pero eso es lo que echo de menos esta noche: los Pequeños.»
Todavía sin virales. Todo el mundo se pregunta cuánto durará nuestra suerte.
DÍA 32
Por lo visto, vamos a pasar una noche más aquí: todo el mundo necesita descansar. La gran noticia es que la tienda que descubrimos, Outdoor World, está llena de todo tipo de cosas que podemos utilizar, incluidos arcos (aunque el armario de las armas de fuego estaba vacío). Cogimos cuchillos, un hacha, cantimploras, mochilas, unos prismáticos, un camping gas y combustible que utilizaremos para hervir agua. También cogimos planos, una brújula, sacos de dormir y chaquetas de invierno. Ahora todos tenemos ropa nueva para estrenar, calcetines gruesos para las botas y ropa interior térmica, que en realidad no necesitamos, aunque no tardaremos en necesitarla. Había un flacucho en la tienda, no lo vimos hasta que estábamos a punto de terminar, tendido bajo el mostrador con los prismáticos. Todos nos sentimos un poco mal por haber sacado las cosas de los estantes sin darnos cuenta de que estaba allí. Sé que Caleb habría hecho una broma al respecto y todo el mundo se reiría. No puedo creer que haya muerto.
Alicia y Hollis fueron de caza y volvieron con otro ciervo, una cría. Ojalá pudiéramos quedarnos el tiempo suficiente para dejar curar la carne, pero Hollis cree que habrá más en el lugar adonde vamos. Lo que no dijo (porque no era necesario) fue que, si hay caza, también habrá pitillos.
Esta noche hace frío. Creo que debe de ser otoño.
DÍA 33
Andando otra vez. Ahora estamos en la autopista 15, en dirección norte. La autopista está destruida por el terremoto, pero al menos sabemos que seguimos el camino correcto. Hay montones de vehículos abandonados. Da la impresión de que llegan en oleadas, ves un montón y después nada durante un rato, y después te topas con una hilera de veinte o más. Hemos parado a descansar al lado de un río. Esperamos llegar a Parowan al atardecer.
DÍA 35
Seguimos andando. Peter cree que recorremos 25 kilómetros al día. Agotados. Estoy preocupada por Maus. ¿Cómo puede aguantar? Sí que se le nota ya. Theo nunca se aparta de su lado.
De pronto vuelve a hacer un calor abrasador. Por la noche se ven rayos hacia el este, hacia las montañas, pero no llueve. Hollis cazó un conejo con el arco, y eso es lo que vamos a comer, un conejo asado dividido en ocho partes, más algunas manzanas que nos sobraron. Mañana vamos a intentar encontrar un colmado, a ver si hay latas todavía comestibles. Amy dice que puedes comer cantidad de lo que haya en caso necesario. Comida de más de cien años de antigüedad.
¿Por qué no hay virales?
DÍA 36
Olimos los incendios anoche, y por la mañana nos enteramos de que el bosque estaba ardiendo hacia el este de la cordillera. Discutimos si debíamos dar media vuelta, esperar, o intentar rodearlos, pero eso significaría abandonar la autopista, cosa que nadie desea hacer. Hemos decidido seguir adelante, y si la atmósfera empeora habrá que tomar una decisión.
DÍA 36 (otra vez)
Ha sido un error. Los incendios están cerca, y no hay forma de huir de ellos. Nos hemos refugiado en un garaje alejado de la autopista. Peter no está seguro de qué ciudad es, ni siquiera de si es una ciudad. Utilizamos las lonas, algunos clavos y un martillo que encontramos para tapar las ventanas rotas de delante, y ahora todo lo que podemos hacer es esperar a que el viento cambie de dirección. El aire es tan espeso que apenas puedo ver lo que estoy escribiendo.
[Faltan páginas.]
DÍA 38
Hemos dejado atrás Richfield, por la autopista 70. En algunos puntos desaparecía, pero Hollis tenía razón acerca de las carreteras principales, que siguen los desfiladeros. El fuego llegó hasta aquí. Hay animales muertos por todas partes, y el aire huele a carne chamuscada.
Todo el mundo cree que el sonido que oímos anoche eran gritos de virales que habían quedado atrapados en el incendio.
DÍA 39
Los primeros virales muertos. Estaban debajo de un puente, tres de ellos acurrucados juntos. Peter cree que no los habíamos visto antes porque han expulsado la caza hacia altitudes superiores. Cuando el viento cambió, quedaron atrapados por el fuego.
Tal vez fuera por su aspecto, quemados por completo con la cara apretada contra el suelo, pero descubrí que sentía pena por ellos. De no haber sabido que eran virales, habría jurado que eran humanos, y sé que habríamos podido ser nosotros. Pregunté a Amy si creía que habían tenido miedo, y dijo que sí, que creía que sí.
