La isla está llena de rumores,
de sonidos, de dulces aires que deleitan y no hacen daño.
A veces un millar de instrumentos bulliciosos
resuenan en mis oídos, y a instantes son voces
que, si a la sazón me he despertado después de un largo sueño,
me hacen dormir nuevamente.
WILLIAM SHAKESPEARE,
La tempestad, III, II