Vamos a quedarnos un día más en la siguiente ciudad a la que lleguemos, para descansar y saquear provisiones. (Amy tenía razón acerca de las latas. Mientras estén bien cerradas y se noten pesadas en la mano, están en buen estado).
[Faltan páginas.]
DÍA 48
Hacia el este de nuevo, con las montañas a nuestra espalda. Hollis cree que tardaremos en ver caza de nuevo. Estamos cruzando una meseta seca, sembrada de barrancos profundos. Hay huesos por todas partes, no sólo de caza menor, sino de ciervos, antílopes y ovejas, y algo que parece una vaca, aunque más grande, con un cráneo grande y abultado. (Michael dice que son búfalos). A mediodía nos detuvimos a descansar junto a un saliente rocoso y vimos, grabado en las piedras, DARREN KIERE A LEXIE XA SIEMPRE INSTITUTO GREEN RIVER ’16, ¡¡¡QUE SE JODAN LOS PIRATAS!!!. Todo el mundo entendió la primera parte, pero nadie supo qué significaba el resto. Me entristeció un poco, no puedo decir por qué, tal vez porque las palabras llevaban allí tanto tiempo, sin que nadie pudiera leerlas. Me pregunto si Lexie también quería a Darren.
Salimos de la autopista y nos hemos refugiado cerca de la ciudad de Emery. No queda nada, sólo cimientos y algunos cobertizos con maquinaria de granja herrumbrada, plagada de ratones. No hemos encontrado ninguna bomba, pero Peter dice que hay un río cerca y mañana iremos a echar un vistazo.
Estrellas por todas partes. Una hermosa noche.
DÍA 49
He decidido casarme con Hollis Wilson.
DÍA 52
Vamos hacia el sur desde Crescent Junction, por la autopista 191. Al menos, creemos que es la 191. Cruzamos la desviación hace cinco clics, como mínimo, y tuvimos que dar media vuelta. No queda mucha carretera que seguir, por eso nos la saltamos. Pregunté a Peter por qué teníamos que salirnos de la 70, y dijo que estamos demasiado al norte con relación adónde vamos. Tarde o temprano tendremos que desviarnos hacia el sur, de modo que da igual que sea ahora.
Hollis y yo hemos decidido no contar a nadie lo sucedido. Es curioso que, cuando tomé la decisión sobre qué hacer con él, me di cuenta de que hacía mucho tiempo que lo pensaba sin darme cuenta. Deseo en todo momento volver a besarlo, pero siempre hay alguien cerca o estamos de guardia. Aún me siento un poco culpable por lo de la otra noche. Además, necesita un baño (y yo también.)
Ninguna ciudad. Peter cree que no veremos ninguna hasta llegar a Moab. Vamos a pasar la noche en una cueva, en realidad un hueco con un saliente, aunque es mejor eso que nada. Las rocas son de un color rosa anaranjado, muy bonito y raro.
DÍA 53
Hoy ha sido el día en que encontramos la alquería.
Al principio pensamos que era sólo ruinas, como las otras que hemos visto, pero a medida que nos acercamos, vimos que se encontraba en mucho mejor estado, un grupo de casas con armazón de madera, establos, dependencias y cercados para animales. Dos de las casas están vacías, pero una de ellas, la más grande, parece que estuvo habitada hasta hace poco. De hecho, la mesa de la cocina estaba puesta con cubiertos y vasos. Hay cortinas en las ventanas, y ropa doblada en los cajones. Además hay muebles, ollas, sartenes y libros en las estanterías. En el establo encontramos un coche antiguo, cubierto de polvo. En las estanterías había jarras de combustible para faroles, tarros vacíos para conservas, y herramientas. Hay algo que parece un cementerio, cuatro parcelas marcadas con círculos de piedras. Michael dijo que deberíamos cavar en una para ver lo que hay debajo, pero nadie se tomó en serio la sugerencia.
Encontramos el pozo, pero la bomba estaba atorada debido a la herrumbre. Tuvimos que desatascarla entre tres, pero en cuanto lo logramos el agua salió fresca y transparente, la mejor que hemos bebido en mucho tiempo. Hay una bomba en la cocina, que Hollis está intentando desatascar, y una hornillo para cocinar. En el sótano encontramos más estanterías llenas de latas de judías, calabazas y maíz, bien cerradas. Aún conservamos las latas que saqueamos en Green River, más algo de ciervo ahumado y un poco de manteca de cerdo que reservamos. Es nuestra primera comida de verdad en semanas. Peter dice que hay un río cerca, y mañana iremos a echar un vistazo. Todos dormimos en la casa más grande, utilizando colchones que hemos bajado del piso de arriba y dispuesto alrededor de la chimenea.
Peter cree que el lugar fue abandonado hace diez años, como mínimo, pero puede que sean más de veinte. ¿Quién vivió aquí? ¿Cómo sobrevivieron? Es como si el lugar estuviera hechizado, más que cualquiera de las ciudades que hemos visto. Es como si los que vivían aquí se hubieran ido un día, esperando volver a la hora de cenar, pero nunca hubieran regresado.
DÍA 54
Nos quedamos un día más. Theo insiste, dice que Maus no puede seguir nuestro ritmo, pero Peter dice que tendremos que irnos pronto, si queremos llegar a Colorado antes de que nieve. La nieve. No había pensado en eso.
DÍA 56
Todavía en la alquería. Decidimos quedarnos unos días más, aunque Peter está nervioso y quiere ponerse en marcha. Theo y él discutieron al respecto. Creo [indescifrable].
[Faltan páginas.]
DÍA 59
Nos iremos por la mañana, pero Theo y Maus van a quedarse. Creo que todo el mundo lo sabía. Lo anunciaron después de cenar. Peter protestó, pero nada de lo que se dijo consiguió que Theo cambiara de parecer. Tienen refugio, hay mucha caza menor en los alrededores (además de las latas del sótano) y pueden pasar el invierno aquí hasta que nazca el niño. «Nos veremos en primavera, hermano —dijo Theo—. No olvides parar por aquí cuando volváis del lugar adonde vais».
Tengo que empezar mi guardia dentro de unas pocas horas, y debería estar durmiendo. Creo que Maus y Theo están haciendo lo correcto, eso lo sabe hasta Peter. Pero es triste dejarlos atrás. Creo que todos estamos pensando en Caleb, sobre todo Alicia, quien no dijo ni pío después de que Maus y Theo anunciaran la noticia, y aún no ha dirigido la palabra a nadie. Creo que todo el mundo se acuerda de aquellas cruces en el patio, se pregunta si volveremos a ver a Maus y Theo.
Ojalá Hollis estuviera despierto. Me dije que no lloraría. Maldita sea, maldita sea.
DÍA 60
En ruta de nuevo. Theo tenía razón en una cosa: sin Maus, corremos más. Los seis llegamos a Moab antes de anochecer. Aquí no hay nada. El río se lo ha llevado todo. Una enorme pared de cascotes bloquea el camino, árboles, casas, coches, neumáticos viejos y todo tipo de cosas, que llenan el estrecho cañón donde estaba la ciudad. Nos hemos refugiado para pasar la noche en uno de los edificios que siguen en pie, en las colinas. Un edificio en ruinas, apenas el armazón y parte del techo sobre nuestras cabezas. Es como si fuéramos a dormir al raso, y dudo que alguien duerma mucho esta noche. Mañana vamos a ascender a la cordillera, con el fin de encontrar una ruta que nos lleve al otro lado.
[Faltan páginas.]
DÍA 64
Hoy hemos encontrado otro cadáver de animal, una especie de gato grande. Colgaba de las ramas de un árbol, como los demás. El cuerpo estaba demasiado podrido como para estar seguros, pero todo el mundo cree que lo mató un viral.
DÍA 65
Todavía en La Salle Mountains, en dirección este. El cielo ha cambiado del blanco al azul, el color del otoño. Todo huele delicioso. Las hojas caen, y por la noche se forma escarcha, y por la mañana una niebla espesa abraza las colinas. Creo que nunca había visto nada tan hermoso.
DÍA 66
Anoche Amy tuvo otra pesadilla. Estábamos durmiendo al raso de nuevo, bajo las lonas. Acababa de terminar mi guardia con Hollis, y me estaba quitando las botas, cuando la oí murmurar en sueños. Estaba pensando que tal vez debería despertarla, cuando se enderezó de repente. Estaba envuelta en su saco y sólo se le veía la cara. Me miró durante un buen rato, con los ojos desenfocados, como si no supiera quién era. «Él está muriendo —dijo—. Sigue agonizando y no puede parar». «¿Quién está muriendo —dije—, Amy, quién?» «El hombre —dijo—. El hombre está muriendo». «¿Qué hombre?», le pregunté. Pero entonces se tumbó y se durmió enseguida.
A veces me pregunto si nos estamos dirigiendo hacia algo terrible, más terrible de lo que cualquiera de nosotros es capaz de imaginar.
DÍA 67
Hoy hemos topado con un letrero herrumbrado al lado de la carretera que anunciaba: PARADOX, POB.2.387. «Creo que hemos llegado», dijo Peter, y nos lo enseñó en el plano.
Estamos en Colorado.